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Psicología Jurídica y Forense.

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Unidad 5: La pericia psicológica en el ámbito judicial.

Puhl, Varela, Izcurdia (2013) - La actividad pericial en psicología jurídica.

CAPITULO 1: generalidades de la practica pericial psicológica

Perito: sujeto que poseyendo determinados conocimientos científicos, artísticos o simplemente


prá cticos es llamado por la Justicia para dictaminar sobre hechos cuya apreciació n no puede ser llevada
a cabo por un lego sino por alguien que posea nociones especializadas.

La función del perito en un proceso judicial, cualquiera sea la naturaleza de éste (civil, penal, laboral), será
siempre la de auxiliar de la justicia. Esto impone conocimientos técnicos jurídicos que deberá exponer en la
intervenció n en el caso que se lo convoque. Así, el perito debe formarse y poseer conocimientos técnicos,
científicos, psicoló gicos y jurídicos. Tiene que ser un experto.

Formalidades de la presentación de escritos

Existen precisos requisitos jurídicos procesales que deben ser respetados en la presentació n de TODOS los
escritos que el Perito entregue en el Juzgado que intervenga.

Las presentaciones escritas deben ser realizadas:

 En má quina de escribir o computadora (si es en computadora el estilo de la letra má s adecuado es


"Times New Roman", tamañ o 12).
 Letra negra
 Interlineado de espacio y medio
 En hoja Romani o respetando má rgenes legales: superior e izquierdo mayores que el inferior y derecho.
 Todos los escritos deben estar titulados. Cualquier título elegido resulta apropiado en tanto identifique
el contenido del escrito que se está presentado.
 El encabezamiento debe estar dirigido al "Señor Juez".
 En todos los escritos debe constar el "exhordio o presentación" en donde se consigan los siguientes
datos en el orden que aquí se enuncian:
a. nombre y apellido completos del Perito
b. Profesió n del mismo
c. tipo y nú mero de matrícula profesional
d. domicilio legal constituido
e. designació n de su funció n
f. nú mero de expediente del caso
g. cará tula del expediente.

El proceso psicodiagnóstico que se efectú a con la finalidad de producir el Informe Pericial, es solo una parte
del proceso pericial, aunque quizá s constituya la más importante a criterio de muchos. Por ello, es importante
conocer el contexto (encuadre) particular que jurídicamente atiene al mismo.

La presencia de terceros "Parte" en el litigio debe ser admitida por el Perito de Oficio durante la
administració n del psicodiagnó stico conforme lo normado por el art. º 471 del Có digo Procesal Civil y
Comercial de la Nació n:

"Prá ctica de la pericia. La pericia estará a cargo del Perito designado por el juez. Los consultores
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técnicos, las partes y sus letrados podrá n presenciar las operaciones técnicas que se realicen y formular
las observaciones que considera pertinentes".

En el caso en que la norma citada no sea respetada por el Perito de Oficio, la pericia podrá ser declarada nula de
nulidad absoluta porque se ha violado el derecho de defensa en juicio. Para el Perito, esto puede acarrear:

 Consecuencias personales (pago de multas).


 Consecuencias profesionales (remoció n del caso, perdida de honorarios, suspensió n del listado de
oficio, remoció n).

El actuar del perito psicólogo

Existen trá mites prioritarios y primordiales que el Perito Psicó logo deberá llevar a cabo para que su actuar sea
ajustado a derecho y por tanto idó neo; siendo el primero de ellos, la compulsa del expediente judicial.

Cuando un Perito toma contacto por primera vez con el expediente en el que se lo ha designado, deberá buscar
los nombres de todos los intervinientes en el caso, ya que de aquí podrá deducir si existen o no causales que
obliguen a su Excusació n. Luego, buscara en el expediente los puntos parciales que propuso el juez y las partes.

Para poder dar respuesta a los puntos de pericias, deberá recabar la informació n sobre las personas a examinar
a través de la aplicació n de entrevistas semi-dirigidas o dirigidas, así como también la aplicació n de otras
técnicas de exploració n psicoló gica que considera pertinentes.

Y finalmente, el aná lisis de toda la informació n que se obtenga a través de la aplicació n de técnicas
psicodiagnostica, conducirá a la elaboració n de conclusiones diagnosticas que deberá n ser procesadas y
reelaboradas.

Causales de excusación

Las causales de excusación son aquellas que permiten que un perito se autoexcluya para intervenir en un proceso.

Existen distintas causales para ello, y las estipuladas en los có digos de procedimiento, tienen cará cter
enunciativo, esto- jurídicamente hablando- significa que puede invocar otras que no se encuentran allí
nombradas.

Aquellas causales de excusació n que enuncia dichos có digos de procedimiento resultan ser las mismas que las
que corresponden a las de Recusació n (solicitud que unas de las Partes litigantes, realiza ante el juez
interviniente con la finalidad de que el experto sea apartado de su cargo).

Tanto las Excusaciones como las Recusaciones, en nuestro derecho positivo se pueden realizar de dos modos
distintos, aunque varía la oportunidad conforme la modalidad elegida. Tales modalidades son:

1. Sin expresió n de causa: quien se Excusa o Recusa no explicita las causas que motivan su conducta.
2. Con expresió n de causa: quien se Excusa o Recusa explicita de modo expreso las causa que motivan su
conducta.

Segú n los có digos vigentes algunas de las expresiones de causas posibles son:

 amistad manifiesta
 enemistad manifiesta
 parentesco (por consanguineidad hasta cuarto grado y por afinidad hasta segundo grado)
 ser acreedor o deudor
 tener interés en el litigio
 ser parte del litigio
 tener o haber tenido denuncia o querella.
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En todos los casos tales circunstancias deben estar en relació n a cualquiera de las personas que constituyan
alguna de las Partes que participan en el litigio.

Proceso pericial propiamente dicho

Comienza con la aceptació n del cargo para el cual el Perito es designado y termina con la/s Contestació n/es de
la ú ltima requisitoria que haya planteado cualquiera de los litigantes en el proceso y el Juez que interviene.
Debe quedar claro que, a todo Traslado (aviso) que se le dé al Perito, éste debe CONTESTAR; y, ademá s, se debe
conocer que las Partes litigantes pueden solicitar má s de una vez explicació n y/ o impugnació n y/ o ampliació n
del Informe Pericial.

Informe pericial

El art. º 472 del Có digo Procesal Civil y Comercial de la Nació n, establece: "Presentación del Dictamen. El Perito
presentará su dictamen por escrito, con copias para las partes. Contendrá la explicación detallada de las
operaciones técnicas realizadas y de los principios científicos en que se funde. Los consultores técnicos de las
partes dentro del plazo fijado al Perito podrán presentar por separado sus respectivos informes, cumpliendo los mismos
requisitos”.

Impugnaciones

El art. ° 473 del Có digo Procesal Civil y Comercial de la Nació n refiere: "Traslado. Explicaciones. Nueva Pericia.
Del dictamen del Perito se dará traslado a las partes, que se notificará por cédula. De oficio o a instancia de
cualquiera de ellas, el juez podrá ordenar que el Perito dé las explicaciones que se consideren convenientes, en
audiencia o por escrito, atendiendo a las circunstancias del caso. Si el acto se cumpliere en audiencia y los
consultores técnicos estuvieren presentes, con autorización del juez, podrán observar lo que fuera pertinente; si no
comparecieren esa facultad podrá ser ejercida por los letrados. Si las explicaciones debieran presentarse por
escrito, las observaciones a las dadas por el Perito podrán ser formuladas por los consultores técnicos o, en su
defecto, por las partes dentro de quinto día de notificadas por ministerio de la ley. La falta de impugnaciones o
pedidos de explicaciones u observaciones a las explicaciones que diere el Perito, no es óbice para que la eficacia
probatoria del dictamen pueda ser cuestionada por los letrados hasta la oportunidad de alegar con arreglo a lo
dispuesto por el artículo 477. Cuando el juez lo estimare necesario podrá disponer que se practique otra pericia, o
se perfeccione o amplíe la anterior, por el mismo perito u otro de su elección. El perito que no concurriere a la
audiencia o no presentase el informe ampliatorio o complementario dentro del plazo, perderá su derecho a cobrar
honorarios, total o parcialmente”.

