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TEMA 19

(LA PARTICIPACIÓN DE LAS COMUNIDADES AUTÓNOMAS EN LA UNIÓN


EUROPEA)

1.- MARCO CONSTITUCIONAL

2.- FASE ASCENDENTE: LA PARTICIPACIÓN EN LA FORMACIÓN DE LA


POSICIÓN NACIONAL EN ASUNTOS DE LA UNIÓN EUROPEA.

2.1.- LA COORDINACIÓN MULTILATERAL


A) LA CONFERENCIA DE PRESIDENTES
B) CONFERENCIA PARA ASUNTOS RELACIONADOS CON LA
UE
2.2.- LA COOPERACIÓN BILATERAL

3.- FASE DESCENDENTE: LA APLICACIÓN DEL DERECHO DE LA UE POR


LAS COMUNIDADES AUTÓNOMAS, SEGÚN LA JUSRISPRUDENCIA DEL
TRIBUNAL CONSTITUCIONAL.

4.- FASE DESCENDENTE: LA COOPERACIÓN ENTRE EL ESTADO Y LAS


COMUNIDADES AUTÓNOMAS

5.- LA PARTICIPACIÓN DIRECTA: LA PRESENCIA DE LAS COMUNIDADES


AUTÓNOMAS EN LA UE.
1.- MARCO CONSTITUCIONAL

Desde la perspectiva del Derecho Internacional, todo Estado tiene libertad para
elegir su modelo de Estado, y dentro de éste, el sistema de organización
territorial que considere más adecuado. Este principio ha tenido su reflejo en la
jurisprudencia del Tribunal de Justicia de la UE.

Es preciso acudir a la Constitución española de 1978 como primer paso para


conocer el papel que a las Comunidades Autónomas puede corresponder en el
proceso de integración europea. El artículo 148 CE establece un catálogo de
competencias que las CC.AA pueden asumir, entre las que no figura
expresamente ninguna relacionada con las obligaciones estatales derivadas de
tratados internacionales. El artículo 149.1.3 CE, por su parte, incluye las
“relaciones internacionales” entre las competencias exclusivas del Estado. La
noción constitucional de relaciones internacionales ha de ser entendida a la luz
de dos parámetros: la necesaria unidad de acción exterior del Estado y la
distribución constitucional de competencias entre Estado y CC.AA.

El propio Tribunal Constitucional, tras algunos titubeos en los primeros años de


pertenencia a las Comunidades Europeas, ha dejado bien establecido que la
competencia exclusiva en materia exterior comprende únicamente el “núcleo
duro” de las relaciones internacionales.

Así, las relaciones internacionales, en el sentido del artículo 149.1.3 CE,


comprenderían las competencias de verdadera proyección exterior del Estado,
quedando reservadas exclusivamente a éste. Dichas competencias
comprenden la formulación y dirección de la política exterior, la representación
exterior o ius legationis, la capacidad de concluir tratados o ius ad tractatum,
los regímenes sobre nacionalidad, inmigración, emigración, extranjería,
derecho de asilo, régimen aduanero y arancelario, comercio exterior, sanidad
exterior, abanderamiento de buques, control del espacio aéreo, matriculación
de aeronaves y responsabilidad internacional del Estado.
Fuera de este “núcleo duro”, las CCAA pueden realizar actividades que tengan
una proyección internacional siempre que resulten necesarias para el ejercicio
de sus competencias.

Por tanto, existen otras competencias que, guardando relación con las
relaciones internacionales, consisten en actividades de proyección interior.
Estas actividades pueden formar parte bien del proceso interno de formación
de la voluntad exterior del Estado, bien del proceso de desarrollo y ejecución
de un tratado internacional. En dichas actividades las CC.AA tienen un derecho
de participación conforme a las competencias que la Constitución les atribuye.

De todo esto cabe concluir que las CC.AA. intervienen en el proceso de


integración europea en dos fases diferentes: una fase ascendente, en la que
contribuyen a la formación de la posición nacional, y una fase descendente, en
la que llevan a cabo el desarrollo normativo (legislativo y reglamentario) de
normas comunitarias no directamente aplicables que afectan a competencias
autonómicas.

