Está en la página 1de 8

Gran Priorato Templario de

Chile

“Kundalini y la Visión Energética del


Temple”

Fr+ Alonso Pescio Andrade


Escudero Templario
Santiago, Chile, Junio, 2017.-
1.- Introducción:
Queridos Hermanos, dada la profundidad del contenido a tratar, he determinado
que para explicar los puntos de vista subyacentes de este trabajo, será necesario explorar el
histórico vínculo que se ha desarrollado, a lo largo del tiempo, entre lo animal y lo humano.
Basándome fundamentalmente en la interpretación del simbolismo, voy a perfilar el eje
animal-humano como la imagen de un drama cósmico. Considero que es uno de los tantos
enigmas que contraen la percepción del observante. Es como la tierra que ensucia nuestros
ojos y nos esconde la luz de las estrellas. Un vínculo que en primera instancia ha desviado
nuestra conciencia de las cosas verdaderas.
Debo presentar ahora el símbolo que constituye la fuente principal en este estudio. Malvado
tentador por un lado y noble liberador por el otro, la serpiente busca ser interpretada con la
destreza mental de quien busca más allá de lo superfluo y que, con el corazón puesto en lo
verdadero, accederá a conocer el sentido de estas diferencias aparentes.
La palabra symbolos, procedente del griego, se refiere a una “condensación del todo”. El
símbolo es una incógnita cuyo valor puede derivarse a infinitos significados dentro de un
motivo definido. Si los elementos que juegan sus diversos papeles en la pantalla de nuestra
consciencia pueden ser considerados como símbolos de un gran mensaje, habrá que plantar
los sentidos en ese hilo de Ariadna, quizás el único que podrá sacarnos de este laberinto.

2.- El Misterio de la Serpiente:

La humanidad sufre bajo esta primitiva contienda en la que pretende diferenciarse del
animal. Tomemos una fotografía del hombre civilizado moderno. En la medida en que se
enorgullece de su humana capacidad, lo salvaje tiende a generarle repulsión. Pero más
temprano que tarde, en el fondo de su intimidad, una sustancia básica tiende a consumirle. Y
de esa forma presencia rabioso, el sabotaje del instinto básico a la razón. La sustancia
básica le obliga a perpetuar conductas que están desconectadas de su sentido racional, y
esto puede generarle una terrible confusión cuando no está consciente de que todas las
cosas, aquí en la Tierra, están mezcladas de forma íntima. Y por sobre todo las más
extremas diferencias. Es por eso que el ser humano tiene pensamientos y deseos, mente y
cuerpo, ansia y nostalgia, alma y personalidad, inocencia y potencia. Hay algo de divino
también en esa sustancia básica de los instintos que mueven a los seres vivos, y no es
posible encontrar el sentido de todas las cosas sin antes sumergirse en las aguas turbulentas
de nuestra propia identidad. “Conócete a ti mismo y conocerás al universo y a los dioses”.

Ahora bien, la sumersión del individuo en la tierra de sus propios demonios es algo que lleva
implícita la idea del sacrificio. Esta idea conserva aún gran parte de su sentido hierático, pese
a que ha corrido a la degradación con el paso del tiempo. De esta misma manera es que
todo concepto noble se ha manchado con los barros de ese instinto básico que nunca podría
ser realmente malo en su condición virginal, pero es corrupto por la inoculación de
pensamientos perversos. En este sentido, los animales y los niños pequeños no pueden ser
“malos”, siendo por otro lado, totalmente instintivos, escasos de intelectualización. Tanto la
inocencia como la potencia son en su estado arquetípico bellos matices de perfección, y en
esto radica la complejidad de la inocencia perdida. Tienen que ser equilibrados por quien se
encuentra en su limbo: el ser humano.

