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OF ALCOHOL RESEARCH
MADRID 2002 AÑO 1 - Nº2 Contenido

Carta del presidente 2

Investigación Social
Señuelo de la motivación para beber 3
Venta responsable de alcohol 5
Sensibilidad a la ansiedad y consumo de alcohol 6
Conducción bajo los efectos del alcohol
y bebedores precoces 9
Consumo moderado de alcohol y ejercicio físico 11
Tentación y resistencia a beber 13

Investigación Científica
Reducción del riesgo de ictus con consumo ligero de alcohol 15
Alcohol: ¿malo o bueno para los asmáticos? 16
Diabetes: una advertencia 18
Alcohol y cáncer de mama 19
¿Tiene el vino tinto un especial efecto beneficioso? 21
Consumo de alcohol durante las travesías en barco 22

1
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E
n este empezar a caminar de nuestra
publicación, el segundo número aparece
dentro de un escenario singular creado
alrededor de la “cultura del botellón”.
Nuestro Comité Científico no intenta
posicionarse con una respuesta inmediata a este
fenómeno social, que es una expresión más de
las conductas que esta Fundación rechaza.
La aparición de la Ley en este horizonte no deja
de ser algo que podemos considerar como una
provocación intelectual para resolver un listado
de problemas.
El contenido de este segundo número reúne
algunos de los aspectos que ayudaran al lector a
crear percepciones sobre hechos que están en
debate y otros que deben ser asumidos.
En el apartado de investigación social me
gustaría destacar que en la mezcla propuesta
para su lectura nos aproximamos a la
conducción bajo los efectos del alcohol y
bebedores precoces. Nuestra Fundación esta
tomando parte activa con uno de sus proyectos
en el que se tiene fundadas esperanzas de éxito,
como es el Proyecto Lince, que es la introducción
en España del concepto del conductor
alternativo.
2
Editorial
La motivación para beber, que engloba
sentimientos de tentación contrapuestos con la
resistencia en base a conductas ansiosas que son
claramente un riesgo para el consumo
moderado,termina de perfilar los temas que con
carácter sociológico tocamos en este número.
En el apartado de Investigación Científica, sin
embargo, el lector encontrará información
sumarizada del papel que ocupa la ingesta del
alcohol moderado y continuo en la prevención de
riesgos cardiovasculares. Sin embargo, algunos
aspectos matizados deben ser tenidos en cuenta
cuando nos acercamos a poblaciones de riesgo
cardiovascular, como es la diabetes .
Para finalizar, en el intento de cumplir nuestros
objetivos de una información balanceada hemos
introducido temas de controversia en relación
con el abuso del alcohol.
Nuestro interés es dar un servicio eficaz a
nuestros lectores, permitiendo que se combine la
información y la curiosidad con la eficacia en la
comunicación.
Arturo Fernández Cruz
Presidente del Comité Editorial
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Investigación Social
Señuelo
de la
motivación
para beber
¿Por qué los bebedores que tienen la
intención de tomar sólo una o dos bebidas
terminan bebiendo en exceso?
Un reciente estudio de laboratorio
demuestra que una primera bebida puede
actuar como ‘señuelo’ para seguir
consumiendo alcohol, salvo cuando se
ofrecen otras gratificaciones económicas.
Alcohol effects on inhibitory and activational
response strategies in the acquisition of alcohol
and other reinforcers: priming the motivation
to drink. Journal of Studies on Alcohol (2001),
62, 646-656. Fillmore, M.T., Rush, C.R.,
Universidad de Kentucky, Estados Unidos.
*Diríjase la correspondencia al Dr. Mark T.
Fillmore, Department of Psychology, University
of Kentucky, Lexington, Kentucky 40506-0444,
EE.UU. Dirección de correo electrónico:
mtfill2@pop.uky.edu
Muchos bebedores reconocen que en
ocasiones tienen la intención de limitar su
consumo de alcohol a una o dos bebidas, pero
que luego se olvidan de esas intenciones y
beben más de la cuenta (a veces mucho más).
De este tipo de situaciones ha surgido la idea
de que el alcohol promueve en algunas
personas la pérdida de control sobre la
cantidad que consumen. Ese control puede
depender, en parte, de la influencia conjunta de
procesos de inhibición y activación
(mecanismos de `parada´ y `acción´).
Además de aumentar la motivación para beber,
una primera dosis de alcohol puede afectar a
estrategias conductistas específicas utilizadas
para continuar con el consumo. Considerando
que con dosis moderadas se deterioran
selectivamente los procesos de inhibición, una
dosis de ‘carga previa’ puede desencadenar una
estrategia de adquisición de alcohol que
aumente la activación (como una respuesta
más rápida) al tiempo que reduce los procesos
de inhibición (como una respuesta lenta
controlada o parada).
En la Universidad de Kentucky, Mark Fillmore y
Craig Rush realizaron un estudio de
laboratorio para determinar los efectos de una
dosis inicial de alcohol en las estrategias de
respuesta de inhibición y activación utilizadas
por los bebedores sociales para obtener
alcohol y gratificaciones económicas. Los
participantes eran estudiantes bebedores con
edades comprendidas entre 21 y 29 años y sin
problemas declarados con el alcohol.
Los autores utilizaron una prueba por
ordenador de ‘señales de parada’ que consistía
en pulsar una tecla cuando se recibían señales
de ‘acción’ y, de vez en cuando, inhibir la
respuesta al escuchar un tono de corta
duración (señal de ‘parada’). Con esta prueba
se medían la activación de la respuesta, en
términos de velocidad de la misma a las señales
de acción, y la inhibición de la respuesta,según
3
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la capacidad de la persona para suprimir una
respuesta conductista prepotente al recibir una
señal de parada.
Fillmore y Rush dieron a 16 participantes
como señuelo una dosis preliminar de alcohol
(0,55 g/kg de peso corporal) en dos bebidas,
obteniéndose como resultado una
concentración de alcohol en sangre cercana a
60 mg/100 ml – ligeramente por debajo del
límite legal para conducir en el Reino Unido
(80 mg/100 ml). Otros 16 participantes
recibieron una bebida preliminar que contenía
placebo con sabor a alcohol.
Después de esas dosis preliminares, todos los
sujetos realizaron pruebas de ‘adquisición de
gratificaciones’ conjuntamente con la prueba
de las señales de parada para saber si elegían
entre una gratificación en alcohol o una
gratificación económica (al final de las sesiones
de la prueba). La gratificación en alcohol
consistía en una cerveza ‘fuerte’ (con un
contenido aproximado del 10 % de alcohol,
equivalente a 0,25 g/kg). El valor de la
gratificación económica alternativa podía ser
‘grande’ (50 céntimos) o ‘pequeño’ (5
céntimos). Los sujetos podían obtener las
recompensas ya fuera por mantener su
respuesta a las señales de parada más tiempo
que en la primera prueba realizada o por
responder a las señales de acción más deprisa
que al principio.
Según las evaluaciones realizadas
inmediatamente antes de cada prueba, la dosis
preliminar de alcohol actuaba como `señuelo´
(es decir, aumentaba) del deseo subjetivo de
beber, obteniéndose valoraciones unas 10 veces
4
mayores de dicho deseo después del consumo
de alcohol que con placebo.
Además, en comparación con los sujetos que
recibieron placebo, los que recibieron una
dosis preliminar de alcohol como señuelo
eligieron el alcohol con más frecuencia en lugar
de la gratificación económica de poco valor.
Por el contrario, cuando se les ofreció la
gratificación económica de más valor, eligieron
pocas veces el alcohol, independientemente del
señuelo que hubieran recibido.
La dosis de señuelo afectó también de manera
diferente a las estrategias de adquisición de
gratificaciones. Bajo los efectos del alcohol, los
sujetos aumentaron su velocidad de respuesta
y consiguieron menos inhibiciones correctas
en presencia de las señales de parada. De esta
manera, la dosis de señuelo sesgó sus
estrategias de respuesta a favor de los
procesos de activación y en detrimento de los
procesos de inhibición. Por el contrario, el
grupo que recibió placebo obtuvo
gratificaciones a través de una combinación
equilibrada de respuestas de activación e
inhibición.
