Bettelheim (1) afirma que la visión maniquea es indispensable a la
maduración emocional de los niños. Les permite elegir su polo de identificación... Muchos de nosotros hemos sido educados, afortunadamente, con cuentos de hadas. Nuestra primera percepción maniquea del mundo, necesaria en la etapa temprana, sin embargo fue siendo relativizada. A mayor madurez emocional, mayor apertura, menos aferramiento a ella. En teoría, en la edad adulta, somos capaces de asumir la polaridad relativa de nuestros semejantes y de las realidades sociales a que nos enfrentamos. Nos creemos no-maniqueos hasta que algún desafío inusual nos regresa a las sensaciones infantiles plagadas de bosques amenazantes, oscuros peligros, ogros peludos y dragones flamígeros. Creo que precisamente ésta es la sensación que se experimenta en los primeros acercamientos a los procesos de investigación. Estamos perdidos en el bosque oscuro y amenazante de lo desconocido. Por supuesto, somos los héroes y, claro, debemos encontrar el auxiliar mágico que nos permitirá salir airosos de las trampas y engaños de los malos. Una analogía más: terminada nuestra epopeya, nuestro proceso de investigación, nos esperará la victoria y el reconocimiento general. En este trabajo quiero desarrollar el tema de cómo la noche tenebrosa y fría que vivimos en nuestros primeros procesos de investigación nos lleva (lógicamente) a aferrarnos a una visión simple y maniquea de nuestra tarea y de los elementos que se conjugan en el proceso. En un segundo momento quiero invitar a relativizar este acercamiento temeroso. Si, de acuerdo con Propp (2), retomamos los tres elementos esenciales de toda secuencia narrativa y los ponemos en paralelo con los protagonistas del acto de construcción del conocimiento, podemos proponer el siguiente esquema:
Héroe = investigador; auxiliar mágico = la teoría y la metodología, malos = los que enarbolan las posturas teóricas y metodológicas contrarias a la nuestra, es decir, aquellos que pueden cuestionar o neutralizar la magia de nuestro auxiliar.
El panorama actual en el horizonte de las ciencias sociales, con influencia preponderantemente norteamericana, enfrenta dos grandes modelos metodológicos, el cuantitativo y el cualitativo. El primero es el malo; el segundo, el héroe que pronto probará su bondad incuestionable y sepultará al primero. Este panorama tiene, en un primer momento, sus virtudes, sobre todo didácticas. Cada uno de los modelos es una abstracción cuyos atributos monolíticos contribuyen a sentar las bases para la comprensión de sus competencias respectivas. El problema surge cuando, retomando a Bettelheim, no evolucionamos y, estancados, seguimos aferrándonos a la visión maniquea: Si nos enriquecemos, si crecemos, logramos ver, más allá de la espesura del bosque, la luz que matiza estos dos grandes bloques que antes sólo veíamos en blanco y negro, más allá del blanco de nuestra esperanza y nuestra voluntad de conocer, del negro de lo que no conocemos y que nos resulta amenazante. Analicemos los principales enunciados que sintetizan esta visión temerosa y maniquea.
1. El método hipotético deductivo es el método positivista. Es el mito más arraigado. Por más que se insista en que, históricamente, el método hipotético deductivo se constituye desde el siglo XV, luchando contra los procedimientos puramente deductivos y apriorísticos del pensamiento filosófico tradicional, y en que el positivismo sólo surge a mediados del siglo XIX, parece titánico llegar a derrumbar este cimiento sobre el cual se ha edificado una montaña de pseudo-saberes.
2. La relación de bi-equivalencia que enunciamos líneas arriba, se ha convertido, a raíz del boom de las metodologías cualitativas, en una relación de equivalencia triádica: método hipotético-deductivo = positivismo = metodologías cuantitativas. Según este mito, utilizar metodologías cuantitativas implica dejar de lado el "verdadero" significado de la realidad social, el cual sólo puede ser aprehendido por medio del enfoque cualitativo.
3.- La realidad social ha sido absurdamente abordada por métodos ajenos a ella, ha sido víctima del "imperialismo" de las ciencias naturales. Los reproductores de este mito son soldados de la visión maniquea que enfrenta a las ciencias naturales (las malas) y a las ciencias sociales (las buenas). El principal fundamento de esta visión maniquea es el desconocimiento de la historia de las ciencias, el cual crea el espejismo de campos autónomos y estáticos de conocimiento. La paradoja es que sus numerosos partidarios no dudan en hacer proselitismo a favor de la interdisciplinariedad o aún más, de la transdisciplinariedad.
