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Hay otra cuestión que refiere a las imágenes que van fluir mientras hablo, como un
fondo mudo para la charla; no voy a comentar nada de ellas, salvo que las formas
cambiantes que vais a ver provienen de los trabajos de un loco ingeniero -Hans Jenny-
que al inicio de la década de los 60 formuló el surgimiento de una nueva disciplina, la
“cimática”, destinada al análisis de las relaciones entre ondas y materias. Todas las
imágenes son parte de sus experimentos, en los que se advierte de forma evidente el
surgimiento de patrones morfológicos regulare y a veces muy orgánicos -hasta el punto
de semejarse a seres vivos, cuando una sustancia inerte, inorgánica polvo, caolín, agua
es afectada por vibraciones de sonido. Los análisis de Jenny alrededor de la cimática
permitían reconocer que en cada parte del universo dispone de una doble condición: (II)
la primera ligada a la condición vincular, a la de ser parte de otra cosa, y por ello de
estar siendo interferida, afectada, abierta, sensible, consecuencia de algo… (I) la
segunda ligada a la condición singular, a la consistencia y la conformación. La primera
condición es muy apreciable en las ondas, la segunda en las partículas, por lo que la
cimática permitía contemplar a simple vista la influencia recíproca entre estas dos
condiciones indisolubles.
Os dejo con estas imágenes que espero que os distraigan lo suficiente como para
dar un cierto tono en resonancia con algunas de las cosas que me gustaría tratar hoy,
porque el título que sirvió como apuesta -“El deseo del artista”-, seguramente apunta a
tratar de la centralidad de la cuestión de la forma en el trabajo del artista.
1
Cfr. J.L.Moraza () Variaciones etéreas. El deseo como swing. Pamplona.
2
Cfr. J.L.Moraza (2004) D´amour, savoére. DVD.
Quería comenzar con el fragmento de un poema de رومي دمحم ال دي ن ج اللYalal
ad-Din Muhammad, poeta afgano del siglo XIII, más conocido por Rumi3,
que dice :
“El cuerpo es un dispositivo para calcular la astronomía del espíritu”
Hacerse artista… ¿qué impulsa a un artista para hacerse artista? ¿Qué hace
de un sujeto un artista? ¿Qué convierte a un sujeto en amante, en albañil, en
asesino o en cualquier otra cosa? A pesar de los delirios de Lombroso,
desde luego uno no nace criminal, ni albañil, ni escultor, esto está muy
claro, y las muestras evidentes son los hijos de artistas, que normalmente
no suelen serlo.
Podríamos pensar que la pregunta sobre qué hace artista a un sujeto
está emparentada con otra, más cercana a vosotros ¿Qué convierte a
alguien en sujeto? Permitidme responder simultáneamente a ambas con una
incógnita formulada por Lacan:
“El estilo es el sujeto en su singularidad”
3
Originario de la Anatolia romana, denominada por los turcos selyúcidas como la
“tierra de Rüm (los romanos)”, el Imperio Bizantino.
II. Segunda consideración. Creo que hay en primera instancia un deseo de
hacer arte -deseo de sentir la vida bajo ciertas formas de intensidad, deseo
de dedicarse a cierto tipo de elaboraciones, a vivir de un cierto modo, a
poder preocuparse y ocuparse de ciertas cosas que seguramente el trabajo
de abogado o secretario no permitiría- …y hay otro deseo de “ser” artista –
y lo que eso supone en términos de adquirir un nombre, un lugar dentro de
la sociedad, dentro de un sector, dentro de un campo de actividad humana
reconocido como tal. Por supuesto resulta difícil considerar que estos dos
deseos son independientes. Pero me atrevo a aventurar que el primer deseo,
de hacer arte, de vivir la existencia desde ese modo sin modo, es mucho
más fuerte, más importante en el deseo de hacerse artista. Al menos yo me
reconozco más en él, pero reconozco que es la tradición cultural que ha
definido al arte y al artista como tales, la que permite que el arte sea
seguramente si no la más, una de las actividades humanas más personales,
donde más uno puede invertir de sí mismo. En efecto, en la elaboración
artística, el sujeto y toda la complejidad de sus vivencias forma una parte
nuclear en la propia mesa de trabajo y en ese sentido es seguramente, el
juego más subjetivo que pueda existir de todas las formas de actividad
humana, pero también es el juego más social, donde uno está más expuesto
a todo tipo de vínculos con el exterior, de opiniones, etc. Esta doble
intensidad asociada y disociada entre subjetividad y cultura es crucial.
