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De cuentos de Hadas y Procesos de Investigación

Cristina Cárdenas Castillo*

Bettelheim (1) afirma que la visión maniquea es indispensable a la


maduración emocional de los niños. Les permite elegir su polo de
identificación...
Muchos de nosotros hemos sido educados, afortunadamente, con
cuentos de hadas. Nuestra primera percepción maniquea del mundo,
necesaria en la etapa temprana, sin embargo fue siendo relativizada. A
mayor madurez emocional, mayor apertura, menos aferramiento a ella.
En teoría, en la edad adulta, somos capaces de asumir la polaridad
relativa de nuestros semejantes y de las realidades sociales a que nos
enfrentamos.
Nos creemos no-maniqueos hasta que algún desafío inusual nos
regresa a las sensaciones infantiles plagadas de bosques amenazantes,
oscuros peligros, ogros peludos y dragones flamígeros. Creo que
precisamente ésta es la sensación que se experimenta en los primeros
acercamientos a los procesos de investigación. Estamos perdidos en el
bosque oscuro y amenazante de lo desconocido. Por supuesto, somos
los héroes y, claro, debemos encontrar el auxiliar mágico que nos
permitirá salir airosos de las trampas y engaños de los malos. Una
analogía más: terminada nuestra epopeya, nuestro proceso de
investigación, nos esperará la victoria y el reconocimiento general.
En este trabajo quiero desarrollar el tema de cómo la noche tenebrosa y
fría que vivimos en nuestros primeros procesos de investigación nos
lleva (lógicamente) a aferrarnos a una visión simple y maniquea de
nuestra tarea y de los elementos que se conjugan en el proceso. En un
segundo momento quiero invitar a relativizar este acercamiento
temeroso.
Si, de acuerdo con Propp (2), retomamos los tres elementos esenciales
de toda secuencia narrativa y los ponemos en paralelo con los
protagonistas del acto de construcción del conocimiento, podemos
proponer el siguiente esquema:
 
Héroe = investigador; auxiliar mágico = la teoría y la metodología, malos
= los que enarbolan las posturas teóricas y metodológicas contrarias a la
nuestra, es decir, aquellos que pueden cuestionar o neutralizar la magia
de nuestro auxiliar.
 
El panorama actual en el horizonte de las ciencias sociales, con
influencia preponderantemente norteamericana, enfrenta dos grandes
modelos metodológicos, el cuantitativo y el cualitativo. El primero es el
malo; el segundo, el héroe que pronto probará su bondad incuestionable
y sepultará al primero.
Este panorama tiene, en un primer momento, sus virtudes, sobre todo
didácticas. Cada uno de los modelos es una abstracción cuyos atributos
monolíticos contribuyen a sentar las bases para la comprensión de sus
competencias respectivas. El problema surge cuando, retomando a
Bettelheim, no evolucionamos y, estancados, seguimos aferrándonos a
la visión maniquea: Si nos enriquecemos, si crecemos, logramos ver,
más allá de la espesura del bosque, la luz que matiza estos dos grandes
bloques que antes sólo veíamos en blanco y negro, más allá del blanco
de nuestra esperanza y nuestra voluntad de conocer, del negro de lo
que no conocemos y que nos resulta amenazante.
Analicemos los principales enunciados que sintetizan esta visión
temerosa y maniquea.
 
1. El método hipotético deductivo es el método positivista. Es el mito
más arraigado. Por más que se insista en que, históricamente, el
método hipotético deductivo se constituye desde el siglo XV, luchando
contra los procedimientos puramente deductivos y apriorísticos del
pensamiento filosófico tradicional, y en que el positivismo sólo surge a
mediados del siglo XIX, parece titánico llegar a derrumbar este cimiento
sobre el cual se ha edificado una montaña de pseudo-saberes.
 
2. La relación de bi-equivalencia que enunciamos líneas arriba, se ha
convertido, a raíz del boom de las metodologías cualitativas, en una
relación de equivalencia triádica: método hipotético-deductivo =
positivismo = metodologías cuantitativas. Según este mito, utilizar
metodologías cuantitativas implica dejar de lado el "verdadero"
significado de la realidad social, el cual sólo puede ser aprehendido por
medio del enfoque cualitativo.
 
3.- La realidad social ha sido absurdamente abordada por métodos
ajenos a ella, ha sido víctima del "imperialismo" de las ciencias
naturales. Los reproductores de este mito son soldados de la visión
maniquea que enfrenta a las ciencias naturales (las malas) y a las
ciencias sociales (las buenas). El principal fundamento de esta visión
maniquea es el desconocimiento de la historia de las ciencias, el cual
crea el espejismo de campos autónomos y estáticos de conocimiento.
La paradoja es que sus numerosos partidarios no dudan en hacer
proselitismo a favor de la interdisciplinariedad o aún más, de la
transdisciplinariedad.
 
