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El Imperio de Oriente pasó a manos del alano Aspar, comandante en jefe del
ejército imperial, cuya fuerte influencia hizo que nombraran emperador a un
subordinado suyo: León I el Tracio (457-474) dando comienzo a la dinastía tracia.
Fue el primer emperador que recibió la corona de manos del Patriarca de
Constantinopla, ya que en la “Nueva Roma” el obispo de la capital fue elevado a la
categoría de patriarca, que se convirtió en la cabeza de los patriarcados orientales
bajo el título de “ecuménico”.
León I entregó el trono a su nieto León II, pero al fallecer a los pocos meses,
ocupó el trono su padre Zenón, quien recibió de Odoacro en 476 las insignias
imperiales de Roma, convirtiéndose en el único emperador. Tuvo que hacer frente a
numerosas revueltas internas y a ataques externos de hunos y vándalos.
A partir de 540 hubo una crisis bélica generalizada: fue necesario enfrentarse
de nuevo a los persas, frenar invasiones de los búlgaros y regresar a África porque
había una sublevación por parte de los mauritanos. Al mismo tiempo, aprovechando
la crisis del reino visigodo de Hispania ocuparon: Cartagena, Murcia, Málaga y
Córdoba, llegando hasta el Algarve.
En cuanto a su política exterior, Heraclio hizo frente a los avances del ejército
persa del rey Cosroes II que se había apoderado de Antioquía y había saqueado
Jerusalén, llevándose la reliquia de la Vera Cruz; además se apoderó de Alejandría
e interceptó los envíos de trigo que debían de llegar a Constantinopla. Heraclio
formó un ejército integrado por numerosos monjes y contó con fondos que había
requisado a la Iglesia, lo que dió a la empresa un carácter de guerra santa. Fue un
triunfo total y recuperó todas las provincias (incluida la reliquia que él mismo
restituyó), por lo que aumentó su prestigio. También hizo frente a los ávaros y
eslavos que llegaron a las murallas de Constantinopla. Fueron derrotados por los
musulmanes que se expandían por Siria en 636.
Esta querella separó aún más a las iglesias de Oriente y Occidente y sobre
todo cuando el emperador nombró a Anastasio, patriarca de Constantinopla y le
ordenó que destruyera todas las imágenes.
Le sucede su yerno Miguel I que solo estuvo dos años en el trono pues fue
depuesto tras una derrota contra los búlgaros. Le sucede León V el Armenio
(813-820) que retornó a la iconoclastia. Fue asesinado en 820.