Hay sin duda en el trabajo del artista la intermediación de un médium
cultural, que tiene que ver con técnicas, pero también con sistemas de
categorías que componen todo el campo artístico, con un campo de saberes
previos que el artista tiene que interiorizar para finalmente poder
reconocerse y elaborar dentro del campo del arte. Y esto convierte el arte
en una actividad profundamente social porque existe en el magma cultural
donde habitan todos los mundos de imaginaciones, de interlocuciones
simbólicas de otros artistas, de la literatura, de la música, etc. todo ese
océano cultural en el que uno se necesita adiestrar para poder empezar a
elaborar por sí mismo. Gombrich relacionaba ese médium cultural con el
preconsciente freudiano, no voy a entrar ahí porque no lo podría decir, pero
sí puedo decir que la elaboración artística es una elaboración muy cercana
al cuerpo, no sólo porque exige, al menos en lo que ha sido la creación
artística universal, unas ciertas habilidades psicomotrices, habilidades con
las manos, pero también habilidades sensoriales, capacidad para ver, para
apreciar, para distinguir cosas, sino también porque precisamente por la
comparecencia de gran parte del sujeto en la elaboración artística, hay
mucho de su mundo emocional implicado en el campo del arte.
En el taller está todo. Cuando uno está trabajando en ese espacio, en esa
habitación propia del taller está la carne, la sexualidad, la angustia, el dolor,
la esperanza, la envidia, la ambición, todo tipo de ansias de cualquier cosa,
todas las emociones y todos los conocimientos, todo lo que uno pueda ser.
Precisamente por esta cercanía del sujeto-cuerpo, para tratar sobre el deseo
del artista, cuesta pensar en una manera abstracta. Así que tengo que partir
de mi propia experiencia y sin pretender ser autobiográfico, si que quería
señalar una o dos pinceladas que me puedan ayudar a reflexionar.
Entonces, la cuestión del deseo con respecto al hacerse artista, resuena con
otra que tendría que ver con el hacer del arte. En más de una ocasión he
formulado la idea de que la actividad del arte tiene dos dimensiones
básicas:
Una de carácter psicodélico, en el sentido etimológico de esta palabra, el
délos de la psique, la manifestación, la revelación de algo que sucede en el
interior de un sujeto y esta dimensión psicodélica pues apunta, a la
manifestación de la complejidad misma del sujeto; y por lo tanto la tarea
del arte, lo que hace el arte es ofrecer la posibilidad a que de una manera
más o menos clara, más o menos evocadora, más o menos especifica algo
quede registrado de esa complejidad psíquica en las obras.
Otra segunda dimensión, tiene que ver no tanto ya con una revelación
psíquica, sino más bien con un invento psíquico. La heurística es la
disciplina que trata de las invenciones, de los descubrimientos. Entonces si
el arte tiene una dimensión psicodélica, tiene otra dimensión que es
psicoheurética, es decir de invención, de elaboración, de fabricación, de
génesis de la propia psicología del sujeto
En ese sentido, muchos artistas lo han dicho en todas las épocas, la obra
hace al autor. Y esta dimensión es seguramente la más importante de todas,
es decir uno se convierte en un ser inédito para sí mismo, se convierte en
algo que antes no era, en virtud de aquello que le pasa, y hace y recibe de lo
que sucede en el taller.
1. un deseo de transformación.
El deseo, desde mi punto de vista, es lo contrario a la inercia; también es
curioso que la etimología de arte -ars-, muestra que es lo contrario de la
inercia -iners-. Es revelador que arte e inercia sean antónimos. La inercia es
una resistencia al cambio de estado y hay muchos tipos de inercia, de los
cuales me gustaría destacar tres para apuntar a lo que determina ese deseo
de transformación en el arte.
I. Hay una inercia de carácter fisiológico o pulsional, o fantasmática, en la
que uno está en cierto modo enredado en unos circuitos de repetición, como
decía el físico Borh: “un electrón no tiene prohibido lo que le es
obligatorio”, por lo tanto, tiene muy poco margen de actuación, sus fases
de libertad son muy pequeñas. Esta inercia primaria, es una inercia que nos
sitúa en ese terreno problemático porque nos hace dificultosos para
convivir con otros. Es la inercia de la locura del impedimento para la
convivencia.
