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2018
Unidad I.- Punto 3.-
Barbieri Guardia, Marta Isabel. Conciencia Histórica, sentido
didáctico y usos de la memoria y de la enseñanza de la historia.
Síntesis elaborada para uso exclusivo de la Cátedra y sus alumn@s
Precisamente aquel “estar siendo” que menciona Freire, tiene que ver
con la construcción de conciencia histórica. Recordemos que se trata de
un propósito clave de la didáctica de la historia en cuanto a forma,
contenido, función y pragmática. Es decir que se construye a través de
la educación histórica formal, aunque no exclusivamente, ya que ésta
interactúa en forma permanente con ciertas condiciones socio-políticas,
diversas formas de sociabilidad y representaciones culturales que
también pueden significar aportes significativos.
La conciencia histórica alimenta sin duda el pensamiento o la
conciencia crítica, dando lugar al entendimiento de las situaciones del
presente y a tomar decisiones en relación a nuestro código de valores
morales aplicables en ellas.
Ambas, se integran en un proceso histórico no necesariamente
consciente que es importante analizar a partir del conocimiento de uno
mismo en el marco de dicho proceso. El mundo ofrece elementos para
generar reflexiones históricas que funcionan como una plataforma de
orientación en situaciones reales de la vida presente como parte de un
conjunto ecológico en el que ubicamos el pensamiento crítico. La
investigación socio-cultural ha comprobado que no se trata de un
producto meramente académico ya que destaca las diversidad de
formas como los seres humanos razonan y se retroalimentan a partir de
la comprensión de la realidad pasada. En el planteo de Gramsci, todos
somos intelectuales, todos somos filósofos y lo importante son las
concepciones históricas que se asumen y se divulgan siempre en
contextos politizados, en el fluir entre conceptos aprendidos formal y
espontáneamente.
Lo histórico une el pasado con el presente y condiciona perspectivas a
futuro. O sea la referencia al tiempo futuro está contenida en la
interpretación histórica del presenta ya que esta interpretación nos
permite actuar y facilita la dirección de nuestras intenciones dentro de
una matriz temporal.
La conciencia histórica, construida y racionalizada se genera en el
marco de lo que hoy entendemos por cultura histórica como exponente
de la manera de pensar y comprender la relación efectiva y afectiva que
un grupo humano mantiene con su pasado. Se trata de una categoría
de estudio que pretende ser más abarcante que la de historiografía, ya
que no se circunscribe únicamente al análisis de la literatura histórica
académica. Aborda TODOS los estratos y procesos de la conciencia
histórica social y a quienes la crean, la difunden, las representaciones
que divulga y la resignificación creativa por parte de la ciudadanía.
“Si la cultura es el modo en que una sociedad interpreta, transmite y
transforma la realidad, la cultura histórica es el modo concreto y
peculiar en que una sociedad se relaciona con su pasado”. La forma
como lo representa y como se construye la historia. Significa el contexto
social y comunicacional en el que se teje la conciencia histórica de cada
individuo, esto es, la cultura histórica en la que se dirime.
Se trata de un concepto heurístico e interpretativo para comprender e
investigar cómo se crean, se difunden y cambian las imágenes del
pasado (alimentadas por memorias e historias) que resultan funcionales
al conjunto y articulan visiones de conjunto, a veces sobre la base de la
nacionalidad, lengua, religión, género, clase, etc. que constituyen
herencias/legados comunes.
La conciencia histórica constituye un elemento orientativo clave,
dándole a la vida práctica un marco y una matriz temporal, una
concepción del curso del tiempo que fluye a través de las cuestiones de
la vida diaria. El pasado es experiencia y revela el tejido del cambio
temporal dentro del cual están atrapadas nuestras vidas y las
perspectivas futuras hacia las cuales se dirige el cambio. La historia
aparece como un nexo entre pa sado presente y futuro.
La conciencia histórica transforma los valores morales en totalidades
temporales, tradiciones, conceptos de desarrollo, concepciones del
cambio temporal. De este modo la conciencia histórica hace una
contribución esencial a la conciencia crítica, ética y moral y tiene una
función práctica: confiere a la realidad una dirección temporal, guía la
acción intencionalmente a través de la mediación de la memoria
histórica.