Estos hallazgos indican que el efecto de
señuelo inducido por el alcohol puede deberse
a algo más que a los estados de gratificación
subjetiva producidos por esa dosis inicial.
Las pruebas indicativas de que una dosis de
alcohol utilizada como señuelo puede
determinar el predominio de la activación de la
respuesta durante el posterior consumo de
alcohol son importantes para entender cómo
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Investigación Social
actúa ese señuelo y cómo son las pautas de
abuso del alcohol, como las borracheras.
Ahora bien, la ausencia de un efecto señuelo
cuando se ofrece la gratificación alternativa de
50 céntimos demuestra que incluso cantidades
modestas pueden servir como un refuerzo
importante en los bebedores sociales, más
importante que cualquier eficacia reforzadora
del alcohol.
Así, a pesar de las pruebas aparentemente
sólidas de que dosis moderadas de alcohol
pueden aumentar el consumo posterior en los
bebedores sociales, este efecto depende de la
disponibilidad y el valor como incentivo de
otros refuerzos en el entorno inmediato.
Venta
responsable
de alcohol
¿Qué oportunidades tiene la policía para
mejorar las prácticas de venta de alcohol
en los locales autorizados? Un estudio
australiano revela cierta preocupación por
la escasa prioridad que recibe la vigilancia
policial del consumo de alcohol.
Police knowledge and attitudes regarding
crime, the responsible service of alcohol and a
proactive alcohol policing strategy. Drug and
Alcohol Review (2001), 20, 181-191. Smith,
K.L., Wiggers, J.H., Considine, R.J., Daly, J.B.,
Collins,T. ,U n i versidad de Newcastle,Australia.
*Diríjase la correspondencia al Dr John
Wiggers, Hunter Centre for Health
Advancement,University of Newcastle, Locked
Bag 10,Wallsend 2287 NSW,Australia.
La aplicación de las disposiciones legales para
controlar el acceso al alcohol en los locales
autorizados representa una estrategia de
reducción de los daños causados por el alcohol
ampliamente utilizada. En 1996, el estado
australiano de Nueva Gales del Sur aprobó una
nueva ley que supeditaba la concesión de la
licencia para la comercialización de alcohol a la
venta, servicio y suministro de este producto
de manera responsable. Posteriormente se ha
demostrado que esa ley ha contribuido a
aumentar las negativas a servir alcohol a
clientes ya borrachos, a reducir las tasas de
alcoholemia en sangre de los clientes y a
disminuir la violencia y los accidentes de tráfico
relacionados con el alcohol.
Si bien la legislación sobre la venta responsable
de alcohol puede reducir de manera
importante los daños resultantes, poco se sabe
sobre su aplicación. John Wiggers y
colaboradores, de la Universidad de
Newcastle, Australia, junto con Terry Collins,
del Servicio de Policía de Nueva Gales del Sur,
llevaron a cabo una encuesta para evaluar los
conocimientos, actitudes y capacidades
prevalentes entre los agentes de policía
respecto a la venta responsable de alcohol y su
vigilancia policial.
Los autores invitaron a participar en el estudio
a todos los agentes de policía operativos (en
5
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activo el día de la semana elegido) en su zona,
y consiguieron el consentimiento de 298
(77 %). Los agentes estimaron que el 60 % de
los incidentes que atendían estaban
relacionados con el alcohol, y que en el 44 %
de esos casos el consumo había tenido lugar en
locales autorizados.
Para la mayoría de los agentes (93 %), es
responsabilidad de los locales que sirven
alcohol prevenir la intoxicación. Algo menos
de la mitad consideran que la mayor parte de
los locales practican ya una venta
responsable.Aunque sólo el 56 % piensan que
la legislación vigente es eficaz en cuanto a la
prevención de delitos, la mayor parte
manifiestan que el intento de mejorar las
prácticas de los locales autorizados no
constituye una pérdida de tiempo para la
policía (89 %).
Más de la mitad estiman que las sanciones
por incumplimiento de la legislación sobre
bebidas alcohólicas son insuficientes para
mejorar las prácticas relacionadas con una
venta responsable. Un 67 % se declaran
partidarios de que la policía recurra más a la
educación que a la aplicación de la ley para
fomentar la venta responsable. Casi las dos
terceras partes estiman que los locales
autorizados reaccionan de manera positiva a
los consejos de la policía al respecto.
La quinta parte de los agentes de policía
admiten que no conocen bien las
disposiciones de la legislación comentada, y
casi la mitad de ellos piensan que carecen de
las capacidades necesarias para vigilar las
6
prácticas de venta responsable. Sólo el 17 %
estima que la policía utiliza recursos
suficientes para mejorar estas prácticas.
Estos hallazgos indican que la policía entiende y
apoya la idea de mejorar las prácticas de venta
de alcohol en los locales autorizados. Ahora
bien, las propias percepciones de la policía
acerca de la carencia de destrezas, la limitación
de los recursos y la inadecuación de las
sanciones pueden impedir que se materialicen
esos beneficios.
Los autores recomiendan una mayor
formación sobre la aplicación de la legislación
relativa a la venta responsable de alcohol, así
como la ampliación de los recursos para
reflejar debidamente el peso que tienen los
delitos relacionados con el alcohol en la
actividad policial.
Sensibilidad
a la
ansiedad y
consumo
de alcohol
Un estudio reciente demuestra que los
bebedores sociales que más temen los
síntomas de ansiedad suelen beber con más
frecuencia y de forma más excesiva.
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Investigación Social
Negative-reinforcement drinking motives
mediate the relation between anxiety
sensitivity and increased drinking behaviour.
Personality and Individual Differences (2001),
31, 157-171. Stewart, S.H., Zvolensky, M.J.,
Eifert,G.H.,Universidad de Dalhousie, Canadá,
y Universidad de West Virginia, Estados Unidos.
*Diríjase la correspondencia al Dr Sherry H.
Stewart,Department of Psychology, Dalhousie
University, Halifax, Nova Scotia, Canada BBH
4J1. Dirección de correo electrónico:
sstewart@is.dal.ca
Las personas con una marcada sensibilidad a la
ansiedad (SA) creen firmemente que las
sensaciones de este tipo (como taquicardia,
mareo, temblor) tienen consecuencias
negativas, como las enfermedades físicas, los
problemas mentales o las dificultades sociales.
Por su extremado temor a la ansiedad,
necesitan una motivación mayor que otras para
consumir alcohol, una sustancia capaz de
reducir la sensación de ansiedad. Además,
parece probable que la sensibilidad a la ansiedad
sea un factor de riesgo de abuso del alcohol.
Sherry Stewart, de la Universidad de
Dalhousie, junto con Michael Zvolensky y
George Eifert, de la Universidad de Virginia
Occidental, entrevistaron a 200 estudiantes
(con una edad media de 22 años) para evaluar
la relación existente entre la sensibilidad a la
ansiedad y la conducta de bebida. Los
investigadores querían ver también si influían
algunos motivos ‘de riesgo’.
Para ello, utilizaron un cuestionario sobre los
motivos para beber en el que se pedía a los
encuestados que indicasen el grado en que
bebían para afrontar su situación (por ejemplo,
‘para olvidarse de sus problemas’), para ser
aceptados por otros (por ejemplo, ‘para
encajar en un grupo que le gusta’), para sentirse
mejor (por ejemplo, ‘porque es divertido’) y
por motivos sociales (por ejemplo, ‘para
celebrar una ocasión especial con los amigos’).
Respecto al consumo de alcohol, los
estudiantes indicaron el número de
ocasiones en que bebían a la semana
(habitualmente) y el número de bebidas
estándar que tomaban (350 ml de cerveza,30
ml de algún licor o 110 ml de vino) en cada
ocasión. Se definió el consumo excesivo
como la ingestión de cuatro o más bebidas en
una misma ocasión.
