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Pontificia Universidad Católica de Valparaíso

Facultad de Filosofía y Educación


Escuela de Psicología

Mujer contra Mujer:


¿Histeria y/o Perversión?

Alumna: Piera Pallavicini J.


Profesor: Dr. Alejandro Bilbao
Fecha: 4 de Julio de 2007
Resumen

En el presente articulo se aborda el “diagnóstico” en la clínica psicoanalítica, señalando sus


diferencias con el diagnóstico médico. Posteriormente se recogen los elementos que conforman la
estructuración psíquica y las consecuencias de sus diferentes dinámicas. Se presenta el caso “J” de
homosexualidad femenina y se analiza en términos estructurales, con el fin de ver los rasgos perversos y/o
histéricos que se encuentran en el caso. Finalmente se concluye que no podemos hablar de perversión
femenina y que probablemente, el caso “J” sea una estructura histérica con rasgos perversos.

Palabras claves: Diagnóstico, Estructura Psíquica, Perversión, Homosexualidad femenina, Complejo de


Edipo, Función paterna

2
Introducción

El concepto de diagnóstico es mayormente conocido en la medicina, definido por su semiología y


nosografía, buscando clasificar a los pacientes en una determinada patología. En este trabajo presentaré
en qué consiste el diagnóstico en la clínica psicoanalítica, con el fin de destacar la importancia de la
escucha y el tiempo, y la poca relevancia que tendría clasificar en una primera entrevista, para los objetivos
del analista. Se ahondará en lo que en psicoanálisis es una estructura psíquica y sus rasgos, basándome
principalmente en los postulados de Joel Dor. De acuerdo a esto, presentaré brevemente un caso de una
mujer homosexual que está en tratamiento.
Posteriormente, abordaré el concepto de “perversión” con el fin de comprobar si es adecuado o no,
incluir la homosexualidad en esta distinción. Luego, acotando aún más, revisaré el concepto de
“homosexualidad femenina” tanto en Freud como en Lacan. Aquí surgirá el debate de si se puede hablar
de perversión en la mujer, y de si la homosexualidad es realmente una perversión.
Se irán comentando las características de la mujer homosexual, así como los posibles avatares
que la fueron definiendo, analizando el caso de nuestra paciente en cuestión. Así se verá la importancia del
Complejo de Edipo y específicamente, la función paterna, en la estructuración de cada sujeto y de ella en
particular. Finalmente, presentaré las conclusiones a las cuales me condujo la revisión teórica y clínica de
este trabajo.

3
Diagnóstico y Estructuras en Psicoanálisis

Freud, en el comienzo de su obra ya se había dado cuenta de la ambigüedad con la que se


planteaba el problema del diagnóstico en el campo de la clínica psicoanalítica. Señalaba que por una parte
era conveniente establecer tempranamente un diagnóstico para determinar el tratamiento adecuado, lo que
hoy sería la dirección de la cura. Pero por otro lado, señalaba que la pertinencia de ese diagnóstico sólo
puede quedar confirmada después de un análisis minucioso1.
Un “Diagnóstico” es un acto médico movilizado por dos objetivos: El primero de ellos es de observación,
orientado a determinar la índole de una afección o enfermedad a partir de una semiología. El segundo
objetivo es de clasificación, que permite localizar el estado patológico encuadrado en una nosografía.
Entonces, el diagnóstico médico estaría siempre planteado en una doble perspectiva: por referencia a un
diagnóstico etiológico y por referencia a un diagnóstico diferencial. Con éstos se pretende además de
establecer el pronóstico funcional de la enfermedad, escoger el tratamiento más adecuado. Para lograr
esto, el médico posee un sistema múltiple de investigación (anamnésica e instrumental por ejemplo).
En el área de la clínica psicoanalítica en cambio, “esta determinación del diagnóstico resulta de antemano
imposible, precisamente en razón de la estructura del sujeto”2 Esto es debido a que la única técnica de
investigación de la que dispone el analista es su Escucha. La concepción de “investigación instrumental” ya
no tendría vigencia, y a su vez, el único material clínico suministrado por el paciente es esencialmente
verbal. “En el campo de investigación clínica se delimitará de entrada, pues, en la dimensión del decir y de
lo dicho”3
Sin embargo, con respecto a los elementos verbales, Joel Dor en 1991 nos plantea que:

“Como todos sabemos, ese espacio de palabra está saturado de ‘mentira’ y parasitado por lo
imaginario. De hecho, es el sitio mismo donde viene a expresarse el despliegue fantasmático;
también es aquel donde el sujeto testimonia su propia ceguera, puesto que no sabe en verdad lo
que dice a través de lo que enuncia, desde el punto de vista de la verdad de su deseo y, por lo
tanto, desde el punto de vista de lo que subyace bajo el disfraz del síntoma”4

1
Dor, Joel (1987) Estructuras y Perversiones
2
Dor, Joel (1991) Estructuras clínicas y Psicoanálisis, p.16
3
Ibid, p.16
4
Ibid, p.17

4
Por esta razón es que en la clínica psicoanalítica el diagnóstico no cuenta con datos empíricos
objetivamente controlables. La evaluación es subjetiva en cuanto se sostiene en el discurso del paciente.
Pero ¿por qué se sostiene en el discurso del paciente? Porqué Lacan brillantemente planteó que “el
síntoma se resuelve completamente en un análisis del lenguaje, porque él mismo está estructurado como
un lenguaje, porque es un lenguaje cuya palabra debe ser liberada”5
Existe entonces, una diferencia radical entre lo que hace el diagnóstico médico y lo que realiza la clínica
psicoanalítica. Joel Dor se pregunta, pero “¿no hay en este campo intersubjetivo puntos de referencia
estables?”6 No estamos en un campo de interacciones meramente subjetivas, el psicoanálisis se definió
por su especificidad en el momento en que Freud supo arrancar sus propias intervenciones al campo de la
sugestión. Así pues, el autor nos contesta que es posible definir cierta topografía de las afecciones
psicopatológicas y que ésta consiste principalmente en cierto modo de “localización que debe tomar en
cuenta las propiedades más fundamentales de su objeto: la causalidad psíquica y, particularmente, el
carácter imprevisible de los efectos del inconsciente”7 Por esto mismo, y en relación a la orientación del
tratamiento, el autor plantea que el analista debe estar en condiciones de apoyarse en ciertos elementos
estables, tanto al elaborar el diagnóstico como al elegir la dirección de la cura correspondiente. Esta
localización requiere, sin embargo, de una vigilancia muy marcada, por el peligro de incurrir en el
psicoanálisis salvaje denunciado por Freud8 En el trabajo “Sobre el psicoanálisis silvestre” (1910) Freud
muestra hasta qué punto la “interpretación salvaje” se apoya siempre en una racionalización causalista
precipitada y fundada en un proceder “hipotético deductivo” desdeñoso de la distancia que separa lo decir
de lo dicho9. Por todo lo planteado anteriormente, Joel Dor, nos señala que gracias a la precocidad de
Freud podemos rescatar las siguientes enseñanzas con respecto al diagnóstico:

1- Poner de manifiesto la dimensión potencial del diagnóstico, ya que el acto diagnóstico en la


clínica analítica es al comienzo, un acto deliberadamente planteado en suspenso y consagrado
a un devenir. Por lo que resulta casi imposible determinar con seguridad una “evaluación
diagnóstica” sin el apoyo de cierto tiempo de análisis.

