Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
LA DROGA NO ES LA ADICCIÓN
Si bien la palabra “droga” remite a una sustancia químico-farmacéutica, al mismo tiempo, queda asociada a la ilegalidad,
tomando un matiz más policial. Asimismo, etimológicamente deriva del griego pharmakon, cuyo significado es remedio y
también veneno. Su doble sentido permite comprender que las drogas, legales o ilegales, son sustancias que pueden
ofrecer una solución de remedio o de veneno para quien la consuma.
Distinto de la droga es la adicción, que está referida a un sujeto que repite una operación de consumo. Así,
esquemáticamente, la droga remite a una sustancia o un objeto y la adicción a un sujeto. La adicción puede definirse sin
la droga; e incluso, el sujeto puede ser adicto antes de conocer la droga. En tal caso, el sujeto adicto no nace de su historia
con la droga, que ya constituye una respuesta frente a un problema previo. Las drogan nunca constituyen la problemática
real de un sujeto.
Una teoría falsa y prejuiciosa, pero muy difundida, es presuponer un avance de la droga que empieza a encerrar al
individuo con la marihuana o el alcohol, luego se pasa a la cocaína y se termina en las drogas duras. Esta visión de la droga
como sinónimo del mal es altamente funcional para demonizar al consumidor y convertirlo en un peligro social. El plano
biológico de las adicciones constituye una perspectiva médica que exonera al sujeto, sus dificultades, el contexto social,
su historia y los acontecimientos de su vida, su modo de pensar, amar, gozar y desear. Incluso, la dependencia física y
psicológica es relativa al sujeto y no al organismo biológico. No es la droga sino la angustia subjetiva lo que causa una
adicción. La droga no hace adictos; inversamente, el adicto hace a la droga. Por ende, la droga nunca puede ser una
enfermedad o un flagelo social en sí misma, porque no es la causa de la adicción.
El mercado capitalista global promueva a un sujeto consumidor. La respuesta contemporánea al malestar en la cultura es
el consumo generalizado. El capitalismo avanzado se sostiene por una sociedad “de consumo”, y su correlato inevitable
no son los ciudadanos, sino los consumidores. El “poliadicto” posmoderno no es un producto de las drogas;
contrariamente, es un consumidor de sustancias y mercaderías, legales o ilegales, para apalear los problemas de su vida.
No es lo mismo hacer una experiencia con una droga para ver y sentir que utilizar una droga para no experimentar,
evadirse y negar la realidad. Desde la clínica psicoanalítica es determinante captar si el uso de drogas es para favorecer el
lazo social o bien, contrariamente, si se usan drogas más destructivamente y en ruptura con el Otro.
El uso de drogas como “tránsito metafísico ritualizado” o “iluminación espiritual” protege al sujeto de las adicciones, que
son un efecto de la modernidad.
La proliferación de las adicciones manifiesta una captación de individuos por la difusión y distribución de la droga a nivel
global. Las regulaciones del mercado imponen un modo de gozar universal que promociona el consumo, y la droga es una
mercancía generadora de rendimiento y satisfacción. Actualmente proliferan adicciones a diversas actividades sin tóxicos
(al sexo, el trabajo, el celular, la comida, el gimnasio), que evidencian cotidianamente conductas compulsivas articuladas
a un malestar.
El mercado incita al consumo fabricando “promesas de felicidad” y las adicciones de masas significan que cualquier objeto
puede ser una droga. En efecto, la economía globalizada significa que se fabrica un producto pero también al individuo
consumidor. La drogadicción generalizada es el rostro de la sociedad posmoderna.
La medicalización de la sociedad se enmarca en tal contexto, que ofrece un tratamiento farmacológico para problemas
sociales y subjetivos. Por un lado, cobran predominancia los diagnósticos ambiguos y difusos de “depresión” o “stress”; y
por otro, se plantea de manera inédita una solución química para los problemas de soledad, desocupación, vejez,
sexualidad, etc. produciendo una suerte de quimioterapia de lo social. La máscara psicotrópica es eficaz pero no resuelve
los problemas subjetivos ni sociales. Drogarse y ser un adicto constituyen modos de felicidad química o de realización en
el consumo.
Por otra parte, el sujeto toxicómano encuentra en la droga una paradójica solución para sobrellevar un dolor insoportable;
por esto, su posición está más allá de la prohibición o legalización de la droga. La toxicomanía constituye una ruptura con
el Otro social. La posición del toxicómano es una particular clínica del sujeto que implica una ruptura con los ideales y la
cultura. Asimismo, la toxicomanía no está vinculada a la rebeldía o la transgresión de la ley; por ende, una reforma
1
Psicología Jurídica y Forense | Ro Gutiérrez.
legislativa puede evitar la criminalización de un determinado segmento de la sociedad, pero no va a incidir sobre el
problema del toxicómano.
Con frecuencia se asocia droga con delincuencia en dos direcciones convergentes: la búsqueda de drogas para consumir
conduciría a actividades delictivas, y viceversa, el estado tóxico producido por las drogas conduciría a la delincuencia; o
bien, el consumo y distribución de las drogas ilegales conlleva a la actividad delictiva como parte del mismo mercado.
También, la relación droga-delincuencia suele ubicarse en problemática subjetivas, grupales y familiares concebidas desde
variables sociales y psicológicas. Sin embargo, tales hipótesis responden a un preconcepto, pues se enfoca únicamente al
individuo marginal, portador de una peligrosidad que amalgama droga y delincuencia. La criminalización de la tenencia de
estupefacientes para consumo personal ha reforzado el estereotipo de peligrosidad de los usuarios de drogas, que recae
sobre el joven delincuente marginal. La verdadera asociación entre drogas y delincuencia la hace el sistema penal cuando
criminaliza el consumo de estupefacientes, que bajo pretexto de cumplir la ley, controla y selecciona el estereotipo
marginal predeterminado.
precedentes del procurador como representante del poder político. La función del mismo no se destina a la persecución
directa de los individuos que cometen infracciones, su principal tarea consiste en la vigilancia.