4. El rigor, la consistencia y la coherencia de la investigación en ciencias naturales son exigencias del paradigma positivista: en la investigación social son innecesarios. Nos limitaremos a constatar que, lamentablemente, en Guadalajara, este parece ser uno de los principales atractivos de las metodologías cualitativas. Así, encontramos etnometodólogos que no saben qué es interaccionismo simbólico, que afirman que la fenomenología es la búsqueda de la esencia y que reivindican paquetes de cientos de hojas de registro como resultado de la búsqueda de significados. Todo es válido y los cuestionamientos inoportunos son despachados con la frase "mi tarea es registrar lo evidente".
En las líneas siguientes nos proponemos analizar las aportaciones de Webb (3), Glaser y Strauss (4), Katz (5), y Goffman (6). Veremos que algunos de los pioneros del acercamiento cualitativo pueden ser cuestionados desde el punto de vista de la coherencia interna de sus propuestas, pero también que es posible realizar investigaciones cualitativas con impecable rigor y llegar a resultados relevantes. Webb introduce la noción de métodos no intrusivos en la investigación cualitativa huyendo de las implicaciones éticas de la observación directa (cuyo ejemplo más agresivo es el propuesto por Garfinkel, basado en la destrucción de la "visión normal" de los informantes mediante la generación de confusión y angustia) (7). El análisis de sus investigaciones nos lleva a constatar que el único método para escapar al compromiso moral con los sujetos estudiados es el de no enfrentarlos directamente, es el de "conocerlos" a través de algunos de los indicios producidos involuntariamente por ellos. Esto implica necesariamente la noción de sujeto colectivo y el tratamiento numérico y estadístico de estos indicios, es decir, una metodología cuantitativa. Sería interesante rastrear las investigaciones más recientes de este autor y saber si, a posteriori, tomó conciencia de la inconsistencia de su propuesta cualitativa-no-intrusiva. Este mismo ejemplo nos remite a otro aspecto de la visión maniquea. De acuerdo a la visión más común, positivismo y métodos cualitativos- interpretativos se oponen también en tanto que el primero pretende ser absolutamente neutral y el segundo acepta y asume la subjetividad del sujeto cognoscente y de los resultados de su investigación. Webb con sus métodos no intrusivos nos demuestra que, sea cual sea el paradigma de investigación, uno de los problemas cruciales de la producción de conocimientos es el del control de los temores. El temor al compromiso ético por una parte y el temor a no cubrir los requisitos deseables de objetividad explican esta propuesta cuantitativa disfrazada de cualitativa. Justo en este punto nos encaminamos hacia otro de los nudos problemáticos de la investigación: el de la coherencia y cohesión entre teoría y metodología. El sustento teórico de Webb es efectivamente cualitativo. En el marco del interaccionismo simbólico, él intenta la reconstrucción de significados sociales. El camino metodológico lógico para esta reconstrucción es el del contacto directo con los informantes. El temor, como hemos visto, establece una fractura en el desarrollo lógico del proceso de investigación con la consecuente incoherencia teórico-metodológica. Analicemos otro caso representativo, el de Katz (1983). Tratando de aportar elementos a la consolidación de la validez de los conocimientos obtenidos cualitativamente, Katz propone el proceso de inducción analítica. Este proceso tiene como objeto someter a prueba los resultados de la investigación, buscando exhaustivamente casos que los refuten. Para cualquiera que esté familiarizado con la reflexión epistemológica salta a la vista que esta propuesta es la calca disfrazada de la postura falsacionista de Karl Popper, autor tan criticado por su "positivismo". Cuánto temor al enemigo y cuánto desconocimiento de él, tanto que somos capaces de invitarlo a nuestra propia casa siempre y cuando acepte vestirse con nuestras prendas (en este caso, nuestras propias palabras…) Tal vez lo más interesante de estos dos casos es que las consecuencias hubieran podido ser completamente diferentes si los procesos hubieran sido conceptualizados de una manera a la vez más rigurosa (coherente lógicamente) y más flexible. Expliquemos. La flexibilidad se refiere justamente a la posibilidad de caminar sin las cadenas del maniqueísmo, sin el temor que nos despierta el polo negativo, y sin la deshonestidad que implica el hacer las cosas de manera que no pueda sospecharse que nos falta claridad o que hemos pactado con el enemigo. Cuando no hay enemigo ni camino maldito es mucho más probable que aceptemos que nuestro proceso sigue su propio ritmo, construye su propio andamio y que, en resumidas cuentas, nuestros temores pueden ser enfrentados sin recibir una maldición sempiterna (la censura de los colegas, por ejemplo). Paradójicamente —pero sólo para los maniqueos— esta misma flexibilidad generada por la honestidad es la condición necesaria del rigor. Rigor no es sinónimo de rígido ni de estático. Rigor es consistencia lógica y el peor enemigo de ésta última es la deshonestidad. La honestidad permite reconocer errores y, ¿de qué otra manera podríamos definir la flexibilidad? Si regresamos al polo opuesto, la rigidez y la deshonestidad forman las dos caras de una misma moneda, la de la inseguridad. Desde los trabajos de Webb y Katz la comunidad cualitativa ha evolucionado. Mencionemos, como