5
Lacan 1955, citado en Dor 1994 “Introducción a la lectura de Lacan” p.77
6
Dor, Joel (1994) Estructuras clínicas y psicoanálisis, p. 17
7
Ibid
8
“En verdad, tales analistas silvestres dañan más a la causa que a los enfermos mismos. En efecto, a
menudo he visto que si uno de estos procederes inhábiles al comienzo provocó al enfermo un
empeoramiento de su estado, al final le alcanzó para sanar. No siempre, pero muchas veces es así”
(Freud, S. 1910. Sobre el psicoanálisis silvestre, p. 226)
9
Dor, Joel (1991) Estructuras clínicas y psicoanálisis

5
2- Es una evaluación diagnóstica destinada al devenir de una confirmación, esa potencialidad
suspende, al menos por un tiempo, la puesta en acto de una intervención con valor
directamente terapéutico
3- La tercera enseñanza, resultante de las dos anteriores, insiste en el tiempo necesario que es
preciso observar antes de toda decisión o propuesta de tratamiento. Es el tiempo dedicado a lo
que habitualmente llamamos “entrevista preliminar”

Estas entrevistas preliminares, fueron llamadas por Freud “tratamiento de prueba”10. Respecto a las cuales
señalaba que era importante dejar al paciente decir, más que interrumpir. Con esto, nos damos cuenta y
ratificamos la importancia de la palabra, del discurso libre del paciente para su evaluación, ajustada más al
“decir” que a los contenidos de su “dicho”. Por eso, es tan importante la escucha. Creo importante en este
sentido rescatar el trabajo de Mannoni (1965) en “La primera entrevista con el psicoanalista” donde señala
que:

La primera entrevista con el psicoanalista es, ante todo, un encuentro con uno mismo, con un sí
mismo que intenta salir de la falsedad. La función del analista es la de restituir al sujeto, como don,
con su verdad…Por ello, la primera entrevista con el psicoanalista es más reveladora en las
distorsiones del discurso que en su propio contenido11

Retomando el diagnóstico médico común, el éxito de éstos está supeditado a la regularidad, a la fijeza de
las ocurrencias causales que intervienen en el nivel del cuerpo. En lo que respecta a la causalidad
psíquica, también existe un determinismo, pero se trata de un determinismo que no obedece a tales líneas
de regularidad. Joel Dor señala que en otros términos, no existen acomodaciones estables entre naturaleza
de las causas y de los efectos. Por lo cual, no resulta posible establecer previsiones, tal cual como se
pueden realizar en la disciplina médica. En el campo científico, las previsiones sólo son posibles en la
medida que se apoyen en una ley. Aquí Joel Dor plantea que:
“Una ley no es otra cosa que la explicación objetiva y generalizable de una articulación estable entre
causas y efectos. La causalidad psíquica no es objeto de leyes, por lo menos en el sentido empírico y
estricto que el término adopta en las ciencias exactas. O, lo que es lo mismo, el psicoanálisis no es una

10
Ver Freud, S “Sobre la iniciación del tratamiento (nuevos consejos sobre la técnica psicoanalítica, I)”,
en Tomo XII, 1980
11
Mannoni, M (1965) La primera entrevista con el psicoanalista. P. 139

6
ciencia, precisamente a causa de esta ausencia de legalidad entre las causas y los efectos que, de
antemano, invalida toda previsión estable”12
Por lo tanto, si bien en la clínica psicoanalítica no existe esta causalidad rígida y cartesiana, tampoco todo
es posible de acuerdo se le ocurra a cualquier analista. “No todo es posible, so pretexto de que es preciso
desprenderse de la lógica habitual. Subsiste una guía, que es el hilo conductor que debe seguirse: el decir
de aquel al que se escucha”13 Entonces, es sólo en el Decir se puede localizar algo de la estructura del
sujeto. Esto quiere decir entonces, que para establecer un diagnóstico debemos contar con la estructura
del sujeto. Las correlaciones existentes entre un síntoma y una identificación diagnóstica suponen la
puesta en acto de una cadena de procesos intrapsquícos e intersubjetivos que dependen de la dinámica
del inconciente. Esta dinámica no se generará jamás de manera causal, no se puede esperar tal
determinismo. Uno de los ejemplos que señala el autor para mostrar esto es: las acciones relativas al
orden y al arreglo, llevando a la invalidez de actuar de algunos individuos, tradicionalmente podríamos
señalar (según los estudios de Freud relativos al comportamiento anal14) que corresponde a una neurosis
obsesiva. Sin embargo, Joel Dor nos señala que no podemos concluir por estas explicaciones a la vista del
síntoma, un diagnóstico de una neurosis obsesiva, ya que la experiencia clínica muestra regularmente la
existencia activa de este síntoma en ciertos casos de histeria. Esto se podría encontrar por ejemplo en la
administración hogareña, sin embargo el autor señala que esto se podría deber al rasgo histérico de
adelantarse al deseo del otro, una mujer podría “tomar prestado” este síntoma de un compañero obsesivo,
gracias al proceso de identificación histérica. Con esto se ratifica el hecho de que la escucha y el tiempo
darán finalmente la guía para llegar al inconciente y ver la verdadera dinámica que está operando. Por esto
Lacan decía en el año 1956: “Para saber lo que ocurre en el análisis, hay que saber de donde viene la
palabra. Para saber lo que es la resistencia hay que saber lo que sirve de pantalla al advenimiento de la
palabra….”15 Por lo tanto, los indicadores diagnósticos estructurales sólo pueden aparecer en este único
registro: la palabra. Pero, la investigación diagnóstica debe hallar sus bases “más acá” del síntoma, es
decir, en un espacio intersubjetivo, el que Freud definiera como “comunicación de inconciente a
inconciente”. Si estos indicadores pueden entregar información sobre el funcionamiento de la estructura es

12
Dor, Joel (1991) Estructuras clínicas y psicoanálisis, p.22
13
Ibid
14
La relación de estas características con la neurosis obsesiva se pueden encontrar en los trabajos de
Freud: “Carácter y erotismo anal” 1979, “La predisposición a la neurosis obsesiva. Contribución al
problema de la elección de neurosis” 1980, y “Sobre las trasposiciones de la pulsión, en particular del
erotismo anal” 1979.
15
Lacan en “Situación del psicoanálisis y formación del psicoanalista en 1956” , citado en Dor,1991

7
sólo porque “representan los ‘carteles de señalización’ impuestos por la dinámica del deseo”16 Aquí el autor
nos plantea que la especificidad de estructura de un sujeto se caracteriza ante todo por un perfil
predeterminado de la economía de su deseo, regida por una trayectoria estereotipada. “A semejantes
trayectorias estabilizadas las llamaré, hablando con propiedad, rasgos estructurales .De ahí la necesidad,
para precisar el carácter operatorio del diagnóstico, de establecer claramente la distinción que existe entre
los síntomas y los rasgos estructurales”17
Pues bien, ¿qué determina que se forme una u otra estructura? ¿por qué algunas personas poseen ciertos
rasgos estructurales? Estas preguntas nos remontan a lo que Freud llamaba la “elección” de la propia
neurosis. La cual, señalaba, se constituía en función de los amores edípicos. Estos, según Joel Dor, no son
más que el desarrollo ruidoso de la relación que el sujeto mantiene con la función fálica, o sea, con la
función paterna. Por lo tanto, a continuación revisaré la importancia de la función paterna en la
conformación de las diversas estructuras psíquicas de las personas.

