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Platón

1. Datos biográficos y contexto

Arístocles de Atenas, apodado Platón («el de anchas espaldas»), nace aproximadamente entre el
año 428 y el 427 a.n.e. en Atenas. Pertenecía a una familia noble. Su padre, Aristón, se proclamaba
descendiente del rey Codro, el último rey de Atenas. Su madre Períctiona, descendía de la familia
de Solón, el antiguo legislador griego. Era además hermana de Cármides y prima de Critias, dos de
los treinta tiranos que protagonizaron un golpe de estado oligárquico el año 404 a.n.e.
Platón tuvo una educación esmerada en todos los ámbitos del conocimiento, sobre todo en
filosofía y en política. En 407 a.C. conoce a Sócrates que tenía en ese momento 63 años. Éste se
convertirá en su único maestro hasta su muerte. Tanto por sus relaciones familiares, como por
vocación, Platón tuvo la intención de dedicarse a la vida política, sin embargo ciertos
acontecimientos le alejaron de esta idea.
El siglo V a.C., es de importancia crucial para la cultura griega. A comienzos de siglo, el
expansionismo persa supuso una seria amenaza para las polis griegas que, encabezadas por Atenas,
se enfrentaron a los persas en las Guerras Médicas. Tras la victoria y bajo la dirección de Pericles,
Atenas inicia un período de gloria militar y esplendor cultural (baste recordar nombres como los de
Esquilo, Sófocles o Eurípides), consolidándose un periodo democrático que eliminó ciertos
privilegios de los que disfrutaban los nobles, permitió el acceso a cargos públicos a un número
creciente de ciudadanos (la democracia ateniense es restringida; no tienen derecho a participar en
política las mujeres, los esclavos y los extranjeros) e instauró una paga por ejercer estas funciones
públicas, lo cual facilitó la participación de los más humildes. Pero Atenas comenzó pronto a
rivalizar con otras polis, en especial con Esparta en su lucha por la independencia económica y
política y en el expansionismo por mar. Esta situación desembocó en las Guerras del Peloponeso
(431-404). Tras la victoria, Esparta instaura en Atenas el Gobierno de los Treinta Tiranos,
derrocado a su vez por los demócratas que vuelven del exilio encabezados por Trasíbulo. En teoría,
se abre un nuevo período de democracia en Atenas, pero en la práctica se trata de una democracia
débil, decadente ya en sus comienzos por varios motivos: aquellos que detentan el poder no lo
hacen por el bien de la polis, sino en su propio beneficio: tergiversan las leyes y las vacían de
contenido; el demos que accede al poder no posee formación política para ejercerlo: no conoce el
fundamento de las leyes, ni está acostumbrado a intervenir en los asuntos públicos en el Ágora; son
los sofistas los que enseñan a los ciudadanos a ser buenos políticos, pero esta enseñanza está
orientada al individualismo, a la adquisición de habilidades y no de principios, de forma que su
educación en la areté política no tiene como fin la construcción de una polis justa y de gobernantes
justos. Éste es, de manera general, el contexto sociopolítico que Platón intenta cambiar.
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Según narra el propio Platón en la Carta VII, dos sucesos decisivos le hicieron desistir de

mezclarse en política: durante el régimen de los Treinta Tiranos sus parientes (Critias,

Cármides) y otros conocidos le invitan a colaborar con el gobierno, pero las acciones

criminales iniciadas por éste desilusionaron a Platón, sobre todo por el intento de mezclar a

Sócrates («el hombre más justo de su tiempo») en el prendimiento de León de Salamina (un

exiliado del partido demócrata) para condenarlo a muerte. Sócrates no se dejó involucrar.

Posteriormente, los exiliados demócratas se rehicieron bajo la dirección de Trasíbulo y, con

el apoyo del pueblo ateniense, derrotaron a los oligarcas. Al principio los hombres del nuevo

gobierno utilizaron una gran moderación, votando incluso una amnistía, para poner fin a la

guerra civil. De nuevo Platón se siente inclinado a mezclarse en los asuntos del estado; pero

ocurre que bajo el nuevo gobierno tiene lugar el proceso y condena de Sócrates: «he aquí

que gentes poderosas llevan a los tribunales a este mismo Sócrates, nuestro amigo, y

presentan contra él una acusación de las más graves, que él ciertamente no merecía de

manera alguna: fue por impiedad por lo que los unos le procesaron y los otros lo

condenaron,...». La injusticia del orden oligárquico y los errores de la democracia conducen

a Platón a orientar su pensamiento en el sentido de encontrar un fundamento sólido para

poder instaurar un orden justo:

“Entonces me sentí irresistiblemente movido a alabar la verdadera filosofía y a proclamar

que sólo con su luz se puede reconocer dónde está la justicia en la vida pública y en la vida

privada. Así, pues, no acabarán los males para los hombres hasta que llegue la raza de los

puros y auténticos filósofos al poder o hasta que los jefes de las ciudades, por una especial

gracia de la divinidad no se pongan verdaderamente a filosofar» (ideal del rey filósofo).

