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1.12 La Globalización y la desigualdad

Centro de enseñanza técnico industrial


Ingeniería en mecatrónica

Guadalajara, Jalisco, México.


Agosto de 2022

Globalización y desigualdad
Antes de comenzar a hablar sobre la desigualdad que genera la globalización,

hablemos un poco de lo que significa globalización y los tipos de globalización que

existen.

¿Qué es la globalización?
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La globalización es un fenómeno basado en el aumento continuo de la

interconexión entre las diferentes naciones del mundo en el plano económico, político,

social, cultural y tecnológico.

Hay varios tipos de globalización y se puede distinguir entre cuatro principales:

globalización económica, cultural, social y política, y tecnológica

Globalización económica

La globalización económica consiste en el libre comercio, es decir, eliminar

aranceles y barreras para que el capital pueda circular libremente y se cree así un

mercado mundial. Los efectos de la globalización económica son el resultado de la

creciente interdependencia de las economías nacionales.

La globalización económica es un proceso histórico, el resultado de la innovación

humana y el progreso tecnológico. Se refiere a la creciente integración de las

economías de todo el mundo, especialmente a través del comercio y los flujos

financieros. En algunos casos este término hace alusión al desplazamiento de mano de

obra humana y la transferencia de conocimientos a través de las fronteras

internacionales.

Globalización cultural

La globalización cultural hace referencia a la unificación de prácticas. Esto quiere

decir, compartir valores, tradiciones e iconos. En el sentido más restrictivo del

concepto, se podría hablar solo de música, cine, literatura y arte. Sin embargo, puede

extenderse más allá, y es que aquí también entra el consumo de los mismos medios de

comunicación en diferentes países e incluso el acceso a las mismas marcas

comerciales.
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Hay que destacar aquí el papel del idioma inglés como hilo conductor, que actúa

como lengua franca.

Globalización social y política

La globalización también se extiende al área social y política. Desde el punto de

vista social, la premisa es que todo el mundo es igual y debe ser tratado de la misma

manera, de forma independiente a su condición social, su lugar de nacimiento o sus

creencias. No obstante, a pesar de esta idea, siguen existiendo países en una clara

desventaja.

Desde el punto de vista político, consiste en que los países se unan para hacer

frente a problemas que se aplican al conjunto de la sociedad y no solo a una parte.

Aquí tienen un papel clave comunidades como la Unión Europea.

Globalización tecnológica

La tecno-globalización o globalización tecnológica es la que permite en gran

parte que existan los anteriores. Se trata de normalizar el acceso a los medios

tecnológicos, siendo internet su máximo exponente. Estas circunstancias están

cambiando el mundo de una manera solo equiparable a la forma en que lo hizo la

Revolución Industrial.

La tecnología permite que el conocimiento y la información traspasen las

fronteras a una velocidad que antes nunca se hubiera imaginado. De esta forma se

cambia la manera en la que las personas ven su entorno, y los países interaccionan

constantemente. La tecnología ha creado una sociedad en la que los Estados ya no

son tan independientes: están constantemente relacionados y conviven en muchos

aspectos.
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¿Amenaza u oportunidad?

La globalización es un proceso económico, social y cultural que se refiere a la

intensificación de las relaciones sociales que unen a países distantes, promoviendo la

rápida divulgación de eventos locales al alcance de todo el mundo. Sin embargo,

muchos autores y organizaciones aún son críticos de este proceso. Las desigualdades

instaladas de forma casi irreversible en los países en desarrollo nos hacen reflexionar

sobre hasta qué punto son aceptables las discrepancias económicas, políticas y

culturales entre seres humanos, a la luz de los aspectos éticos y morales.

Algunos consideran que la globalización es un proceso beneficioso, una clave

para el desarrollo económico futuro en el mundo, a la vez que es un proceso inevitable

e irreversible. En cambio, otros la ven con hostilidad, incluso temor, debido a que

consideran que suscita una mayor desigualdad dentro de cada país y entre los distintos

países, amenaza el empleo y las condiciones de vida y obstaculiza el progreso social.