Así, las Comunidades Autónomas españolas tienen un derecho propio a


participar en la formación de la posición nacional a defender ante las
Instituciones comunitaria. Unas adecuadas relaciones de colaboración entre el
Estado central y las CCAA resultan de capital importancia tanto para afrontar
los problemas derivados de la ya aludida indeterminación –y hasta imprevisión–
de nuestro texto constitucional, como para garantizar en la práctica un
adecuado funcionamiento armonioso del sistema.

2.- FASE ASCENDENTE: LA PARTICIPACIÓN EN LA FORMACIÓN DE LA


POSICIÓN NACIONAL EN ASUNTOS DE LA UNIÓN EUROPEA

En relación con la participación de las CCAA en el proceso interno de


conformación de la voluntad comunitaria interna es oportuno constatar que,
pese
al ya señalado silencio de la Constitución, prácticamente todos los Estatutos de
Autonomía de nueva generación incluyen menciones expresas a la
participación
de su Comunidad Autónoma en la “formación de las posiciones del Estado ante
la Unión Europea”. Su tenor varía, empero, en aspectos fundamentales.
Mientras
algunos Estatutos se refieren en esta participación a los asuntos relativos a sus
competencias o intereses, otros se limitan a hacerlo únicamente en relación a
las competencias propias de la Comunidad Autónoma y alguno parece limitarlo
tan solo al ámbito de las competencias exclusivas de la Comunidad Autónoma.

A partir de ahí, con independencia de que algún Estatuto omita una referencia
al respecto, parece claro que estas disposiciones no fundan per se derechos de
las CCAA, sino que, como ya se ha señalado, la jurisprudencia constitucional
exige que su ejercicio haya de hacerse “en los términos que establezca la
legislación en esta materia”. Algunos Estatutos se adentran incluso en precisar
a título de ejemplo aspectos concretos de esta participación, poniendo de
manifiesto que la formación de la voluntad interna respecto de la toma de
decisiones en el Consejo es probablemente el elemento común más
destacado.

A partir de ahí, a la hora de analizar esta participación de las CCAA en el


proceso interno de conformación de la voluntad del Estado en asuntos de la
UE, es necesario distinguir entre mecanismos multilaterales y mecanismos
bilaterales.

Los primeros siguen girando en torno a la actividad de la Conferencia para


Asuntos Relacionados con la Unión Europea (CARUE) , si bien conviene
prestar también cierta atención al peculiar instrumento de la Conferencia de los
Presidentes.

2.1.- La coordinación multilateral

a) La conferencia de Presidentes.
A la luz del rango político elevado que ostenta esta Conferencia –está
integrada por el Presidente del Gobierno y los Presidentes de las 17 CCAA y
de las Ciudades Autónomas de Ceuta y Melilla– y de las competencias que se
le atribuyen –es “el máximo órgano de cooperación política entre el Gobierno
de España y los Gobiernos de las Comunidades Autónomas”–, nadie dudará
del potencial de la misma en temas europeos; aunque curiosamente al precisar
el Reglamento sus competencias concretas no se cita en ningún momento los
asuntos de la UE.

Este mecanismo, situado en la cúspide de la cooperación multilateral, ha


acreditado su utilidad práctica para impulsar la coordinación en temas europeos
dentro de algunos Estados de nuestro entorno. Sin embargo, no puede
afirmarse lo mismo, en nuestra opinión, en el caso español. Sobre el papel,
compartimos
la pertinencia de contar con un foro de esta naturaleza, que permita discutir e
impulsar al más alto nivel el funcionamiento real de la participación autonómica
en los temas europeos. Sin embargo, en la práctica, aun conservando tal
potencial y reconociendo que en algún momento ha permitido intercambiar
pareceres sobre la cuestión e impulsar alguna acción concreta, esta
Conferencia
no ha estado a la altura de las expectativas.

b) Conferencia para asuntos relacionados con la UE (CARUE)

No obstante, pese a la importancia que la Conferencia de Presidentes tiene


sobre el papel de la ley, el foro central para concretar la participación
(multilateral) en temas europeos sigue siendo la CARUE (denominada hasta
2010 Conferencia para Asuntos Relacionados con las Comunidades Europeas
(CARCE)), cuya regulación general se realizó en 1997 con rango de ley, si bien
sus reuniones habían comenzado en realidad en 1989 y mantiene hasta la
fecha plenamente su vigencia.