un parteaguas entre dos épocas que se diferencian cada vez más, a Glaser y Strauss (1967). Estos investigadores tomaron por los cuernos el problema de la validez del conocimiento obtenido cualitativamente. Su reflexión comprende la ponderación de la subjetividad y el examen de las condiciones de generalización de los conocimientos referentes a una realidad específica. Este aspecto es uno más de los que han sido explotados para trazar la línea tajante entre "positivismo" y ciencias naturales por una parte y, por la otra, entre las ciencias sociales y humanas y los métodos cualitativos. De acuerdo a los prejuicios comunes, el imperialismo positivista discrimina y aplasta a las ciencias sociales por su incapacidad para generalizar, es decir, para producir leyes. Glaser y Strauss, coherentes con la trama conceptual del interaccionismo simbólico, reconocen que la vía por excelencia para la reconstrucción de los significados sociales es la de los estudios específicos, la de los micro-acercamientos. Sin embargo refutan otro prejuicio proveniente esta vez del mismo campo cualitativo, el de que los resultados de estudios específicos no son susceptibles de generalización (que durante algunos años legitimó la publicación de investigaciones limitadas a la transcripción de los diarios o de los registros de observación). Un análisis adecuado, fundamentado teóricamente y suficientemente crítico hacia el propio proceso investigativo, abre la posibilidad de desarrollar y/o verificar los resultados de los trabajos cualitativos. A este procedimiento analítico-critico le dan el nombre de teoría fundamentada. Quisiéramos terminar este panorama con uno de los acercamientos teóricos más interesantes de los últimos años, el de La presentación de la persona en la vida cotidiana de Erving Goffman. Este libro es un uno de los pioneros de los nuevos enfoques cualitativos. Arrancando de la perspectiva del interaccionismo simbólico, Goffman intenta conocer un viejo objeto de estudio de la sociología, el de las instituciones, pero interrogándose, a la manera de Alfred Schütz, sobre la vida cotidiana de los actores. Observamos que en el tema de estudio mismo se transparenta la voluntad de abarcar a la vez los niveles macro (institucional) y micro (individual) de la vida social. El estudio se construye sobre un fundamento analógico, el de una escenificación teatral, y dos fundamentos disciplinares, el psicológico, que otorga preponderancia al aparato perceptivo de los actores, y el sociológico, que atiende a la conformación simbólica de la interacción social. La elección de este texto corresponde tanto a su potencial explicativo en general como al interés que representa su propuesta para los estudios sobre las instituciones educativas en particular. Goffman pretende comprender la vida cotidiana de las instituciones, consideradas como sistemas cerrados, superando los enfoques clásicos que él agrupa en cuatro grandes rubros: el técnico, el político, el estructural y el cultural. Su enfoque dramático permite la intersección de los cuatro rubros anteriores y, por lo tanto, la captación de la vida institucional en todos sus aspectos. Lo interesante para este ensayo es el análisis del proceso seguido por este autor, que muestra la íntima relación entre la teoría y la metodología y que nos permite examinar el problema de la generalización de los resultados de investigaciones cualitativas. El punto de partida de Goffman es un amplio conocimiento de la historia de las instituciones anglo-americanas, así como de los intentos teóricos para cernirlas como realidades sociales. Moverse ágilmente (sin temores) en este contexto le permite detectar los límites de los acercamientos teóricos, al mismo tiempo que le proporciona una visión a la vez global y detallada de las interacciones cotidianas que observa en diversos espacios institucionales. Surge así, progresivamente, la conceptualización de los actos de la vida cotidiana como escenificaciones: el modelo analógico se convierte en el cimiento de las observaciones posteriores que permiten enriquecer y ajustar el modelo, la estructura hipotética. La síntesis de los diversos estudios permite, finalmente, dar el paso hacia la ponderación de las condiciones de generalización de su modelo interpretativo. Anotemos en primer lugar que el trabajo de Goffman no se limita a aportarnos un cuadro descriptivo de las instituciones observadas. Los datos son procesados y analizados, hacen surgir y retroalimentan al modelo interpretativo. En segundo lugar, las conclusiones analíticas rebasan el nivel (temeroso) del aquí y ahora. La comparación de diferentes estudios permite pasar a un segundo nivel de abstracción en el que el modelo es sometido una vez más a prueba. En tercer lugar, esta última fase es sometida una vez más al proceso analítico al final del cual es posible postular que las conclusiones y el modelo teórico-metodológico que lo sustentan tienen las características esenciales de un teorema general. Dando muestras de sana honestidad, Goffman nos participa los resultados de su ponderación, enriquecida por datos provenientes de espacios culturales diversos (el de la sociedad china, por ejemplo). Los sintetizaremos de la siguiente manera:
1. El modelo dramático permite comprender tanto el nivel macro (institucional) como el micro (el de las percepciones, impresiones y actuaciones de los individuos) y por lo tanto el de las interacciones generadas y generadoras de la vida social.
