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MANUAL DE
CONTENIDOS:
VARIABLES
PSICOLÓGICAS Y
SALUD
Índice
Manual de contenidos:
Variables psicológicas y salud
La Organización Mundial de la Salud (OMS) define la salud como “un estado de completo bienestar
físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades” (1946), reconociendo su
naturaleza integral, enmarcada en el enfoque biopsicosocial. Es así que distintas variables influyen en los
procesos de salud / enfermedad de las personas, sus familias y comunidades.
Entre algunos de los factores o variables psicológicas que influyen en la salud y la enfermedad de las
personas podemos identificar los siguientes:
A) PERSONALIDAD
La personalidad es un conjunto de características o patrones que definen a una persona, es decir,
sentimientos, pensamientos, actitudes y conductas de cada individuo que nos hacen ser diferentes de
los demás. Representa características estructurales y dinámicas de los individuos, las que se reflejan en
respuestas más o menos específicas en diferentes situaciones.
Desde una perspectiva salutogénica, se percibe la salud como una variable dinámica que incluye los
planos individual, laboral, social y ecológico de la persona, y el sujeto tiene un rol activo ante su propia
salud. En este contexto, la personalidad es una variable que predispone a la salud, o bien, a la enfermedad.
Todos los seres humanos heredamos una dimensión de la personalidad al momento de nacer, la cual
esta condicionada por la biología del sujeto. Esta parte heredada de la personalidad se va modificando a lo
largo del tiempo en función de las relaciones del sujeto con el ambiente (Jiménez Benítez, 2015).
Existen distintos modelos explicativos que relacionan la personalidad con los procesos de salud /
enfermedad, donde algunos plantean un modelo de efectos directos, que propone que la personalidad
provoca directamente los cambios en los estados fisiológicos que causan la enfermedad o agravan la
salud. Otros modelos tienen un planteamiento indirecto, que plantean que la personalidad influencia las
conductas de riesgo que incrementan la probabilidad de enfermar (Jiménez Benítez, 2015).
Manual de contenidos: Variables psicológicas y salud 4
Psicopatología
La psicopatología relaciona ciertos trastornos físicos con alteraciones psicofisiológicas o psicosomáticas.
Por ejemplo, la relación entre trastorno arterial coronario y depresión / ansiedad; la relación de las
enfermedades cardiovasculares con factores de personalidad tipo A; la depresión como antecedente y
consecuente del cáncer; y la relación entre diabetes y depresión.
el estrés interpersonal desamparo y desesperanza crónicos (Eysenck, 1994, citado en Torres, 2006;
Hernández, 2001).
Estilo de interacción paciente, pasivo, apacible, actitud poco asertiva, conformista y de extrema
cooperación y control de la expresión de las emociones negativas, en particular, de las indicadoras
de agresividad ([Temoshok & Dreher, 1993; Watson & Greer, 1998; Spencer, Carver & Price, 1998],
citado en Hernández, 2001).
Este patrón se corresponde con las respuestas de frustración, inhibición, sumisión y derrota
sustentadas por el sistema inhibidor de la acción, subsistema nervioso central que regula la
psicobiología del estrés (Valdés, 1990, citado en Torres, 2006, p.565), manifestando mayor
susceptibilidad a ciertas patologías como el asma, resfriados o cáncer (Torres, 2006).
Estos resultados son consistentes con la evidencia entregada por (Greer y col., 1979; citado
Hernández, 2001), quien encontró que pacientes diagnosticadas con cáncer de mama tienden a
presentar estilos de manejo del estrés más represivos, manteniendo una aceptación estoica o
expresando estados de ánimo deprimidos y de desesperanza, siendo la extroversión y la actividad
social predictores de mayor sobrevida. Así también, se asocia a mayor sobrevida la tendencia a
expresar las emociones de enojo e ira contra la enfermedad (extroversión), el espíritu de lucha, altos
niveles de negación de la enfermedad y mantener actividad social (Molina, Hernández y Sarquis,
2009).
