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I. Interposición y mediación
A. Análisis preliminar
Por Ricardo Hierrezuelo
1
Fernández Madrid, Juan Carlos, Tratado Práctico de Derecho del Trabajo, La Ley S.A., Buenos Aires,
Argentina, 1992, T. I, pág. 505.
por la cual se hace necesario precisar algunos conceptos y situaciones antes de analizar los
artículos 29 y 29 bis de la L.C.T.
3
Rafael Caldera. El intermediario en el derecho laboral, en Estudios sobre Derecho Individual de Trabajo, en
homenaje el profesor Mario I. Deveali, 1° Ed., Heliasta, Buenos Aires, 1979; pág. 338-339.
4
Fernández Gianotti, Enrique, Incorporación de los principios de fraude laboral a la Ley de Contrato de
Trabajo, D.T., 1975, pág. 257.
situación a la mediación lícita prevista en el art. 29 de la L.C.T., imputándole al tercero
interpuesto, responsabilidad solidaria5.
C. Interposición de personas.
5
Hierrezuelo, Ricardo Diego - Nuñez, Pedro Fernando, op. Cit en 2, págs. 91-92.
Tampoco se aplica en aquellos supuestos en que el trabajador se
hubiera valido de ayudantes sin autorización del empleador, en cuyo caso aquél deberá
responder por las consecuencias de tal incumplimiento. Sin embargo, aquí la situación no
resulta tan sencilla, pues al empleador le bastaría con señalar que el trabajador no estaba
autorizado o lo hiciere suscribir un documento en tal sentido, para endilgarle la
responsabilidad de tal contratación, lo que obliga a analizar tal excepción con estrictez,
debiendo considerarse que el trabajador que se valga normalmente de ayudantes, se
encuentra debidamente autorizado por el empleador, si no objetó oportunamente su
contratación.
Justo López acota que la solución legal importa una regulación precisa
de la situación que en la doctrina alemana se plantea como relación de trabajo mediata,
solución que excluye tal relación mediata puesto que la ley impone el reconocimiento de una
relación inmediata entre los auxiliares del trabajador principal y el empleador de éste 6, y
Krotoschin señala que el concepto de relación mediata de trabajo no tiene cabida en nuestra
disciplina y que respecto de los intermediarios se distingue entre los verdaderos contratistas
y otros que no son más que encargados del empleador o de los trabajadores. En este último
supuesto, la relación de trabajo se establece directamente entre el empresario y el
trabajador y no hay lugar a una relación mediata7.
Sin embargo, y dejando a un lado la situación especial prevista por el art.
28, es posible que el empleador, intente interponer a un trabajador bajo la apariencia de
empresario, quien no cuenta con organización alguna, ni con herramientas de trabajo. En
estos casos, el juez, al advertir esta maniobra debe considerar al trabajador como empleado
directo con quien se beneficia realmente con el trabajo, pero también, como consecuencia
de lo dispuesto por el art. 29 de la L.C.T., condenar solidariamente al trabajador interpuesto.
La extensión de la solidaridad al dependiente, aunque jurídicamente resulta correcta, merece
algunos reparos, pues la disparidad negocial existente entre el empresario y el trabajador
interpuesto, llevó a este último a someterse a esta situación como condición necesaria para
conservar su trabajo. En otras palabras, es la subordinación misma la que obliga al
dependiente a interponerse entre el empleador y el trabajador.
6
López, Justo. Ley de Contrato de Trabajo Comentada por López, Centeno y Fernández Madrid. Ediciones
Contabilidad Moderna, Buenos Aires, Argentina, 1978, T. I, pág. 247.
7
Krotoschin, Ernesto, Tratado Práctico de Derecho del Trabajo, 2° Edición, 3° reimpresión, con actualización a
1965, La Ley, Buenos Aires, Argentina, 1965, págs. 143-144.
El empresario, además de tener la posibilidad de interponer entre él y los
trabajadores a otro trabajador, también puede valerse de terceros, quienes sin ser
contratistas por carecer de empresa y de solvencia económica, contratan al personal con el
único propósito de que el verdadero empleador se exima del cumplimiento de la legislación
laboral.
Esta maniobra no se limita a contratar trabajadores para proveerlos al
beneficiario (mediación) sino que especialmente, tiende a hacer figurar al falso contratista
interpuesto como empleador. De esta forma, al integrarse el trabajador en la empresa del
empresario, el testaferro u hombre de paja, que carece de toda organización empresarial,
quedará interpuesto como empleador. Huelga decir, que en la mayoría de los casos, las
contrataciones se realizan en una total clandestinidad, puesto que estos falsos contratistas
no desean asumir ningún tipo de compromiso frente a los trabajadores.
Como a la hora de las responsabilidades (salariales o indemnizatorias),
la empresa utilizadora de los servicios personales niega su carácter de empleador, intentará
descargar ese rol en este particular sujeto al que recurrió. Este, por su parte, en la gran
generalidad, apoya esa postura (sacando provecho de su falta de solvencia económica) para
no perder a su empresa/cliente, que le permite lucrar con la intermediación. En algunas
circunstancias, en cambio, niega su rol y sostiene ser un empleado –capataz, supervisor,
etc- de la empresa, o un mandatario, con lo que se simplifica la reclamación del trabajador,
aunque raramente esto se observa judicialmente. Esta es una forma frecuente de fraude
laboral por la asunción de riesgos por personas insolventes. Resulta irrelevante que esa
persona sea un tercero a la empresa o un miembro del directorio de la misma o un
integrante del personal superior8.
Jurisprudencialmente se ha dicho que “corresponde considerar tercero
interpuesto en los términos de lo normado en la primera parte de los arts. 29 y 14 de la
L.C.T. al locatario del vehículo utilizado como taxímetro cuando se demuestra que éste era
encargado de los choferes, carácter que surge acreditado si de los elementos de juicio
aportados surge que cuando el actor requería algo para el vehículo éste le contestaba que
debía consultarlo con el dueño, mientras en este contexto carece de efecto el contrato de
locación que se pretende hacer valer (CNAT, SALA II, junio-30 1998 “Díaz, Esteban R. c/
Garber, Horacio A” DT 1998-B, pág. 2430).
d) Creación de una persona jurídica como mera pantalla para burlar la ley.
E. Consecuencias.
13
Maza, Miguel Angel. Plaisant, Elio Gustavo, op. Cit en 8, págs. 45-51.
entre la empresa contratante y la destinataria de los servicios, respecto de todas las
obligaciones emergentes de la relación de trabajo y, el fundamento de la misma, es la
creación de una garantía para el dependiente que determina que el usuario sea considerado
empleador de aquéllos, por lo que en tal supuesto el trabajador tiene una acción directa
contra la empresa destinataria de los servicios (CNAT, SALA I, 25-11-98 “Díaz, José D. C-
Alpargatas S.A. y otro” DT 1999-A pág. 516)”.
En lo que se refiere a la relación interna entre ambos contratantes, hay
que distinguir los supuestos de mediación y de interposición. En el primero, como estamos
frente a un caso de contratación lícita, y teniendo en cuenta que el tomador del servicio es el
empleador, si este efectuó el pago, en principio, no tendría ninguna acción de regreso contra
el contratante, de conformidad con lo dispuesto por el art. 689, apart. 2 del C. Civil. En
cambio, si fue el intermediario quien debió pagar total o parcialmente el crédito laboral al
trabajador, estará legitimado para repetir del obligado principal la totalidad de lo abonado
(conf. Art. 717 y concs. C. Civil). En cambio, en el segundo, tratándose de un supuesto de
interposición fraudulenta, constitutiva de un delito civil, resultaría aplicable el art. 1082 del C.
Civil, que veda el ejercicio de acciones de regreso entre quienes han participado como
autores, consejeros o cómplices de un delito civil14.
14
Hierrezuelo, Ricardo Diego - Nuñez, Pedro Fernando, op. Cit en 2, pág. 110.
competente, previa consulta con las organizaciones más representativas de empleadores y
de trabajadores, como brindar información, sin estar por ello destinados a vincular una oferta
y una demanda específicas”.
Siguiendo a la OIT, podemos definir a la agencia retribuida de colocación
como toda persona, sociedad, institución, oficina u otra organización que sirva de
intermediario para procurar un empleo a un trabajador o un trabajador a un empleador, que
buscando o no un beneficio material, perciba del empleador o del trabajador por dichos
servicios, un derecho de entrada, una cotización o una remuneración cualquiera (conf. Art. 1
Convenio 96 OIT).
La diferencia entre las agencias lucrativas de colocación y las
empresas de servicios eventuales, al decir de Justo López, es que las primeras se limitan a
poner en contacto a quienes van a concertar un contrato de trabajo o, eventualmente, a
contratar por cuenta de un empleador; vale decir, la agencia no contrata para sí sino para
otro o, en su caso, se limita a poner en contacto la oferta y la demanda de trabajo y en
ningún momento es ella misma parte de un contrato de trabajo; se puede decir, en todo
caso, que sólo contrata respecto a la colocación, en otra empresa, del trabajador. En cambio
la empresa de servicios temporarios contrata con el trabajador comprometiéndolo a prestar
el trabajo para las otras empresas que lo requieran y contrata con esas otras empresas el
suministro de trabajo temporario. A diferencia de la agencia de colocación, cuyo compromiso
y función terminan con el acto de acercamiento de la oferta y la demanda de trabajo, el
compromiso y la función de la empresa de trabajo temporario subsiste respecto al
empresario que se lo requiere mientras aquél dura y lo mismo y aún más allá respecto del
trabajador15.
Desde el punto de vista del derecho internacional del trabajo, el
Convenio N° 34 de la OIT, de 1933 dispuso la prohibición de las agencias lucrativas de
colocaciones. Previamente, la Recomendación N° 1 de 1919, también había alentado la
privación de crear nuevas agencias retribuidas de colocaciones y, en cuanto a las existentes,
un sistema de licencia y su eliminación paulatina de acuerdo a las posibilidades..
El convenio mencionado en el párrafo precedente fue revisado en el año
1949 por el Convenio N° 96, con la finalidad de flexibilizar su contenido. Se establece que el
país que ratifique el Convenio deberá indicar en su instrumento de ratificación si acepta las
disposiciones de la parte II, que prevén la supresión progresiva de las agencias retribuidas
de colocación con fines lucrativos y la reglamentación de las demás agencias de colocación,
15
López, Justo, Op. Cit en 6, T. I, pág. 252.
o si acepta las disposiciones de la parte III, que prevén la reglamentación de las agencias
retribuidas de colocación.
Finalmente este convenio fue revisado por el N° 181 del 19-6-97, que
entró en vigencia per se el 20-5-00, pero que no se limita a las agencias retribuidas de
colocaciones sino que se refiere más ampliamente a las agencias privadas de empleo.
En lo que respecta a la situación de nuestro país, las agencias
retribuidas de colocaciones estuvieron prohibidas hasta 1996. En efecto, Argentina ratificó el
Convenio Nro. 34 en setiembre de 1949, mediante la ley 13.560, y en consecuencia, en ese
mismo mes y año se dictó la ley 13591, cuyos arts. 10 y 11 dispusieron: Art. 10 “ Prohíbese
el funcionamiento de las agencias privadas de colocaciones con fines de lucro. Entiéndese
comprendida en la prohibición toda actividad lucrativa relacionada con la colocación de
trabajadores”; art. 11 “Para la instalación de agencias privadas que no persigan fines de
lucro deberá mediar autorización de la Dirección Nacional del Servicio de Empleo”. Es decir,
mediante la normativa mencionada se prohibían las agencias lucrativas de colocaciones y se
exigía autorización administrativa para el funcionamiento de las no lucrativas.
En 1996, nuestro país aprobó mediante ley 24.648 el Convenio 96 de la
OIT, optando por las disposiciones de la Parte III, lo que significaba permitir su
funcionamiento y reglamentar su accionar.
Resulta curioso que la Argentina ratificara este Convenio, luego de casi
50 años de vigencia, cuando dos años antes de su aprobación se había celebrado en
Ginebra la 81° reunión de la Asamblea General de la OIT, que había sentado las bases para
un nuevo convenio, que no sólo se limitaba a las agencias de colocaciones, sino que
analizaba el papel de las agencias privadas de empleo en el funcionamiento de los
mercados de trabajo. Esto culminó con el dictado del Convenio 181, que aún no fue
ratificado por nuestro país, y que es más beneficioso para los trabajadores, ya que dispone
que las agencias de empleo privadas no deberán cobrar a los mismos, ni directa ni
indirectamente, ni en todo ni en parte, ningún tipo de honorario o tarifa, salvo contadas
excepciones16.
Por el contrario, el decreto 489/2001 (BO 2/5/2001) aprobó la
reglamentación del art. 1 de la Parte I y de los artículos 10, 11 y 12 de la Parte III del
Convenio OIT N° 96. El decreto mencionado permite la habilitación como agencias de
colocación retribuidas con fines lucrativos a las personas físicas y las sociedades regulares
contempladas en la Ley 19.550 y sus modificatorias, no pudiendo hacerlo las sociedades
irregulares, las cooperativas de trabajo ni las empresas de servicios eventuales. En cambio,
16
Hierrezuelo, Ricardo Diego - Nuñez, Pedro Fernando, op cit. en 2, pág. 120.
podrán habilitarse como agencias de colocación retribuidas sin fines lucrativos a las
personas jurídicas, con lo cual se diferencia de la anterior, que se circunscribe a las
sociedades regulares.
En lo que respecta a sus honorarios el decreto distingue según se trate
de agencias de colocación retribuidas con fines de lucro o sin él. En el primer caso, le
permite percibir por única vez, en concepto de retribución y gastos, una suma no superior al
equivalente al 10% de la primera remuneración mensual bruta convenida entre el trabajador
y empleador, la cual deberá ser abonada por aquél en el plazo de 72 horas de haber
percibido su remuneración. En ese caso, la agencia deberá extender por duplicado recibo a
favor del trabajador donde figure lugar y fecha, nombre de la agencia, CUIT, domicilio legal,
suma percibida y concepto. En el segundo supuesto, el importe se reduce al equivalente al
3% de la remuneración, debiéndoselo imputar a gastos.
17
Maza, Miguel Angel. Plaisant, Elio Gustavo, op. Cit. en 8, págs. 25/27.
Vale recordar que deben diferenciarse las agencias de colocaciones con
las que seleccionan personal para las empresas que lo requieran. En estas últimas quien
selecciona al personal sustituye al empleador (mediante un acuerdo previo) en la búsqueda
del trabajador idóneo para un empleo determinado, y el servicio prometido es la búsqueda
del empleado que se adapta a las exigencias del cargo, a quien se le pueden realizar los
exámenes y pruebas pertinentes, debiéndosele requerir todos los antecedentes que
permitan formar juicio al respecto. La agencia de selección de personal cumple una función
auxiliar y actúa en negocio propio. De ahí que el proceso de selección no origine
responsabilidad alguna para el empresario respecto del trabajador descartado.
a) Regulación normativa.