- Función Paterna y Estructuración Psíquica


Así como las relaciones edípicas son factores de orden psíquico (en el sentido de organización estructural),
también pueden ser un vector de desorden. La estructura psíquica posee la particularidad esencial de estar
determinada una vez y para siempre. Por lo tanto, esto hace que la memoria de los amores edípicos sea
fundamental, ya que es en esas vicisitudes donde el sujeto negocia su relación con el falo18, es decir su
adhesión a la conjunción del deseo y la falta. En síntesis, las estructuras psíquicas se pueden localizar
según los factores favorecedores que intervienen en las interferencias de los deseos recíprocos de la
madre, el padre y el niño con respecto al objeto fálico19. La organización estructural está marcada por dos
tiempos fuertes que representan la dimensión del ser y la dimensión del tener con respecto al falo.20

16
Dor, Joel. 1991. Estructuras clínicas y psicoanálisis, p. 28
17
Ibid
18
“A partir de la obra del propio Freud se desprende que el falo no es el pene atribuido imaginariamente a
la mujer, en calidad de madre fálica, sino que por el contrario, el padre es estructuralmente el tercero en
la situación edípica únicamente en razón de que ese falo es el elemento significante que le es atribuido.
Se podría enunciar aquí una primera precisión: El objeto fálico es ante todo un objeto cuya naturaleza es
ser un elemento significante” Dor, 1994, Introducción a la lectura de lacan, p.86
19
Dor, 1991, Estructuras clínicas y psicoanálisis
20
En “La organización genital infantil” 1923, Freud explicita la supremacía del falo de la siguiente manera:
“la principal característica de esta organización genital infantil es, al mismo tiempo, lo que la diferencia de
la organización genital definitiva del adulto. Esta reside en el hecho de que para los dos sexos un solo
órgano genital, el órgano masculino, representa un papel. No existe entonces una primacía genital, sino
una primacía del falo”

8
El curso del Edipo supone cuatro protagonistas: la madre, el padre, el niño y el falo. Este último es el
elemento central a cuyo alrededor vienen a gravitar los deseos respectivos de los otros tres. El falo, el
elemento uno, se inscribe fuera de la serie de los deseos, porque sólo con relación a él puede constituirse
una serie de deseo.
Desde la perspectiva estructural, el primer momento fundamental es el primer cuestionamiento de la
identificación fálica. “Se trata de una vivencia identificatoria primordial donde el niño es radicalmente
identificado con el único y exclusivo objeto del deseo de la madre, es decir, con el objeto del deseo del
Otro, y por consiguiente con su falo”21 ¿Por qué este cuestionamiento es fundamental? Por que el niño
finalmente se va a encontrar con la “figura paterna”22. La intrusión de esta figura paterna va a introducir, en
la economía del deseo del niño, cierto modo de vectorización. Esta es la función paterna y, lo mismo decir,
la función fálica, con toda la resonancia simbólica que esto supone. Esta vectorización, operada por la
función fálica, es respecto a una instancia simbólica mediadora: el padre simbólico.
El padre simbólico es aquel que remite a la ley, ya que la prohibición (interdicción), en la estructura,
siempre está proferida en el Nombre-del-Padre. Es en tanto hay un significante Nombre-del-padre como
puede haber castración, es decir, esa operación que limita y ordena el deseo del sujeto. Este imaginario
está presente en el sujeto y es en tanto más dificultoso cuanto peor haya funcionado la castración
simbólica. En cuanto al padre imaginario, ya sea que aparezca como terrible o bondadoso, se le atribuye la
castración o mejor dicho, la privación de la madre, el hecho de que ella no posea el falo simbólico con el
que el niño se ha identificado al principio. En la lógica de la teoría freudiana, es debido a que choca con la
falta de la madre que el niño se introduce a la cuestión de su propia castración23. Si la función paterna es
estructurante, supone que interviene en el registro de la castración.

Por lo tanto, conviene estar atentos al sentido que se le da a esa “entidad paterna”. Dor nos señala que
debemos saber localizar la economía del deseo del niño según esté comprometida con respecto al padre
imaginario o con respecto al padre simbólico.

“El Edipo es y sigue siendo siempre una movilización imaginaria del niño. Ante todo, es para él la
trayectoria imaginaria que “se ofrece” para resolver subjetivamente el enigma que le plantea la

21
Dor, Joel (1991) Estructuras clínicas y psicoanálisis, p.35
22
La figura paterna no hace referencia a una figura Real en cuanto a presencia o ausencia corporal, si no
en cuanto a instancia mediadora del deseo
23
Chemama y Vandermersch (2004) Diccionario de Psicoanálisis, p.492-493

9
diferencia de los sexos. En efecto, la dinámica edípica representa el recorrido imaginario que el
niño se ve llevado a construir para encontrar una respuesta satisfactoria a esa pregunta”24

Un aspecto que considero importante de destacar en relación a esto es que el padre real es secundario en
las apuestas deseantes edípicas. Por lo tanto cuando escuchamos frases como la “carencia paterna”
referidas al padre real, debemos tener claro que no tienen alcance significativo y operatorio frente a la
función fundamentalmente estructurante del padre simbólico. Si esta carencia paterna, en cambio,
concierne directamente al padre imaginario o al padre simbólico, estos atributos, entonces, se vuelven
esencialmente determinantes25 Entonces, el padre siempre debe ser significado al niño, aunque frente a él
no se encuentre la presencia real del padre.
“El padre no es un objeto real, entonces, ¿qué es? (…) El padre es una metáfora”
“¿Qué es una metáfora? (…) Es un significante que aparece en el lugar de otro significante (…) El
padre es un significante que ha reemplazado a otro significante. Y ésa es la incumbencia, la única
incumbencia esencial del padre dentro de su intervención en el complejo de Edipo”26

Creo pertinente destacar que la participación de la madre también es muy importante en el proceso de
estructuración psíquica. ¿Qué papel juega la madre? Pues bien, el niño es solamente en torno al padre
imaginario que se puede cuestionar su identificación fálica27. Aquí, la función de los significantes interviene
como una operación dinamizante; casi podría decirse, una función catalizadora, señala Joel Dor. Ya que en
la medida en que el discurso materno deja en suspenso la interrogación del niño sobre el objeto del deseo
de la madre, esta cuestión resurge con mayor fuerza y lo empuja a profundizar su interrogación. Esta
“suspensión significante” ante el enigma de la diferencia de los sexos es capital, ya que impone interrogar
el deseo materno más allá del lugar de su identificación fálica, “esta nueva investigación lo llevará al umbral
de un horizonte mucho más enigmático y que anuncia el orden de la castración”28 Entonces, los
significantes maternos resultan determinantes para movilizar al niño hacia un espacio diferente del deseo
inmediato que él negocia con ella.
24
Dor, Joel (1991) Estructuras clínicas y psicoanálisis, p. 36
25
Dor, J. (1991) Estructuras clínicas y psicoanálisis
26
Lacan (1958) Las formaciones del inconciente, citado en Dor (1991) “Introducción a la lectura de
Lacan”
27
El niño presiente que la madre se significa a él como objeto potencial del deseo del padre. Cuando
comienza a imaginar que la madre no sólo lo desea a él, transforma imaginariamente esta verificación en
una apuesta de rivalidad. Se esfuerza por ocultar que la madre pueda desear al padre y, al mismo
tiempo, inviste al padre como objeto de deseo rival ante la madre. (Dor, 1991, p.39)
28
Dor, J Ibid, p.39

10
En síntesis, la metáfora paterna tiene una función estructurante puesto que es la fundadora del sujeto
psíquico como tal. Por lo tanto, si algo falla en la represión originaria, la metáfora paterna no se produce.
Verwerfung, traducida por el término de forclusión aparece como el mecanismo que puede hacer fracasar
la represión originaria29
Luego de haber presentado qué es el diagnostico en la clínica psicoanalítica y qué factores influyen en la
conformación de la estructura y los rasgos. Presentaré un breve caso clínico, que cuenta hasta el momento
con tres sesiones (entrevistas preliminares).