El derecho penal es la confiscación de la víctima porque en la Alta Edad Media, la infracción de un individuo es concebida
como una lesión al orden, la ley, el soberano o el estado, transformado en víctima. El soberano es una víctima, y su
representante, el procurador, debe cobrar multas y confiscar bienes en lugar de someterse a la prueba de la verdad. El
poder político pasó también a ser poder punitivo y a decidir los conflictos sin tener en cuenta a la víctima, que desapareció
del escenario penal.
Cuando la iglesia se convirtió en los siglos X, XI y XII en el único cuerpo económico, político de Europa, la inquisición
eclesiástica fue al mismo tiempo indagación espiritual (sobre los pecados, faltas y crímenes cometidos), administrativa
(sobre los bienes, beneficios, distribuciones) que va a derivar en una conjunción entre la infracción a la ley y la falta
religiosa.
A fines del siglo XII sin una evolución racional del derecho sino por efecto de relaciones de poder, el soberano o el “Estado”
naciente comenzó a apropiarse de los procedimientos judiciales y el proceso penal dejó de resolver conflictos y se redujo
a un acto de poder.
La indagación o investigación será una modalidad de gestión para autentificar la verdad, que luego pasó al método
científico en el siglo XVII, y que el estado soberano, siguiendo las técnicas de la inquisición, reactivará para su provecho.
En definitiva, la indagación fue una manera de ejercer el poder, que aplicada al campo penal no resuelve los conflictos
porque deja desamparada a una parte, la víctima, la cual deja fuera de su modelo.
3
Psicología Jurídica y Forense | Ro Gutiérrez.
obligación, los toxicómanos también van solos hacia allí. Y allí se los deja gozar tranquilos, tranquilos con ciertas reglas; es
decir, se los abastece de jeringas, de drogas, etcétera. Hay un intento de que, por ejemplo, cada uno use su jeringa, que
esa jeringa una vez que fue usada se tire y tenga una nueva para la próxima vez.
Hay toda una problemática que es colateral al tema de la toxicomanía, que es la problemática de la criminalidad, del
contagio de enfermedades, etc. La llamada 'política de reducción de daños' está justamente dirigida a enfrentarse con
esos problemas. Pero la 'política de reducción de daños' no ataca a la toxicomanía, la toxicomanía queda intacta, lo cual
no le quita importancia a esta política; aunque su implementación ha demostrado que la toxicomanía es bien diferente
del conflicto social de los daños colaterales.
Es importante poder diferenciar lo que es la segregación de la discriminación. Discriminar tiene una connotación que es
'distinguir las diferencias'. 'Distinguir' tiene varios sentidos, entre ellos 'darle brillo a algo'. Cuando uno 'distingue' a alguien
muestra la diferencia; ser distinguido es algo muy valioso. Es decir, en el término 'discriminación' se da la posibilidad de
soportar las diferencias y de convivir con ellas.
Otra cosa es la necesidad de que cada uno se tenga que ir a su barrio, cada uno a su lugar. La segregación implica -además
de marcar la diferencia- separar al diferente. Y la propuesta es pensar cómo en un régimen donde hay una noción del
padre muy fuerte, del amo, se puede convivir con las diferencias. Y la caída de los ideales, la caída de la función paterna,
entre otras, se tiene como consecuencia la segregación, la dificultad de convivir con lo diferente, de soportar la diferencia.
En cambio, lo que se intenta instalar es la unificación para todo el mundo, y contra eso hay bolsones de resistencia a esa
unificación. Esa unificación cobra diferentes modos: consumo masivo pero, también, una cultura unisex, etcétera.
Freud define la masturbación como adicción primordial, y dice que todas las otras adicciones serían adicciones segundas
respecto de esta primera, son sustitutas de la masturbación. Es decir: 'adicciones' (en plural). Hay una sustitución de la
masturbación por esas adicciones. Esa es, a mi gusto, la tesis más fuerte en Freud sobre este tema.
En Lacan hay una indicación que no es sobre las adicciones, sino que es sobre la droga. Él la enuncia de la siguiente manera:
"La droga es lo que permite romper el casamiento del cuerpo con el pequeño pipí".
El primer paso que vamos a dar es tratar de ubicar a qué se refiere Freud con esta 'masturbación como adicción primordial'.
Lo primero que indica es que esa adicción, esa masturbación, está en íntima relación con el autoerotismo. Entonces, voy
a tomar unos párrafos de "Fantasías histéricas y su relación con la bisexualidad".
Freud dice que el acto masturbador se dividía en dos partes, una cosa es la evocación de la fantasía, otra cosa son los
movimientos mecánicos; es decir, los tocamientos concretos para producirse la excitación. La idea de Freud es que el
acceso al estudio de la masturbación no es sino con ambas partes. Estas dos cosas que él llama una composición o fusión,
en un tiempo estaban divididas. Por lo tanto, lo que encontrábamos en algún tiempo eran sólo los movimientos activos
mecánicos, a lo cual él llama puro autoerotismo; en un segundo momento a eso se le fusiona o se le agrega la fantasía.