En los años setenta y ochenta, muchos países de América Latina y África, a diferencia

de los de Asia, aplicaron políticas orientadas hacia el sector interno y su economía se

estancó o deterioró, la pobreza se agravó y la alta inflación pasó a ser la norma. En

muchos casos, sobre todo en África, los problemas se vieron agravados por factores

externos adversos. No obstante, al modificarse las políticas en estas regiones, el

ingreso comenzó a aumentar. Actualmente se está produciendo una importante

transformación. Alentar esta transformación es la mejor oportunidad de fomentar el

crecimiento económico, el desarrollo y la lucha contra la pobreza.

Las crisis desencadenadas en los mercados emergentes en los años noventa

han mostrado a las claras que las oportunidades que ofrece la globalización tienen
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como contrapartida el riesgo de la volatilidad de los flujos de capital y el riesgo de

deterioro de la situación social, económica y ambiental como consecuencia de la

pobreza. Para todas las partes interesadas en los países en desarrollo o los países

avanzados y, por supuesto, para los inversionistas, esta no es una razón para dar

marcha atrás sino para respaldar reformas que fortalezcan las economías y el sistema

financiero mundial de modo de lograr un crecimiento más rápido y garantizar la

reducción de la pobreza.

La globalización económica no es un fenómeno reciente. Algunos analistas

sostienen que la economía mundial estaba tan globalizada hace 100 años como hoy.

Sin embargo, nunca antes el comercio y los servicios financieros han estado tan

desarrollados e integrados. El aspecto más sorprendente de este proceso es la

integración de los mercados financieros, que ha sido posible gracias a las

comunicaciones electrónicas modernas.

En el siglo XX hubo un crecimiento económico sin precedente, que casi

quintuplicó el PIB mundial per cápita. Sin embargo, este crecimiento no fue regular, ya

que la mayor expansión se concentró en la segunda mitad del siglo, período de rápida

expansión del comercio exterior acompañada de un proceso de liberalización comercial

y, en general un poco más tarde, de la liberalización de las corrientes financieras. En el

siguiente gráfico se divide el siglo en cuatro períodos.


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En el período entre las dos guerras mundiales, el mundo le dio la espalda a la

internacionalización, o la globalización como se la llama actualmente, y los países

cerraron su economía y adoptaron medidas proteccionistas y un control generalizado

de los capitales. Este fue el principal factor determinante de los devastadores

resultados de ese período: el crecimiento del ingreso per cápita se redujo a menos del

1% entre 1913 y 1950. Durante el resto del siglo, aunque la población creció a un ritmo

extraordinario, el aumento del ingreso per cápita superó el 2%, principalmente durante

la fase de expansión de que disfrutaron los países industriales después de la guerra.

El siglo XX estuvo marcado por un notable crecimiento del nivel medio de

ingresos, pero los datos muestran a las claras que este crecimiento no estuvo repartido

de manera igualitaria. La brecha entre los países ricos y los países pobres, y entre los

sectores ricos y los sectores pobres dentro de cada país, se amplió. Para la cuarta

parte de la población mundial más rica el PIB per cápita casi se sextuplicó durante el

siglo, en tanto que para la cuarta parte más pobre no llegó a triplicarse.
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Sin duda, la desigualdad de ingresos se ha agravado. Sin embargo, cabe

señalar que el PIB per cápita no explica totalmente la situación.

Desigualdad y pobreza debido a la globalización económica

En el siglo XX, el ingreso medio mundial per cápita registró un fuerte aumento,

pero con considerables variaciones entre los países. Se observa claramente que la

brecha de ingresos entre los países ricos y los países pobres se ha ampliado a lo largo

de varias décadas. En la última edición de Perspectivas de la economía mundial se

analizan 42 países (que representan casi el 90% de la población mundial) sobre los

que se dispone de datos para la totalidad del siglo XX. La conclusión a la que se llega

es que el producto per cápita creció apreciablemente, pero la distribución del ingreso

entre los países muestra hoy una mayor desigualdad que a comienzos del siglo.

