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Solemos creer que suena “más” democrático el mandato imperativo por sobre el
representativo porque no consideramos el factor ilusorio que porta el concepto de
representación. A lo largo de las hojas, hemos podido apreciar el carácter ficcional
de la representación tanto estamental como la moderna, y este carácter es propio
del fenómeno social. Estos no son naturales, no son “cosas” como un árbol, una
casa o un planeta, antes bien son construcciones sociales que asumen formas
fenoménicas que son lo que nos posibilita analizarlas y comprender como operan
en la realidad en que se despliega la existencia humana. Lo que no debemos perder
de vista en nuestro análisis es que siempre es la humanidad, la definamos como
queramos definirla, la actriz principal de estas ficciones. En este aspecto, la
democracia directa parece ser la que “mas” se ajusta al principio democrático pero
es imposible llevarla a la práctica en la sociedad del siglo XX y del siglo XXI. Puede
servirnos como Tipo Ideal, como utopía inspiradora de conductas pero todos
sabemos que, en virtud de la complejidad de nuestras sociedades, es imposible
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llevarla a la práctica. Lo que nos queda entonces, y no como resultado resignado,
es la realidad de la democracia representativa implementada a través de las
elecciones que son la clave para entender el tema que estamos analizando. El
modelo representativo, reconociendo su ficcionalidad, es el único posible y esta
realidad debe funcionar como un estimulante, un acicate para el análisis y para la
adquisición de responsabilidad cívica en relación a nuestro derecho a elegir a
nuestros representantes. Será el compromiso cívico el garante de que los
representantes ejerzan la responsabilidad (accontaubility) del cargo.
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causas muchas de las cuales las conocemos a posteriori y después de muchos
años de sucedidos los eventos determinantes. Reducir la complejidad social a dos
polos, nos parece un poco audaz.
La idea que se asentará como paradigma político es la idea de que el ser humano
es un ser independiente y libre por naturaleza y, además, dotado/a de una razón.
En base a su libertad y a su racionalidad, va creando las instituciones que requiere
para cumplir sus intereses. Esta idea, como se puede apreciar, es una idea
netamente moderna y desplazará a las viejas concepciones teológicas en donde el
ser humano es un ser divino y que la razón de Dios sólo es conocida por
iluminados/as que indican qué es lo que deben creer y qué es lo que deben hacer,
y si Dios le da poder al monarca, pues habrá que obedecer el designio divino.
Será con al descubrimiento del Nuevo Mundo y los adelantos técnicos que esta
mirada teológica y sacra del mundo y de la realidad irá cambiando. Nuevos
paradigmas sociales y políticos, se irán estableciendo de la mano de pensadores –
los philosophes Iluministas– que harán su aporte al pensamiento fortaleciendo y
estimulando el surgimiento de la Modernidad. John Locke, Thomas Hobbes, Jean-
Jacques Rousseau, Montesquieu, Saint Simón, etc., inaugurarán una nueva forma
de comprender el mundo y lo que sucede en él y su influencia se deja sentir hasta
nuestros días. La idea fundante de esta nueva forma de encarar los fenómenos y
los acontecimientos sociales será la de contrato: Hobbes y Rousseau.
La idea de contrato, por su parte, no es solamente la idea de que los hombres y las
mujeres transfieren delegando una “porción” de su derecho a autogobernarse –que
significa en otra palabas su libertad– sino que implica igualdad entre todos ellos/as
y, en base a esta igualdad, se funda la idea de la representatividad política. El/a
representante es uno igual a nosotros/as y no un/a superior, pero, la diferencia
sustancial que podemos marcar es que la cesión que hacemos mediante el contrato
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implica un mandato, ya no imperativo sino representativo que implica no solo una
responsabilidad como accontaubility sino la consecución del bienestar general. El/a
representante tendrá para ello, toda la libertad que le indica su buena conciencia;
sólo debe representar a sus representados/as para, produciendo el bien común,
legitimar su mandato.
Hemos visto como, históricamente, los griegos y los romanos tenían alguna idea en
relación a la representación, pero esta idea distaba de la actual. Representar era
re-presentar, hacer presente lo ausente. En este aspecto, será en Inglaterra, EE.UU
y Francia en donde se darán nuevas formas y nuevos contenidos al concepto. Lo
que se puede decir en este aspecto es a la idea de re-presentar se le añadirá la de
actuación libre en nombre de otros/as. En Francia, sobre todo y a partir de los
aportes del abate Sieyes, se instaurará la idea de Nación y los/as representantes,
en consecuencia, si bien son elegidos/as por ciertas características como la
territorialidad, son representantes de toda la Nación, no solo de una parte de Ella, y
los Parlamentos serán la encarnadura de la Nación ante que la del pueblo. No es
menor la incidencia, para la ciencia política y para las ciencias sociales, la
transformación que impulsó el revolucionario francés.