1) Introducción.
19
Goldín, Adrián O. Las empresas de trabajo temporal en la Argentina, en D.T. 1993- A- 1031 y siguientes.
20
Di Sabatino, Alejandro, op. Cit. en 18, págs. 1169 y siguientes..
Finalmente, el decreto 951/99 agregó nuevas exigencias y requisitos
para gestionar la habilitación administrativa, e introdujo modificaciones respecto a las
garantías que debían constituir las empresas de servicios eventuales, con el consiguiente
incremento de las multas que se debería abonar por el incumplimiento.
2) Régimen actual.
2.1) Conceptualización.
21
López, Justo, op. Cit en 6, T.I, pág. 251.
22
De Diego, Julián A. Manuel de Derecho del Trabajo, 5° Ed., Lexis Nexis, Abeledo-Perrot, Buenos Aires,
Argentina, 2002, pág. 107
en forma temporaria, servicios extraordinarios y transitorios de la empresa, explotación o
establecimiento, toda vez que no puede preverse un plazo cierto para la finalización”.
La norma en cuestión, si bien sigue la deficiente técnica de los anteriores
de efectuar definiciones, restringe notoriamente su ámbito de actuación, ya que de
conformidad con lo dispuesto por el art. 77 de la L.N.E., se exige a estas empresas estar
constituidas exclusivamente como personas jurídicas y con objeto único, además de que
sólo podrán mediar en la contratación bajo la modalidad de trabajo eventual. En lo que hace
a la forma jurídica societaria, la ley no formula limitación alguna, lo que implica que pueden
constituirse como sociedades anónimas, en comandita por acciones, de responsabilidad
limitada, etc; esto es, sólo no pueden ser sus titulares personas físicas o sociedades
irregulares. En cambio, la ley le impone a dichas empresas el objeto único, es decir, exige
que tengan por finalidad exclusiva la prestación de servicios eventuales a empresas usuarias
y no otras por más vinculadas o conexas que pudieran estimarse, como selección de
personal, psicología laboral, higiene y seguridad en el trabajo23.
23
Etala, Carlos Alberto. Contrato de Trabajo, Ed. Astrea, Buenos Aires, 1998 pág. 96.
Eventuales. El art. 14 del decreto 342/92 establece cuales son los requisitos indispensables
para su otorgamiento entre los que se encuentran: a) Agregación de los documentos
constitutivos societarios y copias de las actas de directorio, designando administradores,
directores o gerentes cuando así lo exigiere el tipo social. Se suprime de esta forma el
anterior extremo previsto por el decreto 1455/85 de requerir “la individualización del titular,
con enunciación y referencias acerca de los antecedentes y responsabilidad del solicitante”,
toda vez que ahora las empresas de servicios eventuales sólo pueden estar constituidas por
personas jurídicas; b) Declaración de las áreas geográficas dentro de las que proveerá
trabajadores a las empresas usuarias. Si bien el decreto guarda silencio respecto a lo que
debe entenderse por área geográfica, debemos tener presente que para el decreto 1455/85
eran aquellas que quedaban comprendidas y delimitadas de acuerdo a la jurisdicción que le
correspondía a cada delegación regional del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social; c)
Informar el domicilio de la sede central, locales, oficinas y sucursales; d) Acreditar las
inscripciones impositivas y de seguridad social; e) Constancia de la contratación de seguro
de vida obligatorio; f) Constituir la garantía a que se refiere el art. 78 de la ley 24.013; g)
Constituir domicilio único a los efectos legales entre las partes y la Autoridad de Aplicación.
Cualquier cambio o modificación de los requisitos señalados, como así
también la apertura de nuevos locales, oficinas, agencias o sucursales, deberán ser
comunicados a la Autoridad de Aplicación con una antelación de 10 días hábiles a su
realización. Además, antes del 31 de marzo de cada año las empresas de servicios
eventuales deberán presentar una declaración jurada, actualizando los datos consignados
anteriormente; y trimestralmente, deberán proveer a la autoridad administrativa del trabajo
un resumen de los contratos suscriptos con empresas usuarias, haciendo constar la
calificación profesional del trabajador, la cuantía de la remuneración y la duración de la
prestación de servicios para la empresa usuaria (conf. Art. 15 decreto 342/92).
El art. 78 de la L.N.E., obliga a las empresas de servicios eventuales a
caucionar una suma de dinero o valores además de una fianza o garantía real, delegando en
la reglamentación los montos y condiciones de ambas, los que fueron determinados por el
art. 18 del decreto 342/92, que fue modificado por el decreto 951/99.
La inobservancia de las empresas de servicios eventuales a la ley y a su
reglamentación, la harán pasible de diversas sanciones, pudiendo llegar incluso hasta la
cancelación de la habilitación para funcionar24.
25
Hierrezuelo, Ricardo Diego – Nuñez, Pedro Fernando, op. Cit en 2, págs. 153-154.
usuarias, responsabilidades relativas a necesidades de trabajo permanente y no meramente
temporarias26 .
Si la contratación del trabajador no se hizo respetando los
presupuestos exigidos, sino para cubrir una actividad permanente y propia del giro
empresario, ante la asignación de un nuevo destino por parte de la empresa de servicios
eventuales, el trabajador podría oponerse, sosteniendo la aplicación de los dos primeros
párrafos del art. 29 de la L.C.T., y reclamando el cumplimiento del deber de ocupación a su
verdadera empleadora (la empresa usuaria). Así lo ha resuelto la jurisprudencia, al decir que
“En la medida en que las normas relacionadas con la "interposición y mediación" - tanto las
de los arts. 29 y 29 bis LCT como las de a ley 24013 y decreto 342/92- están puestas a favor
del trabajador, éste se encuentra legitimado para desdeñar la posibilidad de nueva
ocupación con la empresa de servicios eventuales, y dirigirse únicamente a la usuaria para
que continúe ocupándolo. En tal caso, todo lo que puede exigir de la intermediaria es la
responsabilidad solidaria por los créditos, remuneratorios e indemnizatorios, que pudieran
haber nacido en cabeza de dicha usuaria.” (C.N.A.T., Sala VIII, 19-07-01, “Suarez, Néstor c/
Olsten Ready y Office S.A. y otro s/ despido” Lexis Nexis Laboral y Seguridad Social. Manual
de Jurisprudencia 2003, págs. 99/100).
El art. 4 de la ley 25.250, prohibe a las cooperativas de trabajo actuar
como empresas de provisión de servicios eventuales, reiterando las disposiciones insertas
en la Resolución 2015/94 del INAC. Ello así, porque era una práctica común de las usuarias
contratar trabajadores de las cooperativas de trabajo, para cumplir tareas normales y propias
de su giro comercial.
Las empresas de servicios eventuales también tienen vedado celebrar
con su personal contratos de aprendizaje, conforme lo establecido por el art. 1 in fine de la
ley 25.013. Los términos en que fuera redactado el artículo hacen inferir que no sólo abarcan
a los trabajadores destinados a la empresa usuaria, sino también a los contratados para
cumplir tareas en su organización, razón por la cual si en violación a la ley, la empresa de
servicios eventuales efectúa este tipo de contratos, los mismos se entenderán celebrado por
tiempo indeterminado.
26
López, Justo, op. Cit en 6, T.I, págs. 252/253.
interrelación triangular pues por un lado existe una relación contractual entre el trabajador y
la empresa de servicios eventuales (que puede ser anterior o posterior al pedido del cliente),
por el otro una entre el trabajador y la empresa usuaria, y una tercera, que cierra el triángulo
entre ésta y la empresa de servicios eventuales. Se verifica de esta forma una suerte de
disociación del contrato de trabajo, pues mientras el empleador es la empresa de servicios
eventuales, que abona la remuneración y debe cumplir con todas las obligaciones laborales;
la empresa usuaria es la que se beneficia con las tareas de los trabajadores y es la que
debe responder solidariamente, así como también retener y depositar los aportes y
contribuciones correspondientes al sistema de seguridad social.
Aún cuando el art. 4 in fine del decreto 342/92 prevé que los
trabajadores serán considerados vinculados a la empresa de servicios eventuales por un
contrato de trabajo permanente discontinuo, el art. 29 establece claramente que el trabajador
puede estar también vinculado por un contrato de trabajo permanente continuo. La
continuidad o discontinuidad de las prestaciones del trabajador dependerá de la continuidad
o discontinuidad de las misiones o destinos que pueda asignarle la empresa de servicios
eventuales27. Es importante remarcar que la relación laboral siempre es continua, pudiendo
ser discontinuas las prestaciones que dependerán de la posibilidad de la empresa de
servicios eventuales de asignarles destinos a sus trabajadores en las usuarias.
Teniendo en cuenta las particulares circunstancias de la relación
entablada, estamos en presencia de un contrato de trabajo permanente pero discontinuo,
por lo que existen períodos de prestación efectiva de servicios y períodos de inactividad.
Esto se encuentra expresamente regulado en el art. 6 inc. 1 del decreto 342/92 que
establece que el período de interrupción entre los distintos contratos de trabajo eventual en
empresas usuarias no podrá superar los 60 días de corridos o los 120 días alternados en 1
año aniversario.
Durante ese período, la empresa no tiene obligación de remunerar,
debiendo hacerlo, por el contrario, durante el tiempo de ocupación efectiva o cuando se
hayan excedido los plazos previstos por el art. 6, inc. 1 del decreto 342/92, sin que pueda
otorgarle nueva ocupación y el trabajador se mantenga a su disposición sin hacer uso del
derecho de rescindir el contrato de trabajo por injuria de la empresa.
En lo que se refiere concretamente a las condiciones de trabajo, se
puede decir que los distintos destinos que se le asignen al trabajador deben respetar su
categoría laboral y su remuneración. Dada la naturaleza de la relación, el límite contractual
del ius variandi (no afectar condiciones esenciales del contrato de trabajo) es más elástico,
por lo que el nuevo destino puede variar el horario de la jornada de trabajo, pero el
trabajador no está obligado a aceptar un trabajo nocturno o insalubre cuando no lo haya
aceptado anteriormente (art. 6 inc. 3 decreto 342/92). Asimismo, el nuevo destino que le
otorgue la empresa deberá estar comprendido dentro de un radio de 30 kilómetros del
domicilio del trabajador (art. 6 inc. 4 decreto 342/92).
La asignación del nuevo destino, durante el período de interrupción
deberá ser notificada por la empresa al trabajador, con intervención de la autoridad
27
Etala, Carlos Alberto, op. Cit. en 23, pág. 99.
administrativa, por telegrama colacionado o carta documento, informándole nombre y
domicilio de la empresa usuaria donde deberá presentarse a prestar servicios, categoría
laboral, régimen de remuneraciones y horario de trabajo (art. 6 inc. 5 decreto 342/02).
Al igual que a los trabajadores contratados para prestar servicios en la
propia empresa de servicios eventuales, a estos también se les aplican las leyes sobre
accidentes de trabajo, jubilaciones y pensiones, asignaciones familiares, seguro de vida
obligatorio, asociaciones sindicales, negociación colectiva y obras sociales. Sin embargo,
para evitar la fragmentación del colectivo obrero y la división en distintos segmentos en el
seno del personal de la empresa usuaria, el art. 29 bis de la L.C.T. determina que el
trabajador contratado mediante una empresa de servicios eventuales, estará regido por la
convención colectiva, será representado por el sindicato y beneficiado por la obra social de
la actividad o categoría en la que efectivamente preste servicios en la empresa usuaria 28.
En cuanto a la extinción del vínculo laboral, el art. 6 del decreto 342/92
en sus incisos 6 y 7, se ocupa de los supuestos en que alguna de las partes incumpla con
su obligación de dar ocupación efectiva o reintegrarse a prestar tareas.
El inciso 6 establece que una vez transcurrido el plazo máximo de
interrupción sin que la empresa de servicios eventuales hubiera asignado al trabajador
nuevo destino, éste deberá intimar en forma fehaciente por un plazo de 24 horas la dación
de tareas, y en caso de no obtener resultado positivo, podrá denunciar el contrato de trabajo
haciéndose acreedor de las indemnizaciones establecidas en los arts. 232 y 245 de la L.C.T.
(o 6 y 7 de la ley 25.013). Demás está decir, que ese no es el único incumplimiento
contractual en que puede incurrir la empresa de servicios eventuales que justifique la ruptura
del vínculo laboral fundado en justa causa, pudiendo citarse entre otros: 1) La negativa de
tareas pese a no haber finalizado las necesidades eventuales de la empresa usuaria; 2) La
asignación de un nuevo destino sin respetar la categoría o la remuneración del trabajador; 3)
La asignación de otro destino donde se le otorgue un trabajo nocturno o insalubre cuando el
trabajador no lo hubiera aceptado anteriormente; 4) El otorgamiento de un nuevo destino
ubicado a más de 30 kilómetros del domicilio del trabajador.
Por su parte, el inciso 7 del art. 6 del decreto 342/92 prevé el supuesto
en que el trabajador incurra en abandono de trabajo. Dispone que en caso de que la
empresa de servicios eventuales hubiese asignado al trabajador nuevo destino laboral en
forma fehaciente y el mismo no retomara sus tareas en el término de 48 horas, aquella
podrá denunciar el contrato de trabajo en los términos del art. 244 de la L.C.T. Adviértase
que de los términos en que se encuentra redactado el artículo, se infiere que la notificación
28
Etala, Carlos Alberto, op. Cit en 23, pág. 104.
del nuevo destino sirve a la vez como intimación para reintegrarse a prestar servicios bajo
apercibimiento de considerarlo incurso en abandono de trabajo, apercibimiento que podrá
hacer efectivo si el trabajador no se presentara a trabajar en el término de 48 horas. Hubiera
sido más prudente y acorde con el principio de continuidad del contrato de trabajo exigir una
intimación concreta a presentarse trabajar en caso que el trabajador no hubiera concurrido a
tomar servicios en el destino asignado.
3.2) Relación entre la empresa usuaria y los trabajadores proporcionados por la empresa de
servicios eventuales.
29
Vázquez Vialard, Tratado de Derecho de Trabajo, 1° Edición, Astrea, 1982, Buenos Aires; T. 2, p. 361/362.
30
López, Justo, op. Cit en 6, T. I, págs. 257/258.
para desarrollar su actividad en el establecimiento de ésta, o para ejecutar fuera de él,
dentro de la misma actividad, algún servicio o trabajo31.
Sin embargo, los trabajos y servicios regulados por el art. 30 de la
L.C.T., no abarcan cualquier tipo de contratación o subcontratación (cualquiera sea el acto
que le de origen), sino sólo aquéllas que se refieran a “trabajos o servicios correspondientes
a la actividad normal y específica propia del establecimiento, dentro o fuera de su ámbito”.