En el año 399 a.C. tiene lugar la condena y muerte de Sócrates. Temiendo ser molestado por
su condición de amigo y discípulo de Sócrates, Platón inicia una serie de viajes. Se refugia en
Megara donde permaneció probablemente tres años, entrando en relación con la escuela de
Euclides. Hacia el año 388 se dirige a Sicilia. En Siracusa reina un griego, Dionisio I el Anciano,

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que tiene en jaque a los cartagineses y se ha convertido en amo de Sicilia. Platón intima con Dión,
cuñado de Dionisio, gran admirador de los socráticos. Después de ser llamado por el rey, el propio
Dionisio lo expulsa (no se conocen exactamente los motivos). Embarca en una nave espartana que
hace escala en la isla de Aegina, en este momento en guerra con Atenas, y Platón es hecho esclavo
y luego rescatado por Anníceris, a quien había conocido en Cirene. En el 387 a.C. regresa a Atenas
y funda la Academia, primera escuela de filosofía organizada, origen de las actuales universidades.
Allí permanecerá durante veinte años dedicado al estudio y a la enseñanza. Pero el filósofo volverá
en otras dos ocasiones a Siracusa. En el año 367 a.C. muere Dionisio I y le sucede en el trono su
primogénito Dionisio II. Dión concibe la idea de traer a Platón a Siracusa como tutor del sucesor de
su cuñado. Muy pronto el joven Dionisio ve en Dión y en Platón dos rivales, por lo que destierra a
Dión y más tarde hace lo mismo con el filósofo. Con todo les promete el regreso.

En el año 366 vuelve a Atenas donde permanecerá seis años. Posteriormente (361 a.C.)
Dionisio invita de nuevo a Platón y el filósofo se dirige a Siracusa acompañado de varios
discípulos. Heráclides Póntico es ahora el encargado de dirigir la Academia. De nuevo, la actitud de
Dionisio fue tajante con el ateniense que, preso, consiguió ser liberado merced a la intervención de
Arquitas. Una vez libre regresó a Atenas. Pero Dión no cejó en su empeño, sino que reclutó un
ejército del que formaban parte discípulos de Platón, venció a Dionisio e instauró una dictadura. Sin
embargo a los tres años fue asesinado por su amigo, el platónico Calipo. Platón, por su parte,
continuó en Atenas su trabajo al frente de la Academia hasta el año 348-347, fecha probable de su
muerte.

En la obra de Platón, escrita casi toda ella bajo la forma de diálogos, podemos distinguir
cuatro etapas:
- Una primera etapa de juventud: en ella los diálogos tratan temas específicamente socráticos.
No suelen llegar a una conclusión final sino que dejan la cuestión abierta. Apología de
Sócrates, Ión, Lisis, Cármides, Eutifrón, Protágoras.
- Etapa de transición: profundiza en las cuestiones socráticas y plantea un primer esbozo de su
teoría de las ideas. Hipias menor, Hipias mayor, Gorgias, Menexeno, Menón, Crátilo,
Eutidemo.
- Una tercera etapa de madurez en la que Platón perfecciona su teoría de las ideas. Fedro,
Fedón, El banquete, República.
- En su vejez Platón reconsidera críticamente sus planteamientos, problematizando su propia
teoría. Parménides, Teeteto, Timeo, Filebo, El Sofista, El Político, Critias, Las Leyes.

