Las sociedades y las naciones tienden a considerarse eternas.
Por otra parte,
valoran una historia que hable de sus orígenes. China tiene un rasgo característico: no parece poseer principio. En la historia aparece más como fenómeno natural permanente que como Estado-nación convencional. En la narración sobre el Emperador Amarillo, venerado por tantos chinos como legendario fundador, se tiene la sensación de que China ya existía. Cuando el Emperador Amarillo apareció en la mitología, la civilización china ya se encontraba sumida en el caos. Los príncipes en pugna se hostigaban entre sí y hacían también lo propio con el pueblo, al tiempo que un dirigente debilitado se veía incapaz de mantener el poder. Impusieron, sin embargo, el nuevo héroe, que reclutó un ejército, pacificó el reino y fue aclamado como emperador.[1] El Emperador Amarillo ha pasado a la historia como héroe fundador, aunque en el mito fundacional no crea, sino que restablece, un imperio. Encontramos la repetición de esta paradoja de la historia china con el antiguo sabio Confucio: a él también se le considera el «fundador» de una cultura, aunque él insista en que no inventó nada, que únicamente pretendía dar un nuevo ímpetu a los principios de armonía que habían existido en la época dorada y se habían perdido en su propia época de caos político. En una reflexión sobre la paradoja de los orígenes de China, el misionero del siglo XIX, Abbé Régis-Évariste Huc, conocido viajero, comentaba: La civilización china nace en una antigüedad tan remota que sería un vano empeño descubrir sus inicios. No existe rastro de su infancia en su pueblo. Se trata de un rasgo peculiar de China. En la historia de las naciones nos hemos acostumbrado a encontrar algún punto de partida Página 20 perfectamente definido, y los documentos, tradiciones y monumentos históricos que aún se conservan en general nos permiten seguir, casi paso a paso, el avance de la civilización, estar presentes en su nacimiento, observar su desarrollo, su camino hacia delante y en muchos casos su posterior decadencia y caída. Pero no sucede así con los chinos. Se diría que han vivido siempre en el mismo estadio de progreso en el que viven hoy; y existen suficientes datos de la antigüedad que lo confirman.[