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Es obvio que un tema tan vasto sólo puede ser tratado de manera muy parcial en el espacio de
un artículo. Sin embargo, no renuncio a esbozar ciertos modos en la concepción de algunos
objetos privilegiado. Ellos marcan las cosmovisiones que diversas culturas hegemónicas han
ido desarrollando a lo largo de la historia y su síntesis nos puede ayudar a ordenar antiguos y
nuevos conocimientos.
LA CONCEPCIÓN MÍTICA
El mundo mítico, en todas las culturas vivas y muertas, parece tener un trasfondo común: en el
pasado, los dioses crearon el mundo y al hombre. El tiempo ontológico es el pasado porque en
el pasado se dieron los momentos fundacionales del orden cósmico o, muchas veces, de la
secuencia de los órdenes cósmicos. Incluso el futuro de la creación, si está previsto en algún
pensamiento mítico, fue establecido en el pasado.
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las montañas y de los árboles sagrados, por las grietas de la tierra y de las olas se llega a ellos.
En estos lugares privilegiados se abren las puertas de supramundo y del inframundo, son
lugares sagrados. Las pirámides y las torres de las iglesias son representaciones simbólicas de
las montañas y de los árboles sagrados. Los cenotes son el equivalente cósmico de los
"ombligos oraculares" griegos.
El hombre del mito es algo creado, algo que pertenece -como la piedra, el árbol o el águila- al
mundo como totalidad de la creación. Y el sentido de la totalidad es su propio sentido. Si el
hombre tiene alguna prerrogativa frente a las demás cosas, ésta se debe a que puede adorar a
los dioses. Las plegarias y los ritos sacrificiales, el agua y el fuego, la sangre y el vino, le sirven
para agradar a los dioses, para pedir clemencia o auxilio.
En algunos casos los ritos pueden ser sumamente peligrosos. Su poder llega a ser tan grande
que no pide sino ordena a los dioses. Y ordenar a los dioses es arriesgarse a una horrenda
venganza. Entre el rito del campesino que invoca y rito mágico del brujo que provoca se
encuentra el rito del curandero que evoca el pasado. El chamán hace presente, aquí y ahora, el
momento y el espacio primordial. Para curar una mordedura de serpiente, el chamán puede
repetir los mitos de la creación del mundo, del hombre o de la serpiente. El chamán convoca
las fuerzas de la creación para recrear un mundo donde el hombre no fue mordido por la
serpiente o un hombre por cuyo cuerpo no corre el veneno de la serpiente, o para hacerse amo
y señor de la serpiente y de su veneno.
LA CULTURA GRIEGA
Lentamente, pero de manera constante y cada vez más acelerada, el invasor caucásico
empieza a sedentarizarse, a establecer manufacturas, a conocer los mares y nuevas tierras. El
desarrollo de su organización social le permite la colonización del entorno. En Asia Menor se
instalan grupos humanos que tienen una nueva dimensión de las cosas: si los dioses crearon el
universo y los héroes hicieron habitable el mundo, ellos son más que viles mortales, ellos están
civilizando la tierra de los bárbaros.
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Esta nueva actitud tiene pautas discursivas específicas. En el mundo mítico, las ideas
fundamentales son reveladas por las musas u otros dioses y las palabras se transmiten en el
lenguaje sagrado: el verso. Anaximandro, por primera vez en el mundo griego, escribe algo
trascendental en prosa y usando la primera persona del singular. Sin embargo, no podemos
pensar que cuando Anaximandro dice "yo" tiene nuestra misma vivencia de individualismo
postrenacentista. El “Yo” de los jónicos está todavía plenamente cargado de un "Nosotros" y
de asombro ante la divinidad. Más allá de que el mundo profano empiece a ser visto como
divino en sí mismo, como portentoso. Cuando Heráclito invita a contemplar lo sagrado en el
fuego de su hogar, todavía nadie lo entiende y lo llaman “El Oscuro”.
Y conforme avanza lo profano, Platón es un ejemplo de ello, los dioses son cada vez más una
figura retórica de asombro y de admiración. Hasta alcanzar el desconcierto, cuando llega la
decadencia de la civilización y de la cultura griega.