Los avances más importantes de esta Conferencia han sido los siguientes:
 La CARUE adoptó en 1994 el “Acuerdo sobre Participación Interna de
las Comunidades Autónomas en los asuntos comunitarios europeos a
través de las Conferencias Sectoriales”. Con este Acuerdo, las
Comunidades Autónomas comenzaron a participar en la formación de la
voluntad estatal ante las instituciones europeas (la llamada “fase
ascendente” del proceso), ya que hasta entonces las Comunidades
Autónomas únicamente participaban en la ejecución del Derecho
comunitario (es decir la “fase descendente” del mismo).
 En 1997, se aprobó la Ley 2/1997, de 13 de marzo, por la que se regula
la Conferencia de Asuntos Relacionados con las Comunidades
Europeas, con lo que la regulación de la CARUE, su composición y
funciones, adoptó rango de ley. A continuación, el 5 de junio de 1997, la
CARUE aprobó su Reglamento interno, recientemente modificado por
Acuerdo de 15 de febrero de 2017.
 En 2004 se abordó la participación de las Comunidades Autónomas en
el Consejo, mediante el Acuerdo de 9 de diciembre de 2004, adoptado
por la CARUE y que abre definitivamente a las Comunidades
Autónomas la participación en 4 formaciones del Consejo de la Unión
Europea, en concreto los Consejos de Ministros de: Empleo, Política
Social, Sanidad y Consumidores; Agricultura y Pesca; Medio Ambiente;
y Educación, Juventud y Cultura. En la reunión de la CARUE del 2 de
julio de 2009 se aprobó modificar dicho Acuerdo ampliando la citada
participación autonómica a una quinta formación, como es la de
Competitividad-temas de Consumo, y en la reunión celebrada por dicha
Conferencia el 15 de abril de 2010, se acordó la ampliación de dicha
participación en el ámbito de las reuniones relativas a ordenación del
juego y apuestas del Grupo de Trabajo afectado de la citada formación
de Competitividad.
 En esa misma fecha del 9 de diciembre de 2004, la CARUE adopta otro
Acuerdo, referente a la Consejería para Asuntos Autonómicos en la
REPER, a la que incorpora dos Consejeros Autonómicos designados por
consenso por la propia CARUE.
2.2.- La cooperación bilateral

Una vez considerada la cooperación multilateral, no puede obviarse, por otro


lado, la importancia de las relaciones bilaterales en relación con las cuestiones
que afecten exclusivamente a una Comunidad Autónoma o tenga para ella una
vertiente singular. Es una relación que encuentra evidente anclaje
constitucional
(indirecto) en el caso de los territorios forales. Pero cobra también plena
justificación en el caso de elementos fácticos como la insularidad de Canarias
como consecuencia de su consideración (expresa) como región ultraperiférica
en el sentido fijado por los propios tratados constitutivos y objeto incluso de
normas específicas de Derecho derivado.

Estas relaciones bilaterales tienen reconocimiento estatutario en el caso de


cinco CCAA, además de que la Ley 2/1997, de 2 de marzo les había dado ya
antes carta de naturaleza legislativa.

3.- FASE DESCENDENTE: LA APLICACIÓN DEL DERECHO DE LA UE POR


LAS COMUNIDADES AUTÓNOMAS, SEGÚN LA JUSRISPRUDENCIA DEL
TRIBUNAL CONSTITUCIONAL.

Las previsiones de los Estatutos de Autonomía de los años 70 y 80 no hacían


referencia a la ejecución del Derecho comunitario europeo, por lo que han sido
las jurisprudencias del Tribunal de Justicia y del Tribunal Constitucional español
las que ofrecen en estos momentos el marco jurídico aplicable.

