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Andragogía, el aprendizaje de los adultos (Por Raúl Hernández González)

Qué es la andragogía?

Antes que nada, no temas. No pretendo escribir un sesudo artículo lleno de palabrejas raras al estilo
de los textos académicos. De hecho, intentaré que “andragogía” sea la única… Mi objetivo hoy
es explicar de manera sencilla qué es la andragogía, y qué aporta de cara a la forma en que tú organizas
tu propio aprendizaje, o diseñas el aprendizaje de otros en tus cursos o actividades de formación.

Andragogía es un término de origen griego, formado como combinación de “hombre” y “guía”, y se


refiere a la educación de adultos. Se utiliza en contraposición a la pedagogía, que sería la educación de
niños.

¿Y por qué es relevante esta distinción? Porque los adultos no somos como los niños. Sí, ya, una
obviedad, pero… ¿cuántas veces vemos, o sufrimos (o peor aún, hacemos sufrir) experiencias formativas
que siguen los mismos patrones que si estuviésemos en un aula de primaria?

Los adultos no somos niños.

Insisto, parece una obviedad: los adultos no somos niños. Así que la andragogía tendrá que
tener matices diferentes respecto a la pedagogía. Pero… ¿en qué nos diferenciamos? No está de más
repasar en qué aspectos somos diferentes los adultos de los niños, y el impacto que tiene eso en
nuestra forma de aprender (y por lo tanto de organizar el aprendizaje):

 Somos de nuestro padre y de nuestra madre: que cada uno tenemos nuestro carácter y nuestra
personalidad es algo que queda patente desde muy niños. Pues a eso sumémosle años de
experiencias, buenas y malas. Distintos orígenes, distintas relaciones, distintos entornos. ¿El
resultado? Pues eso, cada uno con nuestras “cadaunadas”.

 Acumulamos un montón de experiencias: fruto de los años vividos, de las situaciones a las que
nos hemos visto sometidos… tenemos un importante equipaje. Algo que puede ser muy útil (a la
hora de construir sobre ello nuestros nuevos aprendizajes), y también suponer una barrera en
forma de vicios, prejuicios, malos hábitos, frustraciones, malos recuerdos o incluso éxitos
pasados… No en vano dicen que desaprender un primer paso fundamental para poder aprender.
 Toleramos mal la asimetría: a estas alturas de la vida, todos hemos tenido nuestra cuota de
responsabilidades y de experiencias, situaciones en las que hemos “estado al mando” y en las
que, en definitiva, hemos ejercido de adultos. Eso de que venga “un listo” a “enseñarnos” como
si fuéramos niños, a decirnos lo que tenemos que hacer, a “adoctrinarnos”… lo llevamos mal. Sí,
puede que esa persona sepa algunas cosas, pero yo también puedo enseñarle una o dos.

 Sabemos cómo somos: llevamos años conviviendo con nosotros mismos, y nos conocemos
bastante bien. Tenemos nuestra opinión respecto a cómo funcionamos, lo que se nos da bien y
lo que se nos da mal. Solemos ser bastante autónomos en muchas áreas de nuestra vida.
Queremos voz y voto en cómo se desarrolla nuestro proceso de aprendizaje, en las actividades
que realizamos, en cómo las afrontamos. Se aceptan sugerencias, pero no imposiciones.

 Aprendemos porque queremos: no estamos obligados a este proceso de aprendizaje. Estamos


aquí porque hemos querido, y seguiremos aquí mientras queramos. En el momento en que no
sea así… adiós muy buenas. El factor de motivación es fundamental.

 Somos utilitaristas: normalmente queremos aprender porque hay problemas concretos que
queremos resolver. Se nos da mal el aprendizaje “teórico” o el aprendizaje “preventivo”. Si no
me sirve para resolver el problema que me aqueja, voy a perder el interés.

 Tenemos otras responsabilidades: trabajo, familia, ocio, preocupaciones… no tenemos mil


horas a nuestra disposición para dedicarlos a este aprendizaje, y nuestra flexibilidad es limitada.
O me lo pones fácil, o no vamos a llegar muy lejos.

Algunas claves de la andragogía para facilitar el aprendizaje de los adultos

Si los adultos no somos como los niños… ¿cómo podemos diseñar nuestras experiencias de
aprendizaje, tanto para nosotros mismos como para otros? ¿Qué nos puede aportar la andragogía?