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estuvo exenta de conflicto y tensiones, tuvo en la construcción de consensos su
clave más eficaz.
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“todos y todas” que la composición parlamentaria este compuesta de forma paritaria,
es decir, un cincuenta por ciento de varones y un cincuenta por ciento de mujeres.
En este caso, la representatividad está fundada casi exclusivamente en la cuestión
de género a la que se le suma la territorialidad no por derecho propio sino porque
así lo establece el sistema electoral. Se sacrifica así, características como edad,
etnia y otras dimensiones sociales y se privilegia la característica común de género.
Este ejemplo nos sirve para ilustrar el concepto de representatividad atenuada tal
como lo entendemos y no valorizamos si está bien o está mal. 1
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Obviamente que dejamos de lado el debate en sí mismo pero sí debemos decir que nos oponemos a
cualquier forma de discriminación ya sea por género, por edad, por ideas religiosas, etc. Solo el tiempo nos
brindará la posibilidad de evaluar si la convocatoria a la paridad de género logra disminuir la brecha injusta
que existe entre hombres y mujeres.
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pueblo aunque, como se vio, prontamente serán las asambleas del pueblo de la
Nación. Este cambio no es menor en nuestro análisis porque se verifica en él el
sentido de la convocatoria a los representantes no ya como pueblo de un
determinado distrito sino como representantes de una Nación indivisible. En este
aspecto, cabe señalar el aporte de Edmund Burke en su famoso discurso a los
electores de Bristol.
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Anderson, Benedict (1993): Comunidades imaginadas. Reflexiones sobre el origen y la difusión del
nacionalismo. FCE. México. Página 23.
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Llano- sino que ahora serán diputados de la Nación y uno solo de ellos representará,
por extensión, a todos los ciudadanos. Las bases del nuevo Estado están ya
fuertemente cimentadas. La Asamblea Nacional es la Nación reunida y los
diputados elector –verificados- son su encarnadura.
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Antifederalista y es la república la que sale fortalecida. Todo el siglo XIX, hasta la
Comuna de París, será el escenario en donde continuarán estas tensiones. No
podemos entender la sociedad actual sino captamos su genealogía. El modelo
triunfante es una versión de las ideas modernas pero en su versión racional que
considera al individuo –y no a la persona- como el nuevo actor social. Los girondinos
y los federalistas son herederos del Iluminismo desde una versión individualista
antes que colectivista y comunitaria y es por ello que apelan a la Nación ante que a
pueblo, y a la República antes que a la democracia. En la síntesis de esta dialéctica
al modo hegeliano, se encuentra la clave para entender la sociedad actual.
Otro aspecto que nos interesa destacar y que hemos analizado previamente, es que
la mirada triunfante es una “concepción del mundo” (weltschauung) y que,
obviamente, tendrá efectos sobre ese mundo.
Esta concepción del mundo que triunfa en Francia y en EE.UU y que tiene directa
injerencia en nuestro análisis, es la que logra construir el mundo actual con sus
aciertos y sus tensiones y por eso nos parece que es importante incluirla en las
conclusiones. No es que los fenómenos históricos se dan por casualidad o por azar
–aunque tampoco podemos descartar rápidamente que intervengan- sino que es
posible advertir cierta producción humana en ellos no a la manera de un
voluntarismo racional sino a la manera de un pragmatismo; es el hombre quien hace
la historia pero no necesariamente la planifica. Lo cierto, y es lo que queremos
indicar, siempre habilitando el debate y dejando planteadas las dudas, es que las
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posiciones políticas que logran triunfar en la historia, determinan una concepción
del mundo y que quien lo construye es quien lo institucionaliza. Obviamente, no es
ajeno en este análisis la cuestión del Poder. Quien logra que su concepción del
mundo se institucionalice, tendrá mayor posibilidad de dominación en el sentido
weberiano que define a este concepto como la “capacidad de obtener obediencia”
no como la de imponer su voluntad. De esta manera, creemos que estamos
brindando una clave hermenéutica para la interpretación de la actualidad.