En conjunto, el grado de sensibilidad a la
ansiedad de las mujeres fue casi un 20 %
superior al de los varones. En general, éstos
declararon una mayor frecuencia de consumo
de alcohol que las mujeres, un mayor
consumo en cada ocasión y más episodios de
consumo excesivo (casi dos veces más).
En el conjunto de la muestra, los participantes
con altos niveles de sensibilidad a la ansiedad
declararon casi siempre una frecuencia de
consumo semanal mayor que los participantes
con niveles bajos o moderados de SA.
Además (especialmente los varones)
declararon una frecuencia de consumo
excesivo de alcohol casi tres veces mayor.
La cantidad de alcohol ingerida con más
frecuencia por estas personas con elevados
7
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niveles de SA puede situarse fácilmente en un
rango clínicamente significativo. Para algunos
médicos, ese rango comienza con la
identificación de una situación de consumo
excesivo más de 36 veces al año. En el estudio
comentado, el estudiante típico con unos
niveles altos de SA sobrepasó con creces este
umbral de ‘problemas con el alcohol’, mientras
que el estudiante típico con bajos niveles de
SA estuvo muy por debajo de él.
Los investigadores explicaron la relación entre
sensibilidad a la ansiedad y conducta como
bebedor a partir de motivos tales como
afrontar situaciones y ser aceptados por los
demás. Los niveles de sensibilidad a la ansiedad
no estuvieron relacionados ni con el deseo de
sentirse mejor ni con motivos sociales. Esto
parece indicar que las personas con altos
niveles de SA pueden beber más (y con más
frecuencia) en parte al menos por su tendencia
a recurrir al alcohol para controlar estados que
les producen aversión (como el estrés
relacionado con la ansiedad).
En mujeres con altos niveles de SA, los niveles
más altos de consumo de alcohol se
atribuyeron en gran parte a motivos
relacionados con la forma de afrontar su
situación (deseo de evitar o escapar a estados
internos no deseados). Por el contrario, los
motivos más frecuentes de aceptación por los
demás explicaron la frecuencia mayor de
consumo de alcohol en varones con altos
niveles de SA, lo que indica que el deseo de
evitar consecuencias externas no deseadas
(como las dificultades sociales) puede motivar
un mayor consumo de alcohol. Es probable que
este hallazgo esté relacionado con la frecuencia
relativamente alta de ‘motivos sociales’ de la SA
entre los varones.
Los hallazgos comentados confirman la idea
de que las diferencias de género en los
motivos que conducen a la bebida son
importantes para entender (y tratar) el abuso
de alcohol en personas que temen más los
síntomas relacionados con la ansiedad.

Otra explicación que es posible, es que los

estudiantes con altos niveles de SA depositen
más confianza en el alcohol para la reducción
de su tensión, con el consiguiente incentivo
de un consumo más frecuente. Cabe también
que esas personas tengan más experiencia
con el consumo de alcohol debido al
frecuente uso que hacen del mismo para
afrontar su situación. Algunas personas
desarrollan tolerancia a los efectos del
alcohol para el alivio de la ansiedad y así,con
el tiempo, necesitan niveles mayores de
alcohol para conseguir esos mismos efectos.

8
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Investigación Social
Conducción
bajo los
efectos del
alcohol y
bebedores
precoces
Una encuesta nacional reciente revela
que cuanto más joven empieza uno a
beber, mayor es la probabilidad de que
sufra un accidente de tráfico relacionado
con el alcohol.
Age of drinking onset, driving after drinking,
and involvement in alcohol-related, motor-
vehicle crashes.Accident Analysis & Prevention
(2001), 34, 85-92. Hingson, H., Heeren, T.,
Levenson, S., Jamanka,A., Voas, R., Universidad
de Boston, Estados Unidos. * Diríjase la
correspondencia al Dr Ralph Hingson, Social
and Behavioral Sciences Department, Boston
University School of Public Health, 715 Albany
Street,Boston, MA 02128, EE.UU. Dirección de
correo electrónico: rhingson@bu.edu
Para reducir los accidentes mortales de tráfico
relacionados con el alcohol entre la juventud,
todos los estados de Estados Unidos han
adoptado una edad mínima legal para el
consumo de alcohol de 21 años. Es indudable
que esta legislación ha contribuido a reducir el
consumo de alcohol y las muertes ocasionadas
por accidentes de tráfico en menores de 21
años. Lo que no se sabe es si evitan tanto la
conducción bajo los efectos del alcohol como
los accidentes de tráfico relacionados con el
alcohol a edades más avanzadas.
Por ese motivo, los investigadores de la
Universidad de Boston y el Pacific Institute for
Research and Evaluation en Landover,
Maryland, analizaron una encuesta nacional en
la que se preguntó a 42.862 personas (con 18
o más años de edad; edad media de 44) a qué
edad habían empezado a beber. Asimismo, se
les preguntó si conducían después de beber
demasiado y si habían sufrido alguna vez un
accidente de tráfico relacionado con el alcohol.
En 1992 se aplicó mediante entrevistas
personales la Encuesta nacional epidemiológica
longitudinal sobre el alcohol (NLAES). Ralph
Hingson y colaboradores entrevistaron a
27.081 personas que declararon haber bebido
alguna vez a lo largo de su vida (un 49 % antes
de los 21 años de edad y un 3 % antes de los
14 años de edad). La edad media a la que
empezaron a beber había sido de 19 años.
Casi la cuarta parte de los encuestados
reconocieron haber conducido alguna vez en
su vida bajo los efectos del alcohol, un 5 % de
ellos durante el pasado año. El 4 % declararon
que se habían visto envueltos en un accidente
de tráfico por haber bebido, un 0,2 % de ellos
durante el año anterior a la entrevista.
En comparación con las personas que
empezaron a beber después de los 21 años, las
que empezaron antes o a los 14 años
declararon con una frecuencia tres veces mayor
9
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que alguna vez habían conducido bajo los
efectos del alcohol y con una frecuencia cuatro
veces mayor que lo habían hecho durante el
pasado año. La probabilidad de haberse visto
envueltos alguna vez o el año anterior en un
accidente de tráfico por haber bebido fue siete
veces mayor entre los encuestados que habían
empezado a consumir alcohol antes de la edad
de 14 años. Estas diferencias disminuían a
medida que edad de inicio del consumo se
acercaba a los 21 años. Incluso después de los
21 años, la probabilidad de conducir bajo los
efectos del alcohol o verse envuelto en un
accidente de tráfico relacionado con el alcohol
fue menor entre los encuestados que
empezaron el consumo más tarde. La
probabilidad de empezar a beber a edad más
temprana fue significativamente mayor en
algunos subgrupos: los varones, las personas
más jóvenes, las personas con menor nivel de
estudios, los solteros, los fumadores o ex-
fumadores y los más bebedores. Todas estas
posibles variables de confusión fueron tenidas
en cuenta y controladas en los análisis
posteriores por los investigadores.
Los investigadores observaron también que
cuanto más jóvenes hubieran empezado a
beber, mayor era la probabilidad de que
reconocieran haber conducido bajo los efectos
del alcohol. El riesgo de un accidente de tráfico
relacionado con el alcohol era 3,5 veces mayor
(a lo largo de toda la vida) entre los que habían
empezado a beber a los 14 años que entre los
que lo habían hecho a los 21. El riesgo de un
accidente de tráfico durante el año anterior era
cinco veces mayor entre los del primer grupo,
independientemente de la edad que tuvieran en
10
ese momento, lo que revela también que la
relación puede no depender simplemente de
los años que una persona lleve bebiendo.
Por otra parte, esas asociaciones no se debían
exclusivamente a la mayor probabilidad que
tenían los encuestados que empezaron a beber
más jóvenes de hacerse alcohólicos. Incluso
entre los que nunca habían sido alcohólicos
(79 %), cuanto más jóvenes empezaran a beber
más probabilidad tenían de haberse visto
envueltos alguna vez y durante el pasado año
en un accidente de tráfico.
