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OF ALCOHOL RESEARCH
MADRID 2003 AÑO 2 - Nº5 Contenido

Carta del presidente 2

Investigación Social
Conducción bajo los efectos del alcohol y cobertura informativa 3
Educación, profesión y consumo de alcohol
¿Qué esperan los adultos jóvenes? 5
Motivos de los estudiantes para beber 6
Consumo de alcohol y problemas de relación en la mujeres 8
Estrés laboral y consumo de alcohol después del trabajo 10
IV Congreso Nacional de la Sociedad Española
de nutrición básica y aplicada (SEMBA)
Sevilla (España) 12-15 de marzo 2003 11

Investigación Científica
Otro problema de memoria en los grandes bebedores 15
Alcohol y riesgo de ictus 16
Nuevos hallazgos sobre la presión arterial 17
Cáncer de recto y de colon 19
Depresión y ansiedad en los adultos jóvenes 20
Catarros en los bebedores de vino 21
Síndrome alcohólico fetal 23

1
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Las contradicciones en el consumo
de alcohol. Un hecho no resuelto
E
l lector encontrará en nuestra Revista, de
nuevo una llamada de atención sobre el
“abuso” del alcohol. Es evidente que este se
asocia a una mayor probabilidad de padecer
enfermedades.Al mismo tiempo la evidencia de una
forma tozuda vuelve a cristalizar el concepto que el
consumo moderado, sensato y responsable presenta
más probabilidades de prevenir las enfermedades.
Así un hecho tan frecuente y común como es el
acatarrarse puede ser prevenido, tal y como se ilustra
en el artículo del American Journal of Epidemiology,
con el consumo moderado de alcohol.
Esta situación paradójica, nos coloca ante una
confrontación a la hora de verbalizar los mensajes
contra el consumo abusivo del alcohol.De tal manera
desde la Fundación Alcohol y Sociedad hemos
defendido una tolerancia cero sobre la conducción
bajo la influencia del alcohol, nuestros lectores
podrán disfrutar de la lectura que sobre este
apartado se publica en este número, así como la
matización que la cultura imprime en el uso del
alcohol. Sin entrar en profundidad en la paradoja, es
evidente que el lector coincidirá en que el consumo
moderado, sensato y responsable de alcohol, mejora
las relaciones entre los seres humanos y el estrés
laboral. El debate sigue abierto, cuando desde un
punto de vista médico el alcohol presenta las dos
caras. Por una parte sus propiedades medicinales
como las del aceite de oliva en la dieta mediterránea,
al compararse con los abstemios, aumentado la
esperanza de vida y prevenir una de las pandemias
2
Editorial
de nuestro siglo como es la enfermedad
cardiovascular. Su abuso, sin embargo, se asocia con
trastornos de conducta, enfermedades hepáticas,
cánceres y muertes por accidentes de tráfico, en su
más amplio significado. El reto ante nosotros es el
riesgo de confundirnos. No existe una medicina, de
las que estén en el vademécum, capaz de curar, que
no presente un perfil toxicológico comprobado. No es
necesario que recurramos al tópico de la aspirina
que tantas vidas ha salvado y que puede producir
muertes fatales en la infancia y en la edad adulta
por efectos indeseables reconocidos. Pero a nadie se
le escapa que los fármacos tiene una dosis, que por
encima de ellas, no sólo se asocia la presencia de
efectos no deseados, sino también a la muerte. A
nadie se le ocurriría abusar del consumo de una
cefalosporina de tercera generación o consumir dosis
no toleradas de hipolipemiantes, antihipertensivos o
antidiabéticos. Estos se asocian a intoxicación
hepática y muerte programada.
La percepción correcta es la moderación y ella
compra un futuro mejor en un amplio abanico que
va desde la prevención de las enfermedades que
matan en la edad adulta a la calidad de vida, que se
mide en último término por una actitud positiva.
Arturo Fernández Cruz
Presidente del Comité Editorial
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Investigación Social
Conducción
bajo los efectos
del alcohol y
cobertura
informativa
Los mensajes contra la conducción bajo los
efectos del alcohol en los medios
informativos pueden ser realmente
eficaces, como demuestra un reciente
estudio longitudinal.
“Effect of news coverage on the prevalence of
drunk-driving behavior: evidence from a
longitudinal study”. Journal of Studies on
Alcohol (2002), 63, 342-351. Yanovitzky, I.,
Rutgers University, Estados Unidos.
La conducción bajo los efectos del alcohol
(CBEA) es un grave problema, debido a su
prevalencia y a sus funestas consecuencias. No
obstante, existen evidencias de que el número
de muertos y heridos en accidentes de tráfico
relacionados con la CBEA ha disminuido
significativamente en los últimos 20 años.
Este descenso bien podría deberse a cambios
de conducta en respuesta a los esfuerzos de las
administraciones públicas y a las iniciativas de
promoción de la salud. Es cierto que siempre
que se han evaluado campañas de
comunicación en materia de salud pública, los
investigadores sólo han hallado efectos
insignificantes.Ahora bien, a más largo plazo es
muy posible que se produzca un efecto
importante de exposición acumulada. Además,
los mensajes contra la CBEA en los medios
informativos pueden contribuir indirectamente
a reducir estas conductas por su repercusión
en la adopción de medidas públicas.
Itzhak Yanovitzky, de la Universidad Rutgers
de Estados Unidos, investigó todas las
noticias relacionadas con la CBEA aparecidas
en los principales medios informativos
nacionales de Estados Unidos entre 1978 y
1995. Además, examinó el nivel de atención
que recibía la CBEA por parte de los
políticos y el volumen de medidas públicas
adoptadas durante ese mismo período.
Los datos sobre la CBEA entre los
conductores se obtuvieron del Sistema de
Notificación de Accidentes Mortales (Fatal
Accident Reporting System, FARS). Un
método de imputación estadística [que
estima las concentraciones de alcohol en
sangre (BAC) de los conductores de todo el
país a partir de los datos sobre conductores
con BAC conocidas] permitió obtener
estimaciones mensuales de las BAC para los
conductores pertenecientes a diferentes
grupos demográficos.
La cobertura informativa del problema de la
CBEA se mantuvo a niveles reducidos entre
1978 y 1980, pero entre 1981 y 1983
experimentó un fuerte auge, manteniéndose
casi al mismo nivel a partir de entonces (salvo,
quizás, un ligero descenso en los años noventa).
Con muy pocas excepciones, la tipificación de la
CBEA como delito fue el tema más frecuente
en las noticias relacionadas con la CBEA
durante los 18 años del período investigado
(48%). La cobertura informativa de las medidas
públicas adoptadas al respecto y de su
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observancia aumentó claramente entre 1981 y
1984, sobre todo en lo que se refiere al
aumento de las sanciones legales y a las
restricciones de la disponibilidad de alcohol
para los conductores jóvenes.
La adopción de medidas sobre la CBEA se
intensificó a principios del decenio de 1980 y
se mantuvo a un elevado nivel durante la
mayor parte del período investigado. La
proporción de organismos legislativos
estatales que endurecieron la legislación
contra la CBEA experimentó un rápido
incremento entre 1978 y 1984, mostrando un
crecimiento gradual a partir de entonces.
Por lo que respecta a la CBEA entre 1978 y
1995, se evidenció una tendencia a la baja,
sobre todo entre los conductores jóvenes
(18-20 años de edad) y los de alto riesgo
(entre 21 y 34 años de edad). El porcentaje
de estos últimos implicados en CBEA
descendió en casi dos terceras partes,
mientras que el de conductores jóvenes
descendió a la mitad. En comparación con los
otros grupos, el porcentaje de conductores
de más edad (más de 35 años) implicados en
CBEA es pequeño (cerca del 10%) y se ha
mantenido estable a lo largo del tiempo. Estas
tendencias confirman la tesis de que las
medidas públicas adoptadas tienen más
posibilidades de conseguir un cambio en la
conducta relacionada con la CBEA entre los
conductores jóvenes y los de alto riesgo que
en los grupos de más edad.
El estudio de Yanovitzky evaluó dos hipótesis
diferentes. La primera de ellas era que la
cobertura informativa de la CBEA contribuye
directamente a la reducción de tales
conductas, presumiblemente porque induce a
4
un cambio en las percepciones. La segunda
hipótesis era que la mayor cobertura
informativa de la CBEA estimula la adopción de
medidas públicas relacionadas que, a su vez,
reducen la proporción de conductores con tal
conducta “desviada”.
Los resultados demostraron que la cobertura
informativa tan sólo reduce la prevalencia de la
CBEA entre los conductores jóvenes y los de
alto riesgo. En todo caso, este efecto es
relativamente pequeño, ya que cada nueva
noticia sobre el tema aparecida el mes
anterior conseguía una disminución de la
incidencia de CBEA inferior al 1%.
Con respecto a la hipótesis “indirecta”
alternativa, se demostró ciertamente que la
cobertura informativa influyó en la atención
política (esto es, en el número de
disposiciones sobre la CBEA aprobadas en el
Congreso). Pero, a su vez, estas disposiciones
estuvieron estrechamente relacionadas con
la disminución de la CBEA. Por consiguiente,
es probable que induzcan a los conductores a
reducir o abandonar la CBEA para evitar
sanciones formales.