Lo que ha de entenderse por “actividad normal y específica propia del
establecimiento”, despertó sumo interés de la doctrina y jurisprudencia, inmediatamente
después de la sanción de la ley 21.297, y su dilucidación dio lugar a dos posturas
polarizadas, que se siguen manteniendo hasta el presente, y aun a pesar de los estrictos
límites marcados por la C.S.J.N. en Rodríguez c/ Cía. Embotelladora. La excesiva laxitud
con la que se ha interpretado esta expresión (motivada por la justificable necesidad de
adecuar el esquema de solidaridad propio del Derecho del Trabajo a las nuevas tendencias
contractuales en materia comercial), determinó tanto el dictado del fallo Rodríguez, como la
reforma del régimen anterior por la ley 25.013.
1) Posición amplia.
33
Vázquez Vialard, op. Cit en 29; T. 2, pág. 358.
34
Fernández Madrid, Juan Carlos, op. Cit en 1, T. I pág. 929.
35
Ferreirós, Estela Milagros. El artículo 30 de la Ley de Contrato de Trabajo después de la reforma de la ley
25.013 y la consecuente solidaridad. L.E. TXIV, págs. 41/47.
36
Capon Filas, Rodolfo. “Derecho del Trabajo”. 1° Edición, Librería Editora Platense, 1998, La Plata; págs. 208
y siguientes.
Trenes de Buenos Aires S.A., consiste en el transporte de personas yo cosas por vía
ferroviaria, para ser llevada a cabo se torna necesaria la venta de boletos y el consiguiente
control para evitar la evasión del pago correspondiente. Por ello, las tareas desempeñadas
por el personal de vigilancia que efectúa el control de pasajes y seguridad fuera de los
trenes, en los accesos a las estaciones, constituye una actividad sin la cual la empresa no
podría funcionar eficazmente. Sobre esa base, trenes de Buenos Aires S.A., es responsable
solidariamente por las obligaciones emergentes del contrato de trabajo de los dependientes
de las empresas que prestan tal servicio de vigilancia”. (C.N.A.T., Sala VII, 30-8-00, “Castillo,
Mirta N. c/ Organización Centauro S.A. y otro “, TySS 2001 pág. 158).
En lo que respecta a la tercerización de los servicios de limpieza, se ha
resuelto que “Cabe atribuir responsabilidad solidaria –en los términos del art. 30 de la ley
20.744- al centro médico asistencial por el despido de un trabajador de limpieza dependiente
de un subcontratista, pues dichas tareas constituyen una actividad integrante de la unidad
técnica de la empresa ya que no es concebible su funcionamiento sin una adecuada higiene
de sus instalaciones, aun cuando haya sido encomendado a terceros”. (C.N.A.T., Sala II, 10-
3-00, “Macías, Silvana T. c/ Shifa Service S.R.L.” DT 2001-A, pág. 642).
2) Posición estricta.
37
Guibourg, Ricardo. “Las obligaciones solidarias en el derecho laboral”. L.T., vol. XXVI, pág. 972.
38
Lima, Osvaldo J.. Interposición, mediación, subcontratación y empresas subordinadas o relacionadas en la
ley 20.744. TySS. 1975, pág. 577.
significado legal: el que contiene el art 6° de la Ley de Contrato de Trabajo, o sea, “la unidad
técnica o de ejecución destinada al logro de los fines de la empresa, a través de una o más
explotaciones”. Agrega que es con relación a la actividad concreta del establecimiento que
deberá efectuarse en cualquier clase de confrontación con la que realiza la empresa
contratada, o subcontratada o cedida para derivar de ello la decisión de la solidaridad
establecida en la norma”.39
Esta teoría se encuentra más difundida en jurisprudencia, especialmente
en los tribunales de la Capital Federal, y ha sido la receptada por la C.S.J.N., a partir del fallo
Rodríguez c/ Cía. Embotelladora.
En este sentido, se ha resuelto que “La actividad normal y específica a
que se refiere el art. 30 L.C.T. es la habitual y permanente del establecimiento, o sea la
relacionada con la unidad técnica de ejecución destinada al logro de los fines de la empresa,
descartando la actividad accidental, accesoria o concurrente. La actividad secundaria,
aunque haga a la actividad permanente y habitual del establecimiento, no genera la
responsabilidad solidaria consagrada por el art. 30 L.C.T. La circunstancia de que la
actividad del subcontratista resulte coadyuvante a la del empresario principal no resulta
suficiente para autorizar la aplicación del art. 30 L.C.T. La concesión de servicios
gastronómicos no integra la actividad normal y específica propia del establecimiento
dedicado al negocio de apuestas a carreras de caballos ya que, en caso de ser suprimida,
no se alterarían los fines y propósitos de este último”. (C.N.A.T., Sala I, 23-3-01, “Alvarez,
Demetrio c/ American Green S.A. y otros s/ despido”. TySS 2001, pág. 324).
De igual modo, se ha dicho que “El traslado de productos que elabora
una empresa (en el caso Coca Cola S.A.) constituye una actividad “perfectamente
escindible” (Hierrezuelo, Ricardo; “Novedades Legislativas” Soc. Arg. De Derecho Laboral)
de su objetivo principal y por ello, aún sosteniendo un criterio amplio en cuanto a la
solidaridad establecida por el art. 30 L.C.T., no cabría considerarla como “normal y habitual”.
Ello así, torna improcedente la responsabilidad solidaria entre la empresa elaboradora y la
empresa transportista, a la cual pertenecía el actor”. (C.N.A.T., Sala X, 26-12-01, “Castillo,
José c/ Coca Cola S.A. y otro”, Lexis Nexis Laboral y Seguridad Social, Manual de
Jurisprudencia 2003, pág. 113).
En resumen, para esta postura los términos “específica” y “propia”,
utilizados por el legislador para calificar a la actividad contratada, aluden sólo a aquellos
servicios o trabajos permanentemente integrados e inseparablemente relacionados con la
actividad que se desarrolla en el establecimiento (sea que se efectúe dentro o fuera de su
39
Rodriguez Mancini, Jorge. El contrato de franquicia comercial y las obligaciones laborales. La ley, t. 1992-D,
Sección Doctrina, págs. 963/977
ámbito). De ahí, que deban excluirse aquellas tareas, que aunque necesarias para el
funcionamiento del establecimiento, resulten accesorias y perfectamente escindibles de la
actividad desarrollada por la contratante, por no formar parte del giro normal y específico
(propio) de la empresa.
La justificación que se da no es sólo exegética, sino también histórica,
focalizándose en los antecedentes legislativos que inspiraron la redacción del primer párrafo
del art. 30 de la L.CT.. En efecto, en el art. 32 de la 20.744 (ahora 30), no sólo se utilizaba el
vocablo “accesorio” para regular una situación similar a la actual, sino que además, por el
segundo párrafo de ese artículo, en los casos en que se contrataran servicios
correspondientes a la actividad normal y específica propia del establecimiento (aunque
limitada dentro de su ámbito), la relación de trabajo de ese personal, quedaba constituida
con el principal (contratante). De lo expuesto se puede inferir, que este era un supuesto
excepcional, que debía ser analizado con estrictez, pues establecía una relación directa
entre el contratante y los trabajadores del contratista o subcontratista. Rigiendo para las
demás situaciones el primer párrafo del art. 3240.
Conviene señalar que la mayoría que los tipos contractuales que han
sido excluidos de este artículo, encuadran perfectamente en el artículo 31 de la L.C.T., al
tratarse de contratos de dominación empresaria, y por ende, de control externo de hecho.
Volveremos sobre este punto.
Sin embargo, forzoso es reconocer que de este modo, quedan excluidas
de la protección ofrecida por la responsabilidad solidaria de este artículo, precisamente
aquellas actividades (limpieza, seguridad...) más necesitadas de tutela, por la poca
infraestructura que necesitan tales actividades y el riesgo de insolvencia de esos
contratistas; es decir, quedan desprotegidos quienes más lo necesitan41.
3) Jurisprudencia de la C.S.J.N.
40
Hierrezuelo, Ricardo Diego - Nuñez, Pedro Fernando, op. Cit en 2, págs. 192-200. En igual sentido se expide
Grisolía, Julio Armando, en op. Cit en 12, pág. 177-182.
41
Ramírez Martínez, Juan M., op. Cit. en 10, pág. 115.
jurisprudencia, y que por la disparidad de criterios, había dado lugar a sentencias
contradictorias.
Es por ello, que no se limitó a descalificar la sentencia como acto de
imparcial administración de justicia42, sino que, en uso de las facultades conferidas por el art.
16 de la ley 48 e invocando la significativa importancia para el desarrollo del comercio
interno e internacional (conf. art. 67 inc. 12 de la C.N.) y el propósito de afianzar la seguridad
jurídica, decidió resolver el fondo del asunto, que consistía en determinar si el art. 30 de la
L.C.T. resultaba aplicable a los “contratos de empresa”43.
Se expidió en forma negativa, al entender que el art. 30 de la L.C.T. no
alcanza a los contratos de suministro, “...concesión, distribución, franquicia y otros que
permiten a los fabricantes, o en su caso, a los concedentes de una franquicia comercial,
vincularse exclusivamente con una empresa determinada sin contraer riesgo crediticio
alguno por las actividades de esta última, que actúa en nombre propio y a su riesgo.”.
Expresó que “esta finalidad económica de la referida contratación comercial se frustraría si
el derecho aplicable responsabilizara sin más a los concedentes por las deudas laborales de
las concesionarias, con perjuicio para la economía nacional por las indudables
repercusiones que ello tendría en las inversiones”. Asimismo, delimitó la extensión del
mentado artículo, al señalar que “el art. 30 de la ley de contrato de trabajo contempla
supuestos distintos de los que son materia de recurso. La norma comprende las hipótesis en
que un empresario encomienda a un tercero la realización de aspectos o facetas de la
misma actividad que desarrolla en su establecimiento. Son supuestos en los que se contrata
prestaciones que completan o complementan la actividad del propio establecimiento...”. En
cambio, “ en los contratos de concesión, distribución y los demás mencionados, la actividad
normal del fabricante o concedente excluye las etapas realizadas por el distribuidor o
concesionario, por lo que no existe contratación de servicios en los términos del art. 30 de la
ley de contrato de trabajo”. Por otra parte, indicó que a fin de determinar la aplicación del art.
30, se debe estar a la actividad real propia del establecimiento, con abstracción de la
capacidad societaria ni del objeto, que ordinariamente tiene por fin asegurar la capacidad y
el ámbito de actuación eventual de la persona jurídica. Finalmente, dejó a salvo los derechos
42
Los fundamentos vertidos por la C.S.J.N. para descalificar a la sentencia por arbitrariedad fueron tres: omitir
examinar la distinción entre objeto y actividad social; limitarse a afirmar que Pepsi había segmentado su
proceso productivo y segregado funciones que le son propias, sin considerar la negativa que al respecto
planteó la recurrente y; omitir una apreciación crítica de los elementos relevantes de la litis en el punto discutido
(ver considerandos 5 y 6).
43
También denominados “contratos en serie” o “contratos en masa”, como los individualiza Podetti, siguiente a
Zabala Rodríguez. (ver Podetti, Humberto A. El artículo 30 de la ley de contrato de trabajo, t.o. Directivas
jurisprudenciales de la Corte Suprema de Justicia de la Nación para su interpretación, en D.T. 1993 – B, pág.
871).
del trabajador, en los supuestos de que aquella contratación sea tan solo la apariencia para
evadir la responsabilidad laboral (arts. 14 y 31 L.C.T.).
Las directivas hermeneúticas expuestas por la Corte Suprema, a la luz
de los términos en que se encuentra redactado el art. 30 de la L.C.T., resultan jurídicamente
correctas44. Si bien en un primera lectura podría encontrarse las causas en una simple falta
de regulación o nominación de los tipos contractuales antes señalados, que dan origen a las
redes empresarias, la comparación de la redacción actual de la ley 21.297 con la Ley de
Contrato de Trabajo original, hace dudar de sí esa exclusión no fue intencional, máxime
cuando, la ley 25.013 pasó a sustituir un sistema de solidaridad amplia y automática
(objetiva), por otra basada simplemente en el incumplimiento de los deberes de control
(subjetiva), como a continuación se verá.
Por otro lado, cabe destacar que como consecuencia de la globalización
de los mercados, la transnacionalización de la contratación y la tercerización de la
economía, han aparecido nuevas modalidades contractuales en el derecho comercial, que
se incrementan a un ritmo vertiginoso, y que no han sido acompañadas por la legislación
laboral. No resulta ocioso repetir, que el art. 30 por sus limitados alcances, no resulta idóneo
para regular, en la égida laboral, las consecuencias jurídicas que se derivan de las
relaciones creadas en el seno de estos contratos. No obstante ello, existe en este tipo de
contrataciones una manifiesta posibilidad de prácticas evasoras, con el único objetivo de
sustraerse de las obligaciones laborales. Adviértase que la contratante (suministrante,
concedente, franquiciante -franchisor-, etc) por suministrar el producto u otorgar la licencia
de venta recibe un canon de la empresa con la cual contrata, asegurándose ganancias, y
descargando sobre la contratista la asunción de los riesgos propios de la actividad, y en su
caso, las pérdidas que se pudieran generar. De ahí, que estas figuras resulten proclives a la
realización de maniobras fraudulentas, y no pareciendo que el principio general en la materia
44
En España, el Tribunal Supremo, debió abocarse a la unificación de doctrina respecto a la interpretación del
art. 42 del E.T. La cuestión oscilaba entre dos posiciones esenciales que, respectivamente, se atenían a lo
“indispensable” y a lo “inherente”: una posición amplia equiparaba la propia actividad a toda tarea que para la
empresa principal fuese indispensable, categoría que integrarían, además de las actividades que constituyen el
ciclo de producción de la empresa, todas aquellas que resultasen necesarias para la organización del trabajo
deduciéndose de tal lectura que actividades instrumentales, respecto del ciclo, de una forma u otra precisas
para su realización, debían incluirse en la responsabilidad del art. 42, como ser “limpieza, seguridad,
mantenimiento, etc”. La posición restrictiva únicamente equiparaba la propia actividad a las actividades
inherentes, teniendo por tales sólo las tareas que corresponden al ciclo productivo de la empresa principal.