Capítulo 2: Ética y pericia psicológica.

La ética

La ética intenta brinda una respuesta al segundo cuestionamiento planteado por la filosofía kantiana:
¿Qué debo hacer? Esto hace pensar en có mo dirige el ser humano su conducta.

La ética está íntimamente relacionada a la moral humana. Una sentencia ética es una declaració n moral que
elabora afirmaciones y define lo que es bueno, obligatorio, permitido, etc., en relació n a una acció n.

Se ocupa entonces, del estudio de la moral y determina como deben actuar las personas, pero va má s allá del
derecho porque no es punitiva, sino que se erige por sí misma en la capacidad de autorregulació n del ser
humano.

Tiene por objetivo de estudio la observació n de la moral y de las obligaciones de la persona.

La ética aplicada

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Es una rama de la filosofía y remite a la ética de las profesiones. Puede ser definida como “el examen filosófico,
desde un punto de vista moral, de cuestiones concretas en la vida privada y pública que son materia de juicio
moral” (Brenda Almond). Entonces, la ética aplicada es una filosofía prá ctica, una filosofía de acció n.

La deontología es una rama de la ética, cuyo objeto de estudio son los fundamentos del deber y las normas
morales que tienen los profesionales de una determinada materia.

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La deontología aplica al estudio de los derechos y deberes específicos del ejercicio de una profesió n, es la
llamada deontología profesional-

En este aspecto, existen có digos que reglamentan de todo orientativo sobre có mo debe ser la conducta de los
profesionales de una determinada profesió n. Esto indica, que la deontología profesional se basa por un lado en
aspectos jurídicos y por el otro en aspecto morales.

Se llega entonces a la ética aplicada de la psicología o aspectos deontológicos de la misma.

Es dificultoso referirse a la “ética de la psicología”, debido a que no existe ni legislació n ni có digos de ética con
alcance a nivel nacional, que unifiquen el ejercicio de la profesió n.

Aspectos deontoló gicos de la prá ctica profesional de la psicología en Argentina

El ejercicio de la profesió n de la psicología exige que el profesional respete y proteja el principio ético que
considere superior en todas las situaciones en las que practique su saber científico.

Constituye una norma ética para los psicó logos el respeto de los derechos humanos y la promoció n de su
bienestar psíquico. Esto implica que, en los actos que concrete, se visualice una actitud de compromiso frente a
la existencia humana, lo que le atribuye responsabilidad cuanto funció n social.

La responsabilidad individual y subjetiva conlleva una conciencia profesional que imponga la rotunda negació n
a encubrir y/o avalar cualquier situació n relacionada a la comisió n de crímenes, errores, faltas éticas, etc.
efectuadas por colegas.

Toma especial relevancia la obligació n (ética y legal) que tiene al resguardo de la privacidad e identidad de los
sujetos que mantengan con él un vínculo profesional; de quienes ademá s en todos los casos deberá obtener
expreso consentimiento para el establecimiento y perduració n de tal vínculo.

La validez jurídica del consentimiento de un sujeto está dada por la "libertad, intención y voluntad". Es decir,
que legalmente el consentimiento de una persona tiene valor cuando ésta es mayor de edad y no posee
patología mental (declarada judicialmente) que condicione su voluntad, ni es coaccionado en el acto que
efectú a.

Pero, éticamente, el caso es bien distinto. La ética obliga a que má s allá de la situació n jurídica, el psicó logo
atribuya valor a la palabra del sujeto, mientras ésta no sea coaccionada. Ello, indica que no interesa si la
voluntad está condicionada por la patología mental, porque esa patología es parte del sujeto mismo, y así es
como debe dá rsele entidad para que el sujeto no quede borrado en un simple diagnó stico.

Debe señ alarse, que la mencionada obligació n de resguardar el secreto profesional, podría confrontar en la
realidad con situaciones que enfrenten al psicó logo a un dilema que tenga como polos el resguardo y la
revelació n. Ante esto, solo puede optarse por la revelació n cuando por circunstancias inequívocas se estime que
de este modo se está protegiendo un bien superior al secreto que se guarda.

Constituye una norma ética la capacitació n continua dirigida a alcanzar el mayor nivel de excelencia científica
posible que haga que el psicó logo practique de forma competente su profesió n. Pero, reconociendo las
limitaciones que las incumbencias profesionales de la psicología le marcan, sin exceder el á mbito de aplicació n
del conocimiento de ésta.

La prá ctica psicoló gica, requiere que el profesional adecue sus conocimientos e intervenciones profesionales al
contexto psicosocial en el que actú a, ya que el ser humano no es un ente abstracto ni abstraído; sino es un ser
concreto que se realiza en la existencia en un medio determinado y que necesariamente lo determina.

Por otra parte, es inherente a la ética profesional del psicó logo, mantener relaciones armó nicas entre colegas,
que traduzcan de modo observable un espíritu de cuerpo científico; respetando y valorando el ejercicio,
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desarrollo, producció n, investigació n, intervenció n, docencia, etc., de todos los psicó logos; así como también de
todas las ramas de la psicología.

El psicó logo en el ejercicio de su rol profesional debe exponer en todas sus acciones un comportamiento
científico y excelso que enaltezca la ciencia de la psicoló gica, soportando la deuda de eximirse del ejercicio
profesió n cuando por causas de salud, creencias, falta de objetividad, etc. tenga cierta conciencia de que su
prá ctica profesional puedan encontrarse condicionadas.

La pericia

Para saber que es una pericia es necesario explicar el contexto en que esta es producida.

 Juicio: debate entre partes sobre hechos controvertidos, en donde cada una de ellas expondrá su versió n
sobre los mismos y se valdrá de la presentació n de medios de pruebas para avalar lo que sostienen, en
el intento de dejar comprobada jurídicamente su postura.

Nuestro derecho positivo se rige por el principio de amplitud de la prueba, es decir, que es admisible en un juicio
la presentació n de todos los elementos que puedan ser conducentes a la revelació n de la verdad jurídica.

Los elementos probatorios usualmente presentados son:

1. Confesional
2. Testimonial
3. Informativa
4. Documental
5. Pericial

La pericia puede definirse como un medio de prueba que colabora con la funció n jurisdiccional –inherente
ú nicamente a la potestad de los jueces- de impartir justicia.

Es así como, el Perito, es considerado jurídicamente como un auxiliar del juez. Un Perito es convocado a
intervenir en un proceso segú n el art. º 457 del C.P.C. C.N. “cuando la apreciación de los hechos controvertidos
requiriere conocimientos especiales sobre alguna ciencia, arte, industria, actividad o técnica especializada".

La pericia aporta a los procesos judiciales elementos específicos que de otra forma serían imposibles de revelar
o en su defecto se explicarían de modo erró neo o incompleto en el contexto de un proceso judicial.