 Dejar que se individualicen los objetivos: podemos tener en mente un “objetivo general”, pero
cada persona va a ponerlo en términos de sus propias necesidades, sus experiencias, su forma
de ser… Es importante dejar un espacio y un tiempo, de forma expresa, a hacer que cada uno
haga su reflexión y personalice sus objetivos.

 Investigar los problemas: ¿cuáles son los “dolores” que la persona intenta curar a través del
aprendizaje? Nada de generalidades, cuanto más concreto mejor. Si está dispuesto/a a dedicar
tiempo, energía, dinero… al aprendizaje, es para algo. Hay que entender bien ese “para qué”
para poder enfocar la actividad a resolverlo. Porque es a eso a lo que ha venido.

 Volcar hacia la práctica: cuanto más aplicable sea lo que se haga, mejor. Si puede terminar la
clase, o el vídeo, o lo que sea… e irse directamente a ponerlo en práctica en su contexto, mejor.
Primero porque eso reforzará su aprendizaje, y segundo porque le da sentido y mantiene su
motivación.

 Explicar cada paso: los adultos somos seres “más racionales”. Nos viene bien entender “por
qué” y “para qué” hacemos cada cosa. Hacer simplemente porque otro nos lo dice no nos hace
sentir cómodos. Por eso es importante explicar cada actividad, cada contenido… para que las
personas puedan hacerse una composición de lugar.
 Basarse en las experiencias pasadas: aprovechemos el equipaje que trae cada uno. ¿Cuáles
son sus experiencias concretas? ¿Qué hizo, en qué contexto, qué pasó? ¿En qué acertó, en qué
se equivocó, cómo podría hacerlo de forma distinta? Todo lo que sea construir sobre la
experiencia concreta es un paso de gigante para personalizar y consolidar los aprendizajes.

 Hacer partícipes en el diseño: ¿qué os ha parecido la actividad de hoy? ¿qué haríais de forma
distinta? ¿cómo se os ocurre que podemos practicar esto? ¿por dónde os gustaría enfocar la
próxima sesión? Hacer que las personas participen en el desarrollo de las actividades de
aprendizaje les da un sentido de propiedad, de adaptación a sus necesidades, de motivación…
sin el que es más fácil que se desconecten.

 Dar opciones: sabiendo que cada persona es distinta, ¿por qué no dar opciones? Si hay alguien
que prefiere leer, que lea. Si hay alguien que prefiere ver vídeos, que los vea. Si hay alguien que
prefiere hacer más ejercicios, que los haga. Si hay alguien que prefiere empezar por una cosa en
vez de por otra, que empiece. Pretender llevar a un colectivo a un ritmo uniforme, y con café
para todos, es una pésima idea.

 Facilitar la autoevaluación: igual que es cada persona quien establece sus objetivos de
aprendizaje, también es quien tiene que determinar si ese objetivo se está cumpliendo o no. La
labor del facilitador es dar a la persona la oportunidad de hacerse preguntas y acompañarle en
la exploración de qué está funcionando y quién no, siempre desde su propia perspectiva.

 Relacionarse de igual a igual: aquí no hay tarima y pupitres. No hay atril. No hay docente y
dicentes. En el mejor de los casos hay un facilitador del aprendizaje que se tiene que situar al
mismo nivel que el resto del grupo. Que participa como un igual en las conversaciones, que
comparte sus experiencias, que no tiene miedo a equivocarse, a que le cuestionen, a dar la
razón. Alguien que reconoce que comparte aprendizaje con gente que también tiene mucho que
enseñar.

 Utilizar el espacio: la relación horizontal tiene su traslación también al espacio físico (o virtual,
en su caso). Un espacio que facilite la interacción, que elimine las barreras, que refleje la
igualdad en el status, que sea flexible.

 Adaptarse al ritmo de vida: sabemos que las personas tienen sus trabajos, sus familias, sus mil y
una responsabilidades. Ya no están en el colegio. El tiempo/energía/atención que pueden
dedicar al aprendizaje es limitado. Cualquier propuesta de actividad, ejercicios, prácticas,
trabajos de grupo, lecturas, lo que sea… debe tener en cuenta esta realidad, y ponerlo fácil.
Cosas que puedan hacerse en “ratos muertos”, que no exijan grandes periodos de tiempo
continuados, que vayan “al grano”, que puedan gestionar con flexibilidad, que puedan integrar
en su día a día…

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