Lo que nos fue quedando claro en nuestro análisis es que ciertamente la historia y
la filosofía de la historia deben ser tenidas en cuenta a la hora de comprender ciertos
fenómenos. Lo que podemos extraer en este aspecto, y más allá de la genealogía
que hemos hecho, es que la representación es efectivamente una ficción y que, más
allá de las tensiones y los conflictos que hemos enunciado, triunfa un modo de esa
ficción que entronizará en la representación de la Nación su núcleo figurativo más
denso y, al hacerlo, configurará un modo de gestión que no puede evitar la
representación política porque ésta no solo le es funcional para producir y reproducir
la nueva sociedad sino que también es la que otorga legalidad y legitimidad
produciendo gobernabilidad.
Pero que digamos que es una ficción no implica un juicio negativo o una
desvalorización. Sabemos que, si es cierto que hay una filosofía de la historia y que
la historia es, sabemos también que muchos fenómenos sociales son diferentes a
los naturales. Nuestras instituciones –matrimonio, Estado, familia, educación,
mercado, etc.- son construcciones sociales devenidas de procesos históricos y lo
que es “natural”, permítasenos poner este concepto entrecomillado para distinguirlo
de lo que considera la biología, es la tendencia a esta misma construcción social.
Si una manzana tiene un crecimiento natural en un árbol y su desarrollo no necesita
de la acción humana, va de suyo que no podemos utilizar la misma metodología ni
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la misma epistemología para comprender –y explicar si fuera posible- el desarrollo
del Estado, del Estado-Nación, del Parlamento representativo, etc. Para el espíritu
con que estamos haciendo este curso no es lícito valorar ni juzgar si no tan solo
describir y comprender los procesos sociales e históricos y por ello decimos que no
debemos entender la ficcionalidad que le atribuimos a la representación política
desde un aspecto negativo. A nosotros nos anima un espíritu docente antes que
polémico.
En este punto, y a tono con lo que estamos diciendo, para Thomas Hobbes, la
representación es también una ficción. En su texto El Leviatán lo dice expresamente
cuando explica el origen etimológico del término que hace alusión a disfraz, a
máscara, a antifaz y, el ejemplo que utiliza para sostener sus ideas es el del actor.
En escena, un actor representa un papel y, para hacerlo, utiliza una máscara.
Cuando actúa, lo hace “como” (qua) el personaje que representa pero, sin embargo,
no puede desprenderse de su cuerpo; él sigue siendo él pero re-presentando a un
personaje que es el que ve el público. Aquí podemos notar claramente que, para
que la ficción se establezca, debe haber un acuerdo tácito con el público que asiste
a la representación; los niños, que no necesariamente acuerdan, pueden poner en
duda la representación o confundirla con la realidad; el adulto racional –y
destacamos la racionalidad implícita- o acuerda tácitamente en aceptar que el actor
está representando una ficción o duda de ella y no participa como espectador sino
como otra cosa.
Vemos que Hobbes percibió claramente este aspecto ficcional que tantos
problemas nos trae a la comprensión del fenómeno. Lo que nos sirve de Hobbes es
que ese acuerdo tácito se torna no solo un vínculo sino, en el caso de la
representación política, en un mandato aunque esto no es analizado por el filósofo
inglés. Creemos que no es casual que sea Hobbes el primero, o uno de los primeros,
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de iniciar el análisis sobre la representación política y esto es así porque es en
Inglaterra en donde se irá dando una evolución gradual pero sostenible en el tiempo
de las formas de representación política parlamentaria habida cuenta de la
historicidad de su Parlamento y también porque es uno de los autores llamados
contractualistas; por medio de este contrato –para Rousseau será el contrato social-
hacemos “algo” para y por el representante; ese “algo” es la cesión del derecho de
autogobernarnos y lo cedemos en la persona del representante.
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A partir de este razonamiento es que se impugnará, tal como lo sostiene Edmund
Burke, el mandato imperativo; el representante, al representar las características
colectivas y hacer abstracción de las singulares, debe actuar según le indica su
conciencia y su razón. Pero a este razonamiento le falta una clave más porque hasta
ahora no hemos ligado el accionar del representante con el representado. Esta
ligazón opera obligando al representante a actuar buscando el bien común,
proveyendo al interés general y no sola y exclusivamente su interés persona; he
aquí, entonces, la ligazón legitimadora de la cesión del derecho a autogobernarme
en mi representante. Se desprenderá de esta obligación moral, la responsabilidad
como accountability.
