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MARIA, TODA DE
DIOS
Y TAN HUMANA
ASESORES:
D. ManuelJoáo Francisco, obispo de Chapecó, Brasil.
Mons. Javier Salinas Viñals, obispo de Tortosa, España.
Joáo Batista Libanio, S.J., Belo Horizonte, Brasil.
Siquem
Ediciones Catequéticas y Litúrgicas
PLAN GENERAL DE LA COLECCIÓN
TEOLOGÍA FUNDAMENTAL
1. Una fe cristiana y liberadora entre muchas creencias Joáo Batista Libanio
TEOLOGÍA BÍBLICA
2. La historia de la palabra I
A. Flora Anderson, Gilberto Gorgulho, Pedro I. Vasconcellos, Rafael R. da Silva
3. La historia de la palabra II
A. Flora Anderson, Gilberto Gorgulho, Pedro I. Vasconcellos, Rafael R. da Silva
TEOLOGÍA SISTEMÁTICA
4. Una esperanza más allá de toda esperanza (Antropología y Escatología)
M. Angela Vilhena y Renold Blank
5. La creación de Dios (Dios y creación) Luiz Carlos Susin
6. Dios Trinidad: la vida en el corazón del mundo (Trinidad y Gracia I)
María Clara L. Bingemer y Vitor Galdino Feller
7. Dios es amor, gracia que habita en nosotros (Trinidad y Gracia II)
María Clara L. Bingemer y Vitor Galdino Feller
8. Jesucristo: Cordero, Siervo e Hijo de Dios (Cristología - Pneumatología)
Ma. Clara L. Bingemer
9. Un solo Cuerpo y un solo Espíritu (Eclesiología)
Antonio José de Almeida
10. María, toda de Dios y tan humana (Mariología)
Alfonso Murad
TEOLOGÍA LITÚRGICA
11. El misterio celebrado. Memoria y compromiso I
lone Buyst y Ariovaldo da Silva
12. El misterio celebrado. Memoria y compromiso II
lone Buyst y Manoel Joáo Francisco
TEOLOGÍA MORAL
13. Aprender a vivir. Elementos de teología moral cristiana
Márcio Fabri dos Anjos
DERECHO CANÓNICO
14. Derecho eclesial: instrumento de la justicia del Reino
Roberto Natali Starlino
HISTORIA DE LA IGLESIA
15. Yo estaré siempre con ustedes
Henrique Cristiano Mato
TEOLOGÍA ESPIRITUAL
16. EspirItuLIdad, un camino de transformación.
Jesús Castellano
TEOLOGÍA PASTORAL
17. Vayan y proclamen la Buena Noticia de salvación
Agenor Brighenti
PRESENTACIÓN
La formación teológica es un clamor que brota de las comunidades, movimientos y
organizaciones de la Iglesia. Ante la complejidad de la realidad local y mundial, en este
tiempo histórico marcado por agudos problemas, señales de esperanza y profundas
contradicciones, la búsqueda de Dios se intensifica y recorre caminos diferenciados. En los
ambientes cristianos y en nuestras Iglesias y comunidades, preguntas y cuestiones de todo
tipo se multiplican y los desafíos de la evangelización crecen también en complejidad y
urgencia. En este contexto, se vuelve comprensible qué se pidan clamorosamente cursos y
obras de teología que, con sólida y clara fundamentación en la Tradición de la Iglesia, al
mismo tiempo, acojan y traduzcan en palabras la acción y el soplo de vida nueva que el
Espíritu Santo derrama sobre toda América Latina.
Pues bien, atentas a este verdadero "signo de los tiempos", Siquen Ediciones y
Ediciones Dabar unieron esfuerzos para prestar un servicio específico a la Iglesia Católica, al
diálogo ecuménico e inter-religioso y a todo el pueblo latinoamericano y caribeño.
Es necesario hacer que el único programa del Evangelio siga penetrando, como ha
sucedido siempre, en la historia de cada realidad eclesial. En las Iglesias locales se pueden
establecer las líneas programáticas concretas -objetivos y métodos de trabajo, formación y
valoración de los agentes, búsqueda de los medios necesarios- que permitan que el anun-
cio de Cristo llegue a las personas, modele las comunidades e incida profundamente en la
sociedad y en la cultura mediante el testimonio de los valores evangélicos (...). Nos espera,
por tanto, una apasionante tarea de renacimiento pastoral. Una obra que nos toca a todos" (n.
29).
Con la bendición de Dios, ciertamente esta colección cruzará nuevas fronteras. Estará al
servicio y dialogará con un sinnúmero de personas y comunidades eclesiales de América
Latina y del Caribe. Estrecharemos nuestros lazos y podremos ampliar y profundizar nuevas
perspectivas evangelizadoras en nuestro continente, respondiendo al fuerte clamor de
capacitar formadores y ministros de las comunidades eclesiales.
Querido(a) amigo(a):
He escrito estas páginas sobre María con esmero teológico, con amor y constancia.
Aunque soy teólogo por pasión y profesión, estaba dedicado a otra misión muy diferente,
como acompañante y animador de una provincia religiosa de Hermanos Maristas. He
elaborado esta mariología en mis "horas libres", de madrugada, e incluso durante mis viajes.
Cada hora dedicada al libro ha sido preciosa. He vivido algo de aquella viuda que depositaba
la monedita en el tesoro del templo (Mc 12,42).
Dirijo esta obra a laicos(as) y religiosos(as) que buscan una introducción a la mariología
sintética, actual y útil a la evangelización. He tratado de organizar las informaciones de
manera clara y fluida. He optado por no hacer citas bibliográficas. Presento una síntesis de
cuestiones consensuadas y polémicas sobre María, sin entrar en detalles. He ido más allá de
una compilación, porque creo que el teólogo o la teóloga deben reelaborar el conocimiento.
,
Este .estudio tiene un enfoque determinado, que quiero comunicarte. En primer lugar, se
centra en (apersona de Jesucristo. Pienso en María por su relación con Jesús como madre
educadora y discípula. Por eso mismo, no hago una mariología de ¨privilegios¨ ni de
exaltación. En segundo lugar, su perspectiva es eclesial y eclesiologica. Porque quiero una
reflexión sobre María que ayude a la Iglesia a vivir la fe en el mundo de hoy y relacione su
persona con la comunidad de los seguidores de Jesús. En tercer lugar, se incorporan
algunas tendencias contemporáneas en la mariología, como la cuestión de género, la
sensibilidad social y la conciencia ecológica. Finalmente, espero que esta reflexión ayude a
crecer en la espiritualidad.
Para estimular la oración del lector(a), he escrito algunas preces. Creo que la teología es
un discurso sobre Dios, que termina en el silencio reverente de la adoración y del servicio al
Reino.
La obra se divide en tres partes: la madre de Jesús en la Biblia, María en los dogmas y el
culto a María. En su elaboración, he aprovechado un material que tuvo efecto muy positivo en
la formación de laicos en Brasil y conoce el público de lengua española. Se trata del libro
titulado "Con María, rumbo al nuevo milenio", que escribí para la Conferencia Nacional de
Obispos de Brasil (CNBB). Pero he ampliado el contenido y redactado otros capítulos.
Dedico estas páginas al hermano Alejo Autran, marista, que me inspiró y ayudó a ser
mariólogo.
Si usted quiere compartir lo que ha significado este libro para usted, puede escribirme a esta
dirección electronicafamurad@ubee-marista.com.br.
Que María, nuestra compañera de camino, nos ayude a seguir a Jesús y a sembrar la Buena
Nueva del Reino con alegría y coraje.
1. DE MARÍA A LA MARIOLOGIA
Cielo¨ es la misma María de Nazaret? Creo que éste es uno de los mayores desafíos, de la
su condición actual de persona glorificada. En realidad, estos aspectos parecen estar en conflicto, o
aparecen como meramente yuxtapuestos. Veamos otro caso real, contado por un agente de
pastoral.
Clara era una mujer prostituida en un barrio cercano al centro de la ciudad. Teñía Una hija de
cuatro años, razón de su vida, por la que vivía y trabajaba. 'Una noche, mientras ella no estaba en
casa, el padre de la niña vino a raptarla. Clara lloró amargamente y comentó con sus compañeras
que su vida se estaba acabando sin la pequeña. En esos días, el grupo de "pastoral de la mujer
marginada" organizó en el barrio una novena a Nuestra Señora Aparecida, Patrona de Brasil.
Mientras la imagen de la Virgen estaba en un altar florido, Clara se acercó con lágrimas en los
ojos. Se arrodilló devotamente y entre sollozos pidió a María que le devolviese a su hija, la semana
siguiente, la niña estaba con ella. Las otras mujeres interpretaron que Nuestra Señora Aparecida
había hecho un milagro.
Un tiempo después, las hermanas que animaban la pastoral de la mujer marginada estaban
organizando la casa que las atendería durante el día. En la sala de espera, alguien puso una
pequeña imagen de la Aparecida. Una de las mujeres prostituidas llegó a pedir a la directora:
"Hermana, por favor, quite esa imagen de ahí. Me da vergüenza hablar de mi vida cerca de ella".
Y, después de escuchar también a otras mujeres, la religiosa sustituyó la imagen de María por
otra pequeña de santa María Magdalena.
Este hecho extremo muestra la ambigüedad de la figura de María en el catolicismo popular. Por
un lado, ella está muy cerca, porque escucha el clamor de sus hijos y viene en su Auxilio. Por otro,
está distinción como referencia humana. Se la ve como demasiado santa para que pueda inspirar
ciertos valores. Como la santa pareciera alguien que no pasó por las dificultades humanas. Se ha
perdido el camino espiritual de María que recorrió en la fe, en la esperanza y el amor.
A María le considera también Madre, en un doble sentido, como modelo de madre y mujer.
Actualmente este aspecto está muy cuestionado, por que el discurso tradicional sobre María ha
creado un estereotipo de mujer que ha favorecido el machismo. Es decir, que la mujer sólo se
realiza como madre. Y el lugar de la madre es el espacio privado del hogar, al cuidado de los hijos y
obediente al marido. Y como María es madre y virgen, parece que el placer sexual es algo prohibido
a las mujeres. Su realización vendría solamente
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del ejercicio de la maternidad, "padeciendo en el paraíso del hogar", o con la práctica de la
virginidad consagrada, en la vida religiosa. Por tanto, las mujeres que asumen tareas
profesionales liderazgos de movimientos sociales y ambientales, que ocupan el espacio público,
que plantean cuestionamientos sobre su cuerpo y la sexualidad, desentonan del modelo
tradicional de María madre y virgen.
En la pluralidad y diversidad del catolicismo actual, se hace un esfuerzo par
descubrir otras perspectivas de María. Los últimos veinte años, la Teología de
la Liberación, desde la práctica de las Comunidades Eclesiales de Base y de las
Pastorales Populares han valorado la figura humana y profética de María, como signo de la
opción preferencial por los pobres. Ha rescatado su condición de mujer que, oprimida en una
sociedad patriarcal, emerge como protagonista y mujer profética. María aparece como educadora
y discípula de Jesús, miembro importante de la comunidad de los que se empeñan en la
construcción del reino de Dios.
Un camino parecido ha trazado la teología feminista. Iniciando su trabajo con una visión
crítica, las feministas han mostrado como el discurso-católico sobre María ha fortalecido la
cultura androcentrica (centrada en el hombre), negando a la mujer su condición de agente
histórico y compañera del hombre. En un segundo momento, ha buscado rescatar la figura de
María como mujer fuerte y comprometida con el proyecto de Jesús y del Reino de Dios. Además,
las feministas propusieron que a María no se le considere más "modelo para las muje res", sino
una figura inspiradora para todo ser humano, hombres y mujeres.
En América Latina y el Caribe, donde el catolicismo se debate con muchas Iglesias
evangélicas, especialmente las de carácter proselitista y pentecostal, María se convierte cada
vez más en un símbolo de identidad católica. Esto no es problemático, con tal que se
mantengan abiertas las puertas al diálogo con otras Iglesias cristianas que estén dispuestas a
hacer un camino conjunto.
Hoy, en varias partes algunos católicos han puesto la figura de Maria al servicio de un
cuestionable proyecto evangelizador. Se vuelven a exaltar los privilegios de Maria, se predica
la obligatoriedad del rezo del rosario se utiliza equivocadamente el dogma de la virginidad
para justificar preceptos de moral sexual, se divulgan pretendidas apariciones de María y sus
mensajes, como si fuese el quinto evangelio. Se exagera en la promoción del culto a Ma ría,
que, asociado a la adoración del Santísimo Sacramento y al culto personalista al papa, se
consideran las únicas características legítimas del cristianismo católico.
En este contexto, un estudio sobre María debe ayudarnos a conocer "quién/ es esta mujer" e
iluminar una práctica pastoral humanizadora, que sea Buena Nueva para los hombres y mujeres
de nuestro tiempo.
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2. BREVE HISTORIA DE LA MARIOLOGÍA
A grandes rasgos, podemos decir que el primer milenio del cristianismo gestó una reflexión
sobre María en el conjunto de la fe cristiana y de la teología. Es decir, no existía una mariología
como tratado separado. En los primeros siglos, durante la patrística, encontramos homilías
sobre Jesús en las que hay referencias a María. Surgen historias piadosas de María, como el
"Protoevangelio de Santiago" (probablemente del comienzo del siglo III) y la "Vida de María",
del monje Epifanio, que se propagan fácilmente. La preocupación central está en Jesús, en su
humanidad y divinidad. Y precisamente de las polémicas cristológicas brotan los dogmas de la
maternidad y de la virginidad de María.
La Edad Media asiste al crecimiento de la piedad mariana, que culmina con el Tratado de
la Santísima Virgen, de san Bernardo de Claraval (+ I 153). Es interesante observar que en el
gran teólogo, santo Tomás de Aquino, no hay un tratado de mariología, ni en la Sumo
Teológica, ni en otros escritos. En esa misma época, en Oriente, encontramos una rica
iconografía mariana e himnos litúrgicos. El culto va delante de la teología. Se habla de María
más simbólica que dogmáticamente. En Occidente, muchas pinturas y esculturas marianas se
multiplican a partir del Renacimiento.
La mariología sistemática surge en la Edad Moderna. En el siglo XVI, la reforma
protestante, al centrarse en la salvación en Cristo, promueve un corte radical en la devoción a
los santos y, sobre todo a María. Como reacción, la contra-reforma católica retoma con más
vigor la figura de María, en un contexto polémico. Fortalece el culto a María separada de la
persona de Jesús.
El primer tratado mariano es elaborado por Francisco Suarez (1584). Y el término
"mariología" fue acuñado por Plácido Nígido el año 1602. Desde entonces se creó una
mariología de los "privilegios". Se trata de mostrar lo que Dios concedió a María que la hace
ser mejor que los demás seres humanos. Según la escolática, se usa el método deductivo y
del silogismo, a los que se añaden argumentos de conveniencia: Dios podía; convenía que lo
hiciese; luego, lo hizo. Por ejemplo: Dios, que es todo-poderoso, podía crear una hija que no
estuviese manchada por el pecado original. Ahora bien, convenía que él hiciera eso en vista de
la obra redentora de Cristo. Luego, Dios concedió a María el privilegio de la Inmaculada
Concepción.
Contra el luminismo y el imperio de la razón moderna, autónoma, antirreligiosa y anti
eclesiástica, crece, en los siglos XVIII y XIX, una mariología devocional, de cuño afectivo, en la
que se mezclan elementos simbólicos y racionales. En esta línea, san Luis María Grignion de
Monfort (+ 1716), en el Tratado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen (n. 76), recuerda que
María es la reina del Cielo y de la Tierra. Citando a Anselmo, a Bernardo y Buena-
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ventura, llega a decir que "al poder de Dios todo está sometido, hasta la Virgen; al poder de la
Virgen todo está sometido, hasta Dios". Ésta es la tendencia dominante: una mariología
triunfalista y maximalista, que afirma que para María no hay límites y nunca está demás
exaltarla: De María nunquam satis. La proclamación de los dogmas de la Inmaculada
Concepción (1854) y de la Asunción (1950) aumentó más todavía la "euforia mariana". Y se
preparaba ya un nuevo dogma, probablemente el de María corredentora.
Esta marea empezó a bajar en los años 60 del siglo XX. Los movimientos de renovación de
la Iglesia, que culminaron en el Concilio Vaticano II, van en dirección contraria a la mariología
de la época. El movimiento bíblico y patrístico, con su "vuelta a las fuentes", piden una mayor
centralidad en la persona de Jesús y cuestionan una visión de María desvinculada de la
cristología. El movimiento ecuménico propone una relativización de algunos elementos
católicos, a favor del núcleo común a las Iglesias cristianas. La renovación dogmática comienza
una relectura de los dogmas desde la Biblia y desmonta la mariología cimentada únicamente
sobre argumentos de la tradición. La mentalidad antropocéntrica, que sitúa al ser humano en el
centro del pensamiento, cuestiona una María endiosada, sin historia y sin contexto.
El Concilio Vaticano II incluyó a María en el capítulo VIII de la Lumen gentium. La ubicó en
el misterio de Cristo y de la Iglesia, no en un tratado a parte, como querían los grupos
conservadores. En la década del 1970, la devoción y la teología marianas entraron en una crisis
sin precedentes. Se llegó al extremo de un "minimalismo mariano" al afirmar: "Ya se ha hablado
demasiado de María. Ahora es tiempo de callar". Con la entrada del pensamiento moderno en la
teología, vienen también las sospechas sobre la figura de María, de naturaleza sicológica,
sociocultural, religiosa y política. Después de esta crisis, se retoma la mariología.
Actualmente, la reflexión sobre María, que llamamos mariología, expresa la pluralidad del
mundo y de sus culturas. Por un lado, hay trabajos recientes, bien fundamentados, sobre
María en la Biblia, que constituyen un importante campo de diálogo con otras Iglesias
cristianas. Personas y grupos investigan sobre María en el diálogo interreligioso, como el
islamismo, el judaísmo, los cultos afro-americanos y la religiosidad esotérica postmoderna. Se
suman a la contribución de la teología de la liberación, de la teología feminista y de la eco-
teología. Se busca un paradigma englobante, un modelo de comprensión capaz de organizar,
con sentido, los datos de la Biblia, del culto y del dogma respecto a María. Crece también una
teología mística mariana, centrada en Jesús y en la Trinidad, que se propone acompañar la
peregrinación de hombres y mujeres. Por otro lado, se reaviva la mariología de privilegios, el
maximalismo mariano, la devoción proselitista, moralista, de carácter dogmatista. En este
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embravecido mar del "conflicto de interpretaciones", el teólogo se atreve a elaborar su mariología. No es
tarea fácil.
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una reflexión rellenada con citas de los Padres de la Iglesia, de los concilios y de los papas.
Tiene que ser consistente y englobante.
Finalmente, la reflexión actual sobre María se hace con la mirada y el corazón sintonizados
con la peregrinación existencial y espiritual de los hombres y de las mujeres de hoy. Esto
requiere del teólogo y de la teóloga una aguda sensibilidad histórica y dialogante. Han de estar
atentos(as) no sólo a los libros publicados, sino también a los hechos significativos y a sus
interpretaciones. De esta manera, actualizan y reinterpretan los datos bíblico-teológicos sobre
María a la luz de los signos de los tiempos y de las prácticas eclesiales. Y buscan también
conocer las prácticas litúrgicas y devocionales marianas, para purificarlas y rescatar su
sentido espiritual.
La mariología contemporánea enfrenta algunos desafíos y tareas urgentes, que resumimos
a continuación:
a) Descubrir el lugar propio de María. En muchas manifestaciones devocionales, parece que
María ha ocupado el lugar de Jesús. Si proclamamos que sólo él es "el Señor", tenemos que
compaginar con esto el lugar y la contribución de María y de los santos en el proyecto salvífico
de la Trinidad, y en el culto cristiano. La mariología debe, cada vez más, apuntar a Jesús y al
Reino de Dios. Como María, ella es "sierva del Señor".
b) Colaborar en el diálogo ecuménico e interreligioso. Durante mucho tiempo, se ha utilizado a
María como un escudo contra las otras Iglesias cristianas. Después del Vaticano II, la
mariología bíblica ha crecido mucho y se han establecido puntos de consenso entre católicos,
ortodoxos y protestantes de las Iglesias históricas. Hay que seguir este camino, tocando los
delicados puntos del culto y del dogma, en la perspectiva del dialogo ecuménico. Respetar las
diferencias y favorecer un aprendizaje recíproco. Además, la fe cristiana está llamada a dialogar
con las otras religiones, cultos y religiosidad, desde el budismo clásico hasta los esoterismos
modernos. Algunas formas de religiosidad pos-moderna se apropian la figura de María, a
partir de la figura mitológica de la diosa Tierra y de la dioso madre, revistiéndola con un "manto
católico". La teología tiene que hacer una lectura crítica de este fenómeno.
c) Reinterpretar los dogmas. Sabemos que algunos dogmas marianos son de difícil
comprensión y cuestionable aceptación. ¿Cuál es el significado humano y espiritual de la
virginidad perpetua de María? ¿Qué decir de la "Inmaculada Concepción", en una visión
actualizada de la gracia y del pecado original? No basta repetir lo que dijeron los concilios y
los papas. Es preciso proclamar estas "verdades" de forma coherente con el avance de los
estudios teológicos. Y más todavía, que tengan algún sentido para la vida cristiana.
d) Enfrentar la cuestión de las apariciones. Es impresionante cómo el paso del siglo XX, con
una crisis de época en su seno, ha suscitado tantas supuestas
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Apariciones marianas, con mensajes apocalípticos y de conversión. Al final, ¿cuáles son
legítimas? ¿Para qué sirven? La mariología debe ayudar a los cristianos a tener criterios de
discernimiento respecto a los mensajes de los videntes y respecto al mismo movimiento
aparicionista.
Resumen
María es una figura importante en el imaginario popular católico. Su imagen se presenta, sobre todo,
como la "santa poderosa y bondadosa", la "madre del cielo". El estudio sobre María, que llamamos
mariología, ha de ayudarnos a los cristianos a descubrir otras dimensiones de la persona de María,
especialmente a partir de la Biblia; a hacer una reflexión más articulada con Jesucristo, con la Iglesia y
con el ser humano a la luz de la fe. Con este espíritu de humildad y de diálogo con el mundo, haremos una
mariología que supere los equívocos del maximalismo y nos ayude a seguir a Jesucristo con más
entusiasmo.
Fe y vida
Bibliografía
DE FlORES, S., "Mariología-mariología", en Nuevo Diccionario de Mariología, San Pablo, Madrid,
1993.
____, María en la teología contemporánea, Sígueme, Salamanca, pp. 11-363.
KOEHLER, Th., "Historia de la mariología", en Nuevo Diccionario de Mariología, San Pablo, Madrid,
1993.
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Capítulo I
En las comunidades cristianas hay mucha curiosidad por conocer la vida de María.
¿Dónde nació? ¿Cómo se llamaban sus padres? ¿Tuvo más hermanos y hermanas? ¿Cómo
era su vida cotidiana? ¿Qué hacía antes de conocer a José y ser la madre de Jesús? ¿Cómo
fue su vida después de morir y resucitar Jesús? ¿Cómo pasó su ancianidad? ¿Qué pasó al
final de su vida? Éstas y otras tantas preguntas no encuentran respuesta. La Biblia no nos da
detalles sobre la vida de María.
En los primeros siglos, ciertos grupos cristianos intentaron responder a algunas de estas
preguntas. Pero dijeron cosas dudosas o falsas, sin fundamento histórico. Algunos
imaginaron que María había sido una criatura extraordinaria, que había destacado entre los
miembros de la familia, desde el comienzo de su vida. La habrían llevado en su más tierna
edad al templo, donde había sido alimentada por un ángel. José, un viudo, habría sido
escogido para cuidarla cuando saliera del templo, a los trece años. El nacimiento de Jesús
estuvo rodeado de misterio y de manifestaciones extraordinarias (ver, por ejemplo, el
"Protoevangelio de Santiago). Jesús niño tenía tanto poder que hacía milagros y dejaba
asombrados a los demás niños.
Esos escritos, llamados apócrifos, fueron rechazados por la Iglesia, especialmente porque
no articulan de manera equilibrada la humanidad y la divinidad de Jesús. Sin embargo, hay
hoy en día un grupo significativo de biblistas y teólogos que procuran rescatar el valor de los
evangelios apócrifos, porque recogen una preciosa experiencia de fe de algunas
comunidades cristianas, además de suministrar otros datos probables sobre la vida de Jesús.
Creemos que los evangelios hablan lo suficiente de María. No pretenden dar todas las
informaciones para satisfacer nuestra curiosidad sobre aquella mujer de Nazaret, pero nos
dan la clave para entender y acoger el secreto de su persona.
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1. MARÍA DE NAZARET Y LOS EVANGELIOS
"Jesús, el Cristo", es el mensaje central del Nuevo Testamento. Los evangelios recuerdan
los principales hechos y palabras de Jesús a la luz de su resurrección y de la actuación de su
Espíritu en la comunidad. Los evangelistas pretenden dejar vivos los hechos, para animar el
hoy y dar fuerza para preparar el futuro. Quieren ayudar a individuos y a grupos a rehacer la
experiencia que los discípulos vivieron con Jesús en Palestina. Por eso, después de tantos
siglos, leemos el Evangelio y sentimos la actualidad palpitante de la palabra de Dios.
Todo conocimiento o información es también interpretación. Veamos un ejemplo cotidiano
muy sencillo. ¿Ha visto usted los telediarios en canales diferentes, uno después de otro, la
misma noche? Podrá observar que difícilmente transmiten los hechos de la misma manera.
Unos dan más tiempo que otros a determinada noticia. Uno destaca hechos que para otros
son secundarios, e incluso los ignora.
Cuando pase por un kiosco de periódicos, fíjese en los titulares de varios periódicos del
mismo día. Uno destaca la política, otro un accidente automovilístico, otro un asalto o algún
hecho violento. En realidad, no existen solamente los hechos. Éstos aparecen ya
interpretados, según el enfoque del periodista y la línea de la editorial. Un periódico cuenta los
hechos interpretándolos. Con las conclusiones de la ciencia moderna descubrimos el valor de
los paradigmas y de los presupuestos, que sustentan cada área de conocimiento. No existe
ciencia neutra. Basta cambiar el paradigma o introducir una variante, para que conclusiones
tenidas como ciertas se pongan en duda.
