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Publicado por Marlen Activado ene 31, 2015 en Blog, Destacado

CATEQUESIS Y ENCARNACION DE LA
PALABRA
La noche de Navidad 2014, minutos antes de la celebración eucarística, María Eugenia, una
catequista que cursa la Segunda Etapa del Proceso ESPAC, inquieta porque el tiempo de
formación le resulta largo y pesado, me hizo la siguiente pregunta: ¿Para qué gastar tiempo
estudiando psicología, antropología, pedagogía, metodología, didáctica y técnicas de grupo, siendo
que la catequesis se ocupa sólo de proclamar y enseñar la Palabra de Dios para que se convierta
en fe que ilumine la vida de los niños, de los jóvenes y de los mayores?
Sorprendido yo por tan importante pregunta y agradecido por el interés de la futura catequista que
me insinuaba un cambio en la estructura del Programa, establecimos ella y yo un breve diálogo
que al final resultó ser un monólogo debido a mi premura, porque la hora de la celebración litúrgica
reclamaba mi presencia. Por tanto, traté de responder a su inquietud de manera muy sintética, así:
la Catequesis, como iluminación que es de la Palabra de Dios para suscitar y cultivar la fe, se sitúa
en los tres niveles que estamos celebrando en esta noche: en el nivel de Dios quien, en el misterio
de la Encarnación, nos revela su designo amoroso de salvación; en el nivel del Verbo encarnado
quien, en Cristo nos dijo todo lo que tenía que decirnos respecto del designio salvador del Padre, y
en el nivel de la Iglesia en la que, y por la que, la Palabra de Dios se hace oír en todas las naciones
para encarnarse en las culturas enriqueciéndolas con los valores del Evangelio.
La Catequesis, lo mismo que Cristo, es encarnación de la Palabra de Dios en la mente y en el
corazón de los llamados a la fe, como se encarnó en María la llena de fe. L Catequesis, como
Cristo, es divina y es humana. Así como no podemos hablar de Jesucristo sin reconocer en Él
todos los aspectos del ser humano, excepto el pecado, tampoco es posible hablar de catequesis
sin conocer la manera humana de anunciar y de enseñar el Evangelio. De aquí que el catequista,
como educador de la fe necesite conocer, tanto la condición humana de sus catequizandos, como
los elementos propios de las ciencias de la educación. Pero a nivel sobrenatural, que es el objeto
final de la catequesis, sabemos que todo lo humano fue asumido por el Verbo Encarnado para
redimirlo y ponerlo al servicio de la salvación. Las ciencias humanas de la educación son ayudas
para que la catequesis logre iluminar la fe que conduce, de lo humano a lo divino y de lo divino a lo
eterno.
Después de este breve monólogo con la futura catequista, porque el tiempo no dio para más, la
invité a que continuáramos hablando sobre este tema dos días después. Pero como no fue posible,
quiero ampliar lo anterior para ella y para quienes en este mes de enero inician o reinician su
proceso de formación como discípulos misioneros de Jesucristo, en la ESPAC.
Catequesis y Encarnación de la Palabra son términos que se exigen mutuamente. Al enviar Jesús
a sus discípulos a anunciar y a enseñar el Evangelio a todas las naciones, les estaba diciendo que
las culturas son el terreno donde la semilla del Evangelio debe germinar, crecer y dar fruto, es
decir, que la Catequesis debe encarnarse en la cultura para enriquecerla y transformarla con los
valores del Evangelio. El Papa Juan Pablo II, dirigiéndose a todas las culturas del mundo
representadas en la UNESCO, dijo en 1985: “La cultura es el hogar habitual del hombre, el rasgo
que caracteriza todo su comportamiento y su forma de vivir, de cobijarse y de vestirse, la belleza
que descubre sus representaciones de la vida y de la muerte, del amor, de la familia, de la
naturaleza, de su propia existencia, de la vida común, de los hombres y de Dios. Cultura es todo lo
que es humano, aquello en lo cual se expresa el hombre o a través de lo cual quiere ser el sujeto
de su existencia”,
Toda cultura es, pues, una amalgama rica en valores religiosos y morales que fueron redimidos por
Cristo. El Mártir San Justino, al hablar de los valores culturales de las gentes de su tiempo (siglo II),
empleó la expresión, “semillas del Verbo” y enseñó que la catequesis consiste en hacer coincidir
los valores de la cultura con los valores del Evangelio para que, regados con el “agua viva de la
Palabra” germinen y, para que cultivados por la Catequesis, produzcan frutos de vida cristiana para
instaurar el Reino de Dios. Inculturar la Catequesis o cultivar las “semillas del Verbo” sembradas en
la mente y en el corazón de niños, jóvenes y adultos es hacer que las semillas del Verbo, regadas
por el catequista con el agua vivificadora de la Palabra, crezcan, se robustezcan y den fruto en los
diferentes ambientes socio-culturales del mundo, hasta lograr que el Evangelio se exprese con los
elementos propios de las diferentes culturas. Tanto la fe como la semilla, para poder germinar y dar
frutos, deben ser sembradas en un espacio ecológico propicio a su desarrollo y expansión. Es ésto
lo que enseña Cristo en la parábola del sembrador y lo que estudian las ciencias de la educación.
Como educador de la fe, el catequista debe saber que la catequesis se sitúa siempre en el orden
humano para que, encarnándose en los valores propios de cada cultura, los transforme realizando
lo que San Pablo llama: pasar del hombre viejo, al hombre nuevo. Pero, en el orden sobrenatural
de la gracia, la catequesis es obra de Dios quien, al infundir el don de la fe n el bautizado, siembra
y riega la Palabra para que, cultivada por la Catequesis, crezca y de frutos.
Para un catequista ESPAC, inculturar la catequesis y la fe es lograr que el Mensaje cristiano se
encarne en las diferentes regiones de Colombia y las transforme, de manera que el Mensaje de
Jesucristo llegue a ser la luz que señale el camino de la paz y el principio inspirador, normativo y
unificador que enriquezca con el Evangelio las costumbres de nuestras gentes, dando origen a la
cultura del amor, de la reconciliación, de la paz y del desarrollo social.
Carlos Sánchez Torres
Director de la ESPAC

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