Yanovitzky concluye que la cobertura
informativa de las conductas de riesgo
relacionadas con el alcohol parece constituir
una forma efectiva de reducir la prevalencia de
éstas al atraer la atención de las instituciones y
provocar cambios relevantes en el entorno.
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Investigación Social
Educación,
profesión y
consumo de
alcohol - ¿Qué
esperan los
adultos
jóvenes?
El consumo de alcohol varía según el nivel
de estudios y la categoría profesional
alcanzados, pudiendo desempeñar las
expectativas respecto al alcohol un papel
fundamental en esos cambios.
“Educational and occupational attainment
and drinking behavior: an expectancy model
in young adulthood”. Addiction (2002), 97,
717-726. McCarthy, D.M., Aarons, G.A.,
Brown, S.A., Universidad de California, San
Diego, Estados Unidos.
El nivel socioeconómico (NSE) parece estar
estrechamente relacionado con el consumo de
alcohol. Por ejemplo, un bajo nivel de estudios
y una baja categoría profesional son factores
que predicen una mayor conducta de bebida.
La relación es recíproca; un consumo excesivo
de alcohol se relaciona con un menor nivel de
estudios y de ingresos.
Para investigar estas relaciones más a fondo,
Denis McCarthy y colegas de la Universidad de
California, en San Diego, realizaron un estudio
prospectivo de 172 adultos jóvenes. Partieron
del supuesto de que los cambios en el
funcionamiento académico y profesional
podían estar relacionados con cambios en el
contexto social y/o en las disponibilidades de
reforzadores distintos del alcohol, lo que a su
vez podía influir en la función del alcohol como
reforzador. En otras palabras, el NSE podía
influir en la futura conducta de bebida a través
de su influencia sobre las expectativas
personales respecto a los efectos del alcohol.
Los investigadores reclutaron a los
participantes de un estudio longitudinal, por
entonces en curso, sobre la evolución clínica a
largo plazo del tratamiento de adolescentes
por consumo de sustancias, y utilizaron los
datos del seguimiento realizado durante 6 y 8
años. Se emparejó a una muestra de 100
adolescentes en tratamiento con una muestra
de la comunidad (n=72) en términos de
antecedentes familiares de abuso de sustancias
y NSE al empezar a beber.Además del nivel de
estudios, la profesión y el consumo de alcohol,
los investigadores midieron las expectativas
respecto al alcohol en ámbitos como el
aumento de la potencia sexual, el placer social
y físico, la asertividad social, la relajación y la
estimulación / agresión.
Las muestras de adolescentes en tratamiento y
de adolescentes de la comunidad no
presentaron diferencias en sus variables
profesionales. En cambio, la muestra de
adolescentes tratados presentó menores
niveles de interés por los estudios, una mayor
relación con el alcohol y expectativas
diferentes (más positivas).
La relación entre nivel de estudios y conducta
de bebida fue más estrecha en la muestra de
adolescentes tratados. Los que tenían un
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mayor nivel de estudios tenían menos
probabilidades de ser grandes bebedores. En
cambio, esa influencia de la educación fue
insignificante en la muestra de adolescentes de
la comunidad.
Los investigadores predijeron que el nivel de
estudios tendría un efecto más acusado sobre
las consecuencias del consumo de alcohol en
los adultos jóvenes con antecedentes de abuso
del alcohol. Es posible que en ellos el progreso
académico refleje más probablemente cambios
en los contextos del aprendizaje social que les
pongan en contacto con un grupo de
compañeros más variado. Es probable también
que el progreso académico induzca a prestar
una mayor atención a reforzadores futuros o a
más largo plazo, o que aumente la
disponibilidad de otros reforzadores (distintos
de los relacionados con el alcohol).
Contrariamente a lo que esperaban los
investigadores, las medidas de los aspectos
profesionales no mostraron ninguna relación
con la conducta de bebida en ninguno de los
grupos. Los autores reconocen que la
evaluación de los aspectos profesional es más
problemática y abarca un período de tiempo
más corto que la educación.
El principal resultado fue que los cambios en
las expectativas respecto al alcohol eran
importantes como mediadores de la relación
entre los logros académicos previos y el futuro
consumo de alcohol. Los autores señalan que
el interés por los estudios puede, con el
tiempo, reducir la exposición a los factores
sociales que refuerzan el consumo de alcohol.
Además, cuando los jóvenes mantienen su
interés por los estudios, pueden adquirir más
6
valor o importancia otros reforzadores, como
un sueldo mejor, más recursos materiales,
mayores beneficios y mejores oportunidades
de educación y desarrollo profesional.Algunos
factores pueden disminuir el valor del alcohol
como reforzador relativo entre los adultos
jóvenes. Esto, a su vez, reduce la probabilidad
de caer en un consumo excesivo de alcohol.
Motivos de los
estudiantes
para beber
Un estudio transcultural ha demostrado
que los estudiantes menos capaces de
adquirir otros incentivos positivos en su
vida suelen beber más que los que tienen
motivaciones más adaptativas.
“Motivational structure and alcohol use of
university students across four nations”.
Journal of Studies on Alcohol (2002), 63, 280-
285. Cox, W.M., Schippers, G.M., Klinger, E.,
Skutle, A., Stuchlikova, L, Man, F., King, A.L., e
Inderhaug, R.
Muchos estudiantes hacen un consumo
excesivo de alcohol, que sigue siendo motivo
de gran preocupación. Una pregunta clave es
cómo identificar a los que presentan tal
conducta. Investigaciones recientes se han
centrado en analizar los factores de la
motivación para la bebida, o las distintas
razones por las que beben los estudiantes.
W. Miles Cox, de la Universidad de Gales,
junto con colegas internacionales, ha creado
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Investigación Social
un modelo de estructura motivacional que
hace hincapié en la necesidad de situar los
objetivos del consumo de alcohol en el
contexto de los otros incentivos distintos del
alcohol en la vida de la persona. Estos otros
incentivos pueden competir con los relativos
a la bebida. En otros términos, se formula la
hipótesis de que los estudiantes beberían
menos si tuvieran más capacidad de adquirir
otros incentivos positivos.
Los investigadores utilizaron un Cuestionario
sobre la Estructura Motivacional (Motivational
Structure Questionnaire, MSQ) para
identificar los patrones de motivación
adaptativos y no adaptativos y para comprobar
si esos patrones estaban relacionados con la
conducta de bebida de los estudiantes. Para
determinar la robustez de estas relaciones,
reclutaron muestras de cuatro países
diferentes: República Checa, Países Bajos,
Noruega y Estados Unidos.
El consumo total medio de alcohol fue algo
superior a 6 bebidas semanales, y no se
observaron diferencias significativas al
respecto entre las cuatro muestras. En
cambio, tal como se esperaba, el consumo
medio de los varones fue casi el doble que el
de las mujeres. Casi el 43% (del total) de los
varones reconocieron que tenían o habían
tenido problemas con el alcohol.
Los investigadores identificaron dos tipos de
estructuras motivacionales en esos estudiantes.
En el tipo “adaptativo” existe un marcado
sentimiento de compromiso con el logro de
objetivos fáciles de conseguir y que aportan
satisfacción emocional. Por el contrario, el tipo
“no adaptativo” o “disfuncional” carece de los
elementos necesarios para conseguir una
resolución psicológicamente satisfactoria de los
problemas personales. En otras palabras, los
estudiantes de esta última categoría se
muestran indiferentes respecto al logro de
objetivos personales.
Se les preguntó también cómo se habían
sentido en las últimas semanas. Se obtuvieron
así medidas de un estado de ánimo positivo
(“me he sentido bastante bien”, “me van bien
las cosas”) o negativo (“no muy bien”,“un poco
bajo de ánimo”).
Entre los que no tenían problemas con la
bebida, el consumo de alcohol y el estado de
ánimo negativo estuvieron estrechamente
relacionados. Cuanto más negativos eran los
sentimientos recientes, mayor era el consumo
de alcohol. Esta observación concuerda con el
modelo de las motivaciones para beber, según
el cual las personas se sienten impulsadas a
actuar así, en parte, para contrarrestar los
sentimientos negativos que experimentan.
Por su parte, los estudiantes que reconocieron
tener problemas con el alcohol mostraron una
situación diferente. Los que más alcohol
consumían obtuvieron puntuaciones más bajas
en la estructura motivacional “adaptativa”,
mientras que los que presentaron una
estructura motivacional “adaptativa” más
sólida bebían menos.
Los autores argumentan que el hecho de
“experimentar problemas con el alcohol
probablemente lleva a los estudiantes a tratar
de controlar su consumo de alcohol y la
existencia de una sólida estructura
motivacional aumenta sus posibilidades de
conseguir dicho control. Si las personas son
capaces de encontrar satisfacción personal en
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otras esferas de sus vidas (es decir, si tienen
una estructura motivacional adaptativa), tendrán
una menor motivación para buscar en la bebida
una fuente de satisfacción. Las personas con una
estructura motivacional más disfuncional
tendrán menos que perder si continúan
bebiendo en exceso. De hecho, probablemente
recurran al alcohol para tratar de afrontar los
sentimientos negativos que les genera la falta de
éxito en otras esferas de sus vidas.”
La similitud de los resultados en muestras
culturalmente diferentes indica que estas
relaciones son características importantes para
entender las bases de la motivación que lleva a
las personas a consumir alcohol.