4. El rigor, la consistencia y la coherencia de la investigación en ciencias
naturales son exigencias del paradigma positivista: en la investigación
social son innecesarios. Nos limitaremos a constatar que,
lamentablemente, en Guadalajara, este parece ser uno de los
principales atractivos de las metodologías cualitativas. Así, encontramos
etnometodólogos que no saben qué es interaccionismo simbólico, que
afirman que la fenomenología es la búsqueda de la esencia y que
reivindican paquetes de cientos de hojas de registro como resultado de
la búsqueda de significados. Todo es válido y los cuestionamientos
inoportunos son despachados con la frase "mi tarea es registrar lo
evidente".
 
En las líneas siguientes nos proponemos analizar las aportaciones de
Webb (3), Glaser y Strauss (4), Katz (5), y Goffman (6). Veremos que
algunos de los pioneros del acercamiento cualitativo pueden ser
cuestionados desde el punto de vista de la coherencia interna de sus
propuestas, pero también que es posible realizar investigaciones
cualitativas con impecable rigor y llegar a resultados relevantes.
Webb introduce la noción de métodos no intrusivos en la investigación
cualitativa huyendo de las implicaciones éticas de la observación directa
(cuyo ejemplo más agresivo es el propuesto por Garfinkel, basado en la
destrucción de la "visión normal" de los informantes mediante la
generación de confusión y angustia) (7). El análisis de sus
investigaciones nos lleva a constatar que el único método para escapar
al compromiso moral con los sujetos estudiados es el de no enfrentarlos
directamente, es el de "conocerlos" a través de algunos de los indicios
producidos involuntariamente por ellos. Esto implica necesariamente la
noción de sujeto colectivo y el tratamiento numérico y estadístico de
estos indicios, es decir, una metodología cuantitativa. Sería interesante
rastrear las investigaciones más recientes de este autor y saber si, a
posteriori, tomó conciencia de la inconsistencia de su propuesta
cualitativa-no-intrusiva.
Este mismo ejemplo nos remite a otro aspecto de la visión maniquea. De
acuerdo a la visión más común, positivismo y métodos cualitativos-
interpretativos se oponen también en tanto que el primero pretende ser
absolutamente neutral y el segundo acepta y asume la subjetividad del
sujeto cognoscente y de los resultados de su investigación. Webb con
sus métodos no intrusivos nos demuestra que, sea cual sea el
paradigma de investigación, uno de los problemas cruciales de la
producción de conocimientos es el del control de los temores. El temor
al compromiso ético por una parte y el temor a no cubrir los requisitos
deseables de objetividad explican esta propuesta cuantitativa disfrazada
de cualitativa. Justo en este punto nos encaminamos hacia otro de los
nudos problemáticos de la investigación: el de la coherencia y cohesión
entre teoría y metodología.
El sustento teórico de Webb es efectivamente cualitativo. En el marco
del interaccionismo simbólico, él intenta la reconstrucción de significados
sociales. El camino metodológico lógico para esta reconstrucción es el
del contacto directo con los informantes. El temor, como hemos visto,
establece una fractura en el desarrollo lógico del proceso de
investigación con la consecuente incoherencia teórico-metodológica.
Analicemos otro caso representativo, el de Katz (1983). Tratando de
aportar elementos a la consolidación de la validez de los conocimientos
obtenidos cualitativamente, Katz propone el proceso de inducción
analítica. Este proceso tiene como objeto someter a prueba los
resultados de la investigación, buscando exhaustivamente casos que los
refuten. Para cualquiera que esté familiarizado con la reflexión
epistemológica salta a la vista que esta propuesta es la calca disfrazada
de la postura falsacionista de Karl Popper, autor tan criticado por su
"positivismo". Cuánto temor al enemigo y cuánto desconocimiento de él,
tanto que somos capaces de invitarlo a nuestra propia casa siempre y
cuando acepte vestirse con nuestras prendas (en este caso, nuestras
propias palabras…)
Tal vez lo más interesante de estos dos casos es que las consecuencias
hubieran podido ser completamente diferentes si los procesos hubieran
sido conceptualizados de una manera a la vez más rigurosa (coherente
lógicamente) y más flexible. Expliquemos.
La flexibilidad se refiere justamente a la posibilidad de caminar sin las
cadenas del maniqueísmo, sin el temor que nos despierta el polo
negativo, y sin la deshonestidad que implica el hacer las cosas de
manera que no pueda sospecharse que nos falta claridad o que hemos
pactado con el enemigo. Cuando no hay enemigo ni camino maldito es
mucho más probable que aceptemos que nuestro proceso sigue su
propio ritmo, construye su propio andamio y que, en resumidas cuentas,
nuestros temores pueden ser enfrentados sin recibir una maldición
sempiterna (la censura de los colegas, por ejemplo).
Paradójicamente —pero sólo para los maniqueos— esta misma
flexibilidad generada por la honestidad es la condición necesaria del
rigor. Rigor no es sinónimo de rígido ni de estático. Rigor es consistencia
lógica y el peor enemigo de ésta última es la deshonestidad. La
honestidad permite reconocer errores y, ¿de qué otra manera podríamos
definir la flexibilidad? Si regresamos al polo opuesto, la rigidez y la
deshonestidad forman las dos caras de una misma moneda, la de la
