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La Configuración Interlógica de la Inteligibilidad y

Racionalidad
Dina V.Picotti C.
Universidad del Salvador

RESUMEN: La experiencia contemporánea de pluralidad de interpretaciones, paradigmas


científicos, estilos de arte, juegos de lenguaje, culturas, etc. que no sólo conviven sino que
se entrecruzan e influyen recíprocamente, nos conduce a plantear más que una legitimación
paralógica del conocimiento y del pensar, el reconocimiento de la configuración 'interlógica'
-es decir, constituyéndose con el aporte de todos ellos- de un horizonte de inteligibilidad y
de una racionalidad correspondiente. Hablamos de 'reconocimiento' en cuanto se trata de
asumir, a través de una hermenéutica de vía larga lo que de hecho se da en la historia de la
humanidad, hecha por todos sus protagonistas -hombres,pueblos,planteos,formas de vida...-;
en tanto reconocimiento, es una tarea de verdad y de justicia, de acogimiento,
discernimiento y creatividad, y por lo tanto también de educación. Se ofrecen algunos
ejemplos a partir de la experiencia intercultural latinoamericana con respecto a las nociones
de forma, espacio y tiempo.

Las siguientes consideraciones en primer término proceden de la experiencia contemporánea


de pluralidad, complejidad, diferencia y crisis, para orientarse en una segunda parte más que
hacia una legitimación paralógica del conocimiento y del pensar, al reconocimiento de la
construcción histórica de los mismos, es decir, de la configuración interlógica de un
horizonte de inteligibilidad y de una racionalidad correspondiente, aportando en una tercera
algunos ejemplos concretos de la experiencia intercultural latinoamericana con respecto a
las nociones de forma, espacio y tiempo.

1. La experiencia contemporánea

Nuestra época aparece indudablemente signada por un fenómeno de globalización, en el que


desemboca la civilización planetaria en su estadio informático, a la par que conviven otras
matrices culturales como núcleos no indemnes pero sí resistentes entre las redes de la 'aldea
global'. A su vez la primera, mientras por una parte fue extendiendo su lógica filosófico-
científico-técnica de dominio a todos los ámbitos, reuniendo y homogeneizando en el
sistema, por otra, paradójicamente, acaba registrando la diferencia de una pluralidad de
paradigmas científicos, estilos artísticos, centros históricos, juegos de lenguaje, etc.que
quiebran la pretendida unidad y normatividad.

Se visualiza una trama plural de procesos complejos y múltiples, en los que se entrecruzan
factores diversos que se implican y se reconstruyen constantemente. Aparecen o resurgen
múltiples ejes problemáticos, que requieren ser cuestionados y asumidos con una actitud que
deberá tener en cuenta la diferencia, discontinuidad, la necesidad de diálogo, la
imposibilidad de un discurso homogeneizante, de un horizonte de sentido unitario, de
categorías unívocas.

Este contexto ha conducido a la formación de nuevas ciencias y de nuevas perspectivas


sobre las ciencias, que asumen el papel constructivo del desorden, el caos, la crisis en un
mundo rico en evoluciones impredecibles, pequeñas fluctuaciones que se amplifican hacia
cambios en gran escala, fracturación en escalas múltiples de diferente magnitud, que
1
vuelven precaria la globalización; el rol de la autoorganización, de la no linealidad; la
participación sustantiva del sujeto, del tiempo, de la historicidad, de los diferentes espacios.

La pérdida de certeza lleva a una nueva conciencia de la ignorancia, la incertidumbre, el


cuestionamiento; a resistir a la reducción de lo complejo, a la abstracción, a puntos de vista,
comprensiones de ser y lógicas normativas, impulsando el método de aprender a aprender.
Se advierte la necesidad de abrirse nuevos caminos y normas de acción, de repensar la
cultura misma.

