Está en la página 1de 6

Concepción del Uruguay miércoles 17 de junio de 2020

U.A.D.E.R.
FACULTAD DE HUMANIDADES, ARTES Y CIENCIAS SOCIALES.
PROFESORADO Y LICENCIATURA EN HISTORIA
Historia Americana II.
Clase número nueve.

Los conquistadores miraban el pasado para organizar el futuro, pero la


Corona llevaba más de treinta años esforzándose por crear un estado
moderno y centralizado, demoliendo para lograrlo el poder político de
la nobleza, y no podía tolerar la aparición de una nueva aristocracia
señorial y con ribetes de feudal que, si lograba afirmarse, no habría
modo de controlar desde el otro lado del Atlántico. El monarca halló un
poderoso aliado en el sector del clero, el cual, tratando de defender a
los indios contra la crueldad y codicia de los conquistadores, al atacar
a estos apoyaba la causa del absolutismo monárquico. El conflicto
culmino en la sucesión de las encomiendas. Los encomenderos las
querían en perpetuidad y hereditarias; los frailes dominicos,
autoerigidos en defensores de los indígenas, pedían que fueses
abolidas, por razones morales y de justicia; la corona, menos radical y
más astuta, no perdió ocasión de minar el sistema sin atacarlos de
frente.

Las encomiendas fueron confirmadas por el rey con carácter vitalicio y


extendido al sucesor legal del beneficiario hasta por tres o cuatro vida
o generaciones, pero su perpetuidad hereditaria no se acepto nunca.
Tal como habían hecho con la nobleza de Castilla, los reyes
respetaron todos los privilegios económicos de los encomenderos,
pero fueron mermando sus atribuciones políticas mediante el envío a
las colonias de nuevos oficiales reales, que gradualmente asumieron
la autoridad judicial y gubernativa aneja a la encomienda. Se mantuvo
el tributo de los indios, pero declarándolo un impuesto debido al
monarca, que este cedía como merced y recompensa a los
encomenderos, en vez de convertirse en un derecho de señores de
vasallos. Los oficiales reales, cada vez más numerosos en las
colonias, se eligieron entre burócratas profesionales, enviados desde
España, sustituidos con frecuencia y ascendidos en función de su
obediencia al monarca y lealtad a su política, para evitar así que
pudieran hacer causa común con los encomenderos. Sin embargo, la
Corona se equivocó al juzgar que la situación estaba madura para dar
el golpe de gracia a las encomiendas en 1542, con la promulgación de
las llamadas Leyes Nuevas; estas abolían sin más toda forma de
esclavitud y de servidumbre personal de los indios, así como las
encomiendas.

Los titulares de encomiendas se sintieron arbitraria e injustamente


privados de un derecho legítimo. Un clamor general de protesta se
alzó en todas las indias, una seria conspiración fue descubierta en
nueva España y una abierta rebelión estalló en Perú. La radical
medida se suspendió inmediatamente. La encomienda sobrevivió, en
algunas regiones por largo tiempo, pero como una institución
puramente económica: la encomienda de servicios en que los indios
pagaron en tributo a los encomenderos en especie y en trabajo
forzoso, terminaría por ser sustituida por la encomienda de tributo, en
la cual este es perceptible en metálico, sin que el encomendero tenga
contacto con los indios ni autoridad sobre ellos. La institución diseñada
como base de un régimen señorial, acabaría siendo una mera renta
mermada por impuestos y pagada por la hacienda real sobre los
fondos procedentes del tributo indígena.

La alianza de la Corona y el clero, más la falta de todo apoyo


ideológico y político de castilla, son los factores decisivos en el fracaso
de un régimen señorial en las colonias. Pero con lo dicho omitimos la
causa más importante: la debilidad interna de los conquistadores como
grupo político y social. Gobernar y organizar un territorio resultó aún
más difícil que conquistarlo: triunfar como administradores públicos y
fundadores de dinastías señoriales constituiría un empeño más
exigente que dirigir una empresa militar. Los conquistadores,
procedentes en su inmensa mayoría del pueblo bajo o de las nutridas
filas de hidalgos (el escalón más bajo y empobrecido de la nobleza)
carecieron casi siempre de educación y el entrenamiento requerido
para tareas de alta política.

