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Sin embargo, deseo referirme a otras falacias y graves inexactitudes expresadas en dicho
discurso presidencial, pues me temo que ha calado hondo en sectores medios de la
sociedad como una “verdad”. Para ello será necesario recurrir a estadísticas serias y así
poder deshilacharlas. Es lo que se hará seguidamente.
Argentina en el mundo
Es habitual entre los economistas utilizar el Producto Bruto Interno por habitante para
medir la evolución de la riqueza media por persona que un país logra crear a través del
trabajo y de la inversión pública y privada. En las comparaciones internacionales —y dado
el distinto nivel de poder adquisitivo de las diferentes monedas—, el Banco Mundial suele
corregir las estadísticas nacionales para expresar dicha riqueza media en términos de
paridad del poder adquisitivo de las monedas nacionales. Esto, en lenguaje llano, significa
que con un dólar no se compra lo mismo aquí que en Estados Unidos o en Europa y
menos en la India. Para las series de muy largo plazo (por ejemplo, si se desea comparar
una evolución de más de cien años), se recurre a estimaciones basadas en cálculos muy
aproximados ya que el sistema de cuentas nacionales fue creado prácticamente en todos
los países luego de la Segunda Guerra Mundial y las metodologías para sus estimaciones
sufrieron numerosas revisiones. Las series de Madison son en general las más
reconocidas en el mundo académico, pues integran los esfuerzos de recopilación
efectuados a través de ls Penn World Table, desarrollada por Robert Summers, Alan
Heston y Irving Kravis de la Universidad de Pennsylvania desde hace varias décadas y
también utilizan los datos del Banco Mundial.
En base al uso de estos datos en la siguiente figura se muestra el crecimiento del PBI por
habitante entre 1800 [1] y 2018. Del análisis de estos datos se concluye que el proceso de
creación de riqueza media por habitante en la Argentina no sólo no se ha detenido en los
últimos cien años, sino que resulta ser 3,9 veces mayor tomando la media 1893-1895 en
comparación con la de 2015-2018. Por supuesto que un crecimiento del 1,1 % anual
acumulativo del PBI por habitante en un siglo no es algo para enorgullecernos
demasiado, pero tampoco para andar llorando por los rincones (se estima que en la
Argentina existen cerca de 16 millones de automóviles circulando, acceso masivo a
Internet, etc.). La pregunta es entonces en qué períodos hemos crecido más y en cuáles
no.
Dicho crecimiento fue máximo entre 2002 y 2015 y entre 1945 y 1974. En cambio, fue
negativo entre 1975 y 1982, escaso entre 1992 y 2001 y negativo entre 2015 y 2018. Como
esta serie tiene datos hasta 2018, basta decir que el PBI por habitante en dólares
constantes de 2015 según UNCTAD fue en 2022 similar al de 2018 y que los datos
promedio del Banco Mundial registran una caída de solo 5 % en el PBI por habitante en el
promedio 2019-2022, respecto al promedio 2016-2018, pandemia, guerra ruso-ucraniana
y, en 2023, sequía de por medio.
Crecimiento del PBI por habitante entre 1800 y 2018. Fuente: elaborado con datos de Jutta Bolt and Jan Luiten van Zanden October
2020, Maddison style estimates of the evolution of the world economy. A new 2020 update Maddison-Project Working Paper WP-15
Tasa media anual de crecimiento del PBI por habitante en porcentaje anual acumulativo. Fuente: Elaborado con datos de Jutta Bolt
and Jan Luiten van Zanden October 2020, Maddison style estimates of the evolution of the world economy. A new 2020 update
Maddison-Project Working Paper WP-15
Ahora bien, en este tipo de comparaciones hay que tener en cuenta además que la
composición del producto es “mutante” por naturaleza. La variable PBI por habitante en
economía no tiene el atributo que otras variables tienen en las ciencias exactas (por
ejemplo, H2O compuesto químico inorgánico formado por dos átomos de hidrógeno (H)
y uno de oxígeno (O) es una definición del agua que no varía, como lo hace el PBI, que
puede estar compuesto de distintos bienes y servicios en diversos períodos). Es decir que
los bienes y servicios que conformaban la riqueza media por habitante a fines del siglo
XIX y principios del siglo XX poco tenían en común con los que la conformaban en 1945,
en 1980 o lo conforman en la actualidad.
La violencia
También en este aspecto del discurso, el Presidente electo ha exagerado la cuestión al
hablar de que la Argentina se ha convertido en un país de calles sangrientas, a pesar de
que nadie puede negar que sería deseable bajar la tasa de homicidios intencionales. En
general los países de ingresos altos tienen una tasa menor de homicidios que los de
ingresos medios y bajos.
Dicha tasa en la Argentina es de 4,6 por cada 100.000 habitantes al año según las últimas
estadísticas disponibles, mientras que es de 6,3 en América del Norte (6,8 en los Estados
Unidos) y de más de 20 en Ecuador, Méjico y Colombia. Es decir que, a pesar de ser una
cuestión sensible, el indicador para la Argentina se ubica por debajo de los países
emblemáticos respecto a la cuestión de la libertad y el liberalismo y en un nivel acorde a
su ingreso medio por habitante nada despreciable, a pesar de una patética desigualdad
cuyas causas son atribuibles a los impactos de las políticas de shock y a fenómenos
propios del proceso de urbanización en la mayor parte de los países que no lideraron el
progreso tecnológico tras la segunda guerra mundial.
En esto cabe esperar que el incremento de la pobreza —que el Presidente electo auguró
que “crecerá inevitablemente con el ajuste prometido”— no empeore nuestra situación
dado que en general parece haber una correlación entre niveles de criminalidad y pobreza
según lo muestra el Banco Mundial, con claras excepciones como las de los Estados
Unidos y la Federación Rusa.
