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Como corolario del relativismo cultural, también se ha promulgado un relativismo lingüístico,

según el cual no existen patrones gramaticales universales, sino que cada lenguaje tiene una
gramática propia que configura la manera de representar al mundo. Y, en función de esas
diferencias de gramáticas, la verdad de las proposiciones es relativa a la gramática interna de los
lenguajes de los cuales emerge.

El relativismo cultural y lingüístico ha venido a ser entusiastamente defendido por la vasta mayoría
de los antropólogos culturales. Conscientes de la diversidad humana, los antropólogos culturales
han convenido en que las prácticas y creencias de cada pueblo se comprenden mejor si el
intérprete no interpone sus propias creencias. Así, por ejemplo, puesto que las relaciones de
parentesco en Occidente están pautadas por algún vínculo biológico, es tentador interpretar las
relaciones de parentesco en otras culturas a partir de los vínculos biológicos, pero debe caerse en
cuenta que, quizás, otras culturas no estructuran su parentesco en torno a la biología. Y, en la
medida en que se adquiere consciencia de eso, se tiene un mejor conocimiento de los sistemas de
parentesco de otras culturas.

Este relativismo cultural es simplemente descriptivo: se limita a advertir que cada cultura tiene un
conjunto de costumbres y creencias relativas a su contexto. Pero, la mayoría de los relativistas
culturales ha ido más allá de la mera descripción relativista, y ha optado por un relativismo
prescriptivo. Puesto que cada cultura es comprensible en función de su contexto, no es posible
elaborar juicios de valor respecto a ellas, y sólo podemos prescribir para ellas aquello que es
relativo a su contexto. Bajo esta doctrina, no existe una distinción absoluta entre lo bueno y lo
malo, sino que, de nuevo, esta distinción sería relativa al contexto. A partir de esto, se ha
formulado un ‘relativismo moral’, sobre el cual volveremos en el capítulo 6.

El relativismo también es extensible al plano estético, y opera de forma muy parecida al


relativismo cognoscitivo y moral. Los relativistas estéticos alegan que la verdad de los juicios
estéticos es relativa. Y, lo mismo que los relativistas morales prescriptivos, llegan a esa conclusión
a partir de la divergencia de valores estéticos en diferentes culturas. En este sentido, la belleza es
relativa al contexto del cual emerge la producción artística, y en cuanto tal, no existen patrones
universales de belleza. Así, por ejemplo, en las sociedades occidentales contemporáneas, el ideal
de la belleza femenina

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