Esta interpretación excluía a las actividades instrumentales, por más que pudiesen considerarse indispensables
o imprescindibles para el ciclo. El Tribunal Supremo, mediante sentencia del 24-11-98 se inclinó por la segunda
posición; declarando que “si se exige que las obras y servicios que se contratan o subcontratan deben
corresponder a la propia actividad empresarial y que la interpretación amplia anula el efecto del mandato del
artículo 42 del Estatuto de los Trabajadores que no puede tener otra finalidad que reducir los supuestos de la
responsabilidad del empresario (conf. Carcavallo, Hugo. “El art. 30 de la L.C.T. (sus antecedentes, alcances y
problemas)”, en Revista de Derecho Laboral 2001-1, La Solidaridad en el contrato de trabajo, Rubinzal Culzoni,
Buenos Aires, págs. 135 y siguientes).
(art. 14 L.C.T.), ni la disposición contenida en el art. 31 de la ley citada, puedan dar
adecuada solución a tal supuesto; se imponga una política legislativa activa, tendiente a
establecer un mecanismo de control de las primeras respecto a las segundas, exigiéndoles
el cumplimiento de las normas laborales y previsionales del personal contratado por estas
últimas, o bien, estableciendo la responsabilidad objetiva entre ambas.
Es conveniente recordar, que como derivación lógica del principio tuitivo
que insufla todo el derecho del trabajo, la imputación de responsabilidad en materia laboral
difiere sustancialmente de las demás ramas del derecho, siendo común, como bien lo dice
Guibourg que se obligue a un tercero (ajeno a la relación) “a garantizar, frente al trabajador,
el cumplimiento de una obligación que no le incumbe directamente”, cuando existe una
presunción que esa situación encubre una operación fraudulenta, aunque ello resulte difícil
de comprobar y hasta de evaluar en cada caso. Por ello, se entiende que la extensión de
responsabilidad a terceros (en supuestos especiales), se justifica por los motivos antes
apuntados, sin que ello lesione el derecho de propiedad consagrado en el art. 17 de la C.N.
Pero es necesario efectuar dos consideraciones que fueron expuestas
por Ackerman45. La primera, resulta reprochable y provoca verdadera perplejidad en los
juristas la presunción de inconstitucionalidad del art. 30 que ve la CSJN en el 8vo
considerando (aunque por suerte no se reitera en los pronunciamientos posteriores, aunque
sí en algún dictamen del procurador general de la Nación), cuando, como dijimos
anteriormente, según el art. 700 del C. Civil, una de las fuentes de responsabilidad solidaria
es justamente la ley. La segunda, porque con la invocación de la necesidad de preservar los
negocios e inversiones (9° considerando de Rodríguez y 7° de Luna), la CSJN, consagra
una verdadera mutación del bien jurídico tutelado por el Derecho del Trabajo que, de la
posición del trabajador dependiente es desplazado hacia las necesidades de los inversores y
el comercio.
45
Ackerman, Mario. Antes y después de Rodríguez (breve memoria de un paradigmático vaciamiento y
mutación de la tutela normativa), en Revista de Derecho Laboral 2001-1, La solidaridad en el contrato de
trabajo, Rubinzal Culzoni, Buenos Aires; págs. 191 y siguientes.
responsabilidades-, que teniendo una actividad propia normal y específica o habiéndose
encargado de ella, estiman conveniente o pertinente no realizarlo por sí en todo o en parte,
sino encargar a otra u otros esa realización de bienes o servicios. Ello debe determinarse
en cada caso atendiendo al tipo de vinculación y asunción de riesgos empresariales. La
asignación de responsabilidad no ha sido establecida por la ley sin más requisitos que la
sola noción de que algunas actividades resulten coadyuvantes o necesarias para el
desenvolvimiento empresario. Si tanto amplitud fuera admitida mediante la interpretación
jurídica, caería en letra muerta no sólo el texto legal sino la posibilidad cierta de que más
empresas asuman los riegos propios del desarrollo económico.
En este mismo sentido, el 14-3-95,al resolver en la causa “Gauna,
Tolentino y otros c/ Agencio Marítima Rigel S.A. y Nidera Argentina S.A. y otros” (TySS
1995, pág. 351), agregó que “En tales circunstancias, colegir de aquellas coincidencias -
corrientes en quienes participan en el desenvolvimiento de un proceso comercial que se
desarrolla en diversas fases complementarias- que se ha configurado una hipótesis de la
prestación por un tercero de una "actividad normal y específica propia del establecimiento",
en los términos del artículo 30 de la Ley de Contrato de Trabajo, generadora de solidaridad
por cesión total o parcial, es extender desmesuradamente el ámbito de aplicación de la
norma de un modo que su texto no consiente, desnaturalizando su contenido al asignarle un
significado que excede inaceptablemente sus fines, y que por ello debe ser descartado”.
Estos lineamientos fueron ratificados en las causas “Sandoval, Daniel
Orlando y otro c/Compañía Embotelladora Argentina S.A.y otros” (18-7-95, TySS 1995 pág.
785), “Méndez, Oscar Cleofé c/ Seven Up Concesiones S.A. y otra” (23-11-95); “Vuoto,
Vicente y otro c/ Compañía Embotelladora Argentina S.A. y otros” (25-6-96, TySS 1997, pág.
26);“Benítez, Julio Daniel y otros c/ Empresa Compañía Argentina de Petróleo S.A. y otra.”
(16-3-99, TySS 1999, pág. 660); “Escudero, Segundo R. y otros c/ Nueve A S.A. y otro” (14-
9-2000, TySS 2001, pág. 131), “Dubo Pedernera, Carlos Alberto y otro c/ Jozami, Alfredo y
otro” (15-5-2001), “Barreto, Roberto Marcelo c/ Instituto Rosenbuch S.A. y otro” (9-8-01, DT
2002-A, pág. 67) y “Fernández, Juan Ramón c/ Buenos Aires Magic S.R.L. y otros” (19-11-
02, Reviststa N° 3 Lexis Nexis Laboral y Seguridad Social, 2003, pág. 219).
Aun cuando se adhiera a una u otra postura, lo cierto es que existe una
difusa línea divisoria entre lo principal y lo accesorio, que ha dado lugar a opiniones
encontradas incluso entre los que sostienen la postura estricta.
Por ejemplo, la Sala V entendió que las tareas de vigilancia eran
accesorias y secundarias, cuando la actividad principal era la telefonía celular (C.N.A.T.,
Sala V, 31-8-00, “González, Aníbal c/ Catexis S.R.L. y otro” TYSS 2001, pág. 158), pero a la
inversa, concluyó que era propia y específica, cuando la empresa se dedicaba al negocio
bursátil (C.N.A.T., Sala V, Expte N° 23270/94, Sent. 6520 del 22-2-02; “Ramos, Modesto c/
Finanflower Bursátil S.A. y otro s/ despido”, TySS 2003, pág. 141).
Esto en modo alguno importa concluir que estamos en presencia de
sentencias contradictorias, sino que marca la elasticidad de la expresión utilizada por el
legislador, para que la descentralización de una misma actividad pueda ser inescindible de la
principal, en un caso, y secundaria, en el otro.
Desde esta perspectiva, es perfectamente factible que dos personas o
juzgados, o incluso Máximos Tribunales, adhiriendo ambos a una postura u otra, arriben a
conclusiones opuestas, al tener que decidir sobre la naturaleza principal o accesoria de una
determinada actividad tercerizada.
Veamos. Nuestro Máximo Tribunal hace ya una década que viene
reiterando sistemáticamente el criterio rígido en la interpretación del art. 30 de la L.C.T., a
partir de Rodríguez c/ Compañía Embotelladora Argentina S.A. (15-4-93) y “Luna c/ Agencia
Marítima Rigel S.A. (2-7-93), sosteniendo en este último que “la solidaridad está impuesta ex
lege a las empresas –organización y gestión propia que asume los riesgos, obligaciones y
responsabilidades -, que teniendo una actividad propia normal y específica o habiéndose
encargado de ella, estiman conveniente o pertinente no realizarlo por sí en todo o en parte,
sino encargar a otra u otros esa realización de bienes o servicios. Ello debe determinarse en
cada caso atendiendo al tipo de vinculación y asunción de riesgos empresariales. La
asignación de responsabilidad no ha sido establecida por la ley sin más requisitos que la
sola noción de que algunas actividades resultan coadyuvantes o necesarias para el
desenvolvimiento empresario. Si tanto amplitud fuera admitida mediante la interpretación
judicial, caería en letra muerta no sólo el texto legal, sino la posibilidad cierta de que más
empresas asuman los riesgos propios del desarrollo económico”.
Y concretamente en los autos Escudero c/ Nueve A S.A. (14-9-00) y
Pedernera c/ Jozami, concluyó que los servicios de gastronomía son accesorios cuando la
actividad de la principal es la “defensa, fomento y promoción de todo lo concerniente al
patrimonio agropecuario del país”, en el primer caso (Sociedad Rural) o cuando estamos en
presencia de un Club (Libanés) cuya actividad es social, recreativa y cultural, en el segundo.
Por su parte, el art. 42 del Estatuto de los Trabajadores españoles está
redactado en términos similares a nuestro artículo 30 de la L.C.T., y dio lugar a dos posturas
similares a las que se debaten en nuestro país.
Ahora bien, el Tribunal Supremo español, tuvo oportunidad de unificar la
doctrina, oscilando la cuestión entre dos posiciones que atendían a lo “indispensable” y a lo
“inherente”. Lo indispensable (postura amplia) permitía integrar al concepto todas aquellas
actividades que fueran necesarias para la organización del trabajo; y lo inherente (postura
estricta), sólo incluía a las actividades propias del proceso productivo. El Tribunal Supremo,
en una sentencia del 24-11-98 resolvió inclinarse por la segunda posición, declarando que
“si se exige que las obras y servicios que se contratan o subcontratan deben corresponder a
la propia actividad empresarial del comitente, es porte el legislador está pensando en una
limitación razonable que excluya una interpretación favorable a cualquier clase de actividad
empresarial y que la interpretación amplia anula el efecto del mandato del artículo 42 del
Estatuto de los trabajadores que no puede tener otra finalidad que reducir los supuestos de
la responsabilidad del empresario”46.
Lo paradójico es que el Tribunal Supremo Español, consideró en ese
caso concreto que el servicio de comida en un colegio, formaba parte esencial de su
actividad; cuando nuestra Corte Suprema, con relación al servicio gastronómico, viene
sosteniendo lo contrario47.
Por esa razón, hay autores que relativizan la utilidad práctica de las
expresiones e insisten en la idea de que una aplicación literal del requisito nos lleva a su
inaplicabilidad. En efecto, Cruz Villalón indica que desde el instante en que una empresa
opta por descentralizar, concertando una contratación de obra o servicios con una empresa,
esa actividad deja de constituir parte integrante de su ciclo productivo y, por ende, en
puridad, deja de formar parte de su propia actividad; en una perspectiva diacrónica, esa
propia actividad en el pasado, deja de serlo a partir del instante en que los descentraliza por
medio de la celebración de la correspondiente contratación de obras o de servicios48.
En idéntico sentido Rivero Lamas, refiriéndose a los argumentos
utilizados por el Tribunal Supremo, señala que tanto estos como los otros que defienden la
46
Del Rey Guanter, Salvador. “A propósito de los requisitos del artículo 42.1 TRET, y en especial sobre la
propia actividad: notas a la luz de la STS de 24 de noviembre de 1998”, en Libro de Ponencias del X Congreso
Nacional de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social, Zaragoza, 28 y 29 de mayo de 1999; Colección
Informes y Estudios, Serie Relaciones Laborales N° 28 Subdirección General de Publicaciones Ministerio de
Trabajo y Asuntos Sociales, Madrid, España, Año 2000, págs. 329-352
47
Hierrezuelo, Ricardo Diego - Nuñez, Pedro Fernando, op. Cit en 2, pág. 196.
48
Cruz Villalón, Jesús. Outsourcing y relaciones laborales, Libro de Ponencias del X Congreso Nacional de
Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social, Zaragoza, 28 y 29 de mayo de 1999; Colección Informes y
Estudios, Serie Relaciones Laborales N° 28 Subdirección General de Publicaciones Ministerio de Trabajo y
Asuntos Sociales, Madrid, España, Año 2000, págs. 251-326.
tesis estricta acusan una patente debilidad, porque se trata de argumentos también
aplicables a la interpretación extensiva que propicia la línea interpretativa que –
paradójicamente- traduce propia actividad por actividades indispensables, ya que también en
este caso se repara en que las funciones subcontratadas son necesarias para la
organización del trabajo, y si lo son –y también si no lo fueran- se incorporan al resultado
final de la actividad desarrollada por la empresa principal49.
49
Rivero Lamas, Juan. La descentralización productiva y las nuevas fórmulas organizativas de trabajo,
Ponencia General, Libro de Ponencias del X Congreso Nacional de Derecho del Trabajo y de la Seguridad
Social, Zaragoza, 28 y 29 de mayo de 1999; Colección Informes y Estudios, Serie Relaciones Laborales N° 28
Subdirección General de Publicaciones Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, Madrid, España, Año 2000,
págs. 17-94.
“Esta responsabilidad del principal de ejercer el control sobre el
cumplimiento de las obligaciones que tienen los cesionarios o subcontratistas respecto de
cada uno de los trabajadores que presten servicios, no podrá delegarse en terceros y deberá
ser exhibido cada uno de los comprobantes y constancias a pedido del trabajador y/o de la
autoridad administrativa”.
"El incumplimiento de algunos de los requisitos hará responsable
solidariamente al principal por las obligaciones de los cesionarios, contratistas o
subcontratistas respecto del personal que ocuparen en la prestación de dichos trabajos o
servicios y que fueren emergentes de la relación laboral incluyen su extinción y de las
obligaciones de la seguridad social”.
Finalmente, y ya sin formar parte de las modificaciones introducidas al
art. 30 de la L.C.T., previó que “Las disposiciones insertas en este artículo (se está refiriendo
al art. 17 de la ley 25.013) resultan aplicables al régimen de solidaridad específico previsto
en el artículo 32 de la ley 22.250”50.
Es decir, el art. 17 de la ley citada eliminó la expresión “en todos los
casos” utilizada para establecer la responsabilidad solidaria del empresario principal, y en su
lugar, incorporó otros cuatro párrafos, cuyo análisis se impone para determinar si se ha
producido modificación alguna en materia de responsabilidad.
El segundo párrafo del art. 30 de la L.C.T., conforme la redacción actual
dispone que los cedentes y contratantes (la ley utiliza inadecuadamente los términos
“contratista” y “subcontratista”), deberán exigirle a quienes contraten, el número de CUIL de
cada uno de los trabajadores que presten servicios y la constancia de pago de las
remuneraciones, copia firmada de los comprobantes de pago mensuales al sistema de la
seguridad social, una cuenta corriente bancaria de la cual sea titular y una cobertura por
riesgos del trabajo. Además, en el tercer párrafo, les impone la responsabilidad de ejercer el
control sobre el cumplimiento de las obligaciones que tienen los cesionarios o
subcontratistas respecto de cada uno de sus trabajadores, no pudiendo delegarla en
terceros; debiendo exhibirse cada uno de los comprobantes y constancias a pedido del
trabajador y/o de la autoridad administrativa.
