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EXAGERACIONES, FALACIAS Y PARADOJAS

Las corrientes peligrosas que personifica Milei


POR ROBERTO KOZULJ DIC 17, 2023

Tormenta en el mar con faro - Carl Eduard Ferdinand Blechen

Lester Thurow es un economista liberal y autor de un libro llamado Corrientes


peligrosas, que fue publicado en 1984. En dicha obra criticaba el resurgimiento de teorías
económicas conservadoras argumentando con mucha claridad las razones por las cuales
estas nada podían aportar a las realidades económicas su época. Yo diría que menos
todavía en el entrante mundo de la Revolución 4.0 en esta tercera década del siglo XXI.
Pero, además, advirtió acerca de los peligros de confundir los aspectos axiomáticos de
dichas teorías con sus aspectos prescriptivos y normativos. Postulados tales como los
mercados libres de intervención estatal, la libre competencia y la división del trabajo
resultan absurdos abstractos en un mundo de monopolios y oligopolios, de múltiples
regulaciones en el comercio internacional y en grandes bloques de naciones. La división
internacional del trabajo entre naciones con un enorme capital acumulado en los últimos
70 años hace muy difícil sostener lo que en tiempos de Adam Smith tenía un claro sentido
pragmático más que teórico. Aquel comercio complementario y virtuoso, en el que la
Argentina logró obtener beneficios en términos de infraestructura, colapsó ya antes de la
crisis de 1930. Desde entonces, ningún escenario mundial se le parece. Además,
considerar los impuestos como un robo es una locura absoluta frente al discurso con el
que Klaus Schwab —fundador del Foro Económico Mundial que se reúne todos los años
en Davos— señaló como una hoja de ruta que pasa porque las empresas “paguen un
porcentaje justo de impuestos, se muestren cero tolerantes con la corrupción, respeten los
derechos humanos en sus cadenas globales de suministro y defiendan la competencia en
igualdad de condiciones”.

El discurso del Presidente electo ha estado plagado de corrientes peligrosas, falacias y


paradojas, lo que es grave teniendo en cuenta que una gran mayoría lo ha votado
creyendo que se trata de uno de los pocos políticos argentinos que ha pretendido decir
“verdades incómodas”. La estrategia de anunciar una etapa de gran sufrimiento para el
pueblo argentino ha sido ponderada de un modo positivo por los medios de
comunicación, como un acto de sinceridad absoluta pues indicó un período prologado
para bajar la tasa de inflación y también anunció que dicha inflación producirá una
recesión de cuya magnitud no dio ninguna indicación. No es de extrañar que un anuncio
de tal crudeza haya sido aplaudido por algunos militantes de LLA. La exageración de la
gravedad de la situación del país ha cumplido su misión en esta era de desinformación y
habilidoso uso de las redes sociales en las que se mezclaron aspectos culturales y
valorativos con aspectos doctrinarios de la economía. La apuesta a que dicha recesión sea
del tipo U (una de corto plazo con rápida recuperación) es cuanto menos muy arriesgada.
La probabilidad de que sea de tipo L (una donde la destrucción de riqueza sea de muy
larga duración) es más elevada de cara a las medidas anunciadas por su ministro de
Economía. Sencillamente porque una devaluación del 118 % producirá una inflación en lo
inmediato, la que, sin un ajuste de salarios, hará caer el poder adquisitivo de enormes
mayorías, mientras que es esperable que además dicha inflación se espiralice, requiriendo
de una nueva devaluación. Así, la componente del consumo en el PBI y la de la inversión
pública y privada tocaran un piso del cual será muy difícil levantarse. La paradoja del
objetivo de lograr una mayor riqueza futura creando primero una mayor pobreza no tiene
una medición precisa, aunque el presidente electo “tampoco mintió” en ello, dado que los
plazos para equipararnos a países como Francia y hasta llegar a ser una primera potencia
los puso entre 10 y 35 años. Por supuesto que el común de la gente —gente de a pie, como
gusta decir Josep Borrell— no tiene idea de lo que esto significa en términos de
destrucción de capital físico y humano. Menos aún de que para competir hoy por esos
puestos en el mundo, se requiere de una muy fuerte base tecnológica e industrial, debido
a que en materia de recursos naturales no somos ni Qatar ni Arabia Saudita y uno diría,
por suerte no lo somos, pues en dichos países la distribución del ingreso es peor todavía
que la de la Argentina y su grado de supresión de libertades es contraria a toda noción de
libertad.