Sin embargo, el ingreso no lo explica todo; una medición más amplia del

bienestar que tiene en cuenta las condiciones sociales muestra que los países más

pobres han logrado considerables avances. Por ejemplo, en algunos países de bajo
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ingreso, como Sri Lanka, los indicadores sociales son extraordinarios. En un estudio

reciente se llega a la conclusión de que, si se comparan los países utilizando los

indicadores del desarrollo humano (IDH) elaborados por las Naciones Unidas, que

tienen en cuenta la educación y la esperanza de vida, el panorama es muy diferente del

que muestran los datos referidos solamente al ingreso.

En realidad, es posible que la brecha se haya reducido. De este estudio se

infiere sorprendentemente que existe un contraste entre lo que podría denominarse la

"brecha de ingresos" y la "brecha entre los indicadores del desarrollo humano".

Actualmente, el nivel de ingresos (ajustados por la inflación) de los países pobres es

aún mucho más bajo que el de los grandes países en 1870, y además la brecha de

ingresos se ha ampliado. No obstante, a juzgar por los indicadores del desarrollo

humano, la situación de los países pobres es hoy mucho mejor que la que existía en

1870 en los grandes países. Esto se debe en gran medida a que los avances médicos

y el mejoramiento de las condiciones de vida han aumentado considerablemente la

esperanza de vida.

Sin embargo, aunque la brecha entre los indicadores del desarrollo humano se

ha reducido a largo plazo, son demasiadas las personas que están quedando a la

zaga. La esperanza de vida puede haber aumentado, pero para muchos la calidad de

vida no mejoró, y muchos aún se encuentran sumidos en la indigencia.

Nuevamente es urgente aplicar políticas orientadas específicamente a combatir

la pobreza. En los países que registren un crecimiento satisfactorio y apliquen políticas

correctas cabe esperar una reducción sostenida de la pobreza, dado que los datos

recientes corroboran que existe por lo menos una correspondencia de uno a uno entre
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el crecimiento y la reducción de la pobreza. Además, si se aplican políticas orientadas

firmemente a combatir la pobreza, por ejemplo, mediante gastos sociales

adecuadamente focalizados, es mucho más probable que el crecimiento se traduzca en

una reducción mucho más rápida de la pobreza. Esta es una razón contundente para

que todos los responsables de la política económica, incluido el FMI, tengan en cuenta

de manera más explícita el objetivo de reducir la pobreza.

El sistema globalizado que, de hoy en día, definido por la doctrina económica

neoliberal, está provocando un aumento progresivo y exponencial de la desigualdad

social, política y económica de individuos y regiones, discriminando el poder de

capacitación y decisión de la mayoría de la población mundial.

El sistema capitalista tiene como objetivo primordial la maximización de beneficios y

pospone indefinidamente, la satisfacción de necesidades de la sociedad en su

conjunto, provocando consecuencias devastadoras para la mayoría de la población.

Coeficiente Gini

Para poder citar los siginetes artículos será necesario saber que es el coeficiente

Gini, este es el método más utilizado para medir la desigualdad salarial. Es una

herramienta analítica que suele emplearse para medir la concentración de ingresos

entre los habitantes de una región, en un periodo de tiempo determinado. Se utiliza en

campos diversos como el de la economía, la salud, la ingeniería o la política.

Según el artículo »La globalización y el elefante de Milanovic» de Michael Roberts, 16

de Setiembre 2016, «la desigualdad global ha aumentado desde principios de la

década de 1980, cuando la «globalización» se puso en marcha». Esta característica de

desigualdad está presente tanto en el contexto global, agravando las diferencias entre
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países Norte-Sud, Sud-Sud y Norte-Norte, como evidentemente a nivel nacional, entre

individuos de un mismo país. No obstante, tal y como nos indican los Índices de Gini,

la falta de equidad económica se hace más presente en países de África y América

Latina.

