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Christian Linares Valbuena.

Juan Tarquino.
Reseña: Libro Una breve historia de la igualdad capítulos 1,2, 6 y 7.
Estado y mercado.
Universidad Santo tomas.

Capítulo 1

Las ideas propuestas por el autor Thomas Piketty, en su libro una breve historia de la igualdad, en
el capítulo 1 titulado el camino hacia la igualdad: primeros hitos, incluye un análisis general
respecto al camino que ha transitado la sociedad moderna en su deseo de conseguir una mayor
igualdad, el autor señala de manera magistral como la lucha por la igualdad es un proceso social y
político frágil e incierto, que siempre se encuentra en constante desarrollo y cuestionamiento. El
autor analiza de forma correcta como la sociedad actual es mas igualitaria que hace décadas y
siglos con ejemplos como la mortalidad infantil dado que en el siglo XIX el 20% aproximadamente
de los recién nacidos en el mundo morían en su primer año de vida, frente a menos del 1% de
recién nacidos que mueren en la actualidad, otro factor que permite comprender los avances en
igualdad es la medida de años de escolarización, dado que ha pasado de apenas un año de
escolaridad hace dos siglos, a más de ocho en la actualidad , y más de doce en los países
desarrollados.

En esta misma línea argumentativa Piketty no desconoce que si bien este enorme avance a través
de la historia respecto a la igualdad es bueno, no ha hecho más que desplazar las desigualdades
hacia delante, dado que la diferencia en el acceso a la educación básica y a la sanidad sigue siendo
muy elevada entre el Norte y el Sur, o entre los países desarrollados y en vía de desarrollo. De
acuerdo con lo anterior se puede considerar que la igualdad avanza en escalones sucesivos debido
a que un mayor acceso a determinados derechos y bienes fundamentales para toda la población
genera el surgimiento de nuevas desigualdades a un nivel superior que requieren nuevas
respuestas.

Es así como el autor llega a uno de los primeros postulados en el cual expresa que combatir la
desigualdad es un proceso continuo y siempre inacabado. Y en esta línea es donde plantea la
necesidad de tener herramientas efectivas para medir la desigualdad, para así mismo poder
combatirla de manera efectiva, por este motivo se realiza un análisis de la renta media, dado que
ha pasado de menos de 100 euros al mes por habitante en el siglo XVIII, a 1.000 euros al mes por
habitante a principios del siglo XXI, según las fuentes disponibles, pareciera que este aumento en
renta media es indicador de la reducción de la desigualdad pero contrario a esto la evolución del
poder adquisitivo en el siglo XVIII y durante la mayor parte del siglo XIX fue insignificante.

En términos absolutos es importante mencionar que, aunque la renta media haya aumentado
considerablemente y pueda asumirse como una evolución positiva, que además es inseparable de
los progresos en materia de nutrición y esperanza de vida. Sin embargo, es necesario aclarar varios
puntos, como alejarse de las medias, los agregados y así prestar atención a la distribución real de la
riqueza entre clases sociales tanto dentro de los países como a escala mundial. Dentro de cada
país, pobre o rico, las desigualdades siguen siendo considerables, por ejemplo, las desigualdades
entre países se han reducido desde el período colonial, pero siguen siendo extremadamente altas,
lo que refleja en parte la existencia de una organización del sistema económico mundial todavía
muy jerarquizada y desigualitaria.

Otro factor que afecta la desigualdad es la población o crecimiento demográfico dado que en su
comportamiento se puede observar que se ha multiplicado por más de diez desde el siglo XVIII
pasando de unos 600 millones de habitantes a más de 7.500 millones entre 1700 y 2020. El
espectacular aumento de la población mundial refleja, sin duda, una mejora real de las condiciones
de vida de los individuos, en particular gracias a los avances de la agricultura y la alimentación, que
han permitido superar los ciclos de superpoblación y hambruna. Pero debido a esto se llega a una
segunda idea principal y es que el crecimiento exponencial de la población es insostenible a largo
plazo para el planeta.