Uno de los centros donde mejor se conservó el significado esotérico de estos misterios fue el
antiguo Egipto. Es un hecho que la civilización aquí florecida trajo al mundo un gran
desarrollo en todo tipo de disciplinas, así como en monumentales construcciones que se
destinaron al funcionamiento de un sistema iniciático y, en concordancia con esto último, fue
una civilización que cultivó sofisticadas facultades en las mentes de sus adeptos. Semejante
desarrollo les ha permitido llegar a niveles insospechados de control sobre sus pensamientos
y emociones, hasta el punto de que hoy en día, los Misterios Egipcios representan una
síntesis de precioso valor para el estudiante que se esfuerza por lograr la conciliación del
pensar con el sentir, y convertirse de esa forma en un Hijo del Fuego Serpentino, capaz de
hablar “en lenguas”. Para comenzar a explorar los misterios de Osiris e Isis, esenciales en la
cosmovisión egipcia, vamos a remitirnos al simbolismo de “Los Amantes”, que se encuentra
graficado en el triunfo VI del Tarot, y recibe también el nombre de “Los Hermanos”. El
significado de este triunfo guarda una intensa relación con el amor mágico y trascendental,
cuya corona es el verdadero autoconocimiento: la unión entre el hombre y la mujer
arquetípicos. En efecto, la fórmula de los “hermanos y esposos”, lejos de tratarse tan sólo de
una muestra vulgar de incesto para preservar linajes monárquicos (merced quizás a la
materialización del símbolo), guarda relación con las facultades del Adepto que porta el
tocado serpiente (uraeus), usado también por los faraones como distinción especial basada
en la integración de estos profundos misterios, cuyo dominio sobre la sustancia básica les
otorgó soberanas facultades. Análogo es el caso de los sacerdotes mithraístas y
zoroastrianos de la antigua Persia quienes, una vez que contraían matrimonio, tenían
relaciones sexuales tan sólo una vez. De esta forma, la llama de su energía sexual era
preservada y sublimada en obras de un calibre más sutil. De acuerdo a estos misterios, el
gorro frigio que utiliza el dios Mithra representa el despertar de la “Kundalini” y nada impide
asociarlo al uraeus de los egipcios. En los misterios de la India, el rito del maithuna está
redactado en los Tantras e inmortalizado en figuras como la de Shiva y Parvati. La sexualidad
trascendente fue un aspecto verdaderamente importante en la visión espiritual de estas
civilizaciones, antes de que fueran perdiendo lentamente su visión trascendental para
terminar por cristalizarse en cultos fálicos e idólatras. El panteón de los antiguos romanos
que conocemos mayormente gracias a su ya degradada condición posterior nos muestra a
Júpiter y Juno como deidades principales, sucesores de los griegos Zeus y Hera, pareja de
hermanos y a la vez de cónyuges. Estos cánones relativos a divinas familias pueden ser
reconocidos fundamentalmente en el remoto y misterioso paganismo que resulta ser la cuna
de la cosmovisión grecoromana iniciática. La deidad más importante para los misterios de la
mente es Hermes y su análogo egipcio Thoth, el dios escriba. El “mensajero de los dioses”
es también conocido como el “andrógino”, y su figura está presente tanto en el Mercurio
filosófico de los alquimistas como en las conversaciones del Corpus Hermeticum que le
asocian con Asklepios, el dios de la medicina. Ambos son representados por el conocido
símbolo de la serpiente enroscada en el báculo cuyo veneno, como muchos otros venenos,
es utilizado de forma medicinal. La imagen de Moisés realizando milagros con la serpiente de
bronce que Dios le mandó erigir sobre un asta podría sencillamente sugerirnos un
acercamiento a esta ciencia médica pero, sin embargo, hay un simbolismo más extenso aún
presente en este cuadro. Al igual que Fu Xi, el mítico primer emperador de la Antigua China,
quien es descrito como “mitad humano y mitad serpiente”, semejantes personajes son
reconocidos por aportar a la humanidad bases fundamentales de progreso tales como
ciencia, arte, agricultura, medicina o leyes. Quétzalcoatl, la “serpiente emplumada” de
Centroamérica no se queda atrás, dado que se le atribuyen facultades casi idénticas. Fue
venerado por lo menos desde la época de Teotihuacán, donde se mantenía de igual manera
el culto a la pareja divina de Tlaloc y Chalchiuhtlicue, frecuentemente asociados como
esposos y también como hermanos.

Al hacer este recuento sobre divinos instructores que asisten a la humanidad, no podemos
dejar de observar la contraparte oscura del simbolismo serpentino, encarnada en deidades
como el Apophis egipcio, íntimamente asociada con Seth (llamado también Tifón), puesto
que representa los esfuerzos de las tinieblas por frustrar el viaje nocturno del Sol
(recordemos que Seth engaña y descuartiza a su hermano Osiris). El paralelo que podemos
establecer con el panteón del antiguo pueblo nórdico es muy ilustrativo: Jormungand es una
terrible serpiente que resulta ser hija del dios Loki, el mentiroso, el tramposo, dios del fuego y
de la calumnia. De cierta manera, funciona como una extensión de él, y se dedica a luchar
contra Thor, hijo de Odín y una de las más importantes figuras del panteón nórdico. Si
reconocemos que la sabiduría iniciática, ya escondida en el primitivo simbolismo de los
pueblos, ha configurado las bases de nuestros actuales monoteísmos más pujantes, no será
difícil identificar tendencias claras en los evangelios. La serpiente del edén, presente en el
génesis y así mismo, en las viejas tradiciones caldeas que forman parte de su cuerpo
primigenio, es un personaje clave. A partir del papel desempeñado por la serpiente y por la
mujer, Adán se vuelve capaz de discernir entre el bien y el mal.