Los autores reconocen que la encuesta se basó
en las declaraciones de los propios
encuestados y en una muestra transversal (no
se realizó ningún seguimiento de una cohorte
longitudinal con comprobación de los registros
de tráfico), y asimismo que es posible que los
adultos de más edad hubieran tenido
dificultades para recordar algunos episodios.
No obstante, fue una encuesta muy grande y
representativa, de la que pueden extraerse
importantes conclusiones.
Estudios recientes indican que, después de
diez años de tendencia a la baja, ha aumentado
el porcentaje de alumnos de los últimos
cursos de enseñanza secundaria (16-18 años
de edad) que beben y conducen. Basándose
en sus observaciones, Hingson y
colaboradores insisten en la necesidad de
establecer como edad límite para el consumo
de alcohol los 21 años y ampliar los
programas educativos y comunitarios para
conseguir retrasar la edad a la que se empieza
a beber. Las ventajas que podrían conseguirse
revista Nº2 4/6/02 19:05 Página 11
Investigación Social
en materia de seguridad vial retrasando esta
edad mínima pueden extenderse mucho más
allá de los 21 años de edad.
Consumo
moderado de
alcohol y
ejercicio
físico
Aunque los bebedores moderados tienen
un menor riesgo de sufrir una cardiopatía,
¿podría tener algo que ver en esto la
actividad durante el tiempo libre? Una
encuesta realizada en una gran población
representativa señala que el ejercicio
puede ser el mejor tónico para
acompañar las bebidas.
Alcohol consumption and health-promoting
behaviour in a U.S.household sample:leisure-
time physical activity. Journal of Studies on
Alcohol (2001), 62, 467-476. Smothers, B.A.,
Bertolucci, D., National Institute on Alcohol
Abuse and Alcoholism, Bethesda, Maryland,
Estados Unidos.*Diríjase la correspondencia
a la Dra. Barbara Smothers, Epidemiology
Branch, National Institute on Alcohol Abuse
and Alcoholism,National Institutes of Health,
Willco Building, 6000 Executive Blvd.,
Bethesda, Maryland 20892-7003, EE.UU.
Dirección de correo electrónico:
bs86h@nih.gov
Existen pruebas sólidas de que el alcohol
reduce el riesgo de cardiopatía coronaria (CC).
En general, ese beneficio potencial para la salud
parece conseguirse con una o dos bebidas al
día. Las explicaciones habituales hablan de
mecanismos biológicos centrados, por
ejemplo, en los efectos cardioprotectores de
algunos componentes específicos de las
bebidas alcohólicas.
Ahora bien, los factores relacionados con la
conducta son más llamativos entre los riesgos
conocidos; y la actividad física, en particular,
está ampliamente recomendada para mejorar
el estado de salud en general y prevenir
cardiopatías. Parece probable que los
bebedores moderados muestren también un
estilo de vida más beneficioso para la salud y la
prevención de CC, lo que lleva a considerar
que beber con moderación forma parte de un
estilo de vida con menos riesgos.
En relación con lo anterior, Barbara Smothers
y Darryl Bertolucci, del Instituto Nacional de
Abuso del Alcohol y Alcoholismo de Bethesda,
Estados Unidos, investigaron la relación entre
consumo de alcohol y actividad física durante
el tiempo libre. Para ello, analizaron datos
procedentes de una gran muestra
representativa (de más de 41.000 adultos) de la
población norteamericana, derivados de la
Encuesta Nacional de Salud (NHIS).
Las investigadoras estimaron el número medio
de bebidas que ingerían semanalmente los
11
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encuestados (en Estados Unidos, una bebida
normal equivale a 14 gramos de alcohol) a
partir de sus respuestas a las preguntas del
cuestionario referentes al consumo de alcohol
durante toda la vida, durante el año anterior y
durante las 2 semanas precedentes (o en las 2
semanas previas a la última vez que se bebió)
Se definió el consumo ligero de alcohol como
el consumo de 1-3 bebidas a la semana en las
mujeres y 1-7 bebidas en los varones; el
consumo moderado de alcohol como el
consumo de 4-7 bebidas en las mujeres y 8-14
bebidas en los varones, y el consumo elevado
de alcohol como el consumo de 8 o más
bebidas en las mujeres y 15 o más en los
varones.
Las medidas de la actividad física durante el
tiempo libre se obtuvieron de la sección
‘Ejercicio físico’ de la encuesta NHIS, en la que
se preguntaba sobre la regularidad del ejercicio
físico y la participación en 22 actividades físicas
específicas. Los encuestados que, tras afirmar
que practicaban ejercicio con regularidad,
declararon practicarlo una media de por lo
menos 5 veces a la semana con un tiempo
medio total acumulado de al menos 150
minutos a la semana, se definieron como
personas con un estilo de vida físicamente
activo. Se dio esta situación en el 25 % de los
encuestados. Los bebedores moderados tenían
una probabilidad casi dos veces mayor que los
abstemios de mantenerse físicamente activos.
La asociación entre consumo de alcohol e
intensidad de la actividad regular aumentaba de
una manera ‘proporcional a la dosis’ en el caso
de los abstemios y los bebedores moderados,
12
pero disminuía en los más bebedores. Los
bebedores moderados tenían una probabilidad
tres veces mayor de realizar ejercicio físico
regular de alta intensidad. Así pues, cuanto más
saludable era la actividad durante el tiempo
libre (en términos de intensidad y regularidad),
mayor era su relación con el consumo
moderado de alcohol.
Los investigadores analizaron subgrupos
específicos de riesgo de CC y observaron
tendencias similares. La actividad física era
mayor con niveles moderados de consumo de
alcohol en los varones, en fumadores y en
personas con riesgo cardiovascular. En
personas de más edad (55 o más años), la
actividad física era máxima entre los que
presentaban un ligero consumo de alcohol.
Entre los ex-fumadores, los bebedores
moderados (en comparación con los
abstemios) tenían un 76 % más de probabilidad
de presentar un estilo de vida físicamente
activo; entre los fumadores moderados, los
bebedores moderados tenían una probabilidad
todavía mayor (98 %) de mantenerse
físicamente activos.
Según los autores, estos hallazgos indican que
la actividad física durante el tiempo libre y el
consumo moderado de alcohol pueden
representar dos elementos de un estilo de vida
saludable en general y con un posible efecto
cardioprotector. No obstante, los datos de la
encuesta NHIS no facilitan información sobre
cómo actúan conjuntamente esas dos
conductas (consumo de alcohol y actividad
física durante el tiempo libre) para influir en la
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Investigación Social
salud. Y aunque la relación entre consumo de
alcohol y CC parece estar claramente
demostrada, hay que investigar también el
efecto de otras conductas relacionadas con el
estilo de vida.
Tentación
y resistencia
a beber
No es sorprendente que las personas que se
ven fuertemente tentadas por el alcohol y
muy preocupadas por ese hecho suelan
beber más, y a menudo de forma más
peligrosa. En un ingenioso estudio de
laboratorio, este tipo de bebedores
declararon sentir un vivo deseo de beber en
respuesta a señales anticipatorias, tales
como unas pruebas sencillas de sabor de la
cerveza.
Individual differences in temptation and
responses to alcohol cues. Journal of Studies
on Alcohol (2001), 62, 657-666. Palfai, T.,
Universidad de Boston, Estados Unidos.
*Diríjase la correspondencia al Dr Tibor P.
Palfai, Department of Psychology, 648 Beacon
Street, Boston University, MA 02215, EE.UU.
Los bebedores que se afanan en moderar su
consumo de alcohol experimentan a menudo
los esfuerzos de autocontrol como una batalla
constante entre la tentación de beber y los
esfuerzos por controlarse. Para tratar de
evaluar este fenómeno, los investigadores han
creado el Inventario de tentación y resistencia
(TRI). En él, el factor ‘resistencia’ proporciona
una medida de la preocupación por la bebida y
de los esfuerzos por controlar el consumo,
mientras que el factor ‘tentación’ evalúa la
dificultad percibida en el control de la ingesta
de alcohol, el hecho de beber para aliviar
sentimientos negativos y las ideas persistentes
sobre la bebida.