Caso “J”
J es una mujer de 31 años de edad que se dedica al cuidado de autos (parquímetros) aunque es
secretaria bilingüe. Vive con su pareja, una mujer con la que lleva siete años de relación, con algunas
interrupciones (la más larga fue de un año). Su vida la dedica principalmente al sindicato de trabajadores y
a estar en la casa.
Relaciones Familiares: El Padre
Sus padres están separados. El padre al cual hace referencia es el marido de su madre biológica, quien la
reconoció como hija. A su padre biológico nunca lo conoció. Anteriormente vivía con su madre, pero dejó
de hacerlo porque no le gustó la nueva pareja de ésta. Luego vivió un tiempo con su padre y la pareja de
él, sin embargo cuando éste cambió de novia, la relación entre J y él se vio afectada, finalizando con la
expulsión del hogar de parte del padre. La paciente señala que “él cambió y las relaciones se pusieron
malas” y que cuando la echó de la casa “fue por una tontera”, el padre le habría pedido que barriera el
patio y ella se habría negado. Otra acotación referente al padre es que éste le dijo unos años antes que
ella tenía que estudiar ingeniería, ella lo hizo pero no duró mucho tiempo porque dice que “no tiene cabeza
para los números”. Su padre era muy estricto con ella, no la dejaba salir a ninguna parte, no podía ir a
estudiar con compañeros, incluso una vez tuvo que escaparse. “J” ingresó a estudiar secretariado bilingüe
ya que le gusta mucho el inglés, comenta que era muy responsable hasta que conoció a su actual pareja.
La paciente señala que ahí “comenzó a carretear”, recalcando que antes el padre no la dejaba salir, y que
si ella llegaba un minuto tarde él se enojaba. Actualmente no ve a su padre, pero sabe noticias de él a
través de su abuela (paterna). “J” pregunta por él y por sus hijas, se ha enterado que las trata (tanto a la
mujer como a las hijas) con la misma violencia psicológica que a ella y su madre. La paciente señala que

29
“Esta tesis constituye, básicamente, el aporte original que introduce Lacan en las reflexiones freudianas
sobre la discriminación metapsicológica de las neurosis y las psicosis” Dor, 1991, p. 111

11
pensaba que el padre no iba a ser violento con sus hijas propias. A “J” le extraña la violencia que el padre
le propició porque pensaba que si no la quería entonces para qué la fue a buscar al sur y la adoptó.
Con respecto a la relación familiar actual, la paciente repite muchas veces en sesión “soy bien dejada”
porque dice que se acuerda mucho de su mamá y su abuelita, pero no las llama ni las va a ver (aunque
viven cerca). En las sesiones se recrimina, incluso en la última se va prometiendo que va a ir a ver a su
abuelita.

Sexualidad y relaciones amorosas


Ahora bien, con respecto a su homosexualidad. “J” señala que se la contó a su madre a los 24 años (siete
años atrás), lo hizo “para que ella no se enterara por otros lados”. La reacción de la madre fue que “ya lo
suponía” por la forma de vestir, la colonia, etcétera. “J” dice sentirse lesbiana desde siempre, enfatizando la
idea de que “con esto se nace” y que “uno no puede ir contra eso”. Desde los 7 u 8 años le gustaban las
compañeras y profesoras. Señala haber tenido relaciones con otras mujeres antes de “A”, pero les resta
importancia. “J” dice que sólo con “A” ha tenido relaciones sexuales. Cuando se le pregunta si ha
mantenido éstas con hombres, la paciente dice que si, que una vez pero que fue “una cosa de 5 minutos y
chao”, recuerda claramente que fue el año 95, es decir hace doce años. La paciente dice que tiene suerte
para pinchar, que siempre ha tenido suerte con eso. Se resiste a hablar de la relación que mantuvo con un
hombre, diciendo que fue “una cosa de calentura del minuto”. No se refiere más al tema. La paciente dice
que su condición sexual la complicaba cuando más chica, ya que “uno se reprime, en todo el sentido de la
palabra”. Comenta que el lugar que más le acomoda para estar es en la casa, porque en todos los demás
lados “uno no tiene espacio para ser uno”. A veces va a las discoteques de gays pero no le gustan mucho
porque ahí “va de todo, van bisexuales, heteros…” dice que uno se puede encontrar con cualquier persona
entonces “no se puede andar besuqueando”.
“J” plantea que lamentablemente en Chile no se acepta ver a dos mujeres besándose o de la mano, sin
embargo a ella tampoco le gusta ver cuando las “liceanas van de la mano, besándose y gritandose cosas”
ya que son unas “cabras chicas que no saben pa’ donde va la micro”. No le gusta verlas, lo encuentra
“chocante”, es partidaria de mantener las relaciones homosexuales en privado.
Otra situación importante de destacar es que por un tiempo, mantuvo una relación en trío con una ex
pareja de “A”. Esta instancia no le gustaba mucho, pero a “A” se le ocurrió. Ella no lo pasaba bien porque
en los momentos de intimidad no le gustaba ver a su pareja con otra. Es decir las relaciones sexuales

12
siempre eran duales. La paciente decidió “ponerle fin a la tontera” y se fue de la casa. Se fue un mes y se
hizo de una buena amiga, “A” la buscaba y a ella eso le gustaba, ya que señala que “la estaba probando”.
Ante la pregunta de si su padre sabe su condición, ella dice que no sabe si el padre está enterado pero que
cree que no y ahí señala “el solamente me dio el apellido”.

A continuación se revisará la teoría con respecto a la homosexualidad femenina, para posteriormente


analizar el caso, con el fin de dilucidar los rasgos estructurales y síntomas de la paciente.

Homosexualidad: ¿Perversión?
El concepto de Perversión ha sido utilizado generalmente de manera ilegítima para señalar
cualquier desviación de la norma sexual. Sin embargo, no debemos olvidar que uno de los méritos de
Freud al elaborar su original “Teoría de la sexualidad” fue señalar que “…la predisposición a la perversión
no es algo raro y especial, si no una parte de la constitución llamada normal”30. Según Laplanche y Pontalis
(1996) esta propuesta de Freud viene a confirmar y explicar la existencia de una sexualidad infantil. La
perversión adulta la entendió como la persistencia o reaparición de un componente parcial de la sexualidad
infantil. La homosexualidad era vista por Freud como una variante de la vida sexual, señalando en “Tres
ensayos sobre una teoría sexual” (1905) que “El psicoanálisis se niega en absoluto a admitir que los
homosexuales constituyan un grupo dotado de características particulares, que puedan aislarse de las de
los restantes individuos. Ha establecido que todos los individuos, sin excepción, son capaces de elegir un
objeto del mismo sexo, y que todos ellos han efectuado esta elección en su inconsciente”31. Conviene
recordar que para Freud nunca la normalidad fue considerada basada en el consenso social, y que el paso
a la plena organización genital, como lo señalé anteriormente, supone la superación del complejo de Edipo,
la asunción del complejo de Castración y la aceptación de la prohibición del incesto. Cabe señalar por
último, que la definición tan conocida de Freud de la perversión como “el negativo de la neurosis”32 hace
referencia más que nada a la ausencia de la represión como mecanismo de defensa, pero que tiempo
después fueron bien diferenciadas, haciendo la divergencia más compleja que como da a entender en esa
expresión.