Esto es algo de la vida cotidiana. No tenemos manera de corroborar cuándo aparece por primera vez la fantasía, cuándo
se produce esa composición o esa fusión. Es un momento que a mi gusto hay que ubicarlo como mítico; es un momento
que podemos llamar 'cero' (puro autoerotismo), respecto de un momento 'uno' (onanismo con soldadura). Es un
momento que se deduce a partir de la fusión.
Se ve muy bien en este ejemplo freudiano lo que está destacado en Lacan, cuando él dice que 'el significante toca al
cuerpo'. Se ve muy bien cómo con sólo pensar .puede el órgano excitarse. En el caso masculino podría lograr una erección
sin tocarse, con sólo evocar la fantasía, se ve cómo eso hace mover al cuerpo. Con 'sólo pensar', me estoy refiriendo a los
significantes. Es el significante que excita al cuerpo.
Sin embargo, Freud se ve en la necesidad de ubicar un momento previo a eso, que sería un tocamiento sin ninguna
connotación significante. Ya que él habla de la evocación de una fantasía, pero también lo nombra como una
representación optativa. En este sentido, uno puede decir que el cuerpo se podría mover por la fantasía y por tocarse, y
Freud plantea que en el onanismo funcionan las dos cosas juntas, están los tocamientos y está la evocación de la fantasía,
y esto también está en el acto sexual. En el acto sexual está todo lo que tiene que ver con los movimientos mecánicos para
llevar adelante el acto sexual, pero también está la evocación de la fantasía y todo lo que tiene que ver con las fantasías.
Hay todo un mercado para engrosar la fantasía, para fomentarla. Lo que está diciendo es que, en algún momento, ese
onanismo no estaba anudado a una fantasía, y a ese momento lo llama puro autoerotismo.
Ahora bien, si avanzamos un poco más en el texto, el planteo de Freud es que para que haya síntoma hacen falta tres
condiciones necesarias:
1. Primero hay que dejar de masturbarse. Para Freud es una ley: no hay masturbación y síntoma a la vez. Sigue la
lógica de la teoría energética; es decir, que si se descarga por la vía de la masturbación, no se descarga por la vía
del síntoma.
2. En segundo lugar, una vez que es dejada hace falta que esa energía no sea derivada de otra manera o sustituida
por otra cosa; da a entender allí que habla de la sublimación. En otros términos, que no haya una satisfacción
sustitutiva.
3. Finalmente, hace falta que la fantasía pase a ser inconsciente.
Si se dan estas tres condiciones tenemos la posibilidad de que esto se descargue por la vía del síntoma (tiempo 2 –
síntoma).
La tesis de Freud la entiendo como pudiendo ubicar a la adicción en el lugar de sustitución de un puro autoerotismo sin
sentido alguno, sin que esté aún articulado a la fantasía o a la palabra. Lo que al comienzo veíamos en términos de
4
Psicología Jurídica y Forense | Ro Gutiérrez.
masturbación primordial o adicción primordial. Por otro lado, no parece seguir el camino del síntoma, ya que para Freud,
síntoma y masturbación son respuestas estructuralmente diferentes. Si en Freud lo relacionamos con el síntoma,
podríamos enlazarlo al síntoma de la neurosis actual. El síntoma actual conserva su relación directa con una satisfacción
autoerótica sin tramitación significante.
Síntoma
Inscripción del falo.
Pene. Órgano
Instrumento
Lacan señala que el falo es más importante por su ausencia que por su presencia. De modo que es a partir de su ausencia
que se instala la castración en tanto tal. Por consiguiente, Lacan ubica con mucha claridad que lo fundamental del falo es
la alternancia entre presencia y ausencia, sino no tendría el valor que tiene en la estructura.
Por lo tanto, el avance siguiente es articular la presencia y ausencia simbólica del falo a la alternancia real de la
tumescencia y detumescencia del pene. Es decir, que lo simbólico del falo, en tanto ausencia y presencia, se articula a lo
real del pene en tanto tumescente. Así entiendo cuando Lacan enuncia que: “… la detumescencia, en el macho, ha
engendrado esta convocatoria de tipo especial que es el lenguaje articulado”. Lo resumo de la siguiente manera
articulando los tres registros. Si en lo real hay un órgano que tenga la alternancia real de la detumescencia y la
tumescencia, eso encaja muy bien imaginariamente con la alternancia simbólica de la presencia y ausencia. Es un hecho
real que ese órgano tenga la posibilidad de la detumescencia y la tumescencia y esta es una alternancia que, a partir de
que estamos en el lenguaje y, especialmente, para la neurosis, es leído como ausencia y presencia de falo. Es decir, que
es esta capacidad de que sea un órgano eréctil lo que produce esa pregnancia imaginaria sobre el falo. Consecuentemente,
y a partir del Edipo, esa alternancia del órgano es leída como falo-no falo, o como presencia-ausencia.
Como dice Lacan, hacer del cuerpo de la mujer la metáfora de su goce y que, desde entonces, pueda separar el goce de
su cuerpo. De igual forma, hacer de la mujer la metáfora de su goce puede implicar enfrentarse al goce de una mujer.
De este modo, hemos ubicado en el campo fálico diferentes maneras de recuperar goce: la masturbación a la cual va
anudado en este caso el consumo de droga, el onanismo como soldadura y luego el síntoma, como posibilidad que en este
caso no aparece. Esto es entonces diferente del caso clínico, en donde el sujeto ha hecho el anudamiento -no hay irrupción
del pene real- pero no lo ha podido poner en función, producir las ecuaciones que le permitan acceder al Otro sexo.