A ello deben agregarse las exigencias contenidas en la Resolución de la
AFIP 899/0051, que implantó la “Clave de Alta Temprana”.
50
Para más información sobre la incidencia de la reforma introducida por el art. 17 de la ley 25.013 al Estatuto
de los Trabajadores de la Construcción, ver Hierrezuelo, Ricardo Diego - Nuñez, Pedro Fernando, op. Cit en 2.
51
El artículo 4° de la Res. 899/00 dispone: Los empleadores que reciban servicios de trabajadores que se
encuentren en relación de dependencia con otro responsable (4.1.), deberán solicitar a este último y previo al
inicio de la prestación efectiva de servicios en su establecimiento, copia de la "Constancia de Aceptación" con
la "Clave de Alta Temprana" (C.A.T.) oportunamente otorgada -conservándola a disposición de esta
Administración Federal-, o bien una constancia que acredite su condición de dependiente, que contendrá los
Estas exigencias adicionales establecen concretos deberes de control en
cabeza de los contratantes, tendientes a conseguir el estricto cumplimiento de las normas
laborales y de la seguridad social de parte de los cesionarios o contratistas. Así, por ejemplo,
se deberá confeccionar una copia más del recibo de haberes (triplicado), que deberá ser
suscripta por el trabajador, y de los comprobantes de pagos mensuales al sistema de la
seguridad social; constancias que deberán quedar en poder del empresario principal para
ser exhibida ante el requerimiento del trabajador y/o de la autoridad administrativa. Conviene
destacar, que de todas formas, los trabajadores todavía cuentan con el derecho de exigir al
empresario principal que retenga lo que deben percibir los cesionarios o contratistas y le
hagan pago del importe de lo adeudado en concepto de remuneraciones u otros derechos
apreciables en dinero provenientes de la relación laboral (conf. art. 136, 1er párrafo L.C.T.).
De igual modo, los contratantes están facultados para retener de lo que deben percibir los
contratistas, los importes que estos adeudaren a los organismos de seguridad social con
motivo de la relación laboral con los trabajadores contratados, y deberán depositarlo dentro
de los 15 días de retenido al organismo correspondiente. (conf. art. 136, 2do párrafo L.C.T.).
El cuarto párrafo del artículo comentado, al reemplazar la expresión “en
todos los casos”, por “el incumplimiento de alguno de los requisitos”, modifica el sistema de
responsabilidad solidaria de los contratantes estructurado a partir de la ley 20.744. Es que
con anterioridad, la responsabilidad surgía por el simple hecho de la contratación. En
cambio, ahora sólo se responde solidariamente ante la inobservancia de alguno de los
requisitos contemplados en el artículo, por lo que resulta determinante establecer
concretamente cuales son los recaudos que debe observar el empresario principal para
eximirse de responsabilidad.
No existen dudas que el principal deberá requerir el número de CUIL de
cada uno de los trabajadores del contratista, constancia de pago de las remuneraciones,
copia firmada de los comprobantes de pago mensuales al sistema de la seguridad social,
una cuenta corriente bancaria y una cobertura por riesgos del trabajo; así como también
deberá ejercer el control sobre el cumplimiento de las obligaciones de los contratistas en
forma personal, y exhibir los comprobantes y constancias ante el pedido del trabajador y/o la
autoridad administrativa. La omisión de alguno de estos recaudos, lo convierte en
responsable solidario.
siguientes datos:
- Apellido y nombres o Razón Social del empleador.
- Clave Unica de Identificación Tributaria (C.U.I.T.) del empleador.
- Código Unico de Identificación Laboral (C.U.I.L.) o Clave Unica de Identificación Tributaria (C.U.I.T.) del
trabajador.
- Fecha de inicio de la relación laboral.
- "Clave de Alta Temprana" (C.A.T.), en caso de poseerla.
Deberá requerir también, la satisfacción de las exigencias previstas en
el primer párrafo del artículo, esto es, el adecuado cumplimiento de sus contratistas o
subcontratistas de las normas relativas al trabajo y los organismos de seguridad social. Es
decir, que el contratante deberá hacer respetar a sus contratistas las normas laborales, y la
inobservancia de alguna de ellas por parte de estos últimos, lo convierte a aquél en
responsable solidario de las obligaciones emergentes de la relación laboral incluyendo su
extinción y de las obligaciones de la seguridad social.
Se observa como se genera una dificultad interpretativa, pues el
adecuado cumplimiento de las normas relativas al trabajo es una expresión amplia, y no se
limita a la registración de la relación laboral, el pago de las remuneraciones, el respeto de la
jornada y los descansos, etc; sino que válidamente puede entenderse que el acatamiento de
las normas laborales, incluye el pago de las indemnizaciones legales que se deben como
consecuencia de la extinción del vínculo laboral. Sin embargo, y aun cuando esa
interpretación contaría con el apoyo de la regla prevista en el art. 9 de la L.C.T. (2° párrafo),
podría decirse válidamente que esa no fue la intención del legislador al modificar el art. 30
L.C.T.. Ello es así, pues de esta forma, el principal debería responder en todos los casos,
tornando estéril el artículo, y en especial, el sentido de la reforma, que apunta a limitar la
responsabilidad de los contratantes, cuando acrediten haber observado los recaudos
dispuestos por la norma.
Cabría preguntarse que pasaría en los supuestos en que el contratista
no consigne en los recibos de haberes la totalidad de las remuneraciones abonadas a su
personal, ya que podría alegarse que esa maniobra escapa a la esfera de control del
principal. Empero, la exigencia del adecuado cumplimiento de las normas, que impone el art.
30, es una obligación de resultado y no de medio, por lo que el principal no podría eximirse
aduciendo las razones apuntadas, máxime ahora; que se encuentra compelido a ejercer
activa y personalmente el control sobre el cumplimiento de las obligaciones laborales y de la
seguridad social de sus contratistas. No se nos escapa que actualmente la distinción entre
obligaciones de medio y resultado no tiene recepción unánime en la doctrina civilista, y tiene
una finalidad más académica que práctica, pero lo cierto es que lo único que debe acreditar
el trabajador es el incumplimiento del contratista, pues como bien lo indica Rodríguez
Mancini “la mejor prueba del incumplimiento del deudor respecto de su obligación de ‘exigir
el adecuado cumplimiento’ es que tal formalidad no fue eficaz al punto que permitió la
infracción de parte del cesionario, contratista o subcontratista”52
52
Rodriguez Mancini, Jorge. Los alcances del artículo 30 de la L.C.T., en Revista de Derecho Laboral, 2000-1.
La Solidaridad en el contrato de trabajo, pág. 167. Rubinzal-Culzoni Editores. Empero, discrepamos con este
autor porque entendemos que después de la reforma del art. 17 de la ley 25.013 la responsabilidad es subjetiva
y no objetiva, puesto que sólo se verifica por “los incumplimientos de los deberes de control de los
Este criterio fue el sustentado por la sala III de la CNAT al resolver que
“la obligación de control del cumplimiento de las normas relativas al trabajo y la seguridad
social que el artículo 30 de la LCT impone al empresario respecto de sus contratistas y
subcontratistas, es de resultado y no de medio, por lo que el primero no puede eludir su
responsabilidad acreditando haber dirigido al subcontratista alguna exhortación formal en tal
sentido”(“Untoiglic, Vanesa A. c/ Radio Difusora Esmeralda S.A.”, sentencia del 18-3-99,
TySS 1999, pág. 682)53
Desde esta perspectiva, la reforma instrumentada por la ley 25.013 ha
resultado significativa, pues ha restringido los alcances de la solidaridad del empresario
principal, quien ahora, sólo responde cuando no haya ejercido debidamente los deberes de
control. Huelga decir, que el cumplimiento de estos recaudos formales deben ser analizados
con estrictez, extendiendo la responsabilidad al detectarse la más mínima omisión de alguno
de ellos.
No obstante, podría afirmar que en este sentido la reforma ha resultado
inconveniente, pues al liberar al contratante de responder por las obligaciones laborales de
sus contratistas con sólo observar determinadas exigencias formales, alienta nuevamente la
utilización de estas figuras con fines evasores, a la vez que suprime la protección con la que
contaban los trabajadores frente a la posible insolvencia del contratista.
Pese a que hay que reconocer que en definitiva son tantas las
exigencias que recaen sobre los contratantes, que hacen que resulten de muy difícil
seguimiento en la práctica, siendo las grandes empresas las únicas que podrían encontrarse
estructuradas, para supervisar todos y cada uno de los requisitos que la nueva ley pone en
su órbita. Coincidimos en este sentido con Carcavallo, para quien el cumplimiento de los
requisitos establecidos en el segundo y tercer párrafo del art. 30 es prácticamente imposible
para el común de las empresas y que sólo contadas organizaciones grandes podrían instalar
D. Efectos de la solidaridad.
54
Carcavallo, Hugo, ob. Cit en 44, págs. 137 y siguientes.
solidario, salvo el supuesto de fraude. Esta es la importante consecuencia que se aprecia
con la reforma introducida por la ley 25.013.
Se puede demandar conjunta o indistintamente, en caso que así
corresponda, al empleador y al contratante o principal, aunque sí diferenciando la distinta
situación jurídica de ambos, pues uno es el obligado directo, mientras que el otro es el
deudor solidario.
De ahí que no corresponda rechazar la demanda contra el contratante, si
el actor optó por no demandar al empleador, o si se le tuvo por no presentada la demanda
en los términos del art. 67 de la L.O., o si desistió del mismo en los términos del art. 133 de
la Ley 24.522.
En cuanto al contenido de la reclamación, el contratante o el cedente
resultan solidariamente responsables por todas las obligaciones emergentes del contrato de
trabajo y de la seguridad social, entre las que se encuentran, sin hesitación, el pago de las
indemnizaciones por despido (arts. 232, 233 y 245 de la L.C.T., o art. 6 y 7 ley 25.013), los
salarios o diferencias salariales adeudadas, los S.A.C. debidos y las vacaciones no gozadas,
así como también la totalidad de las indemnizaciones legales previstas a favor del trabajador
(multas de la ley 24.013, indemnizaciones de la ley 25.323 y 25.345, etc)55.
Más complejo resulta determinar si el contratante está obligado a hacer
entrega de los certificados de trabajo y aportes previsionales previstos por el art. 80 de la
L.C.T. En este sentido la jurisprudencia ha sido contradictoria.
Así la Sala III resolvió que “ La persona jurídica responsable en base a
una vinculación de solidaridad que no ha sido empleadora en sentido estricto, no puede ser
condenada a hacer entrega de certificados de trabajo porque carece de los elementos
necesarios para confeccionarlos.” (CNAT, Sala III, 31-10-00, “Olivera, María Laura c/ Extra
Phone SRL y otros”, Ojeda Raúl Horacio. Síntesis de Jurisprudencia en “La Solidaridad en el
Contrato de Trabajo”, Edit. Rubinzal Culzoni, Bas, As, Argentina, marzo/01, pág. 493).
Contrariamente, la Sala VII entendió “La responsabilidad solidaria emanada del artículo 30
55
En Argentina país la extensión de responsabilidad es más amplia que en el sistema español, en el cual sólo
comprenden a las obligaciones de naturaleza salarial y a las referidas a la Seguridad Social. Las primeras se
interpretan restrictivamente, en el sentido de que no sólo no incluyen las prestaciones extrasalariales (STS de
19 de enero de 1998, Ar. 998), sino tampoco los llamados “salarios de tramitación” (es decir, la indemnización
consistente en una cuantía equivalente a los salarios dejados de percibir entre el momento de despido y la
notificación de la sentencia que lo declare improcedente o nulo; indemnización a la que tiene derecho el
trabajador junto con otra, que se calcula a razón de 45 días de salario por año de servicios) (SSTS de 14 de
julio de 1998 y de 28 de abril de 1999, Ar. 8544 y 4648). Respecto de las segundas, hay que tener en cuenta
que se puede exonerar la responsabilidad solidaria del empresario principal. Éste está obligado a solicitar a la
Tesorería General de la Seguridad Social información acerca del pago de cuotas (anteriores a la contrata) por
parte del contratista. Solicitada la información, si la Tesorería da un informe negativo (no hay impagos o
descubiertos de cuotas) o no contesta en el plazo de treinta días, el empresario principal queda exonerado de
responsabilidad solidaria referida a la Seguridad Social por el tiempo que dure la contrata (Ramírez Martínez,
op. Cit en 10, págs. 116-117).
de la L.C.T. se extiende a todas las obligaciones derivadas del contrato de trabajo, y ello
ciertamente incluye el otorgamiento de los certificados previstos en el art. 80 de la L.C.T.”
(“Urich, Noemí Ester c/ Ecu S.R.L. y otro s/ despido, Sentencia del 6-7-00, Lexis Nexis
Laboral y Seguridad Social, Manual de Jurisprudencia 2003, pág. 103).
En lo que respecta a las relaciones internas entre las partes, forzoso es
señalar que, el pago, la transacción o cualquier otra forma de extinción efectuada por uno
de los deudores solidarios, se extiende a los restantes codeudores. Empero, hay que
efectuar una distinción entre el pago realizado por cada uno de ellos, para una eventual
acción de regreso. Si es el contratista el que satisface el crédito del trabajador, en principio,
no tendría ninguna acción de regreso contra el contratante, de conformidad con lo dispuesto
por el art. 689, apart. 2 del C. Civil, por el cual deberá estarse a la causa de haberse
contraído la obligación conjuntamente, a las relaciones de los interesados entre sí, y a las
circunstancias de cada uno de los casos. Volvemos a reiterar, que el deudor directo y
principal responsable del pago es el empleador, con quien se ha entablado la relación
laboral, por lo que no sería procedente una acción de regreso contra quien la ley ha erigido
como deudor solidario de esa obligación.
En cambio, si fue el contratante quien debió pagar total o parcialmente el
crédito laboral al trabajador, estará legitimado para repetir del obligado principal la totalidad
de lo abonado (conf. Art. 717 y concs. C. Civil). Por último, si el empleador fuera insolvente y
hubiere varios deudores solidarios indirectos, la responsabilidad deberá distribuirse entre
todos éstos (conf. Art. 717 C. Civil), estándose a lo pactado si la situación se hubiere
previsto.
Resulta sobreabundante decir, que la solidaridad abarca sólo las
obligaciones contraídas por el contratista durante el lapso de extensión de la obra y como
consecuencia de su realización, y por lo tanto, no se le podrían exigir al empresario principal
obligaciones que comprendieran períodos ajenos a la contratación respectiva, sean estos
anteriores al inicio de la obra, o posteriores a su finalización.