En el caso del Tribunal de Justicia y a pesar de su necesaria generalidad en


relación con la situación constitucional interna española, al resolver los
recursos por incumplimiento apela, muy frecuentemente, al principio de
irrelevancia de la situación constitucional interna, de modo que, por ejemplo,
para apreciar el incumplimiento por España del Derecho europeo no es
necesario atender al reparto constitucional interno de competencias en la
medida en que “corresponde a los Estados miembros procurar que el
cumplimiento de sus obligaciones comunitarias por las autoridades
competentes centrales y descentralizadas sea efectivo”. Asimismo, la
jurisprudencia del Tribunal de Justicia considera que la obligación de los
distintos Estados miembros de aplicar el Derecho de la Unión se cumple
cualquiera que sea el nivel de gobierno que intervenga siempre y cuando, por
razones de seguridad jurídica, “la incompatibilidad de una legislación nacional
con las disposiciones del Derecho comunitario, aunque sean directamente
aplicables, sólo puede quedar definitivamente eliminada mediante
disposiciones internas de carácter obligatorio que tengan el mismo valor
jurídico que las disposiciones internas que deban modificarse”.

Ahora bien, en unos supuestos el Tribunal de Justicia examina minuciosamente


la imputabilidad a España de actuaciones que corresponden en el ámbito
interno a Comunidades Autónomas; así se puede comprobar en numerosas
sentencias que el incumplimiento de España es imputable específicamente a
determinadas Comunidades Autónomas. Mientras que en otros supuestos el
Tribunal comunitario, al comprobar que las autoridades españolas no habían
cumplido la obligación de cooperación leal con la Comisión Europea, advierte
que “no está obligado a precisar de manera exhaustiva, por cada una de las
Comunidades Autónomas” los incumplimientos del Derecho comunitario
europeo.

De manera complementaria el Tribunal Constitucional español ha permitido, por


una parte y desde 1988 con total naturalidad, la implicación de las
Comunidades Autónomas en la ejecución del Derecho y de las políticas
comunitarias; pero, también por otra parte, no ha sabido, por la complejidad de
algunos ámbitos competenciales afectados por la integración europea, o no ha
querido, por los riesgos de intervenir en ámbitos reservados al Derecho
comunitario, profundizar
en los efectos de extraordinario alcance que supone el nuevo contexto
comunitario europeo para el ejercicio de sus respectivas competencias
constitucionales y estatutarias por los poderes públicos en España.
La Sentencia 252/1988, de 20 de Diciembre de 1988, del Tribunal
Constitucional (BOE de 13 de Enero de 1989, Suplemento núm. 11), al ser la
primera decisión sobre conflictos motivados por la aplicación de la normativa
comunitaria supone el punto de referencia obligado al abordar la participación
de las CCAA en la denominada «fase descendente» de la política comunitaria.
Materia profusamente estudiada por la doctrina, aún antes de la adhesión de
España a la Comunidad Europea, tanto en la vertiente relativa a la aplicación
de la normativa comunitaria, como a la de los mecanismos de control del
Estado en aras a preservar su responsabilidad internacional. Pero que carecía
de una normativa clara que la regulara, así como de una solución constitucional
específica. Lo que se ha plasmado en la práctica en un gran aumento de la
conflictividad constitucional, tras el ingreso de España en la Comunidad, como
consecuencia de las tareas de aplicación del derecho comunitario, así́ como la
proliferación de mutuas acusaciones entre el Gobierno Central y CCAA de
intento de reasunción de competencias, amparándose en la ejecución de
normas internacionales.

La Sentencia 252/1988 del TC se circunscribe a los problemas derivados de la


aplicación del derecho comunitario cuando éste afecte a las competencias de
las CCAA. En dicha sentencia el TC del criterio de que el derecho comunitario
debe aplicarse en función de las reglas generales de distribución de
competencias entre los órganos centrales y autonómicos y la proclamación de
la especial incidencia del principio de colaboración.

La principal aportación de la Sentencia supone la afirmación del principio de


autonomía institucional, reiteradamente sostenido por la Jurisprudencia del
Tribunal de Justicia de las Comunidades Europeas, en virtud del cual
corresponde al ordenamiento jurídico de cada Estado miembro determinar los
órganos competentes y los procedimientos para el desarrollo y ejecución del
derecho comunitario. Como señala el Tribunal son «las reglas internas de
delimitación competencial las que en todo caso han de fundamentar la
respuesta a los conflictos de competencia planteados entre el Estado y las
Comunidades Autónomas»
El Tribunal se decanta por el criterio de distribución de las competencias
materiales que se sigue para resolver los conflictos entre el Estado y las CCAA.