Existen diversos tipos de pericias, que van desde aquellas realizadas por profesionales universitarios hasta
aquellas que versan sobre cuestiones inherentes a la prá ctica de un oficio. Ambas poseen el mismo valor
jurídico no vinculante para el magistrado interviniente y solo adquieren la calidad de prueba pericial si, y
solo si, aquel (el magistrado) considera en la fundamentación de su sentencia las conclusiones vertidas
por el Perito.

La pericia psicoló gica

Es un estudio profundo de la personalidad de un sujeto determinado y en un momento en particular que


se realiza en el contexto de un proceso judicial a pedido de parte con la finalidad de esclarecer y explicar
cuestiones inherentes a los aspectos psicoló gicos de aquel; plasmando su objeto en las conclusiones que se
vuelvan en el Informe Pericial que emite el Perito con la finalidad de asesorar al juez.

Es un proceso de aná lisis del psiquismo de una persona, que encuentra origen y fundamento en la necesidad
jurídica de comprender situaciones específicas que está n enmarcada en un juicio entre partes que exponen
pretensiones contrapuestas.

Técnicamente puede afirmarse -siguiendo a la autora Talarico Pinto- que una pericia psicoló gica es "un método
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para comprobar un hecho o una conducta, un estado o una consecuencia de una conducta”.

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Solo puede ser realizada por un Perito psicó logo, es decir, un experto en materia de psicología, que debe
acreditar su conocimiento con el correspondiente título habilitante. Se valdrá de la implementació n de técnicas
de exploració n psicoló gicas.

La administració n de un completo proceso psicodiagnó stico, será el punto de inicio que abre la puerta a la
evaluació n pericial y sobre el cual ésta se sustenta. Dicho proceso no puede ni debe ser similar a cualquier otro,
sino que debe ser especialmente diseñ ado para el caso concreto ya que las conclusiones deberá n responder a
interrogantes específicos cada vez.

Del proceso pericial psicoló gico surge un informe pericial psicoló gico en el que el experto hará constar el
estado psíquico de la persona/s objeto de su examen. Por tanto, el informe pericial psicoló gico es el resultado
de la pericia psicoló gica.

Se trata entonces de una conclusió n diagnó stica científicamente alcanzada que tiene como destinatario para su
lectura y comprensió n al juez interviniente en la causa.

La ética y la pericia psicoló gica

¿Có mo se relacionan? Los principios éticos que el desarrollo profesional pericial psicoló gico requiere tienen
como pilares fundamentales la idoneidad y objetividad del experto.

La calidad científica que el Perito imprime a su labor, debe ser consecuencia directa de una capacitació n y
actualizació n continuas con técnicas, abordajes, aspectos psicoló gicos e innovaciones de los mismos, como así
también en los aspectos jurídicos inherentes a su prá ctica y al caso.

Principios La conciencia cierta de saber realizar una exégesis que traduzca el apartamiento total y absoluto
ineludibles del Perito de valores propios, impidiendo ser condicionado en sus acciones por aquéllos; y el
de la tarea reconocimiento valorable de la necesidad de excusarse de la labor en razó n de la existencia de
pericial prejuicios, ideas, creencias o similares; son, ante todo, principios ineludibles de la tarea pericial
psicoló gica psicoló gica en especial.

Durante el proceso pericial psicoló gico, el experto, en su celosía por respetar la ética pericial, cautelosamente
seleccionará las técnicas má s adecuadas al caso que estudia, y cuidará que los interrogantes planteados al
periciado no reflejen ideología u opinió n alguna, así como también evitará la inducció n en el modo en que los
plantee.

Explicar la finalidad del proceso pericial, y su cará cter a la persona que será examinada, para que ésta pueda
decidir someterse o no al examen, es una exigencia que atiene a todo Perito en la demostració n concreta del
respeto al sujeto que se presta a su presencia. Igual caso es el hecho de que el Perito evite e impida la
intromisió n durante el proceso pericial de cualquier persona no autorizada legalmente a presenciar el mismo.

Se impone en la prá ctica pericial psicoló gica, que el Perito interrumpa y/o suspenda la entrevista de evaluació n
y brinde contenció n cuando el nivel de angustia evidenciado en el examinado exceda las posibilidades de ser
soportado y controlado adecuadamente por este. El perito no puede dirigir sus intervenciones con un sentido
terapéutico, por lo que debe ser muy cuidadoso y respetuoso del sujeto; ya que si su accionar lo angustia
demasiado luego no contara con los recursos necesarios para trabajar sobre ello.

La pericia no puede constituirse en un espacio indagatorio de la privacidad del modo indiscriminado. Se debe
respetar el límite de la investigació n científica que marca el tema de interés en el litigio.

La confecció n del Informe Pericial Psicoló gico, en el que traslucirá solo los aspectos relacionados al expediente
en el que fue solicitada a pericia; y que no puede de ningú n modo lucir un tenor que exceda el á mbito de
aplicació n de la psicología.
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É tica y pericia psicoló gica encuadradas en nuestro derecho positivo categó ricamente suponen el correcto
desempeñ o y buena fe del experto. Esto requiere de la realizació n de un aná lisis científico y corroboració n
objetiva a tras de técnicas específicas del caso bajo estudio.

El Perito ajustado en su conducta estricta y taxativamente al principio de Buena Fe Objetiva, debe patentizar en
todo su accionar principios que se atiene a derecho, y así demostrar que su intervenció n pericial se inspira y
guía por el bá sico principio de neutralidad y bajo los presupuestos que le imponen imparcialidad,
impartialidad e independencia.

Capítulo 7: La determinación del daño.


El concepto de dañ o en el discurso jurídico

 Dañ o: todo perjuicio, detrimento, menoscabo que recibe por responsabilidad de otro; es la lesió n a un
interés jurídico.
 Lesió n: el derecho considera como lesió n a todo daño o detrimento causado por una acción
traumática, por arma blanca, de fuego, agentes químicos, agentes físicos, etc. o vivencias traumáticas
consecutivas a accidentes, agresiones, robos, malos tratos, hostigamiento, amenazas, calumnias,
chantaje, ultrajes, agresiones triviales en la vida cotidiana, etc. siendo ello sinó nimo de perjuicio o
menoscabo, con expresió n tanto física como psíquica.

El dañ o, entendido desde el derecho, es fundamentalmente resarcible, y para alcanzarlo, durante el proceso
judicial, se intentará demostrar su existencia y su magnitud. Ambas son determinantes para su reconocimiento
judicial; independientemente de que el mismo haya sido provocado por dolo, culpa o caso fortuito, siendo estas
circunstancias de relevancia para el derecho penal. Por lo tanto, el autor del dañ o, lo haya ocasionado con o sin
malicia, deberá resarcir a la víctima en el caso en que se demuestre el perjuicio causado.

El Có digo Civil de la Nació n establece:

 art. 1067: "No habrá ilícito a los efectos de este có digo, si no hubiera dañ o causado u otro acto
exterior que lo pueda causar y sin que a sus agentes se les pueda imputar dolo, culpa o negligencia."
 art. 1068: "Habrá dañ o siempre que se causare a otro algú n perjuicio susceptible de apreciació n
pecuniaria o directamente en las cosas de su domino o posesió n, o indirectamente por el mal hecho a su
persona o a sus derechos o facultades."
 art. 1094: "La indemnizació n del dañ o causado por el delito solo puede ser demandada por acció n
civil independientemente de la acció n penal."

Para que el dañ o pueda ser determinado efectivo, deberá demostrase tanto en razó n de su existencia como en
su relació n causal y en su alcance mensurable econó micamente; entendiéndose como relació n causal a la que
existe entre el menoscabo y el hecho que se atribuye produjo dicho dañ o.

