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Si damos un salto desde los tiempos remotos hasta los días actuales,
advertimos que los motivos que hoy nos mueven a enseñar la historia no
difieren sustancialmente de los fines que animaron a nuestros antepasados
indígenas. Enseñamos a nuestros descendientes la historia propia y la de
otros pueblos para hacerlos conscientes de que son parte de la gran
corriente de la historia humana, de un proceso que se inició hace miles de
años y por el que han transitado pueblos y civilizaciones distintos a los
nuestros.
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Enseñamos el pasado porque somos conscientes de que el “pasado fue el
modelo para el presente y el futuro”. En cierta manera, el conocimiento del
pasado es la clave del “código genético por el cual cada generación
reproduce sus sucesores y ordena sus relaciones. De ahí la significación de
lo viejo, que representa la sabiduría no sólo en términos de una larga
experiencia acumulada, sino la memoria de cómo eran las cosas, cómo
fueron hechas y, por lo tanto, de cómo deberían hacerse”.1
3. Hacer sentir a los niños y a los jóvenes que los conocimientos históricos
no son adquisiciones definitivas, sino saberes sujetos a revisión constante.
Lo que hoy conocemos puede ser modificado por el conocimiento de
mañana, o puede ser puesto en duda por nuevos descubrimientos. El
estudio de la historia debe fomentar la idea de que el conocimiento es un
proceso en constante renovación, y estimular el sentido crítico y el espíritu
de observación.
Enrique Florescano
Historiador. Entre sus libros, Memoria mexicana y La bandera mexicana:
Breve historia de su formación y simbolismo.
2
Charles Samaran (comp.): L’histoire et ses méthodes. Bibliothèque de la
Pleiade, Gallimard, Paris, 1961. p. 37.
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3
Fernando Savater: El valor de educar. Instituto de Estudios Educativos y
Sindicales de América, México. 1997. p. 125. Véase también el manual
francés Histoire-Geographie, Education Civique. Centre National de
Documentación Pedagogique. París, 1998.
5
Gilberto Guevara Niebla (comp.): La catástrofe silenciosa. Fondo de
Cultura Económica. México, 1992. Véase también Felipe Martínez Rizo:
“La planeación y la evaluación de la educación” en Pablo Latapí Sarre
(comp.): Un siglo de educación en México. Fondo de Cultura Económica.
México, 1998,I, pp. 288-318.
6 Gilberto Guevara: Ibid., pp. 45-46; véase también Victoria Lerner Sigal:
“El manejo de los contenidos en la enseñanza de la historia: el factor
tiempo y el factor espacio” en La enseñanza de Clío, UNAM-CISE- Instituto
Mora, México, 1990, pp. 209-230; Raúl Vargas Segura: Del pensamiento
histórico a su aprendizaje, Mecanoescrito, 1999.
7
Raúl Vargas Segura: Ibid., pp. 3-4.
8
Silvia Schmelkes: “La educación básica” en Pablo Latapí Sarre (comp.):
Op. cit., p. 185.
9 Raúl Vargas Segura: Op. cit.. pp. 8-10; Schmelkes: Op. cit., pp. 186- 187.
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10
Silvia Schmelkes: Ibid., pp. 189 y ss.
12
Raúl Vargas: Op. cit., p. 4. Véanse tPara qué estudiar y enseñar la
historiaambién los artículos que tratan estos temas en la obra de Victoria
Lerner: Op. cit.
14
Un modelo de este tipo de encuestas es el ya citado de René Girault:
L’historié et la géographie en question, Ministère de l’éducation nationale,
Paris, 1983.
15
Fernando Savater: Op. cit., p. 155.
17
Pablo Latapí Sarre: “Perspectivas hacia el siglo XXI” en Op. cit., pp. 422-
423.
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