El hombre de los albores del pensamiento filosófico griego es logos anthropos échon, es
alguien capaz de entender el cosmos. El hombre está orgánicamente inmerso, no en la obra de
los dioses sino en el cosmos como totalidad y el sentido de esta totalidad sigue siendo su
propio sentido. Su relación con el cosmos permanece aún ecológica.
La necesidad y el orden cósmico son divinos pero no necesariamente obra de los dioses. El
universo existe desde siempre, los mismos dioses son productos del destino. El cosmos mismo
nace y muere en la continuidad de un movimiento generado por el hecho de existir, por sus
contradicciones inherentes.
En el mundo de Anaximandro las cosas, los hombres y los propios dioses nacen y mueren en
los grandes y pequeños ciclos de la necesidad. Un hombre que nace, crece y muere junto con
las cosas y los dioses no puede sentirse individuo y espacio ontológico en el que se muestra el
ser, como es el caso del hombre renacentista. Su voluntad de dominio no puede ser la de Amo
y Señor de la Naturaleza. Todavía no tiene sueños de conquistador, está conociendo el mundo
y no construyendo un mundo colonial. Todavía se asombra de que el mundo sea, de que sea la
vida y la muerte sea.
Ni siquiera el "Yo" del sofista Protágoras, que es la medida de todas las cosas, mide en el
sentido matemático y ontológico cartesiano.
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palabra. Anaximandro y Heráclito dicen mucho con pocas palabras, la experiencia vital con el
cosmos es más directa y intensa. Entre Aristóteles y el cosmos ya existen enormes y
caudalosos ríos de palabras. Este filósofo marca una nueva etapa en la concepción del
hombre. Aristóteles y sus discípulos clasifican formas de gobierno y palabras, minerales,
vegetales y animales. Su primera clasificación del hombre, como animal, es baladí: bípede sin
plumas. Cuenta la leyenda que al día siguiente le trajeron un "hombre": un pollo desplumado.
Su definición posterior es mucho más interesante: anthropos zoon politikon, el hombre como
animal con una determinada organización social. Lo que define al hombre no es su "Yo" sino su
vida comunitaria.
LA CIVILIZACIÓN ROMANA
En Roma, el tiempo ontológico sigue siendo el presente pero el mundo ya es una conquista. El
hombre se siente más individualizado que en Grecia, en el hedonismo, en el poder y en la fama
pero también en la náusea de una cultura que florece para la decadencia y que llega a hacer la
apología del suicidio. Y, quisiera subrayarlo, el suicidio es una pauta social de exclusiva
solución personal.
El antiguo derecho griego parte de lo más simple, de dejar en manos del destino y del repudio
social el castigo al infractor de las costumbres. Si yo asumo y decido mis actos, necesito un
aparato político, ya no bastan la tradición y las costumbres que gobernaban mediante el ethos
social. En Roma ya no basta la tradición, se está construyendo algo que antes no existía: un
imperio mundial consolidado. El hombre romano es una entidad jurídica civil porque vive en la
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civitas, en la ciudad capital o en cualquier lugar del imperio. El hombre es ciudadano porque es
civilizado. En algunos antiguos mapas romanos los limites externos del imperio llevaban la
inscripción hic sunt leonis, aquí viven los leones, las fieras, las bestias, los hombres sin ley.
Donde no impera el orden imperial romano impera la ley de la selva. El homo humanus se
opone al homo barbarus, nosotros a los otros.
El mundo romano, heredero de la decadencia griega, nunca fue capaz de darle un sentido
profundo a la vida, nunca llegó a tener ni siquiera un pensamiento profano propio. Su filosofía la
compra contratando o esclavizando a maestros griegos. Su poder y riqueza sólo eran
comparables al vacío ideológico que lo caracterizó. El hartazgo de algunos, el hambre de
muchos, las ambiciones personales y el crecimiento desmedido del Estado obligan más a la
guerra permanente y a las miserias de la administración burocrática cotidiana que al desarrollo
social y personal. Éstas fueron algunas de las fuentes de la infinita podredumbre ideológica del
imperio.
Y no sólo los emperadores son divinos, sus amantes también pueden aspirar a la categoría de
dioses y a que se erijan templos en su memoria. Las bacanales ya no se hacen en los campos
sino en los salones. Había que vomitar para seguir comiendo, había que beber hasta vomitar,
había que atragantar al imperio con incesantes conquistas, había que conquistar todo y a
todos. En la guerra y en la cama. Cayo Julio, escritor y político, Triúnviro, Cónsul, Dictador
Vitalicio y Emperador, César, militar tan intrépido como calculador, llega a ostentar, además, un
título sorprendente: “El hombre de todas las mujeres, la mujer de todos los hombres”.