Según el artículo »Más o menos» de Branco Milanovic, Septiembre 2011 «Hoy

en día, Estados Unidos, China y Rusia tienen Ginis entre 40 y 45. La mayoría de los

países africanos y latinoamericanos tienen Ginis un poco inferiores a 60 y en ciertos

casos y períodos extremos, algo superiores. No hay casos confirmados ni prolongados

de Ginis más altos. El rango real de desigualdad en los países es de 25 a alrededor de

60. Y la desigualdad mundial (entre todos los habitantes del mundo) está fuera de este

rango, casi en 70 «.

Gracias a la globalización los países en desarrollo incurren en menores costes

de comercio y tienen mejor acceso a los mercados financieros. Al tener más

oportunidades pueden acortar la distancia con los países más ricos, al menos en

términos relativos. Al mismo tiempo, las clases trabajadoras en los países ricos sufren

las consecuencias de la competencia que les llega del extranjero, mientras que las

clases medias de los países en desarrollo ha sido las grandes beneficiadas de este

proceso. Todo esto causa un incremento en la desigualdad dentro de cada país.

La apertura comercial es a menudo un predictor significativo de las tasas de

crecimiento, pero no siempre, pues dependen de qué otros factores se incluyen en el

análisis. La mejor ilustración de todo esto es China, cuyos resultados económicos están

detrás de los cambios mundiales en la desigualdad. En este país, el comercio ha

desempeñado un papel importante para sostener sus tasas de crecimiento, pero estas
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hubieran sido mucho menores si no fuera por las reformas económicas de transición a

una economía de mercado y de promoción del mercado interno.

Los efectos de la globalización en el crecimiento de las desigualdades entre

países son también cuestionables. La desigualdad ha crecido en una mayoría de

países en el mundo rico, pero no en todos ellos. En su libro, Bourguignon apunta al

ejemplo de Francia, que ha evitado la marcada tendencia a la desigualdad que ha

habido en el resto de países desde 1980. Francia no está sola entre los países de la

OCDE; dependiendo del periodo de tiempo considerado, también se encuentran caídas

en la desigualdad en por ejemplo, Bélgica, Grecia, Hungría y España Los países en

desarrollo muestran también mucha heterogeneidad, y en ellos se observa

crecimientos en la desigualdad tan a menudo como disminuciones En <particular, la

desigualdad parece disminuir en algunos países cuando se abren al comercio, pero

parece aumentar en otros.

La hipótesis de la “U invertida” de Kuznets ha tenido mucha influencia en el

pensamiento sobre políticas de desarrollo. Kuzntes argumenta que la desigualdad

crece en los países pobres a medida que sus economías también crecen, debido a la

urbanización; pero que a partir de un cierto punto esta desigualdad disminuirá. Sin

embargo, esta hipótesis ha encontrado poco soporte empírico. A lo largo del tiempo,

son pocos los países que han seguido el patrón marcado por la hipótesis de Kuznets,

como se muestra aquí y aquí. Otra hipótesis, introducida por Milanovic, es la idea de lo

que este autor llama “ondas Kuznets”, que comienza por asumir que las economías

capitalistas tienden a aumentar la desigualdad y que, cuando esta es muy alta, hay una

presión sobre los gobiernos para reducirla, pero no cuando la desigualdad ya es baja.
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Sin embargo, no hay una manera clara de probar esta hipótesis. Para empezar, la Gran

Nivelación tras la Segunda Guerra Mundial ocurrió solo una vez y pudiera ser un

periodo único en la Historia. Además, la hipótesis carece de poder de explicación en

forma de un mecanismo que aumente y reduzca la desigualdad y que actúe de manera

sincronizada en muchos países.

Si el capitalismo aumenta la desigualdad depende de las condiciones iniciales,

incluida la distribución inicial de las dotaciones y de cómo de competitivos sean los

mercados y también de las políticas. Hay países con controles anteriores a las

reformas que mantenían la desigualdad artificialmente alta, como ocurría en numerosos

países de Latinoamérica. En otros países ocurría lo contrario, como en los casos de