Consumo de
alcohol y
problemas de
relación en las
mujeres
¿Tienen las mujeres con problemas de
bebida o de relación expectativas
diferentes sobre la posibilidad de que el
alcohol mejore sus relaciones?
“Expectations of the effects of drinking on
couple relationship functioning: An assessment
of women in distressed relationships who
consume alcohol at harmful levels”. Addictive
Behaviors (2002), 27, 451-464. Kelly, A.B.,
Halford,W.K., y Young, R.M., Griffith University,
Australia.
8
Las personas que tienen problemas con el
alcohol y que mantienen una relación de
pareja suelen reconocer que los “conflictos
de pareja” (conflictos en la relación)
constituyen una situación de alto riesgo para
recaer en la bebida. Los conflictos en la
relación predicen más el consumo de alcohol
en las mujeres que en los varones, debido
quizá a la diferencia en las respectivas
creencias y expectativas. Por ejemplo, es
posible que beban en respuesta a un
problema de relación porque piensen que el
alcohol mejorará el funcionamiento de la
relación en sí y aliviará los sentimientos
negativos derivados. Es posible también que
esperen conseguir una mayor cercanía
emocional y una mayor satisfacción sexual
con el alcohol.
El consumo de alcohol en respuesta a los
problemas de relación puede ser más
frecuente en personas poco eficaces en sus
relaciones (es decir, incapaces de resolver
eficazmente los conflictos relacionales).
Para investigar estas posibilidades,Adrian Kelly
y colegas de la Universidad Griffith y la
Universidad de Queensland, Australia,
reclutaron a 174 mujeres que mantenían
relaciones estables y las clasificaron en función
de sus problemas de relación y sus problemas
con el alcohol utilizando para ello
cuestionarios estándar fiables.
Al mismo tiempo, crearon un nuevo
instrumento de medida: el Cuestionario sobre
el Alcohol y las Relaciones (Alcohol and
Relationship Questionnaire, ARQ). Este
cuestionario consta de cuatro subescalas que
evalúan las expectativas sobre el
funcionamiento de la relación después de
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Investigación Social
beber cantidades más pequeñas o más
grandes de alcohol. Algunas preguntas están
relacionadas con la expectativa de que
“pequeñas dosis aumentan la eficacia” (por
ejemplo, “Siento que controlo más nuestra
relación después de tomarme una o dos
copas”). Otras preguntas están relacionadas
con la expectativa de que “pequeñas dosis
aumentan nuestro grado de intimidad” (por
ejemplo, “Mi pareja y yo nos lo pasamos
mejor después de tomarnos una o dos
copas”). El cuestionario evalúa también otras
dos expectativas: “altas dosis aumentan el
grado de intimidad y la eficacia” y “altas dosis
ayudan a expresar las preocupaciones” (por
ejemplo, “Soy más sincera con mi pareja
después de tomarme 5 o más copas”).
Los principales resultados demostraron que
las mujeres con problemas de bebida o de
relación tenían expectativas más positivas
sobre la posibilidad de que el alcohol
mejorara su relación que las que no tenían
esos problemas. Esto ocurrió tanto con
“dosis pequeñas” (1 ó 2 copas) como con
“dosis grandes” (5 o más copas). Entre las
mujeres sin problemas con la bebida, pero sí
de relación, era también mayor la
probabilidad de que albergaran expectativas
positivas acerca de la capacidad del alcohol
para aumentar la intimidad y la eficacia en su
relación.
Las mujeres con problemas de relación
comunicaron una menor eficacia relacional
(por ejemplo, en términos de comunicación,
control y asertividad) que las que no tenían
ese tipo de problemas. Las mujeres con
problemas de bebida pero no de relación
comunicaron también una menor eficacia
relacional.
Ahora bien, una interpretación más exacta de
esos resultados sería que las mujeres que no
tienen problemas con la bebida ni problemas
de relación discrepan más enérgicamente de
la idea de que la bebida pueda tener efectos
positivos en su relación. En cambio, entre la
que sí tenían esos problemas la puntuación se
acercó más a la “neutralidad”, en el sentido
de una indiferencia ante las expectativas
positivas, o quizá de una ambivalencia
(creyendo en un efecto tanto positivo como
negativo del alcohol).
Las mujeres que no tienen tales problemas
pueden tener expectativas más claras sobre
el efecto negativo del alcohol en las
relaciones, y lo más posible es que tales
expectativas inhiban el consumo de alcohol.
Esa influencia disuasoria no existe en las
mujeres con problemas, en las que otras
expectativas o factores pueden inducir al
consumo de alcohol.
Debe destacarse que las mujeres que tenían
problemas con la bebida consumían, por
término medio, 11 bebidas estándar al día, lo
cual constituye un nivel de consumo
seriamente peligroso y 35 veces superior al
de las mujeres sin tales problemas (media de
0,3 bebidas al día).
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Estrés laboral
y consumo de
alcohol
después del
trabajo
Un estudio de los conductores de medios de
transporte en California demuestra que los
problemas laborales se “desbordan” y
prolongan el tiempo que las personas
tardan en desconectar y relajarse después
del trabajo, lo cual puede originar
problemas con la bebida.
“Job stress, unwinding and drinking in transit
operators”. Journal of Studies on Alcohol
(2002), 63, 420-429. Delaney,W.P., Grube, J.W.,
Greiner, B., Fisher, J.M., y Ragland, D.R.
Las investigaciones sobre el consumo de
alcohol en el lugar de trabajo han tratado de
averiguar por qué beben los trabajadores y por
qué unos lo hacen más que otros. Está
extendida la idea de que el estrés del trabajo
moderno empuja a beber para relajar la
tensión. Una variante más específica de esta
hipótesis sobre la relación entre estrés y
alcohol es el modelo del “desbordamiento”,
según el cual los trabajadores no pueden
compartimentar su vida, con lo cual el estrés
laboral se extiende más allá de la jornada de
trabajo e invade su ámbito personal.
Joel Grube y colegas del Prevention Research
Center de Berkeley y la Universidad de
California, Estados Unidos, entrevistaron a 1500
10
conductores de medios de transporte para
probar en ellos este modelo de
desbordamiento de los efectos del estrés
laboral sobre el consumo de alcohol después
del trabajo. Su interés principal se centraba en
determinar el “tiempo que se tarda en
desconectar” como posible factor mediador.
Querían comprobar si los problemas laborales
prolongan ese tiempo, con el aumento
consiguiente del consumo de alcohol y de los
problemas con la bebida.
Las personas que beben inmediatamente
después del trabajo es posible que traten de
aliviar el estrés laboral y recurran para ello a las
propiedades relajantes del alcohol. La dificultad
para desconectar influye claramente en los
patrones temporales de bebida. Las
investigaciones han descubierto que una
desconexión lenta o prolongada conlleva
riesgos para la salud derivados de la irritabilidad
y la fatiga y puede ser un precursor del
consumo de alcohol.
La población del estudio estaba formada por
conductores de autobuses, trenes suburbanos,
tranvías y funiculares. Su trabajo se caracteriza
especialmente por la existencia de problemas
cotidianos crónicos, la práctica obligatoria de
análisis aleatorios para detectar el consumo de
drogas y alcohol, y la necesidad de permanecer
sentados durante muchas horas, junto con la
necesidad de afrontar presiones horarias y
múltiples tareas. Los encuestados mencionaron
con frecuencia la existencia de problemas para
relajarse o desconectar después del trabajo.
La edad media de los conductores era de 46
años, y la mayoría (84%) eran varones. Más de
la mitad (64%) eran bebedores o lo habían
sido hasta hacía poco. Los investigadores les
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Investigación Social
preguntaron cuánto tiempo tardaban en
desconectar y relajarse después del trabajo, y
cuánto les importunaban cada uno de 19
problemas identificados en su trabajo diario.
Les preguntaron también sobre las comidas
que se saltaban (puesto que eso representa
una forma característica de presión laboral y
horaria), así como sobre los turnos y las
horas extraordinarias. Finalmente, inquirieron
por las normas que regían en su trabajo
sobre el consumo de alcohol y por su propia
conducta y sus hábitos de bebida.
Los resultados demostraron que los
conductores que reconocían saltarse más
comidas y tener más problemas en su trabajo
diario necesitaban también más tiempo para
desconectar y relajarse después, lo cual solía
vincularse a un mayor consumo de alcohol e
indirectamente, a más problemas con la bebida.
Esos vínculos estaban claros, incluso después de
tener en cuenta las normas relativas al consumo
de alcohol y los factores demográficos.
Por el contrario, los conductores que
experimentaban estrés y presiones horarias
con menos frecuencia (y que, por tanto, se
saltaban menos comidas) tardaban menos
tiempo en desconectar y relajarse después, y
tenían menos probabilidades de beber y de
tener problemas con el alcohol.
La dificultad para desconectar del trabajo
parece ser un factor mediador adicional en la
relación entre estrés y alcohol. Como tal, puede
ofrecer posibilidades de intervención tanto a
nivel del entorno como del individuo, como la
venta responsable de bebidas alcohólicas en las
cercanías del lugar de trabajo, la adquisición de
habilidades para controlar la bebida o el
aprendizaje de técnicas de relajación.