Juanito está en la “posición del soltero”. Es más bien el que está casado con su órgano y no con el Otro sexo. Es por tanto
un sujeto que no ha roto el casamiento con el pequeño pipí y, en este caso la droga sirve para afirmar la alianza con su
órgano, pero antes destacamos también los intentos del sujeto de salir de su dulce hogar, el tanque, sin que ello implique
pasar por la palabra, o sea en el pasaje al acto. Hay dos caminos para salir de la "posición del soltero":
1. Uno es por la vía el significante en el campo fálico y esto, en todo caso en algunos sujetos, posibilitaría un análisis.
2. Y la otra es la que muestra este sujeto, en tanto es una vía que no implica el significante; él decía que no se quería
dejar enganchar por el análisis, por una mina, por el Otro de la palabra.
Está el intento de enfrentarse a la pulsión, sustraerse del órgano cuando se le hace insoportable por el camino de lo real.
Aquí la droga también toma su lugar en algunos casos y ya no es cuando permite el casamiento, sino cuando este
casamiento se le hace insoportable y posibilita su ruptura. Así se rompe el casamiento con el falo y el sujeto sale del campo
5
Psicología Jurídica y Forense | Ro Gutiérrez.
del Otro en un pasaje al acto, el cual indica que si por la vía significante no se puede sacrificar el órgano, algunos sujetos
lo intentan hacer no queriendo saber nada de la palabra y de lo fálico.
En otro caso, el sujeto definía una primera modalidad de relación al alcohol, a la que él llamaba "bebedor social" y
podríamos decir que a ese sujeto, en ese momento, el alcohol le servía para acceder al Otro sexo, es decir que en los
términos planteados sería para poner en función al falo. Él decía que bebía para: "tener actitudes más resueltas, más
valentía, encarar mejor". Esto estaba dicho sobre el trasfondo de una supuesta eyaculación precoz y de cómo hacer para
que la mujer gozara en el acto sexual. En un segundo momento, la modalidad de relación al alcohol cambia a una forma
que él llamaba "bebedor alcohólico" o su "declinación alcohólica", ante lo cual decía que eso implicaba estar fuera del
sexo sólo satisfacción con el consumo de la sustancia, a lo que el sujeto denomina a compulsión a tomar. Este fuera del
sexo lo entiendo como ruptura con el falo, es decir, fuera de una satisfacción fálica.
Por último entonces, he ubicado dentro del campo fálico una distinción de dos diferentes modalidades de satisfacción:
1. Por la vía que hemos llamado onanismo como soldadura, que implica un goce autoerótico anudado al falo y que
tiene la característica de ser estancado.
2. El síntoma o el amor que implica el desplazamiento y el juego significante, o sea, las ecuaciones fálicas que darían
la posibilidad de un análisis.
A su vez, esto conlleva la puesta en función del falo. Vale la pena que distingamos la inscripción de falo de su supuesta en
función, en el sentido de hacer uso de algo de lo que uno dispone.
Y finalmente, hemos dejado en otro lugar una satisfacción, que Lacan a la altura del Seminario 4 llama goce real, que no
se encuentra anudada al falo, una satisfacción era e a relación fálica que Freud llama el puro autoerotismo. A esto último
yo lo llamaría la verdadera toxicomanía en el sentido de la tesis lacaniana. Es decir, donde efectivamente la droga permite
romper con el falo y se pierde toda medida. Lacan piensa que el falo es una moneda de intercambio; toda moneda es una
medida. A mi gusto la sobredosis habría que pensarla como fuera de la medida fálica. La posible ruptura con el falo es lo
que hace que se pase a la manía por el tóxico, entendiendo a la manía como aquello que evalúa al sujeto por medio de un
anclaje fálico. De este modo, se pueden verificar diferentes usos de la droga. Hay un uso de la droga que, en el caso del
"estancado”, le había permitido mantener una satisfacción onanista estancada. Le había permitido mantenerse casado
con su órgano. Hay otro uso que permite a ciertos sujetos tomar coraje y enfrentar al Otro sexo y poner en función el falo.
En este caso parece más bien una muleta para el falo-, son los consumidores del rendimiento. Vimos también, cómo
aquello que puede empezar en un intento de mantenerse casado con el falo o en un intento de ponerlo en función,
finalmente se desamarra, se suelta del falo y provoca la manía por él.
6
Psicología Jurídica y Forense | Ro Gutiérrez.
Otro y que opera como un cortocircuito llevado a cabo en el acto de masturbación, que precisamente asegura al sujeto su
casamiento con el pequeño pipí.
Otra cosa es cuando Lacan plantea que permite romper el casamiento con el pequeño pipí… Y Miller termina diciendo:
“Así vemos desprenderse la especificidad del goce toxicomaníaco que en efecto no pasa por el Otro pero tampoco por el
goce fálico”.
Como primera medida no va en busca del Otro sexo. Si bien eso es muy amplio, ya que hay gente que no va en busca del
Otro sexo, aunque va en busca de otro cuerpo que sea idéntico a sí mismo o busca su propio cuerpo directamente. Eso
tiene algo de goce fálico, sea porque se busca el falo en el semejante o porque se busca la masturbación. Sin embargo, el
goce de la toxicomanía es el que rompe con lo fálico. Es un goce que lleva a la muerte literalmente, es el goce a secas si
se lo puede nombrar así.
No querer saber nada con lo sexual no es el encuentro solamente con el cuerpo del Otro sexo, sino que puede ser el
encuentro con el cuerpo del mismo sexo, que puede ser la masturbación misma, la cual no impide distinguir una cosa de
la otra.
Es muy común que un sujeto le dé un uso a la droga y que por alguna razón se suelte ese uso específico y se transforme
en un verdadero toxicómano. Esto es lo que en “El malestar en la cultura” Freud indicaba como el peligro de la droga.
Psicología Jurídica: Aportes desde la subjetividad – Puhl, S., Varela, O., Izcurdia, M.