Nuevos paradigmas cuestionan premisas y nociones que orientaron la actividad científica


hasta el presente, y llevan a reflexionar acerca de la comprensión de ser, el modo de pensar
y de lenguaje, la acción social, la subjetividad implicadas. Ello va acompañado por una
descentralización de las ciencias: se establecen consensos locales y parciales dentro de cada
teoría, se cuestionan las leyes generales, considerándose que sólo son aplicables a áreas
limitadas de la realidad y coexistiendo con teorías alternativas que no necesariamente se
validan antre sí. Las alternativas, la construcción social del saber y la no adscripción a una
única verdad objetiva introducen la necesidad de considerar cuestiones éticas de elección,
responsabilidad y libertad, porque la ciencia no es neutra, puede construir como destruir o
alterar cursos de acción.

Algo semejante ocurre en otras áreas de la cultura como el lenguaje, las artes, la religión, la
política, la economía, las costumbres: coexisten una multiplicidad de estilos o modos como
alternativas abiertas, reaparece el regionalismo, se incorporan formas, elementos o técnicas
locales, se explora el desequilibrio en la organización espacial y la fragmentación, el interés
se desplaza hacia los procesos de deconstrucción-construcción. Los grupos humanos
emergen como sujetos en el mismo proceso constructivo, o bien cuestionan desde su
marginalidad y pobreza una civilización cuyos logros no alcanzan a satisfacer las verdaderas
necesidades de la mayor parte de la humanidad. Ello hace preguntarse acerca de los
conceptos de racionalidad, verdad, objetividad, realidad, acerca del proceso mismo del
conocer y del pensar, del sujeto y de la red social en la que este conocimiento está
distribuido, acerca del bien y la justicia, de la noción y organización política y económica.

Sin embargo, a la vez que la pluralidad de problemas desarticula y hace necesario un


reordenamiento intelectual y práctico que nos habilite para pensar y vivir la complejidad y
diferencia, también puede ser entendido como un tiempo de creatividad, de restauración de
elementos singulares, de lo local, los dilemas, de apertura de nuevas posibilidades, y de
búsqueda de equilibrio y justicia.

2. Una configuración interlógica

El carácter ambiguo de este fenómeno impone reconsiderar las cosas. La exploración no


puede sino adecuarse a los caminos de acceso que ellas ofrecen, que condicionarán no sólo
el contenido sino la forma misma de pensamiento y acción. La posmodernidad filosófica
registró, en este sentido, la caída o al menos la insuficiencia de categorías y relatos
metafísicos a pesar de su interna y rica historia de replanteos, y en sus posiciones más
positivas, trás el ejemplo de superación propuesta por Nietzsche y Heidegger, intentó
corresponder a los nuevos signos de los tiempos asumiendo una conciencia acaeciente de ser
y configurativa de verdad, (1) o al menos una legitimación paralógica, jugada en la práctica
de los saberes. (2)

Creemos que es preciso ahondar en este sentido, exponiéndose a todo la amplitud de ese
acaecer en sus múltiples configuraciones y reconociendo explícitamente la construcción
2
histórica del pensar y articulación humanos a través de diferentes modos, es d. la dimensión
interlógica de su logos.

De hecho el pensar y el lenguaje se han construido siempre con el aporte de las


articulaciones culturales específicas de los diferentes ámbitos de la realidad así como de las
diferentes comunidades históricas, quienes equivalen a otras tantas formas de vida, a lo
largo de sus propias recreaciones internas y de sus interrelaciones con otras; lo siguen
haciendo en la presente situación globalizadora, hasta el punto de que estallan pretendidos
modelos únicos o generales, no sólo a causa de sus propios límites ante el constante desafío
de lo real, sino también por el poder sugerente o cuestionador y el influjo de otros. El asumir
explícito de este status interlógico conduciría a una hermenéutica de vía larga, que reuniría
esta dispersión o al menos atravesaría sus conflictos, interpretando y reconociendo
asimiladoramente sus diferentes formas y replanteos, no sólo a través de los diversos
ámbitos y momentos de la civilización planetaria, (3) sino también de las demás culturas.