IV Congreso
Nacional de
la Sociedad
Española
de nutrición
básica
y aplicada
( SEMBA)
Sevilla
( España)
12-15 de
marzo 2003
Por la Dra. Ana Sastre Gallego
En el contexto de actos científicos organizados
por la Sociedad Española de Nutrición Básica y
Aplicada se incluyó la “Mesa Redonda” que,bajo
el título “El alcohol a debate: sus efectos sobre
la salud”,agrupó las ponencias de los Profesores
Juan Cruz, Arturo Fernández-Cruz y Amando
de Miguel. La presentación corrió a cargo de la
Doctora Ana Sastre, y la moderación científica
del evento tuvo el magisterio del Profesor A.
Fernández Cruz. La Fundación “Alcohol y
Sociedad” patrocinó el desarrollo de la temática
expuesta en la “Mesa Redonda”.
La Doctora A. Sastre detuvo brevemente la
atención sobre cada uno de los ponentes: Juan
11
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Cruz, profesor de Filosofía y Antropología de la
Alimentación en la Universidad de Navarra,
como investigador de todo rastro creador en
los modos y hábitos históricos de los hombres;
el Profesor A. Fernández-Cruz, heredero de una
Escuela médica, en la Universidad Complutense
de Madrid, capaz de aunar los conceptos de la
patología, prevención e investigación con el
magisterio y los datos objetivos de la evidencia
científica; el Profesor A. De Miguel, Catedrático
de Sociología de la Universidad Complutense
de Madrid, experto reconocido en el análisis e
interpretación de los signos que señalan las
motivaciones, modos y consecuencias de
nuestro vivir social.
La Fundación “Alcohol y Sociedad” fue citada
como entidad promotora de aquello que el
alcohol, en su justa medida, dota de vida, y
educadora y frenadora de lo que conduce y
degenera lo lúdico y beneficioso hasta lo
rechazable y pernicioso.
El Profesor Juan Cruz hizo una brillante
exposición del alcohol como elemento lúdico
en los espacios socio-culturales del hombre.
Subrayó que, durante más de ocho milenios, el
alcohol ha acompañado al hombre en muy
diferentes momentos y situaciones. Siempre ha
sido un elemento integrado en la cultura y
generador de cultura. Las diapositivas de
cuadros famosos, como el “catador” de
Mercier,“Merienda de campesinos” de Le Nain,
“La vendimia” de F. De Goya, entre otros,
ilustraron esta presencia cálida y estimulante de
la bebida en los aconteceres de la vida. Se
detuvo también en los efectos positivos del
alcohol sobre la biología: aporte energético,
actividad antimicrobiana y efectos vasculares
aún no bien elucidados. Pero también los efectos
negativos de la adicción: cambios de
12
personalidad, agresividad, alteraciones de
funciones cognoscitivas y responsable de un alto
porcentaje de accidentes.Las imágenes del “Baco
enfermo” de Caravaggio y “Resaca” de Toulouse
Lautrec ilustraron estas consideraciones.
Define el bebedor moderado, con ingestas de
50-60 gramos, y los riesgos que supone el
exceso para la salud, teniendo en cuenta: 1) tipo
de bebida; 2) graduación; 3) cantidad; 4)
frecuencia; 5) edad del bebedor; y 7) tipo de
contexto social: laboral o lúdico.
Trabajo frente a juego
El Profesor Cruz define la obligación laboral
como un orden impuesto al individuo con una
visión horizontal, llena de apremios, con
seriedad ineludible y una primacía de futuro. En
cambio, la actividad lúdica tiene una primacía de
presente, está llena de júbilo, se hace en libertad
y por elección, existe un orden deseado y suele
transfigurar la realidad. A esta última situación
pertenece el estímulo y el júbilo de la presencia
del alcohol
Y respecto al abuso del alcohol como respuesta
al exceso de tensión en el mundo laboral, lo
atribuye a la pérdida del carácter festivo, a la
tensión con exceso de medios técnicos y de
horarios exhaustivos. A la precipitación y
aceleración de procesos, a la pérdida de
personalidad en el trabajo, sin implicaciones de
afecto y adscripción. En este caso, el alcohol es
un aliado negativo para olvidar, mediante
diversión desenfrenada, el agotamiento.
Hay imágenes patéticas en este sentido, como
el mostrador de los “Folies Bergére” de Manet
o “La absenta” de Dégas.
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Investigación Social
Como parte del auténtico tiempo lúdico, del
juego festivo, cabe considerar situaciones
como el convite, con una común-unión de
comensales, conversación, música y danza,
culminando en los brindis. Se brinda con
imaginación, inteligencia, voluntad de estímulo
y alcohol. Y, como síntesis de imagen, el
“Brindis con Saskia” de Rembrandt.
El modo de beber también subraya la
personalidad nacional y local: el vodka, el
tequila, el ron, el pacharán y el orujo, p.e.,
llevan consigo la identificación de espacios
sociales y culturales específicos.
Junto a los efectos negativos del alcohol,
como refugio de situaciones destructivas:
soledad, frustración, estrés, violencia,
tenemos la otra cara de la moneda. Aquella
en la que hasta la mística de San Juan de la
Cruz deja su estela: “A zaga de tus huellas /
los jóvenes discurren el camino / al toque de
centella / al adobado vino: emisiones de
bálsamo divino”.
El Profesor Amando de Miguel expuso una
“prospección sociológica sobre el consumo
de alcohol en nuestras Comunidades”. Para
ello, establece una previa diversidad entre el
alcohol en la vida de la sociedad tradicional y
en la actual. En la primera, es un elemento
habitual reservado a varones de cierta edad.
Hoy forma parte del placer común, con
tendencia a incluir en idéntica proporción
sexos y edad. Sólo los licores mantienen
preeminencia entre los varones.
Es un elemento de convivialidad y, en muchos
casos, un problema social de alcoholismo.
Todo depende de la cantidad, y de la forma y
motivo de la ingesta.
En el estudio por Comunidades de España, las
provincias de mayor consumo son las
eminentemente turísticas: Baleares, Canarias y
Cantabria. El consumo aparece mínimo en
Galicia, aunque cabe la posibilidad de un
autoconsumo que no pasa por el mercado ni el
control. En el resto, el consumo es muy similar.
En cuanto al “modo” de consumir, la población
adulta se distribuye en tres sectores:
1. Bebedores regulares, generalmente
varones, que alcanzan un 29% de la
población.
2. Bebedores ocasionales, mayoritariamente
jóvenes, y que ocupan el 39%.
3. Abstemios, con presencia mayoritaria de
mujeres.
En la supervivencia del uso tradicional del
alcohol, existe una valoración positiva como
acompañante casi obligado de la comida. A
pesar de ello, está poco extendido el carácter
beneficioso del alcohol para la salud. Hay un
rechazo de estereotipos vulgares respecto al
consumo de alcohol como terapia antigripal
o como la mejor forma de quitar la sed.
El nuevo tipo de bebedor ocasional, del fin de
semana, es joven y agrupa a ambos sexos. Las
opiniones con respecto a la costumbre del
“botellón” están divididas: la “prohibicionista”
en personas mayores de menor nivel cultural,
y la “reguladora”, en una mayoría. Pero
también hay un sector que asocia el consumo
a los hábitos de convivencia con amigos,
compañeros o parientes. Esta convivialidad
es, mayoritariamente, masculina y juvenil.
Todos están de acuerdo en que el consumo
excesivo altera gravemente la salud, aunque los
datos de cirrosis hepática en España se
13
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mantienen moderados y estables. Pero el Igual margen de esperanza y discusión media en

efecto más pernicioso es el que se asocia con
accidentes laborales y de trafico. De todos
modos, es difícil asociar el riesgo
exclusivamente al alcohol, ya que el conductor
adicto lo es también de conductas peligrosas.
Suelen ser jóvenes y varones, en su mayoría.
Todos están de acuerdo en lo pernicioso de
empujar a niños y jóvenes prematuramente al
consumo, y las tres cuartas partes de los
bebedores sostienen que “saben beber”. El
adicto que adopta actitudes antisociales es
rechazado sistemáticamente por todo el
entorno.
El Profesor A. Fernández-Cruz centra el tema
exclusivamente en los datos objetivos que se
derivan de la investigación científica, y
muestra la controversia sobre temas como el
alcohol en sus aspectos positivo y negativo
para la salud de las poblaciones. Ilustra su
exposición con bibliografía que representa las
dos vertientes de la controversia, siendo fiel
a los objetivos de la Fundación “Alcohol y
Sociedad”, que trata de transmitir percepciones
correctas y rigurosas, nunca manipuladas por
intereses económicos o sociopolíticos.
temas como el cáncer, de muy diversa
localización y estirpe.
Incluso se multiplican los trabajos de
investigación, experimental y clínica, sobre
reducción de algunos eventos patológicos,como
el “ictus” cerebral y la enfermedad de Alzheimer,
con el consumo moderado del alcohol.
En definitiva, los criterios de rigor y seriedad
científica requieren incrementar los trabajos en
este campo e intentar llegar a conclusiones
objetivas y claras.
No obstante, lo que parece fuera de toda
duda es que el consumo abusivo es
pernicioso, especialmente si se implica el
alcohol con otras patologías de base, y que el
consumo moderado puede tener efectos
beneficiosos cuyo alcance, hoy por hoy, no es
fácil establecer.