30
Freud 1905, citado en Laplanche y Pontalis 1996, página 273
31
íbid
32
“Esta proposición parece insistir en un punto esencial de la economía pulsional. Los síntomas
neuróticos resultan siempre de cierta represión de los componentes pulsionales de la sexualidad (…)
Esta distinción freudiana entre proceso neurótico y perverso es importante….porque supone ya una
diferencia del punto de anclaje de estas estructuras en el contexto de la dialéctica edípica” (Dor, 1991,
p.44)

13
La homosexualidad femenina es definida, según el diccionario de Chemama (2004) como “Inversión sexual
en la mujer”. Sin embargo, de inmediato el mismo autor plantea que la definición de homosexualidad
femenina más bien vendría a contradecir el concepto de homosexualidad, que es amar lo mismo en el otro.
“Sería más bien la realización de una identificación masculina en una poción de rivalidad y desafío al
padre…La homosexualidad femenina depende de una identificación sexuada que sitúa al objeto en
posición de alteridad, posición “heteros” que la configura como heterosexualidad. La homosexualidad
masculina, por el contrario, sitúa al objeto en una supeditación al ser de la madre que no constituye un
acceso a dicha dimensión “heteros”: se trata de una homo-sexualidad.33

Para entender mejor esta definición haré un recorrido de lo que nos plantea Lacan al respecto, con el
objetivo de ir relacionando la teoría con el caso clínico “J” y con lo expuesto sobre la conformación de las
estructuras psíquicas.
Lacan, en el apartado “La primacía del falo y la joven homosexual” en El Seminario 4 (1957) comienza
diciendo: “Hoy daremos un salto para adentrarnos en un problema que normalmente no hubiéramos debido
abordar hasta más adelante …Este problema es el de la perversión, entre comillas, más problemática que
pueda haber en la perspectiva del análisis, es decir la homosexualidad femenina”34 Pues bien, ya Lacan
nos señala que el tema de la homosexualidad femenina es muy complejo, pasaremos a revisar porqué.
Como planteé anteriormente, en el texto “La organización genital infantil”, Freud plantea como un principio
la primacía de la asunción fálica. La fase fálica (antes de entrar al período de latencia) es típica para el niño
y la niña. La posesión o no posesión del falo es su elemento diferencial primordial. Por lo tanto, no hay
realización de macho o hembra, hay lo que está provisto del atributo fálico y lo que está desprovisto de él, y
este “estar desprovisto” es equivalente a estar castrado. Lacan plantea que esto es debido a una
ignorancia: por un lado está la ignorancia del papel fecundador del semen masculino, y por otro lado la
ignorancia de la propia existencia del órgano femenino. En este mismo texto Lacan comenta que “todos los
autores admiten que, en ese rodeo de su evolución, la niña, cuando entra en el Edipo, se pone a desear un
niño del padre como sustituto del falo faltante, y la decepción de no recibirlo juega un papel esencial para
hacerle desandar el camino paradójico por donde había entrado en el Edipo, o sea la identificación con el
padre, y para volver a encaminarla hacia la posición femenina”35

33
Chemama y Vandermersch (2004) Diccionario de psicoanálisis, p.323
34
Lacan, J (1957) La relación de objeto. El seminario 4. p. 97
35
Lacan, 1957. Las relaciones de objeto. El seminario 4, p. 100

14
La frustración de la castración se produce en el plano inconciente y en el momento, no es más que un
instante evanescente que desemboca en uno de los dos niveles: castración o privación. En realidad, señala
Lacan, sólo la castración instaura, en el orden que verdaderamente le corresponde, la necesidad de la
frustración, lo que la trasciende y la instaura en una ley que le da otro valor. Además, consagra la
existencia de la privación, la cual se concibe efectivamente sólo en el plano simbólico. Cabe señalar que la
frustración no es lo mismo que la privación, puesto que la frustración refiere a algo de lo que uno se ve
privado por alguien de quien precisamente podría esperar lo que pide. Por lo tanto, lo que está en juego de
este modo es menos el objeto que el amor de quien puede hacer ese don36
Aquí nos encontramos aún al margen de lo simbólico ya que en ese instante sólo existe ese don que viene
del otro, no se vislumbra aún la cadena donde se encuentra la razón del don, más adelante es cuando el
sujeto puede percibir que el don es mucho más completo de lo que parecía en un principio. Lacan plantea
que el don, cuando surge en cuanto tal, siempre hace desvanecerse al objeto como objeto. Si la demanda
es satisfecha, el objeto pasa a segundo plano. Si sucede lo contrario, es decir, la demanda no es
satisfecha, el objeto cambia de significación. ¿Porqué entonces hay frustración? Porque cuando la
demanda es insatisfecha, el objeto se considera exigible por derecho, nos dirá Lacan.
Luego, al introducirnos en la simbólica del don, se comprueba que el fantasma del falo, en el nivel genital,
adquiere su valor. “Sin embargo, el falo no tiene el mismo valor para quien posee realmente el falo, o sea el
niño macho, y para el niño que no lo posee, o sea el niño hembra”37 El “niño hembra”, si se introduce en
esta simbólica del don es porque no posee el falo. En la medida que ella faliciza la situación, es decir que
se trata de tener o no tener el falo, entra en el complejo de Edipo. El niño en cambio, es ahí cuando sale de
éste. Pero ¿qué quiere decir lo que no tiene? Nos pregunta Lacan. En una dialéctica simbólica, lo que no
se tiene existe tanto como todo lo demás, simplemente que está marcado con el signo “menos”. Entonces,
la niña entra a esta dialéctica con el signo “menos”, y el niño con el signo “más”. “En el interior de esta
simbólica del don, se pueden dar toda clase de cosas a cambio, tantas cosas, ciertamente, que por eso
mismo vemos tantos equivalentes del falo en los síntomas”38

36
Lacan, 1957. Las relaciones de objeto. El seminario 4, p. 103
37
Ibid, p.125
38
Lacan, 1957, La relación de objeto, p. 125