3.- La Energía en Acción:


Para lograr el dominio energético, controlar la respiración es fundamental. La sabiduría
referente a estos canales de flujo energético está plasmada en los textos sagrados con la
sublime imagen de serpientes y dragones, tanto para ilustrar los flujos del ser humano como
los de su planeta, la Tierra.
Kundalini es un término sánscrito que es utilizado comúnmente para referirse a la energía
que reside en la base de la columna vertebral. Se define como un misterioso depositario de
las facultades anímicas latentes. En los Upanishads aparece descrita como una serpiente
enroscada que ha de activarse por medio de la voluntad, el estudio y la práctica de las
divinas enseñanzas. De esa forma, la serpiente despertará de su letargo y ascenderá por la
columna, estimulando esos misteriosos centros energéticos, y llegando así al florecimiento
de facultades que conectan lo humano con lo divino. Los canales energéticos del cuerpo son
llamados Ida (femenino, izquierda) y Pingala (masculino, derecha). Ambos se entrelazan
alrededor del canal central, llamado Sushuma, en el que se realiza su síntesis. El caduceo de
Hermes continúa siendo una de las imágenes más adecuadas para describir la idea que se
encuentra plasmada en este proceso respiratorio, como base instintiva y cíclica de la vida
que se extrapola de esa forma hacia toda manifestación de sucesos, formando ciclos
contenidos en ciclos mayores hasta llegar a una divina síntesis que no puede terminar de ser
racionalizada objetivamente por la consciencia, y que por lo tanto es sólo alcanzable a través
de un “sentimiento cósmico”, nunca totalmente frecuente en el corazón de los hombres.
En conformidad con la manera en que esta jerarquía de ciclos actúa en la naturaleza y
encuentra numerosos puntos de confluencia en aquellos “nodos”, podemos decir que la
actividad de las glándulas endocrinas (de secreción interna) presentes en el cuerpo humano
funcionan también en largos intervalos de tiempo que se conjugan con otros muchísimo más
cortos. Y todo este vuelco de sustancias hacia el torrente sanguíneo es algo que configura el
comportamiento del individuo, incluyendo de igual manera los largos derramamientos que
ocurren de manera automática como aquellos que acompañan efusiones de alegría, rabia o
estrés. La intervención del adepto y su pensamiento elevado comienza con la estimulación
de las glándulas endocrinas por medio del cuerpo etérico, en el que se ubican los centros
magnéticos. Lo que debemos tener en cuenta es que la mente, guiada por la voluntad, es
capaz de generar influencia en aquellos centros magnéticos, que son los siete chakras
convencionales y los hvelir de la tradición nórdica. El Adepto busca generar actividad
endocrina por medio de la dirección mental, proceso que ocurre simultáneamente desde
pequeños intervalos hasta otros de proporciones gigantescas, pasando por infinitos grados
entre ambos extremos (de la misma forma en que los símbolos, en su derivación infinita,
abarcan diferencias exorbitantes de ciclos). La sangre es el vehículo de las hormonas que se
vuelcan en ella de acuerdo a nuestras emociones, coloreadas a su vez según el tono de
nuestros pensamientos. Un pensamiento elevado, fundado en conceptos de altruismo y
servicio, genera un color especial en el caldo de nuestra sangre, que fluye y se propaga por
el cuerpo.

4.- La Orden del Temple:


