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El historial de apego y los cuidados tempranos que recibe el niño son los factores
precursores de la formación de relaciones de pareja positivas en la adolescencia
(Sroufe,
Egeland y Carlson, 1999). De esta manera, el adolescente que tiene relaciones
afectivas positivas con sus figuras de referencia será menos dependiente de la
aprobación de los demás y precisará en menor medida realizar comportamientos de
riesgo para sentirse aceptado. Por el contrario, en adolescentes con apego inseguro la
interacción entre estos sistemas puede resultar disfuncional, llevando a relaciones
sexuales arriesgadas y menos placenteras mostrando mayor disposición al riesgo
sexual.
Así, podría suponerse que disponer de un historial de apego seguro facilita el control
de las emociones durante la adolescencia, y la apertura íntima en las relaciones
románticas entre adolescentes.
Un enfoque integral nos permite tener una mejor perspectiva para abordar las
estrategias de intervención en educación sexual en los adolescentes.
El adolescente pone a prueba el ejercicio de su libertad y autonomía respecto del
mundo adulto en la elección de las personas que integran su grupo afectivo de
referencia lo cual suele constituirse en fuente de tensiones y conflictos en las
relaciones entre ellos y su familia
Cloutier (2000) define la adolescencia como un estadio intermedio durante el cual los
individuos, que no están en la infancia, pero tampoco en la adultez, (no teniendo
responsabilidades sociales propias), pueden explorar y experimentar diversos roles
prefiriendo el aprendizaje por medio de la experimentación.
Así, para abrir la puerta de la adultez se debe renunciar a cosas que no tienen cabida en
un buen funcionamiento adulto. Dicho duelo no es exclusivo del adolescente, pues la
familia también tiene que realizar el suyo propio. Tiene que dejar de ver al niño que
lleva tanto tiempo con ellos (y que continuamente precisaba da su ayuda), para dar paso
a una persona más independiente de ellos, algo que puede producir ciertas resistencias
en los padres. Consideramos la adolescencia como un proceso mental, que a pesar de
que suele producirse en un mismo período de tiempo, existen personas que no
consiguen alcanzar la adultez, y que se resisten a abandonar su mundo infantil. Este
hecho puede producirse por las pérdidas que esto les supone, o por la aprehensión que
les produce el cambio. Podría decirse que los elementos comunes a todos los procesos
psicológicos que tienen lugar en la adolescencia son: el concepto de identidad y la toma
de conciencia de un cuerpo en transformación. Los cambios biológicos que se producen
traen consigo la sexualización del cuerpo y la genitalización de las relaciones
interpersonales.
Marcelli y Braconnier (2005), exponen que “en el marco de la sexualidad del individuo,
la adolescencia y el inicio de la pubertad constituyen el comienzo de una etapa
determinada. Esto se produce tanto por el desarrollo del aparato genital y la actividad
sexual que conlleva, como por determinadas modificaciones psíquicas, por lo que éstas
se convierten en uno de los núcleos centrales de la vida del adolescente…” El acceso a
la sexualidad genital implica la necesidad de una organización satisfactoria de la
identidad sexual y de sus identificaciones” Numerosos expertos hablan de la
adolescencia como la etapa en la que se produce un mayor aumento de la excitación
sexual, tanto en intensidad como en frecuencia. Debido a este aumento cobra gran
importancia el acto masturbatorio, Reich habla de éste como la transición cara la vida
sexual madura y que es la simple expresión de la tensión sexual corporal y mental en el
organismo juvenil. Marcelli y Braconnier (2005) hablan de la adolescencia como la
etapa en la que se desarrolla el proceso masturbatorio, que abarca masturbación y
fantasma
haciendo posible la integración y, más tarde, la evolución de los fantasmas perversos de
la infancia. Además de esto ayuda al Yo a organizarse en torno a la supremacía de la
genitalidad y del placer último. Inseparable al onanismo va la necesidad de intimidad
por lo que cuando el adolescente comparte habitación o baño, o siente que puede ser
observado a cada instante del día, la aparición de la ansiedad puede aumentar, y por
tanto, el proceso masturbatorio se ve dificultado. La adolescencia se caracteriza por una
búsqueda de la identidad, por lo que es habitual mantener prácticas homosexuales, sin
que esto desencadene en una identidad homosexual. Para Anna Freud las
manifestaciones homosexuales en la adolescencia son comunes y habla de éstas como
juegos habituales entre adolescentes. De todo lo anterior se puede concluir que la
adolescencia es un período en el que muchas cosas están en juego, sobre todo en lo que
respecta al acercamiento al mundo sexual, de aquí la importancia de que se haga de
forma adecuada según las características de cada persona, y no con una fórmula que se
suponga válida para todos. Pues si es verdad que cada persona es distinta, más verdad es
que la forma de abordar la adolescencia es única en cada uno. Aunque en este período
existan riesgos que nos pueden marcar el resto de la vida, también es cierto que es aquí
donde traumas anteriores pueden resolverse y llegar a un funcionamiento psicosexual no
patológico. Gro Harlem directora general de la OMS entre 1998 y 2003, afirma que
“Los jóvenes precisan de la ayuda de los adultos para lidiar con los pensamientos,
sentimientos, y las experiencias que acompañan la madurez física. Al brindarle esta
ayuda, no fomentamos estilos de vida irresponsables. La evidencia del mundo entero ha
mostrado claramente que proporcionar información y desarrollar habilidades
relacionadas con la sexualidad y las relaciones humanas ayuda a evitar problemas de
salud y crea actitudes más maduras y responsables”.