En el marco de nuestro derecho positivo, existe el dañ o: Patrimonial, y Extrapatrimonial.

Patrimonio: "conjunto de derechos que sirven para la satisfacció n de necesidades econó micas". Ejemplos:
derecho a trabajar, el derecho a la salud, el derecho a la vida, etc. Puede ser: directo o indirecto:

a) El patrimonio directo: “conjunto de bienes de una persona" como, por ejemplo: una casa, un auto, etc.
b) El patrimonio indirecto: "capacidad o aptitud laborativa de un sujeto" determinada por el estado
psicofísico que el sujeto presenta.

La dimensión extrapatrimonial incluye todo lo inherente a la personalidad del sujeto: honor, ideología, religió n,
étnica, etc.

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1. Dañ o al patrimonio

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El dañ o patrimonial indirecto solo podrá ser resarcido de modo relativo. Para ello, se considerará n lo que se
han denominado "factores de ponderació n” y genéricamente pueden incluirse:

 Edad
 Sexo
 Grupo familiar
 Salud
 Disminució n del porvenir econó mico
 Tipo y tiempo de trabajo que el sujeto dedicaba
 Posibilidad de reubicació n laboral
 Etc.

2. Dañ o extrapatrimonial

Cuando es esta dimensió n la que ha sido dañ ada queda evidenciado el límite que el derecho tiene en establecer
el resarcimiento del mismo. Resulta imposible atribuir una cuantía exacta para poder resarcir el dañ o causa en
este sentido. Y muchas veces, no es exactamente el dinero lo que el sujeto considerara restitutivo del dañ o
sufrido. Por esto, el derecho ha encontrado otras vías de reparació n como: retractació n publica o pedido de
disculpas.

3. Dañ o psíquico

Jurídicamente, constituye un dañ o al patrimonio indirecto; incluyéndoselo como rubro indemnizatorio en los
procesos judiciales.

Puede ser entendido como un constructo que no surge del discurso psicoló gico, sino que tiene un origen mixto:
psicoló gico y jurídico.

Definició n: toda perturbació n, trastorno, enfermedad, síndrome o disfunció n; que a


consecuencia de un hecho traumá tico acarrea una disminució n en la capacidad de goce
DAÑO
que afecta las relaciones con el otro, las acciones, etc. No importando la intensidad del
PSIQUICO hecho sino el umbral de tolerancia del sujeto. Hay dañ o psíquico cuando un sujeto
presenta un deterioro, disfunció n o trastorno que afecta sus esferas afectivas y/o
volitivas y/o intelectual, a consecuencia del cual se disminuye su capacidad de goce
individual y/o familiar y/o social y/o recreativa. A partir de ellos, se evidencia en el
sujeto cierta sintomatología que da cuenta de la existencia de una afecció n psíquica.

Consecuentemente el perito deberá evaluar los síntomas resultantes del hecho vivenciado como traumá tico y a
partir de esto llegar a la conclusió n de si hubo conformació n patoló gica, la relació n entre ella y el hecho al que
se le atribuye y, por lo tanto, si hay o no dañ o psíquico.

Que el experto pueda arribar a la conclusió n de Ja existencia o no de dañ o psíquico en un sujeto, tendrá que
contemplar en el proceso diagnostico diversas variables psicojurídicas.

Dimensiones que conforman la entidad de dañ o psíquico

1. Clínica
2. Psicopatoló gica
3. Vincular
4. Inmediata / Pró xima
5. Temporal

Presupuestos del dañ o psíquico

 El elemento crucial para determinar la existencia del dañ o psíquico es la experiencia vital.
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 La vivencia de un acontecimiento traumá tico y la forma de experimentarlo por parte del sujeto, será
la que condicione la mayor o menos intensidad del trauma psíquico.

Vivencia subjetiva generadora del dañ o

Se caracteriza por ser:

a) Una vivencia amenazadora, que atenta contra la integridad del sujeto, que le enfrenta a la muerte, que
le genera miedo, terror, etc.
b) Una vivencia inevitable, que se experimenta como si no existiera posibilidad de escapar de ella.
c) Una vivencia desbordante, en que se sobrepasa la tolerancia del sujeto a conflictos o dificultades.
d) Una vivencia injusta, vivida como no merecida y ante la cual le surgen mú ltiples preguntas a la víctima:
¿Qué he hecho yo? ¿Por qué a mí?
e) Una vivencia humillante, que impacta contra la autoestima de la víctima.

Lesiones y secuelas psíquicas

El impacto de la vivencia sobre el individuo vendrá , a su vez, condicionado por mú ltiples factores:

 Unos pertenecerá n a la naturaleza íntima del sujeto, a los factores endó genos dependientes, sobre
todo, de su percepció n del hecho amenazante y de su personalidad previa.
 Otros formará n parte del propio acontecimiento, factores exó genos o circunstanciales.
 Y otros, los derivados del acontecimiento en sí y los de las circunstancias que rodean al sujeto (apoyo
social).

Ello traerá aparejado consecuencias psíquicas identificables:

1) Se registrará una inscripció n a nivel inconsciente del dañ o; aunque el sujeto puede que sea totalmente
consciente del padecimiento que presenta.
2) Puede haber alteraciones a nivel conductual.
3) Se evidencian consecuencias a nivel sistémico del individuo.
4) Se presentan repercusiones en la esfera afectiva.
5) Se genera afectació n de las interrelaciones del sujeto con su medio.

Estado residual

Estado que se alcanza de no existir curació n y tras estabilizació n del curso evolutivo de la lesió n, una vez que:

 El sujeto se haya sometido a tratamiento.


 El tratamiento haya sido efectuado por un profesional idó neo, con la prescripció n correcta y que haya
cumplido las indicaciones terapéuticas.
 El sujeto no haya realizado tratamiento, pero el hecho vivenciado al momento de la evaluació n
no interfiera en su cotidianeidad.

Diagnó stico diferencial del dañ o psíquico

Para alcanzar un diagnó stico certero el experto debe preliminarmente determinar:

 Si se trata de una reacció n vivencial normal.


 Si se trata de una reacció n vivencial anormal
 Lesió n psíquica primaria tras vivencia traumá tica.
 Lesió n psíquica secundaria, resultado de una reactivació n, agravamiento o puesta en marcha de otra
patología de etiología no traumá tica.

La sintomatología que el Perito deberá pesquisar para arribar al diagnó stico del dañ o psíquico es la existencia
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de:

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Temor intenso
Recuerdos recurrentes
Sueñ os desagradables
Otras alteraciones del sueñ o
Reviviscencia del suceso
Malestar en exposició n de estímulos
Respuestas fisioló gicas
Evitació n de pensamientos y/ o de actividades
Alteraciones de la memoria
Disminució n del interés
Distanciamiento de los demá s
Alteraciones de la afectividad
Dificultades o imposibilidad de proyecció n
Estados de hipervigilancia y altera
Malestar clínico significativo
Deterioro de la actividad en los á mbitos laboral, social, familiar, de pareja, etc.

Son criterios de exclusión para el diagnó stico del dañ o psíquico:

1) Los síntomas psíquicos aislados que no constituyen una enfermedad.


2) Aquellas enfermedades que no han aparecido ni se han agravado a causa del evento de autos.
3) Aquellos cuadros que, aunque constituyan una verdadera enfermedad, no tengan relació n (ni causal ni
concausal) con el acontecimiento de la causa.
4) Los cuadros que no hayan ocasionado desmedro de las aptitudes mentales previas.
5) Aquellas modificaciones en el curso de la vida del sujeto que no constituyan un significativo
padecimiento mental.

