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Esta opinión, a mi juicio, no es acertada. Aun cuando las funciones a desarrollar por el
trabajador constituyan el contenido de la prestación laboral, no cabe deducir de ello
que dicho contenido (las funciones) constituya en exclusiva el objeto de la obligación
del trabajador (objeto que, en realidad, viene delimitado por más condiciones de
trabajo –lugar, tiempo…-), ni que por tanto el contrato de trabajo admita cierta
indeterminación, ni que el empresario, en consecuencia, ostente la facultad de
determinar unilateralmente esas otras condiciones de trabajo. Y es que, al margen de
que esa tesis no armoniza con la teoría general sobre los requisitos de validez de los
contratos, lo cierto es que la ausencia de pacto expreso de determinación no implica la
indeterminación de las condiciones, sino su determinación de modo tácito, y, por tanto,
no hay por qué atribuir entonces al empresario la facultad de determinar las
condiciones.
La fijación inicial de las condiciones por parte del empresario no supone, pues, que
sea él quien las determina unilateralmente. El trabajador podría rechazarlas sin que
ello supusiese un incumplimiento contractual, ya que, mientras las condiciones no
sean aceptadas por el trabajador, el contrato debe tenerse por inexistente debido a la
falta de determinación de su objeto. Así, pues, puede decirse que el empresario
simplemente propone las condiciones que pretende que estén presentes en la
ejecución del trabajo.
La normativa laboral distingue dos tipos de modificación unilateral del contrato por
parte del empresario, la sustancial y la no sustancial. Teniendo en cuenta que la
modificación NO sustancial puede exigirla válidamente sin necesidad de justificación
causal alguna y sin tener que seguir ningún procedimiento especial para ello, puede
afirmarse que, en el ámbito del poder de dirección reconocido al empresario, además
de la facultad de fijación o especificación de condiciones, cabe incluir también la de
modificación no sustancial de las mismas (facultad también denominada “ius
variandi” empresarial). Por el contrario, la facultad de modificación sustancial de las
condiciones de trabajo no cabe incluirla en el ámbito del poder de dirección del
empresario.
.
Como supuestos típicos de ejercicio de dicho derecho a resistirse, pueden citarse los
siguientes:
Ordenes que proceden de un ejercicio irregular del poder de dirección. Puesto
que la orden debe proceder del empresario o persona en la que éste delegue y
del ejercicio regular del poder empresarial, algo que no ocurre si su contenido es
discriminatorio, no se refiere al trabajo, no respeta las condiciones de trabajo
contratadas
Ordenes ilegales o que hagan incurrir al trabajador en responsabilidad penal o
administrativa.
Ordenes abusivas porque implican arbitrariedad o abuso de derecho.
Ordenes que entrañen peligro para la salud del trabajador o de sus compañeros
Ordenes contrarias al ejercicio de los derechos fundamentales.