7
Psicología Jurídica y Forense | Ro Gutiérrez.
En este sentido, surge en nuestro país un nuevo modo de pensar en el campo de las adicciones, en donde se deja de
considerar a la persona como un delincuente y se lo comienza a considerar como un sujeto de derechos, a los cuales el
Estado debe garantizar asistencia e inclusión social.
Es así que se impone un nuevo modo de nominar las categorías drogadependencia (interacción entre un organismo y una
sustancia, excluyendo la dimensión subjetiva), toxicomanías (relación entre el padecimiento subjetivo y el tóxico
excluyendo la dimensión contextual) y su sustitución por otras como consumidores de drogas, consumos no problemáticos
y consumos problemáticos de sustancias.
Consumo problemático a aquellos consumos que –mediando o sin mediar sustancia alguna- afectan negativamente, en
forma crónica, la salud física o psíquica del sujeto, y/o las relaciones sociales. Los consumos problemáticos pueden
manifestarse como adicciones o abusos al alcohol, tabaco, drogas psicotrópicas –legales e ilegales- o producidos por
ciertas conductas compulsivas de los sujetos hacia el juego, las nuevas tecnologías, la alimentación, las compras o
cualquier otro consumo que sea diagnosticado compulsivo por un profesional de la salud.
Debemos ubicar los atravesamientos sociales, sanitarios, jurídicos y políticos que el “fenómeno de la droga” tiene y, así,
dar cuenta de las adicciones como un problema social complejo que interpela y visibiliza las contradicciones de las
sociedades de consumo y nos obliga como profesionales de la salud mental a cuestionarnos las estructuras de
pensamientos desde las cuales diseñamos las intervenciones.
En este entendimiento la Ley Nacional de Salud Mental reconoce a la salud mental como un proceso determinado por
componentes históricos, socioeconómicos, culturales, biológicos y psicológicos, por lo que los esquemas de pensamiento
de los distintos agentes de salud deben acompañar dicho proceso.
El encuentro del sujeto con el consumo problemático de sustancias se caracteriza por su complejidad y heterogeneidad,
requiriendo para su abordaje la integración de diversas disciplinas y prácticas desde las cuales exponer las diferentes
dimensiones y los distintos niveles de explicación.
En la dimensión subjetiva ubicaremos la relación que establece el individuo con la sustancia (consumo experimental,
automedicación, etc.). La dimensión socio-normativa tendrá que ver con la significación cultural e histórica que dará
cuenta de la definición y del diseño de las estrategias de intervención en torno al fenómeno del consumo de sustancias
así como su estatus socio-legal. Por último, las sustancias psicoactivas son sustancias que al ser consumidas actúan sobre
el SNC pudiendo ocasionar modificaciones a su funcionamiento normal.
El DSM V, en el capítulo “Trastornos relacionados con sustancias y trastornos adictivos” señala que los primeros abarcan
10 clases de drogas distintas, puesto que señala que los comportamientos del juego activan sistemas de recompensa
similares a los activados por las drogas.
Divide, además, los trastornos relacionados con sustancias en dos grupos: los trastornos por consumo de sustancias y los
trastornos inducidos por sustancias. Plantea que la palabra adicción no se utilice como término diagnóstico para describir
problemas graves relacionados con el consumo compulsivo y habitual de sustancias y se propone la utilización del término
trastorno por consumo de sustancias para describir la amplitud de un trastorno, desde un estado leve a uno grave de
consumo compulsivo y continuamente recidivante.
8
Psicología Jurídica y Forense | Ro Gutiérrez.
educativa en caso de ser un experimentador. De ese modo, la ley ratifica la doble condición de los usuarios de
“delincuentes y enfermos”, consolidándose una matriz prohibicionista-abstencionista.
La ley 23.737
Plantea un cambio en todo lo relativo al régimen penal de estupefacientes, ya que no se limita a las drogas ilícitas, sino
también a los psicotrópicos y demás sustancias susceptibles de producir dependencia psíquica o física.
Lo que resulta de interés a la psicología jurídica es el análisis en relación a:
La homologación del consumidor de droga con un delincuente.
La sanción que se le impone a una persona por tenencia.
La doble mirada del enfermo-delincuente.
Consumos problemáticos de sustancias. Virajes hacia nuevos paradigmas desde una perspectiva
integral de derechos – Dabul, K.
Al recapitular sobre las definiciones que se aplicaron al encuentro de las personas consumidoras de drogas, podemos
entender como ese segmento de la población se transformó en desposeído heredero de los peores estigmas, que se
pueden desprender de la criminología y la psiquiatría clásica, por un lado, y de las teorías del flagelo demonológicas
religiosas, por otro.
Con el consenso social y la herramienta jurídico penal como aliados, para la segregación, estigmatización y exclusión.
De esta manera, se logra consolidar a través de la utilización de un Modelo Ético Jurídico que sostiene la conducta del
consumidor de sustancias como moral y jurídicamente objetables desde lo penal, y el Modelo Medico Hegemónico que
convalida una lista de sustancias prohibidas, como objetos penales, en tanto desde su visión funcionan a través de la teoría
del contagio, que infecta al tejido sano de la población, ya no solo la sustancia misma con “sus mágicos poderes”. Sino
también a quien toma contacto con ella, y luego sociabiliza con otros, como “agente trasmisor”, por lo que el aislamiento,
y la sanción son las dos propuestas de dichos modelos. Los mismos corporizados a través de la Ley 23.737, que considera
la tenencia de drogas para consumo personal, un delito, y le impone un tratamiento coercitivo las Medidas Educativa o
Curativas, a cumplimentar por única vez o la pena privativa de libertad y la realización de un tratamiento en la institución
penitenciaria, donde deba cumplir con la pena privativa de la libertad, que dicha condena, prevé, como instrumento al
cual el Juez puede acudir ante la supuesta falta de colaboración del sujeto.