En la ciencia bíblica descubrimos todavía más la importancia de la interpretación o
hermenéutica. Los evangelios son mucho más que una historia de fe sobre Jesús. Se
escribieron más de cuarenta años después de haber vivido en Palestina. Los gestos y
palabras de Jesús, recogidos y transmitidos en el transcurso de todos esos años, se
reinterpretaron según el contexto y la experiencia de fe de las comunidades. Esto nos ayuda a
entender por qué existen cuatro evangelios, cuando todos hablan del mismo y único Jesús. El
evangelista, inspirado por el Espíritu Santo y reflexionando sobre la vivencia de sus co-
munidades, anuncia los rasgos de la persona de Jesús y de su mensaje.
Cada evangelio es como una bonita colcha de retazos coloridos, tejidos, bordados y
unidos por Mateo, Marcos, Lucas y Juan. Los hechos y palabras de Jesús, que cada uno
recibió de la tradición oral y de probables fragmentos de relatos, son como los retazos. Sólo
descubriremos su verdadero valor y belleza si nos acercamos a ellos con una visión
integradora, si los vinculamos y relacionamos con los hilos de la visión teológica del
evangelista. Cada uno cose los retazos de distinta manera.
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Marcos, el primer evangelista, tiene menos retazos que los otros. Destaca más la actuación
de Jesús, que inaugura el Reino de Dios y combate las fuerzas del mal. Mateo y Lucas
recibieron también fragmentos de textos sobre la infancia de Jesús y algunas de sus
predicaciones. Mateo muestra cómo Jesús realiza plenamente las promesas de Dios hechas al
pueblo judío. Lucas pone de relieve la misericordia y la salvación encarnadas en la persona de
Jesús. Juan, el cuarto evangelista, hace un bello bordado. Reelabora lo que recibió de los
otros. Escribe de otra manera el Evangelio, como una costurera o bordadora habilidosa y
creativa. A veces, hace un nuevo bordado.
Los evangelios son el conjunto de unas bellas y coloridas colchas, tejidas con el hilo de la
creatividad humana y de la acción del Espíritu Santo. Embellecen nuestra vida, nos dan calor,
nos cubren con la luz de Dios y caldean nuestro corazón. Los evangelios se escribieron para
hablar de Jesucristo. María aparece siempre en referencia a él y a la comunidad de sus
seguidores. Los textos sobre María han de entenderse en el contexto de cada Evangelio.
Un bolsillo, un alfiler o un doblez en el vestido imprimen una belleza armónica al conjunto.
Los textos sobre María en los evangelios son como partes o detalles bordados en su debido
lugar. Si entendemos cómo están tejidos y el lugar que ocupan, nos quedaremos
maravillados.
Podemos resumir lo que hemos dicho hasta ahora con ejemplos, identificando las "siete
claves" para encontrar a María en la Biblia:
• El primer paso para un estudio serio sobre María (mariología) consiste en
conocer bien lo que dice la Escritura sobre ella. Se trata de la base sólida que
fundamenta el culto y el dogma.
• Hacer una lectura teológica del texto bíblico exige abandonar una visión
ingenua, ir más allá de la concepción literal o devocional. Es una tarea
interpretativa, hermenéutica.
• Ha de tenerse en cuenta el género literario del relato.
• Es necesario entender cada cita bíblica sobre María en el contexto del libro
donde está situada.
• Los textos del Nuevo Testamento sobre María se escribieron con los ojos
centrados en Jesús y en la comunidad de sus seguidores. Una mariología
bíblica coherente seguirá la perspectiva cristocéntrica y eclesial.
• Cada libro de la Sagrada Escritura forma parte de un gran libro. De ahí que
textos que expresan conflicto y contradicción se integran de manera que uno
completa el sentido del otro. Esto es lo que llamamos la intratextualidad. Así, la
visión de Marcos, Mateo, Lucas, Juan y Apocalipsis, aunque sean tan diferentes,
se complementan.
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• El evangelio es Buena Noticia para la actualidad. Sólo encontramos el sentido de los textos
cuando nos dan luz para comprender nuestra existencia y para vivir la fe con más intensidad.
Por eso la relectura y la actualización son parte de la lectura bíblica. Buscamos lo que el autor
escribió sobre María, relacionándolo con la experiencia cristiana contemporánea. La búsqueda
del sentido actual del texto bíblico no es un segundo momento del proceso de interpretación.
Está en la mente y en el corazón de quien lee, medita y estudia la Escritura. La comunidad
cristiana de los comienzos fue descubriendo, paso a paso, la] importancia de María. En los
escritos más antiguos, en las cartas de Pablo, sólo i se habla de paso sobre María: "Cuando
llegó la plenitud de los tiempos, Dios J envió a su propio Hijo, nacido de una mujer..." (Gal
4,4).
Marcos ubica a María en medio de los familiares de Jesús, sin decir nada de ella (Me
3,31 -35 y 6,1 -6). Mateo ya la presenta como la madre virginal del Mesías, muy unida a su
Hijo (Mt 1,18-23; 2,1 1.13.14.20). Pero tampoco cita ninguna actitud especial de ella. Son
Lucas y Juan quienes muestran las cualidades humanas y espirituales de María, como
expondremos en los capítulos siguientes. Finalmente, en el libro del Apocalipsis aparece
María como imagen de la comunidad cristiana, que experimenta en este mundo el
sufrimiento y la persecución, pero también la gloria y la victoria del Resucitado (Ap. 12).
Recorramos este camino.
24
tiza que los coterráneos desprecian a Jesús: ejerce una profesión común y corriente, hay
dudas sobre quién es su padre, y sus parientes son gente sencilla, que conoce toda la
población.
(...) hermano de Santiago, de José, de Judas y de Simón? ¿No viven sus hermanas aquí entre
nosotros? (v.3): El texto de Marcos crea un problema para los católicos.. Si creemos que Jesús
es el único hijo de María, ¿cómo es que tiene tantos hermanos y hermanas? Si interpretamos
literalmente la lista de Marcos, María fue madre, por lo menos, de siete hijos: Jesús, los cuatro
hombres anteriormente citados y, al menos, dos mujeres (hermanas, en plural). Intentaremos
responder a esta cuestión cuando hablemos del dogma de la virginidad de María. Pero el
mismo evangelista nos da ya una ayuda en los relatos sobre la muerte y la resurrección.
Para Marcos, el fin de la vida de Jesús está marcado por el total abandono y la soledad.
Sus discípulos lo dejan y huyen (Mc 14,50). La multitud prefiere que Pilatos ponga en libertad
a Barrabás (Me 15,9-15). En la cruz, el último grito de Jesús, antes de su muerte, recuerda al
justo que se siente solo y clama a Yavé: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
(Salmo 22,1 -9). La muerte es la coronación de la fe de Jesús, la prueba radical de su
confianza en el Padre, cuando las fuerzas del Mal parecen vencer a la fuerza del Bien, del
Reino de Dios.
Un grupo de mujeres, que seguía a Jesús, está a distancia, observando los
acontecimientos. Marcos cita a tres de ellas: María Magdalena, María, madre de Santiago el
Menor y de José, y Salomé (Mc I5,40s). Ellas vieron dónde puso José de Arimatea el cuerpo
de Jesús (Mc 15,47) y en la mañana del domingo van al sepulcro, con aromas para
embalsamarlo (Mc 16,1). Son las primeras en dar testimonio de la resurrección, aunque
sienten miedo (Mc 16,8) porque no han entendido todavía el sentido de algo tan radicalmente
nuevo.
Marcos (como también Mateo y Lucas) no incluye a María, la madre de Jesús, en la escena
de la cruz. Pero cita a otra María, que es la madre de Santiago y de José. Conclusión
importante para la mariología: al menos dos "hermanos" de Jesús, Santiago y José, son hijos
de otra mujer, que también se llama María y no es la madre de Jesús. Portante, la expresión
"hermanos y hermanas de Jesús" no puede tomarse literalmente. Pero permanece la duda: ¿y
los otros?
Si la narración sobre Jesús se hubiese detenido en el evangelio de Marcos, no tendríamos
nada que decir sobre María. Tal vez no existiría la mariología. Por eso, es preciso analizar los
otros evangelistas. Del evangelio de Marcos guardamos algo esencial: para Jesús, lo
importante no es la familia biológica, los
25
lazos sanguíneos o cualquier relación que configure privilegios, sino estar asociado a la causa
del Reino de Dios, que él inaugura. Se trata de una nueva familia, la de sus seguidores.
Oración
Danos la gracia de ser de tu familia, Señor.
¿Qué te importa que seamos
tus parientes consanguíneos, miembros canónicos de tus Iglesias,
de movimientos o de conocidos institutos religiosos?
¿Qué importa que llevemos tu nombre en nuestro nombre,
la imagen de tu rostro estampada en camisas o colgada en el pecho?
Somos tus hermanos porque profesamos, con la voz del corazón: "Padre Nuestro..."
Formamos parte de tu gran familia, de hombres y mujeres,
cuando estamos sintonizados en el bien, comprometidos en sembrar el Reino.
Danos, Señor, la gracia de ser de tu familia.
Queremos estar con los que están dentro de la casa, reunidos junto a ti,
con los otros discípulos y las multitudes.
Señor, deseamos que cualquier pertenencia jurídica o formal
sea solamente expresión de la pertenencia del corazón,
de los vínculos alimentados cada día,
en la oración, en la vida comunitaria y en el servicio humilde. Amén.
La lista de los orígenes de Jesús termina con una ruptura: "Jacob engendró a José, el
esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado Mesías" (Mt 1,17). El mensaje es claro:
José no es el padre biológico de Jesús, sino que asume el aspecto legal de pertenencia al
pueblo de Israel, como se dirá a continuación.
La narración del anuncio a José produce cierto malestar en muchas personas, imbuidas de
una mentalidad científica. ¿Cómo es posible un nacimiento humano de un ser masculino, sin
participación del espermatozoide? Hay también reacciones de quienes valoran la sexualidad
como camino de realización humana y se preguntan: ¿no sería más normal e igualmente digno
que Jesús naciera como fruto de una relación sexual amorosa entre José y María? Y algunos
biblistas y teólogos llegan a preguntarse por el núcleo histórico de este relato. ¿No sería la
concepción virginal una narración mitológica, influenciada por las culturas orientales? ¿Una
imagen plástica, simbólica, sin fondo histórico? Volveremos a esta cuestión cuando tratemos
del dogma de la virginidad de María.
Recuerde la relación conflictiva de Jesús con sus familiares, según el evangelio de Marcos.
Mateo tendrá una posición un poco diferente. Ya conoce algo de María. Y en su comunidad,
de origen judío, hay un gran respeto para la figura de Santiago, el "hermano del Señor".
Sabemos que Santiago ejerció una gran influencia en las comunidades cristianas de origen
judío. Desde esta óptica, Mateo atenuará el probable conflicto y la incomprensión de los
familiares de Jesús. Lea los textos en su Biblia.
Resumen
• En el evangelio de Marcos, no se dice nada explícitamente sobre las cualidades humanas y
espirituales de María. Aparece entre los familiares de Jesús. Y, según el primer evangelista, Jesús rompe
con los lazos familiares y locales para poder anunciar, con mayor libertad, el Reino de Dios. Esto provoca
un conflicto con sus familiares y coterráneos. Más aún. Jesús constituye, con el grupo de sus seguidores,
una "nueva familia", ya no centrada en los lazos biológicos. En el evangelio de Marcos, se plantea la
cuestión de los "hermanos de Jesús". Y, para Marcos, al menos Santiago y José, llamados hermanos de
Jesús, son hijos de otra María.
• Moteo da un paso más con relación a Marcos: presenta a María como la madre virginal del Mesías.
En los relatos de la infancia, muestra a María como madre asociada al destino de su hijo. Probablemente,
en virtud de esta visión positiva sobre María y de la participación importante de Santiago (el "hermano
del Señor") en las comunidades cristianas de origen judío, Mateo reduce el conflicto de Jesús con su
familia. Pero María no aparece todavía como protagonista de una historia. No pronuncia ninguna palabra,
ni demuestra gesto alguno que revele su persona.
Fe y vida
I. Presente, brevemente, sus descubrimientos acerca de la figura de María
en los evangelios de Marcos y Mateo. Muestre las semejanzas y
diferencias entre ambos.
31
2. ¿Ha experimentado usted, personalmente, conflictos con la familia o con su círculo de
amigos debido a una opción más radical por Jesús y su Reino?
3. Vuelva a leer la genealogía de Jesús según Mateo, y preste atención a las mujeres que
aparecen en el texto (Mt 1,3.5-6,16). ¿Qué nos inspira esto sobre la encarnación de Jesús en
medio de la ambigüedad de nuestra historia?
Bibliografía
BROWN, R. (coord)., María en el Nuevo Testamento, Sigúeme, Salamanca, 1994.
__, The birth of the messiah, Image Books, New York, 1979, pp. 21-38, 66-74,
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DE LA POTTERIE, I., María en el misterio de la alianza, BAC, Madrid, 1993. pp. 67-97. LAURENTIN, R., Les
évangiles de I 'enfance du Christ, Desclée, París, 1982, pp. 358-391.
McHUGH, J., La madre de Jesús en el NT, Desclée, Bilbao, 1979, pp. 218-235,266-325.
NAVARRO PUERTO, M., "María-madre, el paso de una a otra fe", en Ephemerides mario-logicae, 1994/1, pp.
67-95.
SERRA, A., "Biblia: Marcos y Mateo", Nuevo Diccionario de Mariología, San Pablo, Madrid, 1993..
32
Capítulo II
Lucas es un hábil artesano de la palabra de Dios. Borda su evangelio sobre el tejido del
evangelio de Marcos. Lo une con muchos retazos de la predicación de Jesús, como el sermón
de la montaña (Le 6). Añade varias parábolas, especialmente sobre la misericordia de Dios (Lc
15). Destaca la preferencia de Dios por los pobres y la necesidad de cultivar la justicia. Exalta la
alegría como el gran signo de la presencia del Reino de Dios. Relaciona las esperanzas judías
y la salvación cristiana, destinada a todos los pueblos. Muestra la bondad infinita del Padre en
la acción de Jesús, animada por el Espíritu. Y, especialmente, describe los rasgos de María.
Normalmente, los católicos dicen que María es importante porque fue la madre de Jesús.
Lucas muestra que no es precisamente ésta su principal cualidad. Incursionemos en el
evangelio de Lucas para observar su tejido en detalle y percibir lo que dice sobre María.
Jesús es el Mesías y el Salvador (Lc 2,1 I). Inaugura el Reino de Dios, nuevo tiempo de
felicidad y alegría para todos, especialmente para los pobres (Me 1, 15; Le 4,18; 5,20s; 8,1).
Presenta a Dios como Padre bueno que acoge y perdona a los pecadores (Lc 7,36-49). Pero
Jesús no realiza solo esta misión. Desde el comienzo, llama a algunas personas a seguirlo de
cerca. Hace lo mismo con Simón y Leví (Lc 5,11.27), que renuncian a todo para irse con él.
Después de intensa oración, Jesús escoge a los doce (Lc 6,12-16), que están más cerca
de él, día y noche, aprendiendo a vivir de otra manera la relación con Dios y con los demás.
Además de los doce apóstoles, algunas mujeres acompañan a Jesús (Le 8,2s). Y hay todavía
un grupo de 72 discípulos (Lc IO, I). A todos los llama y envía a la misión (Lc 9,1 -6; Lc IO, I -1 I),
para que den testimonio de la misericordia de Dios y anuncien su Reino.
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Jesús acoge a personas muy diferentes. A todas les ofrece la posibilidad de hacerse
discípulos suyos, aprendices en el arte de vivir el amor de Dios. No importa la vida pasada, la
fama, la riqueza o la instrucción. Puede ser un pescador, un cobrador de impuestos o una
prostituta. En la explicación de la parábola de la tierra y de las semillas, Jesús deja claro que
su seguidor necesita cultivar algunas actitudes básicas:
"La semilla que cayó en tierra buena se refiere a los que, después de escuchar el mensaje con
corazón noble y generoso, lo retienen y dan fruto por su constancia" (Le 8,15).
Tres palabras-clave resumen la condición de ser discípulo de Jesús: oír, guardar,
fructificar. Con este molde en las manos, Lucas va a dibujar los rasgos de la figura de María.
Muestra que ella tiene exactamente las cualidades que caracterizan al seguidor de Jesús.
María oye la palabra de Dios con fe, la guarda en su corazón y la pone en práctica.
Oración
Señor, me alegro en tu presencio,
como un niño ante su juguete deseado.
Tú juegas conmigo y yo contigo.
En ti me alegro, pues tú eres la gran Buena Noticia.
Gracias por recibir tantos dones.
Siento muchos signos de tu amor y de tu misericordia en mi vida.
Por eso, vengo agradecido a alegrarme en tu presencia
y, como María, te digo que puedes contar conmigo.
Quiero ayudarte a realizar tu sueño sobre la humanidad.
Aquí me tienes, soy tu servidor.
Quiero que se cumpla en mí tu voluntad.
Tú estás conmigo, tu Espíritu reposa sobre mí. Tú estás en mí.
Escucho tu voz: Alégrate, agraciado, el Señor está contigo.
¡Aquí estoy!
Oración
Señor, dame memoria.
¡Cuántas veces me has visitado, en cuántos momentos fuertes he sentido tu presencia!
Como vivos colores de un día de primavera, o el aroma único de la persona amada.
Pero me he olvidado! Palidecieron los vivos colores y el suave olor se mezcló con otros.
¿He perdido acaso la memoria? ¿La tengo escondida en un rincón de mi cuarto?
Señor, dame la memoria de la fe.
Para que los acontecimientos no sean sólo hechos, sino signos de tu amor.
Crea en mi, Señor, la actitud de María, de meditar y guardar en el corazón.
Quiero crecer en tu amor y mantenerme siempre encantado con la vida. Amén.
Lucas nos cuenta que, después de la anunciación, María se puso en camino y fue de prisa a
visitar a su prima Isabel. Sale de Nazaret, en Galilea, hacia la región de Judá, a unos 50
kilómetros. Lea el relato de Lucas 1,39-45, que tiene muchos elementos simbólicos.
Tal vez, Lucas no tuvo clara esa intención, pero el pueblo sencillo, al leer el texto de la
visitación, descubre que María es misionera. Llena de la gracia de Dios, no quiere retenerla
para sí. Va a compartirla con su prima, de edad avanzada, que está embarazada y necesita
cuidados. Discretamente, ella lleva a Jesús a los demás. Isabel siente enseguida el efecto. El
niño salta de alegría en su seno. Cuando se saludan y abrazan, el Espíritu Santo inunda el
ambiente y las dos desbordan de gozo. María está llena de Dios, e Isabel también. En estas
dos mujeres embarazadas se encuentran, germinalmente, sus hijos Juan el Bautista y Jesús.
Ya están juntos el precursor y el Mesías, el que prepara y el que realiza la Buena Nueva, el
profeta de Dios y el Hijo de Dios. Un bello encuentro, como proclama Isabel:
"¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre!" (Lc 1,42).
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¿Qué significa la frase: "Bendita tú entre las mujeres? Lucas pone en boca de Isabel una
alabanza que es eco de dos pasajes de las Escrituras judías, en las que se reconoce la
participación de mujeres especiales en la lucha y en la victoria del pueblo de Dios. En jueces
5,24, se bendice a Jéber por participar en la lucha contra la opresión de los cananeos,
golpeando a Sisara. En el libro de Judit 13,18-20, se alaba a esta mujer que, con gran coraje e
inteligente estrategia, eliminó al general del ejército de Asiría, Holofernes. A María se la
presenta en el marco de la historia de las mujeres fuertes del pueblo de Israel, que con-
tribuyeron a cambiar la suerte de su nación.
"Bendita" es una alabanza para la persona y un reconocimiento de que ella es destinataria
de la bendición y del favor de Dios. Refuerza el sentido de las expresiones "llena de gracia" o
agraciada (Lc 1,28) y "Dios te ha concedido su favor" (Lc 1,30), del relato de la anunciación.
"Bendita tú entre las mujeres" quiere decir: la bendita por excelencia. Pero eso no significa un
mero privilegio, sino una gracia que posibilita una respuesta más intensa a la llamada de Dios.
En María se encuentran la gratuidad del amor sobreabundante de Dios y la entrega generosa
del ser humano, o sea, la gracia de la fe.
"Bendito es el fruto de tu vientre" significa que la fe hace a María fértil de cuerpo y alma.
Por su adhesión a Dios y por su compromiso con el proyecto divino, María realiza la bendición
de fertilidad prometida al pueblo de Dios en el libro del Deuteronomio:
"Sí escuchas atentamente la voz del Señor tu Dios, procurando poner en práctica todos sus
mandamientos que yo te prescribo hoy, entonces el Señor tu Dios te encumbrará por encima de
todas las naciones de la tierra. Si obedeces al Señor tu Dios, vendrán sobre ti y te alcanzarán todas
estas bendiciones: Bendito serás en la ciudad y bendito en el campo. Bendito el fruto de tus
entrañas, el producto de tu suelo, el parto de tus vacas y las crías de tus ovejas. Bendita tu canasta
y el lugar donde amasas tu pan. Bendito serás en tus idas y venidas. El Señor bendecirá tus
graneros y todos tus trabajos. Te bendecirá en la tierra que el Señor tu Dios te da" (Dt 28,1 -
4.6.8).
Conociendo la fe de María, sembrada, cultivada y madurada con bellos frutos, podemos
entender las reacciones y expresiones de Jesús, narradas por Lucas en los relatos de la vida
pública de Jesús. Lejos de ser una ofensa a la madre, las palabras del Hijo revelan el secreto
de la Madre. Su mérito principal es ser una persona de fe, que acoge la palabra de Dios y la
pone en práctica. Ser madre es una consecuencia de su fe y una forma de hacer la voluntad de
Dios. Cuando los familiares de Jesús van a buscarlo, pero no pueden llegar hasta él por causa
del gentío, él dice: "Mi madre y mis hermanos son los que escuchan la palabrada Dios y la ponen en
práctica" (Lc 8,21).
40
Otra vez, Jesús está hablando a la gente, cuando una mujer grita repentinamente: "Dichoso
el seno que te llevó y los pechos que te amamantaron". Las imágenes del "seno y de los
pechos" aluden claramente a la maternidad biológica. En la cultura judía de aquella época, la
madre era reconocida por el mérito de tener un hijo tan importante. La frase de Jesús, según
la mentalidad de Lucas, rompe el esquema del privilegio familiar y destaca nuevamente que la
importancia de María radica, en primer lugar, en su fe activa, que escucha la palabra de Jesús
y la convierte en hechos concretos.
Jesús responde: "Más bien, dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la ponen en
práctica" (Lc I 1,27ss).
Unos siglos después, san Agustín dirá que María concibió a Jesús primero en su corazón y
después en su cuerpo. Antes de ser su madre carnal, lo concibió en la fe. Sin la fe, de nada
hubiera servido ser madre de Cristo. Agustín captó bien el mensaje del evangelista.
En resumen, ¿cuál es la característica principal de María según Lucas? Ella encarna con fe
la palabra de Dios. La guarda en el corazón y la pone en práctica, dando muchos frutos. Éstos
son también los rasgos de todo discípulo de Jesús. Por su fe, María es el ejemplo del cristiano,
seguidor y aprendiz del Señor. En María, la fe se traduce en ser madre, educadora y discípula
del Señor. En María, la fe no reside, primordialmente, en la maternidad, sino en la fe y en el
compromiso radical y entero con Dios y con su proyecto.
Oración
Gracias, Señor, porque nos has dado a María como perfecta discípula tuya.
Enséñanos a acoger tu palabra en la fe.
Ayúdanos a cultivar la interioridad.
Haznos "cumplidores de la palabra"
Multiplica en nosotros las semillas del bien y los frutos de tu Reino. Amén.
2. MARÍA. PEREGRINA EN LA FE
El evangelio de Lucas nos muestra una imagen visual que tiene un sentido profundo: Jesús
camina delante de sus discípulos hacia Jerusalén. Se trata de un largo camino, narrado por Lucas
(9,51 a 19,28). A lo largo de él, Jesús enseña a sus discípulos una nueva manera de ver el
mundo y a los demás, de relacionarse con los otros y con el Padre. Por el camino, Jesús se
encuentra con personas que no soportan las exigencias del seguimiento (Le 9,57-61). Envía
en misión a los setenta y dos discípulos (Le I O, I -17). Estando en camino, entra en una al -
dea, donde lo reciben Marta y María (Le 10,38-41). Por donde pasa, cura a enfermos (Le 14,1 -
5), reintegra a pobres y excluidos a la convivencia social. Cada encuentro o acontecimiento es
motivo de un nuevo aprendizaje para los discí-
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pulos. Jesús habla del Reino en parábolas (Lc 12,16-48; 13,18-21), revela al padre
misericordioso (Le 15) y alerta contra el peligro del apego a las riquezas (Lc 16,13). En estos
diez capítulos de Lucas, se alternan hechos y palabras, expresiones y gestos.
Jesús llama a la conversión (Lc 13,5), movimiento de cambio del mal al bien, o del bien a un
bien mayor. Muchas veces, el seguidor de Jesús tiene que cambiar de rumbo para mantenerse
en el verdadero camino. Otras veces, tendrá que corregir algo. Pero ha de estar siempre
atento, con espíritu de aprendiz y corazón de niño. La travesía de la fe y del seguimiento es
tan nueva y original que a los discípulos les resulta a veces difícil entender el sentido de
muchas palabras de Jesús, que les parecen oscuras:
"Ellos no entendieron nada de esto; aquel lenguaje les resultaba totalmente oscuro. Y no
podían comprender el sentido de sus palabras" (Le 18,34).
Con María, la perfecta discípula de Jesús, sucede algo parecido. Ella dio un "sí" decidido a
Dios, cuando era muy joven. Comenzó una travesía, cuyo fin desconocía detalladamente. Es
parte de la experiencia de la fe arriesgar, abrirse a lo nuevo, pasar por la incertidumbre de la
noche oscura. Tuvo que renovar muchas veces su compromiso con Dios. Como nosotros,
podía desviarse de la ruta o detenerse en el camino.
Muchos imaginan que María nació ya como una "santa perfecta". Piensan que ya lo sabía
todo, que conocía al detalle lo que le pasaría a ella y a su hijo. Algunos llegan a afirmar que
ella habría sido dispensada de recorrer el camino de la fe y desde el comienzo habría tenido
todas las certezas. Pero a la luz del evangelio de Lucas, ésta es una idea equivocada. En la
escena de la presentación de Jesús, Simeón dirige la palabra a María:
"Mira, este niño hará que muchos caigan o se levanten en Israel. Será signo de
contradicción, y a ti misma una espada te atravesará el corazón; así quedarán al descubierto las
intensiones de muchos" (Lc 2,34ss).