Se replantea la misma noción de pensar, porque no obstante sus modificaciones y


asunciones a lo largo de la historia de la filosofía y de la civilización tecnocientífica, aun
queda por admitirse su constitución histórica interlógica y exponer sus actitudes y
procedimientos a las sugerencias y aportes de los diferentes juegos de lenguaje. La
concepción paradigmática contemporánea de la ciencia se acerca a ello, así como el arte y la
estética a través de la valoración de la diversidad de estilos y concepciones, y la
historiografía y las ciencias humanas en general en su admisión de una pluralidad de centros
históricos y modos de articulación y sentido. No aún la lógica filosófica, que a lo sumo
decreta la caída de criterios y categorías metafísicos y llega a admitir el carácter
configuracional y retórico del pensar y la verdad, así como un criterio paralógico de
legitimación del saber.

Pero no se trata sólo de reconocer la construcción de mundo y de la subjetividad a través de


esa pluralidad y diferencia de juegos de lenguaje que se entrecruzan e influyen
recíprocamente, sino retrocediendo al ámbito originario de ser, de pensar además desde las
diferentes acuñaciones del mismo articuladas en las culturas. Es preciso admitir que cada
tipo de articulación, con sus criterios, posibilidades y límites, sólo define un modo de
racionalidad; que a su vez los diferentes modos, en tanto pertenecientes a la misma
racionalidad humana, a pesar de operar como caminos diferentes y autónomos, no son
imcompatibles entre sí, sino pueden acogerse, influirse, asimilarse, como lo comprueban los
mestizajes culturales y las interrelaciones de pueblos, que siempre se han dado en la historia
de la humanidad, constituida de hecho por todos ellos.

Sin embargo, nuestro mundo de civilización planetaria continúa organizándose


monológicamente, casi insensible a la polifonía de la vida humana y cósmica, y cada vez
más incapaz de enfrentar los graves problemas en los que desembocan sus propios logros.
Ubicarse por el contrario en la amplitud interlógica de la racionalidad llevaría a una
transformación complementadora y crítica de la actitud pensante, así como de sus categorías
y criterios expuestos al diálogo con otras experiencias y voces, en relación de sujeto a
sujeto, y al desafío de los tiempos. La cuestión de la verdad adquiriría, como uno de sus
rasgos más propios, el que podríamos llamar 'ético de justicia', en tanto reconocimiento de
lo que es, en su identidad, en su alteridad y relación con otros, y en su excedencia de ser.

Poco se ha hecho en este sentido en el campo filosófico. Los trabajos comparativos en torno
a temas determinados suelen carecer del intento final de reunir sus planteos en una forma y
contenido configurados a través de ellos. En nuestro continente, de definida constitución
intercultural, no se tienen aún ideas claras acerca de la necesidad de una adecuada
3
exploración y reconocimiento de sus diferentes juegos de lenguaje para aprender a pensar
desde su convivencia y desplegar sus grandes posibilidades; se difunde y practica el pensar
filosófico en sus más diversas orientaciones, con pocos planteos originales desde el mismo,
si bien algunos han intentado pensar a partir de la propia situación replanteando actitudes,
modos, categorías y planteos concretos. (4) Sin embargo, esta tarea pensante desde la propia
singularidad y exigencia, es de importancia fundamental para el auténtico despliegue de
nuestros países a partir de sí mismos, y a través de ello para su aporte al contexto humano
universal.

Una clara comprensión en este sentido debiera comportar actitudes consecuentes en cada
ámbito de la vida y de la civilización que nos abarca. Mas se tropieza no sólo con los
prejuicios del que juzga desde un determinado juego del lenguaje, sino con intereses
creados, en el fondo el falso interés de querer afirmarse a costa o sin los otros, mientras por
naturaleza e historia una identidad no se sostiene sin las demás, todos pertenecemos a la
totalidad abierta de lo humano y lo real. Y sin embargo, esta conciencia y actitud negativas
siguen operando en un círculo, que si no es siempre de muerte, al menos es de sufrimiento y
pobreza. Es así como el mundo globalizado, junto con la extensión de indudables beneficios
adolece también de graves problemas comunes, que requieren ser encarados con todos los
planteos y estrategias posibles, orientándose más bien hacia una ecumene.