Frente a ese tipo de inercia habría un arte primario, que es un arte
que permite mediante una elaboración subjetiva, ser conviviente, ser capaz
de establecerse en y con vínculos, con códigos y con los demás. Ese arte
primario sería común a los humanos, permitiéndoles en sus invenciones y
acciones instalarse en la cultura de forma fluida y eficaz.
II. El segundo tipo de inercia es una inercia justamente de la propia
normalización de la cultura, donde uno queda enredado en eso que se llama
la normalidad cultural, es decir, enredado en códigos, significaciones
simbólicas donde uno es un tipo normal, esta inercia es la más habitual, es
en la que todos vivimos necesariamente porque si no esto sería una locura.
Esta inercia cultural tendría como correlato un ejercicio artístico
secundario, que lo que hace es sacarte de las conductas y de los hábitos
simbólicos y culturales para extraerte algo de ese real, de deseo único,
inédito que uno tiene como ser estrictamente singular, y diferente a
cualquier otro en cierto grado. Y por lo tanto, este arte secundario es un
arte contracultural, es un arte deconstructor, es un arte de vanguardia y no
estoy refiriéndome sólo al arte en el sentido profesional de la palabra.
Estas dos formas de arte primario y secundario, en cierto modo,
también las desarrolla cualquier persona, por el hecho de generar actos
creativos para poder enamorarse, para poder vivir, para poder trabajar y
para poder no ser un tonto, un tonto perfectamente adaptado a su cultura.
¿Qué le pasa al deseo en esta inercia terciaria? O dicho de otro modo, ¿en
que consistiría un arte terciario que sea capaz de sacar a un sujeto de la
inercia de la trasgresión en la creatividad?
Seguramente si el arte primario supone intentar y ser conviviente y el arte
secundario hacerse singular, el arte terciario supondrá ecualizar el modo en
que uno existe en su mundo y por tanto hacerse sabio.
Este deseo de transformación que digo que es el arte, dentro y fuera del
campo artístico, en la vida cotidiana y en el taller, supone entonces,
entrampar las inercias. En el taller uno tiene que ser inventivo, en el sentido
justamente de atender a no quedar encerrado en sus propias inercias, ni en
las inercias pulsionales, ni en las inercias culturales, ni en las inercias
creativas o contraculturales.
Esto supone no quedar atrapado en lógicas de ofertas y demandas propias o
ajenas, en anhelos o en ansias, sino desde la atención extrema a lo que
sucede en ese espacio totalmente extraño, donde uno nunca sabe que va a
pasar del taller, pillarse en falso, es decir ver de que modo uno está
enredándose en cosas.
2. un deseo de elaboración.
Reconozco en el deseo del artista un deseo de elaboración, un deseo de
proceso más que de producto. Cuando uno va a hablar con los artistas,
muchos de ellos te dirán, la obra es menos importante que el proceso que
me ha llevado a hacerla.
La obra es menos importante que el proceso, han pasado tantas cosas ahí,
de las cuales la obra apenas da testimonio, que me importa mucho más el
proceso mismo que el producto, que su consecuencia. La idea de proceso es
una idea ajena a la lógica del proyecto y a la lógica de la estrategia que va
de un fin a un medio, y eso también creo que tiene mucho que ver con el
deseo del artista. El deseo del artista no es un deseo estratégico, no está en
un objeto que esté ahí, que se pretenda conseguir, sino que hay un deseo
mismo en el proceso, hay un deseo del proceso, de la propia elaboración,
de lo que no es ni un fin ni un medio sino justamente lo que está en ese
espacio de elaboración.
Aquí hay una correlación que me parece muy significativa entre, lo que el
escultor Oteiza formula en el año 47, llamándolo “la ecuación estética
molecular”, nombre tomado de la química, para preguntarse sobre cómo se
hace una obra de arte, en qué consiste. Una formulación que resuena
bastante bien creo, no digo que sea lo mismo, pero que resuena bastante
bien con la fórmula lacaniana de real, simbólico, imaginario, como el
symtome, como un juego de elaboración donde algo de ese real, imaginario,
simbólico se empiezan a engarzar, de tal modo que hay un anudamiento
muy significativo para la propia constitución subjetiva.