Normalmente, se interpreta que la "espada" de la que habla Simeón sería el sufrimiento de
la cruz. Podemos imaginar que María haya experimentado una gran tristeza en el momento
de la muerte de Jesús. Naturalmente, la imagen de una espada cortando el alma evoca
tristeza. Es común usar la expresión "eso me partió el corazón" para manifestar un sentimiento
de sufrimiento y de dolor. Y la piedad cristiana, especialmente a partir de la Edad Media,
moldeó con mucha fuerza la imagen de María como "Madre de los dolores" (Meter doloroso),
sufriente y llorosa al pie de la cruz. No es este el mensaje que nos transmite Lucas. El
evangelista parece desconocer la participación de María
42
en la pasión de Jesús. En la escena de la muerte en la cruz, no cita a la madre de Jesús:
"Todos los que conocían a Jesús, y también las mujeres que lo habían
seguido desde Galilea, estaban allí presenciando todo esto desde lejos"
(Lc 23,49).1
El sentido de la expresión "espada que traspasa el alma" debe venir de otra analogía. Vea
estas citas del profeta Isaías, en el Canto del Siervo de Yavé y de la Carta a los Hebreos:
"(El Señor) convirtió mi lengua en espada afilada" (Is 49,2).
"La palabra de Dios es viva, eficaz y más cortante que una espada de dos filos (...) discierne los
pensamientos y las intenciones del corazón. Así que no hay criatura que esté oculta a Dios"
(Heb 4,12s).
A la luz de este texto, entendemos que la espada significa el desafío del mismo Jesús,
Palabra viva de Dios. María fue desafiada por las palabras y actitudes de Jesús, que eran tan
diferentes de las personas de su tiempo. A medida que Jesús dice o hace algo nuevo, María
se siente llamada a dar un paso más en la fe. Vive la experiencia original del seguidor de
Jesús, de aprendiz del maestro. Esta interpretación, que puede parecemos tan diferente, se
confirma con la lectura del relato de la pérdida y reencuentro de Jesús en el templo. Lea Le
2,41 -50).
Al ver a Jesús adolescente, en medio de los maestros, María y José "se quedaron
asombrados" (Lc 2,48). Lucas anticipa aquí la conciencia filial de Jesús con relación al Padre,
que en realidad sólo madurará más tarde: "¿Por qué me buscaban? ¿No sabían que yo debo
ocuparme de los asuntos de mi Padre? La reacción de María y de José es la misma que la de
los discípulos (Le 18,34): "Pero ellos no comprendieron lo que les decía" (Lc 2,50).
María no entiende todavía el sentido pleno de las palabras de Jesús. Son parte de la
peregrinación de la fe los momentos de oscuridad, de comprensión limitada. Entonces, la razón
se calla y el alma se entrega a Dios, buscando un sentido más profundo.
Después de esta escena, aparentemente desconcertante para María, Lucas dice que
Jesús vuelve a Nazaret, es un hijo obediente y pasa por las etapas de crecimiento humano y
espiritual: "Y Jesús iba creciendo en sabiduría, en esta-
43
1
Si María no está allí, ¿quiénes son esas mujeres y qué hacen? Según Lucas, "María Magdalena, Juana y María la de
Santiago" (Lc 24,10) son discípulas de Jesús, que van al sepulcro para ungirlo con aromas y perfumes; encuentran el
sepulcro vacío y se convierten en las primeras que dan testimonio de la resurrección (Lc 24,1 -10). En el relato de la
resurrección, tampoco aparece la madre de Jesús. Comparado con Marcos 15,40 y 16,1, Lucas sustituye a Salomé por
Juana.
tura y en aprecio ante Dios y ante los hombres" (Lc 2,51 s). ¿Cómo afronta María esa crisis de
crecimiento? Haciendo memoria, siendo aprendiz. "Su madre conservaba cuidadosamente
todas estas cosas en su corazón" (Lc 2,51).
Tal vez, el desafío más duro enfrentado por María, con relación a Jesús, haya sido aceptar
la actitud de libertad que él adoptó con relación a la familia. Como ya henos dicho, las
relaciones familiares eran muy fuertes. La persona se sentía, durante toda la vida,
dependiente de sus padres, hermanos y parientes cercanos. De ellos recibía muchos favores y
gracias y sentía la obligación de corresponder a ellos. Debía mantener la fama y el buen
nombre de la familia. En ella, la madre trabajaba duramente, pero tenía también algunos
privilegios. Controlaba la vida de los hijos y era muy honrada por ellos.
A medida que se desarrolla su misión, Jesús percibe que necesita estar libre para anunciar
el Reino y hablar de la misericordia del Padre. Hace una ruptura difícil, que produjo
incomprensión entre sus parientes. Corta los lazos de dependencia con la familia y dice
claramente que los miembros de su nueva familia son los que hacen la voluntad de Dios (Lc
8,19-21). Jesús también invita a sus discípulos a romper las relaciones familiares de
dependencia y a renunciar a sus privilegios, para seguirlo más de cerca (Le 18,28-30).
Podemos, por tanto, entender la extraña frase de Jesús: "Si alguno quiere venir conmigo y no
está dispuesto a renunciar a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, her manos y
hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser mis discípulo" (Lc 14,26). Es evidente que
Jesús no condena a la familia, sino que denuncia un tipo de relación familiar que hace mal a
las personas, porque les quita libertad para servir al Padre y al Reino.
¿Cómo enfrentó María todo esto? Tuvo que ser para ella difícil renunciar a los privilegios
de madre, perder el control de Jesús, no tenerlo dentro de casa. Jesús no pertenece ya a su
familia. Y esto para María es como una espada cortante. Pero ella da un salto de fe. Acepta el
desafío y corrige su ruta. Entra humildemente en el grupo de los seguidores, de Ios aprendices
de Jesús. La que educó a su hijo en la infancia y juventud, ahora tiene que aprender. No
ocupa un lugar preferencial. Se despoja de su poder de madre para hacerse discípula de
Jesús. ¡Qué impresionante travesía en la fe!
Tenemos que aprender mucho de la actitud de María. Al mirarla, nos sentimos más
animados, porque entendemos que la vida es un camino. Descubrimos que hasta las mismas
crisis de fe son oportunidades de crecimiento. Reconocemos que somos peregrinos en la fe y
nos ponemos, con alegría y humildad, en el camino del Señor.
Oración
María, fortalécenos en nuestro camino.
Tú que fuiste peregrina en la fe, arriesgándote en Dios,
44
renovando tu opción ante los nuevos desafíos,
ayúdanos a no quedarnos a medio camino.
¡Cuántas veces, María, la oscuridad nos invade el alma!
El desaliento se apodera de nosotros y no queremos caminar más.
Muéstranos que merece la pena, danos tu mano. ¡Jesús está con nosotros!
Enséñanos, sobre todo, a descubrir, como tú, que también la travesía es bella. Amén.
Usted conoce el cántico de María (Lc 1,46-55). Se conoce como el Magníficat, primera
palabra en la versión latina de este himno, que significa engrandecer o exaltar. La mayoría de
los biblistas está de acuerdo en que este himno no es una composición literaria hecha por
María. Es decir, ella no es autora del Magníficat. Se trata de una construcción literaria de
Lucas, que pone en boca de María expresiones que contienen la visión del evangelista sobre
la madre de Jesús.
Los relatos de la infancia de Jesús, en el evangelio de Lucas, están hilados con varios
himnos que retratan el perfil de los personajes y de sus esperanzas. Así se presentan los
cánticos de María (Lc 1,46-55), de Zacarías (Lc 1,67-69) y de Simeón (Lc 2,29-32). Los himnos
tienen en común la presencia del Espíritu Santo, el anuncio de la salvación realizada en Jesús,
la promesa que se extenderá a toda la humanidad, un clima de esperanza, una certeza de la
victoria del Bien, de la Luz. Los tres personajes forman parte del pueblo de Israel, que espera al
Salvador y saludan su venida con alegría contagiosa.
Vamos a hacer una lectura teológico-pastoral del Magníficat, procurando diseñar los rasgos
de un perfil psico-espiritual de María.
Se supone que el cántico de María fue tejido teniendo como base uno o más cánticos de
alabanza judío-cristianos. Véanse, por ejemplo, algunas semejanzas con el himno de Ana,
madre de Samuel (I Sam 2,1 -10). El Magníficat puede dividirse en tres partes. En cada una
de ella, Lucas destaca un aspecto de la identidad de María.
• María, la mujer de fe, humilde sierva, alaba a Dios por la salvación recibida,
mostrando su interioridad (Le 1,46-50).
• Lo profetisa y miembro de la nueva comunidad proclama la venida del Reino de Dios
mediante su acción transformadora de las relaciones sociales (Le 1,51 -53).
• Una mujer de Israel recuerda la acción de Dios y su fidelidad en la historia,
partiendo de la promesa de Abrahám (Le 1,54-55).
Si tuviéramos la libertad de retocar el Magníficat, probablemente invertiríamos el orden, de la
segunda por la tercera parte. Porque parece más lógico partir de la persona, enraizaría en su
pueblo, y ampliar la visión a toda la humanidad. Pero Lucas tuvo sus motivos. El evangelista
elabora su relato de la infan-
48
cia (capítulos I y 2) y el anuncio de Juan Bautista (3,1-20) como el tiempo preparatorio a la
venida de Jesús. El pueblo fiel de la antigua alianza, especialmente los pobres y humildes,
acoge con alegría al Mesías que viene. Esto justificaría terminar el Magníficat con la referencia
a Abrahán y a su descendencia. De cualquier manera, con la venida de Jesús, los hijos de
Abrahán no serán ya los de una etnia concreta, sino todos los hombres y todas las mujeres
que adopten la actitud de acoger con fe la Buena Nueva del Reino de Dios.
b) La humildad
Muchas veces, en la devoción católica, se presenta a María como modelo de humildad.
Pero, ¿qué significa ser humilde? ¿Cómo nos presenta el Magníficat esta cualidad de la
madre de Jesús?
Hay una manera equivocada de entender la humildad. Despectivamente, se dice que una
persona es humilde cuando no tiene sentido crítico, cuando es ingenua, poco inteligente y
pobre de raciocinio, o cuando es callada y tímida. Sin embargo, en la perspectiva de los
valores humanos contemporáneos, la persona humilde es aquella que tiene una percepción
real de sí misma. No es orgullosa ni vanidosa, no es arrogante ni prepotente. Se alegra de sus
cualidades y virtudes y aprende a lidiar con sus limitaciones. Está abierta a las crí ticas y
sugerencias, pues es consciente de que se está construyendo en la historia.
Por su origen latino, la palabra humildad evoca el humus de la tierra. La persona humilde
tiene los pies en el suelo, conoce su fuerza y su flaqueza. Como el humus es rico en
nutrientes, esenciales para las plantas, la humildad sitúa al ser humano ante aquello que lo
nutre, a sí mismo y a los demás: sus valores. La persona humilde no tiene miedo de sí misma
y cultiva el auto-conocimiento. Se comprende como tierra al servicio de la vida, como el humus
para la planta. Muy diferente de la persona orgullosa y arrogante, que concentra su existencia
en sí misma y cultiva el narcisismo.
Desde el punto de vista espiritual, humilde es quien reconoce que todo lo recibe de Dios.
Se siente servidor de una causa que sobrepasa su individualidad. Desarrolla sus dotes
personales, poniéndose al servicio del Bien. Conoce su lugar en las relaciones humanas, sin
invadir el espacio de los demás y actúa; siempre con discreción.
La humildad no es una cualidad típica de los débiles, sino de todo ser humano en camino a
la madurez. Y cuanto más ejerce una persona cargos com-
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plejos de autoridad, en la Iglesia y en la sociedad, más necesita cultivar la humildad, para que el
poder no degenere en dominación y autoritarismo. La gran tentación del poder es la
prepotencia y el orgullo: el ser humano se engrandece a sí mismo y no a Dios, todo lo contrario
de lo que María proclama en el Magníficat. De su silla de ejecutivo o de autoridad hace un
trono, desde el cual reina. Su versión de los hechos se transforma en verdad incuestionable.
Sólo se escucha a sí mismo y se rodea de un cortejo de aduladores para reforzar su ego
enfermizo. Sustituye el diálogo por la fuerza. Al elevarse demasiado, empieza a humillar a los
otros.
El Manifícat permite una doble interpretación de la palabra: "humillación" y "humildad".
Compárela en diferentes traducciones de la Biblia.
"(...) porque ha mirado la humildad (o humillación) de su siervo, desde ahora me llamarán
dichosa todas las generaciones" (Lc 1,48s).
En la Escritura, "humillación" tiene muchos sentidos. Se llama humillación a la esclavitud de
Egipto, a la derrota de la monarquía y a la destrucción del templo, especialmente en el tiempo
del destierro. El fracaso de un proyecto histórico implica humillación. En esas situaciones, el
pueblo de Dios es humillado cuando no tiene la dignidad de ser libre, pierde su identidad y se
le cuestiona en su fe: "¿Dónde está el Dios de ustedes, si no hay signos de su poder?
En el mismo pueblo elegido, el pobre y el "pequeño" son humillados por el rico y poderoso
(Eclo 12,23; Prov 30,14; Am 8,6), o por el malvado (impío). Durante el destierro se desarrolla
un sentido ético y espiritual del término. El humilde no cede ante la humillación, sino que resiste
en la fe. Persiste en creer que Dios es justo y hará valer su causa. Así se desarrolla la
espiritualidad de los "pobres de corazón", en hebreo anawim. Se obliga a los pobres a doble-
garse ante la fuerza del poder de quienes los dominan. Al empeñarse en defender su dignidad,
ejercitan la fe en la grandeza de Dios, en sus proyectos aveces incomprensibles, y se
reconocen pequeños. Yavé es el defensor de los pobres y humildes (Dt 10,17; Sal 103,6;
140,13).
María resume este doble sentido de "humildad". Es una mujer, pobre, de Nazaret de
Galilea, con todo lo que esto significaba en la Palestina de su tiempo. Forma parte de la
multitud anónima, no pertenece a la familia sacerdotal, no es rica ni poderosa. Su actitud
fundamental es la fe perseverante y su entrega en las manos de Dios.
María se reconoce como una mujer especial, agraciada por Dios. Dice claramente que "(...)
desde ahora la llamarán dichosa todas las generaciones" (Le 1,48). No se esconde bajo una
falsa modestia. Aquí está el secreto de su humildad: conoce su valor, su potencialidad, pero no
la utiliza para fortalecer un ego enfermizo, volcado sobre sí mismo. María reconoce que todo
es don
51
de Dios. No se alaba ni se honra a sí misma, sino que está abierta a Dios, con un gesto de
reconocimiento y acción de gracias: "(...) porque el Poderoso ha hecho en mí cosas grandes.
Su nombre es santo, (Lc 1,49).
Oración
María, recito contigo el Magníficat:
"Mi alma engrandece al Señor,
exulta de alegría en Dios, mi Salvador".
Líbrame de la prepotencia, de la arrogancia, del orgullo y de la auto-suficiencia.
Enséñame la humildad.
Ante los sucesos y realizaciones, no quiero reservarme nada para mí.
Si todo viene de Dios, a él se lo devuelvo,
como acción de gracias, ofrenda, reconocimiento y alabanza.
Contigo y con mis hermanos, quiero cantar:
El Señor ha hecho en nosotros maravillas, santo es su nombre. Amén.
55
del fracaso de la muerte, prueba la victoria de la resurrección. Se convierte en i "el viviente" (Le
24,5b). La resurrección es el signo supremo de Dios, que derriba del trono a los poderosos y
ensalza a los humildes.
c) Colma de bienes a los hambrientos y despide a los ricos sin nada (Le 1,53)
La tercera ruptura se refiere al ámbito económico, se relaciona con la producción y
distribución de los bienes, empezando por el nivel básico de la alimentación. Quien no tiene lo
suficiente para alimentarse bien compromete toda su existencia: presenta problemas de salud,
tiene dificultades de aprendizaje, sufre consecuencias psicosomáticas y emocionales. Jesús
anuncia que: con la venida del Reino de Dios, las carencias humanas básicas serán supera
das. Las tres primeras bienaventuranzas de Lucas nos recuerdan que hay una] carencia
material, con manifestaciones íntimamente relacionadas: ser pobre, hambriento y afligido (Lc
6,20s). No se trata de tres situaciones diferentes, sino de la misma, puesto que quien no tiene
acceso a los bienes es pobre, pasa] hambre y está afligido.
La promesa de Dios es el acceso de todos a los bienes, comenzando por los que nada
tienen. Por eso, a Jesús le gusta tanto reunirse en torno a la mesa con Jesús amigos, comer
con ellos, celebrar, y recibir a quien quiera participar del banquete de la vida (Lc 5,29ss).
Lucas presenta a la comunidad cristiana de los orígenes como la concreción idealizada del
sueño de Jesús. Los cristianos; "partían el pan en las casas y compartían los alimentos con
alegría y sencillez del corazón" (He 2,46). "No había entre ellos necesitados" (He 4,34). El
secreto?; no es la abundancia de cosas, sino el hecho de compartir. Cuando se dividen los
bienes, se multiplican.
Podemos hacer también una relectura ecológica del Magníficat. La creciente conciencia
ambiental nos está llevando a revisar nuestros conceptos y la manera de relacionarnos con las
cosas. Cada vez es más evidente que la humanidad tiene que cambiar su concepto de
progreso, de riqueza, de producción y consumo. Crece el clamor por un desarrollo sustentable
y equitativo. Exige un patrón diferente del consumo, un estilo de vida más sobrio asociado a
nuevas técnicas y a actitudes existenciales que respeten y recreen el ciclo de la naturaleza.
Un cambio en la producción y en el consumo de le alimentos, del agua, de las distintas formas
de energía, del papel, de los productos industrializados etc.
La actitud preconizada en el Magníficat, de alegría, humildad, conciencia y bienes
compartidos, es necesaria para crear una ciudadanía planetaria, en I que todos nos
relacionemos en red, íntimamente interconectados e interde
56
pendientes. Esta actitud pide conversión, superación de las actitudes de omnipotencia,
soberbia, autosuficiencia y explotación de otros seres humanos y de la naturaleza. Además, la
figura materna de María tiene un vínculo simbólico con la "cultura del cuidado" con relación a
todas las manifestaciones de la vida Finalmente, el aura mística que envuelve a la figura de la
madre de Jesús alude al reencantamiento, al redescubrimiento de que todas las cosas tienen
su misterio.
El Magníficat presenta a María como una mujer toda de Dios y con conciencia de la historia,
de la lucha y de la esperanza de su pueblo. El corazón abierto a Dios hace de ella una persona
alegre, llena de vida y solidaria con el pueblo que sufre. María nos inspira un nuevo estilo de
vivir el cristianismo y la ciudadanía planetaria. Nos abre un nuevo y desafiante camino, que
integra mística y conciencia histórica, espiritualidad y compromiso ecológico-social.
Oración
Cantaré siempre la misericordia del Señor,
su amor materno y paterno, su compasión por todas criaturas.
Sí, el Señor es bueno. Es eterno y siempre nuevo su amor.
Tú, que creas de la nada y recreas a partir del caos,
ten piedad de nosotros.
Mira este planeta: aire, agua, tierra, plantas, animales, humanos.
Haznos jardineros de los canteros de la Creación.
Dispersa, Señor, a los de corazón soberbio,
derriba a los poderosos de sus tronos,
ensalza a los humildes de toda la tierra,
colma de bienes a todos los necesitados,
enséñanos a vivir con mayor sobriedad,
a cuidar de los seres humanos y de nuestra hermana naturaleza. Amén.
Lucas organiza su obra, que comprende el Evangelio y los Hechos de los Apóstoles, en
tres tiempos. El primero (Lc 1,5-3,20), narrado con más brevedad, es el tiempo del antiguo
Israel, que prepara la venida del Mesías. Este ciclo termina con Juan Bautista. Lucas acentúa
con claridad esta ruptura y narra el bautismo de Jesús, comienzo del segundo tiempo, sin
mencionar ya al Bautista (Lc 3,2ls). El segundo tiempo, que corresponde a la gran parte del
evangelio de Lucas (Lc 3,21-24,49), nos presenta el tiempo de Jesús de Nazaret, que
inaugura el Reino de Dios y anuncia al Padre misericordioso, hace el camino hasta Jerusalén,
donde muere ajusticiado y resucita. En el tercer tiempo, el de los Hechos de los Apóstoles, se
sitúa la comunidad de la Iglesia, que expande la salvación de Cristo hasta los confines de la
Tierra, animada por la fuerza del Espíritu del Señor resucitado.
57
María es la única persona presente en los tres ciclos. Con Zacarías, Isabel y Juan Bautista,
Simeón y Ana, abre camino al Salvador, como madre del Mesías. En el tiempo de Jesús,
forma parte del grupo de sus seguidores, como ejemplo de discípula, que escucha, medita y
pone en práctica la palabra de Jesús. Finalmente, como miembro de la comunidad cristiana,
inaugura el tiempo de la Iglesia, en Pentecostés. Allí encontramos la última referencia a María
en la obra de Lucas.
Es interesante observar que en este momento está superada la oposición entre la familia
biológica de Jesús y sus seguidores, pues forman parte del grupo que en oración esperan la
venida del Espíritu Santo. Es una sola comunidad, que comprende a los once apóstoles, las
mujeres-discípulas, los "hermanos de Jesús" y María, a quien se cita más como miembro
destacado del grupo de las mujeres que como madre de Jesús.
"Cuando llegaron (a Jerusalén) subieron al piso superior donde se alojaban; eran Pedro y Juan,
Santiago y Andrés, Felipe y Tomás, Bartolomé y Mateo, Santiago el hijo de A/feo, Simón el Zelotas
y Judas el hijo de Santiago. Solían reunirse de común acuerdo para orar en compañía de algunas
mujeres, de María la madre de Jesús y de los hermanos de éste" (He I,l3s).
"Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos juntos en el mismo lugar. De repente vino del
cielo un ruido, semejante a una ráfaga de viento impetuoso, y llenó toda la casa donde se
encontraban" (He 2,1).
El Espíritu Santo actúa en cada ciclo y hace de eslabón en los tres tiempos de esta
"historia de salvación". En el tiempo de preparación, el Espíritu es el poder de Dios que
conduce a las personas a Jesús. Por la acción del Espíritu, personajes de los relatos de la
infancia preanuncian la acción futura del Mesías. Isabel, al recibir a María grávida, queda llena
del Espíritu Santo (Lc 1,41) y profetiza sobre María. Simeón, que representa al pueblo de
Israel, va al templo movido por el mismo Espíritu (Lc 2,25.27). Juan Bautista anuncia que
Jesús bautizará con el Espíritu y con el fuego de la conversión (Lc 3,16). En este contexto,
María es especialmente contemplada por el Espíritu Santo. Se convierte en madre del Salvador
por su acción creadora. Además, hay una relación clara de la acción del Espíritu en la
Anunciación con dos momentos claves en la misión de Jesús: el bautismo (Lc 3,21) y la
transfiguración (Lc 9,34), en los que el Padre revela la identidad de Hijo.
"El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso, el
que va a nacer será santo y se llamará Hijo de Dios" (Lc 1,35).
(...) Un día cuando se bautizaba mucha gente, también Jesús se bautizó. Y mientras Jesús
oraba se abrió el cielo, y el Espíritu Santo bajó sobre él (...)
58
y se oyó uno voz del cielo: Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco" (Lc 3,21 s).
(...) vino una nube y los cubrió con su sombra (... )De la nube salió una voz que decía: Este es mi
Hijo elegido; escúchenlo" (Le 9,34s). En los tres relatos hay una palabra explícita de Dios sobre
Jesús, como Hijo suyo. El contexto es de revelación divina. Hay una imagen común en la anun-
ciación y en la transfiguración, en la que una nube baja sobre los discípulos y los cubre con su
sombra (Lc 9,34). Esto significa: envolver, proteger, revestir con la gloria divina. Podemos ver
también en este texto una analogía con la figura de la nube que cubre la Tienda del
Encuentro, que acompañaba al Pueblo de Dios en su peregrinación por el desierto, rumbo a la
tierra prometida (Ex 40,35.37). Más tarde, la tradición cristiana releyó este versículo,
considerando a María como la nueva Tienda del Encuentro, en la que, por la fuerza del Espíritu
Santo, Dios se encuentra con la humanidad, por medio de la encarnación de su Hijo.
El Espíritu actúa en María no sólo en el proceso de encarnación del Hijo de Dios, sino
también en su fe, dándole fuerza para acoger el misterio divino, hacerse sierva y peregrinar
como discípula del Señor.
El Espíritu actúa en Jesús. El espíritu lo condujo al desierto para ser puesto a prueba (Lc
4,1), le da la fuerza y el poder de actuar y predicar (Lc 4,14.18). En el tiempo de la Iglesia, el
Espíritu es el poder de Dios que el Resucitado concede a los creyentes (He 1,8; 6,8; 10,38).
Actualiza la presencia de Jesús en el mundo. Por el Espíritu Santo, sus seguidores, como
Jesús, hacen maravillas: curar, perdonar, dar vida a los muertos, movimiento a los paralíticos,
expulsar las fuerzas del mal, enfrentar sin miedo a los poderosos (He 3,6-10; 4,8-10). La
comunidad vive desafíos radicalmente nuevos, como la entrada de los paganos en el grupo de
los seguidores de Jesús. Es necesario arriesgar y discernir la voluntad de Dios, iluminada por el
Espíritu, como sucede en el Concilio de Jerusalén (He 15). Con la fuerza del Espíritu, los
cristianos enfrentan el sufrimiento, la persecución y la muerte (He 12,1 -5).
María participa de la acción creadora del Espíritu, individualmente, en su propio cuerpo. Y
asume parte de la acción colectiva del Espíritu en Pentecostés. Es miembro eminente en el
misterio de la encarnación, y miembro discreto en el misterio de la expansión del Espíritu entre
todos los pueblos.
En muchos lugares del mundo, se está redescubriendo hoy la fuerza actual del Espíritu
Santo en la vida de los cristianos. Los movimientos pentecostales en las Iglesias tratan de
rescatar el dinamismo de la acción de Dios en nosotros. En este contexto, para los católicos,
María aparece como la figura realizada del ser humano, que se deja moldear por el Espíritu. En
ella mora este
59
Espíritu, toca su corporeidad, su subjetividad, sus deseos y su acción. Esta percepción tan bella
de María no debe dar pie a visiones individualistas y espiritualistas, puesto que María, templo
del Espíritu, es profetisa de la justicia y de la misericordia de Dios en la historia. Simboliza
tanto a la humanidad deificada, espiritualizada, como a los que se comprometen en la lucha
por la ciudadanía • planetaria, en la que se rompe la lógica de la exclusión y se incluyen los
seres humanos de las diferentes etnias, géneros, clases sociales, pueblos y naciones, y todos
los seres creados, de los reinos mineral, vegetal y animal. El Espíritu vivificante nos anima a
luchar por la defensa, por el cuidado y por la recreación de la vida, especialmente donde está
más amenazada.
