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The Second Coming - Versión Final
The Second Coming - Versión Final
La conjunción de dos hechos casuales me revelaron a Yeats. El primero: una gotera que se había
formado sobre el techo de mi escritorio, el segundo: el libro injustamente abierto bajo la misma. El primer
suceso fue causa de una lluvia casi eterna. El libro, abierto en la página 561, en el cuento “Biografía de Tadeo
Isidoro Cruz” era castigado por el agua. Las gotas caían insistentes – como un llamado - sobre el epílogo: “I´m
looking for the face I had/ before the world was made”. Una segunda conjunción nos siguió acercando, el
ecuánime de nuestros apellidos y después; un tercer acercamiento se dio cuando un amigo me trajo The
Collected Poems of W. B. Yeats.
La poesía de Irlanda – antes de Yeats – no había llegado a esparcirse más allá de las islas cercanas, él
llevó la poesía irlandesa; con sus localismos, su mitología celta y lullabys, a terrenos inexplorados. Irlanda había
empezado a atravesar un renacimiento literario a fines del siglo XIX. Éste proponía volver a su idioma
primogénito: el galés. Más tarde, los sucesores (entre ellos: W.B.Yeats, J. M. Synge y Lady Gregory) adoptaron el
renacimiento, inaugurando el Irish Literary Theatre, después nombrado Abbey Theatre – todavía vigente en
Dublín -.
La poesía de Yeats, es sin duda inigualable en su profundidad mística, en su simbolismo y en su estilo. Hay
dos poemarios esenciales en su obra: The tower (1928) y The Winding Stair and other poems (1933), hermanos
cronológicos en su publicación y ambos recopilados por recomendación de su secretario: Ezra Pound. Decir que
hay un solo Yeats es decir que todos los mares son una gigante y agitada extensión de agua; el poeta se fragmentó
y pasó del nacionalismo al ocultismo como un simple cambio de aire. Antes de estos dos libros, se había
dedicado a escribir poemas que reivindicaban el nacionalismo portestante y las leyendas célticas que su abuela
solía narrarle de joven.
En 1919, comienza a retirarse durante los veranos a la emblemática torre en la comarca de Sligo -
reconocida por Seamus Heaney como el monumento más trascendente de Irlanda- , la cual nombrará para
siempre: “Thoor Ballylee”:
BLOOD AND THE MOON, II: Alexandria´s was a beacon tower, and Babylon´s/ An image of the moving heavens, […]/ And
Shelley had his towers, thought´s crowned powers he/ called them once.
El interior de la torre en que habitaba el irlandés estaba atravesada por una escalera caracol (the winding
stair). El espiral (the gyre) para Yeats es una figura que se repite, es la historia desenvolviéndose (“unraveling”)
sobre sí misma, entre la caos y el equilibrio; “Dando vueltas y vueltas en la espiral creciente” (Turning and
turning in the widening gyre). Sigue:
mi escalera ancestral
//I declare this tower is my symbol; I declare/ This winding, gyring, spiring /treadmill of a stair is my/ ancestral stair;
[…]
En este largo poema, Yeats concluye resumiendo la teoría metafísica de Berkeley en cuatro versos:
Y Berkeley, designado por Dios, demostró que toda cosa es un sueño,
//And God-appointed Berkeley that proved all things a dream, / That this pragmatical, preposterous pig of a world, its farrow/
that so solid seem,/ Must vanish on the instant if the mind but change it´s theme […]/ Everything that is not God consumed with
intellectual fire.
El último verso declara una verdad irrefutable: la figura de Dios es una que nunca va a ser extenuada por el
intelecto.
En the Winding Stair and Other Poems, a pesar de haber renunciado a sus estadías en la torre, la sigue
nombrando como un leit motiv. Y además, deja poemas memorables:
La muerte
Ni miedo ni esperanza
acompañan al animal que muere;
el hombre aguarda su final
temiendo y esperando todo;
muchas veces murió,
muchas se levantó de nuevo.
Un gran hombre con su orgullo
al enfrentar asesinos
hunde en el escarnio
la cesación del aliento.
Él conoce la muerte a fondo —
el hombre creó la muerte.
DEATH // Nor dread nor hope attend / A dying animal; / A man awaits his end / Dreading and hoping all; / Many times he
died / Many times rose again. / A great man in his pride / Confronting murderous men / Casts derision upon / Supersession of
breath; / He knows death to the bone ? / Man has created death.
Más adelante, ya en sus Late Poems, Yeats dedica un poema a las grandes mentes de las generaciones
predecesoras; a diferencia de Ginsberg, que expresó las de su generación (“I saw the best minds of my
generation destroyed by madness, starving hysterical naked”) devastadas por su patria, Yeats lo hace a modo
laudatorio. En la primera estrofa se inserta en la mente del emperador Julio César, antes de alguna de sus tantas
conquistas; adentro persiste un largo silencio, digno de una mente calculadora. En la próxima estrofa, indaga en
la mente de Helena; quien enamoró a todos los hombres. En la última estrofa es Miguel Ángel, la víctima de los
restantes versos:
LONG-LEGGED FLY // That civilisation may not sink, / It's great battle lost, / Quiet the dog, tether the pony / To a distant
post. / Our master Caesar is in the tent / Where the maps are spread, / His eyes fixed upon nothing, / A hand under his head. /
Like a long-legged fly upon the stream / His mind moves upon silence. // That the topless towers be burnt / And men recall that
face, / Move most gently if move you must / In this lonely place. / She thinks, part woman, three parts a child, / That nobody
looks; her feet / Practice a tinker shuffle / Picked up on the street. / Like a long-legged fly upon the stream / His mind moves upon
silence. // That girls at puberty may find / The first Adam in their thought, / Shut the door of the Pope’s chapel, / Keep those
children out. / There on that scaffolding reclines / Michael Angelo. / With no more sound than the mice make / His hand moves to
and fro. / Like a long-legged fly upon the stream / His mind moves upon silence.
Yeats, que en largas noches recluido en su torre reflexionaba sobre la muerte; la encontró en uno de los
inviernos más fríos de Francia, en 1939. W.H. Auden escribió en homenaje:
In memory of W. B. Yeats: “He disappeared in the dead of winter: / The brooks were frozen, the airports
almost deserted/ And snow disfigured the public statues/ The mercury sank in the mouth of the dying day/ What
instruments we have agree / The day of his death was a dark cold day,”
Leer al Premio Nobel de Literatura (1923), es siempre un gran placer, una revelación continua; un
aventurarse a las profundidades del pensamiento y de los juegos líricos. Yeats nos pide estar en esa misma
solemnidad; no se puede leerlo de manera despojada, como se lee hoy mucha poesía; hay que ascender y
retirarnos a nuestra propia torre y ahí estará sentado Yeats, con su monóculo y a la luz de un candelabro
tiritando.