En este sentido, analiza las repercusiones del

alcohol sobre las dos grandes patologías del
siglo XXI: alteraciones cardio-vasculares y
cáncer. Es evidente que aún no sabemos en qué
medida la dieta mediterránea condiciona la
salud cardiovascular de nuestros países. Cuanto
más, uno de sus componentes, como es el
alcohol. Sin embargo, hay trabajos creadores de
expectativas que pueden anunciar efectos
beneficiosos sobre el endotelio arterial, y no
solamente el vino, con sus componentes
antioxidantes, sino simplemente el alcohol.

14
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Investigación Científica
Otro problema
de memoria en
los grandes
bebedores
Subjective Ratings of Prospective Memory
Deficits in Chronic Heavy Alcohol Users,
Alcohol & Alcoholism (2002), 37, 269-271,
Heffernan T.M., Moss M., Ling J., Unidad de
Neurociencias Cognitivas Humanas, División
de Psicología, Universidad de Northumbria,
Newcastle upon Tyne; y Sección de
Psicología, Universidad de Teesside,
Middlesborough, Reino Unido.
Desde hace tiempo se sabe que el consumo
excesivo habitual de alcohol deteriora la
memoria retrospectiva, es decir, la capacidad de
recordar hechos y experiencias del pasado. Una
investigación realizada recientemente en el
norte de Inglaterra demuestra que el consumo
excesivo de alcohol interfiere también con la
memoria prospectiva, es decir, la capacidad de
acordarse de hacer cosas concretas en el
futuro. Este hallazgo se suma a la larga lista de
problemas mentales, desde indecisión hasta
dificultad para resolver problemas, que se
asocian al uso imprudente de alcohol.
Los sujetos estudiados fueron estudiantes
universitarios, 16 mujeres y 14 varones, con una
edad media algo superior a los 23 años.Todos
ellos se declararon bebedores sociales y
consumían alcohol desde hacía por lo menos
cinco años. No sufrían ningún tipo de amnesia
ni se les había diagnosticado dependencia del
alcohol. En el momento de la investigación, no
habían tomado ningún tipo de droga desde
hacía por lo menos 48 horas.
Pese a describirse a sí mismos como bebedores
sociales, los 30 estudiantes ingerían más del
límite semanal recomendado habitualmente en
el Reino Unido como consumo de alcohol
seguro (28 unidades de ocho gramos para los
varones y 21 para las mujeres) desde hacía
cinco años o más. De hecho, en el momento de
la investigación consumían entre 30 y 90
unidades a la semana. Los investigadores les
compararon con 30 sujetos de control que
bebían por debajo de ese límite semanal
recomendado desde hacía por lo menos cinco
años. Algunos miembros de los dos grupos
reconocieron que consumían marihuana, pero
ninguno declaró que consumiera éxtasis,
cocaína o LSD.
Todos los participantes rellenaron un
complicado cuestionario diseñado para
evaluar la fiabilidad de su memoria prospectiva.
Catorce preguntas examinaban aspectos a
corto plazo, como acordarse u olvidarse de
apagar la alarma del despertador al levantarse
por la mañana. Otras 14 preguntas hacían
referencia a aspectos a largo plazo, como
acordarse u olvidarse de transmitir un mensaje
a alguien. Diez preguntas se referían a
problemas como olvidarse lo que querían decir
en mitad de una frase. Finalmente, 14 preguntas
indagaban sobre la necesidad de ayudas para
compensar los problemas de memoria, tales
como la redacción de recordatorios.
Cuando los investigadores compararon las
respuestas de estos grandes bebedores
crónicos con las de los controles, observaron
un deterioro significativamente mayor en
aquéllos en los tres aspectos de la memoria
15
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prospectiva: la memoria a corto plazo (por
ejemplo, la alarma del despertador), a largo
plazo (transmitir mensajes) e “instantánea”
(olvidarse de lo que se está diciendo en mitad
de una frase). Las diferencias siguieron siendo
estadísticamente significativas incluso cuando
los datos se ajustaron para tener en cuenta
posibles diferencias en el consumo de drogas
entre los dos grupos y las técnicas utilizadas por
los sujetos para compensar sus dificultades.
Este tipo de resultados no parecen haberse
obtenido antes. Indican que debe agregarse la
pérdida de memoria prospectiva a la lista de
deterioros mentales ya conocidos que se
atribuyen al consumo excesivo y crónico de
alcohol. Aunque los investigadores no
observaron ningún efecto del consumo de
marihuana, tampoco descartan la posibilidad de
que contribuya a los efectos observados.
Señalan además que es posible que los grandes
bebedores subestimen sus problemas de
memoria.
Alcohol y
riesgo de ictus
Alcohol Drinking and Risk of Hemorrhagic
Stroke, Neuroepiderniology (2002), 21, 115-
122, Klatsky A.L., Armstrong M.A., Friedman
G.D., Sidney S., División de Cardiología,
Departamento de Medicina, y División de
Investigación, Kaiser Permanent Medical
Center, Oakland, California, Estados Unidos.
Un grupo de investigadores de Estados
Unidos obtuvo en 2002 sólidas evidencias de
que el consumo moderado habitual de
16
alcohol confiere protección frente al tipo más
habitual de ictus (Revista, volumen 10, nº 1,
primavera 2002). Se trata del ictus isquémico,
que se produce al interrumpirse el riego
sanguíneo de una o varias partes del cerebro.
Las evidencias eran especialmente
convincentes al haberse obtenido en una
población más grande de lo normal.
El mismo equipo ha publicado ahora nuevos de
ese mismo estudio, según los cuales el consumo
excesivo de alcohol, pero no el consumo
moderado, aumenta el riesgo de otro tipo de
ictus. Se trata del ictus hemorrágico, causado
por un derrame cerebral, que corresponde al
15-20% de todos los tipos de ictus.
Los trabajos previos sobre el ictus
hemorrágico habían demostrado un mayor
riesgo en los bebedores en exceso, pero no
habían podido extraer conclusiones definitivas
sobre los bebedores moderados. Algunos
estudios indicaban una mayor probabilidad de
sufrir este tipo de ictus. Por el contrario, otros
demostraban una reducción del riesgo o la
ausencia de diferencias.
Al igual que su anterior investigación sobre el
ictus isquémico, el nuevo estudio se realizó en
una población de más de 128.000 varones y
mujeres que fueron seguidos durante un
determinado período, en lugar de estudiar
retrospectivamente sus historias clínicas.
Participaron sujetos de raza blanca, hispanos y
de otros grupos étnicos. Todos eran
californianos que, al participar por primera vez
en un programa de asistencia sanitaria, habían
rellenado cuestionarios sobre sus
antecedentes médicos y su consumo de
alcohol. Las dos terceras partes bebían, pero
había también algunos que no habían bebido
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Investigación Científica
en toda su vida y ex-alcohólicos. El consumo
de alcohol se había registrado anotando
simplemente el número de copas diarias (sin
mayor especificación) y el tipo de bebida.
Los investigadores realizaron el seguimiento de
todos los sujetos durante 18 años, o hasta que
fallecieron o fueron hospitalizados para el
tratamiento de un ictus hemorrágico. El número
de ictus ocurridos fue de 431. Al comparar la
incidencia de este episodio con el consumo de
alcohol, no se observó ningún aumento del
riesgo (comparado con los abstemios) entre los
bebedores ligeros o moderados de ambos
sexos. Los niveles de consumo en estas dos
categorías eran de 3-5 copas al día.
De hecho, pareció existir un riesgo ligeramente
menor en las personas que tomaban menos de
una copa al día pero más de una copa al mes, así
como en las que tomaban 1-2 copas al día. Según
los autores, ese menor riesgo puede atribuirse a
un efecto protector real del consumo de alcohol
a esos niveles, o a un estilo de vida más favorable
(como una dieta mejor o más ejercicio) que no
tuvieron en cuenta en sus cálculos.
Los grandes bebedores (en este estudio,
personas que tomaban seis o más copas al día)
sí mostraron una mayor probabilidad de sufrir
un ictus hemorrágico.No obstante,la asociación
sólo puede calificarse estadísticamente como
“débil”. La elevación de la presión arterial podría
justificar ese mayor riesgo. Los autores señalan
también que podría tener algo que ver el
consumo excesivo de alcohol, pero los
resultados de su cuestionario no aportan
evidencias concluyentes al respecto.
“Debido a los numerosos riesgos para la salud
que conlleva un elevado consumo de alcohol,
los médicos deben recomendar a todos los
grandes bebedores que abandonen o controlen
la bebida,” concluyen los investigadores. “Sin
embargo, el ictus hemorrágico no puede
incluirse entre los riesgos conocidos del
consumo moderado de alcohol, sobre todo en
personas de edad avanzada.”
Nuevos
hallazgos
sobre la
presión
arterial
Alcohol Intake and Future Incidence of
Hypertension in a General Japanese Population:
The Hisayama Study, Alcoholism: Clinical and
Experimental Research (2002), 26(7), 1010-
1016, Ohmori S., Kiyohara Y., Kato L, Kubo M.,
Tanizaki Y., Iwamoto H., Nakayama K., Abe I.,
Fujishima M., Departamento de Medicina y
Ciencias Médicas, Escuela Universitaria de
Ciencias Médicas, Universidad de Kyushu,
Fukuoka, Japón.