Oración
Bendita eres, tú, María, templo del Espíritu, morada eterna del Hijo de
Dios encarnado, discípulo ungida por el Señor Jesús. Amén.
Resumen
• Lucas nos presento muchos características de María. Es el ejemplo vivo del discípulo y seguidor de
Jesús, que acoge la palabra de Dios con fe, la guarda y medita en su corazón, la pone en práctica y
produce buenos frutos.
• María es, por excelencia, la peregrina en la fe. El "sí", pronunciado con tanta entereza en los
comienzos de su juventud, se renueva muchas veces a lo largo de su vida. Pasa por crisis y situaciones
desafiantes, que la ayudan a crecer y caminar cada vez más unida al Señor.
• María nos recuerda que Dios escoge preferencia/mente a los sencillos y humildes para iniciar el
Reino de Dios, la recreación de la humanidad y del cosmos. En el Magníficat se oye la llamada a nuevas
relaciones interpersonales, económicas, políticas, culturales y ecológicas. María simboliza al ser
humano en construcción, abierto a Dios, tocado por el Espíritu Santo, y promotor de la solidaridad
de corazón.
• Estos rasgos de María inspiran actitudes de vida en cada cristiano y en la Iglesia. Nos sentimos
llamados a ser discípulos fieles de Jesús, que oyen, acogen, guardan en el corazón y practican su
palabra. Renovamos nuestro "sí", incluso en medio de las crisis, pues sabemos que somos amados de
Dios (Ef 1,6). Alimentamos, como María, un corazón agradecido a Dios, que le alaba por todo lo que hace
entre nosotros y por medio de nosotros, Y nos empeñamos en vivir la solidaridad y la ciudadanía
planetaria, construyendo una sociedad más cercana al proyecto de Dios.
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Fe y vida
Bibliografía
BROWN, R. (coord)., María no Novo Testamento. Paulinas, Sao Paulo, 1985. pp. 117-191. Edición
castellana en Sígueme, Salamanca, 1994.
____, The birth ofthe Messiah, Image Books, New York, 1979, pp. 25,41, 235-253, 286-365, 393-495.
FlTZMEYER, J., El evangelio según Lucas: traducción y comentarios, Cristiandad, Madrid, I987,v. II.
FREIRÉ, C.E., Devolver el evangelio a los pobres, Sígueme, Salamanca, 1978, p. 460.
LMIRENTIN, R., Les évangiles de l'enfance du Christ, Desclée, París, 1982, pp. 25-297, 329-425.
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SERRA, A., María según el evangelio, Sígueme, Salamanca, 1988, pp. 11-91, 105-122.
61
Capítulo III
1. EL EVANGELIO DE JUAN
Casi setenta años después de la pasión, muerte y resurrección de Jesús, se terminó de escribir
el cuarto evangelio. El evangelista recoge en él la experiencia de fe de su comunidad que maduró en
el descubrimiento de la identidad de Jesús, proclamado como Hijo de Dios encarnado y enviado del
Padre.
Inspirado por el Espíritu Santo, y con una visión de Jesús más radical que los otros evangelistas,
Juan aprovecha retazos de textos y teje con ellos una colcha original. Rehace gran parte del
material que tenía en las manos. Borda y embellece. El resultado es fantástico. Tenemos un
evangelio profundo, bonito, repleto de símbolos, que revela la relación íntima de Jesús con el Padre
y los múltiples significados que encierra para nosotros.
Las diferencias del Cuarto Evangelio con los sinópticos (Mateo, Marcos y Lucas), son
evidentes. Vamos a resumir aquí especialmente las que tendrán mayor impacto en la reflexión
sobre María.
• Cristología alta. Juan es consciente de que Jesús es el Hijo de Dios encarnado, el
enviado del Padre al mundo, la Palabra que ya estaba junto a Dios en la creación del
mundo. Por eso, destaca poco el proceso humano de su crecimiento y muchas
veces lo presenta como alguien que sabe ya lo que va a acontecer y conoce lo que
pasa en el corazón de las personas.
• Esquema dual. El cuarto evangelio trabaja con imágenes contrapuestas: luz y
tinieblas, verdad y mentira, ser de abajo (visión corta, comprensión literal) y ser de lo
alto (entender a la luz de la fe), ser del mundo y no ser del mundo. Este esquema
literario, que expresa también una forma de pensar, si se interpreta mal, puede
llevarnos a un dualismo. Si, por un lado, las imágenes contrapuestas expresan un
conflicto, por el otro, son interdependientes.
63
• Organización y estructura. Juan teje su evangelio de manera muy propia; lo
organiza prácticamente en tres bloques: él prólogo (Jn 1,1-18), que es como un
poema y condensa el mensaje central del evangelio; el libro de los signos (Jn
1,19-12-50) presenta la misión de Jesús; y el libro de la exaltación (|n 13-20)
que se refiere a su paso al Padre: muerte, resurrección y efusión del Espíritu
Santo.
• El anuncio de Jesús. En los evangelios sinópticos, el centro de la Buena Nueva
de Jesús es el Reino de Dios que irrumpe en la historia. Y con el Reino, Jesús
muestra al Padre misericordioso, que llama a sus discípulos al seguimiento.
Jesús se sirve especialmente de parábolas para revelar el misterio del Reino y
del Padre. En el cuarto evangelio, el tema del Reino y del seguimiento están
reelaborados. Hay un cambio significativo en el lenguaje del anuncio. En lugar
de las parábolas, aparecen analogías, de forma incisiva, en las que Jesús habla
de él mismo, del Padre y de la relación con sus discípulos. Por ejemplo: "Yo soy
la luz del mundo", "Yo soy el buen pastor" etc.
• Los siete signos. A diferencia de los sinópticos, Juan no narra muchos "gestos
de poder" de Jesús (en griegp: dynamis), que nosotros llamamos "milagros".
Escoge siete, número de la perfección, y los llama "signos" (en griego: seme/'o).
No hay ningún relato de exorcismo o expulsión de demonios, pues, para el
evangelista, Jesús expulsa al "príncipe de este mundo" sólo una vez, en su
muerte y resurrección. Tres signos tienen paralelos en los otros evangelios: la
curación del hijo del funcionario (Jn 4,46-54), la multiplicación de los panes (Jn
6,1-14), el caminar sobre las aguas del mar (Jn 6,16-21). Otros tres están muy
cambiados: la curación del paralítico (Jn 5,1 -18), la curación del ciego (Jn 9,1-
11) y la resurrección de Lázaro (Jn I 1,17-44). El signo de Cana es
completamente original (Jn 2,1 -1 I), sin paralelo con los otros evangelistas; esto
ha llevado a algunos estudiosos a sospechar que no se trata de un hecho
histórico. Los signos tienen una finalidad pedagógica: decirnos quién es Jesús.
Pero exigen fe, una comprensión más profunda, que va más allá de la
apariencia. Piden que la persona rebase el nivel de la satisfacción de una
necesidad.
Juan desarrolla también una reflexión nueva sobre la Iglesia, como comunidad de los
discípulos y amigos de Jesús (Jn 15,14s). Da más relieve al "discípulo amado" que a Pedro.
En este horizonte, revela otras características de María.
64
El cuarto evangelio no dice nada sobre la infancia de Jesús, o sobre las relaciones con su
madre. Responde a otra pregunta: ¿Cuál es el lugar de María en la misión de Jesús? ¿Cómo
participa ella en la comunidad de los amigos de su hijo?
María aparece dos veces en el evangelio de Juan. Los textos están bordados con verdadero
cariño. No están en el evangelio por casualidad. María actúa en el primer signo de Jesús en
Cana, cuando él inaugura su misión pública (Jn 2,1 -1 I), y permanece junto a la cruz, en el
momento de la muerte del Señor, al final de su misión en este mundo (Jn 19,25-27). Al situar a
María al comienzo y al fin de la actuación de Jesús, Juan nos dice que ocupa un lugar
especial, pues está presente en los momentos más decisivos.
67
la finitud humana (el seis), a la frialdad y dureza de la ley judía, que será superada con Jesús.
El encargado de la fiesta no conoce el origen del vino, como tampoco los jefes de los judíos
conocen a Jesús que viene del Padre. Sólo lo saben quienes lo sirven. Llena los cántaros
hasta arriba. El vino es abundante, unos setecientos litros. Esto significa que Dios nos ofrece
sus bienes en abundancia. Quien está con Jesús tiene vida copiosa. Jesús es el vino,
reservado hasta el comienzo de la manifestación de los signos. Con él comienza el tiempo
nuevo, que los evangelios llaman "Reino de Dios".
El signo de Cana y la fe (v. 11). ¿Cuál es el resultado de la acción de Jesús, gracias a la
intervención de María? Juan nos dice que Jesús "manifestó su gloria y sus discípulos
creyeron en él". Jesús empieza a mostrar quién es él: no sólo el hijo del carpintero de
Nazaret, sino una persona que comunica vida y alegría| como Hijo de Dios. La gloria para
Jesús no es el poder ni la fama mundanos,) sino la capacidad de hacer el bien y procurar que
Dios sea conocido y amado.
Los signos de Jesús son una ocasión para que los discípulos ejerciten su fe. Quien cree, va
más allá del signo. El signo no fuerza a nadie a creer, sólo abre la puerta del corazón a la fe (Jn
2,11.23; 3,3,4,54)). A Jesús no le gustan las personas que creen únicamente por ver signos.
Desconfía incluso de la fe que necesita siempre signos (Jn 2,23s). A Jesús no le gustan las
personas que buscar milagros sólo para resolver sus problemas personales (Jn 6,26).
A medida que avanza la misión de Jesús, los signos también se muestran polémicos. Su
último signo, que es devolver la vida a Lázaro, causa división entre! los judíos. Unos creen en él,
y otros no (Jn 12,37); algunos adoptan una postura violenta y se organizan para matarlo (Jn
11,45-54). Por tanto, los signos son una oportunidad para la fe, no una prueba milagrosa.
Interpelan a las personas.; El primer signo, el de Cana, abre camino a los discípulos para que
entren en la| aventura de la fe.
El signo que unifica (v.12). Después que Jesús hizo su signo, los discípulos creen en él y
salen juntos, "con su madre y sus hermanos". El signo de Cana une al grupo de los
seguidores de Jesús a su alrededor. A partir de este ges de Cana, comienza a formarse el
germen de la comunidad, con los discípulos los familiares y la madre de Jesús.
¿Relecturas? Toda lectura de la Escritura va más allá de la intención explícita de quien
escribió. Algunos estudiosos de hermenéutica bíblica llama a este fenómeno polisemia: es
decir, el mismo texto tiene la posibilidad de suscitar nuevos sentidos. Así, el relato del signo de
Cana abre la posibilidad de percibir otras dimensiones de María, que probablemente no
estaban en la intención explícita del evangelista. Sin embargo, debemos siempre tener
cuidado esa "extrapolación de sentido", para no hacer una interpretación meramente
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subjetiva o reduccionista de la Biblia. Las relecturas son necesarias, pero hay que volver
siempre al sentido original del texto.
Desde la experiencia de fe de la comunidad cristiana, el relato de Cana da margen para
descubrir dos características de María, que se destacan mucho en las homilías y en la
catequesis. En primer lugar, es una mujer atenta a las necesidades de las personas, movidas
por la bondad y la caridad. Ejercita su sutileza femenina (que debe ser una cualidad de
hombres y de mujeres), percibe los detalles de la situación y está atenta para responder a
quien la necesita. Se preocupa de mantener la alegría de la fiesta. En segundo lugar, muchos
ven en ese gesto de María el fundamento de su misión de intercesora. Así como María pidió a
Jesús en Cana y consiguió realizar el signo, así intercede hoy por nosotros ante el Señor y nos
concede muchas gracias. Debemos decir con honestidad que sólo este versículo no
fundamenta suficientemente la dimensión intercesora de María. Volveremos a este tema
cuando tratemos del culto a María.
En resumen, el relato de Juan sobre las bodas de Cana nos muestra a María como madre
de la comunidad cristiana, que estimula a los servidores y amigos de Jesús a cumplir su
voluntad. Ayuda a los discípulos a tener fe en Jesús y a reunirse en torno a él. La palabra de
María sigue siendo actual. Nos dice hoy que merece la pena buscar la voluntad de Jesús,
escuchar sus palabras y asumir actitudes concretas. El gesto de María resuena en nuestros
corazones. Como madre y pedagoga, nos conduce a Jesús, en el seno de la comunidad. Ella
es madre de la fiesta y de la alegría reconquistada.
Oración
María, mujer atenta en Cana,
haznos personas con ojos abiertos y manos disponibles.
La humanidad sufre por falta de pan y de vino.
Necesitamos el vino de la alegría y de la esperanza,
de una vida con sentido, con sabor y belleza.
Cada vez más hombres y mujeres se embriagan
con el vino de la falsa felicidad.
Se alejan de Dios y de sus semejantes.
Contaminan y destruyen la naturaleza.
María, danos el vino de Jesús.
Que él transforme nuestras vidas:
nuestra rutina en novedad,
nuestra indiferencia en fe apasionada.
Que él multiplique nuestro amor
porque nuestro corazón es rígido e imperfecto.
Y que, creyendo en él y haciendo su voluntad,
inauguremos en este mundo la fiesta de la fraternidad y de la alegría,
que sólo se consuma en el cielo. Amén.
69
3. JUNTO A LA CRUZ: LA DISCÍPULA-MADRE DE LA COMUNIDAD (Jn 19.25-27)
Imaginemos una Semana Santa en un pueblo tradicional. Los vecinos se juntan para rezar.
Predomina el clima de sufrimiento y penitencia. En algunos lugares, se hace la "procesión
del encuentro": un grupo lleva la imagen de Jesús con la cruz a cuestas y otro la de su
madre, María. El Viernes Santo se celebra el viacrucis y la "procesión del entierro" con Jesús
muerto. Y en muchos lugares se rinde culto a la Virgen de los Dolores. ¿Tiene fundamento
esta tradición en el texto de Juan? Veamos el relato del cuarto evangelio.
"Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María la mujer de Cleofás
y María Magdalena. Jesús al ver a su madre y junto a ella el discípulo a quien tanto amaba, dijo a
su madre: Mujer, ahí tienes a tu hijo. Después dijo al discípulo: Ahí tienes a tu madre. Y desde
aquel momento, el discípulo la recibió en su casa" (jn 19,25-27).
Muerte, poso al Padre, entrega del Espíritu. Juan presenta la muerte y la resurrección como
un único acontecimiento, en dos partes. Ahora sí ha llegado la hora (Jn 17,1), en la que Jesús
va a ser glorificado y va a consumar la obra que el Padre le ha encomendado. Como grano de
trigo sembrado en el surco, Jesús muere para resucitar (Jn 12,24) y vuelve al Padre (Jn
17,13). Termina su obra en este mundo (Jn 17,4) y vuelve al Padre (Jn 17,13). Jesús es
asesinado, después de un proceso que lleva a la muerte. (Jn 19,1 -6). Pero en ningún momento
pierde la dignidad de quien sabe que lucha por la verdad y por el bien. Más aún: en virtud de
su "alta cristología", el evangelista disminuye la dimensión trágica que significó la muerte de
cruz, tanto para Jesús como para sus discípulos. En Marcos, la última palabra de Jesús en la
cruz es un cuestionamiento que brota del fondo del alma, un gesto final de fe ante el aparente
fracaso: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?" En Juan, predomina una expre-
sión serena de entrega: "Todo está cumplido" (Jn 19,30).
Jesús muere, resucita, vuelve al Padre, pero deja a la comunidad de sus amigos-seguidores,
que continuarán su misión en el mundo. Jesús se va, pero viene el Espíritu Santo, el Paráclito.
A diferencia de Lucas, que establece un tiempo de espera de siete semanas, entre la
resurrección y la efusión del Espíritu, en Pentecostés, Juan identifica la resurrección con la
venida del Paráclito. Cuando Jesús muere, entrega el espíritu (Jn 19,30). El verbo tiene doble
sentído. Jesús no sólo da el último suspiro, sino que concede su Espíritu a la comunidad. El
domingo de resurrección, cuando entra en la casa de los discípulos, les comunica la paz, los
envía a la misión y les infunde el Espíritu (Jn 20,22). La| muerte provoca tristeza en los
discípulos, porque han perdido la presencia física de Jesús. Pero la resurrección y la venida
del Paráclito les trae una alegría que nadie les podrá arrebatar (Jn 16,22).
70
La perseverancia hasta el fin. María, la madre de Jesús, que aparece al comienzo de su
misión, en Cana (Jn 2,1 -11), llevando a sus discípulos a creer en él, vuelve de nuevo a la
escena. Esta vez, no hay ningún signo extraordinario. Al contrario, el momento de la cruz
desafía a los discípulos. María está junto a Jesús, no como madre desesperada. Forma parte
del pequeño grupo que perseveró, que no huyó en el momento de la persecución y de la
crucifixión de Jesús. Es la seguidora valiente de Jesús, que permanece en su amor. Junto a
ella están algunas mujeres-discípulas: la hermana de María, María de Clopas (o Cleofás) y
Magdalena. El gesto de mantenerse en pie significa persistencia, constancia y adhesión.
Nuevamente, el evangelista valora la participación de las mujeres en la comunidad y las
destaca.
Junto a María y las mujeres sólo hay un hombre, el "discípulo amado". En la tradición
cristiana, se dice que es el joven apóstol y evangelista Juan. El discípulo amado es testigo de lo
que hizo y dijo Jesús (Jn 19,35; 21,24). Representa la comunidad cristiana, al grupo de los
que siguen los pasos de Jesús, que, más que servidores (Jn 15,15), son sus amigos (Jn
15,15).
Para el cuarto evangelista, una característica importante del seguidor de Jesús es la
constancia en la fe, la perseverancia, un compromiso de vida que se prolonga en el tiempo,
venciendo las crisis. Juan usa un verbo fuerte, que no aparece en los sinópticos:
"permanecer". Cuando este evangelista pone en labios de Jesús la expresión "permanecer en
mí y yo en él" (Jn 6,56; 15,4) o "permaneced en mi amor" (Jn 15,9), está indicando una
sintonía profunda del discípulo con el maestro, una comunión de mente y de corazón. Éste es
el sentido de la analogía de la vid y los sarmientos (15,1 -11). Y dirá también: "Si permanecen
fieles a mi palabra, ustedes serán verdaderamente mis discípulos; así conocerán la verdad, y la
verdad los hará libres" (Jn 8,31 s). En otra ocasión, Jesús hará la promesa: "Si permanecen
unidos a mí y mis palabras permanecen en ustedes, pidan lo que quieran y lo obtendrán" (Jn
15,7). En su primera carta, Juan aclara que no se trata de un "status" adquirido, sino de una
actitud de vida, constantemente renovada, que en los sinópticos es "seguir a Jesús": "el que
dice que permanece en Dios, debe caminar como Jesús caminó" (IJn 2,6).
Mantenerse en pie junto a la cruz expresa, de manera plástica, la actitud del discípulo-amigo
de Jesús, de estar en sintonía con él, ejercitando la fe en los momentos de crisis. María, las
mujeres y el discípulo amado son los únicos que perseveran en este momento crucial.
Permanecen con Jesús y en Jesús.
Ahí tienes a tu madre. En este contexto se entiende la fuerza del encuentro de María con el
discípulo amado, al pie de la cruz. El texto no pretende resolver un problema de familia, es
decir, quién se encargará de la madre de Jesús después de su muerte. En este momento tan
importante de la cruz, Juan quiere decirnos algo más. Quiere dejar grabado en la memoria de
todos los cristia-
71
nos que María no es sólo la madre que concibió, gestó y dio a luz, nutrió y educó a Jesús. De
nuevo, Jesús la llama "mujer", como en Cana (Jn 2,4- 19,25). Su lugar está mucho más allá
de los lazos de la sangre y de las relaciones familiares.
Por voluntad de Jesús, María es adoptada como madre de la comunidad de todos los
tiempos. El discípulo amado, que representa a la comunidad, la recibe como madre. Y a María
se le encomienda esta nueva misión. Acoge a los miembros de la comunidad cristiana como
hijos suyos. Al comienzo del Cuarto Evangelio, cuando Juan Bautista encamina a sus
discípulos a Jesús (jn 1,29.36), las expresiones son las mismas que en el relato de la cruz:
"ve", "dice", "he ahí". Y hay también una situación parecida: los primeros discípulos van a
casa de Jesús y permanecen con él (|n 1,39), y aquí María es acogida por el discípulo
amado. Las dos escenas tienen el mismo género literario de presentación solemne, con
cierto carácter de revelación.
María en la Iglesia, familia del discípulo amado. Para Juan, el momento de la muerte de Jesús se
revela con muchos sentidos, aparentemente contradictorios. En la lucha entre la luz y las
tinieblas, la muerte es la hora de la oscuridad, el momento en que el "príncipe de este mundo",
el "padre de la mentira", triunfa temporalmente. Sin embargo, al mismo tiempo él está siendo
juzgado. Además, la fe de los discípulos se va a poner a prueba en el momento en que no hay
signos. Ellos están tristes, porque Jesús no estará ya físicamente presente entre ellos. Muchos
se dispersan. Pero la muerte-resurrección es el momento en que se constituye la comunidad-
lglesia, más allá del judaísmo. Jesús va a "reunir a todos los hijos dispersos" (Jn 11,51 s).
Éste es el sentido simbólico de la escena que antecede al relato de María al pie de la cruz. Los
soldados se apropian de los vestidos de Jesús y hacen con ellos cuatro partes (los cuatro
puntos cardinales). Pero la túnica quedará entera (Jn 19,23). La Iglesia, nueva comunidad
mesiánica, será edificada en su unidad, a partir de la cruz del Señor.
El discípulo amado representa a la comunidad cristiana, agraciada y escogida por Jesús, a
la que dedica su afecto y atención. La comunidad recibe a María como su madre. El
evangelista dice que "desde aquella hora, el discípulo la recibió en lo que era suyo", es decir,
en lo que es más propio de su identidad y lo constituye como persona. Juan no usa la palabra
griega oikos (casa), sino idía (¡dios: lo que es más característico de alguien).
Juan no nos explica detalladamente en qué consiste la misión de María, como madre de la
comunidad y en la comunidad. Parece ser la misma de Cana. Nuestra madre María podrá,
como en Cana, intervenir ante su hijo. Llevará a los servidores y amigos de Jesús a hacer lo
que él les diga. Posibilitará que nuevas generaciones de cristianos, como los primeros
discípulos, creían en Jesús, vean su gloría se reúnan en torno a él.
72
Reinterpretaciones
En el transcurso de la historia, la escena de María junto a la cruz se ha reinterpretado de
muchas maneras, desde la experiencia de la comunidad cristiana con el desarrollo del culto, de
la piedad y del dogma. María, por su obediencia radical a Dios, hasta la cruz, es la nueva Eva.
Llamada mujer por Jesús, es la madre de todos los vivientes redimidos por Cristo, el nuevo
Adán. En la devoción popular se ha fortalecido la imagen de María "Madre de los dolores"
(Moíer doloroso), que padece con su hijo, inspirando a los que sufren valor y fortaleza en las
cruces de la vida. En la línea de una teología que consideraba aisladamente la muerte de cruz
como único gesto salvador, se creó un discurso sobre María corredentora, que ayuda a Jesús
a salvar a la humanidad, al compartir con él su sufrimiento. Así, la nueva Eva y la Madre de
los dolores y corredentora son imágenes que extrapolan el campo de sentido del texto joánico.
Además, son interpretaciones ambivalentes. Tienen valor simbólico y espiritual, pero es
necesario purificarlas de exageraciones y de concepciones unilaterales.
La redención de Cristo no vino solamente por su muerte en la cruz. Jesús nos salva con su
vida, muerte y resurrección, con la efusión del Espíritu, que habita en nosotros. De ahí que
María no puede ser corredentora únicamente por estar junto a la cruz de Jesús. Cada uno de
nosotros, a medida que participamos en este misterio de vida, muerte y resurrección del
Señor, somos corredentores. No por méritos personales, sino por la misma misión que Jesús
nos ha confiado. Y como comunidad, estamos llamados(as) a colaborar en la redención de los
individuos, de la sociedad, de las culturas y del planeta.
Cuando nos comprometemos con Jesús y con su proyecto, experimentamos innumerables
alegrías y dificultades. Probamos el fracaso de la cruz y la victoria de la resurrección. En este
contexto, María nos inspira celebrar la alegría del vino nuevo, de la fiesta que inaugura Jesús.
Ella no es sólo la Madre de los dolores en la cruz, sino también la Madre de la alegría en
Cana.
Cana y la cruz se están realizando todavía. Somos, hoy, las discípulas y discípulos. El Padre
nos da el mismo amor con el que amó a Jesús (Jn 17,26). Y nos presenta a María, madre y
guía, para ayudarnos a vivir nuestra vocación cristiana en el mundo.
Oración
María, qué alegría poder llamarte madre,
recibirte como madre nuestra y educadora en la fe.
Sabemos que tú recreas en nosotros las mismas actitudes que creaste en Jesús,
como el amor al Padre, la disponibilidad para el Reino
y la sensibilidad para con los pobres y pecadores.
73
Gracias porque nos llevas a Jesús, sin guardarte nada para ti.
Tú, la primera agraciada por Dios, ilumínanos para que seamos
las discípulos y discípulos amados del Señor, sus servidores y amigos.
Enseñónos o perseverar en la fe, a mantenernos firmes en el seguimiento de Jesús,
pasando por fracasos y victorias.
Móntennos firmes como lo fuiste tú,
haznos solidarios en la muerte y resurrección de tu Hijo. Amén.
Resumen
• El Cuarto Evangelio nos presenta a María como una figura especial en la comunidad del discípulo
amado. Ella aparece en dos grandes momentos: al comienzo del "libro de los signos", en Cana, y en el
"libro de la exaltación", en el momento culminante de la cruz, paso de este mundo al Padre y
glorificación de la misión de Jesús. Es como una gran inclusión: María participa de momentos clave en la
actuación de Jesús. El no la llama madre, sino mujer. Caracteriza así su figura, activa en la comunidad, y
como símbolo femenino del Pueblo de Dios.
• En Cana, María se caracteriza como la "discípula-madre", que lleva a los servidores a hacer lo que
Jesús les dice. El signo de Cana nos abre la revelación de Jesús como "el mejor vino", la gran sorpresa
de Dios que irrumpe en la historia, trayendo alegría y esperanza. El signo suscita la fe de los discípulos.