Existen otros conceptos que necesariamente debe ser identificados por el Perito para poder determinar el dañ o
psíquico en sí mismo:

Ansiedad: estado emocional subjetivo, que puede evidenciarse bajo la forma de aprensió n, hiperactividad,
verborragia, etc.

Angustia: temor opresivo sin causa precisa. Predomina el componente psíquico.

Miedo: temor a una amenaza concreta.

Pánico: vivencia de intensa angustia en crisis recortadas que frecuentemente paraliza al sujeto.

Estrés: ansiedad asociada a desencadenante exó geno cuando la amenaza supera la capacidad de adaptació n.

Evaluació n de la gravedad del dañ o psíquico

Implica la consideració n y evaluació n de:

 Actividades de la vida diaria.


 Funcionamiento social.
 Realizació n de tareas.
 Deterioro laboral o similar.

Pará metros a contemplar:

A. Grado de deterioro varia con las personas.


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B. La gravedad es el resultado de las consecuencias personales y en la vida de relació n.

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C. La gravedad de un trastorno mental no equivale necesariamente a incapacidad de trabajar.

La relació n de causalidad y la concausalidad

Existe acuerdo científico en afirmar que, la evaluació n de la relació n de causalidad refiere a la relació n lineal
entre causa y efecto; y requiere para su determinació n la consideració n de los siguientes criterios:

 Etioló gico
 Topográ fico
 Cronoló gico
 Cuantitativo
 De continuidad sintomá tica

Cuando en el contexto judicial se hace referencia a la relación concausal y se solicita que el Perito determine la
misma, previamente tuvo que haberse evaluado la relació n causal.

Concausa: Cualquier factor que altere la evolución normal de un cuadro. Es mera y exclusivamente un
concepto jurídico, debiendo ser determinado por la apreciació n judicial; a pesar de que la costumbre jurídica
suele interrogar a los Peritos sobre el mismo. Por tanto, el Experto se encuentra en la obligació n de conocer las
implicancias que tal constructo conlleva.

Se diferencian en:

1. Causas preexistentes o estado anterior. Indicaciones para la evaluación de la relación de causalidad.

Previo a establecer la relació n de causalidad, intentar conocer la existencia anterior de rasgos, anomalías de la
personalidad o trastornos psíquicos, la personalidad premó rbida, etc., que puedan, por una parte, facilitar la
aparició n de las lesiones y, por otra, condicionar una evolució n anormal en cuanto al tiempo e intensidad del
padecimiento.

2. Causas concurrentes o simultaneas. Indicaciones para la evaluación de la relación de causalidad.

Las características del acontecimiento agresor y del hecho influyen en el tipo de respuesta y son factores que
actú an de forma simultá nea y aumentan la entidad del resultado final.

Supone considerar la naturaleza del hecho en sí, la intensidad de la vivencia traumá tica y el tipo de reacció n
psíquica surgida.

3. Causas consecutivas o subsiguientes. Indicaciones para la evaluación de la relación de causalidad.

Constituyen complicaciones, ajenas a la voluntad del lesionado, que pueden surgir durante el proceso de
curació n y evolució n normal de las lesiones.

Forman parte de un proceso psicoló gico o psicopatoló gico diná mico y complejo, que hace asimismo dificultosa
su valoració n objetiva y el aná lisis de si estos factores nuevos deben ser considerados realmente como tales
concausas o como agentes nuevos, en cuyo caso habría que diferenciar los efectos iniciales de la acció n
primaria de los efectos de estas acciones secundarias.

Dañ o moral

Es encuadrado jurídicamente como un dañ o extrapatrimonial. Segú n el autor Hemá n Daray" este daño tiene
que ver con la actitud consciente del sujeto e implica percepción personal de prejuicio y sufrimiento. Es la lesión
en los sentimientos que determina inquietud espiritual."

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Se trata de un sufrimiento o dolor independiente de repercusió n en el orden patrimonial. Hay lesió n a los
sentimientos, a la libertad individual, agravio a la paz, etc. es una afecció n en el orden eminentemente moral. El
agravio moral no implica conformació n patoló gica. Al no haber un estado psicopatoló gico es de libre
apreciació n judicial, y la comprobación psicológico pericial no se requiere para determinar su existencia.

Considerando que la funció n del Perito es evaluar, valorar y aportar elementos para la comprensió n de los
hechos y contribuir de ese modo a la funció n judicial de impartir justicia; cabe señ alar que, si bien el dañ o
moral es un dañ o IN RE IPSA, no es menos cierto que la psicología es la ciencia que se especializa en el estudio
de la personalidad de los sujetos y por lo tanto está altamente calificada para brindar elementos de juicio en
relació n a la lesió n de los sentimientos que una persona padece.

Má s allá de la entrevista diagnó stica no existen otras técnicas de exploració n psicoló gica que permitan
comprobar la existencia de un dañ o moral; pero también no es menos cierto que el Perito en muchas ocasiones,
encuentra en el discurso del sujeto un malestar anímico intenso que no puede ser traducido en sintomatología
alguna.

El Perito deberá saber que dañ o psíquico y dañ o moral no son excluyente entre sí; pudiendo presentarse
conjuntamente o en forma separada; pero debiendo ser claramente diferenciado en el orden diagnostico que el
Experto realice; ya que jurídicamente los litigantes persiguen el resarcimiento-reparació n de cada uno como
entidad autó noma.

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Gutiérrez y Salomone- “La responsabilidad profesional: entre la legislació n y los principios éticos”.

La responsabilidad profesional: entre la legislació n y los principios éticos

Este trabajo intenta reflexionar sobre algunos problemas vinculados al secreto profesional -especialmente los
casos que involucran menores de edad-, a partir del aná lisis de la nueva legislació n vigente y su relació n con los
principios éticos ¿Qué relació n hay entre ellos?

En tanto los valores morales propios de un orden social determinado son fundamento de la legislació n vigente
en esa sociedad, en todo orden social es factible encontrar leyes consonantes con los principios éticos, así como
leyes que resulten divergentes. Conocemos situaciones de nuestra prá ctica que enfrentan al terapeuta a la
circunstancia de tomar una decisió n que excede los límites del encuadre terapéutico, en las que se pone en
juego el dilema del mantenimiento o la suspensió n del secreto profesional. ¿Qué sucede cuando tal dilema se
encuentra acentuado por una legislación que especifica la obligación profesional?

Nos interesa en esta ocasió n analizar la nueva ley de Protecció n contra la Violencia Familiar (24 417), vigente
en la Capital Federal. En su artículo 2° dice: “Cuando los damnificados fuesen menores o incapaces, ancianos o
discapacitados, los hechos deben ser denunciados por sus representantes legales y/o el ministerio público.
También estarán obligados a efectuar la denuncia los servicios asistenciales sociales o educativos, públicos o
privados, los profesionales de la salud y todo funcionario público en razón de su labor. El menor o incapaz puede
directamente poner en conocimiento de los hechos al ministerio público. “

La presencia de los términos “deberá n” y “obligados”, son suficientemente claros y desbaratan cualquier
ambigü edad respecto de la suspensió n del secreto profesional. Si bien la ley no dice que quien no realice la
denuncia incurre en delito, hay que tener en cuenta que –existiendo tal obligació n– quien la omita, sería pasible
de una eventual demanda por dañ os y perjuicios, en razó n de su actuació n imprudente y negligente

Por otra parte, el decreto reglamentario de la ley establece el plazo má ximo de 72 horas para llevar a cabo la
denuncia. No obstante, es interesante destacar que se relativiza este enunciado en los siguientes términos: La
obligació n de denunciar deberá ser cumplida dentro de un plazo má ximo de 72 horas, salvo que por motivos
fundados a criterio del denunciante resulte conveniente extender el plazo. Esto ú ltimo parece introducir cierta
ambigü edad en relació n a la obligació n de denunciar que parecía resuelta. Sin embargo, no debiera ser
entendido en términos de ambigü edad.