En este mismo sentido y por las razones anteriormente expuestas el autor deja claro que es
preferible adoptar un enfoque multidimensional para el análisis de la desigualdad, de modo que se
puedan medir los cambios en el acceso a bienes concretos como la educación, la salud, la
alimentación, la ropa, la vivienda, el transporte y la cultura. Como punto de partida, en el caso de
los indicadores macroeconómicos, es preferible utilizar el concepto de renta nacional en vez de
producto interior bruto (PIB). Dado que la renta nacional es igual al producto interior bruto (la
suma de los bienes y servicios producidos en un país durante un año), menos la depreciación del
capital (el desgaste de los equipos, la maquinaria y los edificios utilizados en la producción,
incluyendo en principio el capital natural).

La importancia de elegir el indicador correctamente es indispensable dado que de no hacerlo una


misma operación económica puede dar lugar a un PIB positivo o a una renta nacional negativa
cambiando así radicalmente la evaluación colectiva de una determinada decisión de inversión a
escala de país o de empresa, la renta nacional incorporando el consumo de capital natural y su
correspondiente coste social y en la desigualdad de su distribución antes que en el PIB y en los
valores promedio. Así mismo se deja claro que la contabilidad monetaria unidimensional no
permite captar correctamente los daños causados ni los desafíos en juego, dado que no todo se
puede compensarse con dinero.

Un punto que Piketty aborda de manera novedosa es que la distribución desigualitaria de las
emisiones de carbono tanto desde la perspectiva de quienes emiten como de quienes sufrirán las
consecuencias los compromisos adquiridos por cada país se considera una desigual ambiental lo
que obliga a fijar objetivos de emisiones de carbono o de biodiversidad, por un lado, y al mismo
tiempo, objetivos de reducción de las desigualdades de renta y de distribución de las cargas
fiscales y de las contribuciones sociales.

Capítulo 2

En el segundo capítulo titulado “La lenta desconcentración del poder y de la propiedad”, Piketty
resalta que tanto la propiedad como los ingresos son relaciones sociales que adquieren significado
en un contexto social específico, influenciadas por normas y relaciones de poder entre grupos
sociales.
El autor examina cómo se ha concentrado la propiedad en Francia desde finales del siglo XVIII
hasta el siglo XX. Utilizando datos comparativos, Piketty muestra que, a pesar de la Revolución
Francesa, el 1% más rico apenas vio reducida su participación en la propiedad, manteniéndose a
niveles considerables durante gran parte del siglo XIX y principios del siglo XX. Para 1910, este
grupo poseía alrededor del 55% de las propiedades en Francia, alcanzando niveles aún más altos
en París.

Sin embargo, a partir del siglo XX se observa un cambio significativo con una marcada disminución
de esta concentración de riqueza. La participación del 1% más rico en las propiedades disminuyó
drásticamente en Francia, pasando aproximadamente del 55% en 1914 a menos del 20% a
principios de los años ochenta. Sin embargo, desde entonces, se ha observado un aumento
gradual, alcanzando aproximadamente el 25% en 2020. Este análisis revela una tendencia
interesante: durante gran parte de la historia moderna de Francia, ha habido una alta
concentración de la propiedad en manos de una pequeña élite. Sin embargo, ha habido un período
de desconcentración significativa, aunque seguido de una ligera reversión en la tendencia hacia un
aumento en la concentración de la propiedad.

Este capítulo brinda un punto clave para comprender la dinámica histórica de la propiedad y la
distribución de la riqueza. Muestra cómo estos aspectos han fluctuado a lo largo del tiempo en un
contexto específico. Además, presenta elementos relevantes para analizar las relaciones de poder
y los equilibrios sociales en relación con la posesión de propiedades en la sociedad francesa. nos
sumerge en un detallado y revelador análisis sobre cómo evolucionó la desigualdad económica y
social durante un periodo crítico de nuestra historia contemporánea. Piketty comienza este
capítulo situando la Primera Guerra Mundial como un punto clave que marcó cambios
significativos en la distribución de la riqueza y los ingresos. Durante este conflicto global, se
produjo una transformación notable en las estructuras económicas y sociales. La movilización
masiva de recursos y los impuestos progresivos impuestos para financiar la guerra contribuyeron a
una disminución temporal de las desigualdades.