Desde Cana se constituye la comunidad reunida en torno a Jesús. María tiene una actuación discreta y
firme. Ya en el relato de la cruz, aparentemente, no hay una acción directa de María. Pero su presencia
junto a la cruz, con otras mujeres y el discípulo amado, significa el amor perseverante. Jesús la presenta al
discípulo amado como madre de la comunidad. Es el momento solemne de una adopción recíproca: la
madre se encarga del hijo, y el hijo, de la madre. Pero no se dice cómo ejercerá ella esa tarea.
Fe y vida
1. Releyendo en su Biblia el pasaje de Canà, ¿Cuáles son los principales elementos
teológicos relacionados con María?
2. ¿Qué le dice a usted, personalmente, el relato de Canà para su camino de fe?
3. ¿Cómo la escena de María junto a la cruz puede modificar pastoralmente nuestra
concepción de madre sufriente?
74
Bibliografía
BROWN, R., (coord). María no Novo Testamento. Paulinas, Sao Paulo, 1985. pp. 192-232. Edición en castellano,
Sigúeme, 1994.
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MATEUS, J. BARRETO, J., O evangelho de Sao Joáo, Paulinas, Sao Paulo, 1989, pp. 125-141,778-785.
SERRA, A, María em Cana e junto á cruz, Paulinas, Sao Paulo, 1979, p. 126.
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TUÑI VANCELLS, J., El testimonio del Evangelio de Juan, Sígueme, Salamanca, 1983, pp. 16-49.
Capítulo IV
MARÍA EN EL APOCALIPSIS Y EN OTROS ESCRITOS BÍBLICOS
1. MARÍA EN EL APOCALIPSIS
Vivimos una época confusa. El comienzo del nuevo milenio nos ha traído esperanzas, pero
también nos asusta. La destrucción de las torres gemelas en Nueva York, símbolo del poder
que hoy domina en Estados Unidos y en el mundo, hirió su orgullo. Y la reacción vino
enseguida. En poco tiempo, hemos visto detalles de escenas de guerra en Afganistán y en
Irak. En esta espiral de violencia, el terrorismo se expande con su rostro de sangre y
destrucción. Crece la ola de insalubridad, cuando el país dominador se niega a firmar el pro-
tocolo de Kyoto, aumentando así su irresponsabilidad ante el equilibrio ecológico.
Al echar una mirada al mundo actual, se preguntan muchos: ¿A dónde vamos a parar?
Crece la violencia en las casas y en las calles, aumenta el consumo de drogas y proliferan los
suicidios. La tecnología de los alimentos y de la salud avanza a pasos agigantados, pero el
hambre y la enfermedad siguen segando millones de vidas. Parece absurdo. Pero, felizmente,
hay signos de esperanza. Hay una búsqueda de mística en todo el mundo. Crece el
movimiento del voluntariado. Abundan los movimientos ecológicos y los grupos que luchan por
valorar las etnias y las culturas. En medio de una crisis de identidad sin precedentes, surge la
posibilidad de nuevas relaciones de género entre hombre y
77
mujer. De esta manera conviven la esperanza y la desesperación, a veces en la misma
persona, separadas por una línea tenue.
Este escenario de inseguridad e incertidumbre, con la posibilidad real de destrucción del
planeta, da margen al resurgimiento de movimientos apocalípticos. En el horizonte cristiano,
surgen grupos que anuncian el fin del mundo y la segunda venida de Cristo, la parusía. A su
vez, el capítulo 12 del libro del Apocalipsis habla de una mujer que, en el cielo, da a luz al
Mesías. Este texto se usa especialmente en la fiesta de la Asunción. ¿Qué nos dice sobre
María? ¿Habla también del fin de los tiempos?
78
que, a pesar de todo, el equipo de Dios ganará, porque Jesús resucitado tiene en su mano la
llave de la victoria. Él mismo pasó también por la experiencia de la muerte. Fue asesinado por
las fuerzas del mal, pero triunfó con su resurrección (Ap 1,8.17s). En los bastidores, que el autor
llama "cielo", Dios ya ha vencido. El es el dueño de la "bola" de la historia. Aunque el poder del
mal aterrorice, intimide, seduzca y engañe, tiene sus días contados y se acaba. Los cristianos
tienen que perseverar, resistir, luchar y confiar.
El género literario del Apocalipsis. El libro está lleno de símbolos y de figuras que asustan. El
Apocalipsis se parece a un sueño. Cuando soñamos, las imágenes parecen no tener nexo
alguno. Las personas, los lugares, las cosas, los hechos, aparecen muy diferentes de la
realidad. Otros nos infunden miedo y terror. Los psicólogos dicen que en los sueños la
persona rehace, en su inconsciente, las memorias pasadas y las experiencias actuales, sus
deseos y sus esperanzas. No es fácil entender un sueño, pues la historia aparece rodeada de
enigmas, que necesitan interpretación. En el sueño, una misma imagen dice muchas cosas,
dependiendo del contexto. El agua, por ejemplo, puede significar placer, relación con la madre,
con el origen, afecto, emoción o incluso peligro.
Tal vez, hemos visto películas o leído novelas en las que la historia no sigue la línea del
tiempo. El pasado se mezcla con la actualidad o con las posibilidades futuras. Es una narración
no-lineal. Lo mismo sucede en el Apocalipsis. Se engaña quien piensa que sólo prevé el futuro.
En realidad, Juan escribe para los cristianos perseguidos por el Imperio Romano y sus
religiones dominadoras. Por eso, mezcla imágenes del pasado, ya conocidas, como la de la
serpiente, con las de la situación que él está viviendo, y lanza señales de esperanza.
Resumen
• El capítulo 12 del Apocalipsis se refiere, en primer lugar, a la comunidad de ¡os seguidores de
Jesús, a la Iglesia perseguida, a grupos de hombres y mujeres que se empeñan en hacer el Bien, al Pueblo
de Dios peregrino, que continuamente engendra al Mesías, bajo la acción de la gracia de Dios. Por tanto, es
un relato de carácter cristológico y eclesiológico. Su mensaje de esperanza es claro: aunque el pueblo
de Dios sufra para garantizar el Bien y construir lo nuevo en la historia, y el poder destructor del Mal
parezca más fuerte, su victoria está garantizada.
* Pero, en segundo lugar, este capítulo 12 puede aplicarse también a María, madre del Mesías e
imagen del Pueblo de Dios. Especialmente porque la plasticidad de las imágenes y de las analogías del
Apocalipsis nos permiten interpretaciones múltiples y complementarias.
81
Oración
María, compañera nuestra,
ayúdanos a jugar en el equipo de Jesús, a comprometernos con el bien y ¡ajusticia.
Líbranos de las seducciones del Tentador, que nos arrastran al mal.
Fortalece nuestra resistencia en los momentos de persecución e incomprensión.
Danos tu luz, radiante como el sol.
Fortalece nuestra esperanza, pues nuestros tiempos son difíciles y confusos,
como dolores de parto.
Tu hijo Jesús está de nuevo naciendo en el mundo.
El dragón quiere tragárselo, pero la fuerza de Dios es mayor.
Gracias por tu presencia y ternura, que nos confirman en el camino del Señor. Amén.
Tal vez haya usted oído en las misas mañanas, textos bíblicos de los que todavía no
hemos hablado. Pero, ¿se refieren a María esos relatos? Y si no son marianos ¿Por qué los
usa la liturgia?
a) La serpiente y la mujer
"Pondré enemistades entre ti y la mujer, entre tu descendencia y la suya: ella te herirá en la cabeza, pero
tú sólo herirás su talón" (Gen 3,15). Este pasaje ha de entenderse en su contexto. Usando un
lenguaje mitológico, el capítulo 3 del libro del Génesis intenta explicar la raíz del misterio mal.
El autor no narra un hecho histórico, sino crea unas imágenes para reflexionar sobre por qué
el ser humano, creado por Dios para un proyecto tan ir portante (el paraíso), se desvió del
camino.
Después del pecado de Adán y Eva, Yavé se dirige a la serpiente, al hombre y a la mujer. El
versículo 15 llegó a llamarse proto-evangelio, es decir, prime buena noticia para la humanidad
después de ceder al poder del mal. Se trata de una promesa de esperanza, que suena a
profecía. La humanidad, a pesar de re chazar la propuesta del proyecto de Dios, no
permanecerá en esta situación porque no forma parte del proyecto original de Dios que el ser
humano permanezca lejos del paraíso, bajo el dominio del mal. El bien triunfará, al final,
cuando la humanidad (la descendencia de la mujer destruya la fuente del veneno que la
contamina. Pero esta lucha, que se extenderá a lo largo de la historia, será difícil y estará llena
de dolor.
Volvamos al texto. ¿Quién aplastará la cabeza de la serpiente? La descendencia de la
mujer. Sin embargo, no aclara si será una persona individual o una colectividad. Los judíos
que vivían fuera de Palestina hicieron una traducción
82
griega de las Escrituras, llamada Versión de los Setenta, y entendieron que uno de los hijos
de la mujer realizaría esa esperanza. Entonces, tradujeron por "él", en vez de "ella". Siglos
más tarde, san Jerónimo, que tradujo la Biblia del hebreo al latín, la llamada traducción
Vulgata, tal vez influido por su experiencia cristiana, dice que "ella, la mujer", aplastará la
cabeza de la serpiente.
A partir de siglo IV, crece la interpretación según la cual María es la mujer que venció el
mal al traer a Cristo al mundo. Según las palabras de san Efrén: "Así como la serpiente
golpeó a Eva en el talón, el pie de María la expulsó". Muchos siglos después, las imágenes
de la Inmaculada Concepción representan a María pisando la cabeza de la serpiente, pero no
se dice que ella fuera herida por el mal, como afirma el texto del Génesis.
Por tanto, originalmente, este versículo no es mariano. Posteriormente, desde la
experiencia cristiana y con el auge que fue adquiriendo la figura de María en la comunidad,
se interpretó en clave mariana.
83
"Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que había anunciado el Señor por el profeta: La
virgen concebirá y dará a luz un hijo, a quien pondrán por nombre Emmanuel (que significa: Dios
con nosotros) (Mt 1,22).
Por tanto, el texto de Is 7,14-16 no se refiere a María, pero sí su relectura f en Mateo 1,22.
Nos llama la atención que las cartas de Pablo no hablen prácticamente nada de María,
madre de Jesús. El silencio es incomprensible. Buena parte de las cartas paulinas se escribió
antes de los evangelios, cuando todavía no estaba desarrollada la conciencia sobre el papel
de María en la comunidad cristiana. Además de esto, el mismo Pablo, por el hecho de no
haber vivido con Jesús, relata poquísimos hechos sobre Jesús de Nazaret y el Reino de Dios.
Reflexiona sobre todo sobre el sentido de la muerte y de la resurrección de Jesús para
nosotros.
Hay solamente un texto de Pablo en que se hace una alusión a María. Pero no se cita su
nombre, ni se dice nada de sus cualidades: "Cuando llegó la plenitud de los tiempos, Dios
envió a su propio Hijo, nacido de una mujer, nacido bajo el dominio de la ley, para liberarnos
del dominio de la ley y hacer que recibiéramos la condición de hijos adoptivos de Dios" (Gal
4,4).
Por tanto, Pablo no desarrolla todavía una reflexión mariana. Algunos mariólogos
encuentran en este texto alusiones maravillosas a María, pero su discurso está sujeto a
cuestionamientos. Realmente, no hay consenso sobre el contenido mariano de este texto de
la Carta a los Gálatas, a no ser el hecho de afirmar la realidad de la encarnación del hijo, por la
expresión "nacido de mujer".
Resumen
• Los textos bíblicos explícitamente escritos sobre María se encuentran en los evangelios. Al pasaje
del libro del Apocalipsis se puede atribuir una interpretación mariana, pero secundaria en la intención del
autor. Otros textos atribuidos a María son resultado de una interpretación posterior; la mayoría de ellos lo
hacen mediante la alegoría. Sin embargo, hemos de tener claro que esos pasajes no son originalmente
moríanos. Este cuidado debe guiarnos también en la liturgia y en la catequesis para evitar un discurso
exagerado sobre María sin el debido sustento en la Sagrada Escritura.
85
Fe y vida
1. Relea el capítulo 12 del Apocalipsis. Partiendo de nuestra reflexión, ¿qué elementos
pueden atribuirse a María y qué puntos se refieren más al Pueblo de Dios
perseguido?
2. Medite este texto del libro del Apocalipsis: póngase en el lugar de la mujer, entre en
este "sueño de Dios", contemple la escena y pregúntese: ¿qué le dice para su
experiencia espiritual?
3. ¿Cuál es el mensaje del capítulo 12 del Apocalipsis para los cristianos
comprometidos en la lucha por la justicia social y por la sustentabilidad del planeta?
Bibliografía
AUTRAN, A., María na Biblia, Ave María, Sao Paulo, 1992. pp. 19-30.
BROWN, R., (org) María no Novo Testamento, Paulinas, Sao Paulo, 1985, pp. 51-5 233-253. Edición en
castellano, Sígueme, 1994.
DE IA POTTERIE, María en el misterio de la alianza, BAC, Madrid, 1993, pp. 285-311.
POZO, C, María en la obra de la salvación, BAC, Madrid, 1990, pp. 126-201,238-311.
SERRA, A, "Gal 4,4; una mariologia in germe", Theotókos, 1993/2, pp. 27-49.
VANNl, U., "La decodificazione del grande segno in Ap 12,1 -6", Marianum 40 (1978 n. 121,pp. 121-152.
VETRALI, I., "La donna dell' Apocalisse", Parola, Spirito e Vita 6, Quaderni di lettural blblica, 1982, pp.
152-170.
Capítulo V
87
trar humildemente en el grupo de los seguidores de Jesús. Allí es donde! recobra pleno valor
su maternidad. Ella reúne a la comunidad en torno a Jesús, impulsándola a hacer su voluntad,
como nos muestra el cuarto evangelio.
El culto a María ha asumido dimensiones gigantescas en el catolicismo.
¡Qué diferencia de la sobria imagen de María en el Nuevo Testamento! Para la comunidad
de los orígenes, Jesucristo, el Hijo de Dios y hermano nuestro, ocupa todo el espacio de
reverencia y culto. Estrictamente hablando, no hay culto a María en la Biblia. Sólo una breve
referencia a su persona en tal afirmación "Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu
vientre. [...]. (Lc 1,42.)
Tenemos que reducir la distancia entre el mensaje de los textos bíblicos sobre María y su uso
en la evangelización. Citemos tres ejemplos. El relato de las bodas de Cana no se centra en la
solicitud de María y en su capacidad de intercesión (que pida la madre, que el hijo da), sino en
la intervención decidida para realizar el signo que lleva a la fe. Los textos que alimentan la
piedad popular sobre la Virgen de los Dolores tienen originalmente otro mensaje central. La
referencia de Simeón a la espada que traspasará el alma de María (Lc 2,35) se liga a la
obediencia de la fe y a dejarse juzgar por la Palabra de Dios. La escena del María al pie de la
cruz (Jn 19,25) no tematiza en primer lugar el sufrimiento del redentor, sino la hora de la
glorificación y de su paso de este mundo al Padre. Y ¿qué decir del uso del capítulo 12 del
Apocalipsis en la misa de la Asunción, sabiendo que el texto alude prioritariamente al pueblo
de Dios (Israel e Iglesia). refiriéndose a María solamente de forma derivada.
La problemática sólo se resuelve con buen sentido y sensibilidad pastoral, partiendo de la
comprensión del lugar de la Escritura en el proceso de interpretación de la fe, vivida por la
comunidad eclesial. Para llegar ahí, es necesario entender cómo se hace el paso de los hechos
a la interpretación, y cómo ésta, fijada por escrito, permite nuevas interpretaciones.
88
¡Cuántos hechos pasan por nosotros y se pierden, sin darnos cuenta, porque falta el
lenguaje apropiado para captarlos y un adecuado horizonte de percepción e interpretación!
Un acontecimiento en sí presenta un amplio abanico de posibilidades de sentido, que
denominamos polisemia (literalmente: muchos sentidos). El hecho en sí necesita algo que lo
condense, organice y marque sus fronteras de significado. Las palabras, oral y escrita, así
como los gestos y los dibujos, dan inteligibilidad al hecho, al mismo tiempo que cierran parte de
su polisemia original. Llamamos a este movimiento clausura (literalmente: encerramiento).
Polisemia y clausura, es decir, apertura de significados y definición de sentido, se combinan y
confrontan. La palabra que fija por escrito el acontecimiento hace ya una selección entre los
sentidos probables, privilegiando ángulos de la experiencia y dejando de lado otros. Realiza
así una primera clausura.
Sin embargo, como la palabra interpreta el acontecimiento en cuestión, cuando éste se
retoma como hecho significativo, ella manifiesta un "sentido más", que no fue fácilmente
identificable en el momento que se realizó. Presenta también otros sentidos complementarios
que llamamos polisémicos. O sea, la palabra que interpreta los hechos y busca darles
significado no sólo cierra el sentido de los acontecimientos, sino también lo acrecienta.
Vamos a poner un ejemplo elemental, para tratar de entender estos elementos teóricos,
complicados para personas no habituadas a la semiología y a la hermenéutica. Imagine el
siguiente hecho: Juanito, un niño de IO años, que vivía en un pueblo, iba en bicicleta una
mañana, cuando se cayó y golpeó. Es un acontecimiento común y corriente, que presenta
muchos significados posibles, pero al mismo tiempo no dice nada si no se comunica en un
contexto determinado. Piense ahora en el momento siguiente. Su compañero Pedro corre al
encuentro de su madre y le dice: "Su hijo Juanito, en lugar de ir a la escuela, se fue a jugar, se
cayó de la bicicleta y se hirió en el brazo". El hecho, que parecía abierto, "cerró su sentido" con
la interpretación de Pedro cuando éste contó el caso a la madre del niño. Es decir, no sólo
describió el hecho, sino que le dio un significado más, dándole causa y consecuencia.
Pero la conversación no quedó allí. Los vecinos empezaron a comentar el asunto. ¿Por
qué se cayó Juanito de la bicicleta? Unos dicen: "La municipalidad dejó un hoyo abierto en la
calle y el pobre niño se cayó en él. Por tanto, la responsabilidad es del poder político". Un
profesor retirado hace un análisis más complejo, con elementos sociales y culturales: "Juanito
es un niño pobre, que no se alimentó bien por la mañana y es excluido de la escuela". La
mujer piadosa del pueblo tiene una mirada religiosa moralista: "Ha sido un castigo de Dios,
porque desobedeció a su madre". Como podemos ver, la interpretación inicial del hecho generó
muchas otras interpretaciones. Ninguna de ellas consiguió, por si sola, abarcar el sentido del
hecho. Algunas pueden ser equivocadas. Otras enriquecen el significado del hecho.
89
Juanito creció. Salió de su pueblo y fue a la capital. Estudió Derecho y se hizo un gran
abogado. A los cincuenta años, decidió escribir sus memorias. En J ellas, relata que le gustaba
andar en bicicleta cuando era niño. Recuerda la sensación placentera del viento en su rostro y
la aventura de bajar las laderas a altas velocidades. Cuenta también que, una vez, se cayó de
la bicicleta y se rompió un brazo. Este hecho, cuarenta años después, tiene para él otro
significado. A partir de lo ocurrido percibió que su padre y su madre lo cuidaron con cariño. El
sentido del hecho ya no es el accidente, sino el amor paterno y materno, que se reveló de
manera especial en el momento de la necesidad. No importa la causa real de la caída de la
bicicleta, sino el sentido que asumió el hecho, mucho tiempo después, en un contexto
diferente.
Ahora bien, ¿qué tienen que ver con la Biblia y su interpretación la clausura y la polisemia,
la abertura de significados y la definición de sentido? ¿Cómo se extiende este fenómeno a la
tradición.
Cada texto bíblico, como experiencia de comunicación, presenta un emisor original: el que
escribió el texto; el interlocutor al que se destina originalmente el libro (destinatario) y el
horizonte sociocultural, que permite entender el mensaje en su contexto. Fijemos los tres
componentes de la comunicación: I emisor, interlocutor y contexto.
90
A medida que pasa el tiempo, se produce un triple distanciamiento. El emisor original y su
interlocutor ya no existen. Además, el contexto y el horizonte de comprensión se modifican,
porque la cultura es cambiante. Por tanto, la palabra transformada en texto recobra su valor
polisémico, es decir, está abierta a interpretaciones más enriquecedoras. Esta reflexión vale,
no sólo para la Biblia, sino para cualquier texto narrativo o descriptivo. Piense, por ejemplo, en
una novela escrita en el siglo XVIII. Su autor, situado en una cultura determinada, comunicó
valores y percepciones del mundo a los lectores de su época. Hoy, muchos años después,
podemos leer esa novela y descubrir aspectos y dimensiones que no tuvo en mente el autor.
Al morir el escritor y sus interlocutores y cambiar el contexto cultural, es imposible detectar
con precisión absoluta el sentido original de su texto. Los estudios socio-históricos nos ayu-
darán en gran manera a acercarnos al sentido original. Pero el texto está abierto a nuevas
interpretaciones. Más todavía, basado en el texto, el lector contemporáneo descubrirá y
profundizará significados que estaban solamente en potencia, pero todavía no desarrollados.
La Biblia da testimonio de varias relecturas de hechos y textos. Cada relectura realiza una
apropiación ambivalente. Por un lado, produce sentido. Por otro, pretende poseer todo el
sentido. Y aquí aparece un germen de totalitarismo, de exclusivismo, porque tiende a
presentarse como la única lectura correcta. Cuando coexisten varias relecturas distintas, que
creen ser la única auténtica, se da un conflicto de interpretaciones. Sólo después de resuelto
el conflicto, por lo menos momentáneamente, se toma conciencia de que las relecturas,
aunque en lucha, presentan elementos convergentes, porque parten de los mismos eventos
y textos, acumulan significados, produciendo así, una fecunda exploración de la reserva de
sentido de los hechos y de los textos.
91
1.3. El Canon de la Escrituras y las nuevas interpretaciones
94
El círculo es válido cuando hay sensibilidad para la interpelación divina, empezando por
cualquier vértice del triángulo, conduciendo a interpretaciones más enriquecedoras de los
datos de la fe. Los elementos se condicionan mutuamente. Una nueva lectura de la palabra
de Dios hace posible una sensibilidad más aguda para los signos de los tiempos e influye así
en nuevas prácticas personales, sociales y eclesiales. El movimiento puede empezar por otros
vértices. Por ejemplo, las experiencias humanas significativas y la conciencia que se deriva
de ellas fertilizan enormemente la lectura de la palabra de Dios y provocan nuevas prácticas
eclesiales.
Quien ha observado la espiral de un resorte de reloj antiguo, habrá notado que se forman
varios círculos, que se van abriendo a partir del núcleo central. A medida que el movimiento
de espiral continúa, parece volver al mismo lugar, pero está en un nivel superior. La
interpretación enriquecedora de la Escritura es como una espiral: acumula y produce sentido.
Parece tocar los mismos puntos, pero va ampliando cada vez más su comprensión. Al mismo
tiempo, sigue refiriéndose al punto de origen de la espiral, que es la revelación de Dios.
La absoluta novedad de la interpelación de Dios, presente en la vida, en sus aspectos
existenciales y sociales, intelectuales y prácticos, hace que la interpretación sea dinámica y
procesual. Por eso preferimos hablar de "espiral hermenéutica" en vez de "círculo
hermenéutico", expresión más clásica.
La vida de fe trae consigo condicionamentos positivos para la lectura de la palabra de
Dios. Una persona solidaria con los demás encontrará en las Escrituras muchos elementos
que la ayudarán en la práctica del amor. Quien ha pasado por terribles sufrimientos y
persecuciones entenderá con una luz nueva las reflexiones de Job y se dejará iluminar por el
misterio de la cruz de Jesús. La creciente conciencia del papel de las mujeres en la sociedad
ayudará a hacer una lectura de la Biblia desde la óptica de la reciprocidad, en la que hombres
y mujeres gozan del mismo valor y dignidad. La práctica de la lucha por la justicia y por mejores
condiciones de vida permitirá desentrañar y comprender con más intensidad la experiencia del
Éxodo, la opción de Jesús por los empobrecidos y la dimensión social de la fe.
La interacción creativa entre lo que llamamos "vida", "Biblia" y "Tradición", acontece por la
fuerza del Espíritu Santo, que actúa, de tantas y tan diversas maneras, tanto en el texto
escrito como en la existencia humana. Por medio de cada instancia, y especialmente en la
relación circular entre ellas, Dios mismo nos ofrece su amor, nos invita a la conversión y nos
llama a realizar un proyecto común, que alcanza a toda la humanidad.
95
3. MARÍA EN LA ESPIRAL HERMENÉUTICA DE LA FE CRISTIANA CATÓLICA
Los textos bíblicos orientan el descubrimiento de los rasgos básicos de María. Ayudan a
mantener la centralidad cristológica de la experiencia de Dios, porque Jesús es el autor y el
consumador de nuestra fe, que nos abrió un camino nuevo y vivo por medio de su humanidad
(Heb 10,20). Los relatos de la Escritura son la perenne fuente revitalizadora y correctiva de
nuestra relación filial y fraternal con María, el núcleo perceptible de la espiral hermenéutica de
la fe, el manantial de exploración y producción de sentido. Ofrecen importantes puntos de
referencia para delimitar el campo hermenéutico donde se sitúa la persona de María. La
reflexión sobre ella va sin embargo, más allá de los datos bíblicos, porque incorpora la memoria
colectiva y selectiva de la Tradición, especialmente sirviéndose de la evolución del culto
(liturgia y piedad) y del dogma. Por otro lado, la imagen bíblica de María permanece como
sustento y centro irradiador, y, al mismo tiempo, legitimador y crítico-deconstructivo, de todo el
discurso posterior.
¿Es legítima la interpretación mariana que se diferencia del sentido original de la Escritura
y de la intención de los autores sagrados? No es fácil responder, pues hay conflicto de
interpretaciones entre los mismos exegetas y teólogos sobre el mensaje central y el interés
teológico original de muchos textos. Tampoco en este campo existe total neutralidad. Un
minimalista leerá el saludo del ángel "alégrate, llena de gracia" Lc 1,28), como mero
cumplimiento o parte de un género literario. El maximalista, por el contrario, encontrará allí
alabanzas sin cuento a la madre de Jesús, la imagen realizada del arca de la alianza, la
plenificación de la "Hija de Sión". El mariólogo equilibrado y con buen sentido navega entre
las dos corrientes, atento para no dejarse arrastrar por ninguna de ellas. Normalmente, se
queda con la opinión consensuada o mayoritaria entre los investigadores de renombre.