Sin embargo, deseo referirme a otras falacias y graves inexactitudes expresadas en dicho
discurso presidencial, pues me temo que ha calado hondo en sectores medios de la
sociedad como una “verdad”. Para ello será necesario recurrir a estadísticas serias y así
poder deshilacharlas. Es lo que se hará seguidamente.

Argentina en el mundo
Es habitual entre los economistas utilizar el Producto Bruto Interno por habitante para
medir la evolución de la riqueza media por persona que un país logra crear a través del
trabajo y de la inversión pública y privada. En las comparaciones internacionales —y dado
el distinto nivel de poder adquisitivo de las diferentes monedas—, el Banco Mundial suele
corregir las estadísticas nacionales para expresar dicha riqueza media en términos de
paridad del poder adquisitivo de las monedas nacionales. Esto, en lenguaje llano, significa
que con un dólar no se compra lo mismo aquí que en Estados Unidos o en Europa y
menos en la India. Para las series de muy largo plazo (por ejemplo, si se desea comparar
una evolución de más de cien años), se recurre a estimaciones basadas en cálculos muy
aproximados ya que el sistema de cuentas nacionales fue creado prácticamente en todos
los países luego de la Segunda Guerra Mundial y las metodologías para sus estimaciones
sufrieron numerosas revisiones. Las series de Madison son en general las más
reconocidas en el mundo académico, pues integran los esfuerzos de recopilación
efectuados a través de ls Penn World Table, desarrollada por Robert Summers, Alan
Heston y Irving Kravis de la Universidad de Pennsylvania desde hace varias décadas y
también utilizan los datos del Banco Mundial.

En base al uso de estos datos en la siguiente figura se muestra el crecimiento del PBI por
habitante entre 1800 [1] y 2018. Del análisis de estos datos se concluye que el proceso de
creación de riqueza media por habitante en la Argentina no sólo no se ha detenido en los
últimos cien años, sino que resulta ser 3,9 veces mayor tomando la media 1893-1895 en
comparación con la de 2015-2018. Por supuesto que un crecimiento del 1,1 % anual
acumulativo del PBI por habitante en un siglo no es algo para enorgullecernos
demasiado, pero tampoco para andar llorando por los rincones (se estima que en la
Argentina existen cerca de 16 millones de automóviles circulando, acceso masivo a
Internet, etc.). La pregunta es entonces en qué períodos hemos crecido más y en cuáles
no.

Dicho crecimiento fue máximo entre 2002 y 2015 y entre 1945 y 1974. En cambio, fue
negativo entre 1975 y 1982, escaso entre 1992 y 2001 y negativo entre 2015 y 2018. Como
esta serie tiene datos hasta 2018, basta decir que el PBI por habitante en dólares
constantes de 2015 según UNCTAD fue en 2022 similar al de 2018 y que los datos
promedio del Banco Mundial registran una caída de solo 5 % en el PBI por habitante en el
promedio 2019-2022, respecto al promedio 2016-2018, pandemia, guerra ruso-ucraniana
y, en 2023, sequía de por medio.
Crecimiento del PBI por habitante entre 1800 y 2018. Fuente: elaborado con datos de Jutta Bolt and Jan Luiten van Zanden October
2020, Maddison style estimates of the evolution of the world economy. A new 2020 update Maddison-Project Working Paper WP-15
Tasa media anual de crecimiento del PBI por habitante en porcentaje anual acumulativo. Fuente: Elaborado con datos de Jutta Bolt
and Jan Luiten van Zanden October 2020, Maddison style estimates of the evolution of the world economy. A new 2020 update
Maddison-Project Working Paper WP-15

Ahora bien, en este tipo de comparaciones hay que tener en cuenta además que la
composición del producto es “mutante” por naturaleza. La variable PBI por habitante en
economía no tiene el atributo que otras variables tienen en las ciencias exactas (por
ejemplo, H2O compuesto químico inorgánico formado por dos átomos de hidrógeno (H)
y uno de oxígeno (O) es una definición del agua que no varía, como lo hace el PBI, que
puede estar compuesto de distintos bienes y servicios en diversos períodos). Es decir que
los bienes y servicios que conformaban la riqueza media por habitante a fines del siglo
XIX y principios del siglo XX poco tenían en común con los que la conformaban en 1945,
en 1980 o lo conforman en la actualidad.