A. Introducción.
B. Antecedentes nacionales.
a) Regulación legal.
60
Martorell, Ernesto Eduardo, op. Cit en 58, págs. 112 y siguientes.
61
López, Justo, op. Cit en 6, T. I, pág. 262.
62
Vázquez Vialard, op. Cit en 29,T. 2 pág. 366.
uso abusivo de la personalidad jurídica como pantalla para evadirse de la normativa laboral,
resultando en consecuencia aplicable, el art. 14 de la L.C.T.
1) Nociones generales.
63
Dobson, Juan M. El abuso de la personalidad jurídica (en el derecho privado). 2° Edición; Depalma, Buenos
Aires, 1991, pág. 360.
64
Dobson, Juan M., op. Cit en 63, pág. 361.
El control interno de derecho se encuentra regulado en el primer inciso
del art. 33 e importa contar con los votos necesarios para imponerse en las reuniones
sociales o asambleas ordinarias de la sociedad controlada, pues es justamente la asamblea
ordinaria la competente para nombrar, remunerar, remover y responsabilizar a los directores
(L.S.C., art. 234, incs. 2 y 3). El control de interno de hecho, previsto en el inc. 2° del art. 33
de la L.S.C., supone el ejercicio de una influencia dominante como consecuencia de
acciones, cuotas o partes de interés poseídas.
El control externo o económico se produce cuando la sociedad
controlante ejercer una influencia dominante por los especiales vínculos existentes entre ella
y la sociedad controlada. El control externo de derecho importa un acuerdo expreso por el
cual la controlada somete su administración y dirección a las decisiones de la sociedad
controlante, y en nuestro derecho no se admite (a diferencia del derecho brasileño o
portugués), porque al no haber norma expresa, sería contradictoria con la L.S.C., art. 266,
que prescribe que el cargo de director es personal. El control externo de hecho, importa el
ejercicio de una influencia dominante desde el exterior, en virtud de determinados vínculos
que pueden ser contractuales o no, y que condicionan la administración de la controlada a
las directivas de la controlante.
En cambio, el conjunto económico supone una relación empresaria, en
principio, distinta a la que se da entre las sociedades controladas y controlantes. Se trata de
supuestos en los cuales es difícil establecer la separación entre diversos sujetos que
mantienen personalidad jurídica independiente, pues utilizan los mismos bienes para
perseguir sus fines económicos, existiendo una superposición patrimonial y una confusión en
la titularidad y usufructo de los bienes. En estos supuestos, las nociones de control, aunque
pueden darse, se diluyen, pues este conjunto de personas (generalmente jurídicas),
funcionan con el mismo patrimonio, ya sea que constituya éste la totalidad del que compone
cada una de sus diversas personalidades, o participen de bienes comunes afectados a sus
respectivos objetivos.
Dobson, diferenciando los supuestos de control con los de conjunto
económico, señala que en el control externo, el patrimonio “ajeno” debe utilizarse desviando
los objetivos para los cuales fue constituido. En el control interno el patrimonio “propio” de la
sociedad debe ser utilizado para fines ajenos. Pero en ambos casos, la individualidad y
separación de los patrimonios se mantiene. Por oposición a los conceptos expuestos, puede
existir confusión patrimonial –absoluta o relativa- de manera que la individualidad de los
participantes se confunda en un grupo de bienes de utilización indistinta y común. Así, la
separación no se mantiene, y puede establecer la existencia de una “unidad” o “conjunto”65.
65
Dobson, Juan M., op. Cit en 63, pág. 420.
66
Por ejemplo, el fallo dictado por la C.S.J.N. en los autos Parke Davis Argentina (31-7-73, ED – T. 49, pág.
481.
67
Ver, fallo dictado por la C.S.J.N. en los autos “Compañía Swift de La Plata S.A., quiebra” (4-9-73; ED, T. 51,
pág. 222).
68
Dobson, Juan M., op. Cit en 63, págs. 422-423
laboral ha optado por la idea de la llamada influencia dominante, como concepto que indica
subordinación a una sociedad o empresa madre que, en cuanto tal, es mucho más amplia
que la idea de control accionario, comprendiendo también los supuestos de sujeción por
vínculos contractuales69. En idéntico sentido se pronuncia Capón Filas70.
Vázquez Vialard entiende que el elemento definitorio es el control de la
dirección, no el de la administración (que está sujeto a aquél). Puede ser interno o externo
según que se caracterice por el hecho de que el dominio de la empresa tiene lugar desde el
interior, de tal manera que su voluntad resulte ser, en último término, la de la persona o
personas que ejercen aquel dominio o cuando éste se realiza por otra empresa que le
impone su voluntad, utilizando para ello su potencia (o prepotencia) económica71.
También podría afirmarse correctamente que la laxitud con la que se
encuentra redactado el art. 31 de la L.C.T. no permite distinguir entre uno y otro tipo de
control, por lo que se aplica a ambos. Adviértase que el art. 33 de la ley 20.744, fue la primer
norma que introdujo en nuestro derecho, un dispositivo relativo al control externo, puesto
que en la L.S.C. recién se incorporó en 1983, con la reforma de la ley 22.903. Y lo hizo con
tal amplitud, que hasta se refirió a la administración, aunque lo importante es el ejercicio del
control en la dirección, a la que la administración se subordina, y se limita a ejecutar las
acciones determinadas por los niveles superiores.
En el concepto de control aplicable en nuestra disciplina, la categoría de
persona física o jurídica no es trascendental, ya sea que se ejerza o se sufra el control. De
ahí que el control puede ser ejercido tanto sobre personas físicas como sobre jurídicas, las
que a la vez, pueden ser controlantes. Por ende, pueden ser controladas o controlantes, una
sociedad de cualquier tipo, una asociación, un grupo de personas, un consorcio, etc. Lo que
sí es imprescindible, es la presencia de dos sujetos: uno de ellos, el controlante, tiene
sometido a otro: el controlado a su voluntad, a su poderío, en una relación de dependencia,
de vasallaje, que le permite determinar la conducta de este último a su propio arbitrio. Es
esta sujeción, esta servilidad, la que determina la presencia del control72.
Conviene destacar, que gran parte de las modernas formas
contractuales que han aparecido en el derecho comercial, o cuya utilización se ha
generalizado, importan verdaderos supuestos de control externo, en que la actividad
principal de la controlada, queda supeditada a los designios de la controlante. Ello así, por
cuanto la controlada recibe toda su actividad vital de la controlante, que la convierte, por así
69
Martorell, Ernesto Eduardo, op. Cit en 58, págs. 144-145.
70
Capon Filas, Rodolfo, op. Cit en 36, págs. 210 y siguientes.
71
Vázquez Vialard, Antonio, op. Cit en 29, T. 2, págs. 367-368.
72
Dobson, Juan M., op. Cit en 63, pág. 359
decirlo, en un parásito con escasa o aun sin vida propia. La decisión de la controlante de
dejar de insuflar esta actividad, revocando su impulso vital, llevaría a la ruina económica de
la controlada73.
Ejemplos de este tipo de control los encontramos en los contratos de
agencia, concesión, distribución, suministro y franquicia, en los cuales la revocación del
mandato o la representación, la falta de entrega de la mercadería, de la utilización de una
determinada marca o de la explotación de una licencia, trae aparejado el fin de la existencia
económica de la sociedad controlada.
Si bien es cierto que la acreditación de tales extremos se torna
dificultoso, no parece, como lo sostiene Vázquez Vialard, que esta situación sólo se
produzca cuando existe un verdadero dominio que provoca el control de la voluntad social.
De ser así, estaríamos en presencia de un control interno y no externo. En este último
supuesto, siempre debe existir la posibilidad de la controlada de rebelarse, sufriendo los
perjuicios correspondientes. Por ello, desde esta perspectiva, es suficiente con demostrar
que la controlada sólo comercializa los productos de la controlante, o explota su marca o
licencia, estando sujeta a las condiciones y cursos de acción impartidos por esta última, para
que se configure el supuesto de control previsto por el art. 31 de la L.C.T. Verificada tal
relación, que necesariamente es permanente, como acontece en todos los supuestos de
control, resta sólo acreditar el componente subjetivo requerido por la última parte del
artículo74.
El conjunto económico, a diferencia del control, ha sido analizado por la
doctrina y aplicado por la jurisprudencia con mayor intensidad, y como sostiene Justo López,
tiene importancia práctica desde varios puntos de vista a saber: a) desde el punto de vista
de la identificación del empleador; b) desde el punto de vista de la vinculación sucesiva del
trabajador con las distintas empresas del grupo, c) desde el punto de vista de la evasión de
las normas laborales; y d) desde el punto de vista de la responsabilidad patrimonial en la
medida en que la conexión entre las empresas integrantes del grupo permita transferencias
patrimoniales (manifiestas u ocultas) de una a otra75.
73
Dobson, Juan M., op. Cit en 63, pág. 371
74
Hierrezuelo, Ricardo Diego - Nuñez, Pedro Fernando, op. Cit. en 2, pág. 319.
75
López, Justo, ob. Cit en 6, T. I, pág. 262. En términos similares se expide Vázquez Vialard, para quien “La
aplicación de este criterio en el ámbito de las relaciones laborales tiende, entre otras finalidades, a: a) provocar
una identificación del empleador o por lo menos extender la responsabilidad del que aparece como tal a aquel
otro que controla o dirige sus acciones; b) evitar que, mediante la transferencia del personal entre sociedades
de un mismo grupo, se fragmente la antigüedad; c) desvirtuar la posibilidad de la utilización fraudulenta de
personas jurídicas para evadir la responsabilidad de otra persona (física o jurídica) que la dirige; d) impedir que
a través de “transferencias patrimoniales” dentro de un mismo grupo, se empobrezca a un integrante en
beneficio de otro componente del conjunto” (Vázquez Vialard, Antonio, op. Cit en 29, T. 2, págs. 363-364).
Es común, que con el fin de sustraerse de las obligaciones laborales, o
con el único propósito de fraccionar la antigüedad del trabajador, el mismo aparezca
contratado por una de las componentes del grupo que no cuenta con patrimonio alguno, o
segmentada la antigüedad entre las diferentes sociedades con el fin de no abonar los
correspondientes adicionales y eventualmente, la indemnización por todo el tiempo
trabajado. Otras veces, la vinculación entre las sociedades es de tal magnitud, que el
trabajador no sabe con certeza para cual de ellas trabaja, máxime si no se cumple con la
obligación legal de registrar la relación laboral.
Conviene señalar, llegados a este punto, que la aplicación del art. 31 de
la L.C.T. se produce en la medida en que el trabajador preste servicios para alguna de las
integrantes del grupo, puesto que si presta servicios para todas, debe entenderse que existe
una pluralidad de empleadores, aplicándose en consecuencia el art. 26 de la LC.T., y
debiendo responder cada uno de ellos por la totalidad de las obligaciones contraídas con el
trabajador y los organismos de la seguridad social.
Si bien en todas las ramas del derecho existe la duda de cómo
considerar al grupo o conjunto económico, si en forma separada o integralmente como una
sola entidad, hemos visto que el tema aparece resuelto para el legislador laboral: las
empresas y/o sociedades integrantes del conjunto mantienen su autonomía, existiendo
únicamente responsabilidad solidaria por los pasivos laborales, y ello, siempre y cuando se
cumplan los extremos previstos para que opere dicha extensión76.
En lo que se refiere a las características que debe tener el conjunto
económico, Pla Rodríguez enumera las siguientes: a) unidad de domicilio patrimonial de la
empresa; b) similitud o analogía de los giros por concomitancia o sucesividad; c) utilización
en común de implementos industriales; d) identidad de organización administrativa o
comercial; e) utilización de locales comunes; f) identidad en la integración de los directores o
mandatarios de las empresas referidas a alguno o algunos de sus miembros; g) imposición
de una empresa a otra de condiciones o lugar de comercialización de sus productos o con
referencia a sus servicios de manera de crear una situación real77.
Asimismo, la jurisprudencia ha resultado muy productiva a la hora de
definir cuales son los elementos necesarios para configurar el conjunto económico. Así, se
ha dicho que “ Cabe considerar que se configura un conjunto económico de carácter
permanente si las tres sociedades demandadas, más allá de sus personalidades jurídicas
propias, se encontraban bajo la dirección o control de una persona que aparecía y se
conducía como propietario del negocio con el evidente propósito de defraudar los derechos
76
Martorell, Ernesto Eduardo, op. Cit en 58, págs. 140-141.
77
Plá Rodriguez, Américo. Curso de Derecho Laboral, Montevideo, Acali, 1978, t. I, págs. 154.
de sus trabajadores, por lo que corresponde declarar que son solidariamente responsables
por su actuación fraudulenta, ya sea por aplicación del art. 14 de la ley de contrato de trabajo
o bien del art. 31 de la ley de contrato de trabajo. En el caso, el fraude se concretó al privar a
los trabajadores de su real antigüedad transfiriéndolos de una empresa a otra” (CNAT, SALA
VI, 8,2,02, “Vallejos Benjamín y otro c/ Minquia S.A. y otro”, DT 2002-B, pág. 1425) 78.
La C.S.J.N., a su turno, tuvo oportunidad de expedirse sobre este tema
en los autos “Pellegrino, Jorge Eugenio c/ Hig band S.A. y otros” (DT 1996-B, pág. 1465),
sentencia del 23-11-95. El a quo, había considerado en el caso un “grupo económico” en los
términos del art. 31 de la L.C.T., al sostener que High Band S.A., resultaba solidariamente
responsable pues “continuó” la explotación de la restante codemandada -Videco S.A.-,
utilizando la documentación de esta última, haciéndose cargo de sus deudas e incorporando
a su personal. También consideró relevante que High Band S.A. se hubiera hecho "cargo de
un número importante de deudas de Videco".
En cambio, para el Alto tribunal, tal circunstancia (amén de que podría
encontrar su causa en los términos del convenio firmado entre ambas empresas) no resultó
por sí sola concluyente para acreditar una relación de carácter permanente en los términos
exigidos por el artículo 31 de la Ley de Contrato de Trabajo. Tampoco lo fue el paso de
empleados de Videco S.A. a High Band S.A. y a la utilización por parte de esta última de
documentación perteneciente a la primera; máxime cuando el alcance que se les atribuyó
resultó claramente excesivo si se atiende tanto al número de dependientes de Videco S.A.
que se vinculó laboralmente con High Band S.A. -cuatro trabajadores-, frente a los que
permanecieron en aquélla, como al breve período durante el cual, en todo caso, se habría
producido la sostenida utilización de documentos.
Señaló que estas deficiencias adquieren singular gravedad pues, si bien
incumbe a los magistrados de la causa la función de apreciar la configuración de la hipótesis
contemplada en el artículo 31 de la Ley de Contrato de Trabajo según su prudente juicio, es
evidente que ello exige una muy cuidadosa ponderación de los presupuestos fácticos
establecidos en la norma. Por ello, admitió el recurso extraordinario e invalidó lo resuelto en
la instancia anterior.