inseguridad.
Desde los trabajos de Webb y Katz la comunidad cualitativa ha
evolucionado. Mencionemos, como un parteaguas entre dos épocas que
se diferencian cada vez más, a Glaser y Strauss (1967). Estos
investigadores tomaron por los cuernos el problema de la validez del
conocimiento obtenido cualitativamente. Su reflexión comprende la
ponderación de la subjetividad y el examen de las condiciones de
generalización de los conocimientos referentes a una realidad
específica. Este aspecto es uno más de los que han sido explotados
para trazar la línea tajante entre "positivismo" y ciencias naturales por
una parte y, por la otra, entre las ciencias sociales y humanas y los
métodos cualitativos. De acuerdo a los prejuicios comunes, el
imperialismo positivista discrimina y aplasta a las ciencias sociales por
su incapacidad para generalizar, es decir, para producir leyes. Glaser y
Strauss, coherentes con la trama conceptual del interaccionismo
simbólico, reconocen que la vía por excelencia para la reconstrucción de
los significados sociales es la de los estudios específicos, la de los
micro-acercamientos. Sin embargo refutan otro prejuicio proveniente
esta vez del mismo campo cualitativo, el de que los resultados de
estudios específicos no son susceptibles de generalización (que durante
algunos años legitimó la publicación de investigaciones limitadas a la
transcripción de los diarios o de los registros de observación). Un
análisis adecuado, fundamentado teóricamente y suficientemente crítico
hacia el propio proceso investigativo, abre la posibilidad de desarrollar
y/o verificar los resultados de los trabajos cualitativos. A este
procedimiento analítico-critico le dan el nombre de teoría fundamentada.
Quisiéramos terminar este panorama con uno de los acercamientos
teóricos más interesantes de los últimos años, el de La presentación de
la persona en la vida cotidiana de Erving Goffman. Este libro es un uno
de los pioneros de los nuevos enfoques cualitativos. Arrancando de la
perspectiva del interaccionismo simbólico, Goffman intenta conocer un
viejo objeto de estudio de la sociología, el de las instituciones, pero
interrogándose, a la manera de Alfred Schütz, sobre la vida cotidiana de
los actores. Observamos que en el tema de estudio mismo se
transparenta la voluntad de abarcar a la vez los niveles macro
(institucional) y micro (individual) de la vida social. El estudio se
construye sobre un fundamento analógico, el de una escenificación
teatral, y dos fundamentos disciplinares, el psicológico, que otorga
preponderancia al aparato perceptivo de los actores, y el sociológico,
que atiende a la conformación simbólica de la interacción social. La
elección de este texto corresponde tanto a su potencial explicativo en
general como al interés que representa su propuesta para los estudios
sobre las instituciones educativas en particular.
Goffman pretende comprender la vida cotidiana de las instituciones,
consideradas como sistemas cerrados, superando los enfoques clásicos
que él agrupa en cuatro grandes rubros: el técnico, el político, el
estructural y el cultural. Su enfoque dramático permite la intersección de
los cuatro rubros anteriores y, por lo tanto, la captación de la vida
institucional en todos sus aspectos.
Lo interesante para este ensayo es el análisis del proceso seguido por
este autor, que muestra la íntima relación entre la teoría y la
metodología y que nos permite examinar el problema de la
generalización de los resultados de investigaciones cualitativas.
El punto de partida de Goffman es un amplio conocimiento de la historia
de las instituciones anglo-americanas, así como de los intentos teóricos
para cernirlas como realidades sociales. Moverse ágilmente (sin
temores) en este contexto le permite detectar los límites de los
acercamientos teóricos, al mismo tiempo que le proporciona una visión a
la vez global y detallada de las interacciones cotidianas que observa en
diversos espacios institucionales. Surge así, progresivamente, la
conceptualización de los actos de la vida cotidiana como
escenificaciones: el modelo analógico se convierte en el cimiento de las
observaciones posteriores que permiten enriquecer y ajustar el modelo,
la estructura hipotética. La síntesis de los diversos estudios permite,
finalmente, dar el paso hacia la ponderación de las condiciones de
generalización de su modelo interpretativo. Anotemos en primer lugar
que el trabajo de Goffman no se limita a aportarnos un cuadro
descriptivo de las instituciones observadas. Los datos son procesados y
analizados, hacen surgir y retroalimentan al modelo interpretativo. En
segundo lugar, las conclusiones analíticas rebasan el nivel (temeroso)
del aquí y ahora. La comparación de diferentes estudios permite pasar a
un segundo nivel de abstracción en el que el modelo es sometido una
vez más a prueba. En tercer lugar, esta última fase es sometida una vez
más al proceso analítico al final del cual es posible postular que las
conclusiones y el modelo teórico-metodológico que lo sustentan tienen
las características esenciales de un teorema general. Dando muestras
de sana honestidad, Goffman nos participa los resultados de su
ponderación, enriquecida por datos provenientes de espacios culturales
diversos (el de la sociedad china, por ejemplo). Los sintetizaremos de la
siguiente manera:
 