Pero, se ha reparado en que la prisió n para el victimario resulta insuficiente como medida, ya que limita la
intervenció n judicial a la funció n punitiva. Si trasladamos esto a otro lenguaje, diríamos que la supresió n del
síntoma - separar al agresor del nú cleo familiar- no implica necesariamente la resolució n del conflicto.
Enfatizamos la importancia que tiene la ley social como regulador simbó lico en toda cultura; tal importancia se
incrementa cuando se trata de regular los vínculos humanos en los que hay niñ os involucrados. Así entonces, la
denuncia en el fuero civil abre un abanico de posibilidades de intervenció n promovidas por el juzgado:
participació n de un asistente social, indicació n para el grupo familiar o sus miembros de iniciar tratamiento
psicoló gico gratuito, indicació n de que el agresor abandone el hogar; etc.

Por otro lado, y, precisamente porque ése es el espíritu de la ley, ella contempla un espacio de intervenció n
profesional anterior a la presentació n judicial. Como ya dijimos, la ley permite la postergació n de la denuncia
excediendo el plazo de 72 horas fijadas, en caso de que el criterio profesional así lo dictare, puede incluso
prescindir de la denuncia si en ese tiempo la operació n terapéutica lograra controlar el problema.

Esto no es letra en la ley, pero si se posterga la denuncia por considerar prudente alguna forma de intervenció n
profesional, del éxito de la misma puede surgir que el hecho a denunciar haya desaparecido. De este modo, la
denuncia civil quedaría como ú ltimo recurso, para los casos en que la situació n no pueda controlarse. Es aquí
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donde se abre un punto interesante para el aná lisis de la responsabilidad profesional; pues, si la ley dictara el

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plazo de 72 horas sin elasticidad alguna, el profesional quedaría sitiado por un determinismo legal que
impediría el acto profesional propiamente dicho. En cambio, aparece en toda su dimensió n el dilema. En su
acto, el terapeuta está solo y sin garantías de ninguna índole y só lo tiene como respaldo su criterio profesional
del cual es ú nico responsable. Si un profesional, haciendo uso de esta libertad que la ley le brinda, se demora de
un modo negligente al punto de ocasionar un dañ o mayor, se verá en la situació n de afrontar una eventual
demanda judicial por mala praxis. En el otro extremo, podríamos ubicar a quien torna el texto de la ley de un
modo mecá nico y se precipita a denunciar. Tampoco este estaría exento de una demanda del mismo tenor. Pero
no queremos detenernos en las consecuencias legales. El punto que nos interesa destacar es ¿Dó nde quedaría
así la funció n específica del psicó logo? La sujeció n a la ley no puede ser la ú nica guía de la conducta profesional.
Si bien ella brinda la posibilidad de hacer la denuncia o de no hacerla, será estrictamente el criterio profesional
el que deberá guiar el accionar del psicó logo. Este criterio no debe confundirse con los valores morales del
terapeuta. Será n entonces los principios éticos los que delimitan el campo profesional.

Es necesario despejar la idea que iguala secreto profesional y neutralidad. El principio de neutralidad obliga a
excluir la dimensió n narcisista de los ideales, poniéndonos en la pista de la dimensió n del sujeto. Es atendiendo
a este principio que planteamos que las cuestiones relativas al secreto profesional deberá n someterse también
al principio de neutralidad. Tomemos como ejemplo la situació n de una paciente menor de edad que fue
abusada sexualmente por un allegado a su familia, y só lo su terapeuta conoce este hecho; o el caso de que
nuestro paciente sea un padre golpeador; o si nuestro paciente es un niñ o apropiado ilegalmente. Si bien en las
tres situaciones hay puntos en comú n, también hay entre ellas elementos distintivos que no permiten la
aplicació n automá tica de una conducta preestablecida, sino que obligan a un aná lisis diferencial. El caso del
padre golpeador brinda el espacio para una intervenció n profesional que tienda a dar por finalizada la conducta
violenta. Allí la postergació n de la denuncia es posible. Pero el ejemplo del niñ o apropiado no brinda tal espacio
¿para que se posterga la denuncia? El delito de apropiació n seguiría vigente, y vigente entonces el motivo de la
denuncia. El caso de la niñ a violada es má s complejo para el aná lisis. No puede allí bastar, por ejemplo, el hecho
de que el riesgo ya no esté presente, como en el caso del padre golpeador que ha cesado en la violencia. Las
razones son obvias: el impacto psíquico de la violació n, sobre todo cuando ella es ejercida por un familiar, -cosa
harto frecuente- tiene consecuencias de desorden simbó lico intenso que no desaparecen cuando cesa la
situació n de abuso. Mejor dicho: esta es la intervenció n clínica propiamente dicha.

Cabe una aclaració n de suma importancia: considerar la obligació n del profesional de propiciar la intervenció n
de la ley, no significa que consideremos al psicó logo un agente de la seguridad del estado. Jamá s podría ser ésta
su funció n. En la medida que el horizonte de su prá ctica está definido por el respeto a la subjetividad, la
posició n de neutralidad será el sitio del que no deberá moverse si no quiere abandonar la pertinencia de su
tarea. A modo de conclusió n diremos entonces que el secreto profesional debe estar siempre sujeto al Principio
de Neutralidad. La posició n de neutralidad nos guiará a la suspensió n del secreto profesional cuando su
mantenimiento conduzca a favorecer alguna forma de ideal incompatible con un proceso de elaboració n y
desanudamiento. Ningú n ideal, ni de la persona del analista, ni de su paciente, ni los ideales sociales deberían
detenerlo en su acció n.

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Gutiérrez, Fariñ a, Salome- É tica: la causa del psicó logo forense.

