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PUBERTAD y ADOLESCENCIA
La palabra pubertad deriva del latin “Pubes” que significa “pelo”, según otros
proviene de la voz “Pubertas” que significa “Edad de la virilidad”.
Se utilizará en mayor medida el término "Adolescencia”, que significa “Crecer hasta
ser adulto”, debido a que diversos autores opinan que la pubertad es la primera fase
de la adolescencia.
La OMS define adolescencia como "el período comprendido entre los 10 y 19 años
de edad”.
La pubertad y adolescencia son el paso entre la infancia y la madurez y los
problemas que enfrentará son el resultado de un proceso transicional dónde
intervendrán factores biológicos y psicosociales.
Según Coleman este proceso se explicará por la concepción del psicoanálisis y la
sociológica.
ASPECTOS BIOLÓGICOS
ASPECTOS COGNITIVOS
SEXUALIDAD
a) Necesidad de experimentación
Los adolescentes en su proceso de convertirse en adultos van a ser muy receptivos
a los modelos propuestos por los medios de comunicación y la publicidad. Será fácil
que los adolescentes adopten conductas de hábitos nocivos como: consumo de
tabaco, de alcohol, etc, en especial si esas conductas se consideran “signos de
madurez”. Lo importante no es que experimente sino que estos hábitos nocivos se
vuelvan permanentes. El adolescente buscará límites intentando verificar qué ocurre
cuándo estos son rebasados.
RIESGOS
1) Insatisfacción sexual
Ya sea por falta de información, por mantener relaciones sexuales a escondidas de
los adultos, por los lugares en dónde se producen o el hecho de no disponer de
tiempo, por la tendencia a confundir relación sexual y penetración, existe un
importante número de adolescentes para quienes la práctica sexual no es
satisfactoria sino que le genera angustia.
Estos factores modifican la actitud de los adolescentes hacia la sexualidad
convirtiendo la ilusión en sentimiento de fracaso que tiene cómo consecuencia a
mediano y largo plazo: disfunciones sexuales, falta de deseo, sentimientos
negativos hacia la sexualidad.
APEGO Y ADOLESCENCIA:
Apego y adolescencia:
Del mismo modo que sucedió en los primeros años de vida, este proceso se asienta y se
desarrolla a través de un fortalecimiento de las redes relacionales, esta vez ya elegidas por
el o la adolescente: la red de iguales, las primeras parejas, y otras figuras vinculares.
Al final de este proceso quedarán asentados en la persona, entre otros:
· unas habilidades y destrezas básicas en las que destacará y desde las que
probablemente enfocará en gran medida su desarrollo académico y laboral,
· una red afectiva elegida con consciencia en la que la persona ya no es sólo un bebé
necesitado sino una persona capaz de ser autónomo, estar solo y entregarse a los
demás por igual.
El apego es una necesidad de supervivencia del bebé. Una necesidad universal y primaria.
Los vínculos que establecemos más adelante son relaciones más complejas a las que nos
acercamos con una serie de expectativas y de patrones de conducta que tienen que ver con
esas experiencias de apego primarias, pero no se limitan a ellas.
Apego=infancia
Modelos vinculares=adolescencia
1. Una autoestima consistente, construida desde una imagen ajustada a la realidad pero
con el enfoque positivo que surge de narrarse a uno mismo como alguien que fue digno de
ser amado.
· Consistencia interna del relato que han construido y a lo largo del tiempo.
· Tener un propósito o meta final para ese relato, para su propia vida.
Las figuras vinculares son personas que han constituido relaciones con la persona
en las que han invertido sus propias emociones, que han cultivado durante tiempo y
con la que se han comprometido, generando un proyecto común de relación. Este
proceso los ha convertido en personas únicas e insustituibles, en referentes de
desarrollo para esa persona.
Un modelo vincular seguro es un modelo interno de relación que brinda a la persona una
experiencia de seguridad que le lleva a sentirse valioso, sentir que tiene un lugar propio en
el mundo y anticipar experiencias positivas a la hora de vincularse con otras personas.
Desde ahí les permite ser flexibles, conectar emocionalmente con otras personas y
comprender sus propias vivencias emocionales y desde ellas actuar de forma coherente e
integrada.
Los hace más fuertes afectivamente, se sienten a salvo y desde esa sensación se lanzan al
mundo. Los modelos vinculares seguros permiten a las personas volar, hacerse autónomos.