Estudios previos han demostrado que la
‘tentación’ puede ser un factor de riesgo de
incremento de la dependencia del alcohol.Sin
embargo, se sabe poco sobre el modo como
la ‘tentación’ activa las pautas de bebida. Por
ello,Tibor Palfai,de la Universidad de Boston,
realizó un experimento de laboratorio en el
que investigó las respuestas de los bebedores
a determinadas señales relacionadas con el
alcohol. Se pidió a los participantes que
cumplimentaran el inventario mencionado
para medir sus niveles de ‘resistencia’ y
‘tentación’.
Una vez seleccionados los participantes, se
identificó a los bebedores ‘peligrosos’ por las
elevadas puntuaciones que obtuvieron en la
Prueba de identificación de trastornos por
consumo de alcohol (AUDIT), excluyendo a
los que obtuvieron puntuaciones extremas en
las pruebas de selección sobre dependencia y
abuso del alcohol. La muestra final de 89
adultos jóvenes con niveles peligrosos de
consumo de alcohol (edad media de 23 años)
consumía una media de 56 bebidas al mes,
bebía 14 días al mes (por término medio) e
13
revista Nº2 4/6/02 19:05 Página 14
ingería una media de 4 bebidas en cada
ocasión, generalmente cerveza.
Tras obtener las medidas basales del impulso
de beber, Palfai expuso a los bebedores a
señales relacionadas con el agua (como un
vaso y una botella de agua) y al sabor y al olor
de su marca favorita de cerveza. Estas pruebas
fueron seguidas por valoraciones de su
impulso de beber. En la siguiente sesión de
exposición a señales anticipatorias, se hizo
creer a los participantes que posiblemente se
les pediría también que ingirieran la bebida.
Esta prueba se diseñó para aumentar la
disponibilidad percibida de la bebida, aunque al
final no se pidiera a nadie que bebiera.También
se pidió a los participantes que trataran de
controlar su impulso de beber durante la
sesión utilizando alguna de las distintas
estrategias para resistirse a la tentación.
Finalmente, después de realizar un ejercicio
de expectativas en el que tuvieron que emitir
juicios sobre los efectos que esperaban del
alcohol, los participantes realizaron una
prueba de sabor. En una sesión de 10 minutos
de duración, tuvieron que puntuar el sabor
de tres vasos de cerveza y se les dio libertad
para que bebieran todo lo que necesitaran
para hacer sus puntuaciones. Antes y
después de cada sesión, tuvieron que evaluar
su impulso de beber.
Los que obtuvieron una puntuación más alta
en el factor ‘tentación’ declararon un deseo
más vivo de beber, pero también una mayor
dificultad en el empleo de estrategias para
resistirse.
14
Los varones declararon niveles más altos de
tentación que las mujeres, incluso teniendo en
cuenta las diferentes cantidades mensuales de
consumo de cerveza. Por tanto, podría haber
una diferencia entre varones y mujeres en su
respuesta al alcohol, independiente de los
niveles de consumo típicos.
En conjunto, los participantes que obtuvieron
puntuaciones más altas en ‘tentación’ sintieron
un deseo más vivo de beber y más dificultades
para resistirse, incluso teniendo en cuenta los
efectos de las pautas típicas de bebida. Por otra
parte, el impulso de beber se intensificó al
anticipar el consumo de su bebida alcohólica
favorita y, de hecho, bebieron más cantidad
durante la prueba del sabor.
Estos hallazgos revelan que las señales
anticipatorias podrían tener un valor especial
como incentivo para los bebedores que se ven
‘seriamente tentados’. El vivo deseo de beber,
especialmente en respuesta a señales
relacionadas con el alcohol, demostró ser un
buen factor de predicción de la conducta de
bebida en este estudio.
No se sabe si en los bebedores cuya
dependencia del alcohol les lleva a solicitar
tratamiento se observan pautas de respuesta
similares. Mientras se averigua, estas medidas
de ‘tentación’ y ‘vivo deseo’ nos ayudan a saber
de qué forma esos procesos de motivación
propician niveles peligrosos de consumo de
alcohol. Esta información puede ser
importante para personalizar el tratamiento
ofrecido a los bebedores que tienen problemas
con el alcohol.
revista Nº2 4/6/02 19:05 Página 15
Investigación Científica
Reducción
del riesgo de
ictus con un
consumo
ligero de
alcohol
Alcohol Drinking and Risk of Hospitalization
for Ischemic Stroke,The American Journal of
Cardiology (2001), 88, 703-706, Klatsky A.L.,
Armstrong M.A., Friedman G.D., Sidney S.,
División de Cardiología, Departamento de
Medicina y División de Investigación, Kaiser
Permanente Medical Center, Oakland,
California,Estados Unidos.
Existen nuevas pruebas que apoyan muy
claramente la idea de que un consumo regular
ligero de alcohol confiere protección contra el
tipo más frecuente de ictus, el llamado ictus
isquémico, consistente en la interrupción del
riego sanguíneo de una o varias partes del
cerebro. Casi las cuatro quintas partes de
todos los ictus tienen esta causa (el resto
pueden atribuirse una hemorragia cerebral).
Estudios previos han indicado que el consumo
moderado de alcohol reduce las probabilidades
de ictus (Review, volumen 8, número 1,
primavera 2000). Con todo, las pruebas no son
plenamente concluyentes.En particular, algunos
investigadores no han podido confirmar tal
relación, habiéndose planteado la posibilidad de
que ese efecto protector se restrinja a
personas de raza blanca.
El nuevo estudio aquí comentado presenta
como uno de sus puntos fuertes el hecho de
haberse realizado en una población
norteamericana formada no sólo por personas
de raza blanca, sino también de raza negra,
hispanos y otras etnias. Otras dos
características que determinan que sus
resultados sean especialmente fiables son el
gran tamaño de la muestra (128.000 personas)
y el seguimiento prospectivo que se realizó a lo
largo del tiempo, en lugar de una investigación
retrospectiva basada en el uso de historias
médicas y otro tipo de registros.
Los sujetos eran californianos que, en el
momento de inscribirse en un programa de
asistencia médica, respondieron a una serie
de cuestionarios sobre sus antecedentes
médicos y el consumo de alcohol. La
población del estudio estaba formada por
personas que habían sido abstemias toda la
vida y personas que habían dejado de beber,
pero las dos terceras partes bebían.Además
los participantes tuvieron que responder a
otras preguntas sobre su nivel de consumo
de alcohol (simplemente en términos de
“bebidas al día”) y la bebida preferida. Se
realizó un seguimiento de todos ellos
durante un período de hasta 18 años,o hasta
su muerte u hospitalización para el
tratamiento de un ictus.
Los resultados indican que las personas que
declararon ingerir una o dos bebidas al día
tenían una probabilidad de sufrir un ictus
15
revista Nº2 4/6/02 19:05 Página 16
isquémico un 20 % menor que las que nunca
habían consumido alcohol. La reducción del
riesgo era similar entre las que ingerían
menos de una bebida al día. En cambio, los
sujetos que tomaban 3-5 o más bebidas al día
no obtenían ese beneficio.
Las observaciones fueron casi iguales en los
varones que en las mujeres,y en los distintos
grupos étnicos incluidos en el estudio. Los
investigadores concluyeron que sus datos
proporcionaban un “firme apoyo” a la
hipótesis de que el consumo ligero o
moderado de alcohol reduce el riesgo de
ictus isquémico. El tipo de bebida preferida
apenas influye en el resultado, lo que da a
entender que el propio alcohol (el elemento
común en vinos,cervezas y otras bebidas) es
responsable de ese efecto protector.
Los investigadores insisten en que “estos
datos no justifican que se fomente un mayor
consumo de alcohol, como tampoco debe
recomendarse indiscriminadamente a los
abstemios que beban para mejorar su salud.”
No obstante, concluyen también que
“recomendar la abstinencia total a personas
con un consumo ligero o moderado de
alcohol ya establecido puede aumentar el
riesgo de ictus isquémico en algunas de
ellas”.