● Perspectiva informacional
Desde este enfoque, se plantea que las conductas de riesgo se explican por la ausencia de
conocimientos (o falta de información), por lo que existiría una relación causal entre “percepción
individual del riesgo” y “conducta”. Es decir, las personas que realizan conductas de riesgo se deben
a la falta de información personalizada hacia el sujeto (hacia sus necesidades informacionales). Esto
se explicaría mediante la “ilusión de invulnerabilidad” cuando los sujetos justifican sus conductas de
riesgo, a pesar de conocer los riesgos para la salud, ya que habría información precaria o inexistente
acerca de cuál es el riesgo específico para ese sujeto (García-Martínez et al, 2011).
B) OPTIMISMO
El optimismo se ha relacionado ampliamente con la “tendencia de una persona a ser motivada por la
creencia de que los resultados deseados son fácilmente alcanzables” (Londoño, 2009). Diversos autores la
han relacionado también con efectos positivos sobre la salud psicológica y física de las personas ([Absetz,
Aro, Rehnberg & Sutton, 2000; Branon & Feist, 2001; Fournier, Ridder & Bensing, 2002; Gordon, Feldman,
Crose & Schoen, 2002; Kennedy & Hughes, 2004; Ridder, Schreurs & Bensing, 2004; Waltenbaugh &
Zagummy, 2004; Remor, Amorós & Carboles, 2006; Ouwehand, De Ridder & Bensing, 2008; Brydon, Walter,
Wawrzyniak, Whitehead & Steptoe, 2008; Conway, Magai, Springer, & Jones, 2008] en Londoño, 2009).
Seligman (1990; citado en Londoño, 2009) plantea que el optimismo es una característica disposicional
de personalidad, la cual cumple un efecto mediador entre los eventos externos y la interpretación que
realizan los sujetos sobre esos acontecimientos. El año 2003, Seligman (Seligman, citado en Londoño, 2009)
plantea que el optimismo se define como una tendencia de los sujetos a explicarse los eventos negativos
a través de:
De esta manera, las personas con un estilo pesimista tienden a explicarse los eventos negativos
planteando que estos tienen una causa interna al sujeto, que son situaciones o acontecimientos estables
en el tiempo y que, además, son situaciones generalizadas a los distintos ámbitos de la vida del sujeto.
Estas diferencias entre el estilo atribucional de acontecimientos negativos de personas optimistas
versus personas pesimistas se pueden representar mediante el siguiente cuadro comparativo:
Optimistas Pesimistas
Las personas que presentan optimismo disposicional (es decir, como una característica estable de su
personalidad) mantienen expectativas positivas generalizadas de resultado, es decir, tienen la creencia de
que el futuro depara más éxitos que fracasos, y, en estos casos, la evidencia indica que ([Carver y Scheier,
2001; Chang, 2001; Scheier, Carver y Bridges, 2001]; citado en Londoño, 2009):
más probables de ocurrirles a sí mismos que a los otros y en la creencia de que los acontecimientos
negativos son menos probables.
Por lo tanto, la evidencia indica que si el optimismo no es realista y funcional puede llevar al sujeto a
realizar conductas arriesgadas, irresponsables y de no cumplimiento (Seaward y Kemp, 2000; en Londoño,
2009).
C) LOCUS DE CONTROL
El concepto “locus de control” comenzó a estudiarse formalmente con Rotter, 1996 (citado en Oros,
2005), y ha ido desarrollándose a través del tiempo mediante diversos estudios. Este concepto se refiere a
la “posibilidad de dominar un acontecimiento según se localice el control dentro o fuera de uno mismo”
([Bandura, 1999; Richaud de Minzi, 1990]; en Oros, 2005).
Las creencias de control que tienen las personas se refieren a las representaciones subjetivas que
realizan acerca de sus propias habilidades para controlar o modificar eventos o situaciones relevantes de
sus vidas ([Bandura, 1999; Lazarus y Folkman, 1986; Richaud de Minzi, 1990]; citado en Oros, 2005). De esta
manera, se plantea en un polo el “locus de control interno”, el cual se refiere a que el sujeto percibe una
situación como contingente con su conducta (es decir, percibe que tiene control sobre los eventos del
ambiente y que tiene la capacidad de dominar el acontecimiento), y, en el otro polo, el “locus de control
externo”, donde el sujeto percibe que la situación no es contingente con su conducta (es decir, no importa
los esfuerzos que el individuo haga, el resultado será consecuencia del azar o del poder de los demás, pero
no depende de su conducta).