En medio de la decadencia, del desconcierto generalizado, desde un rincón del Asia Menor,
llega una nueva concepción del hombre, del mundo y del tiempo, llega un mensaje de
salvación.
LA VISIÓN JUDEOCRISTIANA
El presente es de adoración y lágrimas: yo, aquí y ahora, peco o hago méritos de virtud. Pero
el sentido de mis actos, para los siglos de los siglos, está en un futuro de espantosos
sufrimientos o de grata beatitud. Las tradiciones milenaristas sirven de puente entre un mundo
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presente demasiado humano y un futuro demasiado intangible: durante mil años, aquí en la
tierra, de cuerpo y alma, viviremos en el reino de El Salvador, de La Divina Creatura.
Los intereses creados llevan, en lo inmediato, a crucificar al Hijo de Dios. Pero muerto el
Espíritu Encarnado, queda la palabra. La palabra, la angustia y la soledad: el que peca o se
redime soy yo, por mis actos individuales o por la arbitrariedad de la misericordia divina. La
palabra y la angustia despiertan una fe que mueve montañas e imperios. Ego credo ergo sum.
La Roma que los crucificó y los arrojó a las fieras se convierte y sobrevive.
El cristianismo democratiza el elitismo del pueblo elegido pero genera otros abismos: el de los
paganos que no creen en Dios, el de los judíos y musulmanes que creen en Dios pero no creen
en Cristo, el de los herejes que creen en Dios y en Cristo pero no en la Iglesia. Entre la cruz y
la guillotina, la hoguera.
Una nueva concepción de la sexualidad impide hasta desear a la mujer de prójimo. El cuerpo
humano adquiere una nueva dimensión: es el templo de El Señor. Si es el lugar del deseo, del
pecado, habrá que martirizarlo. La lujuria masoquista de los cilicios y la reclusión en los
conventos son el complemento del éxtasis místico, camino impaciente que no quiere esperar el
Juicio Final para unirse con Dios. El camino ideal era ascético, del corazón, de la razón y de la
tortura. Los placeres mundanos fueron reprimidos pero no suprimidos. La cama y la mesa
tuvieron que esperar mil quinientos años para recobrar su derecho a la existencia.
LA REPRESENTACIÓN RENACENTISTA
El renacentista rompe con su tiempo y con los horizontes geográficos y cósmicos, conquista el
poder sobre otros hombres y, con la Reforma, pone en jaque el poder de la Iglesia sobre El
Libro y sobre todos los hombres. El renacentista se afirma como "Yo", como un "Yo”
primordialmente individual. Pero con ese "Yo" se descubren también las culturas y los idiomas
nacionales. Así, lo aristocrático y lo popular pueden ir tomados de la mano.
Yo, aquí y ahora, fabrico máquinas, barcos y cañones; yo, aquí y ahora, construyo edificios de
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piedras y de conceptos; yo, aquí y ahora, construyo estados y revoluciono sociedades; yo, aquí
y ahora, pinto mi mundo y cuadros del mundo; yo aquí y ahora, actúo en el drama cósmico y en
la ópera del mundo; yo, aquí y ahora, aprendo a enseñar. El tiempo ontológico del
Renacimiento es el presente y su espacio, aquí donde estoy yo. El "Yo" y no Dios es el espacio
de fundamentación de un mundo que surge como pensamiento y como sentimiento, como
funciones matemáticas y mecánicas, como física.
La crisis del Medievo despierta ecos antiguos cuando se descubre un pasado de “ismos”
grecorromanos perdidos: platonismo y aristotelismo, escepticismo, estoicismo y epicureismo.
De la temprana percepción estática de la naturaleza se pasa al cultivo de las ciencias
fisicomatemáticas y naturales.
El renacentista nunca fue pura Razón, entre los objetos que su arqueología rescata de las
profundidades de la tierra se encuentran el sexo como placer personal y la fuerza de las
pasiones. El deseo y la ambición lo caracterizan. Desear la mujer del prójimo se transforma
casi en una obligación más.