El progreso tecnológico ocurrido en un período tan extenso ha generado una


multiplicidad de nuevos artefactos, modalidades de prestación de servicios y bienes de
todo tipo. Por ello uno diría que este tipo de variables son casi inconmensurables, a
menos que se explicite muy bien de qué bienes y servicios se componía el PBI en 1800, en
1850, en 1900 y así hasta llegar a 2023, más lo que hoy se halla incubándose hacia el
2050 y más allá. Esto viene al caso debido a que, si bien es cierto que en 1923 la Argentina
tenía el décimo PBI por habitante más alto del mundo en un conjunto de 53 naciones, el
ocupar el puesto 58 entre 168 naciones en 2015 no significa que seamos un país
enteramente fracasado y menos que la culpa de ello hayan sido las políticas estatistas.

En 2018, tras un ajuste bastante importante en términos de devaluaciones y pretendidas


ganancias de competitividad, ocupábamos el puesto 64 entre 169 naciones, lo que
mostraría que las políticas liberales nos han hecho retroceder en vez de avanzar. Muchos
factores son los que explican la posibilidad de avanzar en términos de creación de riqueza
y, entre ellos, sin duda, una elevada concentración de inversión en tecnología a lo largo de
70 años, la presencia de empresas multinacionales con su matriz central en los países más
ricos, la densidad de los mercados internos y externos y la cohesión social son, entre
muchos otros, los que explican la posición de los países con un mayor producto por
habitante. Entre las veinte naciones más ricas —expresando ello en términos de PBI por
habitante— se hallan países tan distintos como Qatar, Noruega, Emiratos Árabes Unidos,
Singapur, Suecia, Austria, Alemania, Dinamarca y los Estados Unidos. Dudo que a
alguien se le ocurra comparar la estructura social de Qatar y Emiratos Árabes, con la de
Noruega, Suecia, Dinamarca o la de los Estados Unidos, y menos aún comparar sus
niveles de gasto público. Entonces, estas falacias no deberían penetrar las mentes si
deseamos progresar como nación. El discurso reduccionista no es aceptable en términos
científicos, pero sin duda le es muy útil a los comunicadores que manipulan opiniones y
engendran peligrosas corrientes de opinión, sean estas de derecha o de izquierda.
Generan un choque, no de opiniones bien fundamentadas, sino de latiguillos
publicitarios. Su objetivo no es fortalecer las democracias, sino generar violencia y caos.

La violencia
También en este aspecto del discurso, el Presidente electo ha exagerado la cuestión al
hablar de que la Argentina se ha convertido en un país de calles sangrientas, a pesar de
que nadie puede negar que sería deseable bajar la tasa de homicidios intencionales. En
general los países de ingresos altos tienen una tasa menor de homicidios que los de
ingresos medios y bajos.
Dicha tasa en la Argentina es de 4,6 por cada 100.000 habitantes al año según las últimas
estadísticas disponibles, mientras que es de 6,3 en América del Norte (6,8 en los Estados
Unidos) y de más de 20 en Ecuador, Méjico y Colombia. Es decir que, a pesar de ser una
cuestión sensible, el indicador para la Argentina se ubica por debajo de los países
emblemáticos respecto a la cuestión de la libertad y el liberalismo y en un nivel acorde a
su ingreso medio por habitante nada despreciable, a pesar de una patética desigualdad
cuyas causas son atribuibles a los impactos de las políticas de shock y a fenómenos
propios del proceso de urbanización en la mayor parte de los países que no lideraron el
progreso tecnológico tras la segunda guerra mundial.

En esto cabe esperar que el incremento de la pobreza —que el Presidente electo auguró
que “crecerá inevitablemente con el ajuste prometido”— no empeore nuestra situación
dado que en general parece haber una correlación entre niveles de criminalidad y pobreza
según lo muestra el Banco Mundial, con claras excepciones como las de los Estados
Unidos y la Federación Rusa.
Homicidios intencionales cada 100.000 habitantes en 2021. Fuente: Banco Mundial: Homicidios intencionales

El manejo de la pandemia
Tanto durante la campaña, como en el discurso del día de la asunción presidencial, el
Presidente electo ha hablado de que cualquier otro país mediocre habría manejado mejor
la pandemia y evitado así un número excesivo de muertes.