Estos nuevos hallazgos en Estados Unidos
deben considerarse también a la luz de las
pruebas ya existentes en el sentido de que un
consumo elevado regular de alcohol
(definido como siete o más bebidas al día)
aumenta el riesgo de ictus isquémico
16
(Review, volumen 7, número 2, verano 1999).
Además, se sospecha que las borracheras
aumentan el riesgo de ictus.
Alcohol:
¿malo o
bueno
para los
asmáticos?
The Role of Alcohol in Asthma: A Review of
Clinical and Experimental Studies, American
Journal of Emergency Medicine (2001), 19,
501-503,Cuddy R., Guohua L., Department of
Emergency Medicine, The Johns Hopkins
Hospital y The Johns Hopkins School of
Medicine, Baltimore, MD, Estados Unidos.
A lo largo de los años se han acumulado
numerosas y contradictorias pruebas en torno
a la cuestión de si el consumo de bebidas
alcohólicas empeora o mejora los síntomas de
asma en personas sensibles. Un grupo de
médicos que trabajaban en el hospital de
Baltimore atendiendo a pacientes asmáticos
ingresados de urgencia examinaron en un
nuevo estudio algunos aspectos relacionados
con esta cuestión.
Su conclusión es que los médicos de los
servicios de urgencias deben aconsejar a los
revista Nº2 4/6/02 19:05 Página 17
Investigación Científica
pacientes – especialmente asiáticos – que
eviten las bebidas alcohólicas. Al mismo
tiempo, señalan que el alcohol en sí mismo
puede conseguir cierto alivio del asma. Este
efecto beneficioso está tan claramente
demostrado que existe la posibilidad de que el
alcohol se utilice en el futuro para el
tratamiento de pacientes que no responden a
fármacos convencionales.
El asma es una enfermedad pulmonar crónica
en la que las vías respiratorias se inflaman y
estrechan, obstruyendo el flujo de aire a los
pulmones y causando sibilancias, tos y dificultad
respiratoria. Estos fenómenos puede
producirse con gran rapidez, en respuesta a
factores desencadenantes que pueden ser
desde una emoción o el ejercicio físico hasta
los contaminantes atmosféricos. Ahora bien,
¿cómo puede el alcohol u otros ingredientes
de las bebidas alcohólicas influir en el proceso?
Las observaciones en pacientes individuales
apuntan claramente a un efecto adverso. Un
grupo investigador describió opresión torácica,
congestión nasal e incluso el grave síntoma de
broncoespasmo en un varón asiático de 23 años
de edad con asma después de beber alcohol
puro mezclado con zumo de manzana. Esa
respuesta no se produjo cuando se le
administró sólo zumo de manzana. Otro
investigador refirió tos, sibilancias y opresión
torácica después de que una mujer asiática de
28 años de edad ingiriera alcohol puro mezclado
con zumo de naranja (pero no zumo sólo).
Observaciones recientes indican que algunos
factores genéticos específicos de los asiáticos
podrían explicar esos efectos adversos.
Este tipo de informes no son fáciles de
conciliar con el uso que se ha hecho de las
bebidas alcohólicas desde la antigüedad para
aliviar el asma y otros problemas
respiratorios. De hecho, las investigaciones
modernas demuestran también que el
alcohol puede ayudar a dilatar las vías
respiratorias que se estrechan durante un
ataque de asma. Varios estudios han
demostrado claramente que la
administración de dosis moderadas de
alcohol a personas asmáticas dilata las vías
respiratorias y facilita con ello la respiración.
Otros experimentos indican que el alcohol
puede tener otros efectos beneficiosos en
personas asmáticas. Puede reducir la
sensibilidad de las vías respiratorias a sustancias
presentes en el medio ambiente que de lo
contrario desencadenarían una crisis. Con el
tiempo, posiblemente altere también el sistema
inmune haciendo que no “reaccione en
exceso” a esos factores ambientales.
Una posible explicación de esas pruebas
contradictorias es que posiblemente el
alcohol per se tenga un efecto terapéutico
positivo sobre el asma, pero otros
ingredientes de las bebidas alcohólicas actúen
como alergenos y provoquen una crisis o
agraven los síntomas. Por ello, los autores de
esta revisión insisten en la necesidad de
recomendar claramente a los pacientes que
no beban para aliviar los síntomas asmáticos,
sobre todo si son de origen asiático, puesto
que la mayor parte de las consecuencias
adversas parecen haberse observado en este
grupo de población.
17
revista Nº2 4/6/02 19:05 Página 18
Diabetes: una
advertencia
The Effect of Evening Alcohol Consumption on
Next-Morning Glucose Control in Type I
Diabetes, Diabetes Care (2001), 24, 1888-
1893,Turner B.C., Jenkins, E., Kerr, D.,Sherwin,
R.S., Cavan D.A., Bournemouth Diabetes and
Endocrine Centre, Royal Bournemouth
Hospital, Bournemouth, Reino Unido; y Yale
University School of Medicine, New Haven,
Connecticut, Estados Unidos.
Investigadores del Reino Unido y de Estados
Unidos han llamado la atención sobre un riesgo
potencialmente grave para los pacientes con
diabetes tipo 1 (la forma de la enfermedad que
aparece en la infancia, no en la edad media o
avanzada). Advierten que estas personas, si
beben aunque sea de forma moderada por la
noche, pueden sufrir una hipoglucemia
(disminución de los niveles de azúcar en
sangre) diferida después del desayuno a la
mañana siguiente. Las personas vulnerables
deben ser alertadas del peligro para que
adopten las debidas precauciones (por
ejemplo, tener siempre a mano hidratos de
carbono de acción rápida para consumirlos en
caso necesario).
Los médicos que atienden a pacientes con
diabetes saben desde hace años que el alcohol
es un factor de riesgo de hipoglucemia. A los
diabéticos se les recomienda siempre que no
consuman más de dos unidades de ocho
gramos en una misma ocasión. También se les
18
advierte de que la intoxicación puede ocultar
los síntomas de hipoglucemia, que de lo
contrario reconocerían muy fácilmente.
El estudio aquí comentado se diseñó para
investigar más a fondo la posibilidad de que los
bebedores experimenten hipoglucemia
muchas horas después (a la mañana siguiente)
y tratar de determinar la causa de ese tipo de
efecto. Participaron en él seis varones (edad
media de 33 años) con diabetes tipo 1. Además
de recibir sus inyecciones habituales de
insulina, ingirieron la misma cena y
consumieron una cantidad moderada de
alcohol en forma de vino blanco seco. Cada
participante fue evaluado dos veces, con una
diferencia de 1-2 semanas, bebiendo en la
segunda ocasión agua mineral en lugar de vino.
Los niveles de glucosa y de varias hormonas en
sangre se vigilaron con regularidad hasta las 12
del mediodía del día siguiente.
Los investigadores establecieron una cantidad
de alcohol que representase “la cantidad que
suelen beber los adultos jóvenes por la noche”
y que generase una concentración máxima de
alcohol en sangre justo por encima del límite
legal establecido para conducir en el Reino
Unido (80 mg/100 ml).
Observaron que los niveles de azúcar en
sangre eran significativamente menores, tanto
antes como después del desayuno, en las
personas que habían tomado vino en lugar de
agua. En otras palabras, se detectaron niveles
más bajos de azúcar en sangre en las personas
que habían ingerido vino la noche anterior y,
además, esos niveles no aumentaron de la
revista Nº2 4/6/02 19:05 Página 19
Investigación Científica
misma forma después de tomar el desayuno en
uno y otro grupo. En cinco de seis sujetos, el
efecto fue tan pronunciado que necesitaron
tratamiento para la hipoglucemia.
Aunque este trabajo se limitó a seis pacientes,
sus implicaciones prácticas están claras.