15
Caso “J” y sus avatares

La mujer y la perversión
Quisiera comenzar señalando brevemente un posicionamiento fundamental en la cuestión de la mujer y la
perversión.
Fuera de la homosexualidad en la que puede desembocar la sexualidad femenina, parece azaroso,
por no decir inconsecuente, hablar de perversiones sexuales en la mujer. Esto no excluye – es un
hecho observable corriente – que las mujeres puedan mantener una cierta relación con la
perversión. Pero ¿podemos por esta razón, más allá de esas afinidades con las relaciones
perversas, poner de manifiesto en la mujer una dinámica del deseo susceptible de responder a los
criterios que permiten aislar un perfil de estructura correspondiente al que define su especificidad
en el hombre?39
Para adentrarnos a esta temática, haré referencia a la identificación sexual y la atribución fálica:
Ya señalé anteriormente que el niño es conducido a las identificaciones a partir de la metáfora paterna.
Desde ahí, el situarse como hombre o mujer está directamente relacionado con la simbolización de la ley y
de la castración. Por lo tanto, la cuestión de la identidad sexual es totalmente dependiente de la relación
que todo el mundo mantiene con el problema de la atribución fálica40
Joel Dor (1987) en “Estructura y Perversiones”, nos plantea que hay que distinguir dos planos en la
temática de la identidad sexual: Un primer nivel: lo real de nuestra anatomía sexual y por otra, justamente
nuestra identidad sexual, la cual resulta de una elaboración psíquica a partir de ese real. Los diversos
avatares de esta elaboración psíquica están programados por la relación del sujeto con el falo.
¿Qué pasa con la mujer homosexual? La mujer homosexual no puede renunciar a “tener” el falo que “no
tiene”. Ciertamente sucede lo mismo con la histérica, pero existe una diferencia que, según Dor, se salda
precisamente por otro perfil de identidad sexual. “En efecto, contrariamente a la histérica, la mujer
homosexual se sustrae desde el principio a la dialéctica del don fálico. No puede esperar recibir el don del
falo, puesto que no participa en el intercambio que se instituye en la dimensión heterosexual”41 Sin
embargo, al igual que la histérica sabe donde se encuentra el falo que no tiene: en aquel que no lo es sin
tenerlo, es decir, el padre. Pero, el autor nos señala, que por más que lo sepa, sabe también que se trata
de un padre que nunca supo verdaderamente dar la prueba de que lo tenía. Encontramos esta carencia

39
Dor, 1987, Estructura y Perversiones, p.173
40
Dor, 1987, Estructura y Perversiones, p.143
41
Dor, 1987, Estructuras y Perversiones, p.153

16
expresada en uno de los fantasmas favoritos de la mujer homosexual, donde el padre es un hombre que no
supo amar a la madre como hubiera convenido que lo hiciera. Esto lo hallamos claramente en el caso de
“J”, quien señala que no entiende porqué el padre era violento con su madre. Además este padre aceptó
reconocerla, es decir, apoyó a la madre en una instancia importante de su vida, sin embargo se separaron,
por lo tanto “no supo amarla como hubiera convenido”.
Es por esto, que la homosexual lanza un desafío al padre, y a los hombres, con respecto a la atribución
fálica. Vemos en el caso de “J” que existe un desafío mutuo, una especie de competencia, ya que el padre
la obliga a estudiar ingeniería (carrera mayoritariamente masculina), ella acepta primero, pero después se
retira. Como otra manifestación, él siempre la obligaba a quedarse en casa, sin embargo un día ella se
escapa. Es decir, es una relación que está desafiándose continuamente. Esto es porque en la identidad
sexual de la mujer homosexual, sostiene mejor que cualquiera el desafío, puesto que no teniéndolo nunca,
lo dará tanto mejor42 Si lo que importa, ante todo es poder dar el falo a una mujer, la mujer homosexual se
esfuerza en demostrar a un hombre que ella es susceptible de realizar lo que ninguno de ellos podría
hacer, porque como todo hombre está castrado, no ofrece a una mujer más que lo que no tiene. Para
poder demostrar esto, la mujer homosexual se “identifica con las insignias del otro”43 es decir, con las
marcas de la atribución fálica cuya presencia pudo sin embargo localizar al padre. Es por esto que, de la
manera como lo hace un hombre o incluso mejor que un hombre (puesto que no tiene necesidad de pene)
hará gozar a una mujer y gozará con ella. Se presenta entonces, como aquella que puede colmar la falta
de otra mujer. Todo lo anterior demuestra que la mujer homosexual quedó un “poco más acá de la
castración de la histérica”44 , ya que no teniéndolo, sí se esfuerza, sin embargo, por demostrar a los
hombres su superioridad con respecto a las mujeres, es porque queda presa de esa posición en la que ella
misma representa el falo para una mujer. Pues bien, la paciente “J” señaló que cuando se fue de la casa
del padre fue por una “tontera”, que él le dijo que barriera el patio y ella no quiso. ¿Habrá sido esto un
reclamo contra una visión de inferioridad de parte del padre? ¿Porqué ella no quiso barrer el patio? Porque
se negó a aceptar la posición de inferioridad, aquí se ve claramente la rivalidad, el desafío y la negativa de
sentirse inferior.
No obstante, esta identidad sexual no puede sostenerse sin la referencia al tercero masculino del cual la
homosexual tiene siempre necesidad de presumir algo del orden de un saber sobre eso que lo especifica
como tal, o sea el falo. El tercero masculino se supone dotado siempre de los emblemas fálicos, por esto

42
Dor, 1987, Estructuras y Perversiones, p.153
43
Perrier y Granoff en Dor 1987
44
Dor, 1987, p.154

17
Perrier y Granoff45 señalan la preocupación de esta connotación fálica en la relación amorosa que la
homosexual mantiene con su compañera. Especialmente a través de la preocupación que tiene de
asegurarle el goce, tal como imagina que un hombre es susceptible de testimoniarlo a una mujer a causa
de sus atributos fálicos46 Recordemos que “J” llega a la terapia porque no estaba cumpliendo con las
expectativas de su pareja, en cuanto a las relaciones sexuales. Esto es muy importante ya que para
aceptar ir a las sesiones psicológicas, “J” tiene que haberse visto afectada por este poco rendimiento
sexual, ya que su deber es demostrar lo contrario, su capacidad de llenar esa falta, de hacer gozar a la
mujer. Se ha señalado repetidamente que la mujer requiere de un tercero masculino para afirmar su
feminidad, ya que el campo de la feminidad está subordinado al reconocimiento del otro47. Joel Dor
sostiene que el modo de asunción de esta feminidad es el objeto de una invariable rivalidad de toda mujer
frente a otra, confirmando de esta manera la consistencia del término “envidia” cuya connotación especifica
Freud como una constante típica de la estructura femenina. Este registro de la envidia, nos hace volver a la
cuestión de la homosexualidad femenina y de la perversión. Ya que la envidia del pene, metonímicamente
traducida a través de la reivindicación fálica, resulta, para la homosexual, la expresión paradójica de su
envidia de la feminidad que venera precisamente en su compañera. Por eso “J” señalaba en sesión que
desde pequeña le gustaban sus profesoras y sus compañeras, porque éstas se presentaban como objeto
de atracción para “J”, ofrecidas a un deseo del hombre, por cuanto a su feminidad.
Por otro lado, siguiendo al autor, la mujer homosexual parece haber amado demasiado a su padre. En el
caso de “J” esto lo podemos explicar por el hecho de que el padre la adoptó, es decir a él no le tocó ser su
padre, si no que él la escogió. Por eso “J”, al sentirse escogida y apreciada, lo debe haber amado
demasiado. Pero antes de eso, debe haber amado demasiado a su madre, y no haber podido soportar la
frustración de ese amor. Joel Dor plantea que en ese momento, el padre hereda la “transferencia de amor”
y se vuelve el soporte de una identificación masculina posible. De hecho, el objeto de amor paterno no
desaparece como tal sino porque el niño lo introyecta apropiándose en esta ocasión de sus atributos
fálicos. Emblemas fálicos, respecto de los cuales el discurso de la madre no cesa de destilar, por otra
parte, que el padre no supo aprovechar nunca los privilegios de ella. Significándose así como carente ante
su hija, la madre revela la dimensión de impostura del padre que se supone tenerlo que no supo ‘hacer la

