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Sumario: I. Introducción.— II. Antecedentes.— III. El proyecto de Código Civil y Comercial.— IV. El
Código Civil y Comercial.— V. Los contratos en el régimen de comunidad.— VI. Los contratos en el
régimen de separación
I. INTRODUCCIÓN
El Código Civil y Comercial de la Nación que entró en vigencia en agosto de 2015 posee importantes
innovaciones en materia de régimen de bienes del matrimonio, la más importante de ellas es la salida de un
régimen único, imperativo y forzoso a otro de elección acotada que permite la opción por el régimen de
separación de bienes.
En este trabajo me ha dedicaré al estudio de uno de los aspectos reformados, que es la capacidad de los
cónyuges para contratar entre sí, y la incidencia que tuvo en el régimen de contratación el agregado del inc. d) al
art. 1002 del Código Civil y Comercial, que de alguna forma ha trastocado todo el ordenamiento, generando
consecuencias disvaliosas.
No analizaré la cuestión relativa a las convenciones matrimoniales, ya que si bien ellas son contratos, tienen
un alcance y contenido diferentes.
Para el desarrollo de este trabajo he repasado los antecedentes de la cuestión, el Anteproyecto y Proyecto de
Código Civil y Comercial, y el texto finalmente sancionado y vigente.
II. ANTECEDENTES
Desde la antigüedad han existido ciertas incapacidades de los cónyuges para contratar entre sí. En el derecho
romano se aceptaba la celebración de contratos onerosos entre cónyuges, pero no se permitían las donaciones
(salvo las propter nuptias) (1), con el fin de evitar que los bienes de una línea familiar fueran transferidos a otra,
aunque posteriormente la prohibición de contratar se extendió a todo contrato oneroso para evitar que por medio
de una simulación se encubriera una liberalidad.
Otro de los motivos de la restricción era que, en razón del predominio jurídico del marido sobre la mujer, se
pretendía evitar o prevenir la explotación de esta última, cuya libertad contractual se hallaba viciada por la
situación de desigualdad con el cónyuge. Y un fundamento ético, en el decir de Ulpiano "ne mutato amore in
vicem spoliarentur" (en el Libro XXIV del Digesto, Título I, De donationibus inter virum et uxorem). Principios
y normas que, en gran parte, se trasladaron al derecho medieval.
En el Código Civil, que se mantuvo inalterado en la materia durante los ciento cuarenta años de su vigencia,
no existía, en principio, una norma genérica que autorice, o que prohíba, la contratación entre cónyuges.
Podía verse una base prohibitiva en el carácter imperativo del régimen patrimonial del matrimonio, que no
les permite efectuar convenciones que lo alteren (arts. 1217, 1218, 1219 y concs., Código Civil).
El régimen patrimonial del matrimonio que estableció el Código Civil de Vélez Sarsfield era un régimen
legal imperativo, forzoso, único, inmodificable e inmutable. Se trataba de una comunidad restringida de
gananciales cuya gestión correspondía al marido. La reforma al Código Civil que se plasmó a través de la ley
17711, procuró una tendencia hacia la gestión separada y a una necesaria conformidad de ambos cónyuges en
todos los actos de disposición con mayor trascendencia de índole patrimonial (2).
Pero el principio legal vigente en materia de contrataciones era el de la autonomía de la voluntad, conforme
el cual las convenciones libremente celebradas entre partes son válidas y tienen fuerza de ley (arts. 1137 y 1197,
Código Civil), y sólo se encuentran excluidos, en razón de la capacidad o del objeto, los supuestos expresamente
prohibidos por la ley (arts. 953, 1160, 1168 y concs., Código Civil).
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Ello generó dos corrientes de opinión en la doctrina, aquellos que sostenían que los contratos se encontraban
genéricamente prohibidos entre cónyuges y los que argumentaban un criterio más permisivo.
A favor del criterio de la prohibición genérica, se daban los siguientes argumentos:
— El carácter imperativo y de orden público del régimen de bienes del matrimonio en el derecho argentino.
— El predominio de las normas que prohíben la celebración de contratos entre cónyuges, tanto onerosos
como gratuitos, sobre las permisivas.