LA MIRADA ILUSTRADA
Con el pasaje al Enciclopedismo, el “Yo” deja de ser el fundante ontológico del mundo. En él,
la razón abstracta surge como la potencia constructora del todo y como una facultad del "Yo".
La Razón Pura kantiana se despersonaliza, "Yo" ya no soy yo mismo.
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Hasta la sexualidad termina por institucionaliza en el ideal burgués del matrimonio y la familia.
El deseo y las pasiones ceden su lugar al orden y la armonía. El Amo y Señor del Hogar será
un padre y marido ejemplar que contrae la sífilis en amoríos tan negados como mal vistos.
EL DEVANEO ROMÁNTICO
La visión fugaz de una pantorrilla pudo trastornar a un joven apasionado. El “amor imposible”
se transforma en meta, desear a la mujer del prójimo vuelve a ser poco menos que un
imperativo categórico. El rechazo o la pérdida pueden llevar al suicidio. Una de las formas “de
moda” entre la juventud burguesa y pequeñoburguesa de la época fue entre sublime y
afeminada: llenar el dormitorio de flores, al atardecer, para morir intoxicado por el monóxido de
carbono. Una forma menos patética pero igualmente melodramática fue el cultivar la
tuberculosis, una de las formas más eficaces de obtener la blanca transparencia que era signo
indiscutible de belleza y distinción. Más de una joven de buena familia se murió de avitaminosis
por no haberse expuesto nunca al sol.
Entre la languidez, el pavoneo, el duelo y la muerte por un acto bizarro en el campo de batalla
transcurre y termina la vida de algunas generaciones de varones ilustres y no tan ilustres.
LA MODERNIDAD
A mediados del siglo XIX, cuando la Razón culmina en ciencia, la cosa pública queda en sus
manos como socialismo científico o como racionalidad burocrática. Yo ya no soy el actor del
drama de los hombres. El Pueblo, El Líder, La Democracia, La Administración, El Partido u otra
abstracción por el estilo pasa a ser el sujeto de la historia. Sólo "El" o “Ellos" le dan sentido la
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vida. Yo voy siendo cada vez más arrinconado en esa lucha de titanes. Yo y tú, nosotros y
vosotros. La idea misma de Dios es acosada hasta la muerte.
Por otro lado, el cientificismo imperante llega a reducir la sexualidad a un problema de puntos
y fricciones. Una imagen fría e impersonal, pero “sana” y “adecuada” como bajo cualquier otra
ideología que valga la pena ser tomada en cuenta como tal.
Cuando La Voluntad del Pueblo, e incluso la mía, se muestran como un camino de guerra,
muerte y sufrimiento y no de libertad y creación, sólo queda el desconcierto, la postmodernidad.
Como en tantos otros momentos de crisis social, emergen con mucha fuerza tres modelos de
actitud frente al mundo, la vida y el mundo: el nihilismo, la ensoñación romántica y la soledad
del estoico, del guerrero.
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La soledad del estoico está en el antihéroe cotidiano que lucha por tomar las riendas de su
propia vida, está en el ciudadano que todavía cree en la defensa de la flor y de la fauna (que
también los hay románticos); está en el ciudadano que todavía cree en la defensa de los
derechos humanos, en la Cruz Roja, en Amnistía Internacional, en las Naciones Unidas, en la
vida comunitaria y en la lucha cotidiana por la tolerancia.
Bibliografía
BELAVAL, Yvon et al., Historia de la Filosofía, México, Siglo XXI, 10 vols., 1972-81.
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DESCARTES, René, Discurso del método, y El tratado de las pasiones, Barcelona, Iberia,
1963.
EGGERS LAN, Conrado, Las nociones de tiempo y eternidad de Homero a Platón, México,
UNAM, 1984.
HESÍODO; Teogonía, Los trabajos y los días, El escudo de Herácles, etcétera, México, Porrúa,
Sepan cuantos..., n° 206, 1974.
MICHÑAK, Karel, Metafyzika subjektivity a její pojetí cloveka jako animal racionale, Praga,
Universita Karlova, 1968.
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SOBOTKA, M. et al., Kapitoly z dejin nemecké klasické filozofie, Praga, Státní pedagogické
nakladatelství, 1976?79, 2 vols.
[1] Anaximandro, además de filósofo, es el autor del primer mapamundi del que se tenga noticia
y es el inventor o el introductor del reloj de sol.
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