Resulta fascinante observar cómo eventos excepcionales pueden alterar significativamente el


reparto de la riqueza, algo que Piketty ilustra brillantemente con este periodo. Sin embargo, el
autor contrasta esta etapa con la crisis posterior, conocida como la Gran Depresión. Durante este
devastador período económico, caracterizado por altas tasas de desempleo y crisis financieras, las
diferencias socioeconómicas preexistentes se agudizaron aún más. Las clases menos privilegiadas
sufrieron desproporcionadamente, evidenciando cómo las crisis económicas pueden acentuar las
brechas sociales e incrementar aún más las desigualdades. El análisis también profundiza en las
políticas implementadas después de la guerra, una etapa crucial para comprender cómo se redujo
dicha desigualdad. Después de la Segunda Guerra Mundial, se implementaron reformas
progresistas en varios países occidentales. Se establecieron políticas de seguridad social, se
expandió la educación pública y se aplicaron impuestos progresivos sobre los ingresos y la riqueza,
todo con el objetivo de reducir la desigualdad económica y social. Estas políticas marcaron un
cambio significativo en comparación con el período anterior a la guerra y la crisis de los años 30,
demostrando cómo las decisiones políticas pueden influir en la distribución de la riqueza y los
ingresos. Piketty destaca el período entre 1914 y 1945 como una “gran ruptura” en la historia de la
desigualdad.

Durante este tiempo, hubo una disminución considerable en las disparidades económicas y
sociales, principalmente debido a circunstancias extraordinarias y políticas redistributivas. El autor
resalta lo importante que es comprender cómo eventos inusuales pueden desempeñar un papel
crucial en dar forma a la desigualdad, lo cual pone de relieve lo complejo que ha sido este
fenómeno a lo largo de la historia económica moderna. En resumen, el segundo capítulo del libro
“Una breve historia de igualdad” escrito por Thomas Piketty ofrece una visión profunda y matizada
sobre cómo eventos cruciales como las guerras mundiales y las crisis económicas han moldeado la
distribución de riqueza e ingresos en el siglo XX. Piketty resalta la importancia de eventos
excepcionales y políticas de redistribución en el desarrollo de la desigualdad, brindando una visión
esclarecedora sobre la complejidad y la interrelación de estos sucesos en la historia económica
contemporánea.

Capítulo 6

En el capítulo 6 de “Una breve historia de la igualdad” escrito por Thomas Piketty y titulado “La
'gran redistribución' (1914-1980)", se describe un período en el mundo occidental en el que las
desigualdades de ingresos y riqueza disminuyeron significativamente. Piketty explora cómo ocurrió
esta importante redistribución, centrándose en los países occidentales y examinando los
principales factores que contribuyeron a este cambio.

El autor identifica tres factores principales que impulsaron esta gran redistribución de la riqueza.
En primer lugar, destaca la aparición y consolidación a largo plazo del Estado de bienestar, que fue
impulsado en gran medida por movimientos sociales, la movilización socialista y sindical, y
acelerado por las dos guerras mundiales y la crisis económica de 1929. Este cambio transformó las
relaciones entre el trabajo y el capital.

En segundo lugar, se destaca el desarrollo de un sistema fiscal progresivo sobre los ingresos y
herencias, lo cual redujo significativamente la concentración de riqueza y poder económico en los
estratos más altos de la sociedad. Estas políticas fiscales también fomentaron la movilidad social y
el bienestar colectivo. El tercer factor clave fue la liquidación de activos extranjeros y coloniales, así
como las obligaciones públicas, lo cual contribuyó a desacralizar la propiedad privada y a reducir
las desigualdades. Las rivalidades entre las potencias europeas y el régimen colonial jugaron un
papel crucial en el movimiento que condujo al colapso de las sociedades basadas en la propiedad
en ese momento.

Piketty examina cómo, entre 1914 y 1980, el peso del Estado fiscal y social experimentó un
crecimiento sin precedentes en los países occidentales. Los ingresos fiscales pasaron de
representar menos del 10% de la renta nacional en Europa y Estados Unidos a oscilar entre el 40%
y el 50% en países como Reino Unido, Alemania, Francia y Suecia. El principal objetivo de este
aumento del Estado fiscal fue desarrollar programas educativos, de salud, protección social,
pensiones y otras transferencias que no solo ayudaron a reducir la desigualdad sino también
impulsaron el crecimiento económico.