45
Citados en Dor, 1987
46
Perrier y Granoff, citados en Dor 1987
47
Piera Aulagnier, en un estudio, reconoce el origen de la cuestión de la feminidad en el punto mismo en
que se constituye la interrogación trágica del perverso ante el descubrimiento de la ausencia del pena
materno…Alrededor de este objeto faltante, sitúa el surgimiento de la feminidad, la cual sería “el nombre
dado, por el sujeto del deseo, al objeto allí donde no puede nombrarse porque falta” (Dor, 1987, p.174)

18
ley’. La ambigüedad se revela entonces suficiente para que la hija se identifique con el objeto de esa falta48
Esto es sin duda lo que sucede en la mujer homosexual, se propone como objeto capaz de colmar la falta
del otro, entonces, reanuda sus primeros amores al encontrar inconcientemente en el otro a la madre
faltante. Lo logra, representando ella misma el objeto de la falta, que no tiene, pero que puede dar al otro
femenino. Esta es la hazaña que debe lograr, realizar eso que ningún hombre (ningún padre) pudo realizar.

Según todo esto, ¿es la homosexualidad femenina una perversión?


En la medida que la homosexualidad se presenta como un camino sexual que una mujer toma, Joel Dor
nos responde que más bien es como si la mujer actualizara su catexia libidinal en el modo perverso sin
tener nunca nada que pervertir.
La siguiente cita resume la posición final sobre el enigma de la perversión y la feminidad:
Cualquiera sea la expansión de estas manifestaciones perversas femeninas, nada autoriza a
concluir que existan procesos perversos organizados al nivel de una estructura. A lo sumo se trata
de identificar, en esas actualizaciones perversas, la expresión de vestigios de perversidad
polimorfa del niño, que permiten que una mujer pueda convertirse fácilmente, en un momento
dado, en el instrumento adecuado para servir a la perversión del hombre…En realidad, a causa de
la relación que la mujer mantiene necesariamente con lo real de la ausencia fálica, las
manifestaciones perversas de la mujer difícilmente puedan considerarse una perversión sexual
propiamente dicha49

Homosexualidad femenina: ¿qué es?


Hay un consenso en los autores en que la estructura perversa en la mujer es bastante
problemática y difícil de afirmar, pero que lo que parece asomarse con mayor lucidez es que existen
manifestaciones perversas en el comportamiento femenino. Como señalé al comienzo de este trabajo, se
nos planteó un ejemplo relacionado con las acciones de orden, señalando que eran comúnmente
asociados a la neurosis obsesiva, pero que sin embargo se podía ver muy frecuentemente en la histeria.
Pues bien, aquí sucede lo mismo. La mujer sin poseer una estructura perversa, puede tener rasgos
perversos. Estos rasgos que hemos visto en la mujer homosexual, se pueden explicar perfectamente en
una conformación histérica. Fue por este motivo, que consideré importante hacer la diferencia, en una

48
Dor, 1987
49
Dor, 1987, p.177

19
primera instancia, entre los rasgos estructurales y las estructuras. Ahora revisaré cómo, desde una
estructura histérica, se podrían encontrar algunos rasgos perversos que presenta nuestra paciente.
En la vertiente estructural de la histeria también se puede observar y explicar la dimensión del desafío y la
trasgresión. Ya comentamos que “J” mantenía un constante desafío con su padre, y que en un minuto dado
ella transgredió las reglas que él impuso por tanto tiempo. Pues bien, la trasgresión en la histeria se explica
por la dimensión de la identificación y la consiguiente identidad sexual. Si ciertas expresiones del deseo
histérico adoptan un perfil perverso, es siempre mantenida por el histérico en el terreno de su identidad
sexual50 Esta ambigüedad sexual o indeterminación, la notamos en la paciente con respecto al no saber
qué lugar ocupa. “J” manifiesta enfáticamente que el único lugar donde “puede ser uno” es en la casa ya
que todos los otros lugares no están bien definidos, como por ejemplo la discoteques para homosexuales,
“va de todo” (refiriéndose a heterosexuales, bisexuales…) y eso le molesta, dice que no poder besar a su
pareja porque no sabe quien puede estar ahí. Así como también señala que no le gusta ver a parejas de
lesbianas de la mano o besándose, lo encuentra “chocante”, entonces ¿cómo ella lo hace? También le
molesta ver a las niñas más chicas en actitudes homosexuales ya que dice que ellas “no saben para donde
va la micro”, entonces ¿quién parece no saber para donde va la micro?
El desafío histérico, es según Dor, siempre un desafío “de pacotilla” ya que no está sostenido en el
cuestionamiento fundamental de aquella ley paterna que refiere la lógica fálica al significante de la
castración. Ya que en el caso de la histeria, el significante ya está simbolizado, sin embargo el gran precio
que hay que pagar por esa simbolización es el de la nostalgia fálica. De ahí que el desafío vaya siempre
dirigido a una reivindicación fálica. El “no soy lo que tu crees” que se entrevé en el hecho de no barrer el
patio. O el “pruébame que realmente tienes lo que supuestamente debes tener”, cuando “J” señaló “para
qué me fue a buscar al sur entonces, para qué me adoptó” o el “yo pensé que con sus hijas propias iba a
ser diferente”, refiriéndose al padre.
No entraré en detalles de la conformación estructural de la histérica, puesto que nos basta con saber que la
ley del padre ha sido simbolizada. Pero sí destacaremos que las histéricas son militantes del tener, es
decir, su lucha constante es con la reivindicación fálica. La conquista ansiada es “apropiarse del atributo
fálico del cual el sujeto se considera injustamente desprovisto…En el caso de la mujer, deberá ‘hacerse el
hombre’”51
El último, y quizás más relevante para este caso, rasgo histérico que quiero destacar es el de su identidad
femenina. La histérica fija un modelo femenino para tratar de asumir su propia feminidad. Esto se puede
50
Dor, 1991, Estructuras clínicas y psicoanálisis
51
Dor, 1991, Estructuras clínicas y psicoanálisis, p.88