La evidencia expone que las personas con locus de control interno tienden a presentar mayores niveles
de ajuste psicosocial, relacionándose con las siguientes características ([Day, 1999; Pelletier, Alfano y Fink,
1994; Rimmerman, 1991; Valle, González, Núñez, Vieiro, Gómez, y Rodríguez, 1999]; citado en Oros, 2005):
Consistente con estos resultados, también se ha relacionado al locus de control interno (Oros, 2005,
pp. 90-91):
Así también, la evidencia ha relacionado el “locus de control externo” como predictor de (Oros, 2005,
p. 91):
● Enfermedades (Hoon, Hoon, Rand y Johnson, 1991; McNaughton, Patterson, Smith y Grant, 1995).
● Baja satisfacción laboral (Jain, Lall, McLaughlin y Johnson, 1996).
● Mayor dificultad para realizar procesos de ajuste emocional (Kliewer y Sandler, 1992; St. Yves,
Freeston, Godbout y Poulin, 1989).
● Mayor percepción de amenaza (Grassi, Righi, Sighinolfi, Makoui y Ghinelli, 1998; Oros, 2000).
● Pacientes con VIH dejan a la suerte o al destino el curso de su enfermedad (Astudillo, 2001; citado en
Padilla y Díaz, 2011).
Sin embargo, la evidencia también ha demostrado que las personas con un estilo atribucional de
control externo no siempre se asocian a un peor estado de salud o que el locus de control interno siempre
será beneficioso para el sujeto. Es necesario considerar si la atribución de control se realiza sobre eventos
de éxito o de fracaso. Si se presenta un estilo de atribución de control interno ante situaciones de éxito,
se asocia a resultados positivos y saludables para las personas, sin embargo, si se realiza sobre situaciones
de fracaso, se asocia a resultados negativos para el sujeto, y en mayor medida si es que esto es de manera
sostenida en el tiempo. Esto se explica porque existen dos tipos de internalidad para el fracaso ([Janoff y
Bulman, 1979 y Miller y Porter, 1983; en Darley et al., 1990]; citado el Oros, 2005, p. 91):
● Personalidad resistente
El modelo de Kobasa de personalidad resistente o hardiness (1982; citado en Moreno-Jiménez,
Garrosa-Hernández y Gálvez-Herrer, 2005) plantea que la personalidad resistente se configura como
un factor protector para la salud. Las dimensiones de la personalidad resistente se configuran en
acciones y compromisos adoptados en cada momento (personalidad dinámica).
La personalidad resistente presenta 3 dimensiones altas frente al estrés laboral o de la vida
cotidiana (Moreno-Jiménez, Garrosa-Hernández y Gálvez-Herrer, 2005, pp. 5-6):
» Compromiso: Tendencia a involucrarse en los aspectos o áreas de la vida que considera
valiosos, así como la tendencia a identificarse con lo que hace.
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Autoconcepto Autoestima
● Resiliencia
La resiliencia incluye aspectos de la cognición, motivación, emoción, contribución del ambiente
y acciones que las personas realicen para desarrollarse psicológicamente sanos y socialmente
exitosos, a pesar de contextos dificultosos o desfavorables. Desde este enfoque, se plantea que la
resiliencia tiene dos componentes fundamentales: la resistencia a la destrucción de estas personas
y la capacidad de reconstruir sobre circunstancias o factores adversos (Moreno-Jiménez, Garrosa-
Hernández y Gálvez-Herrera, 2005, p.10-11).
Los niños resilientes presentan las siguientes características de personalidad: competencia
social, capacidad de resolución de problemas, autonomía, control interno y planteamiento de metas
y de expectativas saludables (Munist et al, 1998, p. 20).
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