96
3.2. Criterios de juicio
Nos parece legítimo aceptar interpretaciones que extrapolen el sentido originario de los
datos bíblicos, tal como los entienden el consenso o la mayoría de los exegetas, con tal que
se respeten algunas condiciones.
• Aceptar que el sentido original del texto no agota su proceso de interpretación. Pero hay
que analizar con sentido crítico las nuevas interpretaciones. La producción de
sentido prosigue con la historia. Sin embargo, no puede crecer anárquicamente,
a impulsos de movimientos piadosos o radicales. La creación o ampliación de
significados debe estar bajo el control del "campo hermenéutico" de la fe
cristiana, delimitado por el mismo texto bíblico y por la Tradición viva de la
Iglesia. Por ejemplo, por mayor que sea el amor a María, nunca podremos
aceptar que sea una diosa o una cuarta persona de la Trinidad.
• Compaginar, siempre que sea posible, una interpretación con otra, ampliando el abanico
de sentidos. Aunque haya conflicto de interpretaciones, dependiendo muchas veces
de diferentes prácticas, las distintas lecturas no son necesariamente
excluyentes. Por ejemplo, el significado de la espada que traspasa el corazón de
María, que originalmente se refiere a la obediencia a la palabra de Dios, puede
incluir el sufrimiento y la solidaridad en la cruz. Adoptar este procedimiento tiene
la ventaja de no negar el sentido presente en la mente y en el corazón de los
fieles y, al mismo tiempo, ampliar sus horizontes.
• Tener conciencia del recurso utilizado, del "canal" conductor y de la perspectiva
adoptada. Si un mariólogo quiere llamar a María "nueva Eva", debe tener
cuidado de explicitar que no se trata con certeza del mensaje de ningún texto
bíblico, sino de la exploración de sentido realizada por la comunidad cristiana
en el transcurso de la historia. Podrá incluso citar Gen 3,15 y Jn 19,27, como
hace el capítulo 8 de la Lumen gentium, consciente
97
de que está haciendo analogía y extrapolando, pero no la interpretación reconocida de los
textos bíblicos.
Acoger los "signos de los tiempos" de los cambios culturales y de la situación ex/siendo/ de las personas y
de las comunidades como un criterio operacional para interpretaciones legítimas. No basta que los
datos bíblicos y de la Tradición sean correctos, desde el punto de vista del teólogo o del
magisterio. Se requiere más: que sean significativos, Buena Nueva para las personas, estimu-
lantes para el seguimiento de Jesús hoy. Por ejemplo: la creciente conciencia de una nueva
relación de reciprocidad entre hombre y mujer nos lleva a purificar nuestro discurso sobre la
maternidad de María, depurándolo del rancio patriarcalismo machista. Descubrimos con más
claridad su identidad de mujer y discípula, miembro de la comunidad de los seguidores de Je-
sús. La búsqueda de la mística y del equilibrio personal, en medio del frenético ritmo de las
sociedades urbanas, hace ver a María como la mujer que nos enseña a contemplar a Dios en
la vida cotidiana, meditando y guardando los hechos en el corazón.
Resumen
En la historia de la salvación, Dios se nos ha revelado por medio de gestos y palabras.
Esta historia se ha tejido partiendo de hechos e interpretaciones. El proceso de la
revelación, en el seno del pueblo de Dios, ha recorrido caminos de polisemia y clausura,
es decir, de abertura y ampliación de significados y delimitación de sentidos. Se han hecho
muchas relecturas. Cuando se definió el canon de las escritura, hubo un nuevo proceso de
clausura. Pero, intratextualidad ha permitido también la polisemia.
Hoy, el pueblo de Dios, basado en el texto revelado y consignado en la Biblia, realiza
también procesos de enriquecedores de interpretación de la palabra de Dios. La Tradición,
como un rio, nace en el manantial de la revelación, pero incorpora a sus caudalosas aguas
lo que la memoria colectica y selectiva de la comunidad eclesial elabora y retiene,
trasmitiéndola a las nuevas generaciones.
Partiendo de la comprensión de la Tradición, referida siempre a la Escritura podemos
entender que la figura de María haya sido tan ampliada en la comunidad eclesial, a lo largo
de la historia… pero esto no legitima cualquier expresión de la Tradición. Es insano
aferrarse por igual a todas las expresiones de la Tradicion, como si ellas fuesen divinas. La
historia avanza y el Espiritu de Dios actua en ella sin cesar. Los procesos de polisemia y
clausura siguen siendo actuales. Es verdad que la Tradición y los dogmas marcan hitos en el
campo hermenéutica de la fe, pero ellos no pueden inmovilizarnos. Al contrario, deben suscitar
en nosotros la conciencia humilde de que el Señor nos guía hacia la verdad plena por medio de ex-
presiones y comprensiones que caducan y necesitan purificación. En la Mariología, la Escritura y la
Tradición, los dogmas y signos de los tiempos deben pasar por una relación de circularidad,
considerando siempre que la Biblia es la fuente de toda la teología.
98
Fe y vida
1. A la luz de nuestro estudio ¿cómo se articulan la Biblia y la Tradición? ¿Por qué
esta es importante esa articulación para la Mariología?
2. ¿Se siente usted heredero y protagonista de la Tradición cristiana? ¿Por qué?
3. Revise el concepto de Tradición. Compárelo con la concepción reinante en la
pastoral. ¿Cuál es la importancia de este concepto para la acción evangelizadora
de los laicos y de las laicas?
Bibliografía
CROATO, J. S., Hermenéutica bíblica. Para urna teoría da /e/turo como produ^áo de significado, Paulinas, Sao Paulo,
1986, p. 76.
MESTERS, C, Por detrás das palabras, Vozes, Petrópolis, 1982.
MURAD, A., Este cristianismo inquieto, Loyola, Sao Paulo, 1994.
SEGUNDO, J. L, £/ dogma que libera. Fe, revelación y magisterio dogmático, Sal Terrae, Santander, 1989, p. 397.
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Capítulo VI
Muchas personas imaginan que los dogmas son como un paquete cerrado que el creyente
tiene que llevar a casa con su credencial de pertenencia a la Iglesia, o como medicina
indeseable que se traga sin masticar para no sentir el gusto amargo. Serían verdades difíciles
de entender, en el campo de la doctrina o de la moral, determinadas por la máxima autoridad
de la Iglesia, que deben obedecerse ciegamente y sin cuestionamientos.
Hay quien duda de la validez de dogmas en la Iglesia católica por diferentes motivos.
Según la reforma protestante, la pretensión católica de proponer dogmas contradice la libertad
de la conciencia cristiana y el Evangelio. Pone indebidamente una cuña entre la palabra de una
autoridad humana y el único mediador, que es Jesucristo. Según el espíritu moderno del
lluminismo, celoso de la autonomía del sujeto, el dogma sería una opinión, formulada en un
contexto ya superado. Al ser impuesto desde fuera por una autoridad religiosa, la persona no
reconoce en él algo suyo, que tenga significado existencial o intelectual. Además, carece de
validez, por no someterse a la investigación filosófica o científica. Los dogmas serían como una
"nodriza" para la humanidad en su fase infantil. Pero, a medida que el ser humano alcanza la
madurez de la razón, podríamos prescindir de ellos.
Para muchos cristianos laicos, la vida de fe está determinada por la "experiencia", que
abarca sentimientos, entendimiento y práctica. El dogma, por el contrario, aparece como
vehículo comunicativo empobrecedor, sin sabor experiencial. En vez de ayudar a crecer los
significados de la experiencia cristiana, los reprime. Los cristianos comprometidos con el
ecumenismo ven los dogmas con preocupación. Una Iglesia llena de dogmas se parece a una
señora de edad, obesa y diabética. Tiene serias dificultades para moverse, prefiriendo la
comodidad del sofá tradicional. A una persona tan mayor, centrada en sus achaques y
paralizada por las verdades acumuladas en el pasado, le falta ánimo Para dialogar con el
mundo y con las otras Iglesias cristianas.
101
En definitiva ¿por qué surgieron los dogmas en la Iglesia? ¿Son todavía actuales? ¿De qué
manera?
Hubo alguna vez un bello santuario en lo alto del monte. A él acudían mu chas personas,
de diferentes pueblos, culturas/ naciones. Multitud de peregrinos, a lo largo del tiempo,
caminaron por el sendero que llevaba al santuario. Limpiaron la hierba, e hicieron al poco
tiempo un camino, porque los peregrinos descubrieron que tan importante como la meta que
se había de alcanzar, era el camino que conducía a ella. El camino del santuario era muy
bonito. Aunque hubiese espinos, polvo, barro y hoyos, se podía contemplar la belleza del sol
en medio de la sierra, respirar aire puro, dejarse penetrar por el verdor intenso de las copas de
los árboles y sentir los olores de las flores silvestres. Junto al camino tortuoso había también
precipicios.
Durante mucho tiempo, los peregrinos fueron al santuario por el camino, a pie o en bestia.
Pasó el tiempo y llegaron los automóviles. Dada la frecuencia de los accidentes, los
encargados del santuario pusieron muros de contención a los costados, antideslizantes,
indicadores luminosos y protectores. La verdad es que la carretera se volvió peligrosa, y
algunos se fueron al barranco. Reforzaron y perfeccionaron todas las señales para facilitar la
subida.
La carretera llegó a perder su belleza y dejó de ser práctica. Los nuevos peregrinos no
entendían ya las antiguas señales y llamaron a técnicos para interpretarlas. Muchos se
preocupaban ya tanto de los muros de contención y de las advertencias sobre posibles
peligros que se olvidaron de caminar. Perdieron de vista que aquella carretera conducía al
santuario, lugar de encuentro con el Dios que camina con nosotros.
Algunos hombres y mujeres cayeron en la cuenta de la equivocación. Retiraron todo lo que
estorbaba en la carretera y dejaron únicamente lo que ayudaba a los peregrinos.
Redescubrieron la belleza del camino y volvieron a rezar en él. Más gente comenzó a ir al
santuario y volvía de él con corazón alegre y renovado.
Los dogmas son como señales que indican el camino de nuestra fe. Se crearon para ayudar
a la comunidad eclesial a mantenerse en el camino del santuario vivo que es Jesús.
Funcionan como hitos orientadores y protectores.
Los grandes dogmas de la Iglesia surgieron en los primeros siglos para resolver cuestiones
de fe que no se podían solucionar únicamente por la Sagrada
102
Escritura. Por ejemplo, la Biblia afirma que Dios es uno sólo, el único creador de todas las
cosas. Pero al mismo tiempo dice que Jesús es Hijo de Dios. Hay momentos en que Jesús
afirma: "Yo y el Padre somos uno". Otras veces, ora al Padre, manifestando que el Padre es
diferente de él. Y lo mismo se diga del Espíritu Santo. El Espíritu no es Jesús, pero viene del
Padre. ¿Cómo es posible entender que Dios sea sólo uno, y que existan también el Padre,
el Hijo y el Espíritu Santo? ¿Son tres dioses?
Las interpretaciones eran muy diferentes, a pesar de leer todos el mismo texto bíblico.
Eso se debía también a los distintos contextos culturales en que se encarnó el cristianismo.
El siglo IV, un grupos de cristianos defendía que Dios era uno sólo, pero se nos manifestaba
de diferentes maneras, como un artista que cambia de ropa y de maquillaje en el teatro.
Aparecía de varias formas, pero era el mismo. Otros decían que en Dios tendría que haber
grados de importancia. Dios Padre sería el Todopoderoso, y Dios Hijo estaría subordinado a
él y, por fin, vendría el Espíritu Santo. Fue necesario discutir mucho en algunos concilios
hasta que la Iglesia formuló la doctrina que hoy conocemos como el dogma de la Santísima
Trinidad: creemos que Dios es uno solo en tres personas distintas. Ellas tienen igual
dignidad, y están en relación unas con otras: el Padre creador, el hijo redentor y el Espíritu
santificador.
Los dogmas centrales del cristianismo católico se formularon en los cinco primeros siglos
por medio de concilios, para responder a cuestiones vitales de nuestra fe. Estaba en juego el
núcleo de la identidad cristiana: quién es Jesús, quién es nuestro Dios, cómo se articulan la
humanidad y la divinidad en su persona, cómo nos revela Cristo a Dios. El conflicto de
interpretaciones de la experiencia cristiana llegó a tal punto que se hizo necesario matizar
afirmaciones, establecer límites para ciertas posiciones y discernir qué lectura era más fiel a
la revelación cristiana. Los grandes concilios ecuménicos de Nicea, Éfeso, Constantinopla y
Calcedonia resolvieron grandes conflictos, especialmente en el ámbito de la cristología.
Condensaron la discusión en un credo que sintetizaba los consensos de la comunidad
cristiana. Refutaban también las afirmaciones que, después de la discusión, se reconocían
como deficientes, incoherentes o contrarias a la experiencia cristiana. De ahí los anatemas y
la calificación de hereje (literalmente: separado) para las posiciones no aceptadas.
En la Edad Media, se definieron otros dogmas en sínodos y concilios. A partir del siglo XIX,
los definieron solamente los papas, después de consultar a los obispos. Así sucedió con los
dogmas marianos de la Concepción y la Asunción. Los últimos cuatrocientos años, en la
lucha con los protestantes, los católicos reforzaron los dogmas y la Tradición con detrimento
de la Sagrada Escritura. Se valoró el conocimiento de la doctrina cristiana basada en los
dogmas. En el catecismo, por ejemplo, el niño y la niña tenían que aprender de memoria las
verdades de la fe, sin entender lo que decían. Y fue creciendo la distancia entre lo
experimentado por la fe y lo expresado en la doctrina.
103
El Concilio Vaticano II nos ha ayudado a entender mejor el lugar y la función de los dogmas.
Ha vuelto a reconocer la Biblia como fuente para la teología y la liturgia. Ha mostrado cómo la
Tradición legítima de la Iglesia interpreta la Escritura y proporciona elementos necesarios para
la vivencia de la fe. Ha reconocido que no todos los dogmas tienen el mismo valor. Algunos
están más cerca del núcleo de nuestra experiencia religiosa. Y esto es importante para el
diálogo con otras Iglesias y religiones.
La revelación de Dios llegó a su punto máximo en Jesucristo. Ya no quedan por escribirse
nuevos libros revelados. La Biblia se cerró con el Apocalipsis. Pero Jesús nos dejó el Espíritu,
que nos conduce a la verdad plena. El Espíritu recuerda lo que nos ha dicho Jesús y nos ayuda
a entenderlo con más profundidad (Jn 16,12-13). Portante, la interpretación de la revelación
sigue abierta. La Iglesia, en el transcurso de más de dos mil años de existencia, se parece a
un gran río, en el que las aguas de la única fuente, que es la Biblia se enriquecen con la
Tradición. Es competencia del magisterio (los obispos en comunión con el papa) regular el
proceso de interpretación y evolución, que las comunidades producen a lo largo de su historia
en diferentes épocas y culturas.
Los dogmas centrales del cristianismo son, al mismo tiempo, infalibles y reformables. La
infalibilidad radica en el hecho de que el dogma significa una conquista irrevocable, que
contiene elementos vinculantes para la identidad de nuestra fe. Pero, por ser una formulación
humana, condicionada por el tiempo, el dogma es caduco y necesita ser reinterpretado. La
reforma del dogma pretende "suplir el desajuste de la lengua, perfeccionar las fórmulas
usadas, purificar el esquema de pensamiento, mantener viva la verdad de la revelación en su
relación con la existencia humana y dar más claridad y plenitud a esta verdad" (Cf. Mysterium
Ecdesiae, Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, junio de 1993). Hay, por tanto, una
evolución de la Tradición y del dogma, con relación no sólo al lenguaje, sino a una
profundización de la revelación de Dios, como dice el Vaticano II:
"Esto Tradición, que viene de los apóstoles, progresa en la Iglesia con la asistencia del Espíritu
Santo; es decir, crece la comprensión tanto de las cosas como de las palabras transmitidas, bien sea
por la contemplación y estudio de los creyentes o por la predicación de los que ejercen la sucesión
del episcopado. La Iglesia, en el transcurso de los siglos, tiende continuamente a la plenitud de la
verdad divina, hasta que se cumplan en ella las palabras de Dios (Cf. Dei Verbum, n. 8).
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Como Dios es una realidad inagotable y siempre nueva, el dogma capta algo real del
misterio divino, pero de forma limitada. Con el correr del tiempo son necesarios nuevos
abordajes, que se acercan al misterio de Dios, sin decir la palabra final sobre él. Aunque se
sirva de la razón, el dogma no se reduce a un conjunto de fórmulas frías y exactas, como una
ecuación matemática. Manifiesta, por el contrario, un sentimiento de alabanza. Sólo
entendemos a Dios, dejándonos fascinar por él, abriendo nuestro corazón, nuestro
entendimiento y nuestra mente a la luz y al calor de su presencia irradiante.
Oración
Gradas, Señor, porque tú eres el Dios de la sorpresa,
que nos comunica la novedad de tu palabra,
mostrándonos tu belleza siempre antigua y siempre nueva.
Cuanto más te conocemos, en la Escritura, en la Tradición, en los dogmas y en la vida,
más nos reconocemos como peregrinos de la verdad.
Líbranos de la tendencia a encerrar tu palabra en nuestros esquemas.
Sigue dándonos tu Espíritu, para que nos conduzca a la verdad plena,
mientras vivimos, por la fe, en la esperanza y en el caridad. Amén.
Muchas veces, los católicos recurren a María como madre. Creemos que está tan cerca de
Dios y tan cerca de nosotros que escucha nuestras súplicas, intercede por nosotros y se
preocupa de nuestro bien. Esta verdad es "afectiva", emocional. Sin embargo, a medida que
avanzamos en la comprensión de la fe, aparecen serios cuestionamientos. ¿Cómo puede un
ser humano ser madre de Dios, que es el creador de todo?
105
Después de la resurrección, los seguidores de Jesús vuelven a preguntarse más
profundamente "quién es este hombre" y descubren que en lo más íntimo de la figura
espectacular del hombre de Nazaret había algo más. Jesús era el mismo Hijo de Dios
encarnado. Una novedad hermosa e incomparable. Tanto amó Dios al mundo que vino su
Hijo a compartir nuestra existencia.
El cristianismo entró en varias culturas de Asia y de Oriente Medio, que estaban bajo el
dominio de los romanos. Al inculturarse, incorporó muchos elementos de la manera de
pensar y de sentir de aquellos pueblos. En Oriente, había una corriente de pensamiento que
hacía una división radical entre el cuerpo y el alma, entre la materia y el espíritu. Era dualista:
dividía al ser humano en dimensiones irreconciliables. En este grupo, se destacaban los
gnósticos. Éstos decían que el ser humano se salva por el conocimiento de la verdad, que
viene de la divinidad y toca el espíritu humano. El espíritu es luz, el cuerpo es oscuridad.
Toda la maldad, que en el fondo es ignorancia, se origina en la materia.
Los gnósticos tenían mucha dificultad para aceptar que Jesús hubiera estado en el seno
de María durante nueve meses y hubiese nacido envuelto en sangre de placenta, como
cualquier ser humano. Un ser divino no hubiera podido contaminarse jamás con tantas cosas
materiales. Se imaginaron, entonces, que Jesús nació repentinamente, como pura luz. Pasó
por el cuerpo de María como una luz atraviesa un prisma o la rendija de una ventana; o
como el agua pasa rápidamente por una caño.
Los padres y madres de la Iglesia, que vivieron en los primeros siglos, reaccionaron
duramente contra esta tendencia espiritualista, que destruía una de las verdades más bellas
del misterio cristiano: la encarnación del Hijo de Dios. Ellos afirman que la maternidad de
María es real, verdadera y concreta. El Hijo de Dios se hace ser humano para que nosotros
podamos participar más intensamente de su divinidad, como lo expresa san Atanasio (año
373), en una homilía de Navidad:
"Nuestro Señor Jesucristo, queridos hermanos, que creó todas las cosas desde la eternidad, se
ha convertido hoy en nuestro salvador, naciendo de una madre. Ha querido nacer hoy en el tiempo,
para conducirnos a la eternidad del Padre. Dios se ha hecho ser humano para que el ser humano se
hicíese Dios: hoy se hace ser humano el Señor de los ángeles para que el ser humano pueda
comer el pan de los ángeles".
¿Quién no se emociona ante un pesebre, al sentir que un Dios tan grande e infinito asume
nuestra humanidad limitada y nace como una criatura frágil? San Efrén, que vivió también en el
siglo IV, dice que la encarnación de Jesucristo en | el seno de María es el gran signo de la
solidaridad de Dios con la humanidad:
106
"¡Un prodigio es tu madre! El Señor entró en ella y se hizo siervo. Entró en ella aquel que es la
misma elocuencia, y en ella enmudeció. Entró en ella el sonido y redujo su voz al silencio. Entró el
pastor de todos y en ella se hizo cordero (...) El seno de tu madre trastocó el orden de las cosas.
El creador de todo entró en él rico y salió de él mendigo, entró en él excelso y de él salió humilde.
Entró como héroe y en el vientre se revistió de temor. Entró en él aquel que nutre a todos y
aprendió a tener hambre, el que sacia a todos y aprendió a pasar sed. El que viste a todos, de este
seno salió desnudo y privado de vestidos".
Para decir que Jesús había pasado de hecho por una gestación normal y era un ser
humano de verdad, algunos padres y madres de la Iglesia dijeron que María era la que había
quedado embarazada, esperado y parido al Hijo de Dios. Así, Orígenes, Basilio, Epifanioyotros
usaron la palabra griega theotókos, que después se tradujo por "madre de Dios". Esta
expresión se usa en algunas oraciones a María, como en el conocido Sub tuum praesidium...
(Bajo tu amparo), que data de finales del siglo III.
El dogma de la maternidad de María surge en medio de la discusión sobre la persona de
Jesús. Los cristianos de los primeros siglos debatían con mucho entusiasmo, oraban y trataban
de entender lo que creían. En el aire quedaban flotando muchas preguntas sin respuesta. Una
de ellas era: ¿cómo Jesús, siendo verdadero hombre y verdadero Dios, pudo conciliar en sí
dos cosas tan diferentes? El obispo Nestorio y su grupo defendían que la humanidad y la di -
vinidad de Jesús, aunque estuviesen en la misma persona, estaban bien delimitadas. Usando
una analogía moderna, serían como dos niveles de una casa, que sólo se tocan por el piso.
Como consecuencia de esto, Nestorio decía que María sólo podría ser llamada "Madre de
Cristo" y no "Madre de Dios". La maternidad se referiría solamente a la dimensión humana de
Jesús, al nivel terreno.
Las afirmaciones de Nestorio de Antioquía provocaron discusiones y polémica. Los
problemas se resolvieron en el Concilio de Éfeso, el año 431. Siguiendo el parecer de san
Cirilo de Alejandría, el Concilio reafirma la unidad de la persona de Jesús. En Cristo, hay una
comunicación tan grande entre lo humano y lo divino que las realidades profundas que vivió
Jesús de Nazaret tocan su divinidad. No fue únicamente la parte humana la que nació, creció,
aprendió, vivió, sufrió y se alegró con nosotros y por nosotros. Así, en consecuencia, María es
madre de Jesucristo, no sólo de su humanidad. Es necesario entender también que no se
trataba solamente de una discusión entre dos personas, sino del conflicto entre dos visiones
teológicas, representadas, respectivamente, por las Iglesias de Antioquía y de Alejandría. Una
de tradición oriental y otra, occidental.
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Transcribimos a continuación un pasaje de la carta de Cirilo a Nestorio, que asumió el
Concilio de Éfeso:
"Los naturalezas (humana y divina) se unen en verdadera unidad, y de ambas resulta un
solo Cristo e Hijo (...) Pues no nadó primero un hombre común de la Santa Virgen, y sobre él
descendió después el Verbo de Dios. Pero sí, unido desde el seno materno, se dice que se
sometió a nacimiento camal, como quien nace de la propia carne (...) De esta manera, (los santos
padres) no tuvieron recelo en llamar "Madre de Dios " a la Santa Virgen María" (Dz Illa).
El Concilio afirma así que "Dios es, según la verdad, el Emmanuel, y por eso la Santa
Virgen es madre de Dios, pues dio a luz carnalmente al Verbo de Dios hecho carne" (Dz 113).
La fórmula de la unión busca un consenso entre la visión de las Iglesias de Alejandría y
de Antioquía, el año 433, asumiendo la expresión de Éfeso con algunos matices:
Según la inteligencia de esta inconfundible unión (de la naturaleza humana y divina en
Jesucristo), confesamos que la Santa Virgen es madre de Dios, por el hecho de haberse
encarnado el Verbo de Dios y haberse hecho humano y por haber unido consigo, a partir de la
misma concepción, el templo que de ella tomó (Dz I42b).
El año 451, el Concilio de Calcedonia rescatará la contribución de Nestorio. Para evitar el
error de entender que María fuese la madre de la Trinidad, el Concilio dice que ella es "madre
de Dios según la humanidad", o sea, ella es madre del Hijo de Dios encarnado.
El dogma de la maternidad divina de María tiene una fuerte incidencia en la vida cristiana.
Teológicamente, preguntamos cómo es la relación de María con la Trinidad. Existencialmente,
tratamos de entender cómo se relaciona esta dimensión materna a la comunidad eclesial y a
cada ser humano. Finalmente, nos preguntamos qué tiene que decir María a las madres de
hoy.
108
En relación con Dios Padre, María es una hija predilecta. Fue agraciada con ternura por el
creador, que la modeló con especial cariño. Al mismo tiempo, María concreta, de forma
humana, la generación eterna del Hijo, que el Padre realiza en el seno de la Trinidad. Como
toda madre, ella es figura humana del amor creador de Dios Padre.
Con relación a Dios Hijo, María es madre, educadora, discípula y compañera. Su relación
con Jesús supera los lazos de familia. María es madre, pero su misión va más allá. Estuvo
junto a Jesús durante su vida terrena y, ahora, glorificada, sigue junto al Hijo resucitado, en la
comunión de los santos. Cuando se dice en algunos cantos que María es "madre del
creador", no se habla de Dios Padre, sino del Hijo de Dios, que participa también de la
creación (Jn 1,2s). María es madre de Dios-Hijo, hecho hombre en Jesucristo. No es la madre
de Dios Padre ni del Espíritu Santo.