Siendo el resultado visible la ausencia de una intervención político-sanitaria como instrumento de inclusión de estas
problemáticas para el usuario de drogas, y un agravamiento político-social de la situaciones de comercialización y tráfico
de sustancias. Desde el marco jurídico penal, se desprende un estrepitoso fracaso de políticas de seguridad pública de
control del narcotráfico y comercialización de sustancias.
En pocos años, el perfil de la población penitenciaria condenada por estos delitos se incrementó progresivamente, por lo
que se evidencian las falencias en la intervención del Estado, en décadas donde la consolidación democrática atravesó
vaivenes teñidos por el complejo epifenómeno del narcotráfico, lavado de dinero, y otros factores que exceden del análisis
de este artículo.
Dar una respuesta es cerrar un interrogante que solo la singularidad del sujeto que escuchamos en cada caso en particular,
nos puede aportar, al acercamiento de respuestas, que posibiliten el cambio desde la complejidad de su subjetividad.
En ese intento de respuesta, cada sujeto se encontrara con su propia historia, con las diferentes tipos de drogas y
consumos, ya sean esta legales o ilegales, un contexto particular desde la perspectiva sociofamiliar. Solo en esas
coordenadas, la significación para cada uno determinará una relación con el tóxico, tal vez un usuario ocasional con fines
recreativos, tal vez un usuario con mayor periodicidad.
Solo en algunos casos, ese particular entramado que se produce entre un sujeto, su contexto, y una droga, determinará
una conducta adictiva para ese sujeto.
Esta singularidad aparecen personas que consumen porque les divierte, o porque no toleran la felicidad, o porque no
conciben que la angustia de la existencia es propia y singular del ser parlante, y que ningún polvo mágico puede ser el
remedio permanente para nuestras pérdidas, el único camino es atravesar y elaborar los duelos si no queremos que los
mismos nos tracen laberintos sin salida.
9
Psicología Jurídica y Forense | Ro Gutiérrez.
Las concepciones que intentan tener una respuesta única a por qué se drogan las personas sin abrir este abanico de
posibilidades descriptas, dieron como resultado paradigmas basados en miradas abstencionistas, de tolerancia cero de
consumo, con dispositivos de encierro en comunidades terapéuticas como única oferta posible, para todos igual, el
problema puesto en el tóxico, y no en lo que le pasa al sujeto, en qué contexto se manifiestan sus consumos, los diferentes
tipos de tóxicos y los efectos de los mismos, con las consecuencias psíquicas y neurológicas diferenciales, y la estructura
psíquica del usuario.
El resultado fue la inversión de millones de pesos de la SEDRONAR en ONGS, quienes recibían las becas de las personas
que eran internadas, sin monitorear los escasos y deficientes resultados de esos modelos de atención, donde muchas
veces ni siquiera estaban presentes las intervenciones psicoterapéuticas, con la única mirada de ex pacientes erigidos, en
una sádica postura, superyoica, a imitar a seguir, ofreciéndose como modelo identificatorio, sin aval de conocimiento
intrapsíquico alguno. También abonaron a este modelo algunas miradas religiosas, encomendando a la postura
demonológica de los cuerpos viciosos, la única ayuda que brinda la introspección y la oración, como salida del “flagelo de
las drogas, por la elección del mal camino’’.
Al reflexionar sobre el rol del psicólogo desde estos modelos de intervención, nuestros conocimientos sobre la realidad
psíquica y las vicisitudes del consumidor de sustancias, no eran consideradas muy necesarias, solo apartar al sujeto del
objeto era suficiente, y luego dotar al consumidor de una significación: la de drogadicto, donde lejos estaba la posibilidad
de poder producir cambios de posicionamiento subjetivo.
Se trataba de producir un congelamiento en esa significación, y tan solo dotarlo de una serie de reglas de conducta a
seguir día a día, durante toda su vida, sin nunca olvidar que se “es drogadicto”, aunque no se consuma hace veinte o
treinta años, esa es su identidad, y en una época de vacíos esa proposición parece que era un austero intercambio posible.
Como broche de una fallida intervención, a nuestras prácticas se nos delegaba a través de la implementación de la Medida
Curativa, que el Juez penal ordena realizar los tratamientos compulsivos en esta doble moral, por un lado delincuente y al
mismo tiempo paciente, un inédito lugar a nuestras prácticas, ya que nuestro informe psicológico, se convierte en el único
caso en que para la Justicia adquiere la connotación de vinculante. También aquí se vio avasallada la identidad profesional
de los psicólogos, quienes con tanto esfuerzo trataron de construir, y sostener, una intervención diferenciada de las
prácticas y discursos de control social.
Lejos estaban estas miradas de un abordaje integral de salud como respuesta posible a estas problemáticas, para con los
usuarios de sustancias, sean esta lícitas o ilícitas, estos modelos criminalizadores, tampoco permitían diferenciar
claramente el problema del consumo, del problema delincuencial, situando al primero como el escalón inicial, de la
pirámide, que termina en la figura del narcotraficante.
Nuevas perspectivas
Desde el punto de vista estrictamente jurídico, desde la aplicación del Fallo de la Corte Suprema de Justicia en el caso
Arriola, son cada vez menores los oficios recibidos, por aplicación de la Ley 23.737, en el caso de personas que tienen
drogas para su consumo personal, pero al ser todavía una Ley vigente, se esperan se pueda cumplimentar con los
proyectos que se encuentran es estudio por nuestros legisladores que proponen la despenalización de la tenencia de
drogas para consumo personal, derogando finalmente esa lapidaria sentencia, que se implementa desde hace décadas en
la Argentina.