El psicó logo cumple funciones en mú ltiples espacios de intervenció n. Sus conocimientos y la capacitació n
correspondiente los autoriza a desempeñ arse en distintos á mbitos; cada uno de éstos, por sus
características peculiares, lo obliga a trabajar técnicamente de un modo distinto. Por muy dispares que
estas funciones resulten ninguna pueden relevarlo de su compromiso ético. El compromiso opera como
fondo de toda actividad profesional y la condiciona sin exclusiones. el Dr. Fernando Ramírez en su artículo
"Sobre la Ética", a partir del criterio de "indeterminació n inicial en el rol del psicó logo forense", supone la
concepció n que por ausencia de una reglamentació n normativa de su trabajo tal funció n se lleva a cabo en
un territorio cuyos alcances y límites está n dados por quien encarga la tarea.
La idea de que el psicó logo debe adaptarse a los requerimientos de quien demanda no es sostenible en
forma tajante ni aú n en el á mbito del tratamiento clínico. Tomemos un ejemplo extraído del á mbito
judicial. Se trata del peritaje de parte. En ocasiones, el psicó logo es consultado para solicitarle que genere
una prueba favorable al sujeto. Tal tarea "a medida" es ética mente inaceptable. La funció n del psicó logo
debe remitirse a cumplir su trabajo sin presiones y elevar el informe requerido sin otro condicionamiento
que el criterio profesional. Si el informe en cuestió n es ú til para la defensa, es algo que debe decidir el
sujeto y sus representantes legales. El psicó logo debe evitar que su funció n profesional sirva de cobertura
a cualquier forma de engañ o.
El texto de Ramírez pone énfasis en la cuestió n de la demanda y trata de mostrar la distancia que existe
entre un paciente –que demanda tratamiento y el sujeto que el psicó logo forense debe entrevistar, tarea
que reclama el juez. Partiendo de esta diferencia, Ramírez releva de cualquier obligació n ética al psicó logo
en relació n al secreto profesional, para adecuarse a lo que el juez exige necesario para el proceso.
La actividad del psicó logo se desenvuelve dentro del mercado y en las á reas que este establece, requiriendo
sus servicios; ello no implica que, por ese hecho, los principios de su labor queden aplastados por el
particularismo del criterio mercantil. Por lo tanto, la adecuació n a “medida” es inaceptable.
¿Y por qué razón no sería aceptable la del juez, cuando parece a todas luces un
pedido justo? Porque choca contra el criterio que afirma que los elementos incluidos
en un informe no pueden perjudicar al sujeto.
Es imprescindible definir conceptualmente a que nos referimos con "perjuicio" y "beneficio. Para
explicarlo, partiremos de lo definimos como ética de lo simbólico. Una ética que encuentra su
fundamento en el reconocimiento del sujeto como ser simbó lico; de un sujeto que se humaniza por el
lenguaje que a través de la palabra accede a la condició n de humano. Tal pasaje por el lenguaje
constituye al sujeto deseante, al sujeto del inconsciente. La ética de lo simbó lico entonces, reside en el
reconocimiento de tal condició n; y en sus actos lleva implícita la intenció n del desarrollo simbó lico del
sujeto. Todo aquello que atente centra su posibilidad simbó lica se erige en no ético. Por lo tanto,
cuando decimos "perjudica" o "beneficia" al sujeto, debemos ubicamos en ese plano.
Por ejemplo, si un sujeto acusado de un homicidio revela su culpabilidad durante una entrevista con el
psicó logo forense, este deberá intervenir en primer término, confrontando al sujeto con su acto, buscando
reenviarlo así a las coordenadas simbó licas que lo hagan responsable, pero si tal intervenció n no obtuviera
el resultado buscado, el psicó logo no podrá eludir su obligació n de dar a conocer tal informació n, dando la
posibilidad de que tal crimen obtenga la sanció n necesaria no solo para la sociedad sino y especialmente
para el propio sujeto.
En este caso, el silencio del profesional favorece la posibilidad de que tal crimen quede impune. Tal
impunidad dejaría al sujeto inerme frente a su acto, sin posibilidad de introducir un límite imprescindible
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a su alineació n agresiva. El castigo tiende allí al restablecimiento de lo simbó lico, severamente dañ ado en
ese acto.

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Distinta es la situació n si el psicó logo toma conocimiento de un hecho tipificado por la justicia como un
delito, pero que responde a un particularismo evidente como por ejemplo el consumo de marihuana. Sobre
el consumo de drogas existen opiniones diversas y encontradas. No obstante, en la actual etapa histó rica
no se ha establecido todavía, un criterio ú nico que ubique el problema en su justo lugar. El psicó logo no
puede intervenir sometiéndose al dictado particularista, moral, que castiga la tenencia para el consumo
personal. Su obligació n ética reside aquí en no brindar tal informació n.
¿Cómo suponer que el juez pueda encargar una tarea que se oponga a los principios éticos de
los psicólogos? Esto puede producirse e incluso puede ser algo cotidiano, pero má s allá de su
frecuencia, no es posible que se establezca como principio que la palabra del juez disuelva el marco
ético que el psicó logo debe conservar en toda su circunstancia. Pretender esto es idéntico a
sostener que la actividad del psicó logo forense –en su cará cter de auxiliar de justicia– es
esencialmente no ética.
Ademá s, si el juez necesita información ¿por qué le encarga tal tarea al psicólogo? Suponer
ingenuo que toda informació n deba ser extraída en los interrogatorios policiales o judiciales
(porque el sujeto reservaría lo que lo incrimina o perjudica) y que es necesario introducir un
auxiliar que logre tal objetivo, es pretender que la funció n del psicó logo forense quede reducida a
la de espía calificado.
Ni lo dicho por Ramírez acerca de la necesaria aclaració n que el psicó logo forense debe hacer ante el sujeto,
presentá ndose como delegado del juez resuelve el problema ético y los exime del secreto profesional. Ya
que ni tal aclaració n puede disolver el peso imaginario que para ese sujeto cargado de presiones tiene el
estar frente a un profesional de la salud que se ofrece a escucharlo, aunque se trate de un enviado del juez.
Tal estado subjetivo puede no interesar al hombre de leyes, pero no puede dejar de ser considerado por el
psicó logo, quien sabe que el sujeto dirá , ante él, má s que ante ninguno aú n má s de lo que quiera decir.
Si el proceso judicial necesita de esta informació n –y no tenerla genera "Indefensió n de las partes"– es un
problema de la justicia, quien deberá procurarse los medios legítimos para obtenerla. Sostener que la
informació n debe ser brindada sin retaceos y que su mala utilizació n en el proceso judicial no es algo que
deba ser cargado a la cuenta del psicó logo, nos conduce al punto central de una concepció n que, apelando
a la categoría de "Intermediario", desresponsabiliza al psicó logo en su ejercicio profesional.
De esto se trata la ética, de la responsabilidad. No se trata de un problema de conciencia en el sentido
propuesto en el trabajo de Ramírez. Que un acto deje la conciencia tranquila a quien lo lleva a cabo, no por
eso se constituye en ético. Delegar responsabilidades propias adecuá ndose a los intereses de quien
demanda es no ético por principio, aunque esto garantice un sueñ o apacible. Si "responsable" significa dar
una respuesta, ésta no puede enajenarse ni aú n en la figura del juez responder ante un dilema ético, elegir
el camino correcto rechazando el que se reconoce como incorrecto, no es algo que el psicó logo pueda
eludir.
El psicó logo no se encuentra frente a "dos obligaciones contradictorias", como lo pretende Ramírez. Tiene
una sola obligació n y ésta se encuentra en la necesidad de respetar los principios éticos. Jamá s podrá n
obligar a que los principios éticos queden subordinados a los intereses de las partes. No solo las partes en
litigio. Sino como ya hemos dicho, ni siquiera el propio juez como representante de la ley social.
Precisamente ante la pregunta sobre cuá l debe ser la funció n del psicó logo forense, es necesario evitar los
apresuramientos a dos voces: por un lado, los psicó logos, prestos a ocupar nuevas plazas en el mercado; y
por otro el administrador de justicia buscando má s elementos de prueba.

Salomone- El Sujeto y la ley: Algunos comentarios sobre la funció n Psi.

El sujeto y la ley. Algunos comentarios sobre la funció n psi

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El sistema jurídico convoca el psicó logo a participar de diversas prá cticas, desempeñ ando una variedad de roles. Si bien el
caso má s prototípico lo constituyen las prá cticas psi desarrolladas en las organizaciones jurídicas y vinculadas
estrechamente a la administració n de justicia, el diá logo disciplinar no se ciñ e exclusivamente a los contextos judiciales.

En este sentido, la reflexió n sobre la articulació n entre el discurso jurídico y las prácticas psi toma relevancia en
diferentes á mbitos de la actualidad profesional y no se restringe a la prá ctica de la Psicología Jurídica como especialidad.