La ecuación estética molecular de Oteiza dice algo así. ¿En qué consiste la
elaboración artística y de qué está hecha? Y lo formula a partir del análisis
que realiza de las esculturas precolombinas de la zona de San Agustín.
Esculturas precolombinas de piedra megalíticas en las que él reconoce
distintas familias de ingredientes que forman parte de la elaboración del
artista.
Entonces a partir de ese encuentro con la escultura megalítica americana,
el plantea que el ser estético, la obra de arte, se compone de una
elaboración química, dice, que realiza el propio artista, donde se articula
por una parte, seres reales, que son los que uno puede encontrarse, que le
vienen dados en la propia realidad, estos seres reales se anudan o se
articulan con unos seres ideales dice, que tienen una temporalidad y una
espacialidad diferente porque no pertenecen al mundo real, un círculo, un
cuadrado, una línea horizontal, una línea vertical, seres simbólicos,
seguramente están extraídos del mundo natural, pero que han adquirido una
cierta independencia para convertirse en sistemas de intermediación
cultural.
De tal manera que una piedra la mezclo con una pirámide, un ser real lo
mezclo con un ser ideal y ¿qué es lo que me sale?, pues un ser abstracto
que es una pirámide de piedra. Si a esto le añado un tercer tipo de seres,
que son seres vitales, que son seres que pertenecen al mundo de las
vivencias humanas, que tienen de nuevo una espacialidad y una
temporalidad distinta, que es una espacialidad psíquica, muy vinculada con
el dolor, con la muerte, etc., y con una temporalidad también adecuada a
ellos, entonces, si añado estos seres vitales a los seres abstractos tengo
seres estéticos.
¿Qué es lo que hace un artista? Pues coger seres reales, seres ideales y seres
vitales y fabricar seres estéticos. Claro, teniendo en cuenta que el propio
Oteiza plantea que la obra hace al autor, este anudamiento de seres reales,
ideales, y vitales supone una constitución subjetiva importantísima.
3. un deseo de forma.
Es un deseo importantísimo, creo que de alguna manera lo estáis viendo en
estas imágenes de fondo, la forma lo traspasa todo. La forma es la
evidencia de un proceso que la interfiere, que la atraviesa. En este sentido,
el deseo de forma remitirá a la forma en tanto evidencia, en tanto
concreción, en cuanto secreción del propio deseo como tal. O dicho de otro
modo, desde mi punto de vista, el arte es un espacio donde el deseo se está
estableciendo en su forma más plena. No es el deseo de un algo concreto,
positivo.
Me acuerdo de Cezanne y de cómo gira alrededor de la montaña de Santa
Victoria, generando cientos de dibujos, decenas de cuadros. ¿Qué hay en
esa montaña? Sería bonito hablaros de una obra de esa montaña porque hay
mucho que decir de la montaña de Cezanne. Pero ese deseo en Cezanne de
encontrarse con esa montaña, en buena medida a distancia, porque está
rodeándola pero sin subir y de pintarla una y otra vez, está sobrevolando o
elaborando algo o alrededor de algo.
El deseo de forma en el artista, también creo que tiene que ver con un
intento de desvelar algo de la propia estructura de la realidad, en esa triple
dimensión, de los seres reales, los seres ideales y los seres vitales, algo en
que la forma misma sea como la patencia me sale, pero no existe esa
palabra, sería como hacer patente algo de esa estructura que referiría a la
verdad incompleta del contenido de la propia obra.
En cierto modo, la forma diría mucho de la incompletad misma de la
verdad del contenido del arte. Aquí se me ocurre también, que ese deseo de
forma que es un deseo de elaboración como digo, hace que podamos
comparar el taller del artista como un frigorífico invertido del deseo; un
frigorífico en términos termodinámicos es una caja que para producir orden
geométrico en el interior, se abastece y segrega desorden energético hacia
el exterior, alrededor de un micrófono siempre hay mucho calor, que es el
coste termodinámico del frío que genera cristal; entonces el cristal como
orden geométrico, genera el desorden energético en forma de calor.
4. un deseo de sabœr.
Palabra que Carmen Gallano conoce porque la he utilizado en más de una
ocasión, que no es un neologismo sino en todo caso un arqueologismo,
porque recuerda que si retrocedemos hasta hace muy poco, en el francés del
siglo XIX y en el latín del siglo III, saber y sabor son la misma palabra.