Desde el aspecto político, también es destacable el desdoblamiento tanto tiempo reclamado de tareas de la SEDRONAR,
ya que las cuestiones atinentes al Narcotráfico pasaron a esfera de organismos propios de seguridad, siendo
responsabilidad exclusiva de la SEDRONAR, lo atinente al campo de la salud y organización de tratamientos para usuarios.
Desde el campo de la salud, toda una conquista y un gran avance, para comenzar a interpelar nuestras prácticas y
aggiornar las miradas, desde la gestión pública en salud, comienza con la incorporación en la vigente Ley Nacional de Salud
Mental Nro. 26.657, a través de su Artículo 4to.
“Las adicciones deben ser abordadas como parte integrante de las políticas de salud mental. Las personas con uso
problemático de drogas, legales e ilegales, tienen todos los derechos y garantías, que se establecen en la presente ley
en su relación con los servicios de salud”
Y en su decreto reglamentario agrega: “Las políticas públicas en la materia, tendrán como objetivo, favorecer el acceso
a la atención de las personas, desde una perspectiva de salud integral, garantizando todos los derechos establecidos en
la Ley Nro. 26.657. El eje deberá estar puesto, en la persona en su singularidad, más allá del tipo de adicción que
padezca.
Entiéndase por servicios de salud en un sentido no restrictivo, a toda propuesta o alternativa de abordaje tendiente a
la promoción de la salud mental, prevención de padecimiento, intervención temprana, tratamiento, rehabilitación, y/o
10
Psicología Jurídica y Forense | Ro Gutiérrez.
inclusión social, reducción de daños evitables o cualquier otro objetivo de apoyo o acompañamiento, que se desarrolle
en los ámbitos públicos o privados.
Este enfoque comienza a proponer un nuevo paradigma amparado en una visión ética y respetuosa de los derechos de
acceso a la salud de los usuarios de drogas, involucrando a los servicios de salud en su conjunto, en todos sus sectores y
subsectores, a brindar respuestas de atención específicas.
Posteriormente este marco jurídico, es reforzado a través de la Ley Plan IAC.O.P, Nro. 26.934, .de Abordaje Integral de los
Consumos Problemáticos, aprobada el 30 de Abril de 2014. En su artículo segundo, la misma expresa:
ARTÍCULO 2°: Consumos problemáticos. A los efectos de la presente ley, se entiende por Consumos Problemáticos
aquellos consumos que -mediando o sin mediar sustancia alguna- afectan negativamente, en forma crónica, la salud
física o psíquica del sujeto, y/o las relaciones sociales. Los consumos problemáticos pueden manifestarse como
adicciones o abusos al alcohol, tabaco, drogas psicotrópicas –legales o ilegales- o producidos por ciertas conductas
compulsivas de los sujetos hacia el juego, las nuevas tecnologías, la alimentación, las compras o cualquier otro consumo
que sea diagnosticado compulsivo por un profesional de la salud.
Una primera proposición a destacar, es la consideración del término consumos problemáticos, que ya se instrumenta en
la clínica. El mismo apuesta a descentrar esa diada objeto que flagela a un sujeto sobre la cual estuvo construido el
paradigma. Otra disquisición interesante es que desprende la situación de que cualquier consumo necesariamente
instaura un problema crónico, que afecta la salud psicofísica, y o las relaciones sociales del sujeto. Esto abre la discusión
sobre el uso recreativo o las conductas del sujeto que no se manifiestan en escala progresiva hacia una adicción.
Otro punto de revisión del artículo se detiene en el borramiento de la diferenciación entre lo legal o lo ilegal, en la
intervención de las prácticas del equipo de salud, proponiendo además la inclusión de otras conductas donde el objeto
tangible no es tan claro como las sustancias, haciendo hincapié en que lo determinante es la conducta del sujeto, que
claramente deberá ser una incógnita a desentramar en el tratamiento del usuario, para no caer en una mirada linealmente
sintomática nuevamente.
El mismo es un plan de alcance Nacional que propone crear en todo el territorio, centros de prevención, articulando tres
componentes básicos, prevención, la asistencia, y la integración social, por medio de becas de estudio y trabajo para
personas que estén en situación de vulnerabilidad y por ello se encuentre en riesgo su tratamiento.
También crea un registro de efectores, para el control de los efectores asistenciales, y se incorpora la perspectiva de
reducción de riesgos y daños, respetando los derechos de los usuarios.
Algunas de las intervenciones propuestas ya se encuentran en plena implementación por efectores, que desestimaron
desde el inicio el paradigma de la criminalización de los consumidores y del flagelo de las drogas, pero es aún vasto el
camino en diversificar, intensificar, y sostener desde políticas públicas, las que fueron intervenciones aisladas y
desamparadas de algunos pocos efectores que recorren el sendero de las practicas saludables en la Ciudad de Buenos
Aires, desde hace algunos años.
Por lo que la capacitación y formación de los nuevos profesionales en salud mental que aporten a estos enfoques resulta
un desafío importante, también en el campo Universitario.
El sendero ya fue abierto, solo se apuesta a que se sumen las próximas generaciones de colegas a transitarlo.
Art. 14. Será reprimido con prisión de uno a seis años y multa de ciento doce mil quinientos a dos millones doscientos
cincuenta mil australes el que tuviere en su poder estupefacientes.
La pena será de un mes a dos años de prisión cuando, por su escasa cantidad y demás circunstancias, surgiere
inequívocamente que la tenencia es para uso personal.