78
Se resolvió también que “Se encuentra tipificada la circunstancia fáctica prevista en el art. 31 de la L.C.T.
que habilita la responsabilidad solidaria allí establecida, cuando se demuestra que las demandadas se
manejaron con unicidad de criterios empresariales a la manera de un grupo económico, con intereses
comunes, mutua interposición en su carácter de empleadores, entrecruzamiento de directivos o dueños y un
funcionamiento administrativo en común al utilizar ambas codemandadas los mismos establecimientos, ya que
tales extremos conducen a considerar la existencia de fraude laboral o conducción temeraria máxime si se
considera que las demandadas se presentaron a contestar la demanda bajo el mismo patrocinio letrado,
constituyendo idénticos domicilios procesales e incluso instrumentando sus respectivos poderes ante el mismo
notario” (CNAT, SALA X, 20-5-98 “Kacenelson, Raúl F c. Bidema S.A. y otro”, DT 1999-A, pág. 694).
c) La exigencia de la permanencia.
81
López, Justo, op. Cit en 6, T. I, pág. 242.
mientras que el contratante, que no es empleador, debería responder en forma solidaria por
la totalidad del crédito del trabajador. Es más, hasta se podría llegar a afirmar que la L.C.T.
no contempla la posibilidad de que exista una pluralidad de personas jurídicas empleadoras,
pues el art. 26 expresamente prevé que el empleador puede ser una “persona física o
conjunto de ellas, o jurídica”, omitiendo en este último caso al “conjunto de ellas” 82.
84
Pollero, Daniel Edgardo. La responsabilidad solidaria de los integrantes de grupos económicos, en Revista de
Derecho Laboral, 2001-1 La solidaridad en el contrato de trabajo. Rubinzal – Culzoni Editores, pág. 360.
Como consecuencia de la acreditación de todos y cada uno de los
presupuestos requeridos por la norma, se deriva la solidaridad de todos los integrantes de la
red interempresarial, sean personas físicas o jurídicas, aunque sí deben tener personalidad
jurídica propia.
Los extremos a demostrar son de dos órdenes; debiendo primero
verificarse la existencia de personas que se encuentran bajo la dirección, control o
administración de otra u otras; o bien que se hallen de tal modo relacionadas, que
constituyan un conjunto económico de carácter permanente; y segundo, corroborar también
que hayan mediado maniobras fraudulentas o conducción temeraria, para que se extienda la
responsabilidad en forma solidaria a todos los integrantes del grupo.
Esto en modo alguno significa considerar empleadores a cada uno de
los sujetos con personalidad propia, sino que la relación se mantiene con aquel que los
contrató, y es éste el que debe inscribirlo y cumplir con todas las obligaciones laborales y de
la seguridad social. Este caso admite una excepción y es cuando el trabajador, pese a haber
sido registrado en una de las sociedades, presta servicios indistintamente para todos los
componentes del grupo, y en ese caso se entiende que el trabajador tiene una pluralidad de
empleadores.
El fundamento de la solidaridad prevista en el art. 31 de la L.C.T. radica
en proteger el crédito del trabajador sobre la base del interés común que tienen los sujetos
subordinados o integrantes del conjunto económico. Sería injusto que el trabajador viera
frustrado su crédito debido al estado de insolvencia y/o vaciamiento de la empresa en la que
figura como empleado cuando el grupo en su conjunto fue beneficiado con sus servicios y
mediante maniobras que llevaron a la empresa a su situación de falencia o déficit85.
Frente a un incumplimiento contractual el trabajador debe intimar a su
empleador la observancia de las normas laborales y de la seguridad social, pues es con éste
con quien ha entablado la relación laboral. De todas formas y aunque no es obligatorio, el
principio de buena fe impone comunicar tal circunstancia a la controlante o a cada una de las
personas que componen el conjunto económico, en virtud de la eventual responsabilidad
que recaerá sobre el mismo.
Se puede demandar conjunta o indistintamente, en caso que así
corresponda, al empleador, por un lado, y a la controlante o a todos y cada uno de los
componentes del grupo económico, aunque sí diferenciando la distinta situación jurídica de
85
Mancini, María del Pilar – Pizarro, Ramón Daniel. Algunas reflexiones en torno a las obligaciones solidarias
en el Derecho del Trabajo en Revista de Derecho Laboral, 2001-1 La solidaridad en el contrato de trabajo.
Rubinzal-Culzoni Editores, pág. 95
ambos, pues uno es el obligado directo, mientras que el otro o los otros son los deudores
solidarios.
En cuanto a los rubros que se pueden reclamar, no existe controversia
en que las controlantes o relacionadas resultan solidariamente responsables por todas las
obligaciones emergentes del contrato de trabajo y de la seguridad social, entre las que se
encuentran, sin hesitación, el pago de las indemnizaciones por despido (arts. 232, 233 y
245 de la L.C.T., o art. 6 y 7 ley 25.013), los salarios o diferencias salariales adeudadas, los
S.A.C. debidos y las vacaciones no gozadas, así como también la totalidad de las
indemnizaciones legales previstas a favor del trabajador (multas de la ley 24.013,
indemnizaciones de la ley 25.323 y 25.345, etc).
Más complejo resulta establecer si el contratante está obligado a hacer
entrega de los certificados de trabajo y aportes previsionales previstos por el art. 80 de la
L.C.T. En este sentido la jurisprudencia ha sido contradictoria, como lo hemos destacado al
analizar el art. 30 de la L.C.T. al cual nos remitimos. Empero, volvemos a reiterar que no
existe razón alguna que permita apartarse de la regla general contenida en el art. 31 de la
L.C.T., que expresamente convierte a los controlantes o miembros del grupo económico en
responsables solidarios por todas las obligaciones contraídas por las controladas o
relacionadas.
Con respecto a las relaciones internas entre las partes, rigen las mismas
consideraciones efectuadas al analizar el art. 30 de la L.C.T., salvo si hubieren mediado
maniobras fraudulentas, pues en este supuesto rige el art. 1082 del C. Civil, que veda el
ejercicio de acciones de regreso entre quienes han participado como autores, consejeros o
cómplices de un delito civil.
V. Descentralizacion productiva
Los motivos por los cuales hemos dejado un tema de gran actualidad
para el final, no obedece a un simple olvido, sino a la gran cantidad de contenidos que
abarca, que incluyen, en mayor o menor medida, a cada uno de los supuestos analizados en
los puntos anteriores.
Ello es así, pues se han utilizado diferentes expresiones para designar la
descentralización productiva, que muchas veces son utilizadas como sinónimo, pero que
sólo describen una parte de la misma, sin comprender el abanico de situaciones que incluye
este fenómeno. De ahí que existan diferencias entre la descentralización productiva, por un
lado, y la tercerización, intermediación, interposición, contratación y subcontratación y el
outsourcing, por el otro. Existiría una suerte de vinculación jerárquica entre el género
(descentralización productiva) y la especie (tercerización, intermediación, interposición,
contratación y subcontratación, outsourcing, etc).
En efecto, se diferencia con la tercerización, pues ésta pone el acento en
la intervención de un tercero. Pero dentro de las variedades de manifestación no es ese el
rasgo predominante. La palabra descentralización tiene la ventaja de destacar la pluralidad
de empresas en términos lo suficientemente genéricos como para comprender todos los
casos86.
La intermediación se verifica cuando una persona contrata trabajadores
con vistas a proporcionarlos a las empresas, y por ende supone sólo una de las facetas de la
descentralización, que es cuando intervienen intermediarios entre los trabajadores
contratados y el empresario que en definitiva se beneficia con el trabajo de aquéllos.
La interposición, en cambio, es un claro supuesto de fraude, que
consiste en interponer un tercero entre el trabajador y el empleador, apareciendo este último
desobligado, y recayendo la responsabilidad en aquél. En este supuesto, estamos en
presencia de una relación triangular, al haber además del trabajador y del empleador, un
sujeto que se interpone entre ambos. Sería un supuesto ilícito de descentralización
productiva.
Por su parte, tanto la contratación como la subcontratación se refieren a
un tipo de modalidades de descentralización pero no a todos. Y no es conveniente utilizar la
misma palabra para designar la parte y el todo. Este inconveniente se agranda a medida que
el fenómeno general tiene mayor desarrollo y manifiesta mayor número de variedades87.
Finalmente, el outsorucing, que proviene de la experiencia empresarial
americana y cuya traducción literal sería “de fuente u origen externo” (source: fuente,
origen), designa, en sentido estricto, la externalización de los servicios informáticos de una
empresa. Se trata de subcontratar este tipo de servicios con empresas de informática
especializadas que ofrecen a las empresas usuarias, la posibilidad de contar con los
adelantos tecnológicos en esta materia de un modo rápido, sencillo y adaptado a sus
necesidades, con el fin de mejorar su competitividad. Es cierto que, debido a la expansión
que ha experimentado este término, se lo ha utilizado para designar toda estrategia
86
Plá Rodríguez, Américo. La descentralización empresarial y el derecho del trabajo, en Cuarenta y dos
Estudiso sobre la descentralización empresarial y el derecho del Trabajo, Fundación de Cultura Universitaria,
1° Edición, agosto de 2000, Montevideo, Uruguay, págs. 11-21.
87
Pla Rodríguez, Américo, Op. Cit en 86, págs. 11-21.
empresarial en la cual el titular de la empresa decide externalizar parte de la actividad que
antes desarrollaba personalmente. Pero, en ese caso, como bien apunta Cruz Villalón,
“puede que estemos incurriendo en el riesgo de utilizar innecesariamente un anglicismo,
cuando la riqueza de nuestro idioma ya ha identificado con facilidad un término autóctono,
que cuadra a la perfección con el fenómeno americano del outsourcing, me refiero tanto al
término externalización, como a la expresión descentralización productiva”88.
Se ha definido a la descentralización productiva como una forma de
organizar el proceso productivo para la obtención de bienes y servicios basada en una
técnica de gestión que consiste en contratar con proveedores externos ciertas fases o
actividades de la empresa no consideradas competencias básicas de ésta, con
independencia de que con anterioridad las viniera desempeñando o no89.
Es decir, la descentralización productiva consiste en una forma de
organización del proceso de elaboración de bienes o de prestación de servicios para el
merado final de consumo; en virtud del cual una empresa decide no realizar directamente a
través de sus medios materiales y personales ciertas formas o actividades precisas para
alcanzar el bien final de consumo, optando en su lugar por desplazarlas a otras empresas o
personas individuales con quienes establece acuerdos de cooperación de muy diverso tipo.
Con ello se lleva a cabo una segmentación del proceso productivo, en la generalidad de las
ocasiones a través de una desintegración vertical del ciclo de producción, por el que las
empresas transfieren al exterior actividades hasta entonces asumidas internamente90.
B. Caracteres
92
Valdés Dal-Ré, Fernando. Descentralización productiva y desorganización del derecho del trabajo, DT.
Abril/2002, pág. 682-697.
económicamente dependientes, y que es la encargada de darle cohesión al conjunto.
También es frecuente que cada una de las partes de un producto sean
producidas por distintas empresas, en diferentes países, todas bajo la coordinación de otra,
que paradójicamente está radicada en un tercer país, que es la encargada de darle cohesión
al conjunto. Este fenómeno se conoce con el nombre de dislocación territorial y crea serios
inconvenientes normativos a la hora de imputar responsabilidades.
Aún cuando pudiera considerarse una consecuencia de la
descentralización productiva, conviene destacar el fenómeno de la deslocalización de los
productos, que supone la decisión de trasladar la elaboración de un determinado producto a
una región que resulta económicamente más provechosa (mano de obra más barata,
beneficio tributario, menor costo de transporte, etc), para luego reimportarla en el país donde
primeramente se realizaba. Nos dice Lyon-Caen que será indispensable distinguir las
implantaciones nuevas en un país nuevo (cualquiera sea el motivo) y la deslocalización, en
sentido estricto, cuyo motivo es reimportar, en el país donde estaba hasta ahora el producto
fabricado antes, evidentemente a menos costo; dicho de otra manera, distinguir la nueva
inversión de la desinversión: el nuevo establecimiento del desestablecimiento. La de misma
manera que antes se hablaba de importación y exportación de mercaderías, se necesitará
una palabra para expresar ese doble movimiento incesante de importación y exportación de
la actividad, e indirectamente del empleo93.
Este fenómeno se apreció durante parte de la década del 90 entre
Argentina y Brasil, donde como consecuencia del grave problema de competitividad que tuvo
el primero de los países, provocó que empresas allí radicadas se trasladaran a Brasil, donde
producían el producto a bajo costo, para luego vender en la Argentina, con las ventajas
económicas que ello originaba.
C. Causas
D. Clasificación.
La clasificación del proceso de descentralización productiva, teniendo en
cuenta diversos factores podría dividirse en cuatro: A) Por la actividad descentralizada:
puede ser principal o secundaria. Es principal si se externalizan actividades que forman
parte del ciclo productivo de la empresa. Es secundaria si se contratan actividades que
aunque necesarias, son simplemente accesorias o coadyuvantes, y por ende, perfectamente
escindible de la actividad normal y específica propia del establecimiento; B) Por la finalidad
del empresario frente al régimen jurídico laboral: se clasifican en reales o fraudulentas. Las
reales importan verdaderos procesos de descentralización empresaria fundados en razones
de especialización o simple conveniencia, pero que se realizan con la transparencia
necesaria para enfrentar eventualmente las obligaciones que el ordenamiento jurídico laboral
pudiera imponerle al principal. Las fraudulentas o patológicas están pensadas con el único
propósito de eludir la norma laboral y eximirse de cualquier responsabilidad por las
obligaciones emergentes del contrato de trabajo y del sistema de seguridad social, con
relación a los trabajadores de la empresa auxiliar; C) Por la estructura: la descentralización
productiva puede ser horizontal o vertical. Es vertical cuando se externalizan actividades
principales o secundarias, pero la empresa comienza y termina el proceso productivo. En
cambio es horizontal cuando la empresa fragmenta o segmentiza dicho proceso, realizando
sólo una parte del mismo y derivando a otras empresas las etapas sucesivas hasta su
finalización; D) Por la relación existente entre las empresas: La descentralización será
vertical, si la empresa principal, externaliza distintas partes de su actividad o del proceso
productivo en empresas filiales, que se encuentran bajo la dirección y el control de la
primera, que es la encargada de darle cohesión a la red empresaria. En cambio, en la
descentralización horizontal sólo se establecen relaciones de cooperación entre las
empresas, y la tercerización se realiza hacia empresas que mantienen una posición de
relativa igualdad con la contratante, sin que ésta ejerza ni una influencia dominante ni un
poder hegemónico sobre la contratista.