Nos encontramos con adolescentes que se caracterizan por presentar un paso al acto;
relaciones prematuras, prácticas de riesgo, etc. como síntoma de un desarrollo
problemático en el eje de la sexualidad. Elsa Schmid-Kitsikis (2004) en su libro “La
pasión adolescente”, realiza una diferenciación entre actuar y acción. Ésta asegura que
el Actuar constituye la defensa de aquel falto de amor y de objeto satisfactorio, mientras
que la Acción, exige de un espacio de transición que haga posible una suspensión
ocasional, un continente que pueda contener un pensamiento en libertad, en
disponibilidad para la acción. Entendemos que un continente adecuado para esto puede
ser el espacio creado en un espacio educativo.
En base a Damasio (2005) y Lazarus (1994) López crea su propia adaptación del mundo
afectivo: Primero el organismo vivo, luego el humor, las emociones, luego los
sentimientos y luego los afectos sexuales y sociales y las relaciones que es el vínculos
con los otros
la necesidad de afecto es la más nuclear y necesaria, la que tiene un rol más importante
a lo largo de todo el ciclo vital y la que, en la mayor parte de los casos, puede
mantenerse más tiempo, porque lo que la satisface y los recursos para ello pueden estar
activos hasta el final de la vida, si la persona consigue mantener vínculo afectivos
incondicionales y eficaces. También, señalamos por nuestra parte, es la necesidad más
difícil de sustituir o compensar, porque estar en contacto, abrazar y ser abraza-
Por otra parte, la satisfacción de esta necesidad puede verse enriquecida si se alcanza la
amistad y el apego, dentro de la pareja y, aún más, si cada uno cuida y se siente cuidado
por el otro. La vida de pareja puede proporcionar el mayor bienestar y el mayor dolor:
por un lado, las emociones más positivas, mar embravecido por el deseo, la atracción o
el enamoramiento, mar de plenitud, en el logro de la intimidad y balsa segura en brazos
de cuidados que se perciben como incondcionales; por otro, las emociones más
negativas, los celos, el miedo, la aversión, la hostilidad, la ira, la ansiedad, la
deseperación... y los sentimientos más desconsolados de abandono y soledad.
Desde el punto de vista de las carencias y sufrimientos cuando no se satisfacen estas
necesidades, nos interesa especialmente destacar, por su alta significación, los
sufrimientos de soledad, ya sea por inadecuada integración familiar, aislamiento social,
separaciones, pérdidas o desvinculaciones amorosas, etc. La soledad
a) provoca malestar,
b) que desea ser superado o aliviado,
c) porque es un sufrimiento subjetivo,
d) que depende de expectativas e interpretaciones del
sujeto,
e) que considera deficientes las relaciones interpersonales.
El deseo está tan enraizado en la propia fisiología humana, que no puede entenderse sin
conocer sus bases hormonales, los estímulos internos y externos, la forma de procesar la
información y de actuar del sistema nervioso. Por eso, mu chos autores hablan de
hormonas y de la activación fisiológica concomitante a la excitación sexual como las
bases o motores del deseo.
No hay pruebas de que exista una energía sexual específica básica, como creyera Freud,
al hablar de la libido, o Reich (1942), que prefirió darle el nombre de energía orgánica,
pero sí un deseo o motivación sexual específico que conllevan respuestas fisiológicas
que motivan la conducta sexual.
En todo caso, la testosterona, en la pubertad, adolescencia y juventud aumenta mucho su
producción y nivel en sangre (periodo en que acucia especialmente el deseo sexual),
para ir poco a poco disminuyendo en la vida adulta. En la vejez se produce un fenómeno
inverso, pero es menos claro, porque con bajos niveles de testosterona se puede
mantener el deseo.
. Es posible que en las primeras edades el deseo sexual sea bastante simple, resultado de
haber aprendido que tocándose sienten placer, lo que los lleva a repetir esta conducta.
Poco a poco, con el desarrollo de la mente, el deseo sexual se va enriqueciendo de
contenidos mentales (sentimiento del deseo, recuerdo, imágenes, fantasías) y contenidos
interpersonales, una vez descubierto que se pueden compartir ciertos juegos que dan
placer, o una vez que alguien llega a resultar atractivo o incluso a fascinar. Por eso no
hay una etapa infantil sin de seo sexual propiamente dicha.
No sabemos, por tanto, los factores que orientan el deseo y no estamos seguros de si, al
menos en algunos casos, puede cambiar a lo largo de la vida, pero sabemos lo más
importante, que podemos resolver nuestras necesidades sexuales y afectivas desde
cualquiera de las orientaciones del deseo, siempre que realmente lo sintamos así, nos
aceptemos así y los demás no nos pongan dificultades (López, 2006).