Cuando se mide el apego en adolescentes o en adultos, los sujetos con un modelo vincular
autónomo suelen manifestar recuerdos coherentes y verosímiles de sus figuras vinculares,
que no tienen por qué ser buenos pero sí tener sentido y consistencia. Son personas que
valoran la importancia de las relaciones con sus padres y tienen cierto grado de conciencia
sobre cómo estas relaciones han podido afectarles.
No ha habido una atención continuada a las necesidades del niño o ésta se ha dado sin
ajuste emocional a sus necesidades, sin conexión emocional. Desde esta vivencia, las
personas aprenden a no expresar emociones, a funcionar lineal y lógicamente y a buscar la
satisfacción de sus necesidades individualmente.
LA PALABRA: En esos espacios de convivencia, la labor clave del adulto ha de ser ayudar
al adolescente a construir su propia narración, a poner palabras a sus vivencias. Pero
cuidado, las palabras deben ser las del propio adolescente, no las del adulto.
El adolescente debe lograr integrar los tres niveles de inteligencia, la inteligencia somato
sensorial, la inteligencia emocional y la inteligencia analítico sintética, y el funcionamiento
de los dos hemisferios cerebrales, el izquierdo centrado en la lógica, el lenguaje y el
derecho más centrado en las sensaciones corporales y emocionales.
El adulto que acompaña a un adolescente debe favorecer esa integración e incluir las
actividades corporales y físicas en la relación, fomentando que pueda poner consciencia en
la vivencia, la emoción y el cuerpo y narrarla. Desde ahí surgirá la auto protección y la
auto regulación emocional.
LA RISA: Los y las adolescentes han de aprender a elegir la alegría como actitud vital, el
optimismo frente a una visión apasionada pero destructiva de la vida, a quedarse con el
vaso medio lleno. En la adolescencia éste es un factor clave.
Conviene recuperar los tres elementos de la vida plena que define Seligman: una vida
placentera donde se cultiven las emociones positivas y el placer, corporal y espiritual, una
vida que fluya donde las cosas se enlacen en un proyecto de vida propio que surja de modo
natural y una vida significativa, con un sentido trascendente.
· La intemperie, que tiene que ver con la propia fragilidad. No sólo ante el dolor,
sino también ante el gozo y la dicha. El ser humano es valioso y frágil, y convivir
con esa fragilidad sin negarla ni esconderse ni vivir desde el miedo es una de
las claves de la vida.
· La responsabilidad, tiene que ver con cómo afrontamos aquello que nos llega,
cómo elaboramos las vivencias, cómo nos posicionamos ante ellas. Las y los
adolescentes pasarán a ser personas que han de aprender a hacerse
responsables de sus vidas, sus vínculos y sus decisiones.
Las figuras vinculares deben equilibrar ambos elementos. La sobreprotección daña a las y
los adolescentes porque les impide afrontar la intemperie y desde ahí tener herramientas
para defenderse en ella. Del mismo modo, promover que los y las adolescentes de forma
gradual asuman responsabilidades es un elemento clave del proceso educativo.
El pediatra que se encargue de atender adolescentes debe tener ciertas cualidades básicas:
motivación, sensibilidad, capacidad de comunicación y conocimientos adecuados de los
aspectos biológicos, psicológicos y sociales que caracterizan esta etapa de la vida; además,
deberá profundizar en los problemas sociales actuales. Además, debe tener una disposición
personal que le facilite la comunicación con los jóvenes para poder obtener información
cierta y amplia, y así alcanzar un diagnóstico y ofrecer una terapia adecuada.
La entrevista constituye la primera y más importante parte de todo acto médico que tiene
como objetivo aproximarse a la salud integral del adolescente. Debido a las características
evolutivas de este grupo de edad muy a menudo este encuentro representa la única y última
oportunidad que tiene el médico para orientar, corregir, diagnosticar, asesorar, interpretar o
ayudar a la persona en este momento de crecimiento y desarrollo, antes que se estructure
como adulto.
Los adolescentes suelen visitar mayormente a los médicos para quejas agudas menores:
enfermedades respiratorias, de la piel, musculoesqueléticas y otras. Para hacer frente a
esta falta de correspondencia entre la queja y los factores asociados con la morbilidad en la
adolescencia, se recomienda la evaluación de los factores psicosociales para todos los
pacientes; una práctica que no es muy frecuente. Los motivos de los médicos para no llevar
a cabo esta recomendación incluyen: no tener tiempo suficiente, dificultades que se
perciben para la comunicación y falta de entrenamiento médico para el abordaje de estas
cuestiones con los adolescentes. Para el joven el miedo a la falta de confidencialidad, de
claridad sobre el papel del médico y la propia negación a divulgar información que es
personal (que genera sentimientos de ansiedad o supone estigmatización o vergüenza),
limitan un mejor abordaje clínico e impiden el análisis acerca de los factores que inciden en
su salud y bienestar.