¿Esto qué indica? Que la experiencia de la que sale esta palabra es una
experiencia que es anterior al nacimiento de la Filosofía, que precisamente
se constituye separando las aguas de la experiencia de los cielos del
conocimiento inteligible; rompe la realidad, por una parte nos acercamos a
la experiencia y por otra parte la conocemos de una manera distante. Por
una parte por tanto, tenemos el conocimiento y por otra parte tenemos la
experiencia sensible.
5. un deseo de vínculo.
Entiendo que ser artista es querer algo de los demás o con los demás. En
una ocasión, en una entrevista comparé al artista como esa dama que deja
caer un pañuelo para ver si algún caballero se lo recoge. Uno no puede
pedir responsabilidades al público porque no le haga caso porque
precisamente, quien quiere algo es el autor, que toma la decisión de ofrecer
algo a ver si causa en el otro algo. Tú no le puedes pedir ninguna
responsabilidad al espectador ¡es que no me entienden, es que no dedican el
tiempo suficiente! no.
Si yo me reconozco como artista en el deseo de vínculo, esto supone que
uno ya ha tomado la iniciativa como artista con respecto a los demás, al
hacer, al ofrecer algo y quiere involucrar al otro en algún tipo de
interlocución, del tipo que sea, no lo quiere del todo libre, quiere que haga
algo, que sienta algo, quiere inducirle en algún tipo de estado.
6. un deseo de encuentro.
¿Por qué diferencio vínculo de encuentro? Porque precisamente, aquí en el
encuentro, encuentro el vínculo con las cosas, no sólo con las personas.
Me vais a permitir que cite una conferencia apócrifa de Lacan que fue la
responsable de que Carmen Gallano y yo nos conociéramos hace unos
cuantos años. Es una conferencia titulada Imposible, que escribí una
semana loca para el texto de un catálogo de una exposición. Yo le hacía
decir a Lacan alguno de mis delirios en ese momento, pero quería recuperar
algo que tendría que ver con este deseo de encuentro. Que remite a eso que
desde Aristóteles, Lacan tomaba para hablar de la Fortuna, de la Tyche,
como un encuentro con lo real.
Lo que en ese texto loco hacía decir a Lacan, es que frente a una psicología
de una mirada psíquica muy centrada en la centralidad de la falta, y de lo
que no va y que eso supone una perspectiva importantísima que permite
entender muchas cosas de la propia construcción y elaboración psíquica del
sujeto, sería posible también, otro tipo de aproximación, basada no tanto en
la falta, sino en el encuentro. Y ¿qué pasaría entonces?
Pues que el encuentro real con un objeto simbólico estaría vinculado con
lo que se llama invención, que es algo muy importante como motivación
dentro de la actividad subjetiva. La invención, como encuentro real con un
objeto simbólico. Pero también el descubrimiento, como un encuentro
imaginario con un objeto real. Y también la eclosión o la comparecencia
como un encuentro simbólico de un objeto imaginario.
Y a partir de aquí, hacia mencionar a Lacan este triple orden de encuentros,
la fantasía, el descubrimiento y la invención, donde entonces, el deseo de
encuentro supone que la curiosidad misma es una versión primitiva del
deseo, una apertura que tiene que ver mucho, no con aquello que se
encuentra, sino con el propio goce en el proceso mismo del encuentro.
El deseo entendido como una versión de la curiosidad, como un tipo de
curiosidad muy compleja, que afecta a todo lo que un sujeto es.
Bueno, pues estos son los seis deseos que os propongo y que desde luego
hace que el deseo del artista no se reduzca a un deseo de transmisión, ni de
expresión y que apuntan a que el arte incide en el ser mismo del deseo, por
cuanto sería una realización del deseo en su más radical formulación, no
tanto en el sentido de que el arte mismo realice tus deseos, sino en todo
caso, en el modo en que el arte hace patente lo real mismo del deseo y del
ser deseante que es el sujeto artista y el artista que un sujeto esta siendo.
Hace saber de algo que es indecible en ese saber, que otorga presencia en la
obra a algo que excede por completo a la lógica de lo discursivo y de lo
dialéctico. El deseo del artista se probaría entonces, en un estar dispuesto.
En este sentido, el arte sería una especie de cita, una predisposición a lo
imposible.