1. El modelo dramático permite comprender tanto el nivel macro
(institucional) como el micro (el de las percepciones, impresiones y
actuaciones de los individuos) y por lo tanto el de las interacciones
generadas y generadoras de la vida social.
 
2. El poder interpretativo de este modelo tiene como límites el de los
mundos culturales análogos al de las sociedades anglosajonas. Para
conservar su poder heurístico en otras sociedades como las orientales,
el modelo deberá ser alimentado con estudios de casos que permitan el
ajuste de las categorías de análisis que conforman su estructura. Por
ejemplo, la categoría de "máscara" (fachada que forma parte de la
escenificación social) deberá comprender espacios y criterios culturales
diversos a los que comprende en el modelo original (8).
 
3. Goffman lleva su reflexión sobre la interpretación dramática hasta sus
últimas consecuencias. Lejos de contentarse con un bosquejo de las
"reglas del arte" dramatúrgicas que nos explican el nivel de la vida
institucional y de las interacciones de la vida común en estos espacios
sociales, retoma los elementos esenciales de su análisis para acercarse
al problema del individuo. Es decir, lleva a la práctica el principio
dialéctico que establece la relación y el enriquecimiento entre cada una
de las fases de la investigación y, aplicando el conocimiento sobre los
dos primeros niveles, logra explicar elementos de las actuaciones
individuales inicialmente no definidos. Con este último procedimiento,
Goffman está en posibilidades de volver a examinar el cuadro en su
conjunto y de constatar el carácter eminentemente dialéctico de la
relación entre los individuos, sus quehaceres y actuaciones cotidianas y
las instituciones en que participan.
 
4. La honestidad de Goffman se encuentra desde el principio hasta el
final del texto, del que extraemos uno de los últimos párrafos:
 
Y ahora sólo me resta hacer un comentario final. Al desarrollar el marco
conceptual empleado en este estudio, utilicé en parte el lenguaje teatral:
Hablé de actuantes y auditorios; de rutinas y papeles; de actuaciones
exitosas o fallidas; de indicaciones, medios escénicos y trasfondo; de
necesidades dramáticas, habilidades dramáticas y estrategias
dramáticas. Debo admitir ahora que este intento de llevar tan lejos una
mera analogía fue en parte una retórica y una maniobra (…)
Y, por lo tanto, abandonaremos ahora el lenguaje y la máscara del
escenario. Después de todo, los tablados sirven también para construir
otras cosas, y deben ser levantados pensando en que habrá que
derribarlos(9).
 
Esta es una lección condensada de reflexión sobre los procesos de
investigación, es la mejor síntesis de lo que intentamos desarrollar en
este artículo. Quitémonos el sombrero…
 
 
Notas
 
1 Bettelheim, Bruno, Psicoanálisis de los cuentos de hadas, Crítica,
Barcelona, 1977.
2 Propp, Vladimir, Morphologie du conte, Seuil, París, 1970.
3 Nos basamos en la panorámica aportada por S. J. Taylor y R. Bogdan
en Introducción a los métodos cualitativos de investigación. Paidós,
Barcelona, 1996. Sobre Webb, ver principalmente las páginas 145-147.
Los autores se basan en Unobtrusive measures, de 1966.
4 Idem, pp. 154-156. El texto de base es The discovery of grounded
theory, 1967.
5 Idem, pp. 156-157. La obra de referencia de Katz es A theory of
qualitative methodology: The social science system of analytic fieldwork.
6 La presentación de la persona en la vida cotidiana. Amorrortu, Buenos
Aires, 1989.
7 S. J. Taylor y R. Bogdan, op. cit., pp. 135-136.
8 Erving Goffman, op. cit., pp. 260-261.
9 Idem, p. 270.
 
*Cristina Cárdenas Castillo: Profesora investigadora del Departamento
de Estudios en Educación de la Universidad de Guadalajara y del
Instituto Superior de Investigación y Docencia del Magisterio.

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