Por todo ello y siguiendo a Gramsci, consideramos que la enseñanza
explícita y disciplinada de la historia resulta imprescindible. Nos
permite captar la historicidad de nuestras concepciones, de la de otros,
y también sus contradicciones; nos introduce en la vorágine de la
sociedad humana y en la comprensión de que el mundo ha ido
cambiando y seguirá cambiando. A partir de la comprensión acerca de
la alteridad del pasado, podremos distanciarnos de éste y protagonizar
nuestras experiencias inmediatas.
En las escuelas educamos históricamente. Si bien el peso del
currículum formal existe, sería deseable que pueden surgir
interpretaciones distintas y propiciar el debate que alimentará
perspectivas críticas respecto a los sentidos académicos de la
enseñanza. Otras prácticas extra-escolares también promueven
aprendizaje y, porqué no? desprestigiar las versiones oficiales de la
historia y el mundo. Entonces, el pensamiento crítico se genera en
contextos de educación formal y en otros alternativos, sobre todo
cuando advertimos distancias entre lo académico y la experiencia
vivida. Las versiones del pasado y la conciencia histórica intensifican
dicho pensamiento en seres humanos con capacidad para crear nuevos
mundos. Asi, llegamos a conceptualizar a la conciencia histórica como
síntesis entre conciencia temporal y conciencia moral puesto que apela
a valores, guías que orientan nuestras prácticas cotidianas, frente a las
que en todos los casos podemos apelar a diversas opciones, teniendo en
cuenta la realidad del pasado según la interpretemos, que nos permite
comprender el presente que vivimos, un presente histórico, diría Agnes
Heller.1
El desarrollo de la competencia narrativa en el aprendizaje
histórico. (Rüsen)2
Narración: Donación castillo de col a Maclean. Ataque exitoso de los
MacLonich. Muerte de Maclean en la lucha por el castillo. Ambas
mujeres embarazadas. Nacimiento e intercambio de bebés ya que el
usurpador quería un hijo varón: el bebé MacLean por la niña
MacLonish. De este modo, Maclean recupera su castillo y en
agradecimiento, al crecer, coloca una placa para recibir siempre en
cualquier circunstancia a los Maclonish en su castillo. Corren los
1
Heller, Agnes, Teoría de la Historia, Barcelona, Fontamara, 1985
2
Rüsen, Jorn, “El desarrollo de la competencia narrativa en el aprendizaje histórico. Una hipótesis
ontogenética relativa a la conciencia moral”, en Propuesta Educativa, Bs. As., FLACSO, año 4, nro.
siglos, llega al castillo un Maclonish acusado de homicidio, el heredero
Maclean ¿lo recibe? (Narración simplificada, publicada en Escocia en
1775, por primera vez).
La narración diferirá según la naturaleza de la decisión que tome y de
su interpretación de la antigua leyenda. 4 posibilidades:
7, 1992.
competencia narrativa es la habilidad de la conciencia para llevar a
cabo procedimientos que dan sentido al pasado, haciendo efectiva una
orientación temporal en la vida práctica presente por medio del
conocimiento de la realidad pasada. Es “darle sentido al pasado a partir
de:
3
Bertoni, Lilia Ana. Patriotas, cosmopolitas y nacionalistas. La construcción de la nacionalidad
argentina afines del siglo XIX. Buenos Aires. FCE. 2001. Pp. 255. En este estudio se establecen
las complejas formas que fueron construyendo la nacionalidad en un cambio de siglo en el que se
multiplicaban las rivalidades interimperialistas y en el que las posturas contractualistas y
universalistas definidas por la Constitución Argentina de 1853, polemizaban con las concepciones
esencialistas y excluyentes que atribuían a la nacionalidad rasgos definitivos gestados en el
pasado. Estas últimas alimentaron el pensamiento nacionalista que cobró fuerza con el Centenario
de la Independencia y se convirtieron a partir de la labor de figuras como José María Ramos Mejía
o Ricardo Rojas, entre otros, en la expresión legítima de lo nacional.
4
Son palabras del poeta Guido y Spano, citadas por Bertoni, Lilia Ana. Op. Cit. Pp. 263
5
En el estudio de Lilia Ana Bertoni, citado, se analizan las dificultades para definir las características del
panteón nacional, lo que repercutió en la imposibilidad de construir un monumento que lo simbolizara y
reorientó los esfuerzos hacia la construcción de monumentos a los próceres en plazas y paseos públicos.