Como nos indica el análisis que hemos realizado, no podemos soslayar, sobre todo
en el caso de Francia e Inglaterra, que estos países son mucho más homogéneos
desde la perspectiva étnica que, por ejemplo, los EE.UU y Sudamérica. En el caso
de los EE.UU, la colonización supuso la anulación de las diferencias raciales de las
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poblaciones indígenas originarias y también la población negra esclavizada que no
alcanzaron el estatus ciudadano y, por ende, la representación política. Lo mismo
sucederá en Argentina. Recién con la modificación constitucional de 1994, se
reconocerá la preexistencia étnica de las poblaciones originarias tal como indica el
inciso 17 del artículo 75°. Es esencial, por lo menos al inicio de la instauración de
nuevo régimen, que existe una homogeneidad social porque hace más fácil la
representación. Si el Estado que se instituye debiera reconocer tensiones raciales,
religiosas, culturales, etc., sería mucho más dificultoso establecer consensos a la
hora de legislar. El caso del imperio zarista nos puede servir de ejemplo; al caer la
dinastía Romanov en 1917, se suscitaron diversos conflictos étnicos entre las
nuevas repúblicas soviéticas que fueron disciplinadas violentamente por José
Stalin. El caso de Inglaterra pero también el de Francia, indica que la homogeneidad
social hace más fácil la universalidad igualitaria que posibilita la representación
política.
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En lo que respecta al Poder Legislativo, es muy importante comprender la función
que cumplen los bloques políticos ya que la representación en las Comisiones de
asesoramiento se realizará de acuerdo a la composición partidaria. También es
importante entender cómo se conforma la Comisión de Labor Parlamentaria
presidida por el presidente de la Cámara de Diputados de la Nación que es la que
elabora la Orden del Día de las sesiones ordinarias en cuyo seno participan los jefes
de bloques con representación parlamentaria.
Lo que podemos ir viendo, desde mediados del siglo XX hasta la fecha, es que la
transformación de los partidos políticos, su evolución, su desideologización, etc.,
impacta en la representatividad implícita adherida en ellos. La representación de
intereses, el carisma del candidato, etc., es ahora la razón vinculante con el
electorado y no la ideología como sucedía, por ejemplo, con los partidos de la clase
trabajadora tanto en nuestro continente como en Europa. La historia de la
socialdemocracia y la del socialismo, nos brindan pistas para comprender lo que se
está diciendo. Estos son cambios que deben ser estudiados científicamente no solo
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para comprender los fenómenos actuales sino para avizorar al menos, su desarrollo
futuro.
Otro de los temas que no debemos dejar pasar, se relaciona con la evolución de la
institución parlamentaria. A medida que la sociedad se va transformando por el
cambio social, cambiarán las instituciones que las conformas no necesariamente
cambiando sus nombres pero sí sus sentidos. El caso típico son los partidos
políticos que están dejando de ser lo que eran, en términos de integrantes, historia,
ideología, etc. Hoy los partidos políticos son otro tipo de instituciones que las que le
dieron origen sin embargo siguen siendo los articuladores entre el Estado y la base
electora pero obviamente su cambio ha impactado en su capacidad representativa.
Si las clases sociales se han licuado, ya no podemos hablar de partidos de clases
y estas organizaciones han licuado también su homogeneidad; hoy encontramos en
los partidos que se definen como de clase trabajadora mucho más intelectuales y
estudiantes universitarios que proletarios específicamente hablando.
En lo que respecta a nuestro país, con la modificación constitucional del año 1994,
también es posible advertir un cambio en la representatividad política. Al
fortalecerse la institución presidencial a expensas de la parlamentaria, la ciudadanía
va perdiendo confianza en los parlamentos y fortalece la figura presidencial
propendiendo al caudillismo que, no está de más decirlo, es una institución propia
de nuestros regímenes latinoamericanos, aunque Europa no está exenta de este
fenómeno.
Si la confianza electoral estará depositada en una sola persona, que ocupa el Poder
Ejecutivo y no en un cuerpo colegiado como son los Parlamentos, debemos
encontrar los nuevos clivajes para realizar un análisis más ajustado con la realidad.
Luego, no es menor el impacto que puedan tener nuevas formas de
representatividad política impulsados por la revolución científico-técnica sobre todo
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a nivel de las comunicaciones. El auge de la red, de la web y de los nuevos
dispositivos comunicaciones, posiblemente desplacen las tradicionales formas de
participación política y emerjan novedosas formas que también deberán ser
analizada.
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