Además de ser informadas del riesgo de
presentar hipoglucemia a la mañana siguiente,
las personas con diabetes tipo 1 en esa
situación posiblemente tengan que reducir la
dosis de insulina en el desayuno. Y en el caso
de que la hipoglucemia pueda tener
consecuencias graves, por tratarse de
conductores u operadores de maquinaria
pesada por ejemplo, se precisará una vigilancia
más estrecha de lo normal de sus niveles de
azúcar en sangre.
Alcohol y
cáncer de
mama
Low-to-Moderate Alcohol Consumption and
Breast Cancer Risk by Age 50 Years Among
Women in Germany, American Journal of
Epidemiology (2001), 154, 624-634, Kropp S.,
Becher H., Nieters A., Chang-Claude J.,
Departamento de Epidemiología Clínica,
Deutsches Krebsforschungszentrum; y
Departamento de Higiene Tropical y Salud
Pública, Facultad de Medicina, Universidad de
Heidelberg,Heidelberg,Alemania.
Unos niveles de consumo de alcohol bajos no
aumentan de manera significativa el riesgo de
cáncer de mama en mujeres premenopáusicas.
Esta conclusión se ha visto apoyada por una
investigación realizada en Alemania. De hecho,
el estudio indica que el consumo de pequeñas
cantidades de alcohol puede tener un efecto
protector. No obstante, los nuevos hallazgos
plantean la posibilidad de un aumento real del
riesgo de cáncer de mama en mujeres que
abusan del alcohol (Review, volumen 8, número
4, invierno 2000) y una especial vulnerabilidad
de las mujeres con antecedentes familiares de
la enfermedad a los efectos del alcohol
(Review, volumen 9, número 4, invierno 2001).
Desde que hace ya casi diez años se publicó un
importante análisis que parecía demostrar un
aumento del riesgo proporcional a la dosis, se
ha afirmado que el alcohol podría ser un factor
de riesgo de cáncer de mama. Sin embargo, los
investigadores alemanes del
comentado observaron que ese aparente
estudio
aumento era muy modesto. Asimismo,
señalaron que otros estudios posteriores con
información más detallada sobre los hábitos de
consumo de alcohol durante toda la vida no
indican siempre un aumento del riesgo
proporcional a la dosis, y desde luego no con
niveles ligeros o moderados de consumo.
Las participantes en el estudio fueron más de
700 mujeres con edades de hasta 50 años y
diagnóstico reciente de cáncer de mama,
tratadas en 38 hospitales que atendían a dos
comarcas diferentes de Alemania. Esta
población se comparó con un mayor número
de mujeres sin la enfermedad y emparejadas
19
revista Nº2 4/6/02 19:05 Página 20
según la edad y la comarca. En otras palabras,
se trató de un estudio del tipo de “casos y
controles”, en el que los investigadores
comparan dos grupos de sujetos en un intento
de identificar los factores que expliquen por
qué aparece la enfermedad en un grupo, pero
no en otro.
Todas las participantes contestaron a unos
cuestionarios en los que se recababa
información sobre aspectos muy diversos,
como el tabaquismo o la terapia de sustitución
hormonal, que pudieran estar relacionados
con la aparición de un cáncer de mama. En lo
que respecta al alcohol, se les pidió que
recordaran sus hábitos de bebida cuando
tenían 15-20, 20-30 y 30-50 años, registrando
en cada caso su consumo medio de cerveza,
vino, licores y otras bebidas.Todas las cifras se
expresaron en gramos de alcohol, basándose
en las cantidades medias presentes en los
diferentes tipos de bebidas.
Los datos indican que las mujeres que habían
consumido una media de 1-5, 6-11 ó 12-18
gramos de alcohol al día (es decir, hasta dos y
un cuarto de unidades de ocho gramos) a lo
largo de su vida presentaban un riesgo de
cáncer de mama un 30 % menor que las que no
habían bebido nunca. En cambio, las mujeres
con un consumo de 31 gramos (es decir, algo
menos de cuatro unidades) o más al día tenían
una probabilidad dos veces mayor que las
abstemias de desarrollar la enfermedad.
En este último grupo no se disponía de
información sobre los niveles exactos de
consumo de alcohol, de manera que pudo
20
incluir a mujeres con un elevado consumo.
Además, los investigadores alemanes alegan que
otros equipos no han conseguido detectar un
aumento del riesgo porque las poblaciones que
estudiaron carecían de un número suficiente de
personas que abusasen del alcohol. También
creen que las futuras investigaciones sobre la
relación entre cáncer de mama y consumo de
alcohol deberían recabar información sobre el
“consumo elevado esporádico de alcohol”,
puesto que no existen conocimientos
suficientes de su efecto, posiblemente muy
importante, en la enfermedad.
Las pruebas de un efecto protector del
consumo ligero de alcohol eran inesperadas.
Este efecto protector parece asociarse
principalmente al consumo de vino, que fue la
bebida alcohólica preferida entre las
participantes. Estudios previos indican que el
resveratrol es la sustancia presente en el vino
tinto que puede interferir con la
transformación de células sanas normales en
células cancerosas. Sin embargo, esas
investigaciones casi nunca se han realizado con
sujetos humanos, sino con células cancerosas
cultivadas en laboratorio.
revista Nº2 4/6/02 19:05 Página 21
Investigación Científica
¿Tiene el
vino tinto
un especial
efecto
beneficioso?
Endothelin-1 Synthesis Reduced by Red Wine,
Nature (2001), 414, 863-864, Corder R.,
Douthwaite J.A., Lees D.M., Khan N.Q., Viseu
dos Santos A.C., Wood, E.G., Carrier M.J.,
William Harvey Research Institute, Barts; y
London School of Medicine &
Dentistry, Queen Mary University of London,
Londres, Reino Unido.
¿Pueden atribuirse los efectos beneficiosos
cardiovasculares de un consumo ligero de
alcohol tan sólo al alcohol per se,
independientemente de la bebida que se
consuma? Existen numerosas pruebas que
apoyan esta idea, entre ellas un análisis en
profundidad realizado hace cinco años que se
basó en los resultados de muchos tipos
diferentes de estudios realizados en distintas
partes del mundo (Review, volumen 6, número
1,primavera 1998).
No obstante, otros estudios publicados señalan
también que algunas bebidas alcohólicas tienen
un efecto beneficioso mayor que otras. Y
mientras que los argumentos en favor de la
cerveza se basan en experimentos bastante
limitados (Review, volumen 8, número 2,
verano 2000), las pruebas son
convincentes en el caso del vino tinto.
más
Una limitación de los argumentos a favor del
vino tinto por su efecto especialmente potente
en la disminución del riesgo de infarto de
miocardio es que casi nunca se basan en
pruebas experimentales claras, sino en
comparaciones estadísticas entre poblaciones
procedentes de distintas regiones. En
particular, se dice que el consumo de vino, y
especialmente de vino tino, explica la “paradoja
francesa” de una tasa de mortalidad por
cardiopatía coronaria mucho menor en Francia
que en Gran Bretaña, pese a que las
poblaciones de esos dos países consumen (por
término medio) cantidades similares de grasas
saturadas. También se han hecho afirmaciones
similares respecto a la “dieta mediterránea”.
Científicos británicos han aportado pruebas
experimentales concretas de que ciertos
ingredientes del vino tinto pueden inhibir la
formación de una sustancia que desempeña
una función importante en la aterosclerosis,
un estrechamiento de las arterias esencial en
la aparición de cardiopatía coronaria. Aunque
no hicieron sus experimentos con células
humanas, sino con células bovinas, su trabajo
apoya y complementa las pruebas de un
marcado efecto beneficioso cardiovascular
del vino tinto.
Los investigadores centraron su atención en
una sustancia llamada endotelina-1, que
favorece la aterosclerosis además de producir
otros efectos negativos que aumentan el riesgo
de enfermedades cardiovasculares. Estudios
21
revista Nº2 4/6/02 19:05 Página 22
realizados en animales han demostrado que las
sustancias que antagonizan la acción de la
endotelina-1 previenen las manifestaciones
precoces de la aterosclerosis, como cambios
adversos en la pared interna de las arterias y
aparición de “acúmulos de grasa”. Otro trabajo
reciente ha demostrado que esos antagonistas
reducen también el riesgo de infarto de
miocardio.