A continuación el Tribunal, antes de examinar las disposiciones


constitucionales y estatutarias de aplicación al caso concreto, realiza su
segunda gran aportación invocando el principio de colaboración, refiriendo su
importancia específica en relación a la temática comunitaria: «tanto de la
interpretación sistemática de la Constitución como de la supremacía de ésta
sobre los Estatutos se deriva la necesidad de colaboración entre la
Administración Central y las Administraciones Autonómicas, colaboración que
puede exigir en muchos casos, en relación, sobre todo, con nuestra
incorporación a la CEE, formas de articulación (...) que sólo una interpretación
inadecuada de los preceptos constitucionales y estatutarios puede
obstaculizar».

A partir de 1995 el Tribunal Constitucional parece superar definitivamente el


lastre en su interpretación del Derecho español en el contexto del
ordenamiento comunitario europeo al reconocer desde la sentencia 102/1995,
de 26 de junio, que “no cabe ignorar que la propia interpretación del sistema de
distribución competencial entre el Estado y las Comunidades Autónomas
tampoco se produce en el vacío”, sino que tiene que “prestar atención a cómo
se ha configurado una institución por la normativa comunitaria [lo que] puede
ser no sólo útil, sino incluso obligado para proyectar correctamente sobre ella el
esquema interno de distribución competencial, máxime cuando la institución o
las técnicas sobre las que versa la disputa carecen de antecedentes en el
Derecho interno”.

4.- FASE DESCENDENTE: LA COOPERACIÓN ENTRE EL ESTADO Y LAS


COMUNIDADES AUTÓNOMAS

La cooperación en fase descendente se ha instrumentalizado mediante


acuerdos específicos para materias concretas y mediante un acuerdo general.
Como ya hemos indicado en la fase ascendente, la CARUE adoptó en 1994 el
“Acuerdo sobre Participación Interna de las Comunidades Autónomas en los
asuntos comunitarios europeos a través de las Conferencias Sectoriales”.

Dicho acuerdo, a parte de establecer las condiciones de participación en fase


ascendente y fija también los criterios de colaboración entre el Estado y las
Comunidades Autónomas en fase descendente, siguiendo los siguientes
criterios:

1.- Cuando la aplicación consista en la aprobación de normas:

a) Las Administraciones que proyecten la aprobación de una norma, bien


para desarrollar o completar un reglamento o decisión comunitario, bien
para efectuar la transposición de una directiva comunitaria, pondrán en
conocimiento de la Conferencia Sectorial el texto del proyecto.
b) Cuando en la Conferencia Sectorial la Administración del Estado y las
Administraciones de las Comunidades Autónomas coincidan en la
necesidad de dar un contenido semejante o equivalente al proceso
normativo interno derivado de la aplicación del Derecho comunitario, la
cuestión será incluida en el orden del día del correspondiente órgano
especializado de la Conferencia Sectorial al objeto de elaborar una
propuesta de acuerdo y elevarla al Pleno de la Conferencia.

2.- Cuando la aplicación consista en la ejecución de actuaciones


administrativas:

a) La Administración del Estado y las Administraciones de las


Comunidades Autónomas se informarán regularmente, a través de la
Conferencia Sectorial, de aquellas actuaciones administrativas en
proyecto o en curso que se deriven de la aplicación del Derecho
comunitario.
b) Cuando en la Conferencia Sectorial la Administración del Estado o las
Administraciones de las Comunidades Autónomas propongan la
necesidad de dar un contenido semejante o equivalente al proceso de
ejecución administrativa en aplicación del Derecho comunitario, la
cuestión será incluida en el orden del día del correspondiente órgano
especializado de la Conferencia Sectorial al objeto de elaborar una
propuesta de acuerdo y elevarla al Pleno de la Conferencia.

3.- Cuando la aplicación consista en el desarrollo de programas comunitarios:

La Administración del Estado informará regularmente a las Administraciones de


las Comunidades Autónomas, a través de la Conferencia Sectorial, de aquellos
programas comunitarios que gestione, abiertos o no a la participación de las
Comunidades Autónomas y de los que no sean coordinados por la
Administración del Estado.

5.- LA PARTICIPACIÓN DIRECTA: LA PRESENCIA DE LAS


COMUNIDADES AUTÓNOMAS EN LA UE.

