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ENTREVISTA A UMBERTO ECO: `EN EL FUTURO, LA EDUCACIÓN

DEBERÁ ENSEÑAR A COMPARAR SITIOS WEB`


octubre 15, 2010nuevavenidaDeja un comentarioGo to comments

Cuando se dice “Umberto Eco”, ¿de quién se habla: de un escritor, de un semiólogo? “Yo estudié
filosofía. Por lo tanto me considero un filósofo, sobre todo porque considero que la semiótica es
la única forma de filosofía posible en este momento – todo el resto es literatura”, se define a sí
mismo, y provoca, el autor de El nombre de la Rosa y El péndulo de Foucault, nacido en Italia en
1932. Y enseguida refiere a su otra vocación, la literatura: “Yo soy un filósofo que hace filosofía
de lunes a viernes y que, los fines de semana, escribe novelas… desde la edad de 48 años”.

– Es un joven novelista…
– La editorial de Harvard va a publicar conferencias que di en Atlanta sobre la forma en que
escribo. El título es “Confesión de un joven escritor”. Sí, me considero un joven escritor de 30
años.
– En una entrevista afirmó: “Internet es el escándalo de una memoria sin filtro, donde
no se distingue el error de la verdad”.
– En el futuro, la educación tendrá como objetivo aprender el arte del filtro . Ya no hace falta
enseñar dónde queda Katmandú o quien fue el primer rey de Francia, porque eso se encuentra
en todas partes. En cambio, habría que pedirles a los estudiantes que analicen quince sitios para
determinar cuál es para ellos el más confiable. Habría que enseñarles la técnica de la
comparación.
– En 2010, publicó “Nadie acabará con los libros”, con Jean-Claude Carrière (Lumen).
– Si leí bien, hay un objeto de perfección que es el libro, el libro de papel tal como lo
conocemos. ¿Por qué? Es hasta el momento la manera más segura de conservar y transmitir la
información. Por tres razones. En primer lugar, creo que es el más práctico para leer, aunque
ahora haya jóvenes que dicen: “No, yo leo mejor en el iPad”. Después, está el amor por el
objeto. Si voy a mi sótano y veo mi “Pinocho” de cuando tenía 8 años y en el que había escrito
cosas, me vuelven emociones que no encuentro en un disco que contiene el texto de Pinocho.
Por último, teniendo en cuenta mi edad y si hubiera existido, no podría recuperar el disco de
Pinocho porque se habría desmagnetizado. Eso es un problema: las computadoras cambian
tanto que no sabemos cuál es la vida útil de un disco… ¿Considera que el saber y el
conocimiento siempre se difundirán a través de lo escrito, o que en cambio la cultura de la
velocidad, la de Internet, terminará afectando nuestra capacidad de juicio? Creo que es
necesario restablecer una cultura de monasterios, que en algún momento –yo ya me habré
muerto, quizá– los que sigan leyendo tendrán que retirarse a grandes falansterios, al campo
quizá, como los Amish de Pensilvania. Allí, se conserva la cultura y el resto, que flote como
pueda flotar. Con 6 mil millones de habitantes en el planeta, no se puede pretender que haya 6
mil millones de intelectuales. Debemos ser un poco aristócratas desde ese punto de vista.
– ¿En qué cree usted hoy? ¿En la escritura, en los libros, en la cultura?
– En el punto de interrogación. En la investigación. Mire, los primeros, en el siglo XIX, que
tomaron en serio el espiritismo no fueron los místicos sino los hombres de ciencia. Encontré a
matemáticos y lógicos que de noche iban a hacerse leer las líneas de la mano. Cuanto más se
desarrolla un trabajo científico, más se necesita otra cosa. Hay políticos que piden su horóscopo.
Bush por ejemplo… ¿En Italia también? Actualmente, prefieren salir con chicas jovencitas.
– ¿Qué relaciones tiene con las traducciones de sus libros a otros idiomas, en la
medida que, precisamente, usted habla esos idiomas?
– En lo posible, trabajo mucho con mis traductores. Pero hay que confiar. Es imposible seguir
todo. Para cada libro, envío siempre a los traductores un legajo muy rico donde aclaro que una
palabra o una frase determinada es “una alusión a”, que se podría decir de tal o cual manera.
Por ejemplo, en La isla del día de antes (Editorial Lumen), todos los capítulos tenían el título de
un libro del siglo XVII. Y esos libros existían en todas partes. Entonces les di la lista a los
traductores.
– Es lo que usted quería decir al escribir ese libro que se titula “Decir casi lo mismo”
(Editorial Lumen). ¿Lo que importa es el “casi”?
– No, lo que importa es el “casi”, el “decir” y “lo mismo”. ¿Qué es lo que se traduce? ¿La
superficie literaria o el sentido profundo? Un ejemplo trivial: hay un personaje imbécil que hace
un juego de palabras, una ocurrencia que demuestra lo imbécil que es. El problema no es
traducir ese juego de palabras literalmente, sino encontrar un juego de palabras imbécil en su
propio idioma. En ese caso, lo importante no es el juego de palabras, sino el hecho de que el
tipo es un imbécil.
– ¿Ya sintió la tentación de escribir en otro idioma que no sea el suyo?
– Sí, he escrito muchos ensayos en inglés. Directamente en inglés. Sucede vez más. Todos los
científicos escriben en inglés.

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