China y de la Unión Soviética. Las políticas reformistas para la liberalización económica

pueden, entonces, resultar en una redistribución importante entre ricos y pobres, pero

en direcciones opuestas en cada grupo de estos países. Las evidencias de que las

liberalizaciones comerciales han disminuido las desigualdades pueden encontrarse

aquí. Otras variables como el acceso a productos financieros o, tal vez más importante,

el cambio tecnológico en sociedades distintas pueden muy bien ser fuerzas que

expliquen los distintos patrones en la evolución de la desigualdad. Las políticas han

sido importantes tanto para el crecimiento de los países pobres como para reducir la

desigualdad entre países (p.e., los impuestos progresivos, las transferencias de renta y

los salarios mínimos). Estas políticas pueden coexistir con una considerable integración

global. A la globalización se le puede estar atribuyendo demasiados beneficios y, a la

vez, acusándola de demasiadas cosas.


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Podemos discutir sobre la globalización desde la óptica de sus efectos o

defectos, desde el punto de vista de la abundancia y la riqueza o de la miseria y la

pobreza, donde el rico aumenta su fortuna y el pobre se ahoga en sus penurias. Estas

son algunas reflexiones que surgieron tras la lectura del artículo “Globalización,

pobreza y salud”, el análisis crítico de la película “Encuentro con Milton Santos: el

mundo global visto desde este lado” y el debate sobre el libro “La globalización y las

ciencias sociales”.

El gobierno global liderado por pocos actores que son dueños de una gran

tajada de la economía ayuda a generar mayores disparidades entre las naciones.

Algunos ejemplos de luchas sociales contra la globalización que se han suscitado en

Bolivia, África, Argentina, el mismo Brasil y otros países dan cuenta del mundo

capitalista que se expandió entre los pueblos y la sociedad. Presenciar la lucha diaria

del familiar para mantenerse y llevar comida a la mesa es un reflejo de la magnitud de

las desigualdades que se volvieron nocivas para el individuo, principalmente, en el

contexto de la pobreza y de la lucha contra el hambre.

En este sentido, la necesidad de transformar el mundo y reducir las

desigualdades promovió un plan de acción osado, que incluía diecisiete objetivos de

desarrollo sostenible, 169 metas y 241 indicadores, todos interconectados e

interdependientes. Esta nueva agenda propuesta por la Asamblea General de

Naciones Unidas debe ser implementada por todos los países hasta 2030, por lo que

se convirtió en una prioridad mundial. El primer objetivo, acabar con la pobreza en

todas sus formas, en todos los lugares, corrobora las desigualdades sociales y de salud
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y nos hace reflexionar sobre la situación real de vida que hace esta condición

multidimensional en las raíces de su concepto.

Los otros objetivos vinculados al desarrollo sostenible tienen que ver con

garantizar una vida saludable, educación incluyente e igualitaria, alcanzar la equidad de

género valorando a la mujer, garantizar servicios de saneamiento básico y energía para

la población, promover el crecimiento económico y reducir las desigualdades, entre

otros. Todas estas prioridades se pudieron identificar en la película Encuentro con

Milton Santos y se pudieron corroborar también en el texto de Buss1 cuando afirmó que

la globalización ha empobrecido países y extendido la pobreza, la exclusión y las

desigualdades económicas y sociales. De hecho, todos estos son factores que influyen

negativamente en los sistemas resilientes, impactando en la salud del individuo, la

familia y la colectividad.

Desde hace casi cuatro décadas, estas teorías se abren camino como si fueran

verdades incontestables. La primera de las tres es la creencia firmemente arraigada –y

desmentida por la realidad y los datos concretos disponibles– de que contribuye a

reducir la desigualdad. La segunda dice que, si bien es cierto que el ingreso crece muy

alto entre los ricos, el proceso hará que aumenten los ingresos de los pobres.

La tercera es que no hay alternativa al ascenso de la desigualdad sin dar la

espalda a los avances en materia de tecnología y de comercio. Un reciente estudio del

World Inequality Report examina lo que realmente ha pasado, a lo largo de cuatro

décadas, en países pobres y ricos.

La primera gran conclusión es que la globalización ha aumentado la

desigualdad, no que la ha reducido. La desigualdad entre personas, entre los países, y


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dentro de cada país, es el resultado dos fuerzas que se enfrentan. Un caso muy

evidente es lo ocurrido dentro de China e India, proceso que ha llevado a un importante

crecimiento en el ingreso mundial.