Piketty destaca la importancia fundamental del gasto en educación durante este periodo. El
aumento del presupuesto destinado a educación permitió alcanzar una casi universalización de la
educación secundaria y superior, lo cual fomentó la igualdad y el desarrollo. Este cambio fue
esencial para mejorar la competitividad de los países durante la segunda Revolución Industrial y
cerrar la brecha de productividad entre Estados Unidos, Alemania y Francia.
Además, el autor resalta que esta segunda expansión significativa del Estado fiscal se diferenció de
la primera debido a su mayor enfoque hacia el gasto social dirigido a beneficiar a las clases
populares y medias. Esta ampliación del gobierno fue consecuencia directa del sufragio universal y
la democracia representativa, lo que permitió un mayor control de la sociedad sobre las políticas
estatales. En resumen, el capítulo examina el período de “gran redistribución” entre 1914 y 1980
en el mundo occidental, resaltando cómo la aparición del Estado del bienestar, la imposición
progresiva y el gasto en programas sociales contribuyeron a una notable disminución de las
desigualdades y fomentaron el desarrollo económico y social en esta época.

Capítulo 7

Por último, analizamos el capítulo 7 titulado democracia, socialismo y fiscalidad progresiva donde
el autor plantea un análisis interesante sobre la importancia de reconstruir de la narrativa de los
procesos redistributivos y mostrar que el estado social y la fiscalidad progresiva constituyen una
transformación sistémica del capitalismo en pro de disminuir la desigualdad. Esta idea se basa en la
gran redistribución de 1914-1980. Gracias este proceso se determinó que el estado social y la
fiscalidad progresiva son herramientas poderosas para transformar el capitalismo, pero debe existir
una apropiación colectiva de este proceso.

En esta misma línea de planteamientos Piketty aborda los límites de la igualdad y el concepto de
hiperconcentración de la propiedad, dado que el 5% de la población mundial tienen una riqueza
media más de 500 veces superior al 95% del resto de la población.

Resulta sorprendente cómo Estados Unidos y Europa han invertido sus posiciones relativas en
términos de desigualdad a lo largo del siglo XX. En Europa se desarrolló un Estado social más
amplio y ambicioso, lo que llevó a una mayor reducción de la desigualdad que en Estados Unidos.
La clase media patrimonial de Estados Unidos, que estaba casi al mismo nivel que su homóloga
europea ha visto cómo su participación en la riqueza total del país se ha reducido en más de una
cuarta parte entre 1985 y 2020. En Europa, el aumento de la desigualdad de riqueza ha sido menos
marcado, pero también se ha producido un debilitamiento gradual social. Ningún país, ningún
continente está en condiciones de presumir o dar lecciones, en casi todas partes, la desregulación
económica y financiera en curso desde la década de 1980 ha favorecido a las mayores carteras
financieras y apenas ha beneficiado a los más pobres, que a menudo se han visto abocados al
sobreendeudamiento.

Una vez más, todos los datos disponibles sugieren que esta evolución se explica por una serie de
retrocesos políticos en las esferas social, fiscal, educativa y financiera, el debilitamiento de la
fiscalidad progresiva. En Europa, el Estado social y fiscal ha tenido más éxito a la hora de contener
el aumento de la desigualdad. Una vez más, esto no debe ocultar el hecho de que la desigualdad
sigue siendo muy alta en términos absolutos. Las sociedades europeas nunca han dejado de ser
sociedades muy jerarquizadas. Los avances logrados deben servir para alimentar nuevos progresos,
no para alimentar la autocomplacencia que con demasiada frecuencia sirve de excusa para tantas
hipocresías y renuncias.

Un aporte que reiterativamente realiza Piketty es la necesidad de profundizar y generalizar las


instituciones que han promovido la igualdad, el progreso humano y la prosperidad durante el siglo
xx, empezando por el Estado social y la fiscalidad progresiva, que fue mediante las luchas sociales y
políticas que se consiguieron estos cambios institucionales.

Desde una manera reflexiva el autor analiza el papel de la fiscalización progresiva dado que el
autor sugiere que en primer lugar, todo depende obviamente del grado de progresividad fiscal. La
experiencia del siglo XX ha demostrado que es posible aplicar con éxito tipos cuasiconfiscatorios en
la parte superior de la distribución de la riqueza, si bien esa lección histórica fundamental sigue
siendo poco conocida. En segundo lugar, la cuestión de la fiscalidad progresiva debe considerarse
de forma consustancial al Estado social. La construcción del Estado social, que, como hemos visto,
ha dado lugar a un fuerte movimiento de socialización de la riqueza durante el siglo XX.