María es una persona llena del Espíritu del Señor. Como perfecta discípula de Jesús,
acogió al Espíritu Santo, se hizo transparente a él. Se convirtió en templo vivo de Dios y se
transformó, por la gracia, en la madre del Mesías. Sólo la docilidad al Espíritu Santo explica la
maternidad biológica de María y su corazón tan abierto a Dios. Como dice san Agustín:
"Para María, haber sido discípula de Cristo fue más que ser su madre (...) Por eso también
María es bienaventurada, porque escuchó la palabra de Dios y la guardó; guardó más en la mente
la Verdad que en el seno la carne. Cristo es verdad, Cristo es carne: Cristo Verdad en la mente de
María, Cristo carne en el seno de María. Vale más lo que se lleva en la mente que lo que se lleva en
el vientre. El parentesco materno no habría ayudado en nada a María, si ella no hubiese llevado a
Cristo de modo más feliz en el corazón que en la carne".
Como miembro de la comunidad cristiana, María participa de Pentecostés (He 1, 13s y
2,1). El Espíritu, derramado sobre el Pueblo de Dios, es el fuego que nos calienta en la fe y en
el seguimiento de Jesús. María vive una especial intimidad con el Espíritu Santo, que la
fecundó para el nacimiento de Jesús y fecundó también a la comunidad en Pentecostés.
Algunos místicos llaman a María "esposa del Espíritu". Este título tan bello se ha de entender
en sentido metafórico, para expresar la intimidad mística de María con el Espíritu Santo.
109
Cuando nacemos, nos acoge la comunidad cristiana, que nos recibe como madre. La
Iglesia-madre genera nuevos hijos por la fe, por el bautismo y por el testimonio de luchar por
el Bien. Como madre, la comunidad nos nutre por medio de la oración, de la eucaristía y de
la vida fraterna. Cuántas veces, en los pequeños grupos, sentimos el regazo y el calor de
madre. La comunidad nos ayuda, nos escucha, nos valora, nos educa. En su seno tenemos
oportunidad 1 de crecer como seres humanos e hijos de Dios.
La "opción preferencial por los pobres" es una de las formas más claras que tiene la
Iglesia para mostrar que es madre. Ella se vuelve a sus hijos más necesitados, privados de
derechos tan elementales como la comida, el salario, la vivienda, la salud y el reconocimiento.
La opción por los pobres nace de un amor maternal, aunque muchas veces tenga que
adoptar posiciones políticas para realizar un servicio eficaz en la superación de las causas
de la pobreza.
Con relación a la naturaleza, a los otros seres creados, tenemos una relación materna,
filial, fraterna y señorial, de muchas maneras. En primer lugar, la Tierra es nuestra madre,
como nos recuerdan los pueblos indígenas. Del suelo, de las plantas y de los animales
nos viene el sustento. Somos hijos de la tierra y del agua.
La vida se mantiene en el planeta gracias a un delicado y complejo equilibrio de seres.
Agua, aire, microorganismos, insectos, plantas, pájaros, peces, mamíferos y tantos otros
seres creados comparten con nosotros el "tejido de la vida". Más todavía, ellos nos
anteceden, preparan y garantizan la viabilidad de nuestra existencia, nos envuelven y
protegen como madres, hermanos y hermanas.
Por otro lado, el ser humano interviene incisivamente en el medio ambiente y lo
modifica, en la medida que hace cultura y crea civilización. Por considerarse "señor de la
naturaleza", actúa muchas veces equivocadamente, como la mala madrastra en un cuento
de hadas. Sin conciencia del resultado de sus actos, promueve la destrucción del ciclo de
la vida. Por eso, es cada día más urgente rescatar nuestra dimensión materna y fraterna
con relación al ciclo de la vida y del ambiente. Implica superar la visión utilitarista de las
cosas y promover un desarrollo sustentable, para que el planeta y la humanidad tengan un
futuro viable.
En el siglo IV, san Ambrosio decía que cada cristiano es como María, porque da a luz a
Cristo en su alma, en su corazón. Hoy, en una sociedad tan marcada por la violencia, por el
egoísmo, por la dureza en las relaciones humanas, por la destrucción del medio ambiente,
necesitamos desarrollar actitudes maternales, unos para con otros y con todos los seres.
Cuanto más cultivemos la ternura, la intuición, el cuidado, la acogida, el celo por la vida
amenazada, realizaremos más y mejor nuestra dimensión materna. Esto es válido para
hombres y mujeres. Y María, nuestra madre, nos ayudará en esta tarea.
110
2.4. La dimensión existencial de María Madre
Oración
Gradas, María, madre de Jesús, nuestro Señor y salvador.
Te agradecemos que hayas enseñado a caminar a Jesús,
a hablar y, especialmente, a amar.
Tú, madre y educadora del Hijo de Dios encarnado, Jesús de Nazaret.
Tu mirada amorosa de madre, tu sonrisa,
tu regazo y tu presencia de calidad
marcaron la personalidad y la misión de Jesús.
115
Gracias, porque también aprendiste a ser madre, amando sin reservas a tu Hijo.
Enséñanos a vivir los rasgos de la maternidad como el afecto la ternura, el cuidado y la
intuición. Amén.
Resumen
Fe y vida
1. En resumen, y con sus propias palabras, ¿cuáles son las dimensiones
teológica, antropológica y existencial de la maternidad divina de María?
2. ¿Con qué actitudes y gestos ejerce usted la dimensión materna de su
existencia?
3. ¿Cómo cambia una nueva visión sobre María nuestro discurso pastoral sobre
las mujeres y las madres?
Bibliografía
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SÓLL, G., Stor/o dei dogmi mariani, LAS, Roma, 1981, pp. 108-113, 152-164.
117
3. EL DOGMA DE LA VIRGINIDAD DE MARÍA
El dogma de la virginidad de María suscita hoy mucha polémica. Para une que consideran
la sexualidad como una dimensión importante de su existencia, suena como si la Iglesia
hubiese creado el dogma para mantener la represión sexual. Varios investigadores de la
historia y de la antropología mostrado que la imagen de la Virgen María se ha usado como
modelo ideal de la mujer en la sociedad patriarcal y sexista: la madre, confinada al espacio del
hogar y dedicada únicamente a satisfacer a los hijos; y la virgen, sin deseo sexual. Otros
cuestionan: "María madre y virgen" se ha convertido en un i lo inalcanzable para las mujeres
concretas, pues ninguna otra mujer consigue reunir al mismo tiempo las dos características.
Algunos laicos adoptan una postura de indiferencia ante este dogma. Afirman que su fe no
cambiaría nada si María hubiese permanecido virgen o si hubiese sido una esposa normal,
importante es su valor, su fe y su entrega a Dios.
Las dudas sobre el dogma de la virginidad afloran en el ambiente científico de la
modernidad. Para la medicina y la biología, es inexplicable. ¿Cómo puede una mujer dar a luz
un hijo sin la presencia de espermatozoides? ¿Cómo sigue siendo virgen después del parto?
La teología moderna ha descubierto que I "verdad" está sobre todo en el mensaje, en el
sentido y mucho menos en hechos, en la descripción literal de un acontecimiento. Para
transmitir una» experiencia de fe, el escritor bíblico, inspirado por el Espíritu Santo, se sirve de
varios géneros literarios. Usa formas de escribir propias de su tiempo y de la cultura. Ahora
bien, en los relatos de la infancia de Mateo y de Lucas, que i dan informaciones sobre la
virginidad de María, la intención teológica pre mina sobre los hechos reales. Muchos
estudiosos de la Biblia preguntan, este contexto, si la concepción virginal de Jesús aconteció
realmente o si trata de una imagen para decir que el nacimiento de Jesús es un regalo de Dios
a la humanidad.
La "virginidad perpetua de María" presenta problemas en el diálogo otras Iglesias
cristianas. Muchas Iglesias evangélicas aceptan la concepción virginal como está en los
evangelios. Pero sostienen que María tuvo otros hijos con José.
a) La concepción virginal
La concepción virginal no es un tema tranquilo entre los biblistas. Básicamente, existen
hoy tres corrientes de pensamiento, cuando relacionan el hecho y su interpretación. La primera
considera que la concepción virginal es un acontecimiento innegable, porque dan testimonio de
él dos evangelistas, que se diferencian en muchos aspectos en los relatos de la infancia, pero
están de acuerdo en este punto. La segunda, siguiendo la línea de la desmitologización de
Bultmann, considera que la virginidad de María no es un hecho histórico, sino sólo una
metáfora. Carece de fiabilidad histórica. En la mejor de las hipótesis, hemos de quedarnos
únicamente con el mensaje, pues no sabemos lo que sucedió realmente. Además, parecería
más coherente con la realidad de la encarnación del hijo de Dios una concepción a partir de
una relación sexual normal de una pareja.
La tercera corriente, con la que nos identificamos, considera la concepción virginal un
símbolo real. O sea, es hecho, pero transciende a sí mismo, con un significado más profundo.
Según esta corriente, el mensaje central de la concepción virginal no es de naturaleza sexual,
sino cristológica.
Debemos limpiar el dogma de la concepción virginal de ese carácter rancio con que ha
recorrido los siglos. Es falsa una previa asociación de la virginidad de María con su santidad,
como si una posible vida sexual de María con José significase pérdida de la gracia o de la
pureza. En principio, no hay un nexo necesario entre ser madre del Hijo de Dios y la virginidad.
Decisiva para la santidad y la maternidad de María es su fe como opción radical de entrega a
Jesús y al Reino.
La concepción virginal quiere decirnos que la encarnación de Jesús es una nueva creación
de Dios, un presente divino a la humanidad. No devalora las relaciones sexuales normales entre
esposos que se aman y construyen un proyecto de vida en común, sino que anuncia la radical
novedad del amor de Dios cuando trae a su hijo a este mundo nuestro. Dios podría haber
realizado la encarnación de Jesús a partir de una relación sexual normal entre José y María.
Esto no disminuiría en nada la divinidad de Jesús ni la santidad de su madre. Pero aconteció
de forma diferente, por pura gracia e iniciativa de Dios, con la respuesta humana y con la
participación de María.
119
Mateo y Lucas coinciden al hablar de la concepción virginal. Según ellos, no es José quien
fecunda a María (Mt 1, 16.18-25; Le 1,31.34s; 3,23). Jesús es concebido realmente (Mt I 1,20;
Le 1,35) por la acción del Espíritu Santo. No se trata, sin embargo, de una relación sexual de
una virgen con una divinidad masculina que sustituya al hombre, como acontece en los mitos
de algunas culturas o religiones. María es el único origen humano de Jesús, como virgen que
convierte en madre (Mt 1, 16-25; Le 1,27.35).
Aunque tengan muchos elementos simbólicos, los evangelios de la infancia de Jesús (Mt
11 -2 y Le I -2) no son leyendas o mitos, sino una reflexión que parte de acontecimientos
verdaderos. La concepción virginal no es una invención piadosa, sino algo real en lo que cree
la comunidad cristiana. No hay problema en conciliar la concepción virginal con la humanidad
real de Jesús El Hijo de Dios encarnado pasa de la condición divina a la condición huma (Fl
2,6-9) después de ser concebido por el Espíritu Santo. La concepción virginal es la puerta de
entrada de su humanidad, como la resurrección es la puerta de salida, de reencuentro pleno
con el Padre.
c) La virginidad en el parto
Esta es la parte del dogma que más necesita de interpretación metafórica, porque
enredarse en cuestiones biológicas contribuye muy poco a nuestra fe. Es imposible explicar
con detalles lo que aconteció con el cuerpo de María en el momento del parto. No sabemos en
qué consistió la acción gratuita de Dios en el nacimiento de Jesús. Los padres y madres de la
Iglesia de los primeros siglos no cayeron en la trampa de buscar explicaciones
"ginecológicas", sino que usaron siempre imágenes para dejar lugar al misterio de Dios
La virginidad en el parto se apoyó en el apócrifo Proto-evangelio de Santiago, escrito hacia el
año 150. Se trata de un texto gnóstico, que devalora la corporeidad y niega el nacimiento real
de Jesús. Según el texto, María fue llevada al templo a los tres años, donde vivió con otras
vírgenes. Cuando llegó a los doce, para no manchar el templo con sangre, por su primera
menstruación, María es entregada a un viudo. Por un milagro, el indicado es José. De su vara
sale una paloma, que se posa sobre su cabeza. Más tarde, María concibe por obra del
Espíritu Santo.
La gravidez se hace notoria. José y María son llevados al tribunal, pero son absueltos y
quedan libres milagrosamente. En el momento del parto, José busca una partera. Cuando
vuelve con ella, ve sólo una luz y al hijo recién nacido. La partera cuenta a Salomé que vio un
parto virginal. Pero no le cree: "ver para creer". Al hacer una prueba, toca los genitales de
María, y se seca su dedo. Ella da un grito y pide perdón. El dedo recupera su condición normal.
Se ve que es un relato lleno de elementos mitológicos, de mentalidad mágica. Otros apócrifos
del siglo II hablan también de la virginidad y del parto sin dolor. Quieren comunicar por medio
de imágenes que María superó la maldición del pecado de Eva, no sufriendo dolores de parto
(Gen 3,16).
San Agustín afirma que la virginidad no se limita a las marcas en el cuerpo, sino que tiene
que ver con la opción de las personas. En cierta ocasión, algunas vírgenes consagradas fueron
violentadas sexualmente por un grupo de bárbaros. Y preguntaron a Agustín en qué situación
quedaban. El santo respondió que seguían siendo vírgenes, siempre y cuando fuese su deseo
consagrase a Dios de esa manera.
122
La "virginidad en el parto" tiene una gran fuerza simbólica. En el libro del Génesis, 3,16, se
dice que una de las marcas del pecado en el mundo es el dolor de parto y el dominio del
hombre sobre la mujer. La interpretación meta-fórico-simbólica del dogma nos dice que, en el
nacimiento de Jesús, esa maldición quedó cancelada. Él es el nuevo ser humano que nos abre
un camino original, repleto de bendiciones, en el que serán superadas la dominación y el
dolor, comenzado por el nacimiento.
Oración
María, tierra virgen, toda abierta y disponible para Dios.
Guíanos a todos, hombres y mujeres,
solteros, enamorados, casados y célibes,
en la tarea de hacer de nuestro cuerpo templo de Dios,
manifestación carnal de la divinidad.
Danos un corazón generoso y creativo, que, como tierra virgen,
acoge y hace germinar las semillas de Dios. Amén.
124
Fe y vida
1. Resumiendo y con sus palabras, ¿cuáles son los tres componentes del dogma de
la virginidad de María? Ordénelos según su importancia teológica?
2. Releyendo el texto sobre el sentido actual del dogma, ¿qué le inspira para su vida
cristiana?
3. ¿Qué cuestionamientos suscita el dogma de la virginidad en la práctica pastoral?
¿Cómo responderlos a la luz de nuestro estudio?
Bibliografía
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1978, Estudios Marianos XLII, pp. 13-109.
Capítulo VIl
Los dos últimos dogmas marianos, la Inmaculada/ la Asunción, presentan algunas dificultades
comunes. Se cuestiona su legitimidad, porque carecen de bases bíblicas directas y porque no
responden a cuestiones centrales de la identidad de la fe cristiana, como sucede con la
mayoría de los dogmas, y por no haberse decidido en concilios ecuménicos. Muchos
preguntan por su conveniencia. ¿Para qué estos dogmas, si el cristianismo vivió tan bien sin
ellos durante dieciocho siglos? ¿Por qué sobrecargar a la Iglesia con más dogmas,
dificultando así el diálogo ecuménico? Además, los dogmas de la Inmaculada y de la Asunción
se formularon con una mentalidad mariana triunfalista. Se usaron los llamados argumentos de
conveniencia: Dios pudo hacer algo especial en María. Convenía que Dios lo hiciera. Luego lo
hizo. Pero esta lógica es hoy cuestionable.
De hecho, las circunstancias de la definición de estos dogmas no fueron las más
ventajosas: olvido de la Biblia, ausencia de diálogo con el mundo moderno, centralización del
poder de la Iglesia en Roma, dogmatismo. Pero, a pesar de todo, confirmaron lo que ya
aceptaba buena parte del pueblo católico y la devoción popular había expresado en el
transcurso de los siglos. Hoy es imposible dar marcha atrás. En honor a la verdad, el
cristianismo hubiera podido vivir muy bien, como de hecho vivió dieciocho siglos, sin estos
dogmas, porque no son esenciales para nuestra fe. Sin embargo, estamos llamados a reinter-
pretar los dogmas de la Inmaculada Concepción y de la Asunción, con la mirada puesta en
nuestra experiencia cristiana y el mundo contemporáneo.
Este dogma parece de fácil aceptación, porque sentimos que María es una persona
totalmente iluminada por Dios, el templo humano donde no entra el pecado y habita la gracia.
Mucho antes de ser dogma, el pueblo rendía culto a la Inmaculada Concepción. En América
Latina abundan las imágenes barrocas
127
de la Virgen de la Concepción, provenientes de Portugal y de España en tiempos de la colonia.
En algunos lugares, la imagen de María es sencillamente la "imagen de la santa". El pueblo
intuye, sin haber estudiado teología, que María es toda santa, toda de Dios.
Pero el dogma de la Inmaculada presenta dificultades y malentendidos. Muchos piensan que
María Inmaculada nació y vivió tan santa, que no pasó por las dudas, por las crisis y
dificultades de todos los seres humanos. Sería una santa que, nacida ya perfecta, no
necesitaba crecer. Y entre los católicos surgen preguntas como éstas: ¿si María nació sin
pecado, tiene algún mérito su vida? ¿No fue más fácil para ella servir a Dios que para
nosotros, pecadores y pecadoras, que tenemos que luchar duramente contra nuestras fuerzas
negativas? ¿Por qué recibió ella este privilegio? ¿No sería mejor que ella fuese un ser
humano normal? De esta manera, podría ser un modelo inspirador más cercano para hombres
y mujeres, ya que por ser inalcanzable no es eficaz.
Para las Iglesias tradicionales de la Reforma protestante, el dogma de la Inmaculada
Concepción hiere los principios cristianos de que todos somos pecadores y necesitamos la
gracia salvadora de Dios en Jesucristo. Además, no es un dogma definido por ningún concilio
ecuménico, sino por el papa. Estas Iglesias preguntan cuál es su autoridad para obligar a todos
a creer en algo que no está en la Biblia. Otros evangélicos, apoyados en el texto de san Pablo
que dice: "todos pecaron" (Rom 3,23), afirman que el dogma va contra la Biblia. La cuestión no
es fácil. ¿Cuál es, entonces, el mensaje positivo de la Inmaculada Concepción?
a) Horizonte bíblico
No hay un texto bíblico que afirme claramente la Inmaculada Concepción. En Lc 1,28, en el
saludo del ángel, se dice solamente que María es especialmente agraciada por Dios (en
griego: kecharitoméne), llena de gracia. En Gen 3,15 se promete que la descendencia de la
mujer aplastará la cabeza de la serpiente. Como ya hemos visto, no es un texto mariano, sino
una esperanza dirigida a toda la humanidad.
Podemos encontraren la Biblia un horizonte de comprensión, que nos ayudará a situar el
dogma posterior. Serían los textos siguientes:
• (...) "Dios nos eligió en Cristo antes de la creación del mundo, para que fuéramos su
pueblo y nos mantuviéramos sin mancha en su presencia" (Ef 1,4);
• "Antes de formarte en el vientre de tu madre, te conocí (...) yo te consagré" (...) (Jr
1,5);
128
• "El Señor me llamó desde el seno materno" (Is 49,1: cántico del Siervo);
• El triunfo de la gracia, en Jesucristo, en comparación con Adán (Rom 5).
¿Cómo se llegó a esta definición dogmática? Hagamos una síntesis histórica.
130
tuviéramos sin mancha en su presencia" (Ef 1,4). Cada criatura que viene a este mundo nace
con una bendición de Dios. El Señor nos crea para ser felices y colaborar en la felicidad de los
demás.
Nadie nace perfecto. Cada uno se desarrolla con el tiempo y se constituye como persona
en el curso de su existencia. Aprende a amar y a ser amado, recibe la fe de otros y la asume
como suya. ¿Ha pensado usted qué fascinante es ser siempre, hasta la hora de la muerte,
"aprendices del arte de vivir"? Desde este punto de vista, podemos entender que somos
limitados en el tiempo y en el espacio, que estamos condicionados por la cultura en la que
nacemos y vivimos. Y que, en este proceso de aprender de la vida, hasta los mismos errores
tienen su importancia. Muchas limitaciones se convierten en oportunidades de superación y
crecimiento.
Ya en el seno materno, el ser humano recibe, en distintas dosis, amor y desamor, acogida y
rechazo, afecto y violencia. Todos somos solidarios en el bien y en el mal. Nadie comienza su
vida desde la nada. Por la fe, reconocemos que somos parte de un gran proyecto amoroso de
Dios, que estamos marcados por su gracia y por la corriente positiva de su amor, de bondad,
afecta, de tantos seres humanos que existieron antes de nosotros. Pero en el mundo también
hay violencia, mentira y maldad, que contagian a cada persona que nace. Al empezar a
existir, estamos ya bajo la acción de fuerzas positivas y negativas, de vida y de destrucción, e
interactuamos con ellas.
Hay algo en nuestra historia personal, comunitaria y planetaria que perjudica los bellos
proyectos del Señor. No viene de Dios y es difícil localizar su origen. Lo llamamos "misterio
del mal y de la iniquidad". Se extiende a toda la humanidad y repercute en cada persona,
pues estamos llamados a evolucionar con el Universo, pero muchas veces frenamos ese
proceso y nos negamos a crecer.
Cada ser humano abriga muchos deseos, tendencias e impulsos. Son buenos si están
integrados en un proyecto de vida. Por ejemplo, cada uno de nosotros necesita creer en sí
mismo y ejercitar su libertad, para ser aceptado y respetado por los demás. Ésta es la forma
básica del poder. La persona débil e impotente contribuye poco en las relaciones. Por otro
lado, el poder es peligroso. Un padre autoritario puede dejar muchas heridas en sus hijos. Un
político poderoso y corrupto perjudica a la nación y contribuye a aumentar la exclusión social.
Otro ejemplo: todo ser humano busca placer en la relación, en la comida, en la diversión. Una
de las formas más intensas de placer es la sexual. La relación entre hombre y mujer es bella, y
la quiere Dios. Pero el sexo desequilibrado, sin afecto ni respeto, produce individualismo y
violencia. Un ejemplo más: nos gusta vestir bien, tener cosas para usarlas, de manera que
131
hagan la vida más práctica. Sin embargo, cuando ese deseo desordenado degenera en
consumismo, crea personas dependientes y apegadas a lo materia que arruina la vida por
querer comprar todo lo que encuentran.
Sentimos dificultad de integrar nuestros deseos e impulsos, para porteril al servicio de un
proyecto de vida. Los impulsos desordenados de poder, tener, de placer y tantos otros
arrastran a la persona y pueden apartarla Dios. La teología ha llamado esta división interna
"concupiscencia" Tiene dimensiones individuales, colectivas y culturales. Sabemos que
nuestra libertad está comprometida por el pecado y necesita liberarse. San Pablo recuerda
esta división interna que vivimos, porque muchas veces queremos hacer el bien, pero
hacemos el mal que no deseamos (Rom 7,14-24). Somos seres fragmentados. Pero, a pesar
de todo, creemos en la victoria de la gracia de Jesucristo, que nos libera de todas las cadenas
(Rom 5; y 8,1 -4). La "gracia original de Dios, que nos crea y nos salva, es más fuerte que el
pecado original, y ayuda a superar nuestros pecados y fallos.
El "pecado original" no es un pecado en sentido estricto, sino en sentido analógico. Es
decir, no es un acto cometido libremente contra Dios y su Reír relacionado con la orientación
fundamental y las actitudes de la persona esta expresión, reconocemos que existe una
ausencia de mediación de en cada uno de nosotros y en nuestras relaciones. El pecado
original no forma parte de la esencia del ser humano, sino de nuestra actual condición
humana que sufre la acción del misterio del mal y de la iniquidad. Que el ser humano sea
limitado y aprendiz, pertenece a su esencia creatural. Que él se deje arrastrar por el mal y se
niegue a crecer en el bien constituye una paradoja de su condición actual.
El dogma de la Inmaculada Concepción afirma que el secreto de María perfecta discípula
de Jesús, que respondió a Dios de manera total, tiene su raíz en la gracia. Ella recibe del
Señor un don especial. Nace más integrada que nosotros, con mayor capacidad de ser libre
y acoger la propuesta divina. El hecho de que María sea inmaculada no la exime de la
necesidad de crecer en porque esto es parte de su situación de ser humano, que necesita
aprender y evolucionar. Hay momentos en que ella no entiende el sentido pleno los hechos
y de las palabras (Le 2,49-50). Y a lo largo de su vida, Jesús la sorprende muchas veces (Me
3,31-35). Sin embargo, a diferencia de nosotros, María recorre un camino siempre positivo,
sin falsas desviaciones o atolladeros. María realiza su vocación por el camino humano de la
fe, entre crisis y dificultades. Ella tuvo que hacer también correcciones de ruta en su vida.
Experimentó procesos de conversión y cambio. No del mal al bien, sino del bien a un bien
mayor.
132
María fue pre-redimida por el Verbo de Dios. Recibió su gracia salvadora con una
intensidad mayor que nosotros, y esto le dio fuerzas para integrar tendencias e impulsos. Así
conquistó una entereza admirable. Desarrolló mejor su misión de perfecta discípula,
educadora y madre del Mesías. Con mayor libertad interior, María desarrolló profundamente
sus cualidades humanas y espirituales y se hizo una criatura santa, no fragmentada, dueña
de sí misma, abierta a Dios. Sin embargo, el hecho de ser inmaculada no la hace menos hu-
mana. Al contrario, realiza la utopía de la "nueva humanidad", la del ser hu mano
evolucionado espiritualmente. Pero la imagen de María inmaculada necesita completarse con
la de peregrina en la fe.
Para algunos cristianos, que experimentan la fragmentación, la fuerza del mal que los
domina, la reincidencia en el pecado, la inconstancia en la fe, puede ser que María Inmaculada
no sea un modelo operativo cercano. En este caso, pueden recurrir al ejemplo de otros
santos que, transitando caminos tenebrosos, han hecho esfuerzos enormes de conversión y
han experimentado un cambio radical de vida. Para ellos, María Inmaculada no es el punto de
partida, sino de llegada, pues el Dios que crea de la nada, recrea también a partir del caos y
de las tinieblas.