Resulta difícilmente rebatible que la UE es una Unión de Estados en la que


éstos siguen ostentando su clásica condición de “señores de los tratados”. Por
ello, la idea de una “Europa de las regiones” no pasa de ser un atractivo
recurso dialéctico o, a lo sumo, una (lejana) aspiración política.

No obstante, es igualmente irrebatible que la pertenencia a la Unión tiene una


incidencia muy profunda en el ámbito de competencias de las regiones con
competencias legislativas propias, como es el caso de las CCAA españolas.
Precisamente por ello la propia Unión ha abierto su sistema institucional a una
cierta participación regional.

En el caso español, esta articulación de la participación autonómica sigue sin


encontrar (aún) encaje expreso en la Constitución. De esta manera, a la espera
de una reforma constitucional, es la jurisprudencia del Tribunal Constitucional y
los propios Estatutos de Autonomía los que han ido fijando las pautas
generales de toda la acción exterior de las CCAA, incluida también la propia de
la UE.
Corresponde considerar, por tanto, la participación autonómica en los comités
de la Comisión y en cinco formaciones del Consejo, así como la apertura de
oficinas autonómicas en Bruselas y la creación de la figura del Consejería para
Asuntos Autonómicos en la REPER. Dejaremos fuera la referencia a la
participación de las CCAA en el Comité de las Regiones, cuya virtualidad
práctica para incidir en el proceso decisorio de la UE se ha revelado como muy
limitada.

5.1.- La participación en la Comisión

Dado el carácter netamente supranacional de la Comisión, que en modo alguno


representa a los Estados, no cabe participación directa en ella de las CCAA.
Sin embargo, en 1997 se articuló la participación de las CCAA en los comités y
grupos intergubernamentales existentes en materia de ejecución del Derecho
de la Unión, donde sí existe una respuesta estatal. El mecanismo de
designación, de dos representantes por cada grupo para periodos de cuatro
años con alternancia bianual, se articula en el seno de la CARUE y, de hecho,
el 13 de diciembre de 2017 se aprobó la nueva distribución de la participación
de las CCAA en los comités de ejecución de la Comisión para el periodo 2018-
2021.

Se trata de un mecanismo técnico en el que, como desarrollaremos con algo


más de detalle al tratar en el apartado siguiente la participación autonómica en
el Consejo y sus grupos de trabajo, resulta esencial para su buen
funcionamiento un intercambio de información puntual entre las CCAA y una
adecuada coordinación entre ellas, además de no olvidar que la representación
lo es del conjunto de las CCAA y no de la concreta Comunidad a la que
corresponda la presencia en el grupo en cuestión.

Por otro lado, no cabe duda que tanto la disparidad de medios técnicos y
materiales existentes entre las CCAA, como también el diferente umbral de
interés sobre los temas (muy técnicos) concernidos pueden lastrar en parte el
adecuado funcionamiento de este complejo mecanismo.
5.2.- La participación en el Consejo y sus grupos de trabajo

El proceso gradual de conformación de la presencia de las CCAA en el


Consejo
ha consolidado ya una práctica estable de participación en cinco formaciones,
que funciona ya de manera bastante rutinaria.

Se incorpora, así, a la delegación española un representante autonómico (con


rango de consejero o miembro del consejo de gobierno autonómico), que
representa a todas las CCAA. Los principios de estabilidad (duración de al
menos un semestre) y rotación (sucesión entre las diferentes CCAA) parecen
estarse cumpliendo adecuadamente. Para su buen funcionamiento resultan
básicos, por encima de todo, tener presente dos elementos. De un lado, es
imprescindible que el proceso de concertación con la Administración General
del Estado se realice de manera eficaz, normalmente en el seno de la
Conferencia Sectorial concernida. Y, de otro lado, es también capital que el
representante designado en cada momento tenga perfectamente claro que no
lo está en representación de su concreta Comunidad Autonómica, sino que
representa a todas ellas y, como mínimo, ha de poner a disposición del resto
de Comunidades la documentación completa sobre el asunto, ha de
mantenerlas también puntualmente informas y, lo que es más importante, ha de
consensuar la posición a defender con ellas.

Finalmente, por lo que respecta a su integración en la delegación del Estado, lo


hace como miembro de pleno derecho y, por tanto, goza de derecho de toma
de palabra para intervenir en los asuntos en cuestión en el sentido fijado por la
posición común acordada entre las CCAA.