Por lo tanto, una cuestión importante era
determinar si algún componente del vino tinto
podía inhibir la formación de endotelina-1. Los
investigadores decidieron investigar en el
laboratorio cultivos de células obtenidas de la
aorta de vaca (principal arteria de su
organismo), ya que son muy similares a las
células de la aorta humana. A continuación,
extrajeron del vino tinto producido con uvas
de la variedad Cabernet Sauvignon sustancias
que pensaban que podían afectar a la síntesis
de endotelina-1 y que se conocen como
polifenoles.
Los experimentos demostraron que los
polifenoles reducían la cantidad de endotelina-
1 producida por las células. Para averiguar si el
fenómeno era característico del vino tinto, los
investigadores prepararon a continuación
varios extractos diferentes, todos ellos libres
de alcohol y obtenidos a partir de 23 vinos
tintos, cuatro vinos blancos, un vino rosado y
una muestras de zumo de uva roja.
Esas pruebas demostraron claramente que los
extractos de vino tinto inhibían la formación de
endotelina-1 y lo hacían en estricta proporción
a la cantidad de polifenoles presentes en cada
22
extracto. Los extractos de vino blanco y vino
rosado no tenían ningún efecto. Por su parte, el
zumo de uva roja sí inhibía la síntesis de
endotelina-1, pero en menor medida que los
extractos de vino.
Particularmente llamativo fue el hecho de que
cantidades relativamente pequeñas de
extractos de vino tinto consiguieran inhibir la
formación de endotelina-1. Estos hallazgos,
sumados a las recientes pruebas del efecto
hipotensor de dichos extractos,complementan
las pruebas puramente estadísticas de que el
consumo moderado de vino tinto puede
reducir el riesgo de cardiopatía coronaria.
Consumo
de alcohol
durante
las travesías
en barco
Drinking and Recreational Boating Fatalities - A
Population-Based Case-Control Study, Journal
of the American Medical Association (2001),
286, 2974-2980, Smith G.S., Keyl P.M., Hadley
J.A., Bartley C.L., Foss R.D., Tolbert W.G.,
McKnight J., Johns Hopkins Center for Injury
Research and Policy; Departamento de
Medicina de Urgencia, Johns Hopkins School of
Medicine, Baltimore; Highway Safety Research
revista Nº2 4/6/02 19:05 Página 23
Investigación Científica
Center, Universidad de Carolina del Norte en
Chapel Hill; y Pacific Institute for Research and
Evaluation, Rockville, Maryland, Estados
Unidos.
El Journal of the American Medical Association ha
tomado la decisión poco habitual de publicar un
artículo que llama la atención sobre los riesgos
que corren, a menudo inconscientemente, las
personas que consumen alcohol mientras
utilizan lanchas motoras y otras embarcaciones
de recreo. En ese artículo se aportan pruebas
claras de que el consumo de alcohol aumenta el
riesgo de morir durante las travesías en barco y
se pone de relieve el hecho de que todos los
que beben a bordo, pasajeros incluidos, corren
un peligro mayor.
Los autores citan pruebas procedentes de
cuatro estados de Estados Unidos que indican
que más de la mitad de las personas que sufren
accidentes mortales a bordo de una
embarcación tenían tasas de alcoholemia muy
altas. Un tercio tenían niveles muy por encima
del límite británico establecido para conducir
un automóvil. En Canadá y Finlandia, la
proporción de accidentes mortales a bordo de
una embarcación relacionados con el alcohol
es todavía mayor.Y puesto que beber aumenta
la probabilidad de caerse por la borda y
disminuye la probabilidad de sobrevivir cuando
se cae al mar, el consumo de alcohol puede ser
más peligroso en una embarcación que en
muchas otras situaciones de recreo.
Aunque estos peligros son evidentes desde
hace tiempo, existen muy pocos datos
cuantitativos sobre el nivel exacto de riesgo
que conlleva el consumo de alcohol durante la
navegación, comparado con la abstinencia. El
estudio de Estados Unidos, realizado en
Maryland y Carolina del Norte, se diseñó para
obtener algunos datos reales. Esos dos estados
poseen vías fluviales de diferentes tipos en las
que están muy extendidas las embarcaciones
de recreo, y el objetivo del estudio era
determinar el grado de riesgo de ahogamiento
y otras muertes a bordo asociadas al consumo
de alcohol.
Los investigadores tomaron como material de
partida las historias médicas y otros registros
de más de 200 víctimas de muertes por
accidente durante una travesía en barco
ocurridas entre los meses de abril y octubre
durante un período de ocho años. Se excluyó
del análisis a las personas menores de 18 años,
las personas ahogadas mientras nadaban, las
muertes en barcos de vela (por su escasa
frecuencia), las muertes relacionadas con el
esquí acuático y el uso de balsas, y las muertes
ocurridas entre la medianoche y las 7.00 horas
en Maryland y entre las 21.00 y las 7.00 horas
en Carolina del Norte.
Además de los datos relativos a la edad y el
sexo de las víctimas y si eran tripulantes o
pasajeros, los investigadores recabaron
información sobre el día y la hora del
accidente mortal, el tipo de embarcación y la
actividad que estaba realizando ésta en el
momento del accidente (como navegar a la
deriva,navegar a gran velocidad, estar anclada).
Por último, se registraron las tasas de
alcoholemia y se realizaron los ajustes
necesarios para tener en cuenta los cambios
23
revista Nº2 4/6/02 19:05 Página 24

en los cadáveres que no se encontraron hasta
uno o dos días después.
Para determinar si las tasas elevadas de
alcoholemia influían significativamente en el
riesgo relativo de mortalidad (en comparación
con los navegantes sobrios), los investigadores
compararon esos hallazgos con un grupo de
“control” formado por navegantes elegidos
para que representaran, en la medida de lo
posible, la misma mezcla de personas, y
entrevistados en los mismos lugares, el mismo
día y a la misma hora que las víctimas de
accidentes.Todos ellos fueron sometidos a una
prueba de aliento.
El hallazgo más importante de este análisis fue
la identificación de una asociación muy clara
entre la tasa de alcoholemia y el riesgo de
muerte durante la travesía. Esa relación fue
estadísticamente significativa incluso en
personas con tasas de alcoholemia inferiores al
límite legal fijado para conducir en el Reino
Unido. Las personas que superaban ese límite
en unas cuatro veces tenían un riesgo 50 veces
mayor que los abstemios. El riesgo era igual
para la tripulación que para los pasajeros.
puede ser, por tanto,fatal para una persona que
ha bebido, cuando no lo sería si estuviera
sobria. Finalmente, la alteración del juicio que
produce la intoxicación etílica aumenta el
riesgo de que las personas realicen maniobras
peligrosas.
“El supuesto implícito de los programas
dirigidos a los conductores – que el pasajero
puede beber siempre que el conductor se
mantenga sobrio – es peligroso para los
navegantes,” escriben los autores. “Todas las
personas a bordo de una embarcación tienen
un mayor riesgo relativo de mortalidad si
consumen alcohol, incluso con pequeñas tasas
de alcoholemia.” La conclusión es que la
adopción de medidas de prevención dirigidas
sólo a la tripulación de las embarcaciones en
marcha probablemente tenga menos impacto
en la mortalidad por accidentes de navegación
relacionados con el alcohol que las iniciativas
más generales dirigidas a prevenir el consumo
de alcohol en todas las personas que suben a
bordo de embarcaciones recreativas.

Además, el peligro era el mismo estuviera la

embarcación parada o en movimiento. Aunque
este hallazgo pueda sorprender a primera vista,
el deterioro del equilibrio y la coordinación
que produce el alcohol aumenta claramente el
peligro de caerse por la borda, esté o no la
embarcación en marcha. El alcohol puede
hacer también a una persona más propensa a
sufrir hipotermia y menos capaz de mantener
la cabeza fuera del agua. Caerse por la borda

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