— La inconveniencia de los contratos entre marido y mujer, dado el conflicto de intereses, derechos y
obligaciones, ínsito en todo negocio jurídico, que implicaría colocar a los cónyuges en situación de acreedor y
deudor, y en la eventualidad de enfrentarse en acciones judiciales de contenido patrimonial, incompatibles con
el régimen patrimonial del matrimonio y con la idea de familia (3).
Por el contrario, la interpretación a favor de un criterio genérico permisivo encontraba los siguientes
fundamentos:
— El art. 19 de la Constitución Nacional establece que todo lo que no está prohibido está permitido, por lo
que, en tanto no exista una norma expresa que declare la prohibición de contratar entre cónyuges, está permitido
hacerlo.
— A fin de evitar un menoscabo a la libertad, las prohibiciones deben interpretarse en sentido restrictivo, no
admitiendo la analogía ni la aplicación de criterios extensivos.
— El principio vigente en el Código Civil argentino es el de la autonomía de la voluntad, donde la capacidad
es la regla y la incapacidad es la excepción.
La regla era que los cónyuges, como personas capaces, pueden celebrar contratos entre sí, con dos tipos de
limitaciones:
a) aquellos contratos que están expresamente prohibidos; y
b) Los contratos que, por su naturaleza, impliquen una alteración del régimen patrimonial del matrimonio, o
del carácter propio o ganancial de los bienes (arts. 1217, 1218 y 1219, Código Civil).
Los contratos de los que resulten relaciones jurídicas, derechos u obligaciones, que fueren incompatibles con
las características personales de la relación matrimonial.
Así, estaban permitidos expresa o implícitamente los siguientes contratos: mandato, fianza, constitución de
garantías reales (hipoteca, prenda, anticresis), usufructo de bienes fungibles, mutuo, depósito, comodato,
contrato de sociedad comercial.
Y se encontraban prohibidos los siguientes: compraventa (4)(5), donación (6), cesión de créditos, permuta,
pago por entrega de bienes, renta vitalicia, usufructo de bienes no fungibles.
Había otro grupo de contratos donde existían dudas en cuanto a si se encontraban prohibidos o permitidos,
ellos eran: locación de cosas, locación de obra o servicios profesionales, contrato de trabajo (7) y fideicomiso.
III. EL PROYECTO DE CÓDIGO CIVIL Y COMERCIAL
Tanto el Anteproyecto de Código Civil y Comercial elaborado por la Comisión redactora, como el Proyecto
finalmente remitido por el Poder Ejecutivo al Congreso de la Nación carecían de norma alguna relativa a la
capacidad de contratación entre cónyuges durante el matrimonio.
En efecto, en la regulación del régimen de bienes del matrimonio, como así en la regulación de los contratos,
sea en su parte general como en las disposiciones relativas a cada uno de ellos, no existía alguna norma que
prohibiese celebrar contratos entre sí.
Sobre el particular sostiene Cristina Silva: "En el Anteproyecto del Código Civil y Comercial originario no
existían limitaciones para contratar fundadas en la condición de cónyuges, sino que resultaban aplicables los
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principios y normas relativos a la capacidad genérica para la celebración de este tipo de actos jurídicos,
entendiéndose que ello implicaba un avance legislativo de toda limitación para contratar fundada en la condición
de cónyuge"(8).
Cabe resaltar que la redacción del Anteproyecto del Código Civil textualmente preveía en el artículo 1001 lo
siguiente: "No pueden contratar, en interés propio o ajeno, según sea el caso, los que están impedidos para
hacerlo conforme a disposiciones especiales. Los contratos cuya celebración está prohibida a determinados
sujetos tampoco pueden ser otorgados por interpósita persona". El art. 1002 regulaba las inhabilidades
especiales y al respecto disponía textualmente: "No pueden contratar en interés propio: a) los funcionarios
públicos, respecto de bienes cuya administración o enajenación están o han estado encargados; b) los jueces,
funcionarios y auxiliares de la justicia, los árbitros y mediadores, y sus auxiliares, respecto de bienes
relacionados a procesos en los que intervienen o han intervenido; c) los abogados y procuradores, respecto a
bienes litigiosos en procesos en los que intervienen o han intervenido".