3. La experiencia intercultural

La experiencia de América Latina, en la tarea que aún tiene ante sí de saber asumirse en la
complejidad de sus componentes para el logro de su propia emergencia civilizatoria, puede
sugerir algunas sendas de replanteo que, si no le son privativas, al menos muy propias.

Podemos recoger en nuestros países abundantes ejemplos que proceden de su constitución


histórica intercultural. Entre ellos los que tiene que ver con las categorías de forma, espacio
y tiempo, por otra parte estrechamente relacionadas entre sí.

Con respecto a la noción de forma, la experiencia del imperio de un modo de lenguaje desde
los procesos de conquista, colonización y globalización, que a pesar de su variedad interna
se mueve en el ámbito de la lógica dominante, y la persistencia de otros procedentes de otras
matrices culturales, a la vez que sus pérdidas, influyéndose y recreándose, tal como se
registra en la diversidad de lenguas existentes, en las literaturas orales, escritas y en todo
tipo de relato, en las configuraciones artísticas y religiosas y en el tipo de conformación de
las mismas comunidades históricas, conduce a que deba repensarse el lenguaje, su esencia y
estructuración, su sintaxis y posibilidades narrativas, sus interrelaciones, desde un contexto
intercultural y por lo tanto interlógico, más que meramente registrar la existencia de
diversos juegos como si cada uno fuera un ámbito cerrado.

Todo lenguaje se articula desde un determinado horizonte de comprensión, que la


experiencia de un pueblo va esbozando. Las culturas van trazando diferentes horizontes de
inteligibilidad, no reducibles entre sí, en cuanto significan diferentes formas de vida. De allí
que surja la idea, no de traducción o equivalencia entre lenguajes, sino de diálogo,
asimilación, a través de una fusión de horizontes. (5) Si bien los estudios comparados aportan
luces al detectar estructuras semejantes o diferentes, (6) también pueden confundir cuando el
tema en cuestión no es visto desde su propio mundo histórico, en el encuentro con él; en
todo caso se descubrirán, aún en estructuras semejantes, sentidos y articulaciones
diferentes. (7)

Si el lenguaje equivale al mismo configurarse humano en medio del configurarse de las


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cosas a través de las comunidades históricas y sus diferentes formas de habitar un mundo,
ello se refleja en los modos y recursos linguísticos, correspondiendo de modo singular a lo
que se manifiesta, indicando o callando a lo que se le sustrae o impide, en el espacio abierto
por el acaecer de los entes que se ofrece para tejer la propia historia.

Referirse al lenguaje implica evidentemente referirse también a la categoría de forma y a los


diferentes modos de comprenderla y configurarla. Rastreando la complejidad de nuestro
contexto intercultural, podemos connotar rasgos sino exclusivos al menos característicos.
Ante un tipo de forma apolínea orientada hacia lo acabado, armónico, bello, permanente,
definido, que vino con buena parte de las experiencia occidental a pesar de sus excepciones
y replanteos, se destacan explícitamente otros rasgos: por ej. el que algunos han llamado
'siniestro', por asumir expresamente ese aspecto de la realidad que desborda, trasciende y
por ello mismo inquieta; el 'indicador', con recursos como el símbolo, la imagen, el mito, el
rito, que sólo sugieren y se insertan en una pletoricidad siempre trascendente; el que
podríamos llamar 'conjurador' y 'acertante', porque resulta del trato con el caos, lo
misterioso, inquietante, como búsqueda de equilibrio entre opuestos y de refugio en su
despiadado reino; 'silente', porque el silencio, no la mudez, abunda en este lenguaje,
impuesto por la fuerza desmesurada de la tierra que se respeta, esboza apenas o calla,
custodiándose de este modo el sentido profundo de la palabra, que tiene que ver con el ser y
no puede convertirse en habladuría; o por el avance despiadado de la conquista y
civilización que obligó a callar, replegarse para guardar la propia identidad y resistir, cuando
no produjo el silencio de la muerte. El 'negativo', una lógica que entre nosotros reviste
particular importancia, porque permite el resguardo y acceso a un nivel no objetivable y a un
contexto cultural propio, a veces a través de una especie de antidiscurso. El que podríamos
llamar 'mestizo', resultado de la convivencia y asimilación de lo diferente, como se advierte
en todo tipo de configuraciones y en el estilo de vida, pero también como concepción
ambigua de la forma, que como en las lenguas indígenas puede abrigar diversos rostros y
sentidos que se juegan según el contexto.'Religador', el aspecto tal vez más raigal entre
nosotros, en cuanto se articula de un modo que sustancialmente vincula el ámbito abarcador
y seminal de la madre tierra y a la vez a su sujeto comunitario en su identidad histórico
cultural; si bien está presente en todo tipo de lenguaje, sobre todo es visible en las formas
musicales y religiosas, muy relacionadas entre sí. (8)