Los estudios realizados en muchos países
occidentales han demostrado que cuanto
más bebe una persona, mayor es su presión
arterial.Ahora bien, esta relación sólo parece
darse cuando se sobrepasa un cierto nivel de
consumo de alcohol. Por debajo de ese nivel,
no parece tener ningún efecto en la presión
arterial. En todo caso, según los datos
recabados recientemente en Japón, en la
población de ese país no existe ningún
17
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umbral de ese tipo. Incluso un consumo muy
moderado de alcohol se asocia a un mayor
riesgo de hipertensión.
Los médicos japoneses decidieron realizar una
investigación ante las afirmaciones en el sentido
de que no existían en su país los umbrales
observados en las sociedades occidentales.
Ahora bien, tales afirmaciones procedían de
estudios “instantáneos” en los que los
investigadores se limitaban a estudiar a un
grupo de personas en un momento
determinado, registrando su presión arterial y
sus hábitos de bebida. El nuevo estudio se basó
en un diseño que tenía muchas más
probabilidades de proporcionar resultados
definitivos, ya que implicaba el seguimiento de la
población durante un tiempo.
Otros dos aspectos justificaban también la
necesidad de una nueva investigación. En
primer lugar, el ictus (especialmente el ictus
hemorrágico) es más frecuente en Japón que
en las poblaciones occidentales y esto puede
tener algo que ver con la hipertensión. En
segundo lugar, la relación entre consumo de
alcohol y presión arterial en Japón puede
diferir de la observada en otros países donde
la población tiene un mayor peso corporal por
término medio.
En el estudio participaron más de mil sujetos
residentes de Hisayama, estando constituida la
población por un número algo mayor de
mujeres que de varones. Todos los sujetos
tenían 40 o más años de edad al inicio del
estudio, valores normales de presión arterial y
ninguna enfermedad cardiovascular. Se les
practicó una exploración física y rellenaron un
cuestionario sobre sus hábitos de bebida y
otros aspectos.
18
Los investigadores clasificaron a los varones
como abstemios,ex-bebedores o bebedores.Se
fijó el consumo ligero de alcohol en menos de
23 gramos de alcohol (es decir, menos de tres
unidades británicas) al día, el consumo
moderado en 23 a 45 gramos (algo más de
cinco unidades y media) al día, y el consumo
excesivo en más de 46 gramos (5,75 unidades)
al día. Las mujeres se clasificaron como
bebedoras o abstemias, puesto que el consumo
habitual de alcohol, sobre todo en cantidades
excesivas, era relativamente infrecuente.
El estudio duró 10 años, durante los cuales
desarrollaron hipertensión (definida por una
determinación de la presión arterial ≥ 140/90
mm Hg.o el uso de medicación antihipertensiva)
101 varones y 166 mujeres.Al calcular el riesgo
de desarrollo de hipertensión en los varones de
las distintas categorías de consumo de alcohol,
se observó que aquél era progresivo. Incluso el
consumo ligero de alcohol se asociaba a una
probabilidad dos veces mayor de hipertensión
que en los abstemios. Ese nivel de consumo es
significativamente menor que las cifras
obtenidas en otros estudios occidentales
previos del umbral por debajo del cual el alcohol
no tiene ningún efecto sobre la presión arterial.
La explicación de esta discrepancia no está
todavía clara. Puede deberse al diferente peso
corporal medio entre las dos regiones
consideradas. Más probable es la influencia de
factores genéticos, posiblemente relacionados
con la constitución genética responsable de que
muchos asiáticos sufran sofocos después de
consumir alcohol, puesto que una enzima es
incapaz de degradar el alcohol con la misma
eficiencia que en muchas otras poblaciones.
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Investigación Científica
Cáncer de
recto y de
colon
Cigarette and Alcohol Consumption and the
Risk of Colorectal Cancer in Shanghai, China,
European Journal of Cancer Prevention (2002),
11, 237-244, Ji B-T., Dai Q., Gao Y-T., Hsing A.W.,
McLaughlin J.K., Fraumeni Jr J.F., Chow W-H.,
División de Epidemiología y Genética del
Cáncer, National Cancer Institute, Bethesda;
International Epidemiology Institute, Rockville,
Maryland, Estados Unidos; y Departamento de
Epidemiología, Instituto de Cáncer de Shanghai,
República Popular de China.
Los varones que beben en exceso pueden
tener un mayor riesgo de cáncer de colon
que los abstemios, aunque en general el
consumo de alcohol no constituye un factor
de riesgo significativo de cáncer de colon o
de recto. Esa es la opinión de algunos
investigadores de China y Estados Unidos,
derivada de un estudio realizados en Shanghai
y del que no se pudo extraer ninguna
conclusión sobre las mujeres, puesto que la
muestra contenía un número insuficiente de
mujeres bebedoras para poder realizar una
comparación estadística útil.
Los investigadores diseñaron el estudio en el
marco de una iniciativa encaminada a
determinar porqué las tasas de incidencia del
cáncer colorrectal han aumentado tan
rápidamente en los veinte últimos años en
Shangai. Acerca del posible papel del alcohol,
en los últimos años se ha publicado
relativamente poca información. Algunos
autores han propuesto la existencia de una
asociación entre el consumo excesivo de
alcohol y el cáncer de colon, pero esas
conclusiones no se han visto respaldadas por
evidencias cuantitativas sobre el nivel (o
patrón) real de consumo.
Ni siquiera un “metaanálisis” publicado en 1990,
en el que se combinaron y evaluaron
conjuntamente los datos de 27 estudios,
consiguió obtener conclusiones claras. Aunque
constató un mayor riesgo de cáncer de colon y
de recto en algunos bebedores, se definió como
tales simplemente a personas que consumían
por lo menos dos bebidas al día, sin dar
información sobre la proporción de las que
consumían cantidades considerablemente
mayores. Un reciente estudio (Revista, volumen
3, nº 3, agosto 1995) realizado en Estados
Unidos postuló que los varones que bebían en
exceso y que presentaban una deficiencia
vitamínica de ácido fólico tenían un especial
riesgo de desarrollar cáncer de colon, aunque
tampoco en este caso estaba claro el nivel
exacto de consumo.
Los nuevos hallazgos del estudio de Shanghai
ayudan a aclarar el asunto. Proceden de un
estudio de “casos y controles” en el que los
investigadores compararon pacientes con
cáncer de colon o recto con controles sanos
para detectar cualquier posible diferencia en el
estilo de vida de los dos grupos que pudiera
estar relacionada con los tumores. Los
controles fueron seleccionados aleatoriamente
en la población general de Shangai, si bien se
emparejaron por edad y sexo con los casos
para poder realizar una comparación apropiada.
Con una edad entre 30 y 74 años, el grupo de
casos incluyó 931 pacientes con cáncer de
19
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colon y 874 pacientes con cáncer de recto. Se
utilizaron 1552 controles. A todos los
participantes se les interrogó sobre el
consumo de alcohol y tabaco a lo largo de su
vida.Se definió como bebedores a las personas
que tomaban por lo menos una copa a la
semana desde hacía seis meses o más.
Los resultados indicaron un 30-50% más de
riesgo de cáncer de colon en los
bebedores, pero sólo en los que bebían
desde hacía mucho tiempo (30 años o más)
y en cantidades excesivas (más de 70
unidades de ocho gramos a la semana). La
mayor probabilidad de la enfermedad se
asoció principalmente al consumo de
bebidas alcohólicas de alta graduación. Con
respecto al cáncer rectal, no se observó
ningún aumento del riesgo que pudiera
atribuirse al consumo de alcohol, aunque
los grandes fumadores mostraron un
pequeño exceso de riesgo.
Depresión y
ansiedad en
los adultos
jóvenes
Patterns of Association Between Alcohol
Consumption and Symptoms of Depression
and Anxiety in Young Adults, Addiction (2002),
97, 583-594, Caldwell T.M., Rodgers B., Jorm
A.F., Christensen H., Jacomb P.A., Korten A.E.,
Lynskey M.T., Centre for Mental Health
Research, Universidad Nacional Australiana,
Canberra,Australia.
20
El trabajo realizado en varones jóvenes
australianos ha demostrado que no sólo los que
consumen alcohol en cantidades peligrosas o
nocivas, sino también los abstemios y los
bebedores ocasionales, tienen más
probabilidades de sufrir ansiedad y depresión
que los bebedores moderados. Entre las
mujeres jóvenes, el consumo excesivo de
alcohol –pero no la abstinencia– se asocia a una
mayor probabilidad de presentar esos síntomas
mentales que las bebedoras moderadas.
Los miembros del equipo responsable de esta
investigación, realizada en Canberra, trataron de
cubrir la laguna que existe en nuestros
conocimientos sobre la relación entre la
conducta de bebida y el bienestar mental. Según
explicaron, en el decenio de 1990 varios grupos
del Reino Unido, Estados Unidos y otros países
habían observado que los abstemios y los
grandes bebedores experimentaban mayores
niveles de angustia que los bebedores
moderados. Pero se sabía poco sobre la edad a
la que aparecía esa diferencia.
En la investigación se consideraron también
otros aspectos psicosociales, como la
necesidad de entender más claramente las
repercusiones psicológicas de las presiones
de los amigos para beber y, en particular, las
consecuencias de resistirse a este tipo de
grandes inducciones. La investigación se
centró, por tanto, en adultos de 20 a 24 años,
el grupo de edad en Australia que más
probabilidades tiene de cumplir los criterios
de abuso y dependencia del alcohol.