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2. Influencias filosóficas
En el terreno filosófico la disparidad de planteamientos presocráticos sobre la physis lleva a
Platón a realizar un intento de sistematizar toda la filosofía de la physis anterior sintetizando el ser
de Parménides y el devenir de Heráclito (la cuestión ontológica ser-devenir y su correlato
epistemológico episteme-doxa), mediante una concepción dualista de la realidad: mundo
sensible/mundo inteligible. Precisamente esa diversidad de teorías presocráticas sobre la physis
había provocado el giro antropológico desde la ontología (filosofía del ser) y la cosmología al
problema de la naturaleza humana en la polis (filosofía moral y política). Los responsables primeros
de este giro fueron los sofistas pensadores que, atraídos por la efervescencia democrática de la
Atenas del siglo V a. c. se instalan en la ciudad para impartir sus enseñanzas en retórica y oratoria.
Hacen de su función pedagógica un negocio del que dependen los ciudadanos que buscaban el
triunfo político o que simplemente tiene que poder defenderse públicamente en caso de ser llevados
a juicio. Pero el liberal y renovador movimiento sofista suponía un serio riesgo para la identidad
cultural ateniense y para la educación tradicional aristocrática, por eso tienen como detractores a
Platón y a su maestro Sócrates que se oponen a su relativismo y a su escepticismo bajo la firme
convicción de que existen verdades universales innatas en el alma humana que el hombre puede y
debe descubrir dialécticamente, dialógicamente, si quiere llevar una vida virtuosa en lo privado y en
lo público. Se trata de un “intelectualismo moral” que Platón aplica fundamentalmente a la
política, con su idea del filósofo-rey o filósofo-gobernante, porque el interés prioritario es el
establecimiento de la justicia en la polis. Platón atribuye la responsabilidad de la situación de la
polis a los sofistas y al mismo sistema democrático que, en su opinión, permitía el acceso al poder
de los menos capacitados y más ambiciosos, y que había permitido la destrucción y olvido de los
antiguos valores de virtud y justicia que estructuraban la polis.
En definitiva, el pensamiento platónico está atravesado por varias influencias:
Heráclito: la concepción del movimiento y del devenir de este filósofo es adoptada por
Platón en su explicación del mundo sensible y en el conocimiento de éste: en tanto que lo sensible
está en perpetuo devenir el conocimiento que tenemos de él es variable, no definitivo y engañoso.
Es un conocimiento que pertenece al ámbito de la dóxa (opinión) y que debe ser superado.
Parménides: Platón adopta su doctrina del Ser y de la inmutabilidad de la esencia, a la que
Platón denomina idea (ideas). Estas ideas son eternas e inmutables e innatas y pertenecen al mundo
inteligible, mundo de las esencias, del que podemos tener un conocimiento epistémico, científico,
objetivo y racional, pues nuestra alma pertenece a ese mismo mundo. Este ámbito de la realidad es
el de la episteme.
Escuela pitagórica: el Libro VII de la República deja clara la importancia que da Platón a las
enseñanzas acerca del Número y de la Medida (aritmética) y de la geometría, heredadas de los
pitagóricos. Recordemos que en el friso de la Academia se puede leer: no entre aquí quien no sepa
geometría, o lo que es lo mismo, quien no sepa “geometrizar”, o utilizar la razón como instrumento
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para conocer las Ideas. La inmortalidad del alma y la trasmigración de la misma son también temas
de influencia pitagórica.
Sofistas y Sócrates: es contra el relativismo y el escepticismo de los sofistas que Sócrates y
su discípulo Platón defienden la posibilidad (porque nuestra razón lo permite) y la necesidad de
establecer conceptos objetivos, verdades universales que además son innatas. Afirman la necesidad
de fundamentar la vida política en estas verdades universales (idea de bien, idea de justicia, idea de
virtud) con el fin de establecer una sociedad justa. El intelectualismo socrático y su método
dialógico (ironía y mayéutica) son adoptados por Platón en el conocimiento de las Ideas.