La noción de forma y las configuraciones en que se concreta guardan estrecha relación con
el modo de concebir el espacio y el tiempo, dado que éstos son pensados, en primer lugar,
en su nivel más originario como apertura espacio temporal que ofrece el mismo acaecer de
las cosas a las posibilidades de juego o correspondencia humana. Ello les otorga rasgos
distintivos.

Ni se trata tanto de un tiempo lineal, que desde el proceso de secularización moderna se


convirtió en mero tiempo medida, cómputo, cálculo, previsión dentro de las posibilidades
del sistema, ni tampoco de un tiempo circular, de repetición de lo mismo, ni de un tiempo de
mera presencia desde una metafísica de la subjetividad. Las culturas, abrigando una
concepción vital de sí mismas y de la realidad, hablan más bien de crecimiento, maduración;
todo pueblo se siente arraigado a una tierra y a un comienzo inmemorial que narran los
mitos y marca su identidad; el transcurrir del tiempo se refiere a su despliegue y azares, y el
fin se relaciona con la idea de acabamiento y de salvación, que sobrevive a la misma muerte;
las lenguas lo testimonian a través de una gran cantidad de partículas temporales que
ofrecen una riquísima gama de matices e inflexiones. Posee además, un sentido simbólico;
cada instante o espacio de tiempo es vivido como una presencia singular de la totalidad que
remite a ésta; se trata, sin lugar a dudas, de un tiempo no sólo sintético sino sagrado. Estos
aspectos del tiempo no deshechan al instrumental, sino que pueden asumirlo y darle sentido;
5
la misma historia de la filosofía fue recuperando instancias de aquél y la literatura occidental
contemporánea ha mostrado una particular sensibilidad al respecto, hoy también la
concepción paradigmática de la ciencia. Pero no instalándose en la lógica del cálculo sino en
el ser cono excedencia con respecto a cada una de sus acuñaciones, la dimensión temporal
de futuro se presenta como apertura a lo imprevisible; de allí la elevada conciencia de riesgo
que por el contrario la civilización a menudo olvida en medio de sus aseguramientos, y
también la actitud de fe y espera, porque nada es debido, todo es un don.

Si existe algo indudablemente característico de América es la inmensidad de su espacio y la


conciencia de desmesura e indominabilidad que inspira, como también el sentido de arraigo
que posee el habitante de su tierra.

No se trata del mero espacio abstracto, matemático, del cálculo de distancias y magnitudes,
sino del espacio concreto, al que llamamos "tierra", con todo el sentido que este vocablo
reviste entre nosotros, que se distingue también del concepto filosófico-científico de
naturaleza. Tierra es aquello sobre lo cual un pueblo está; es la 'Pachamama', la madre tierra,
raíz insondable, ámbito sagrado de habitación. Desde el trasfondo semántico que va
otorgando el estar sobre ella, los pubelos despliegan su historia como un drama
fundamentalmente telúrico, de esencial relación con la misma, en el intento de acertar un
equilibrio entre opuestos no reductibles, porque pertenecientes a la misma vida; de allí que
en América Latina debamos hablar de geocultura, de compromiso inalienable con la
tierra. (9) De ello se distingue el proceso humano concebido como esfuerzo y progresiva
racionalización objetivante y dominadora hasta el actual estadio informático, hoy extendida
planetariamente.