Nuestra Orden del Temple posee tres pilares fundamentales, los cuales son: Energía,
Conocimiento y Autodisciplina, factores inseparables que configuran el entendimiento íntegro
de las cosas existentes en nuestra realidad. Es por ello que la visión energética del Temple
se encuentra tan ligada a la capacidad de mantener una constante concentración, de forma
que todo enfoque sobre la realidad concreta se vea conectado al deber de la entrega, y en
virtud de la esencia extraordinaria que se encuentra en nuestro interior, como podrá advertir
todo sincero idealista.
El campo de estudio de un Templario está principalmente asentado en el acervo cultural que
nos han dejado las cofradías herméticas y sus consecuentes cultos reformados de la mano
de notables mensajeros, consagrados a reformar las sociedades a través del monoteísmo.
Durante las épocas de apogeo de la Orden, mucho contenido fue compartido entre sus
caballeros y las cofradías de místicos musulmanes. La visión esotérica de nuestro concepto
dualista de la vida se encontraba de cierta forma presente en la figura del conocido
Baphomet, bajo tintes de un carácter luciférico. Este andrógino “macho y hembra” es
consonante a su vez con el sigilo templario, cuando es interpretado como un símbolo del
vehículo humano que concilia las dos polaridades de la existencia. Son Cástor y Pólux, Caín
y Abel, la Estrella de la Mañana y la Estrella de la Tarde, alusivas ambas al misterio de
Venus, significantes de amantes que son hermanos, que se aman y se destruyen (como los
dioses y los gigantes nórdicos que en el final de los tiempos se aniquilarán mutuamente, así
como los dioses y titanes griegos ya inmersos en una relación similar). Semejantes vínculos
con temas paganos no han de guardar extrañeza si, además del contacto con ciertas sectas
del Islam, consideramos el intercambio cultural de los Templarios con los cabalistas hebreos,
ya muy influyentes en la notable exégesis monástica de la Edad Media que le dio el piso a
Bernardo de Claraval.
Las doctrinas de los Cátaros, por otro lado, reflejan un esoterismo cristiano semejante al que
se halla oculto en el arte de los trovadores. Se trata del mismo paradigma simbólico del amor
cortés que hoy en día forma parte de un estándar socialmente asentado, pero ya despojado
de su sentido esotérico.
Cristo apeló a la capacidad que cada persona tiene para recobrar la inocencia dentro de sí
misma, y cobrar en su propia individualidad aquellos poderes inherentes legados por el
Padre. “Porque en verdad os digo, quien no vuelva a ser como niño no entrará al Reino de
los Cielos”. La imagen del caballero y su caballo es así mismo la representación de un lazo
histórico, en plena consonancia con el misterio del Centauro, quien es mitad animal y mitad
humano. Esta figura representa precisamente la verdadera identidad dual del ser, y el camino
por medio del cual el animal se integra a una misión del hombre y el hombre a una misión de
Dios.

5.- Conclusión:
Al final de todas las reflexiones que he plasmado en este ensayo, quisiera manifestar
una postura que se encuentra relacionada con las contingencias actuales. Considero que
conocer las diferentes concepciones culturales sobre el simbolismo del fuego serpentino nos
permite reflexionar sobre su enorme profundidad simbólica. Una vez con la convicción de que
los símbolos contienen tremendos poderes, deberíamos distanciarnos de aproximaciones
fálicas y superficiales, como las que abundan con respecto a la Kundalini en numerosos
espacios del mundo en el que nos desenvolvemos. Pese a esta observación, no pretendo
desvalorizar el poder positivo que siempre estará presente en los símbolos de sabiduría, por
degradados que se encuentren. Mi propia interpretación es que la serpiente que se enrosca
en la vara es la elevación del deseo, es decir, la sublimación del deseo egoísta en deseo
altruísta. No sólo representa la interacción entre lo animal y lo humano a través de los siglos
y de las culturas, si no que ilustra la elevación del hombre por sobre sus instintos básicos. La
serpiente es el símbolo de la iniciación, el vínculo entre guerra y amor, el hombre y la mujer
totales: “unidos y separados para siempre”.
En cuanto al sendero de la hermandad ya observado, considero que nuestra Orden del
Temple es un vehículo seguro para transitarlo. En la medida en que la Orden contribuye a
rescatar y vitalizar los antiguos rituales del Templarismo, el arraigo interior de las enseñanzas
aquí exploradas se vuelve posible. Porque cuando el iniciado contempla a sus demonios con
la mente puesta en Dios, brota de su corazón la capacidad de desear algo que está por
sobre lo físico. Entonces, se invierten los roles y se transmuta la naturaleza de las cosas.
Arañas, serpientes y escorpiones aparecen para amenazarnos, como productos de una
cadena de errores. Pero una vez que decidimos enmendar ese “pasado ruinoso”, nuestro
camino conduce hacia la realización de una Obra que es tan cálida como abstracta, infinita y
atemporal.

Non Nobis Domine Non Nobis, Sed Nomini Tuo Da Gloriam

Fr+ Alonso Pescio Andrade


Escudero
Gran Priorato Templario de Chile

7.- Bibliografía
El simbolismo de las religiones del mundo – Mario Roso de Luna
La astrología como ciencia oculta – Oskar Adler
Elella: libro del amor mágico – Miguel Serrano
La resurrección del héroe – Miguel Serrano
El libro de Thoth – Aleister Crowley
Seminario Templario Hermanos Novicios – Gran Priorato Templario de Chile
Seminario Templario Hermanos Escuderos – Gran Priorato Templario de Chile

También podría gustarte