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Los emperadores chinos creían que era poco práctico pensar en ejercer

influencia sobre países a los que la naturaleza por desgracia había situado a
una gran distancia de su país. En la versión china del excepcionalismo, este
país no exportó sus ideas, sino que dejó que los demás se desplazaran en
busca de ellas. Los pueblos de alrededor, según los chinos, se aprovechaban
del contacto con China y de su civilización siempre que reconocieran la
soberanía feudal del gobierno chino. Los que no la reconocían eran
bárbaros.
La cultura tenía su base en la sumisión ciega al emperador y en el
cumplimiento de los rituales del imperio.[21] Cuando el imperio se
fortalecía,
se ampliaba esta esfera cultural: Todo bajo el Cielo era una entidad
multinacional que abarcaba la mayoría étnica china de los han y un sinfín
de
grupos étnicos chinos ajenos a estos.
Según los archivos oficiales, los enviados extranjeros no iban a la corte
imperial a establecer negociaciones o a tratar asuntos de Estado; «iban a
que»
la influencia civilizadora del emperador «les transformara». Este no
participaba en «conferencias cumbre» con otros jefes de Estado; las
audiencias que se celebraban con él representaban el «delicado aprecio de
unos hombres venidos de lejos», que llegaban con su tributo de
reconocimiento a su mando supremo. Cuando la corte china se dignaba
mandar enviados al extranjero, no lo hacía con diplomáticos, sino con
«Enviados Celestes» de la Corte Celestial.
La organización del gobierno chino reflejaba el planteamiento jerárquico
del orden del mundo. China establecía vínculos con estados que pagaban
tributo, como Corea, Tailandia y Vietnam, a través del Ministerio de
Rituales,
lo que hace suponer que la diplomacia con estos pueblos era un aspecto más
de la amplia tarea metafísica que implicaba la administración de la Gran
Armonía. Con menos tribus bajo la influencia china en la parte
septentrional y
occidental, China pasó a depender de una «corte de dependencias», algo
parecido a una oficina colonial, cuya misión era la de investir príncipes
vasallos con títulos y mantener la paz en la frontera.[22]
Hasta que no sufrió la presión de las incursiones occidentales, durante el
siglo XIX, China no estableció algo parecido a un Ministerio de Asuntos
Exteriores para gestionar la diplomacia como función independiente del
gobierno, y lo hizo en 1861, tras la derrota en dos guerras contra potencias
occidentales. Se consideró una necesidad temporal, que había de abolirse en
cuanto remitiera la crisis del momento. El nuevo ministerio se estableció
deliberadamente en un antiguo

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