Por otra parte, ni en la sección dedicada al régimen de bienes en el matrimonio, ni en la de los contratos se
hace referencia alguna a la falta de restricciones en materia de capacidad para contratar entre cónyuges.
Se parte, entonces, de la idea de que la autonomía de la voluntad rige en el derecho de familia y que, por
tanto, no corresponde establecer límites en materia contractual, máxime cuando las razones que impusieron esos
límites —régimen imperativo— ya no existen en el ordenamiento. Siguiendo también en esta materia al Código
Civil español, que permite todo tipo de contratos entre cónyuges (art. 1323, luego de la reforma de 1981) (9).
Por su parte, Molina de Juan sostiene que "Reflexionar sobre la autonomía de la voluntad de los cónyuges en
el régimen de bienes del matrimonio, implica enfocar un tema que trasciende la propia reforma del derecho
familiar y desborda lo jurídico. Involucra lo cotidiano y lo doméstico, y envuelve la concreción del proyecto de
vida personal y familiar que se pone en marcha con cada matrimonio. La nueva regulación pasa revista a la
realidad de las actuales familias argentinas, a la democratización creciente de sus estructuras y a sus diversas
formas de organización económica, así como también se engarza con el sistema de valores y principios que
atraviesa toda la reforma, los que han alcanzado un ansiado correlato en el mundo del derecho patrimonial
matrimonial"(10).
Por nuestra parte, hemos sostenido que el régimen imperativo no era el único valladar a la contratación entre
cónyuges, hemos adelantado que el conflicto de intereses, derechos y obligaciones, ínsito en todo negocio
jurídico, que implicaría colocar a los cónyuges en situación de acreedor y deudor, y en la eventualidad de
enfrentarse en acciones judiciales de contenido patrimonial, son incompatibles con el régimen patrimonial del
matrimonio y con la idea de familia (11).
La norma comenzó a ser criticada por la doctrina antes del tratamiento en el Congreso de la Nación. Las
críticas recaían fundamentalmente sobre dos aspectos, el primero relacionado con el aspecto de incompatibilidad
entre el matrimonio y la negociación contractual a la que ya nos hemos referido y el segundo en lo relativo,
dentro del régimen de comunidad, a la alteración tanto del carácter de un bien como su gestión, con directa
relación con el pasivo.
Nos explicamos. En el primero de los aspectos, permitir la transferencia de propiedad entre cónyuges, sea
mediante compraventa, donación, cesión de derechos o permuta, implica poder cambiar la calificación del bien
dentro del régimen de comunidad; ello significa, a modo de ejemplo, que un bien adquirido durante su vigencia
a título oneroso que, sin hesitaciones, es ganancial, puede ser donado al otro cónyuge, convirtiéndolo así en un
bien propio. Ello tiene directa implicancia con el régimen sucesorio, donde la participación del cónyuge
supérstite cambia si el bien es propio o ganancial tanto cuando la sucesión tiene lugar entre éste y los
descendientes, como así también con los ascendientes.
El otro aspecto relevante de la cuestión es el relativo a la gestión; así, la transferencia de propiedad entre
cónyuges determinará un cambio —total o parcial— en la gestión del bien, que pasará de la esfera de gestión del
titular a la del comprador (arts. 456, 469 y 470 del CCiv.yCom.) y ello tendrá un correlato inmediato en la
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cambiar de régimen, pasando del de comunidad al de separación y viceversa (art. 449 del CCiv.yCom.). Como
consecuencia de ello, si éste es el ánimo de los cónyuges, les bastara con cambiarse de régimen al de separación
de bienes y con ello recuperar la capacidad para contratar entre sí.
En este sentido, la doctrina se ha expedido sobre la conveniencia de ampliar la prohibición a ambos
regímenes (17), aunque esta posición no es unánime, ya que otros autores defienden el régimen original del
Anteproyecto, que establecía la libertad absoluta en la materia (18).