3. El problema de la realidad y el conocimiento. Teoría de las ideas


El objetivo principal de toda la filosofía platónica es cambiar la realidad de Atenas y sentar las
bases para una sociedad basada en la Justicia. Frente al relativismo de los sofistas en relación a la
posibilidad de encontrar unos valores que fundamenten la vida en comunidad, Platón, como
Sócrates, afirma la existencia de verdades absolutas e innatas que el ser humano puede y debe
conocer; verdades que le servirán para comportarse como un buen ciudadano, es decir, tanto en el
ámbito privado como en el público. Son las Ideas, son la esencia, la verdadera realidad de las cosas,
y son únicas, eternas (como el ser o la esencia parmenídea), inmutables, perfectas y son
cognoscibles (inteligibles) mediante la razón. El ser humano puede conocer estas verdades porque
son innatas (están en su interior) y son objetivas (no dependen de la opinión de cada sujeto).
Conocerlas es el primer paso para ser virtuoso, puesto que la virtud consiste en hacer lo que se debe
a la perfección, y para ello es necesario saber en qué consisten las cosas en realidad. El
conocimiento es el camino de la virtud en Platón, o lo que es lo mismo el conocimiento es el
fundamento del comportamiento moral. Sólo el que sabe qué es el bien puede ser un ciudadano
virtuoso y justo. Conocer las ideas es el requisito indispensable para ser un buen ciudadano, siendo
la idea más importante la Idea de Bien, que ordena y organiza al resto, empezando con las de
belleza y justicia. El fin es práctico, político: el establecimiento de la sociedad justa, que para Platón
tiene la forma de una república.
La teoría de las ideas es la columna vertebral del pensamiento platónico. Es el intento sistemático
de dar una explicación a los problemas de la realidad como totalidad, y pretende ser una síntesis que
resuelva el antagonismo radical de los dos planteamientos filosóficos más importantes hasta el
momento, los de Heráclito y Parménides.
 Para Parménides la realidad, el ser, es inaprensible para los sentidos. Sólo la razón es capaz
de captarlo. Lo que la razón nos dice es que la realidad es eterna, el ser es uno, no múltiple e
inmutable. Lo que nos ofrecen los sentidos es engañoso, de modo que la razón es la única
guía para conocer la verdad.
 Heráclito afirma, sin embargo, que la realidad es un cambio o movimiento incesante y
eterno, el eterno devenir.
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La teoría de las ideas es una síntesis de los dos mundos o ámbitos de la realidad, para Platón el
mundo sensible (sometido a cambio) y el mundo inteligible, el de las ideas fijas, eternas,
inmutables, objetivas, inmateriales, incorruptibles e innatas.
Ahora bien, ¿qué conocimiento podemos tener de uno y otro ámbito? O lo que es lo mismo, ¿qué
posibilidad de conocimiento científico, de lo que es, de lo que no cambia, de lo universal, podemos
tener? Porque conocimiento científico es, exclusivamente, conocimiento de lo que no cambia, y esto
no es el conocimiento de lo sensorial.
En Platón existe una diferencia clara entre lo que es el conocimiento de las realidades del mundo
sensible, “doxa”, y el conocimiento de las realidades del mundo inteligible o ideas, “episteme”.
Esto supone un dualismo ontológico (dos mundos perfectamente diferenciados) y un dualismo
epistemológico (formas de conocer), en tanto que afirma claramente qué es conocimiento (el que se
obtiene a través de la razón de los entes matemáticos y de las ideas) y qué no lo es, la “doxa”
(opiniones y creencias).
Así, la teoría de las ideas consiste en afirmar de entrada la existencia de unas realidades absolutas,
eternas, inmutables, incorruptibles y separadas (del mundo sensible o sensorial) que tienen estatuto
ontológico, es decir, que existen y de las que se deriva todo lo real perteneciente al mundo sensible,
mediante un proceso de dependencia causal de participación (methexis) o de imitación (mímesis)
de esas ideas. Las ideas no son el resultado de un proceso de abstracción, no son conceptos
abstractos, sino entidades reales existentes más allá de que las pensemos. No son construcciones
mentales. El mundo real y verdadero es el de las ideas, y el mundo material y sensible es solo una
copia.
¿Cómo se produce la relación de lo uno a lo múltiple? ¿Cómo se relacionan las ideas con sus
correlatos del mundo sensible? La relación entre ambos mundos se explica con la teoría de la
participación: los seres concretos y materiales del mundo sensible sólo existen en tanto que
participan en diversos grados de perfección en la idea con la que se corresponden, y por ello, son
múltiples y diversos siendo unos mejores copias que otros de acuerdo a su mayor o menos grado de
participación. Los entes que son buenos, justos, bellos, lo son por participación o imitación de la
idea de bien, de la idea de justicia y de la idea de belleza, por señalar los ejemplos más importantes
que aparecen en la República.
El mundo de las ideas es, por tanto, el mundo real y perfecto. En él todas las ideas se relacionan y
coordinan (por comunicación o koinonía, o por symploké o combinación, no todas con todas, ni
ninguna con ninguna). Las ideas están jerarquizadas y organizadas racionalmente. La jerarquía de
las ideas va, de abajo a arriba, de las ideas menos generales a las más abstractas: ideas de seres
sensibles; ideas matemáticas; ideas éticas, estéticas y políticas; y en la cúspide la Idea de Bien (de
perfección); que es el fundamento ontológico ya que todas las ideas participan plenamente de la
idea de Bien, y hace que los seres sensibles sean más o menos perfectos según el grado en que
participen de su idea.
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El mundo sensible, imperfecto, por definición, debe su realidad a las ideas. En cualquier caso tiene
bastante lógica: si damos por sentado que el mundo sensible depende causalmente del inteligible,
difícilmente podemos entender que las ideas no sean entidades reales, salvo que admitamos que de
una mera abstracción o concepto, de una construcción estrictamente mental, pueda derivarse la
realidad.
De hecho, Platón afirma una y otra vez que la idea tiene existencia plena, completa y separada o
independiente, pero insiste en que es inmaterial, pues la materia es corruptible, está sometida a
cambio y la idea, en cambio es eterna.
El mundo sensible depende ontológicamente y no sólo lógicamente, del mundo inteligible.