Homicidios intencionales cada 100.000 habitantes en 2021. Fuente: Banco Mundial: Homicidios intencionales
El manejo de la pandemia
Tanto durante la campaña, como en el discurso del día de la asunción presidencial, el
Presidente electo ha hablado de que cualquier otro país mediocre habría manejado mejor
la pandemia y evitado así un número excesivo de muertes.
Los datos especializados en mortandad por país y sus causas, muestran que las muertes
en exceso respecto a las tasas medias de mortalidad de cada país han sido en la Argentina
bastante bajas y que aún los registros de máximas muertes en exceso atribuidas al COVID
19 se ubicaron en niveles próximos o inferiores a los de países desarrollados como los
Estados Unidos y Francia. Por caso, el desempeño respecto a Brasil también fue muy
superior. Al respecto, tanto Trump como Bolsonaro subestimaron la pandemia y los
confinamientos. De hecho, el Presidente electo organizó marchas y cortó calles, pero
ahora promete castigar con dureza a quienes osen hacer tal cosa. Claro está que mejor
sería que ninguna situación condujera a esos fastidiosos cortes, pero imaginar que ello es
puro producto de la política y “del curro” sería negar la existencia de situaciones de
pobreza e injusticia que él mismo resalta en su exageración de la gravedad de la situación
nacional. Una que ciertamente es compleja y debe ser remediada, pero dudo que el
camino elegido del ajuste lo haga.
Impactos de COVID-19, 2020-2021. Muertes en exceso por millón de personas. Fuente: Human Mortality Database (2023); World
Mortality Dataset (2023); Karlinsky and Kobak (2021).
Tasas de inflación y estancamiento: la doctrina del shock
La Argentina ha sufrido a lo largo de su historia altas tasas de inflación y restricciones
cambiarias antes de 2023 . Nada de ello ha sido agradable y menos deseable, pero ha
formado parte de nuestra historia del siglo XX, en especial después de 1955, 1975, 1989 y
2016.
Figura 5: Variación anual del índice de precios al consumidor (IPC) 1913-2002. Fuente: Fundación Mediterránea e INDEC.
Es curioso que en el discurso se haya tenido que retroceder a hablar de cien años atrás,
cuando en realidad tenemos el resultado de un extenso período de experiencias de picos
inflacionarios, muchos de ellos cuando el gasto público fue bastante bajo como
proporción del PBI (en 1988 y 1989 era del 32,17 % y 31,71 % respectivamente y fue del
32,30 % entre 1992 y 2001). Los otros picos provinieron, en su mayor parte, como
resultado de un enfoque de políticas de shock (1959-1960; 1975-1976 y 2015-2016). Es
interesante ver cómo en este contexto se han tenido períodos de crecimiento, caída y
estancamiento de la riqueza media por habitante (tabla 1).
PBI promedio por habitante según períodos. Fuente: Elaborado con datos de Jutta Bolt and Jan Luiten van
Zanden October 2020, Maddison style estimates of the evolution of the world economy. A new 2020 update
Maddison-Project Working Paper WP-15 y Banco Mundial.
Entramos sin duda alguna ante una corriente peligrosa con antecedentes negativos
respecto a la compatibilidad entre un ajuste extremo y la democracia, a pesar de que el
Presidente electo ha sido votado por una mayoría del 55 % de los votantes. Ahora
podemos visualizar que no era el discurso del miedo el que presuntamente se propagaba
desde la oposición durante la campaña, sino que el brutal ajuste ya anunciado realmente
mete miedo. Ojalá que las condiciones externas durante 2024 permitan atenuar la
brutalidad del ajuste anunciado en el segundo día hábil del nuevo gobierno, pues de
seguro hace estremecer hasta a los votantes de LLA. Pero más allá de todo, el pueblo
argentino merece algo mejor. Comenzar con falacias, inexactitudes y amenazas parece
contradecir ese sentido ético que el mundo occidental predica a través de sus voceros de
élite como lo son Josep Borrell y Klaus Schwab, a menos que el cinismo lo haya superado
todo en grados tan extremos que ya no merezcamos comunicarnos con seres humanos.
Por último —y retomando el tema del creciente cinismo político que hoy caracteriza
nuestro mundo—, la utilización del pasaje bíblico que cita del libro de Macabeos 3.19
merece al menos una interpretación alternativa. Textualmente la cita completa dice: “No
es imposible que una muchedumbre caiga en manos de unos pocos, pues Dios, lo mismo
puede salvar con muchos que con pocos en una batalla, la victoria no depende del número
de soldados, sino del poder que viene del cielo”.
La lectura alternativa a la luz de cierta evidencia ofrece también una interpretación sutil.
Esta es: los hombres más poderosos de la Tierra son bien pocos, se creen Dios y pueden
vencer a grandes muchedumbres, tanto más cuando ellas mismas son engañadas con
gran habilidad a través de la fuerza que otorga el dios dinero que hoy pareciera reinar
sobre esta pobre Tierra.
[1] 1800 - 1870, Prados de la Escosura, L. (2009). “Lost Decades? Economic Performance in Post-Independence Latin America”,
Journal of Latin America Studies 41: 279–307 (updated data). 1870 - 1900, Bertola, L and Ocampo, J.A. (2012) The Economic
Development of Latin America since Independence. Oxford, Oxford U.P
* Roberto Kozulj es ex vicerrector de la Sede Andina de la Universidad Nacional de Río Negro y profesor titular adscripto a la
Fundación Bariloche.
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