Sin perjuicio de la prohibición, entendemos que dentro del régimen de comunidad algunos contratos pueden
ser celebrados entre cónyuges. Los desarrollaremos a continuación:
V. LOS CONTRATOS EN EL RÉGIMEN DE COMUNIDAD
a) Mandato
Este contrato se encuentra expresamente permitido por el art. 459 del Código Civil y Comercial de la
Nación. El artículo se encuentra ubicado entre aquellas disposiciones inderogables para los cónyuges que se
conoce como régimen primario y que se identifican como "Disposiciones comunes a todos los regímenes" (arts.
454 a 462).
Debe recordarse aquí que, como los regímenes comparados, nuestro Código Civil y Comercial posee un
conjunto de normas que resultan imperativas con independencia del régimen elegido, ellas comprenden en el
ordenamiento las cuestiones relativas a la contribución a los gastos del hogar (art. 455); las relativas a la
protección de la vivienda (arts. 456 y ss.); las que conciernen al mandato (art. 459); las que determinan la
responsabilidad frente a los acreedores cuando se trate de contribución a los gastos del hogar y educación de los
hijos (art. 461) y los actos de disposición de bienes muebles no registrables (art. 462).
Así, el art. 459 que nos ocupa dice: "Mandato entre cónyuges: Uno de los cónyuges puede dar al otro poder
para representarlo en el ejercicio de las facultades que el régimen patrimonial le atribuye, pero no para darse a sí
mismo el asentimiento en los casos en que se aplica el art. 456. La facultad de revocar el poder no puede ser
objeto de limitaciones. Excepto convención en contrario, el apoderado no está obligado a rendir cuentas de los
frutos y rentas percibidos".
De él surge, a nuestro entender sin dudas, que el mandato es un contrato permitido entre cónyuges, aun bajo
el régimen de comunidad. Ello así porque la norma especial prevalece sobre la general del art. 1002, inc. d); de
no interpretarse así, se daría una contradicción, ya que la norma del art. 459 —pensada para ambos regímenes—
sólo se aplicaría al régimen de separación de bienes.
Ingresando al análisis del artículo, puede decirse que, con mejor técnica legislativa, se repite la fórmula del
art. 1276, tercer párrafo, del Código Civil (texto según la ley 17.711), donde cualquiera de los cónyuges puede
dar al otro un poder para que lo represente en los actos de administración y disposición de los bienes cuya
gestión le pertenece (arts. 469 y 470 del CCiv.yCom.). Nótese que tanto en el régimen de comunidad como en el
de separación (art. 505) cada uno tiene la gestión de los bienes de su titularidad.
El mandato puede ser expreso o tácito.
El tácito "se da cuando se sabe que alguien está haciendo algo en su nombre" (art. 1319, CCiv.yCom.). Así,
si uno de los cónyuges percibe las rentas de un bien perteneciente al otro, con conocimiento y sin oposición de
éste, cabe entender existente un mandato tácito (19).
El mandato podrá ser general o particular y comprender facultades de gestión o de disposición de bienes,
aun cuando la norma no lo diga expresamente entendemos que el mandato, en términos generales, sólo incluye
facultades de administración y no de disposición.
El mandato que permita disponer de los bienes debe ser especial, es decir, con facultades de enajenar. Se ha
discutido en doctrina si deben individualizarse los bienes que deben ser enajenados o puede comprender "todos
los bienes del mandante". Por nuestra parte, ya nos hemos expresado en cuanto a que los bienes deben estar
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Costa, Josefa, "Estudios sobre la sociedad conyugal", Santa Fe, 1981; Zannoni, Eduardo A., "Derecho de
familia", t. I, 2ª ed., Ed. Astrea, Buenos Aires, 1993, ps. 391 y ss.; Vidal Taquini, "Administración y disposición
de los bienes matrimoniales", La Ley, cita online Cita Online: AR/DOC/6543/2011AR/DOC/6543/2011; Azpiri,
Jorge O., "Derecho de familia", Ed. Hammurabi, Buenos Aires, 2000.
(3) Juzg. Civ. y Com. n. 1 Córdoba, 13/5/1998. "La prohibición de contratar que tienen los cónyuges
durante la vigencia de la sociedad conyugal se funda en la inmutabilidad del régimen patrimonial del
matrimonio, prohibición que no existe cuando se extingue el vínculo matrimonial". LLC 1999-1073.