Separación y conexión entre el mundo sensible y el mundo inteligible:


¿Es necesaria la existencia de unas realidades, las ideas, separadas del mundo sensible, de los entes
de los que son fundamento (la esencia)?; ¿cómo pueden ser las ideas la causa de las realidades del
mundo sensible, teniendo en cuenta que son realidades separadas? ¿Cuál es la conexión entre un
mundo y otro? Este es el problema del “chorismós” platónico, de la división de lo real en dos
mundos que Platón intenta salvar. La conexión entre el mundo sensible y el inteligible es el alma.
Platón justifica la existencia, la necesidad de un mundo inteligible del que depende el mundo
sensible mediante tres argumentos:
 Teoría de la anámnesis y de la reminiscencia: el conocimiento como recuerdo. Las
Formas o Ideas no están en este mundo (no existe una forma de esfera perfecta entre los
objetos sensibles). Si a pesar de ello, las conocemos, es porque tal conocimiento es un
reconocimiento, una reminiscencia de la visión que de las formas/ideas tuvimos
anteriormente. En el Menón comprobamos cómo un individuo (Menón) sin educación
alguna, completamente ignorante, es capaz de, dialogando con Sócrates, resolver problemas
complejos y llegar a la esencia de las cosas (define qué es la virtud). La única explicación
para Platón es que recuerda, que el conocimiento de esas realidades está en su interior, que
estas verdades son innatas y el alma las conoce porque tanto estas verdades, las ideas (o lo
igual en sí), como el alma, mantienen una relación de afinidad, pertenecen, de hecho, al
mismo mundo, el mundo inteligible, sólo que al “caer” en el cuerpo (Fedro) ha olvidado lo
que conoce y a dónde pertenece. El alma preexistió en el mundo de las ideas; de allí cayó al
mundo terrenal, y fue atrapada por el cuerpo olvidando su conocimiento (mito del carro
alado). El filósofo usa el diálogo, la mayéutica, para que mediante preguntas recuerde las
ideas que su alma ya había conocido pero había olvidado. El alma, es la posibilidad de
superar la división entre los dos mundos a través del conocimiento.
 Además, los entes matemáticos, ¿son entes de la experiencia? En realidad no percibimos
triángulos, ni cuadrados, sino entes con la forma o estructura de triángulo o de cuadrado.
Tenemos de hecho, previamente, la idea de triángulo, la idea de cuadrado. Si no existieran
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más que objetos sensibles, la geometría no tendría objeto. Los entes matemáticos, el
número, la medida, son entes que se parecen a las ideas, y el conocimiento matemático es,
sin duda, racional, no se basa en opiniones, no depende del mundo sensible y, por lo tanto,
el conocimiento matemático no es doxa (la matemática era el único saber exacto
desarrollado hasta entonces).
 Si las ideas existen, el relativismo que defendían los sofistas es insostenible. Si el bien, la
justicia, la belleza, etc. tienen realidad independiente, entonces existe un fundamento
real para una sociedad justa. La República es posible.

En definitiva, existe una relación de causalidad directa entre las ideas y el mundo sensible, y esta
relación causal se explica mediante dos mecanismos, el de la participación y el de la imitación.
 Por participación o methéxis: las cosas son en cuanto que participan de la Idea, en la medida
en que la Idea está presente en ellas: la nieve es blanca en la medida en que participa de la
idea de los blanco o de blancura.
 Por imitación (mímesis): las cosas del mundo sensible o físico son copias, semejanzas,
imitaciones o sombras más o menos fieles (es decir, imperfectas) de las realidades
verdaderas del mundo inteligible. Como toda imitación, el mundo sensible es imperfecto.
Está claro que es bastante problemático para Platón romper con el chorismós y explicar la relación
causal entre los dos mundos, precisamente porque entiende las ideas como entidades
independientes, separadas de todo lo demás, y sólo cognoscibles por la razón.

La teoría de las ideas se explica en el mito de la caverna que aparece en el Libro VII de La
República, los mitos son un recurso muy utilizado por Platón, como fuente literaria, y
ejemplificadora, o modelo explicativo (no olvidemos la fuerte tradición mítica de la que proviene la
cultura griega). En este mito se refiere:
 el dualismo ontológico: división de la realidad en dos ámbitos o estratos con una
dependencia causal (mundo sensible- mundo inteligible);
 el dualismo epistemológico, y en consecuencia el antropológico: la situación de los hombres
en razón de su doble naturaleza (cuerpo-alma) y el camino que debe recorrer desde las
sombras hasta la contemplación de las Ideas, y por encima de todas ellas de la Idea de Bien.
Es un camino de purificación a través del conocimiento.