Más allá de los testimonios que se ofrecen a lo largo de la historia en este sentido, tanto en
las culturas indígenas, como negras y criollas, y en los inmigrantes de la más diversa
procedencia, y en las actuales reclamos de marginados como el Movimiento brasileño de los
sin tierra, esta dimensión originaria del espacio sobrevive como exigencia básica a la que es
necesario recurrir para la ubicación del hombre como tal, el reconocimiento de sus propias
dimensiones y posibilidades.

Nuestra fuerte experiencia de desconocimiento y reducción en América, mantenida


sustancialmente en nuestras propias instituciones, hace que seamos particularmente
sensibles en percibir y señalar esta heretogeneidad esencial, cuyo resguardo y comunicación
respetaría a y se beneficiaría de la riqueza de lo humano en sus diferentes caminos. Esto
aparece particularmente valioso en una época en que, a pesar de encontrarnos
planetariamente interrelacionados por las redes de la información y comunicación, es
preciso salvarse de la clausura y de la amenaza de la lucha del poder por el poder. El
lenguaje se ha diversificado al jugar históricamente sus posibilidades, pero al mismo tiempo
se ha dispersado y desentendido a través de su pluralidad de formas. Se impone reunirlo a
través de la comprensión y aprovechamiento de sus diferentes niveles y caminos, entre ellos
los plasmados por 'civilización' y 'culturas', porque cada uno significa una articulación
irreemplazable de una realidad que siempre nos excede y un tramo ineludible en la historia
de la humanidad.

Notes
(1) Tal es por ej. la redefinición que la hermenéutica ha venido haciendo de sí misma, en

6
diálogo con los nuevos signos de los tiempos, sin renunciar a una ontología.

(2) Es la propuesta de J.-F.Lyotard en La condición posmoderna,Rei,Buenos Aires 1991.

(3) Como lo viene haciendo P.Ricoeur en el ámbito de la cultura occidental a través de sus
diferentes interpretaciones.

(4) Como se advierte en una abundante bibliografía en torno al pensamiento latinoamericano


por parte de pensadores singulares y movimientos o grupos de investigación.Ejemplo de
esto último son algunas obras colectivas como A.Colombres compil.,América Latina:el
desafío del tercer milenio,Edic.del sol, Buenos Aires 1993; R.Fornet Betancourt compil.,Die
Diskursethik und ihre lateinamerikanische Kritik,Concordia Reihe Monographien,Aachen
1993; D.Picotti compil.,Pensar desde América,Catálogos,Buenos Aires 1994;L.Olivé,Etica
y diversidad cultural,Fondo de c.e.,México 1993.

(5) Issiaka-Prosper Lalèyê,Pour una anthropologie repensée,La pensée universelle,Paris


1977, ante el problema aparentemente insoluble de la traducción, habla de evocación de un
sentido, antes y no después de sus instrumentos de comunicación.

(6) La expresión gadameriana de 'fusión de horizontes' para explicar la apropiación histórica


la tomamos en el sentido preciso de 'horizontes de inteligibilidad', que se encuentran,
influyen y transforman recíprocamente, constituyendo uno nuevo.

(7) R.Fornet Betancourt,Filosofía intercultural,Univ.Pontif.de Mexico;R.Pakikkar,La


experiencia filosófica de la India,Trotta,Madrid 1996, entre otros ofrecen ejemplos de ello.

(8) En D.Picotti,"El descubrimiento de América y la otredad de las


culturas",Rundinuskin,Buenos Aires 1990,se da una descripción más detallada, así como
respecto a las nociones de espacio y tiempo.

(9) R.Kusch,Geocultura del hombra americano,F.García Cambeiro,Buenos Aires


1976,propuso esta noción.

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