(4) C. Nac. Civ., sala A, 12/5/1961. "La venta realizada por instrumento privado a favor de la persona que
luego será cónyuge del vendedor y que después del matrimonio se instrumenta en escritura pública no es nula.
LL 106-42".
(5) C. Nac. Com., sala B, 22/4/1998. "Si bien la doctrina dominante considera que la compraventa celebrada
entre cónyuges es nula, de nulidad absoluta, por mediar una incapacidad de derecho que reposa en razones de
orden público y donde no se consulta el interés de los contratantes, sino de terceros, sin embargo no se trataría
de una incapacidad de derecho sino de una incompatibilidad que no reposa sobre razones de orden público, sino
en la idea de protección de ciertas personas, por lo que no podría declararse su nulidad de oficio. De ello se
sigue que el acto entre los cónyuges, está afectado de nulidad relativa, de modo que, tratándose de este tipo de
nulidad, es confirmable, mas en tanto subsista el vínculo no será posible la confirmación". elDial AG52; LL
1999-F-764.
(6) C. Nac. Civ., sala A, 23/11/1998. "La prohibición contenida en el art. 1807 del Código Civil se funda en
que la ley presume que el donatario designado es un prestanombre y que la liberalidad está en realidad dirigida
al cónyuge. Por otra parte esa regla traduce un supuesto de incapacidad dad de derecho, la cual compromete al
orden público, debiendo declararse nula la donación al hijo del cónyuge". ED 183-681. C. Civ. Com. y Lab.
Curuzú Cuatiá, 14/6/2006; C. Civ. Com. y Minería San Juan, sala 1ª, 9/6/2009. "Es nula la cesión de cuotas
sociales de una sociedad de responsabilidad limitada celebrada a título gratuito entre cónyuges, pues, los
contratos celebrados entre éstos están viciados de nulidad absoluta, particularmente aquellos que son a título
gratuito, conforme lo reglado en el art. 1807, inc. 1º, Código Civil, y en virtud de que el régimen patrimonial de
la sociedad conyugal es de orden público". LL Gran Cuyo 2009 (octubre), p. 901 y LLL 2007 (febrero), p. 131.
(7) Corte Sup., 26/11/2002. "En la legislación vigente no existe prohibición genérica de contratar entre
cónyuges, ni específica de celebrar contrato de trabajo; por la otra, la independencia de los patrimonios —aun
gananciales— de los cónyuges que estableció en primer término la ley 11.357 y perfeccionó la ley 17.711 (arts.
1276 y 1277 del Código Civil) permite perfectamente conciliar sus derechos y deberes en la órbita matrimonial
con la relación de dependencia propia del mencionado contrato, que se limita a las actividades de la empresa.
Fallos 325:3220. C. Civ. y Com. Fed., sala 2ª, 25/3/2003. "Empero, el Alto Tribunal varió su jurisprudencia
anterior al decidir por unanimidad, el 26/11/2002, in re 'Segurotti, Luciana v. ANSeS s/prestaciones varias', que
'por una parte, en la legislación vigente no existe prohibición genérica de contratar entre cónyuges, ni específica
de celebrar contrato de trabajo; por la otra, la independencia de los patrimonios —aun gananciales— de los
cónyuges que estableció en primer término la ley 11.357 y perfeccionó la ley 17.711 (arts. 1276 y 1277 del
Código Civil) permite perfectamente conciliar sus derechos y deberes en la órbita matrimonial con la relación de
dependencia propia del mencionado contrato, que se limita a las actividades de la empresa. Por lo tanto, si... se
acredita la efectiva realización de las tareas y la realización de los correspondientes aportes impuestos por la
legislación previsional, no existen motivos para negar la prestación solicitada. Conclusión que es válida
igualmente para el supuesto de vigencia de la sociedad conyugal como para el de separación de bienes, en razón
de que aquélla no es obstáculo a la referida independencia patrimonial' (Considerando 3)". elDial AA1750; LL
2003-C-210.
(8) Silva, Cristina, "Contratos entre cónyuges. El art. 1002 inc. d) del Código Civil y Comercial y su
incidencia en el régimen patrimonial matrimonial", Revista de Derecho de Familia y de las Personas, año VII,
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