En República VII, párrafos I-III se especifica qué ámbitos de la realidad podemos conocer y cómo
lo hacemos, así como cuál de las dos formas de conocimiento posible es la del conocimiento
verdadero. Introduce, en este punto, la diferencia entre doxa y episteme, y posteriormente
especificará otras subdivisiones o niveles de conocimiento dentro de ellas. Distingue grados de
conocimiento en realción a grados del ser. En definitiva, tenemos cuatro niveles:
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1. Interior de la cueva o mundo sensible
­ Nivel ínfimo de todo aquello que tiene una existencia puramente imaginaria (simbolizado
por las formas que se reflejan en la pared opuesta de la entrada)
­ Nivel de todas las realidades sensoriales del mundo físico (zona intermedia entre el tabique
y la entrada, el fuego y los porteadores de objetos)

2. Exterior de la cueva o mundo inteligible


­ Números o entes matemáticos que son realidades inteligibles pero ligadas de algún modo a
lo sensible y, por lo tanto, no puras (reflejos en el agua)
­ Las ideas, simbolizadas por los objetos exteriores, gracias a la luz del sol. Finalmente,
podría percibir la luz del sol, “no ya en imágenes en el agua o en otros lugares que le son
extraños, sino contemplarlo cómo es en sí y por sí, en su propio ámbito”. El Sol es la Idea de
Bien, que está por encima de todas las demás e ilumina el camino a seguir en el ascenso desde
la cueva hasta el exterior (a través de los distintos niveles de conocimiento). Es el camino que
debe seguir el alma del hombre en el conocimiento y en el perfeccionamiento moral. En
ocasiones también se identifica la Idea de Bien con el Noûs (inteligencia superior ordenadora)
de Anaxágoras y con el propio concepto de Demiurgo (Dios) de Platón.
Así, el mito de la caverna es la explicación de la situación de los hombres, cuya naturaleza es
doble: posee una naturaleza corpórea que le ata al mundo sensible y un alma, que pertenece por
afinidad y origen al mundo inteligible y que debe buscar el modo de librarse de esa cárcel- cuerpo
mediante la contemplación de las ideas y, fundamentalmente, de la Idea de Bien.
La culminación del conocimiento es la Idea de Bien y aparece, además de en el mito de la caverna
en República VII, en el símil de la línea, en República VI. No se puede hablar de justicia y de
belleza, si antes no conocemos la Idea de Bien, pues ésta resume todo aquello que podemos
entender por orden o armonía.
El símil de la línea explica cómo para cada tipo de realidad existe un modo de conocimiento, o más
bien, un grado o nivel, según su aproximación a lo máximamente real, las Ideas.

----------------------------------------------------------------------------------------------Idea de Bien
eikasía pistis dianoia razón
DOXA EPISTEME
 1er nivel: sensación e imaginación (eikasía), el más alejado de la verdadera realidad
(analogías superficiales y metáforas);
 2º nivel: creencias (pistis), que implican ya cierto grado de abstracción y razonamiento
(objetos de la imaginación);

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 3er nivel: razón discursiva, (dianoia o razón) entrando ya en el terreno del conocimiento
(conocimiento hipotético, matemáticas);
 4º nivel: captación directa de la idea intelección o noesis,(conocimiento intuitivo o visión
directa de las ideas, dialéctica)

El camino en el conocimiento y en la purificación del alma es de ida y vuelta: habiendo


contemplado las ideas es cuando se pueden criticar las creencias y las opiniones anteriores,
descubriendo cómo falseaba la realidad. El proceso dialéctico parte de una idea y asciende hasta la
idea suprema: la idea de Bien; es un proceso de ascenso y descenso estableciendo conexión entre
ideas; partiendo de los fenómenos va regresando a las esencias para después volver a los
fenómenos, en un movimiento circular.
En definitiva, quien conoce es el hombre que “sale de la oscuridad” para “contemplar la luz”. Su
naturaleza corpórea, sometida a procesos del mundo sensible, dificulta el conocimiento; el alma, por
el contrario, dado que es principio vital y principio racional, puede contemplar las ideas.