La investigación fue transversal. Los sujetos no
fueron objeto de seguimiento durante varios
meses, sino que se les estudió en un único
momento, registrándose tanto su estado mental
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Investigación Científica
como sus hábitos de bebida. Se realizaron dos
series de preguntas. La primera se diseñó para
detectar signos de depresión y ansiedad. La
segunda tenía como finalidad indicar el “estado
de ánimo positivo” de los sujetos, reflejando las
“emociones positivas y negativas” que habían
experimentado el mes anterior.
Los investigadores utilizaron pruebas
informatizadas. Con este procedimiento, más
anónimo que las entrevistas o incluso los
cuestionarios por escrito, esperaban obtener
respuestas más sinceras sobre el consumo de
alcohol de los sujetos. En los varones, el
consumo semanal se clasificó como ligero (1-
13 unidades de 10 gramos), moderado (14-27
unidades), peligroso (28-42 unidades) o
nocivo (más de 42 unidades). En las mujeres,
como ligero (1-7 unidades), moderado (8-13
unidades), peligroso (14-28 unidades) o
nocivo (más de 28 unidades).
En los varones se observó que tanto los
abstemios como los bebedores ocasionales y
los que consumían alcohol en niveles
peligrosos o nocivos presentaban niveles
significativamente más elevados de depresión
y ansiedad que los bebedores moderados. Por
el contrario, sus niveles de “estado de ánimo
positivo” eran significativamente más bajos. En
las mujeres, sólo un consumo peligroso y
nocivo se asoció a niveles más altos de
depresión y a niveles más bajos de estado de
ánimo positivo.
Según los autores, estos resultados indican un
claro aumento de los niveles de ansiedad en
los varones abstemios cuando son adultos
jóvenes. Creen que los resultados pueden
reflejar las mayores presiones que soportan
en comparación con las mujeres jóvenes.
“Los varones jóvenes suelen consumir
mayores cantidades de alcohol y beber con
más frecuencia,” escriben. “La decisión de no
beber en los varones puede ir más en contra
de las normas sociales y producir un mayor
aislamiento individual en una cultura en la que
predominan los bebedores. Por el contrario,
es más probable que las mujeres jóvenes
abstemias estén casadas y tengan hijos,
características que no se dan en los varones
abstemios jóvenes. Esta vida familiar podría
contribuir a una aceptación más generalizada
de la abstinencia entre las mujeres jóvenes.”
Aunque este estudio revela un posible efecto
beneficioso para la salud psicológica del
consumo moderado de alcohol en comparación
con la abstinencia, los autores insisten en que su
investigación “no pretende restar importancia a
la considerable angustia y a los problemas
derivados de un consumo peligroso o nocivo.
Tampoco se quiere dar a entender que los
abstemios tengan que empezar a consumir
ligeras cantidades de alcohol .”
Catarros en
los bebedores
de vino
Intake of Wine, Beer, and Spirits and the Risk
of Clinical Common Cold. American Journal
of Epidemiology (2002), 155, 853-858,
Takkouche B„ Regueira-Mendez C., García-
Closas R., Figueiras A., Gestal-Otero J.J.,
Hernan M.A., Departamento de Medicina
Preventiva, Universidad de Santiago de
Compostela, Santiago de Compostela; Unidad
21
revista Nº5 28/5/03 18:18 Página 22
de Investigación, Hospital Clínico de las Islas
Canarias, La Laguna, España; y Departamento
de Epidemiología, Harvard School of Public
Health, Boston, Massachusetts, Estados Unidos.
Los investigadores españoles creen que el vino,
sobre todo el vino tinto, puede tener un efecto
protector frente al resfriado común. Esta
afirmación procede de un estudio realizado en
la península y en las islas Canarias en una
población constituida casi en su totalidad por
bebedores moderados (siendo muy raros los
grandes bebedores).
La idea de que una bebida alcohólica pueda
tener un efecto beneficioso contra una
infección puede parecer sorprendente.Algunas
investigaciones previas han demostrado que el
alcohol puede reducir la eficiencia del sistema
inmunitario que ataca a los virus y a otros
microorganismos cuando invaden el organismo.
Sin embargo, ese efecto inmunosupresor
parece asociarse a un consumo excesivo
crónico de alcohol o a intoxicación etílica, más
que a un consumo moderado (Revista, volumen
4, nº 3, agosto 1996).
Además, estas nuevas evidencias provienen del
examen de una población que estaba expuestas
a infecciones naturales y complementan los
resultados del único estudio que se había
realizado anteriormente y en el que se inoculó
a algunos voluntarios el virus del resfriado
común en laboratorio (Revista, volumen 2, nº 1,
febrero 1994). Dicho estudio demostró
también un efecto beneficioso (aunque sólo en
los no fumadores) del consumo moderado de
alcohol para reducir el riesgo y la gravedad de
los catarros.
La población del estudio estuvo constituida por
22
más de 4000 miembros del personal docente
y administrativo de cinco universidades
españolas de Galicia y las islas Canarias. Los
participantes fueron seleccionados en
octubre, cumplimentando en ese momento
cuestionarios sobre sus hábitos de beber y
fumar y otros factores relacionados con su
estilo de vida. Se les interrogó sobre su
consumo semanal de vino tinto, vino blanco,
cerveza y bebidas alcohólicas de alta
graduación en los 12 meses anteriores al
inicio del estudio. Los investigadores
rechazaron a las personas que ya estaban
acatarradas al inicio del estudio, así como a
las que tenían antecedentes de asma o
enfermedad pulmonar obstructiva crónica. El
resto del grupo fue objeto de seguimiento
durante un año.
Todos los participantes utilizaron un diario para
anotar los catarros sufridos durante esos 12
meses, junto con estimaciones subjetivas de la
intensidad de los diferentes síntomas (como
moqueo, congestión nasal y dolor de garganta).
Cada diez semanas se les envió un cuestionario
breve en el que tenían que transcribir la
información de sus diarios.
Durante el período de estudio se registraron
algo más de 1500 catarros. Cuando los
investigadores trataron de correlacionar su
aparición con el consumo total de alcohol de los
sujetos, no encontraron ninguna relación
significativa. Lo mismo ocurrió con el consumo
de cerveza y de bebidas alcohólicas de alta
graduación. Sin embargo, cuando compararon a
las personas que bebían más de 14 vasos de vino
a la semana con los abstemios, observaron que
el riesgo de acatarrarse de los primeros era casi
un 40% menor. La asociación era especialmente
clara en el caso del vino tinto.Estas conclusiones
revista Nº5 28/5/03 18:18 Página 23
Investigación Científica
ni siquiera se vieron afectadas cuando las cifras
se ajustaron para tener en cuenta distintos
factores (como el consumo de vitamina C o el
contacto con niños) que podrían haber influido
en el resultado.
El diseño del estudio descartó otra posible
fuente de sesgo que pudiera haber conducido a
conclusiones erróneas. Puesto que los hábitos
de bebida de los participantes se registraron al
principio del estudio, antes de acatarrarse, es
imposible que los catarros influyeran en el
consumo de alcohol declarado. De esta forma
se eliminó el peligro de que los acatarrados
exageraran o subestimaran su consumo
comparado con los participantes que no se
acatarraron. No obstante, los investigadores
reconocen que sus resultados pueden haberse
visto afectados por algunos hábitos del estilo de
vida que no tuvieron en cuenta, o por el patrón
de bebida, que tampoco determinaron.
El hecho de que ese efecto aparentemente
protector frente al resfriado común se
restringiera al vino, y en particular al vino tinto,
es un argumento en contra de la posibilidad de
que ese efecto beneficioso se deba al alcohol en
sí mismo, desviando la atención hacia algún otro
ingrediente del vino. Podría tratarse de las
sustancias llamadas flavonoides, que están
presentes en grandes cantidades en el vino tinto
y que se sabe que interfieren con el proceso a
través del cual los virus se reproducen cuando
invaden células vivas. De hecho, se han
identificado algunos flavonoides que actúan
contra los rinovirus, el principal grupo de virus
responsables del resfriado común.
Otra posibilidad, aparentemente paradójica, es
que algunos ingredientes del vino reduzcan el
riesgo de catarro en los bebedores al interferir
con su sistema inmunitario. Un ingrediente de
ese tipo es el resveratrol, que interfiere con los
procesos inflamatorios del organismo y que
podría reducir la inflamación de la nariz y las
vías respiratorias que se produce cuando el
sistema inmunitario lucha contra una infección
causada por los virus del resfriado común.
Síndrome
Alcohólico
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Por Dra. Consuelo Guerri
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Hace aproximadamente 30 años que Jones y
Smith describieron el síndrome alcohólico
fetal (SAF) (1) en hijos de madres alcohólicas
con elevados consumos de alcohol durante la
gestación. Este síndrome se caracteriza por 3
grupos de anomalías principales en el recién
nacido: 1) Retraso en el crecimiento prenatal
y postnatal, 2) alteraciones cráneo-faciales
características que incluyen, microcefalia,
fisuras palpebrales cortas, filtrum poco
desarrollado, malformación del área maxilar y
3) graves disfunciones del sistema nervioso
central. A partir de ese momento la
comunidad medica empezó a describir
nuevos casos de síndrome alcohólico fetal, y,
mediante el uso de modelos experimentales,
se pudo demostrar que el alcohol es un
teratógeno y que puede inducir alteraciones
y muerte fetal (2).