¿Cuál es la relación entre el sujeto del Derecho y el sujeto destinatario de nuestra práctica? ¿Cómo articular en una
práctica concreta el discurso jurídico y el discurso de la subjetividad? Se trata de reflexionar sobre la articulació n entre
el sistema jurídico y la dimensió n clínica de nuestra prá ctica, entendiendo por esta ú ltima a esa perspectiva que toma en
cuenta la dimensió n del sujeto, la singularidad en situació n. La dimensió n clínica no se refiere exclusivamente al trabajo
clínico, sino que con este término nos interesa señ alar un modo de lectura y abordaje sustentado en la ló gica del sujeto.
Nociones centrales al discurso jurídico y al discurso subjetivo, tales como la de sujeto, responsabilidad, culpa, ley y
prohibició n, señ alan puntos de interés comú n. Por lo demá s, es claro que en ambos campos se juega la relació n entre Sujeto
y la Ley. Si bien se plantean dos legalidades diferentes (sujeto-ley simbó lica y sujeto-ley social), la filiació n del orden jurídico
a la legalidad simbó lica nos permite triangular la relació n entre una legalidad y otra con el Sujeto como tercer elemento. En
la perspectiva freudiana, tomando los desarrollos sobre el mito de origen, la relació n que la ley fundante de la cultura y el
sujeto establece con la ley que regula el orden social.

Doble filiación del sujeto. Dos campos que lo interpelan y lo convocan a responder, constituyendolo: “Queda claro que el
sujeto está siempre sometido a juicio: el de una instancia crítica que lo sostiene dentro de la ley y el de una instancia social y
represiva que lo castiga cuando sale fuera de la ley”.

En esa línea, y sobre el eje de la relació n Ley-ley, donde la primera, nombra a la Ley simbólica, y la segunda se refiere a la ley
social, ley del orden jurídico, es posible plantear una continuidad entre ambos discursos, una homogeneidad de estructura
entre los campos del Derecho y del Psicoaná lisis.

Legendre se expide taxativamente respeto de la relació n Ley-ley: “No existen dos leyes, una ley simbó lica y una ley positiva
o ley jurídica, sino una sola, la ley de lo simbó lico, má s exactamente, la ley del determinismo simbó lico” . Existen varios
niveles o registros de expresió n y destino del mensaje simbó lico. Estos niveles- social y subjetivo- tienen que ver con la
misma ley: ley de institució n de la Prohibició n, ley de Tercero, ley del Padre.

Kozicki sostiene la misma perspectiva, enfatizando la relació n recíproca entre Ley y ley: “Lo jurídico constituye la marca de
lo simbó lico que inyecta-inflige la Ley, en tanto límite, en los seres, instruyendolos como sujeto, humanizandolos. Infligir la
ley, instituir, y hacer imperar la Prohibició n.

Gerez Ambertin, plantea que: “El discurso jurídico no queda fuera de la pregunta por lo prohibido y por la instauració n de la
ley, en todo caso es a él quien compete, desde los trazados de la legislació n, brindar las respuestas necesarias. Allí el
discurso jurídico y el psicoanalítico se intersectan, pese a las barreras semá nticas que ponen algunos obstá culos a un
diá logo má s fructífero entre ellos”.

Esas barreras semá nticas toman especial relevancia a la hora de reflexionar sobre la articulació n entre el campo jurídico y la
dimensió n subjetiva. Los conceptos antes señ alados, sujeto, responsabilidad, culpa, ley y prohibició n, a los que debería
sumarse otros como sanció n, pena, castigo, claramente constituyen nociones teó ricas disímiles segú n se trate de una u otra
disciplina.

Estas diferencias conceptuales conllevan implicancias de peso en relació n a las posibilidades de articulació n de los dos
campos que nos ocupan. Se trata de la configuració n de discursos diferentes, organizados sobre nociones teó ricas
diferentes, provenientes de corpus conceptuales y prá cticas distintas, que convocan al sujeto a responder desde diferentes
lugares.

Surge la pregunta por el campo de trabajo que se constituye en razó n de ese encuentro de discursos: ¿existe un campo psi-
jurídico? Juan Dobon, plantea la cuestió n en los siguientes términos: “Lo psi-jurídico” no existe como un campo formalizado
del saber,se trata en cambio de un campo de transdisciplina y encuentro, del efecto de tal entrecruzamiento entre dos

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prá cticas de discurso diferente. En el estudio de dichos efectos será n puestas en cuestió n las diferentes concepciones del
sujeto, la pertinencia de los conceptos y los límites de cada disciplina. Este campo se produce a partir de la intersecció n de
diferentes regímenes de saber.

Habida cuenta de los puntos de contacto entre ambos discursos, destacados en el breve recorrido, es lícito ubicar cuestiones
que atestiguan cierta homogeneidad entre el orden jurídico y la dimensió n del sujeto. Así, la relació n-íntima y recíproca-
entre la Ley simbó lica y jurídica, la cuestió n de la culpa y de lo prohibido como tema central a ambos campos, la
interpretació n del sujeto en el terreno de la responsabilidad, en tanto operatoria medular a ambos discursos.

Conviene al mismo tiempo hacer una distinció n entre el sujeto de la ley y la noció n de sujeto que es fundamento del
andamiaje teó rica del Derecho. Así como también nos interesa distinguir el orden jurídico y las formas concretas, histó ricas
e institucionales que asumen las normas jurídicas y su aplicació n.

Es relevante mencionar otra distinció n semá ntica, entre los términos, “jurídico” y “judicial”. Mientras el jurídico se refiere a
lo que atañ e al derecho o se ajusta a él, el término judicial se refiere a la cualidad de pertenecer o ser relativo al juicio, a la
administració n de justicia, el ejercicio de juzgar.

Tal diferencia de significados nos advierte de una distancia entre el orden jurídico por una parte, y las modalidades
concretas e historias que opera, por otra.
Tal eficacia de la ley sobre el campo subjetivo dependerá en medida decisiva de los avatares del sujeto en cuestió n. Nos
interesa al mismo tiempo señ alar que también, dependerá de la modalidad que asuma la intervenció n judicial, en funció n de
los actores concretos que participan en la operació n.

En términos de lo jurídico es posible plantear una continuidad con el orden subjetivo, en referencia al sujeto de la ley, sujeto
instituido psíquica y jurídicamente, y apostar así a una operatoria que reubique al sujeto en el campo de la ley, tanto
simbó lica como social. Sin embargo, lo judicial puede tomar formas de intervenció n que arrase el campo subjetivo. Funció n
clínica del Derecho, en los términos planteados por Jorge. A Degano.

En este punto debemos introducir la cuestió n de la funció n del psicó logo en el á mbito jurídico, y especialmente en relació n
con su participació n en las prá cticas judiciales.

El encuentro entre las prácticas psi y las prácticas judiciales nos confronta a las preguntas por la funció n profesional.
Será distinto pensar al profesional psi como auxiliar de la justicia, ajustá ndose a las necesidades judiciales, o bien
ejerciendo los saberes que le son propios y sosteniendo un compromiso ético con el destinatario de su prá ctica.

Es éticamente esperable que el psicó logo no restrinja su funció n a la de mero asistente de las instancias judiciales ya que su
responsabilidad profesional no se agota en el trecho entre los derechos y las obligaciones del sujeto jurídico. Su funció n
profesional supone un trabajo que propicie la implicació n del sujeto en su acto como operació n suplementaria al
cumplimiento de la consigna jurídica. “El que asiste, acompañ a al sujeto en el proceso de desenmascaramiento de su decir
hasta el umbral, en ese paso hay un corte dejando a su cargo como ciudadano las implicancias de sus acciones morales en la
ciudad”.

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