4. Problema del ser humano. Dimensión antropológica de la Teoría de las Ideas


Existe un paralelismo entre el dualismo ontológico mundo sensible-mundo inteligible y el dualismo
antropológico alma-cuerpo. Tomando como referencia la teoría de las ideas, podemos entender
mejor qué es el hombre, en qué consiste su naturaleza, su capacidad cognoscitiva, y cómo debe
comportarse ética y políticamente. Si para Platón el fin del conocimiento es contemplar el mundo
inteligible, que es lo máximamente real, entonces la verdadera naturaleza del hombre es su alma, y
el movimiento de ascenso desde la cueva hacia el exterior es conforme a su naturaleza; lo
antinatural es permanecer en las sombras (de ahí que haya que forzarle, obligarle a estar en la
cueva, mediante ataduras y cadenas).
Es el alma quien puede realizar este proceso, puesto que es inmortal y eterna y por tanto mantiene
una relación de afinidad con las ideas. Pertenece al mismo mundo, el inteligible. Está en el cuerpo-
prisión, integrada en lo mutable y corruptible y esa limitación del mundo sensible debe ser
superada; en otros términos, ha de purificarse, y el único modo es conociendo la idea de Bien.
Las características generales del alma son similares a las de las ideas; es una entidad espiritual,
indestructible, una e indivisible, preexiste al cuerpo y es, por lo tanto, incorruptible. Por influencias
pitagóricas, Platón afirma que el alma cometió un pecado en un “tiempo en que no era hombre” y
que transmigrará de cuerpo en cuerpo hasta que se purifique y vuelva al mundo de las ideas
(Fedro). Si el objetivo del conocimiento es la contemplación de las ideas, entonces la purificación
es el conocimiento en sí.
Por otro lado, el cuerpo sale bastante mal parado. En tanto que perteneciente al mundo sensible, es
corruptible, limitado, un instrumento, un lastre para el alma, es cárcel del alma porque la arrastra
con sus pasiones. Es el culpable de la “ceguera” del alma. Sin embargo en el Fedro y en otros
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diálogos se afirma también que es la falta de equilibrio entre las partes o funciones del alma lo que
dificulta el ascenso de ésta al mundo inteligible, a pesar de pertenecer a éste (Menón). Las partes o
funciones del alma son:
­ racional: se encarga de dirigir el pensamiento y se sitúa en la cabeza, nos permite llegar a
conocer las ideas del mundo transcendente, y es inmortal;
­ irascible: regula la agresividad, la creatividad del hombre, y se aloja en el pecho,
proporciona la capacidad del esfuerzo, la voluntad y el vigor, y es mortal;
­ concupiscible: intenta regular los apetitos o tendencias más primitivas como el instinto de
supervivencia o el apetito sexual. Se localiza en el bajo vientre, y también es mortal.

En el diálogo Fedro se explica mediante el mito del carro alado cómo un auriga (alma racional)
intenta dirigir un carro tirado por dos caballos, uno blanco (alma irascible) y otro negro (alma
concupiscible). Si el auriga no logra equilibrar el tiro y el caballo negro gana, su tendencia supondrá
la caída del alma al cuerpo, al mundo sensible, alejando al hombre del mundo de las ideas o de la
purificación. Si el alma cae, estará condenada a la trasmigración de un cuerpo a otro hasta que se
purifique. Como el alma pertenece al mundo inteligible, debe volver al mundo al que pertenece, o lo
que es lo mismo, recordar lo que ya sabe, lo que ha estado siempre, de forma innata en el alma.
Ahora bien, el conocimiento que permite el recuerdo no es cualquier tipo de conocimiento, sino
sólo aquel que es verdadero, el que puede atrapar (aprehender) esas realidades eternas, el
conocimiento dialéctico.

Este tipo de conocimiento es propio del filósofo, cuya tarea es la de volver del mundo de las ideas e
intentar liberar de las cadenas a los hombres y conducirles a la luz a la que tienden por naturaleza, a
la contemplación del mundo de las ideas. Una vez que los hombres conozcan en qué consiste lo
justo, lo bello, etc. podrán ser buenos ciudadanos. Y los mejores dotados de todos ellos, además
deben gobernar la polis. A estos los identifica Platón con los filósofos.

Enlazamos aquí con el proyecto político y educativo de Platón: una sociedad justa con la forma de
una república.

5. El problema de la sociedad/Política.
Correlato alma-estado: el alma, el Estado y las cuatro virtudes
Platón desarrolla su pensamiento político en el diálogo la República, donde se plantea en
qué consiste una sociedad bien organizada; y así plantea su teoría sobre la ciudad ideal: parte de que
todos los Estados, sin excepción, están mal gobernados, y ello exige una reforma radical. Para
salvar la moral y la política del relativismo de los sofistas se propone el ideal del rey-filósofo.

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En la filosofía platónica funcionan dos principios: correlación estructural entre alma (individuo)
y Estado y especialización funcional. Del mismo modo que existe un paralelismo mundo
sensible/mundo inteligible y cuerpo/alma, también existe un correlato estructural entre el alma del
individuo y el Estado; en el alma hay las mismas partes que en el Estado, hay tres clases sociales
que se corresponden con el carácter de los individuos; y su especialización funcional; cada una de
las partes de la sociedad debe encargarse de la función que le corresponda. De este correlato
individuo- Estado se deriva la idea de justicia de Platón, sinónimo de la de armonía, según la cual
cada individuo debe realizar en el Estado la función que le corresponde según qué parte o función
del alma le gobierne y de qué virtudes esté dotado, de forma que, cuando cada individuo trabaja
para la polis, reina el orden, y este orden o armonía, resulta en la “justicia retributiva” (cada uno
realiza lo que le es propio) que garantiza la felicidad.
El esquema es el siguiente:

ALMA ESTADO VIRTUDES


(clases sociales)
Racional gobernantes o guardianes prudencia
irascible (ánimo) Guerreros valentía o fortaleza
concupiscible (deseo) Productores templanza o moderación

