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En Argentina, el Servicio Social se instaló formalmente en plena crisis del treintaicuatro partir del
23 de junio de ese año, una institución privada, Museo Social Argentino, creó la primera Escuela
de Servicio Social, y a iniciativa del médico Dr. Germinal Rodríguez y de Alberto Zwank, quien fue
su primer director. Este último definió el Servicio Social “como el conjunto de métodos destinados
a desarrollar la personalidad del individuo o de la familia asistida, reajustándolo con el medio
ambiente en que vive”. Años más tarde, 1946, la Universidad Nacional de Buenos Aires creó la
Escuela de Asistentes Sociales, en la entonces Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, sobre la
base de una escuela similar, dependiente del Patronato de Recluidos y Liberadores, creada en
1941.
En 1954, se produjo la revolución cubana. Dos años después, la Alianza por el Progreso apuntó a
contrarrestar sus efectos en el “desarrollo de la comunidad”. El desarrollismo, nueva cara del
funcionalismo, nos “vendió” la idea que el subdesarrollo era una etapa de transición, de la que se
podía salir con el aporte de capital y tecnologías. Copiamos modelos, sin tener en cuanta, como
bien lo señaló Gertude Wilson, que “el Trabajo Social norteamericano es parte y producto de un
gran ámbito en el cual él vive, y no puede ser comprendido aparte de su contexto social”.
La práctica nos hizo asumir una actitud crítica, y así, desde la inconformidad contra el modelo
dominante del cual el Servicio Social era parte, asumimos en 1965, lo que quienes fuimos sus
protagonistas llamamos el movimiento de la reconceptualización. La reconceptualización, como
brote de rebeldía (y todo acto creador es transgresor), surgió casi simultáneamente en Santiago,
Concepción, Valparaíso, Antofagasta, Montevideo, Porto Alegre, Belo Horizonte, Rio de Janeiro, La
Paz, Manizales y Cali, Caracas, General Roca, Buenos Aires. Dos revistas de ésta última cuidad:
Selecciones del Servicio Social y Hoy en el Trabajo Social permitieron la interconexión entre
quienes empezamos el proceso, así como los encuentros del Primer Congreso Latinoamericano en
Porto Alegre en 1965, a los que siguieron en 1966 en Montevideo, en 1967 en General Roca,
Concepción en Chile en 1969, Cochabamba, en Bolivia, en 1970, Porto Alegre en 1972 y Lima en
1974.
• Tecnicismo, neopositivista.
• Concientizadora.
• Dialéctica.
Al cercenarse su avance por las dictaduras en casi todos nuestros países, la tercera etapa nos
permitió a algunos madurar y decantar el proceso, y a otros volver al conservadurismo tradicional,
el que no implica compromisos ni riesgos. Sin lugar a duda, la reconceptualización fue un hecho
significativo en la construcción del Trabajo social.
Referencias
kisnerman, N. (s.f.). Pensar el Trabjo Social. En N. Kisnerman, Pensar el Trabajo Social: Una
introducción desde el construccionismo (págs. 50-55). Buenos Aires-Mexico: Lumen.