Los datos especializados en mortandad por país y sus causas, muestran que las muertes
en exceso respecto a las tasas medias de mortalidad de cada país han sido en la Argentina
bastante bajas y que aún los registros de máximas muertes en exceso atribuidas al COVID
19 se ubicaron en niveles próximos o inferiores a los de países desarrollados como los
Estados Unidos y Francia. Por caso, el desempeño respecto a Brasil también fue muy
superior. Al respecto, tanto Trump como Bolsonaro subestimaron la pandemia y los
confinamientos. De hecho, el Presidente electo organizó marchas y cortó calles, pero
ahora promete castigar con dureza a quienes osen hacer tal cosa. Claro está que mejor
sería que ninguna situación condujera a esos fastidiosos cortes, pero imaginar que ello es
puro producto de la política y “del curro” sería negar la existencia de situaciones de
pobreza e injusticia que él mismo resalta en su exageración de la gravedad de la situación
nacional. Una que ciertamente es compleja y debe ser remediada, pero dudo que el
camino elegido del ajuste lo haga.

Impactos de COVID-19, 2020-2021. Muertes en exceso por millón de personas. Fuente: Human Mortality Database (2023); World
Mortality Dataset (2023); Karlinsky and Kobak (2021).
Tasas de inflación y estancamiento: la doctrina del shock
La Argentina ha sufrido a lo largo de su historia altas tasas de inflación y restricciones
cambiarias antes de 2023 . Nada de ello ha sido agradable y menos deseable, pero ha
formado parte de nuestra historia del siglo XX, en especial después de 1955, 1975, 1989 y
2016.

Figura 5: Variación anual del índice de precios al consumidor (IPC) 1913-2002. Fuente: Fundación Mediterránea e INDEC.

Gran parte de ella se ha desencadenado a partir de devaluaciones y de las sucesivas


búsquedas de recomponer el poder adquisitivo de la población o bien a causa de una
severa escasez de divisas como en 1989. Para el Presidente electo hay una única causa y
ella es la emisión monetaria que deviene de un excesivo gasto público y consecuente
déficit fiscal. Como por definición los impuestos para él “son un robo”, le es imposible
pensar en términos de evasión y elusión fiscal. Sin menoscabar aquellos factores
impulsores-propagadores, no existe ninguna base empírica para sostener que la inflación
en la Argentina podría llegar a ser del 15.000 % anual: esta tasa correspondería a una tasa
de inflación mensual del 51 % acumulativo en doce meses consecutivos. Ahora bien, si esa
es la cuenta que generará el plan de ajuste propuesto —que duraría entre 12 y 18 meses—,
nuestro nivel de caída del producto sería tal que convendría preguntarse para qué
deseamos caer tan bajo, si luego para recuperarnos tendríamos que esperar unos cuatro,
diez o quince años en plena transición tecnológica y en un mundo plagado de
incertidumbre aún respecto a la supervivencia de la especie.

Es curioso que en el discurso se haya tenido que retroceder a hablar de cien años atrás,
cuando en realidad tenemos el resultado de un extenso período de experiencias de picos
inflacionarios, muchos de ellos cuando el gasto público fue bastante bajo como
proporción del PBI (en 1988 y 1989 era del 32,17 % y 31,71 % respectivamente y fue del
32,30 % entre 1992 y 2001). Los otros picos provinieron, en su mayor parte, como
resultado de un enfoque de políticas de shock (1959-1960; 1975-1976 y 2015-2016). Es
interesante ver cómo en este contexto se han tenido períodos de crecimiento, caída y
estancamiento de la riqueza media por habitante (tabla 1).
PBI promedio por habitante según períodos. Fuente: Elaborado con datos de Jutta Bolt and Jan Luiten van
Zanden October 2020, Maddison style estimates of the evolution of the world economy. A new 2020 update
Maddison-Project Working Paper WP-15 y Banco Mundial.

Si asumimos que la media 2019-2022 refleja el estancamiento en niveles muy próximos a


los de 2016-2018 —lo que surge de los datos del Banco Mundial a precios de paridad de
poder adquisitivo empalmando las variaciones sobre la serie de Madison—, la situación
de riqueza media no es tan catastrófica ni mucho menos. Afirmar lo anterior no es negar
que la Argentina presenta problemas estructurales y sociales graves desde hace varias
décadas. Pero sí es poner las cosas en un orden más objetivo.
Las proyecciones de inflación en estos momentos superan lo registrado en el pasado —y la
situación previa de un 150 % anual no se compara con los registros históricos del período
1913-2002—. Después de la salida de la convertibilidad, las tasas anuales de inflación
fueron bajas y solo comenzaron a escalar desde un 50 % a 150 % después de 2015. La
crisis actual, si bien es cierta en términos de desajustes macroeconómicos, no era
comparable a las que ya vivió la Argentina y que fueron de mucho mayor gravedad sin
que mediaran circunstancias extraordinarias como la sequía del presente año y que restó
reservas cuantiosas al Banco Central.