Art. 15. La tenencia y el consumo de hojas de coca en su estado natural, destinado a la práctica del coqueo o masticación,
o a su empleo como infusión, no será considerada como tenencia o consumo de estupefacientes.
Art. 16. Cuando el condenado por cualquier delito dependiera física o psíquicamente de estupefacientes, el juez impondrá,
además de la pena, una medida de seguridad curativa que consistirá en un tratamiento de desintoxicación y rehabilitación
por el tiempo necesario a estos fines, y cesará por resolución judicial, previo dictamen de peritos que así lo aconsejen.
11
Psicología Jurídica y Forense | Ro Gutiérrez.
Art. 17. En el caso del artículo 14, segundo párrafo, si en el juicio se acreditase que la tenencia es para uso personal,
declarada la culpabilidad del autor y que el mismo depende física o psíquicamente de estupefacientes, el juez podrá dejar
en suspenso la aplicación de la pena y someterlo a una medida de seguridad curativa por el tiempo necesario para su
desintoxicación y rehabilitación.
Acreditado su resultado satisfactorio, se lo eximirá de la aplicación de la pena. Si transcurridos dos años de tratamiento
no se ha obtenido un grado aceptable de recuperación, por su falta de colaboración, deberá aplicársele la pena y continuar
con la medida de seguridad por el tiempo necesario o solamente esta última.
Art. 18. En el caso del artículo 14, segundo párrafo, si durante el sumario se acreditase por semiplena prueba que la
tenencia es para uso personal y existen indicios suficientes a criterio del juez de la responsabilidad del procesado y éste
dependiere física o psíquicamente de estupefacientes, con su consentimiento, se le aplicará un tratamiento curativo por
el tiempo necesario para su desintoxicación y rehabilitación y se suspenderá el trámite del sumario.
Acreditado su resultado satisfactorio, se dictará sobreseimiento definitivo. Si transcurridos dos años de tratamiento, por
falta de colaboración del procesado no se obtuvo un grado aceptable de recuperación, se reanudará el trámite de la causa
y, en su caso, podrá aplicársele la pena y continuar el tratamiento por el tiempo necesario, o mantener solamente la
medida de seguridad.
Art. 19. La medida de seguridad que comprende el tratamiento de desintoxicación y rehabilitación, prevista en los artículos
16, 17 y 18 se llevará a cabo en establecimientos adecuados que el tribunal determine de una lista de instituciones bajo
conducción profesional reconocidas y evaluadas periódicamente, registradas oficialmente y con autorización de
habilitación por la autoridad sanitaria nacional o provincial, quien hará conocer mensualmente la lista actualizada al Poder
Judicial, y que será difundida en forma pública.
El tratamiento podrá aplicársele preventivamente al procesado cuando prestare su consentimiento para ello o cuando
existiere peligro de que se dañe a sí mismo o a los demás.
El tratamiento estará dirigido por un equipo de técnicos y comprenderá los aspectos médicos, psiquiátricos, psicológicos,
pedagógicos, criminológicos y de asistencia social, pudiendo ejecutarse en forma ambulatoria, con internación o
alternativamente, según el caso.
Cuando el tratamiento se aplicare al condenado su ejecución será previa, computándose el tiempo de duración de la
misma para el cumplimiento de la pena. Respecto de los procesados, el tiempo de tratamiento suspenderá la prescripción
de la acción penal.
El Servicio Penitenciario Federal o Provincial deberá arbitrar los medios para disponer en cada unidad de un lugar donde,
en forma separada del resto de los demás internos, pueda ejecutarse la medida de seguridad y de rehabilitación de los
artículos 16, 17 y 18.
Art. 20. Para la aplicación de los supuestos establecidos en los artículos 16, 17 y 18 el juez, previo dictamen de peritos,
deberá distinguir entre el delincuente que hace uso indebido de estupefacientes y el adicto a dichas drogas que ingresa al
delito, para que el tratamiento de rehabilitación en ambos casos, sea establecido en función de nivel de patología y del
delito cometido, a los efectos de la orientación terapéutica más adecuada.
Art. 21. En el caso del artículo 14, segundo párrafo, si el procesado no dependiere física o psíquicamente de
estupefacientes por tratarse de un principiante o experimentador, el juez de la causa podrá, por única vez, sustituir la
pena por una medida de seguridad educativa en la forma y modo que judicialmente se determine.
Tal medida, debe comprender el cumplimiento obligatorio de un programa especializado, relativo al comportamiento
responsable frente al uso y tenencia indebida de estupefacientes, que con una duración mínima de tres meses, la
autoridad educativa nacional o provincial, implementará a los efectos del mejor cumplimiento de esta ley.
La sustitución será comunicada al Registro Nacional de Reincidencia y Estadística Criminal y Carcelaria, organismo que lo
comunicará solamente a los tribunales del país con competencia para la aplicación de la presente de la ley, cuando éstos
lo requiriesen. Si concluido el tiempo de tratamiento éste no hubiese dado resultado satisfactorio por la falta de
colaboración del condenado, el tribunal hará cumplir la pena en la forma fijada en la sentencia.
Art. 22. Acreditado un resultado satisfactorio de las medidas de recuperación establecidas en los artículos 17, 18 y 21 si
después de un lapso de tres años de dicha recuperación, el autor alcanzara una reinserción social plena, familiar, laboral
y educativa, el juez previo dictamen de peritos, podrá librar de oficio al Registro Nacional de Reincidencia y Estadística
Criminal y Carcelaria para la supresión de la anotación relativa al uso y tenencia indebida de estupefacientes.
12