105
Conf. Dieste, Juan Francisco. Responsabilidad laboral derivada de las distintas formas de tercerización del
trabajo, en Cuarenta y dos estudios sobre la descentralización empresarial y el derecho del trabajo, Fundación
de Cultura Universitaria, 1° Edición, agosto de 23000, Montevideo, Uruguay, págs. 317-331.
desconocidos en los planteos sobre flexibilidad de los años 80. La flexibilidad que en
definitiva reconoce el derecho del trabajo tiene como finalidad la de aligerar sus aspectos
más rígidos- Este proceso nos conduce a una era de la “postflexibilidad”, porque la empresa
al externalizar el proceso productivo, en definitiva excluye al trabajador externo de la tutela
del contrato de trabajo típico reservado para los trabajadores internos. A la empresa ya no le
interesa “flexibilizar” la relación por el simple hecho que a través de la externalización, ha
logrado “bypassear” (valga el anglicismo) al propio derecho del trabajo. Es cierto que el
trabajador, como dependiente de la empresa externa, podrá recibir de ésta las tutelas del
ordenamiento jurídico, pero no es menos cierto que la descentralización (el autor hace
referencia al outsourcing entendido como sinónimo de externalizacón) revela la existencia de
vínculos laborales más “débiles”: trabajadores independientes, trabajadores temporales de
empresas externas, asalariados dependientes de subcontratistas sin capitales, hasta
alcanzar las amplias franjas de informalidad y el trabajo en negro. En efecto, el outsourcing
puede en algunas de sus expresiones volverse el nexo entre la informalidad y la economía
formal106.
La huida del Derecho del Trabajo es total, cuando se recurre a la
contratación de trabajadores autónomos. Es que las empresas, en un primer momento
comenzaron a tercerizar sus actividades periféricas en otras empresas, o bien en
trabajadores autónomos, para luego externalizar actividades de su propio giro comercial. Los
trabajadores autónomos le resultan a la empresa sumamente provechosos, ya que son ellos
los que deben afrontar todas las responsabilidades empresarias, al tener que soportar los
compromisos tributarios y las contribuciones al sistema de seguridad social que la normativa
legal le imponen. Esto ha generado un aumento del trabajo autónomo, del trabajo
parasubordinado y del teletrabajo.
106
Conf. Raso Delgue, Juan. Outsourcing, en Cuarenta y dos estudios sobre la descentralización empresarial y
el derecho del trabajo, Fundación de Cultura Universitaria, 1° Edición, agosto de 2000, Montevideo, Uruguay,
págs. 37-45.
produzca una transferencia del establecimiento por escisión, mediante la cual la empresa
principal desmembre una parte del proceso productivo.
Con esto no estamos diciendo que la interposición, la intermediación o
la contratación de trabajadores mediante agencias de servicios eventuales no formen parte
de este fenómeno, sino que han dejado de ser atractivos, pues en todos los casos el
contratante principal debe responder en forma solidaria.
En efecto, la interposición es una forma fraudulenta o patológica de
externalización de funciones, que es sancionada por el art. 14 de la L.C.T. con la nulidad,
imputándose la relación de dependencia de los trabajadores contratados a quien se
beneficia con el servicio, sin perjuicio de tener que responder tanto éste como el sujeto
interpuesto en forma solidaria por las obligaciones emergentes del contrato de trabajo y de la
Seguridad Social.
Algo similar sucede con la intermediación, donde si bien estamos frente
a una situación lícita, los efectos (con excepción de la nulidad) son similares al supuesto
anterior (imputación de relación de dependencia al principal y solidaridad).
Y la razón por la que se dejaron de usar en forma habitual estos dos
tipos de relaciones, es porque hoy se puede arribar al mismo resultado sin tener que
responder por las obligaciones laborales. Mientras antes se recurría a la interposición de
personas bajo la apariencia de un contrato de distribución, hoy se terceriza tal actividad
contratando con una genuina, real e independiente (jurídica, no siempre económicamente)
persona jurídica, que distribuirá sus productos, la que a su vez contratará trabajadores frente
a los cuales sólo ella deberá responder. En el primer caso, se le imputa la relación de
dependencia directamente a la contratante. En el segundo, ni siquiera responde en forma
solidaria por las obligaciones laborales y de la seguridad de los trabajadores contratados por
la distribuidora.
En cuanto a las empresas de servicios eventuales, lo cierto es que
desde que la ley 24.013 (Ley Nacional de Empleo) incorporó el art. 29 bis de la L.C.T.
estableciendo la responsabilidad solidaria entre la empresa de servicios eventuales y la
empresa usuaria, esta modalidad ha dejado de ser utilizada con la habitualidad con la que se
recurría a ella durante la vigencia del decreto 1455/85.
En lo que respecta al art. 30 de la L.C.T., el tipo de contrataciones
reguladas por el mismo concentra la mayor cantidad de los casos de descentralización
productiva. De ahí que el tema posea estrecha vinculación con la fórmula utilizada por la
norma laboral bajo comentario ya que se trata precisamente de la dispersión espacial de las
unidades productoras, tanto del sector industrial como especialmente del comercial o de
servicios, donde se observa un desplazamiento notable de unidades de explotación, que
desmembran el concepto de empresa tradicional, en cuyo seno se suponía que se
realizaban la mayoría y las más importantes de las operaciones valiéndose de personal
contratado por el titular de la empresa o del establecimiento. El traslado de esas operaciones
conduce naturalmente a la transferencia de mano de obra desde el centro hacia la periferia,
configurándose el panorama que se conoce como la “enjambrización” a la que se refiere
Weiss. Pues bien, estas transformaciones se operan jurídicamente mediante una infinidad
de formas, algunas de las cuales ni siquiera se emparentan con las tradicionales tenidas en
cuenta por el legislador al momento de elaborar la fórmula de la cesión, la contratación o la
subcontratacion, abarcadas sin embargo con una fórmula preventiva inteligentemente
incorporado bajo la expresión “cualquiera sea el acto que le origen”107.
Sin embargo, y pese a la expresión acuñada encontramos algunos
negocios jurídicos que producen la inversión de las posiciones empresariales, tornando
inaplicable el art. 30 de la L.C.T. Claro ejemplo de esta situación son los contratos de
franquicia, por el cual una parte a cambio del pago de un canon, cede a otra el derecho de
explotar una determinada marca. En este caso, siguiendo los lineamentos del artículo bajo
análisis, la empresa principal que contrata los servicios es la empresa comercial, que es la
que paga el canon, mientras la franquiciante es la empresa dominante, la que además de
recibir el precio por la explotación de la marca, le exige a la otra empresa el cumplimiento de
determinados recaudos referidos a la confección y comercialización de la marca cedida,
estableciendo muchas veces verdaderas relaciones de control.
En estos casos, de aplicarse las previsiones del art. 30 de la L.C.T., la
empresa auxiliar, que es la contratante, debería exigir el cumplimiento de los deberes de
control de la empresa principal, que es la contratista o comitente, y eventualmente aquella
debería responder solidariamente por las obligaciones laborales y de la Seguridad Social
relativas a los empleados de ésta. Es decir, llegaríamos al absurdo por el cual la empresa
débil tendría que responder por los trabajadores de la gran empresa, lo cual no resiste el
menor análisis.
En lo que se refiere al art. 31 de la L.C.T., ya vimos anteriormente que
mediante la subordinación y la relación se puede descentralizar la actividad, pero a la vez
concentrar el poder, por lo que este tipo de interrelación empresarial es sumamente
utilizada.
Por su parte, la filialización empresarial, al tratarse de un proceso de
descomposición de una empresa por escisión, resultan aplicables los arts. 225 a 228 de la
107
Rodriguez Mancini, Jorge, op. Cit en 52, págs. 158-159.
L.C.T., siendo tanto la transmitente como la adquirente solidariamente responsables
respecto de las obligaciones emergentes del contrato de trabajo existentes a la época de la
transmisión. Asimismo, pasarán al adquirente todas las obligaciones emergentes del
contrato de trabajo que se transmite, conservando el trabajador la antigüedad adquirida con
el transmitente y los derechos que de ella se deriven. Empero, tratándose de una
transferencia del establecimiento por escisión, lo que importa una suerte de
despatrimonialización en perjuicio de la adquirente, consideramos que el trabajador podrá
considerarse despedido en los términos del art. 226 de la L.C.T.
Demás está decir, que no existe incompatibilidad entre las empresas que
da cuenta el art. 31 de la L.C.T. y la filialización, sino que por el contrario, este proceso
puede conducir a la creación de sociedades subordinadas, o a un conjunto económico; lo
que dependerá del tipo de relación entablada entre las distintas empresas.
El problema que se plantea es si la empresa matriz debe responder por
las obligaciones laborales de los trabajadores transferidos, generadas con posterioridad a la
transmisión. En ese caso, habrá que indagar que tipo de relación existe entre ambas
empresas, pudiendo aplicarse el art. 31 de la L.C.T., o incluso el art. 30 de la misma, si se
produjo una segmentación de una parte de su actividad principal.
H. Conclusiones.
El proceso de descentralización productiva genera conflictos que
repercuten en el seno de nuestra disciplina, afectándola directamente.
Aún cuando se pretenda endilgarle plenamente los cambios en los
métodos productivos a los avances tecnológicos y al progreso en el campo de las
comunicaciones, debemos convenir que tanto la fragmentación de los procesos productivos
como el modo en que se llevan a cabo, se fundamenta en primer lugar, en el legítimo interés
que tiene el empresario en obtener mayores dividendos, lo cual se logra tercerizando
parcialmente su actividad108.
108
Señala Perugini en términos que compartimos que “Los tiempos actuales se caracterizan por una
aparentemente ilimitada evolución tecnológica, lo cual repercute en forma directa sobre el nivel de ocupación y
en la estructura de producción del llamado capitalismo post-fordiano, en el cual las empresas se plantean en
términos de organizaciones menos complejas, con trabajadores con un poder de decisión aparentemente
superior y con una marcada externalización de funciones, en la cual se exige más, se brinda menor protección
y el empleo nunca es estable Por otra parte, esa externalización de funciones supone el desarrollo de
relaciones estables de colaboración interempresarial y el surgimiento de empresas “dependientes”. Para ello el
recurso de la subcontratación y otras técnicas de la externalización del trabajo en uniones y redes de empresas
vinculadas constituyen fenómenos organizativos nuevos en expansión, todo lo cual plantea al derecho, y en
particular al Derecho del Trabajo, una necesidad de rápida adaptación.
Al mismo tiempo la economía se globaliza, y los empresarios “locales” quedan lidiando con los trabajadores
mientras el centro de gravedad se desplaza a ilusorios e inabordables centros de poder. Las empresas
comienzan a desaparecer como lugar o centro de imputación de relaciones jurídicas, o en realidad quedan
cáscaras en manos de gestores indefensos o ingenuos, y muchas veces vicarios, de capitales cuya
Esto en modo alguno importa desconocer estos fenómenos de
transformación de las estructuras económicas, especialmente en materia organizativa
empresarial, ni mucho menos despreciarlos o descalificarlos con una suerte de condena
ideológica o simplemente preconceptual; pues se trata de un acontecimiento mundial
generado por raíces de orden financiero pero también productivo, manifestado por la
transnacionalización de las inversiones y la implementación de sistemas que alteran la
relación entre el capital y el trabajo109. Pero tampoco debe desconocerse, que la
organización de la empresa es, en definitiva, una decisión de su titular, el que
eventualmente, deberá asumir la responsabilidad por la potestad otorgada.
La descentralización productiva produce devastadoras consecuencias
para los trabajadores, así como también pone en juego la continuación de nuestra disciplina.
En efecto, no sólo precariza el trabajo, incentiva la clandestinidad y permite eludir la
responsabilidad al que se beneficia con el trabajo, sino también fomenta la huida de
trabajadores desde el Derecho del Trabajo hacia el Derecho Civil.
Esto último forma parte de una idea mucho más amplia, que busca como
meta el retorno a la autonomía de la voluntad, mediante la desregulación normativa y
convencional, provocada (al menos la segunda) por el debilitamiento sindical.
La transformación socio económica verificada en los últimos decenios
pone de manifiesto la necesidad de una readaptación del ordenamiento jurídico, que permita
regular el propio funcionamiento social. En otras palabras, la regulación del trabajo prestado
por hombres debe ser re-pensado y acomodado a nuevos parámetros ideológicos en la
medida en que los elaborados para la sociedad industrial, han dejado de ser adecuados.
Esta autotransformación ideológica y jurídica se intentó por vía de la
aplicación de los paradigmas neoliberales, a través de la desregulación del mercado de
trabajo. Sin embargo, esta desregulación constituye un sofisma, en tanto no tiene como
consecuencia la desaparición de reglas, sino la sustitución de las reglas heterónomas, que
normalmente se imponían a la voluntad negocial, por las reglas impuestas unilateralmente
por una sola de las partes de la relación de trabajo. No hay pues desaparición de reglas,
nacionalidad, propiedad o pertenencia nadie conoce, tal vez ni los propios gestores, en un marco general
caracterizado por paraísos de producción ‘flexibilizados’, bajo la mirada permisiva de los Estados poderosos y
las organizaciones internacionales porque, se sabe, el concepto de propiedad fundamenta la orientación de los
cambios”. Perugini, Alejandro H. Trabajo subordinado y trabajo independiente. ¿Exige la realidad un replanteo
de los postulados del Derecho del Trabajo?, Libro de Ponencia del I° Congreso Trasandino de Derecho
Laboral y de la Seguridad Social, realizado por la Sociedad Argentina de Derecho Laboral en Mendoza los días
3, 4, 5 y 6 de abril de 2002, La Ley, 2002, págs. 219 y siguientes.
109
Rodriguez Mancini, Jorge, op. Cit. en 52, págs. 158-159.
sino sustitución de las reglas estatales o convenciones, por otras que vienen impuestas en
mérito a las asimetrías que se dan en el mundo del trabajo110.
Esto implica desandar el camino que tanto esfuerzo les costó transitar a
los trabajadores, para retornar a las “gloriosas” épocas de las constituciones decimonónicas
y del individualismo posesivo, donde bajo la proclamación de la igualdad entre las partes y
de la autonomía de la voluntad como axioma del contractualismo, se consagraron las más
flagrantes injusticias, y se justificó la explotación del hombre por el hombre.
110
Mantero Alvarez, Ricardo. Las empresas unipersonales prestadoras de servcios en la perspectiva de la
jurisprudencia laboral: un análisis crítico, en Cuarenta y dos estudios sobre descentralizacion empresaria y el
Derecho del Trabajo, Fundación de Cultura Universitaria, 1° Edición, agosto de 2000, Montevideo, Uruguay,
págs. 283-202.