Su exageración parece servir al sueño de la libertad que, de modo paradójico, comienza


con una insoportable opresión desde los políticos que hoy manejan el Estado y que desde
él no permiten “el respeto irrestricto del proyecto de vida del prójimo, basado en el
principio de no agresión, en defensa del derecho a la vida, a la libertad”; sí en cambio a
los mercados libres de controles.

Es curioso que mientras que Jamie Dimon, consejero de JPMorgan, ha expresado:


“Siempre me he opuesto profundamente a las criptomonedas, bitcoins, etc. El único caso
de uso real son los delincuentes, los narcotraficantes... lavado de dinero, elusión fiscal", y
señaló tajantemente: "Si yo fuera el gobierno, las cerraría". Contrariamente a esta
posición, nuestro Presidente electo se apresta a recibir la expedición del “Team Bitcoin El
Salvador”, liderada por el inversor y maximalista Max Keiser. No es de extrañar que Elon
Musk, un adorador del “Dogecoin”, se sienta a gusto con lo que está sucediendo en la
Argentina. Por cierto, esta criptomoneda —que su creador augura como la próxima
"moneda de la Tierra"— usa como mascota un perro Shiba Inu del meme de Internet
«Doge», pero el propio Elon sabe cómo hacerla fluctuar con un solo mensaje en X (antes
Twitter). ¿Hace falta señalar que el Presidente electo tiene gran afición por los perros y
que según se dice través de ellos se comunica con el más allá?

Entramos sin duda alguna ante una corriente peligrosa con antecedentes negativos
respecto a la compatibilidad entre un ajuste extremo y la democracia, a pesar de que el
Presidente electo ha sido votado por una mayoría del 55 % de los votantes. Ahora
podemos visualizar que no era el discurso del miedo el que presuntamente se propagaba
desde la oposición durante la campaña, sino que el brutal ajuste ya anunciado realmente
mete miedo. Ojalá que las condiciones externas durante 2024 permitan atenuar la
brutalidad del ajuste anunciado en el segundo día hábil del nuevo gobierno, pues de
seguro hace estremecer hasta a los votantes de LLA. Pero más allá de todo, el pueblo
argentino merece algo mejor. Comenzar con falacias, inexactitudes y amenazas parece
contradecir ese sentido ético que el mundo occidental predica a través de sus voceros de
élite como lo son Josep Borrell y Klaus Schwab, a menos que el cinismo lo haya superado
todo en grados tan extremos que ya no merezcamos comunicarnos con seres humanos.

Por último —y retomando el tema del creciente cinismo político que hoy caracteriza
nuestro mundo—, la utilización del pasaje bíblico que cita del libro de Macabeos 3.19
merece al menos una interpretación alternativa. Textualmente la cita completa dice: “No
es imposible que una muchedumbre caiga en manos de unos pocos, pues Dios, lo mismo
puede salvar con muchos que con pocos en una batalla, la victoria no depende del número
de soldados, sino del poder que viene del cielo”.

La lectura alternativa a la luz de cierta evidencia ofrece también una interpretación sutil.
Esta es: los hombres más poderosos de la Tierra son bien pocos, se creen Dios y pueden
vencer a grandes muchedumbres, tanto más cuando ellas mismas son engañadas con
gran habilidad a través de la fuerza que otorga el dios dinero que hoy pareciera reinar
sobre esta pobre Tierra.

[1] 1800 - 1870, Prados de la Escosura, L. (2009). “Lost Decades? Economic Performance in Post-Independence Latin America”,
Journal of Latin America Studies 41: 279–307 (updated data). 1870 - 1900, Bertola, L and Ocampo, J.A. (2012) The Economic
Development of Latin America since Independence. Oxford, Oxford U.P

* Roberto Kozulj es ex vicerrector de la Sede Andina de la Universidad Nacional de Río Negro y profesor titular adscripto a la
Fundación Bariloche.
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