Reinará la justicia cuando cada uno de los individuos y de las clases sociales del Estado cumpla con
la virtud que le es propia, y esto sólo es posible si cada ciudadano es capaz de armonizar las tres
funciones o partes de su alma y “hace la parte que le toca” (su función en la polis). La justicia
retributiva, la armonía y el orden sólo serán posibles si los gobernantes son realmente sabios (el que
conoce las ideas, lo que las cosas son, están capacitados para obrar con prudencia, para gobernar), si
los soldados son valientes (protegen la polis) y si todos los ciudadanos son moderados
(fundamentalmente, cumpliendo la ley). Recordamos que en mayor o menor medida todo hombre
posee éstas virtudes, pero no predominan de la misma manera en el alma de cada uno: no todos los
individuos están capacitados para la misma función o responsabilidad.
Así, Platón quiere definir especialmente las virtudes que deben tener los gobernantes o
guardianes puesto que son la parte fundamental de la polis. Deben salir del grupo de los filósofos,
de entre aquellos que conocen las ideas y que además no tienen ningún interés por gobernar, porque
después de haber contemplado el mundo perfecto de las ideas, no sienten la necesidad de mezclarse
en asuntos corruptos (Rep. VII, línea 192). Sin embargo, son los únicos capaces de “iluminar” o
guiar a los ciudadanos que permanecen en la caverna (anclados en la opinión común, en las
creencias); los únicos capaces de guardar las leyes de la polis. De ahí que Platón afirme la necesidad
de que gobiernen los filósofos o se enseñe filosofía a los futuros gobernantes. Es el ideal del “rey
filósofo”. El ascenso dialéctico de la filosofía hasta la idea de justicia, de verdad, de belleza, todas
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presididas por la idea de Bien, iluminaría a los gobernantes para construir un mundo mejor. Ya
sabemos que de los desengaños políticos que sufrió Platón en vida, se decantaría al final de su
existencia por una defensa de las leyes, de un adecuado ordenamiento jurídico.

Al analizar los distintos sistemas de gobierno considera que la mejor forma de gobierno es
la aristocracia, el gobierno de los mejores (que poseen la episteme y la verdad). Después, y po
orden descendente catalogará a la timocracia (gobierno de los honorables), la oligarquía (gobierno
de los ricos), la democracia (gobierno del pueblo que implica la perversión del orden, que es
ingobernable y conduce a la tiranía. Según Platón reina el individualismo porque todas las
opiniones son equivalentes, es el sistema de gobierno de la doxa) y, por último, la tiranía (que
proviene del desorden democrático).

La paideia platónica

Las virtudes deben ser enseñadas, adiestradas. Para Platón, la educación no consiste en una
mera transmisión de conocimiento, técnicas y habilidades que introducimos en el espíritu del
alumno-ciudadano (práctica sofista), sino que es una forma de hacer “despertar” las ideas. La
inteligencia, el alma, debe volverse hacia las ideas y ascender al verdadero conocimiento.
Este “ascenso” venía representado en el “símil de la línea”, y también en un sistema educativo
perfectamente estructurado. No se encamina a promover la igualdad, sino a que cada uno desarrolle
sus facultades naturales. En relación al pueblo llano, Platón considera suficiente una educación
genérica en literatura y aritmética. Platón hace una fuerte crítica a la poesía, y a los narradores de
mitos, que tenía que ver con la función educativa que estos cumplían en la sociedad de su tiempo;
una educación basada en relatos y en conservar la tradición, sin crítica alguna; pero sobre todo
porque los poetas no se debían a la verdad. La educación es un asunto muy serio para dejarlo en
manos de narradores de mitos. Para los futuros gobernantes que saldrán de los ciudadanos más
capacitados, a estos se les someterá a un estricto proceso educativo: se eliminarán la gimnástica y la
música porque no aportan conocimiento alguno esencial (de las Ideas). Se implantarán el cálculo, la
geometría, la astronomía, el movimiento armónico y, por último, la dialéctica, o arte de conocer y
dar razón de las cosas, en tanto que implica el conocimiento de las Ideas. La dialéctica es la
culminación del proceso educativo que comienza a los veinte años, hasta los cuales se habrá
sometido a los jóvenes a pruebas físicas (se busca moldear un cuerpo sano). A partir de los treinta
años se les instruirá y ejercerán la dialéctica (la ciencia de la totalidad) y ocuparán diferentes cargos
públicos en la polis. Los que demuestren en el ejercicio de estas responsabilidades ser los mejores
gobernarán por turnos la polis, a partir de la edad de cincuenta años.
En este proyecto educativo, Platón incluye a hombres y mujeres, constituyendo esto una verdadera
novedad en la polis griegas, puesto que las mujeres no eran consideradas parte de la ciudadanía, de
forma que no podían participar en los asuntos públicos o de gobierno.

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