La fiscalidad progresiva tal y como ha funcionado en la práctica durante el siglo XX no sólo ha


permitido distribuir de forma más equitativa los gravámenes exigidos a los distintos tipos de renta
y de riqueza, sino también limitar de forma significativa las desigualdades antes de impuestos. El
papel en términos de predistribución y no sólo de redistribución ha sido absolutamente central y
muestra hasta qué punto la fiscalidad progresiva es también una forma de intervención en el
corazón mismo del proceso de producción, en conjunción, por supuesto, con otras instituciones,
como los derechos sindicales o la presencia de trabajadores en los consejos de administración.

Por último, es necesario tener en cuenta las limitaciones de lo que el Estado social y la fiscalidad
progresiva han conseguido en cuanto a reducción de las desigualdades de renta y, sobre todo, de
riqueza, y se precisa encontrar la manera de superarlas. La vuelta a una mayor progresividad fiscal
permitiría reducir de nuevo la brecha salarial. Dicha acción tendría que estar acompañada de
muchas otras herramientas, en particular en lo que respecta a la igualdad de acceso a la formación
y al poder de negociación de los trabajadores y sus representantes.

Por otra parte, es imprescindible generalizar la renta mínima a las personas con salarios y rentas de
trabajo más bajas, a través de un sistema de ingreso automático en las nóminas y cuentas
bancarias, sin que nadie tenga que solicitarlo, en conexión con el sistema fiscal progresivo. Una
herramienta más ambiciosa que podría aplicarse como complemento a la renta mínima es el
sistema de garantía de empleo propuesto recientemente en el contexto de los debates sobre el
Green New Deal. La idea es ofrecer a todas las personas que lo deseen un trabajo a tiempo
completo con un salario mínimo fijado en un nivel digno, esta dotación de capital podría
financiarse mediante una combinación de impuestos progresivos sobre el patrimonio y las
sucesiones.

El primer objetivo de una herencia universal de este tipo es aumentar el poder de negociación de
quienes no poseen prácticamente nada aproximadamente la mitad de la población. Si no tienes
nada, o peor aún, si sólo tienes deudas, estás obligado a aceptar cualquier salario y cualesquiera
condiciones de trabajo, o casi. La renta y el salario mínimos garantizado son herramientas valiosas
para transformar dicha situación y reequilibrar las relaciones de poder, aunque desgraciadamente
no sean suficientes. La redistribución de la propiedad no basta por sí misma para superar el
capitalismo naturaleza. La redistribución de la propiedad va acompañada de escalas impositivas
muy progresivas que impiden a las personas acumular o contaminar sin límite y que pueden
endurecerse, si es necesario.
En esta misma línea Piketty señala que es necesario subrayar que la pequeña y mediana propiedad
a la que se refiere el sistema de herencia universal debería concebirse más como una propiedad
social y temporal que como una propiedad estrictamente privada, en el sentido de que se
desarrollaría en un marco jurídico basado en el reparto de poder entre los diferentes usuarios del
capital y en un marco fiscal que limitaría drásticamente las posibilidades de acumulación y
perpetuación.

Video entrevista Jorge Iván Gonzales:

Ideas principales que se pueden obtener del video de la entrevista con el director de planeación
nacional Jorge Iván Gonzales es que en Colombia falta una mirada de largo plazo en planeación
económica, y esto se puede evidenciar debido a que el 36 % de personas en condiciones de
pobreza Colombia no se ha pensado en planeación de largo plazo.

Ahora realizar una planeación a largo plazo para combatir la desigualdad es una tarea difícil dado a
que se deben poner de acuerdo gobernadores y alcaldes sobre las regalías. Para realizar esta labor
el departamento de planeación exige a todas las entidades un informe de concentración Gini en
factores como hogares, la riqueza de los patrimonios, medida de concentración de la tierra,
medida de distribución de las acciones y la distribución del mercado inmobiliario.

Un factor que explica la gran desigualdad en la sociedad colombiana es la baja inversión en


educación infantil que existe respecto a países desarrollados, hay que tener en cuenta que la
política contributiva es baja en Colombia con cerca del 20%, lo que impide una mala y baja
movilidad social en el país. El director de planeación llega a una conclusión importante de las
condiciones actuales de la económica Colombia mencionando que la inversión no puede ser
menor que la deuda.

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