Estudios epidemiológicos en los que se
agruparon diferentes poblaciones de Estados
Unidos y de Europa indican que la incidencia de
25
revista Nº5 28/5/03 18:18 Página 26
SAF es de 2/1000 niños nacidos vivos (3,4), lo
que coincide con lo observado en nuestro país
(5,6). Sin embargo, hay que destacar que la
frecuencia de aparición de este síndrome es
variable y depende de las características de la
población estudiada y de factores tales como:
cantidad de alcohol y patrón de consumo
materno, factores socioeconómicos, nutrición
y consumo de otras drogas por la madre, etc.
De hecho, mientras en algunas regiones
europeas la frecuencia de este síndrome es de
0,4/1000 (7), existen poblaciones de alto
riesgo, tales como algunas reservas Indias de
Estados Unidos y ciertas comunidades
Surafricanas en los que la incidencia de SAF se
ha estimado en 1/100 (8) y 46-75/1000 (9),
respectivamente.
Un dato importante a destacar es que el
consumo materno de alcohol, no sólo da lugar
al síndrome alcohólico fetal, sino que el alcohol
puede inducir un espectro de otras
malformaciones fetales que van desde formas
leves en niños sin malformaciones físicas pero
con alteraciones del sistema nervioso central,
hasta formas más graves que incluyen el SAF.
Ello depende de la cantidad de alcohol ingerida,
del patrón de consumo y del periodo de la
gestación en que se ha producido el consumo.
Así, solamente un porcentaje (30-40%) de hijos
de madres alcohólicas presenta el cuadro
completo del SAF con malformaciones faciales
características, y el resto presenta formas
parciales de SAF. Evidencias clínicas y
experimentales indican que el consumo de altas
cantidades de alcohol al inicio de la gestación
(primer mes de embarazo) es particularmente
crítico para la aparición de malformaciones
faciales y retraso mental (2,10), mientras que el
consumo durante el tercer trimestre de
gestación se asocia con disminución de peso del
26
niño al nacer. Sin embargo, puesto que las
diferentes fases del desarrollo del cerebro
tienen lugar durante toda la gestación, el
consumo de alcohol durante cualquiera de las
fases de gestación puede afectar la organización
y función del sistema nervioso (11,12). De
hecho, una de las consecuencias más
importante y permanentes en niños expuestos
al etanol son las alteraciones a nivel del sistema
nervioso central que se manifiestan en déficits
en la función intelectual y cognitiva y retraso
mental (13).
Mediante la utilización de técnicas de
resonancia magnética nuclear y de tomografía
de emisión de positrones se han evaluado las
alteraciones cerebrales en niños y
adolescentes con SAF demostrándose que
estos pacientes presentan un volumen de
cerebro más reducido, una disminución en el
tamaño del cerebelo y anomalías en el
desarrollo del vermis cerebelar, cerebro medio
(agenesis e hipoplasia del cuerpo calloso),
ganglio basal y diencefalo. Todas estas
alteraciones se han relacionado con retraso
mental, alteraciones cognitivas y del
comportamiento en estos niños (14, 15, 16).
Alteraciones asociadas
al consumo moderado
de alcohol
Evidencias clínicas indican que el consumo
moderado de alcohol durante la gestación, en
ausencia de malformaciones físicas (retraso
en el crecimiento, malformaciones faciales),
puede causar en el niño anomalías en su
función intelectual y cognitiva que se
manifiestan con conductas de inadaptación,
trastornos de aprendizaje, problemas en el
revista Nº5 28/5/03 18:18 Página 27
Investigación Científica
habla y el lenguaje, hiperactividad y
problemas de atención (17, 18). En base a
estas evidencias, en los últimos años se ha
acordado utilizar un nuevo término que
defina estas alteraciones comportamentales
asociadas a la exposición fetal al alcohol y se
ha descrito el término ARND (alcohol-
related neurodevelopmental disorder) (19),
estimándose que la frecuencia de aparición
del ARND es muy superior a la del SAF (
1/100) (4). De hecho, se ha sugerido que el
consumo de alcohol durante la gestación es
la causa mas frecuente de alteraciones
neurocompartamentales y de retraso mental (20)
Las evidencias de las consecuencias del
consumo moderado de alcohol y efectos en la
descendencia provienen de amplios estudios
prospectivos en los que se controlaron
variables tales como: situación socioeconómico
y estudio de nutrición de la madre, consumo de
otras sustancias de abuso etc. (21), en las que se
trato de relacionar la ingesta de alcohol y el
patrón de consumo materno con las
alteraciones físicas y/o del comportamiento de
la descendencia. Estos estudios demuestran
(22) que existe una relación dosis-dependiente
entre el consumo materno de alcohol (7 a 56
g etanol/día) y la disminución en el índice de
desarrollo mental de Bayley (MDI), y que
consumos maternos de 14 g etanol/día
(equivalente al consumo de 2 cervezas o un
vaso de vino/día) inducen déficits en ciertos
procesos cognitivos (procesamiento de la
información y memoria) en el niño (22, 23).
Otro estudio de especial interés es el
realizado en Seattle (EEUU) en el que se
estudiaron 500 niños procedentes de
madres que habían consumido diferentes
cantidades de alcohol antes y durante la
gestación. Los resultados demuestran que el
consumo moderado de alcohol (26 g etanol
/ día, equivalente a ~225 ml de vinol/día)
durante la gestación, se asocia con
reducciones en el coeficiente mental (CI) de
niños de 4 años. Sin embargo, a medida que
avanza la edad (7 y 14 años), los niños
manifiestan otras alteraciones tales como,
déficits en la atención, procesamiento del
lenguaje y problemas de aprendizaje y
memoria que conducen a un bajo
rendimiento escolar ( 24, 25).
Dosis umbral del alcohol
y patrón de consumo
La dosis umbral o dosis “libre de riesgos” se
podría definir como la cantidad de alcohol por
debajo de la cual no se observan efectos
adversos. Sin embargo, en humanos es difícil
establecer esta dosis debida a las diferencias
genéticas e individuales tanto en el
metabolismo de alcohol como en la
vulnerabilidad a este tóxico. De hecho, en el
caso del alcohol no se ha podido establecer
claramente este umbral (26), aunque existen
algunos estudios que sugieren dosis por debajo
de las cuales no se observan determinados
efectos. Por ejemplo, algunos estudios
observan una relación de dosis-respuesta de
consumo de alcohol y déficits en algunas
funciones intelectuales tales como la lectura, el
lenguaje y la resolución de operaciones
aritméticas. La dosis umbral de alcohol en este
estudio fue estimada por debajo de 13 g de
etanol/día (equivalente a 1 vaso de vino/día)
(27). En otro estudio realizado en Detroit,
Jacoboson y Jacobson (28) observan déficits
intelectuales en niños procedentes de madres
que han consumido menos de 14 g de
27
revista Nº5 28/5/03 18:18 Página 28

etanol/día durante la gestación. Sin embargo, de pequeñas cantidades de alcohol (ejem. 1 vaso
estos autores sugieren que esta dosis no se de vino en la comida), debido a la existencia de
puede tomar como umbral ya que estos niños diferencias individuales y genéticas en el
pueden tener otros déficits cognitivos que se metabolismo del etanol así como de factores
manifiesten en la edad adulta, como se todavía desconocidos, es prudente aconsejar la
demuestra en el estudio de Seattle (24,25). abstención durante el embarazo.Actualmente se
De hecho, Streissguth (17) sugiere que no están realizando estudios de colaboración entre
existe dosis umbral para los efectos diferentes países en los que se incluyen EEUU,
neurocomportamentales del alcohol y Sudáfrica, Rusia, Chile y Europa, para evaluar si
recomienda la abstención total durante la ciertos factores culturales, genéticos o
gestación. ambientales que pueden influenciar la aparición
del SAF y de ARND, así como de delimitar
Un dato importante que se ha demostrado en estrategias encaminadas a prevenir o paliar
los últimos años es que el patrón de consumo dichos efectos asociados al consumo de alcohol
de alcohol es un factor crítico importante en la durante la gestación (30).
aparición de los efectos fetales asociadas al
consumo de alcohol durante la gestación. Así,
resultados clínicos y experimentales
demuestran que los efectos adversos del alcohol
durante el desarrollo fetal están directamente
relacionados con los niveles de alcohol a que el
feto esta expuesto (29). Los estudios
experimentales demuestran que una misma
cantidad de alcohol produce un mayor daño
fetal cuando se consume concentrada en unas
horas (en ese caso los niveles de alcohol que se
alcanzan son muy elevados) que cuando se toma
espaciada en el tiempo. Así, en un estudio se
demuestra que los déficits funcionales más
importantes se observan en niños que proceden
de madres que han consumido semanalmente,
pero concentrada en unas pocas horas 42 g de
etanol (27). Estos estudios sugieren que el
consumo esporádico de altas cantidades de
alcohol, de forma aguda, son mas dañinas para el
desarrollo fetal y de cerebro que el consumo de
forma moderada y constante.

En resumen, las evidencias que poseemos hasta

el momento sugieren que, aunque el riesgo de
daño fetal puede ser bajo o nulo con la ingesta

28