Si los encomenderos –conquistadores fracasaron políticamente, su


papel como fundadores de una sociedad tradicional y anclada en el
pasado tuvo una influencia muy grande y duradera. Sus hazañas
militares les proporcionaron un enorme prestigio en las colonias, no
obstante sus humildes orígenes sociales y su falta de aceptación en
Castilla. Los primeros encomenderos fueron numéricamente un grupo
reducido, sólo la cúspide de la sociedad de la conquista, cuyo cuerpo
principal lo constituían españoles más humildes. Muchos de estos ni
siquiera pensaron en ascender hasta el grupo de encomenderos, bien
porque lucharon en la conquista sin distinguirse demasiado, bien
porque carecieron de la talla, la ambición o el gusto para ello, o bien
porque llegaron tarde, cuando la lucha ya había concluido o los
premios ya estaban dados. Otros jamás intentaron participar en la
conquista: tal fue el caso de marineros y artesanos que iban llegando
para trabajar en sus oficios y tratar de ser patronos en lugar de
obreros ; o el caso de comerciantes , que solamente aspiraron a
medrar en sus negocios.

Pocos europeos vivían por largo tiempo en zonas rurales, que todavía
eran exclusivamente indias, con las solas excepciones de viajeros,
misioneros, buscadores de oro, arrieros, mayordomos y otros
empleados de los encomenderos, pastores de los primeros rebaños de
ganado europeo y aventureros y parias de diverso pelaje. Los
agricultores que explotaban las primeras estancias o fincas agrícolas,
próximas a las ciudades, residían en estas.

La ciudad no tardó en convertirse en un pequeño mundo


completamente castellano en su organización y funcionamiento,
aunque con algunos rasgos originales. Bajo la mínima aristocracia
local de encomenderos, un reducido número de clérigos, médicos y
hombres de leyes –abogados, notarios, escribanos- comenzó a
aparecer alrededor de aquellos, hasta cristalizar en un grupo social
medio. De aquí hacia abajo en la escala social, estuvieron los
comerciantes y artesanos de todos los oficios, los criados y los
esclavos. Estos llegaron en corto número con sus dueños desde
Europa, trabajando para ellos como sirvientes o como artesano; eran
negros, procedentes del África subsahariana, o moriscos (musulmanes
de España o del norte de África), y ambos estaban ya profundamente
hispanizados. Aparte de esta población residente, habitaban también
en la ciudad cierto número de transeúntes: mercaderes en viajes de
negocios, vendedores ambulantes, emigrantes recién llegados y que
todavía estaban buscando residencia definitiva, aventureros de
muchas clases y vagabundos incorregibles. Sólo en las ciudades de
mayor importancia residieron en esta época y en número apreciable
oficiales del rey, de momento mera semilla de lo que después se
desarrollaría como poderosa burocracia colonial.

También figuraron en la ciudad desde el principio, y en número que


creció con suma rapidez, los nativos. Primero llegaron aquellos que
habían colaborado con los conquistadores, y que se asentaron con
ellos como sus empleados subalternos o como sirvientes de
confianza. Más nativos, desarraigados de sus comunidades de origen,
fueron incorporándose a la ciudad como artesanos o trabajadores
manuales no especializados. Unos y otros se hispanizaron con
rapidez. Otros indios llegaron con sus familias, voluntariamente o no,
para trabajar en la construcción y en otras tareas urbanas; al principio
se les alojó en campamentos provisionales (cercados) en las afueras
de la ciudad, que tendieron a hacerse permanentes y constituirían el
origen de los posteriores barrios y suburbios proletarios y
subproletarios.

La población femenina ofreció también unos rasgos típicos. Las


mujeres españolas eran todavía pocas, y en cambio abundaban las
nativas; estas vivían con sus familias en el cercado, o bien como parte
de familias castellanas en concepto de esposas legitimas, de
concubinas o de sirvientes domésticas. No es de maravillar que el
mestizaje racial, en tales circunstancias, fuera masivo desde el punto
de vista biológico. A ello contribuyeron abusos y violencias, pero
sobre todo costumbres sexuales que en las sociedades indígenas
fueron muchas veces distintas y menos estrictas que en la tradición

También podría gustarte