El profesional debe adquirir una estrategia de asistencia, evaluación y manejo acorde con
cada adolescente y la forma como vive esta etapa de su vida. Las expresiones de cada
individuo dependen de las habilidades y competencias para la vida que haya adquirido
antes de llegar a la adolescencia, por lo que el profesional de la salud encargado de
atenderle tiene el siguiente panorama:
b. El adolescente que arriba a esta etapa sin haber sido encausado. Así, el panorama
clínico de asistencia al adolescente requiere del profesional un perfil que incluye las
siguientes cualidades:
1. Capacitación
2. Voluntad
3. Disposición
4. Tiempo
5. Organización
6. Tolerancia
7. Motivación
8. Imparcialidad
9. Adaptabilidad
10. Consejería
11. Ética
El paciente puede decidir en algún momento si desea contar con la presencia de los padres
o permanecer solo durante la evaluación. El deber de confidencialidad correspondiente a
una persona menor de 16 años, en cualquier ámbito, es el mismo que se debe a cualquier
otra persona; sin embargo, este no es absoluto. Cuando el profesional asienta y da soporte
a la existencia de un riesgo para la salud, seguridad o bienestar del adolescente, que
sobrepasa el derecho a la privacidad del/de la joven, deberá seguir los protocolos locales
sobre protección de menores. El profesional debe reflexionar las ventajas que esta decisión
tiene para el bienestar del menor y, cuando lo considere conveniente para el individuo,
ofrecer información a otras instancias, incluyendo a las autoridades. Salvo en la más
excepcional de las circunstancias, la divulgación sólo debe efectuarse luego de consultar
con el/la joven y ofrecerle una notificación voluntaria. Es decir, se debe proponer y apoyar la
notificación a las personas apropiadas, incluyendo a los padres.
Durante la entrevista:
El médico debe tener un trato agradable y ecuánime, porque una actitud en extremo formal,
distante y convencional no favorece al encuentro. Debe usar un lenguaje sencillo y directo,
lo que no implica tomar actitudes o lenguaje adolescente. Cabe destacar que los jóvenes
pueden utilizar una terminología muy propia y cambiante, que el profesional debe conocer.
El médico debe presentarse amablemente, llamarlo por su nombre y preguntarle su edad,
ocupación y cómo le gusta que lo llamen. A continuación, es necesario interrogarle
directamente por el motivo de la consulta y dedicar atención al relato. En la consulta se
debe identificar al adolescente como paciente. Puede ser que los padres sean quienes
expongan los motivos de la consulta.
La entrevista personal al adolescente suele ser prolongada y, por lo tanto, habrá que
disponer de tiempo para escuchar las respuestas, a menudo extensas, del adolescente. Se
debe escuchar atentamente, observar mucho y escribir poco; sobre todo si aborda en ese
momento un asunto sensible. Es muy importante garantizar en todo momento
privacidad, respeto y confidencialidad.
Las preguntas abiertas son más recomendables porque motivan e invitan al paciente a
explayarse, a ser abierto también para contestar.
Se deben registrar mentalmente las expresiones iniciales del adolescente: ropas, gestos,
ánimo; también hay que observar cómo dicen las cosas, su tono de voz, el nerviosismo, los
silencios, las pausas, sus expresiones, miradas y posturas; pueden indicar el motivo oculto
de consulta o posibles conductas o situaciones de riesgo.
Toda entrevista debe abarcar los temas de interés directo para el consultante, aunque
puedan parecer poco pertinentes para el médico. Es mejor una pregunta del paciente que
varias que el médico pueda formular.
Uso de nemotecnias.
Uno de los retos que los profesionales de la salud enfrentan es la brevedad del tiempo para
hacer las preguntas más importantes, en todos los aspectos de la vida, de una persona
joven. El protocolo para entrevistar a los adolescentes en centros de salud incluye la
discusión sobre numerosos aspectos de la vida de los adolescentes: el hogar, la escuela, la
comida, los amigos, las drogas, la sexualidad, la depresión y la seguridad.
De igual manera, se cuenta con otras estrategias como SAD o SIGECAPS para la
detección de los estados depresivos; ACHES para investigar el uso de hormonales
anticonceptivos y sus efectos secundarios; FRAMES en la evaluación de trastornos de
adaptación y cambios de conducta del adolescente.