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Introito
Tomás Marco…………………………………………………………………………………………………..…….……….…..9
La fragua de vulcano…………………………………………………………………………………………….36
Vernissage………………………………………………………………………………………………..………….58
Polivisiones I………………………………………………………………………………………….…………..115
Close up y Muralismo…………………………………………………………………………….…………..133
Polivisiones II……………………………………………………………………………………………………..171
Epílogo infinito……………………………………………………………………………………………………………..177
Tomás Marco
Introito
Entrar en el taller del artista no es una misión cualquiera ni nadie ha dicho que sea fácil
aunque sí probablemente necesaria para poder acercar un pensamiento a la pluralidad de las
gentes que están interesadas en el arte en general y en ese artista en particular. La palabra
pensamiento no es tampoco baladí porque tal vez tengamos la tentación de imaginarnos ese
taller como un lugar exclusivamente material, una especie de horno en el que las obras
artísticas se cuecen. Claro está que el taller tiene algo de eso, mucho tal vez, dependiendo de
qué arte se trate, de qué lugar material y de qué herramientas de trabajo. Pero, no nos
engañemos, eso es sólo un envoltorio, el verdadero taller es interno y está en la cabeza del
artista. Leonardo da Vinci, que de esto, y de muchas más cosas, sí sabía algo, aseguraba que el
arte "e cosa mentale". Pues sí, entrar en el taller del artista no sólo es entrar en una estancia,
es penetrar en su pensamiento. Es por tanto, un viaje mental, iniciático.
Para acabarlo de enredar, aquí nos encontramos ante el taller de un músico y es bien
sabido que la música es un ente complicado, sumamente abstracto a la vez que
completamente sensorial. Además hemos dicho un músico. No un compositor, o un director de
orquesta, o un guitarrista; un músico, algo que de por sí engloba todas las actividades descritas
pero también otras menos definibles y que acaban por configurar un perfil artístico. En este
caso encontramos el de Leo Brouwer.
Sería fácil describir, considerándolo algo separado, cómo Leo Brouwer ha llegado a ser
no sólo un magnífico, un inmenso guitarrista, un intérprete de cate- goría absoluta sino la
personalidad que más ha influido en la guitarra de toda la última mitad del siglo xx (en
adelante); pero eso no es sólo por su condición de intérprete sino porque su naturaleza de
músico hace que en él no sea útil separar al guitarrista del compositor para guitarra. Pero la
categoría de intérprete no se la da únicamente la guitarra, si además ha podido sobresalir
como director de orquesta es precisamente porque no era un guitarrista sino un intérprete de
la guitarra, algo que parece una diferencia sutil pero que es absolutamente esencial y
decisorio. Y otro tanto podría decirse de su condición de gran compositor que establece una
relación dialéctica y fertilizante con sus otros aspectos, de manera que su personalidad debe
siempre ser entendida no de una manera lineal sino transversalmente a su multiplicidad
musical.
Si, Leo Brouwer es uno y múltiple sin ningún rasgo esquizoide en su naturaleza
multiforme ya que nada es separable sino que todo se configura como avatares diferentes en
una misma condición de músico integral. Quizá el lenguaje no posea la flexibilidad suficiente
como para referirse a la vez a todas estas cosas. Por eso hablar de música es siempre tan difícil
ya que la música no es un arte verbal y el hablar de ella con palabras la desfigura, la
desautentifica y la convierte en otra cosa.
En este terreno se suele insistir mucho sobre la técnica elegida por el creador haciendo
así hincapié en una opción que acaba por convertirse en estética, aunque el problema de la
estética, como veremos después, puede estar ligado al de la técnica pero tiene perfiles
absolutamente propios. No es secundario el problema de la técnica en Leo Brouwer dado que
pertenece a una generación y a un tiempo en el que la elección de técnica se erige como un
problema básico a la hora de la valoración, lo que no deja de ser un error puesto que identifica
escuelas y hasta estéticas con técnicas determinadas y eso sabemos que acaba por falsear las
cuestiones. Incluso tuvo que transitar por un periodo donde las técnicas daban y quitaban
supuestos certificados de validez. Sin embargo, a Brouwer no fue algo que le quitara el sueño.
Él domina las técnicas compositivas como nadie y por ello ha sido capaz de practicar muchas
con la convicción de quien cree que ello es una herramienta para expresar un pensamiento. De
manera que en él, como en bastantes compositores de verdadero rango, no cabe hablar tanto
de una técnica como de la posesión de los medios técnicos que le permiten en cada caso
acercarse a la obra en concreto con las herramientas más adecuadas a su pensamiento y a lo
que esa composición determinada exige.
Vemos así que penetrar en el taller del músico es entrar en su intimidad creativa pero
también vital, es entrar en el mundo y en su mundo. Es hacer un ejercicio de vivisección y de
introspección. De la mano de las autoras de este libro penetraremos en este laberinto donde
ellas nos conducirán como certeras Ariadnas en el desvelado de algo que es real y racional, y,
sin embargo, imprevisible y mágico, donde habrá que desvelar maravillas y ahuyentar
minotauros. Adentré- monos en este taller, en este mundo. Dejémonos conducir al mundo de
Brouwer. Al mundo convertido en taller de músico.
Tomás Marco
El taller del músico
El estudio del proceso creador en la obra artística de un compositor constituye uno de
los análisis más delicados para quien se dedique a hacerlo, ya que es imposible observar, desde
fuera, el desarrollo íntimo de tal proceso. De igual manera, representa una ardua tarea al
intentar la reconstrucción del inmenso bagaje cultural adquirido por un músico de la talla de
Leo Brouwer, conocedor profundo de la Música y polifacético en su quehacer musical, capaz de
hacer de la existencia un acontecimiento irrepetible.
Brouwer se ocupó de cultivar durante muchos años la gran facultad que un artista de
su altura posee: pasar de modo consecuente del plano de la concepción al plano de la
realización. Por ello, desde su experiencia como intérprete comenzó a per- filar su idea de la
composición y sobre todo su actitud ante el proceso de creación.
Una de sus grandes virtudes es la observación. Todo lo que este ilustre músico ha
empleado como materia en sus obras, forma parte de su entorno, de lo que está en todas
partes, siempre al alcance de su mano. Simplemente, Leo Brouwer retiene y dirige su
operación hacia aquello que en especial solicita su atenta mi- rada, para así sacar el máximo
provecho. Como él mismo expresa, su intuición le hace escudriñar y estudiar todo cuanto
escucha y toca; siempre junto a otros intérpretes y moviéndose en un amplio círculo de artistas
que le proporcionan