2. El poder interpretativo de este modelo tiene como límites el de los mundos culturales análogos al de las sociedades anglosajonas. Para conservar su poder heurístico en otras sociedades como las orientales, el modelo deberá ser alimentado con estudios de casos que permitan el ajuste de las categorías de análisis que conforman su estructura. Por ejemplo, la categoría de "máscara" (fachada que forma parte de la escenificación social) deberá comprender espacios y criterios culturales diversos a los que comprende en el modelo original (8).
3. Goffman lleva su reflexión sobre la interpretación dramática hasta sus últimas consecuencias. Lejos de contentarse con un bosquejo de las "reglas del arte" dramatúrgicas que nos explican el nivel de la vida institucional y de las interacciones de la vida común en estos espacios sociales, retoma los elementos esenciales de su análisis para acercarse al problema del individuo. Es decir, lleva a la práctica el principio dialéctico que establece la relación y el enriquecimiento entre cada una de las fases de la investigación y, aplicando el conocimiento sobre los dos primeros niveles, logra explicar elementos de las actuaciones individuales inicialmente no definidos. Con este último procedimiento, Goffman está en posibilidades de volver a examinar el cuadro en su conjunto y de constatar el carácter eminentemente dialéctico de la relación entre los individuos, sus quehaceres y actuaciones cotidianas y las instituciones en que participan.
4. La honestidad de Goffman se encuentra desde el principio hasta el final del texto, del que extraemos uno de los últimos párrafos:
Y ahora sólo me resta hacer un comentario final. Al desarrollar el marco conceptual empleado en este estudio, utilicé en parte el lenguaje teatral: Hablé de actuantes y auditorios; de rutinas y papeles; de actuaciones exitosas o fallidas; de indicaciones, medios escénicos y trasfondo; de necesidades dramáticas, habilidades dramáticas y estrategias dramáticas. Debo admitir ahora que este intento de llevar tan lejos una mera analogía fue en parte una retórica y una maniobra (…) Y, por lo tanto, abandonaremos ahora el lenguaje y la máscara del escenario. Después de todo, los tablados sirven también para construir otras cosas, y deben ser levantados pensando en que habrá que derribarlos(9).
Esta es una lección condensada de reflexión sobre los procesos de investigación, es la mejor síntesis de lo que intentamos desarrollar en este artículo. Quitémonos el sombrero…
Notas
1 Bettelheim, Bruno, Psicoanálisis de los cuentos de hadas, Crítica, Barcelona, 1977. 2 Propp, Vladimir, Morphologie du conte, Seuil, París, 1970. 3 Nos basamos en la panorámica aportada por S. J. Taylor y R. Bogdan en Introducción a los métodos cualitativos de investigación. Paidós, Barcelona, 1996. Sobre Webb, ver principalmente las páginas 145-147. Los autores se basan en Unobtrusive measures, de 1966. 4 Idem, pp. 154-156. El texto de base es The discovery of grounded theory, 1967. 5 Idem, pp. 156-157. La obra de referencia de Katz es A theory of qualitative methodology: The social science system of analytic fieldwork. 6 La presentación de la persona en la vida cotidiana. Amorrortu, Buenos Aires, 1989. 7 S. J. Taylor y R. Bogdan, op. cit., pp. 135-136. 8 Erving Goffman, op. cit., pp. 260-261. 9 Idem, p. 270.
*Cristina Cárdenas Castillo: Profesora investigadora del Departamento de Estudios en Educación de la Universidad de Guadalajara y del Instituto Superior de Investigación y Docencia del Magisterio.