Con lo cual, la desigualdad entre países se ha achicado. Pero cuando se mira el

interior de estos países, el resultado es diferente. El ingreso del 1% más rico de la

población pasó de 7 a 22% en el caso de India, y de 6 a 14% en el de China, en el

periodo comprendido entre 1980 y 2016. Sin embargo, era muy difícil precisar cuál de

estas dos fuerzas había prevalecido por la ausencia casi total de información confiable

por parte de los gobiernos en esta materia.

Pero el World Inequality Report 2018 logra salvar el bache, con información

adecuada tanto de países ricos, como de las economías emergentes. La conclusión es

sorprendente. Entre esos dos años (1980 y 2016) la desigualdad entre los ciudadanos

de todo el mundo aumentó, a pesar del sólido crecimiento entre las economías

emergentes. La porción del ingreso global captado por el 1% más rico pasó de 16% en

1980, a 20% en 2016. Como contraste, la porción del ingreso global del 50% más

pobre osciló en torno a 9%.

El famosos trickle down

Otra tesis impugnada en esta investigación es la que decía que el alto

crecimiento del ingreso en la punta de la pirámide era necesario para lograr crecimiento

en la base, en los sectores más pobres. Lo que se conoce como “el efecto derrame”. La

riqueza de arriba alcanza de alguna manera a los de abajo. Los datos contradicen esta

construcción teórica.
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Si se compara Europa con Estados Unidos, o China con India, surge de modo

nítido que los países que tuvieron un ascenso elevado en desigualdad no tuvieron

mejor comportamiento en mejorar el ingreso de los sectores más humildes. La mejor

evidencia es Estados Unidos, donde los ingresos crecieron más de 600% para el top

0,001% de la población desde 1980, mientras que la mitad de la población total tuvo un

ingreso cercano a cero en los ingresos totales anuales.

En cambio, muy interesante es el caso de Europa. El top 0,001% tuvo ingresos

cinco veces menores al segmento comparable de Estados Unidos, pero la mitad más

pobre de los habitantes mejoró su ingreso anual en 26%. Si se analiza a China con

India, se verá que el crecimiento del primer país tuvo mejores tasas anuales que el

segundo, pero en cambio la desigualdad se puede notar mucho más moderada entre

los chinos que entre los indios.

La mitad de la población más pobre de China vio crecer sus ingresos a una tasa

cuatro veces mayor que la de India. La cuestionada tesis del trickle down todavía sirve

como fundamento para reducir los impuestos de los más ricos, como se acaba de

comprobar en Estados Unidos.

El gran responsable

La verdadera responsabilidad, establecen las conclusiones de este estudio, es

que no son el comercio o la tecnología los responsables de la creciente desigualdad.

Es la consecuencia de las políticas que se apliquen. Entonces, no tiene fundamento la

idea de que la desigualdad es la consecuencia natural de la apertura comercial, o de la

digitalización de las empresas, y que los Gobiernos se encuentran inermes en este

escenario.
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Es evidente que tanto Europa como Estados Unidos tienen poblaciones totales

similares a las que tenían en 1980, y parecidos niveles de desigualdad. Ambos actores

han tenido una exposición similar a los mercados internacionales y a las nuevas

tecnologías. Sin embargo, hay divergencia en el proceso seguido por la desigualdad en

ambos casos. En EE.UU. el ingreso del 50% más pobre descendió de 20 a 10% en ese

periodo de 1980 a 2016, mientras que en Europa lo hizo de 24 a 22%. La diferencia

reside en la política que se adoptó.

El viejo continente rechazó la tentación de transformar a la economía de

mercado en una sociedad de mercado, lo que quedó en evidencia en las resoluciones

adoptadas por ambos bloques. Por ejemplo, en Estados Unidos fue muy débil el

esfuerzo en torno a la progresividad del pago de impuestos, y al principio de que los

ricos deben pagar más que los pobres, de acuerdo con sus ingresos.
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Referencias

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