También se establece en este trabajo de los desacuerdos en torno a quíenes debían integrar el mencionado
panteón. Sólo San Martín y Belgrano no fueron discutidos hacia fines del siglo XIX. Ibidem. Segunda Parte.
realizaciones en lo político, social y económico.
En relación a la enseñanza de la historia, en esta etapa, pese a la
influencia ganada por historiadores revisionistas en estructuras
institucionales -en el caso de Tucumán, sobre todo en la Universidad- esta
disciplina escolar mantuvo contenidos propios de la versión liberal
vinculada a las posturas de Mitre y López y retomadas por la Nueva
Escuela Histórica, algunos de cuyos miembros se dedicaron a la
elaboración de manuales destinados a los alumnos y docentes de las
escuelas secundarias.
Hubo algunas aperturas sobre todo a partir de de la influencia de
historiadores como José Luis Romero, fuerte desde la caída del peronismo,
y de los giros historiográficos de las últimas décadas, como lo estudiamos
ya. Esto no limitó los combates por los controles de la historia enseñada.
Cambios en el sentido de la ciudadanía se produjeron sobre todo cuando
los gobiernos neoliberales y/o dictatoriales como el de nuestro país,
procuraron imponer valores alejados del multiculturalismo, la historia
social, el estímulo a la interpretación o la investigación. Retornaban así, a
una historia política de hechos de presidentes y primeros ministros,
guerras y gestas patrióticas, todo ello traducido en un relato único,
acabado y obviamente, presentado como “objetivo”.
Nuestra propuesta mantiene la importancia de la educación histórica para
la formación de la ciudadanía pero es radicalmente diferente en cuanto se
inspira en el enfoque socio-crítico, en la necesidad de fortalecer la
democracia y en este marco, conciencias critico-genéticas con
competencias para actuar y definir valores y formas de convivencias más
justas y solidarias. Sobre todo para considerar la diversidad y la
controversia, propias de todo espacio educativo, como escuchas atentos,
comprendiendo y debatiendo en la búsqueda de consensos democráticos
que fortalezcan el proceso de formación de ciudadanos y ciudadanas en
Capítulo VIII.
nuestras escuelas.
Para ello, podemos llevar en nuestras clases “la imaginación al poder”, en
el uso y sentidos que le dieran los jóvenes protagonistas del mayo francés
de 1968 junto a su líder, Daniel Cohn-Bendit, hoy transformado en un
reformista que enfatiza lo ecológico y que escribe sobre el erotismo en la
niñez.
Conocer por ejemplo, pero con los necesarios cuidados, los estudios
hechos desde un centro como en nuestro caso, Buenos Aires, que
generalizan y homogeinizan el pasado y desconocen la diversidad regional
propia de nuestro país y de tantos otros. Abordarla en las aulas, al margen
del “curso único” y las concepciones mecanicistas sobre el progreso lineal
y autómatico inspiradas en el mundo occidental, de las visiones
teleológicas o definitivas, para dar curso a la multiperspectividad, a la
diferencia, a los relatos múltiples, a los cambios de significado que
experimentan los conceptos sociales e históricos.
En fin exhortamos a incorporar en la enseñanza, nuevas formas
historiográficas, apelar a la memoria individual y social, convertirla en
historia con el rigor necesario, como posible memoria colectiva que
forjamos desde el presente, en el marco de interpretaciones confrontadas,
de relaciones complejas de procesos interconectados y sin desconocer su
papel, central, en la formación de la conciencia. Sobre todo cobra
relevancia su enseñanza para que cada quien, como señalara Josep
Fontana, pueda elegir la visión del pasado más adecuada al futuro que
pretenda ayudar a construir.
Entonces, vivamos la historia y su enseñanza como posibilidad,
comprendiendo que el futuro es problemático y que debe ser construido
porque no está ya dado inexorablemente. De este modo es que podemos
comprender el importantísimo papel de la conciencia histórica, el papel de
la subjetividad en el que-hacer histórico, la naturaleza inalienable de la
individualidad de los sujetos –diría Freire- como raíz de la democracia.
Dispuestos a conocer contra la corriente, saberes tecnológicos,
obviamente, pero sobre todo con capacidad para interpretar “la razón de
ser del mundo”, nuestra participación en ésta y al servicio de quienes
operamos en cada lugar que ocupemos.
Sin olvidar jamás, que las cosas, siempre, pueden cambiar y que
tenemos, construimos protagonismo educando históricamente.
¡Confiemos en ello!