20
ver en el “Caso Dora”52 de Freud, donde ésta se encontraba encantada por las cualidades de la señora K.
Joel Dor nos dice que Freud, mucho más tempranamente había presentido, en los avatares de ese proceso
identificatorio, una de las constantes más fundamentales del comportamiento histérico. Es en esta
dimensión, donde surge y se desarrolla la homosexualidad histérica. Es decir, que dentro de una estructura
histérica, la homosexualidad femenina está más ligada al proceso de identificación que a la dimensión de
elección del objeto amoroso. Si la mujer histérica se rinde a los pies de otra mujer, en este caso su pareja,
es porque ella supuestamente podría tener la respuesta a la pregunta emblemática de la histérica: ¿qué es
ser una mujer? “En virtud de esta pregunta central, la homosexualidad histérica no consiste en elegir a una
mujer como objeto de amor ideal. Por el contrario, en esta promiscuidad homosexual, la histérica busca,
ante todo, ser como ella, pensar como ella, vivir como ella, hacer el amor como ella…”53
La histérica busca en la otra mujer también, lo que nunca pudo obtener en la relación con su madre. Ya
que no se sintió lo suficientemente amada y no pudo colmar su falta. “J”, como señalé anteriormente, antes
de amar demasiado a su padre, amo demasiado a su madre, pero no obtuvo lo suficiente. Esta frustración,
sentirse desvalorada e incompleta, hace que la histérica se sienta constantemente insatisfecha. Podemos
ver en nuestro caso clínico que “J” parece alegar por todo. No estar de acuerdo con las cosas. Por ejemplo,
se fue de la casa de su madre porque no le gustó la nueva pareja, se fue de la casa del padre porque tuvo
problemas en el momento que éste cambió de pareja, no le gusta que “A”, su pareja actual esté siempre
acostada, si bien tiene discoquetes gays (un lugar) para poder ir no la conforman porque puede ir de todo
tipo de gente. Es decir, la paciente presenta numerosos rasgos insatisfactorios típicos histéricos. Ni si
quiera está conforme consigo misma, ya que se reprocha, durante las sesiones el se “dejada” con su
madre y su abuela. “Las quiero mucho pero no las voy a ver…si, soy bien dejada en realidad”, señala.
Vemos en la paciente también su afán por “regir a todos”, le gusta que todo lo del sindicato vaya bien,
solamente así puede estar bien ella misma, le gustaría que las “liceanas no se anden besuqueando ni de la
mano”, le gustaría que las discoteques estuvieran más definidas en cuanto a quien entra y quien no, le
hubiera gustado elegir la pareja para su madre, para su padre. “La histérica busca regir a todos. La
contradicción reside en que, interpelando a los amos y trabajando para abolir los privilegios, reclama al
propio tiempo a aquel que sería tan potente como para abolir la alteridad”54
Por último, quisiera hacer referencia a la relación que mantuvo “J” con dos mujeres a la vez, en realidad
esta relación trial consistía en compartir más que nada, pero “J” señala que al momento de llegar a la

52
En: Fragmento de análisis de un caso de histeria (Dora) y otras obras. Tomo XII
53
Dor, 1991. Estructuras clínicas y psicoanálisis, p.105
54
Chemama y Vandermersch (2004) Diccionario de Psicoanálisis, p.315

21
intimidad “ahí quedaba la escoba”. Este cuadro nos remite inevitablemente al trío edípico. Podríamos decir
primero que todo, que es una situación que ella no escogió “A la ‘A’ se le ocurrió esa tontera”, pero por otro
lado no tenía escapatoria ya que la tercera integrante había tenido una relación anterior con su pareja por
lo cual era una amenaza. “J” se encuentra en una posición indeterminada en este trío y señalaba que no
soportaba ver a la “A” con otra teniendo relaciones. Al igual como no debe haber soportado saber que no
era el objeto ideal de su madre. Finalmente decidió “ponerle fin a la tontera” e irse de la casa. Es decir,
demostrar una insatisfacción con la situación, al sentirse poco querida y amada, al igual que por su madre.
Entonces se retira del trío. Al igual que lo que sucede en la simbolización del Edipo, con sus ya sabidas
consecuencias. Pero ya la misma situación de experienciar un trío a estas alturas, puede ser un indicador
de que la situación nunca estuvo tan resuelta. “J” se va de la casa con la esperanza de que “A” la vuelva a
buscar, es más, señala, “lo hice para probarla”. Recordemos que la histérica intenta retener a quien esté
segura que pueda cumplir todas sus exigencias, aunque nunca lo haga. Este “poner a prueba” nos vuelve a
ejemplificar el desafío que detallé anteriormente.

22
Conclusiones

El diagnóstico en psicoanálisis no es igual que en las demás “ciencias”. Para la clínica


psicoanalítica el instrumento primordial es la palabra del sujeto. Por consecuencia, con lo único que cuenta
el analista es con su escucha. Pero, como la palabra del sujeto miente, hay que dejar al paciente decir para
poder llegar, de a poco y con suma precaución, a la dimensión de lo dicho (inconciente). Por esto mismo, la
idea de las primeras sesiones no es clasificar, ya que esta clasificación no se puede realizar en un primer
momento. Se ha planteado que al estar sujeta la clínica psicoanalítica a la escucha y el decir, sería muy
subjetivo el plano diagnóstico. Sin embargo, Joel Dor nos señaló que en el decir del paciente podemos
encontrar una cierta trayectoria estereotipada en la economía del deseo. Estos son los rasgos
estructurales.
La estructuración psíquica del sujeto se conforma según se de la situación edípica. La función
paterna aquí es fundamental, ya que interviene en el registro de la castración, dependiendo de la
simbolización de la ley del padre, devienen las estructuras. Por lo tanto, la función paterna es la fundadora
del sujeto psíquico como tal.
Después de revisar la perversión y la lógica estructural que se da en relación a la atribución fálica,
podemos ver que en la mujer no puede existir una perversión, porque a causa de la relación que la mujer
mantiene necesariamente con lo real de la ausencia fálica, las manifestaciones perversas de la mujer
difícilmente puedan considerarse una perversión sexual propiamente dicha.
Esto nos lleva a pensar que en el caso de homosexualidad femenina, y particularmente en el caso
de “J”, lo que observamos son rasgos estructurales perversos provenientes de una probable estructura
histérica. Lo que quiere decir, que los síntomas que presenta “J” estarían hablando de la reivindicación de
la atribución fálica, manifestada principalmente por: la identificación con el padre, el desafío hacia él, y la
admiración a las mujeres por la necesidad de saber qué es la feminidad. Por esto busca en las mujeres lo
que no pudo encontrar en su madre, la identificación femenina.
De todas maneras y principalmente por lo expuesto en el trabajo, es importante destacar que esto
se trató de una aproximación a los rasgos estructurales de la paciente, puesto que está aún en las
sesiones preliminares y el trabajo todavía es escuchar su decir, para acceder a lo dicho. Lo único que
sabemos hasta el momento, es que “J” se encuentra en una situación ambigua, que parece no haber
encontrado aún su verdadero lugar.

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Bibliografía

 Chemama, R. & Vandermersch, B. (2004) Diccionario de Psicoanálisis (Segunda Edición).Buenos


Aires: Amorrortu editores
 Dor, Joel (1987) Estructura y Perversiones. Barcelona: Gedisa editorial
- (1991) Estructuras clínicas y psicoanálisis. Buenos Aires: Amorrortu editores
- (1994) Introducción a la lectura de Lacan: El inconciente estructurado como lenguaje. Ciudad de
México: Gedisa Editorial
 Freud, Sigmund (1905) Tres ensayos sobre una teoría sexual. En: Fragmentos de análisis de un
caso de histeria (Dora) y otras obras. Tomo VII. Buenos Aires: Amorrortu editores
- (1910) Sobre el psicoanálisis silvestre. En: Cinco conferencias sobre psicoanálisis, un recuerdo
infantil de Leonardo da Vinci y otras obras. Tomo XI. Buenos Aires: Amorrortu ediciones
- (1913) Sobre la iniciación del tratamiento (nuevos consejos sobre la técnica psicoanalítica I) En:
Sobre un caso de paranoia descrito autobiográficamente y otras obras. Tomo XII. Buenos Aires:
Amorrortu
 Lacan, Jacques (1957) La relación de objeto. El Seminario 4. Buenos Aires: Paidós
 Laplanche J. y Pontalis J.B.(1996) Diccionario de Psicoanálisis. Buenos Aires: Editorial Paidós
 Mannoni, Maud (1965) La primera entrevista con el Psicoanalista (novena reimpresión, 2003).
Buenos Aires: Gedisa editorial

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