5.3.- Las oficinas de las Comunidades Autónomas en Bruselas

Por lo que concierne a las oficina de las CCAA en Bruselas, en lo sustancial


sigue plenamente vigente la doctrina establecida por el Tribunal Constitucional
en 1994 en el asunto Oficina Vasca en Bruselas. A partir de esta posición
jurisprudencia el Estado aceptó su existencia con rango legal, fue objeto de
inclusión en los Estatutos de nueva generación y finalmente su apertura fue
sometida a un mínimo control previo por parte del Estado, como manifestación
de la competencia del Estado para la coordinación de la acción exterior de las
CCAA. Al amparo de ello, todas las CCAA se fueron dotando de una oficina
propia en Bruselas y su funcionamiento ha demostrado que se trata de una
pieza
básica para articular la participación directa de las CCAA, así como también
para lograr una adecuada cooperación horizontal entre las CCAA,
especialmente en temas técnicos y operativos en relación con el resto de
instrumentos existentes. Sin embargo, hay dos elementos extrajurídicos y
ajenos a la tarea de estas oficinas que, en los últimos años, han afectado a su
funcionamiento.

En primer lugar, la crisis económica se ha dejado sentir también en este


ámbito.
Se ha iniciado un proceso cuyo resultado final ha desembocado en que un
relevante número de CCAA aceptaron la oferta de trasladar su sede en
Bruselas a la ubicación física de la REPER. Resulta perfectamente razonable,
para aprovechar sinergias y controlar los costes económicos, que muchas de
esas oficinas mantengan en el futuro su ubicación en la REPER. Pero es
igualmente razonable y defendible que otras CCAA prefieran mantener sus
oficinas propias, separadas físicamente de la REPER, para preservar su plena
autonomía de actuación. Es una cuestión de oportunidad que recae en el
exclusivo ámbito decisorio de las CCAA.

Pero no solo la crisis económica ha hecho mella en las oficinas. También, en


segundo lugar, el contencioso secesionista catalán ha dejado su indirecta
impronta. Así, las instituciones catalanas convirtieron durante la anterior
legislatura la promoción del proceso secesionista en el exterior como un
elemento central de su política y atribuyeron de facto una parte relevante de
esa tarea a las oficinas en el exterior; se trató, además, de dar la impresión de
ser la representación de un Estado in fieri, de manera que se empezó a
sustituir la terminología prevista en el Estatuto de Autonomía y en la legislación
estatal en vigor por otra más cercana a la de las misiones diplomáticas y
consulares de los Estados, lo que provocó, en un primer momento, la reacción
judicial del Estado y, finalmente, el cierre de las oficinas al amparo del Acuerdo
del Senado de 27 de octubre de 2017, adoptado al amparo del artículo 155 de
la Constitución.

No es momento de entrar en debates sobre la pertinencia de esta medida, el


efecto concreto en instituciones como DIPLOCAT o la posibilidad de reabrir
todas esas delegaciones cuando se normalice la situación, pero sí ha de llamar
la atención, en primer término, que la única oficina que no se cerrara ex artículo
155 fuera precisamente la de Bruselas, quedando claramente de manifiesto la
distinta consideración (constitucional) que los asuntos europeos han de tener
frente a la acción exterior general de las CCAA. Y, en segundo término, parece
claro que la deslealtad en el uso de las oficinas en el exterior que haya podido
tener una concreta Comunidad Autonómica no debería contaminar el debate
sobre el papel propio de estas oficinas en situación de “normalidad”
constitucional; es, por otra parte, lo que ha ocurrido en el resto de oficinas,
resultando además su actividad un elemento esencial para el eficaz
funcionamiento de la participación (interna y externa) de las CCAA en temas
europeos.

5.4.- La Consejería de Asuntos Autonómicos en la REPER (representación


permanente de España en la Unión Europea).

Finalmente, aunque de manera meramente enunciativa, conviene subrayar que


la Consejería de Asuntos Autonómicos en la REPER, creada en 2004 sobre el
espejo alemán del Landesbeobachter, es complemento básico de las oficinas
autonómicas en Bruselas y también ha acreditado en la práctica su valor
esencial
para la buena transmisión de la información de la Unión a las CCAA, así como
para participar en la buena coordinación vertical y horizontal en la materia.

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