María Inmaculada subvierte nuestro concepto de "privilegio". Una persona especialmente
dotada, de belleza deslumbrante, con una inteligencia envidiable, saber conquistado, poder o
fama, tiende a distanciarse de los demás, a subestimarlos y a mirarse orgullosamente. El
privilegiado se vuelve narcisista: "Espejo mío, ¿existe alguien mejor que yo?" María, por el
contrario, nos enseña que todo lo que recibimos es don y se destina a ampliar la red del Bien, a
extender el Reino de Dios sobre la tierra. El singular privilegio de la inmaculada concepción
es un don especial, al que María respondió con mayor intensidad todavía, poniéndolo al
servicio de Jesús y de la humanidad. Todo lo que somos, tenemos y conquistamos de especial
debe contribuir a la construcción del "tejido de la vida", en la que todos los seres están
íntimamente relacionados y son interdependientes.
Oración
Gracias, Señor, por habernos dado o María Inmaculada.
Mirándola, sentimos la alegría de ver a una mujer de nuestra raza,
humana y limitada como nosotros, pero desbordante de gracia.
Mira, Señor, a la humanidad manchada por la violencia y el consumismo,
por la pobreza, por la falta de sentido para vivir.
Danos la gracia de integrar nuestros deseos, impulsos, tendencias y afectos.
Libera nuestra libertad.
Acógenos, como somos, santos y pecadores,
y haznos humildes en el servicio de la Buena Nueva, como María. Amén.
2. EL DOGMA DE LA ASUNCIÓN
La Biblia no dice nada sobre el final de la vida de María. Según el evangelista Juan, en la
cruz fue adoptada como madre por la comunidad (jn 19,27). Lucas nos dice que estaba con el
grupo que se preparaba para la venida de Espíritu Santo en Pentecostés (He 1, 13s y 2,1).
María está al servicio de la comunidad
135
cristiana como madre. Pero la Biblia no nos da detalles de dónde vivió sus últimos días en la
tierra, cuándo y a qué edad murió.
En los primeros siglos, los cristianos tuvieron mucho cuidado de guardar los restos
mortales de los santos, especialmente de los apóstoles y mártires. Pero no hay ninguna
noticia sobre el cuerpo de María. En el siglo IV ya se encuentran noticias de la fiesta
devocional de la "Dormición de Nuestra Señora" y del sepulcro vacío, en una capilla de
Jerusalén.
Los padres y madres de la Iglesia llegan a hablar de la "glorificación de María" o
"exaltación de María". Según san Efrén (siglos IV-V), el cuerpo virginal de María no sufrió la
corrupción después de la muerte. Para Epifanio (siglos V-VI), María debe poseer ya en su
carne el Reino de los Cielos. Reconoce que la Escritura no se refiere a este tema, y que habría
muchas posibilidades: el martirio (asociado con la imagen de la espada en Lc 2,35), la simple
muerte o que "ella haya permanecido en vida, ya que para Dios no hay nada imposible". Pero,
"nadie sabe cuál haya sido el fin terreno de la madre de Dios".
En el siglo VI se empieza a difundir en Oriente la fiesta litúrgica del tránsito o dormición de
María, fijada para el 15 de agosto por el emperador Mauricio. Pasa a Roma en el siglo Vil, con
el Papa Sergio I. En la Iglesia copta, la celebración de la muerte y resurrección de María es el
16 de enero y el 9 de agosto. Poco a poco, el tema de la Dormición (koímesis) se va
sustituyendo por el de la Asunción (análempsis). Así, en el siglo VIII, con el crecimiento de la
devoción mariana, surge la fiesta de la Asunción de María, en Francia e Inglaterra.
En este contexto devocional se escriben los apócrifos sobre el "Tránsito de María" al cielo,
del Pseudo-Melitón de Sardes. Según este escrito, dos años después de la muerte y
resurrección de Jesús, María empieza a llorar en su cuarto, en casa de sus padres, situada en
el Monte de los Olivos. Un ángel le trae del Paraíso un ramo de palma como signo de la
muerte venidera. María teme que el alma, al salir del cuerpo, se encuentre con el príncipe de
las tinieblas. Entonces la palma se vuelve resplandeciente. Acto seguido, los apóstoles todos,
que andaban por el mundo anunciando el Evangelio, son transportados en una nube y dejados,
cada uno, delante de la puerta de la casa de María, donde, juntos, pasan tres días en oración
con ella.
Después, Jesús viene con una gran multitud de ángeles, que entonan himnos de alabanza.
Mientras Jesús conversa con María, ella, dando gracias a Dios, entrega su espíritu. Los
apóstoles ven que su alma irradia tal claridad "que supera la blancura de la nieve, de la plata,
de todos los metales". Jesús entrega el alma de María a los ángeles Miguel y Gabriel. Tres
vírgenes reciben su cuerpo para llevarlo al funeral. Mientras le quitan el vestido, el cuerpo
resplandece de luz y belleza. Se esparce un agradable olor de perfume incomparable.
136
Después de una procesión de quince mil personas, los apóstoles sepultan a María en el
valle de Josafat, en un sepulcro nuevo. Aparece de nuevo Jesús, lleno de resplandor y
rodeado de ángeles. Pedro le pide: "Resucita el cuerpo de María y llévalo contigo al cielo, del
mismo modo que tú, vencida la muerte, reinas en la gloria". Jesús manda a Gabriel que traiga
el alma de María. Miguel corre la piedra de la puerta del sepulcro. Y Jesús dice: "Sal, amiga
mía. Tú que no aceptaste la corrupción de la relación carnal, no sufrirás la disolución del
cuerpo en el sepulcro." Y resucita a María del sepulcro. Después la besa y se retira, entre-
gando su alma a los ángeles, que la llevan al Paraíso.
Durante muchos siglos, el pueblo cristiano celebraba, en la devoción popular, que María
estaba junto a Cristo, toda glorificada, pero no había consenso sobre lo que habría pasado
con ella al final de su vida. Después de la definición del dogma de la Inmaculada Concepción,
hubo otro fuerte movimiento María no para que la Asunción de María se definiera como dogma
de fe. Y esto aconteció el año 1950, con el Papa Pío XII. Pero la bula papal Munifícentissimus
Deus no entra en detalles sobre si María murió o no. Aunque haga alusión a textos bíblicos,
está calcada en argumentos de conveniencia. La gran razón teológica es que María, la madre
de Dios, está estrechamente unida a su Hijo y participa de su destino. Unión física y moral,
hasta el punto de ser copartícipe en la obra redentora de Cristo. Como la resurrección fue el
epílogo de la salvación realizada por Cristo, así también era conveniente la participación de
María por medio de la glorificación de su cuerpo virginal. La definición dogmática dice:
"Definimos que es dogma de fe divinamente revelado: que la inmaculada
Madre de Dios, siempre Virgen María, cumplido el curso de su vida terrena,
fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial".
137
Platón, y la teoría hilemórfica, de Avicebrón, inspirada en Aristóteles y leída por santo Tomas
de Aquino y los escolásticos. Se trata de una visión sobre el ser humano y su destino, que ha
influido en nuestra manera de pensar, cuyo resumen sería el siguiente:
• El ser humano tiene cuerpo y alma, como materia y forma. El alma es el
principio de determinación que califica al cuerpo. El alma es inmortal.
• Al final de la vida, el cuerpo muere y se separa del alma, temporalmente. El
alma, en la que reside su identidad, va a encontrarse con Dios en e\ juicio
particular. Allí se presenta todo lo que la persona hizo en esta vida, malo y
bueno. Si ella está bien con Dios, si murió en estado de gracia, el alma gozará
de las alegrías eternas del cielo. Si necesita un tiempo de purificación, pasará
por el purgatorio. Y si murió en pecado grave, irá a padecer en el fuego del
infierno.
• En la gloria celestial están la Santísima Trinidad, los ángeles (que no tienen
cuerpo) y todas las almas de los santos, que interceden por nosotros. Sólo
Jesús, que resucitó, está en el cielo en cuerpo y alma.
• Al final de los tiempos, Jesús volverá por segunda vez, con gloria y poder. Será
la parusía. Los muertos resucitarán. El alma volverá a unirse con el cuerpo.
Pero cada quien recibirá un cuerpo transformado, según el veredicto dado en el
juicio particular. Los justos, que están en el cielo, recibirán su cuerpo,
transparente, leve, iluminado. Los pecadores, que están en el infierno, tendrán
también un cuerpo, refractario, pesado, sin luz, apropiado a su estado.
• Entonces, tendrá lugar e\ juicio final, en el que Dios pronunciará su palabra
definitiva sobre la historia y sobre los pueblos de la tierra.
Esta manera de pensar es "dual" y "espacio-temporal". Concibe al ser humano en dos
dimensiones, cuerpo y alma, vida terrena y vida eterna. Se imagina la eternidad con las
mismas categorías de tiempo y espacio que tenemos aquí. El cielo es un lugar, el purgatorio
acontece en un tiempo cronológico. El "Libro del Tránsito", un apócrifo, se basa en esta visión.
A la hora de la muerte, los ángeles reciben el alma de María y, mucho después, Jesús
resucita su cuerpo.
En este horizonte fue proclamado el dogma de la Asunción. Afirma que María, a diferencia
de nosotros, no tuvo que esperar el fin de los tiempos para recibir un cuerpo glorificado.
Después de su vida terrena, ella está con Dios con
138
su cuerpo transformado, lleno de gracia y de luz. Dios anticipó en ella lo que va a dar a todas
las personas de bien, al final de los tiempos.
Hoy, hay otras maneras de entender la resurrección de los muertos. La principal de ellas
es la escatología plural y unitaria. He aquí un resumen:
• El ser humano es una unidad plural de muchas dimensiones, como materia y
energía, individuo y comunidad, pulsión y conciencia, cuerpo y espíritu. Cuando
la persona muere, su cuerpo finito y degradable se descompone y es asimilado
por microorganismos. Pero, por gracia de Dios, la persona entera es resucitada.
• A la hora de la muerte, la persona pasa a otra etapa de existencia, transfigurada,
que supera nuestros limitados esquemas de espacio geográfico y tiempo
cronológico. En este encuentro misericordioso con Dios ella ve toda su vida. Es
también un juicio salvador, oferta de gracia, que tiene relación con su creci-
miento espiritual en la existencia terrena.
• La resurrección de los muertos es simultánea al juicio particular, porque en la
muerte, la persona es resucitada por Dios. No es necesario esperar un momento
posterior, al final de la historia, para que el cuerpo se una nuevamente con el
alma.
• De la misma manera, el juicio universal y la parusía empiezan ya a acontecer
para aquellas personas que han pasado de esta vida a la eterna. Pero habrá
una consumación final, para toda la humanidad, cuando Dios "sea todo en
todos".
Según esta concepción, el dogma de la Asunción anuncia simplemente que María tiene un
lugar especial en la comunión de los santos, como una confirmación de Dios de su opción por
la vida. Se entiende también que la corporeidad de María recibió una bendición especial del
Señor. María, la primera discípula, se transforma en la "primera resucitada" (no en el orden
temporal) después de Jesús.
No podemos entender la Asunción literalmente, como si María subiese al cielo con el
cuerpo que tenía aquí en la tierra, con huesos, piel, carne y sangre. El cuerpo de Jesús
resucitado y el de María no son como el de Lázaro () n 11,43-44) o el del hijo de la viuda de
Naín (Le 7,13-15). Estas personas, más pronto o más tarde, volvieron a morir y sus cuerpos se
degradaron. El cuerpo de María, por el contrario, fue transformado y asumido por Dios,
aunque no sepamos detalles. Independientemente de la visión escatológica adoptada, es
importante creer que María ya está glorificada con Dios. Ya está viviendo lo que Dios tiene
prometido a todo ser humano: participar del banquete de la vida, llevando consigo el amor y
sus frutos, cultivados en esta existencia.
139
Hemos de entender la Asunción de María relacionada con la resurrección de Jesús. San
Pablo nos dice que Jesús es el primer resucitado (Col 1,18; Rom 15,20-22) y que nosotros le
seguiremos. Los relatos evangélicos sobre la resurrección muestran que Cristo resucitado es
el mismo Jesús, porque los discípulos pueden comer con él y tocarlo (Jn 20,27). Pero el
cuerpo del Resucitado es completamente diferente del nuestro. Las personas sólo pueden
reconocer a Jesús si tienen fe en él (Jn 20,14-16). Ni siquiera sus discípulos lo identifican a
primera vista (Le 24,13-16). Jesús no es ningún fantasma, sino que entra en la casa de los
discípulos a puertas cerradas (Jn 20,19). ¿Cómo puede seguir siendo el mismo y ser tan
diferente? Ésta es una de las novedades de la resurrección. Es una forma de vida
completamente nueva, que supera nuestra imaginación.
Creemos que María está con Jesús, totalmente glorificada. Dios asumió y transformó toda
su historia, sus acciones y su cuerpo. Y como ella está en la gloria de Dios y de los santos,
sigue cerca de nosotros y nos ayuda como madre amorosa y compañera en la fe.
140
luchar por el bien, por la verdad y por la justicia. Aunque la incomprensión y el fracaso sean
aparentemente más fuertes, creemos en la fuerza de Dios, en el poder de Jesucristo
resucitado. Él inaugura para nosotros el "cielo nuevo y la nueva tierra", donde María está ya
con los santos. Jesús está allí muy cerca de nosotros. Enjuga las lágrimas de nuestros ojos.
No hay ni muerte ni sufrimiento. El Señor hace nuevas todas las cosas, y nos concede,
gratuitamente, la fuente del agua de la vida (Ap 21,1 -7).
Jesús nos da ya en esta vida un poco de lo que nos promete para después de la muerte.
¿Nos imaginamos qué es experimentar la sensación de sentirnos ligeros, alegres, en
sintonía con Dios y con los hermanos, como si voláramos subiendo al cielo? Sentimos que
Dios nos coge de la mano y nos eleva. Es un trasunto de la experiencia de la Asunción.
La Asunción de María es el resultado de su peregrinación por este mundo. Cada vez que
ella daba nuevos pasos para seguir a Jesús y buscar la voluntad de Dios, el Señor iba
asumiendo y transformando su persona. En la vida de fe, cada paso que damos, es un don de
Dios, que nos acoge, nos asume y transforma.
Oración
Groe/os, María, porque ya estos con Jesús resucitado,
mirándonos a nosotros, peregrinos de este mundo.
Gracias por mostrarnos que el amor es definitivo,
que Dios asume y transforma todo lo que somos y el bien que hacemos.
V que, al final, permanecerán el amor y sus obras. Amén.
Resumen
• Cada dogma nos dice que María es una persona humana como nosotros, pero muy especial.
Muestra algo de su misterio, que no percibimos con una mirada superficial. María es como tierra virgen,
llena de savia, abierta para ser fecundada por Dios. Al acoger el inmenso don del Señor, ella se
convierte en madre del Hijo de Dios encarnado. Y nos enseña a desarrollar los rasgos del amor materno.
• Cuando miramos a María Inmaculada, mujer tan llena de la gracia de Dios, descubrimos que su
vida estuvo siempre movida por el Espíritu, que soplaba en ella sin resistencias. Y ella correspondió
siempre, con libertad y generosidad. Intentaba vuelos atrevidos y bonitos. Y el final de su peregrinación
en este mundo sólo pudo ser bueno. María es la mujer de Nazaret, madre y educadora del Mesías. Es la
perfecta discípulo de Jesús, que escucha la palabra de Dios, la medita y la pone en práctica. Actúa
también como madre de la comunidad. Dios asume de tal manera su persona y su misión, que María
está hoy glorificada junto a su Hijo y los santos, por la Asunción.
141
• Toda de Dios y tan humana, éste es el secreto de los dogmas sobre María. Un secreto que nos ayuda
a ser más auténticos seguidores de Jesús, como ella.
Fe y vida
Bibliografía
DE FlORES, S., María en la teología contemporáneo, Sígueme, Salamanca, 1991, pp. 467-493,513-526.
______, SERRA, A., "Inmaculada", en Diccionario de morfología, Paulus, Sao Paulo, 1995,
pp. 598-620. Edición en castellano, Sigúeme, 1994.
MEO, S. y otros, "Assungáo", en Diccionario de mariología. Paulus, Sao Paulo, 1995, pp. 170-192.
142
Capítulo VIII
MARÍA EN LA DEVOCIÓN POPULAR Y EN LA LITURGIA
Los católicos demostramos nuestro amor a la Madre de Jesús de muchas maneras. Por
ejemplo, con el rezo del rosario, con las prácticas del mes de mayo, con las peregrinaciones
a los santuarios marianos, con promesas y novenas, con la consagración a María, con la
devoción de los siete dolores y las siete alegrías de la Virgen, con las visitas de su imagen a
las casas.
Normalmente, heredamos la devoción mariana de una persona de la familia, de nuestros
padres o abuelos, de nuestros catequistas. Desde nuestra infancia, aprendemos a rezar el
Avemaria antes de acostarnos. Alguien nos recuerda esto poéticamente:
Cuando era pequeño, ni siquiera me acuerdo. Sólo recuerdo que por la noche, al
pie de mi cama, juntaba mis manos y rezaba de prisa, pero rezaba como alguien
que ama. De las ave-marías que yo rezaba, yo siempre me comía algunas
palabras. V muy cansado me quedaba dormido, pero yo dormía como alguien que
amaba.
Cuando la persona se hace joven o adulta, puede ser que no encuentre ya sentido en
aquellas prácticas tradicionales de la niñez. Muchos, que fueron forzados a rezar en su
infancia, sienten hoy dificultad de recurrir a las devociones que aprendió. Otros guardan en su
corazón la tradición recibida y se apegan a ella, especialmente en momentos de crisis y de
dificultad.
La devoción a María es un rasgo característico de los católicos. Si preguntamos a alguien
por qué reza a María, oiremos respuestas tan sencillas como éstas: "porque es bueno",
"porque María me oye", porque "es poderosa y está cerca de mí", porque es "mi madre del
cielo". Sin embargo, nuestra práctica católica de rezar a María implica problemas en la
relación con los evangélicos.
143
Ellos no aceptan el culto de los santos ni las imágenes de la Virgen. Muchos di cen que estamos
contra la Biblia. En vez de adorar sólo a Dios (Dt 5,7-9), practicaríamos la idolatría adorando
imágenes hechas por manos humanas y poniendo a María en un lugar más importante del que se
merece. Si Cristo es el único mediador entre Dios y la humanidad (ITim 2,5), no tendría ningún
sentido rezar a María o a los santos.
Muchos católicos se confunden. Otros, por el contrario, tratan de promover una devoción a
María cada vez más fuerte y exagerada. ¿Será posible adorar sólo a Dios y, al mismo tiempo,
seguir rezando a la Virgen?
145
nados con la divinidad. Las expresiones religiosas son, al mismo tiempo, comunitarias e
institucionales.
En todos los cultos religiosos, con sus ritos y lenguajes correspondientes, hay una
búsqueda sincera de Dios y manifestaciones culturales ambiguas, que hay que purificar. Esto
fue lo que pasó y sigue pasando también hoy con la experiencia religiosa judío-cristiana.
En lenguaje teológico decimos que el culto cristiano tiene tres dimensiones básicas:
existencia/, mística e histórico-ritual. La primera dimensión significa que el culto verdadero
consiste en el servicio a Dios en la vida, por medio del amor solidario, de la práctica del bien y
de la lucha por la justicia. El culto interior brota de la existencia cotidiana, en el corazón
sintonizado con Dios. Somos templo del Espíritu, como dice Pablo. La segunda dimensión, la
mística, quiere decir que el culto es expresión de una espiritualidad, de una relación explícita
con lo sagrado, es decir, de una experiencia de Dios que articula presencia y lenguaje.
Finalmente, el culto se estructura en la historia, por medio de gestos y palabras, tradiciones y
ritos.
En el cristianismo católico, el culto se manifiesta sobre todo por la devoción y por la liturgia.
La devoción consiste en el conjunto de expresiones cultuales más libres, creadas y recreadas
por la religiosidad popular y por grupos ecle-siales, propuestas libremente a los fieles. En
principio, cualquier cristiano puede crear una expresión devocional e invitar a otros a rezar con
él, siempre que esté de acuerdo con el Evangelio. Y ninguna expresión devocional, aunque sea
recomendada por concilios y papas, es obligatoria para los fieles. La liturgia, a su vez, es la
expresión cultual oficial de la Iglesia. Por eso mismo, sufre una normalización mayor y
caracteriza la identidad de la Iglesia como comunidad orante. El Vaticano II valoró la reforma
litúrgica proponiendo, entre otras cosas, mayor centralidad en Jesús y expresiones
inculturadas, según la sensibilidad de los pueblos y de las Iglesias locales.
146
Hijo, que nos hace llamar a Dios Papá (Rom 8,15.26 y Gal 4,6). Dios nos habla al corazón y
habita en nosotros. Cada uno de nosotros es un templo del Espíritu Santo (ICor 3,16). El
cristiano tiene dentro de sí un pozo profundo, por donde pasa el riego subterráneo del Espíritu
de Dios. En la oración, bajamos al pozo a sacar agua. Ahora bien, si toda oración es trinitaria,
dirigida al Padre, por el Hijo, en el Espíritu, ¿tiene sentido dirigir oraciones a María y a los
santos?
Nosotros creemos que Jesús es el Señor (Fil 2,1 I), el único mediador entre Dios y la
humanidad (I Tim 2,5). Pero, si reflexionamos sobre cómo realizó Jesús su misión en la Tierra,
veremos que él no actuó solo. Desde el principio llama a un grupo de discípulos para compartir
con él su misión. Escoge a los doce y los envía a promover la vida y anunciar el Reino de Dios
(Mt I O, I -8). Algunas mujeres siguen también a Jesús y forman parte del grupo más cercano
(Le 8,1 -3). María, su madre, es miembro de esta comunidad. Jesús, el único mediador, el
único puente que une a la humanidad con Dios, el río que nos lleva al mar, contó siempre con
sus discípulos y quiere contar con nosotros. Somos sus colaboradores, como dice Pablo (I Cor
3,9 y 5,20).
Jesús, el único Mesías, nos reunió como comunidad y nos dio su Espíritu para que, con él
y para él, seamos el pueblo mesiánico. El mismo Espíritu que ungió a Jesús para la misión (Le
4,18s) anima a las comunidades y a cada cristiano y cristiana a seguir, en cada nuevo momento
de la historia, la misión del Señor (He 2,1-4).
El pueblo de Israel tenía una gran reverencia a Dios, "Yavé". Sólo a él se le podía llamar
Santo (Is 6,3). Ya en el Nuevo Testamento, Pablo reconoce que todos estamos llamados a ser
santos (Rom 1,7 y I Cor 1,2), y él no tiene recelo en llamar santos a los miembros de la
comunidad (Rom 12,13; 16,15). ¿Piensa usted que los cristianos de aquel tiempo eran tan
santos, que no tenían pecado? Pablo conoce bien a sus comunidades y sabe de sus
limitaciones. Pero proclama la grandeza del amor de Dios que, por medio de Jesucristo, nos
hace herederos de su Reino (Rom 8,17 y Gal 4,7), nos transforma en santos, a imagen de Dios,
el todo santo.
La oración del "credo" profesa nuestra fe en la comunión de los santos. Los cristianos
católicos y ortodoxos creen que Dios es comunidad y fuente de la vida comunitaria Todos los
cristianos contribuyen en la acción salvadora de Cristo, el único Señor. Esta colaboración
humana se da inicialmente en nuestra existencia. Un cristiano se compromete de muchas
maneras en el proyecto de Jesús: promueve la vida, ayuda a curar, anuncia la palabra, crea
fraternidad, se organiza para combatir la pobreza y la miseria, escucha y acoge a los demás.
Otras veces ora por los que están en situación de necesidad, y esa oración de intercesión la
escucha Dios. El cristiano hace de su vida un camino de santidad,
147
por el testimonio, por las acciones pastorales y sociales, por la palabra y por la oración.
El libro del Apocalipsis nos habla de una inmensa multitud de personas, de todas las
naciones, pueblos y culturas (Ap 7,9-17) que, después de experimentar la dureza de la vida,
permanecieron con Dios y están con él, en una eterna fiesta, alabando y alegrándose en la
presencia definitiva del Señor. Dios las ha glorificado. Pasaron por la muerte, pero viven en él.
La bella misión que Jesús nos encomienda, de ser colaboradores suyos en la salvación del
mundo, no acaba con la muerte. Creemos que todas las personas que vivieron una vida santa
están resucitados, junto al Padre, al Hijo y el Espíritu Santo, y siguen, de alguna manera,
unidas a nosotros. Podemos inspirarnos en sus ejemplos, recordar sus palabras y proseguir
sus buenas obras.
Los santos canonizados, como Francisco y Clara de Asís, san José y otros, siguen
colaborando de manera especial en la misión de Jesús. Podemos contar con su ayuda por
medio del ejemplo de su vida, de sus enseñanzas y con su oración de intercesión. Ellos son
nuestros compañeros de camino hacia Dios. La oración de intercesión dirigida a los santos se
remonta a una práctica antigua. En los primeros siglos, durante las grandes persecuciones,
los cristianos presos pedían a los destinados al martirio que, al encontrarse con el Señor en la
gloria, intercediesen por ellos. Guardaban sus reliquias con respeto. Lentamente fue tomando
cuerpo la convicción de que los santos, no sólo los mártires, interceden ante Jesús por
nosotros. Y recibió legitimidad hasta el punto de decir: "creo en la comunión de los santos".
Podemos recurrir a María y a los demás santos, pero no tenemos la obligación de hacerlo.
Ellos nos prestan un servicio, colaborando en la única acción salvadora de Jesucristo. El
cristiano católico adora sólo a Dios, al Padre creador, por el Hijo redentor, en el Espíritu
santificador. Los santos son como riachuelos, afluentes que nos llevan al gran río que es
Jesús.
Hubo un tiempo en que los católicos veneraban demasiado a los santos. Parecían riachuelos
que juntaban aguas y hacían lagos, que no siempre desembocaban en el "río de agua viva"
que es Jesús. Fue una exageración de la Edad Media, pero ha vuelto a repetirse en los últimos
siglos, al alejarse de la figura de Jesús. Y lo que es peor, al mismo Jesús se le ha confundido
con un objeto devocional. Hay iglesias en las que se encuentran imágenes del Niño Jesús, de
Jesús Nazareno y del Sagrada Corazón, una junto a otra, como si aludiesen a personas
diferentes. En el siglo XVI, Lutero, el fundador de la reforma protestante, luchó ardorosamente
para que Jesús volviese al centro de nuestra fe. Debido al clima polémico de la época, en
muchos lugares se destruyeron masivamente imágenes de santos. Y del lado católico, en la
contra-reforma, se reforzó la devoción a los santos. Hoy, en el diálogo ecuménico, los católicos
valoran la cen-
148
tralidad de Jesús. Y las Iglesias evangélicas históricas aceptan a los santos como referencia
de vida, pero rechazan su intercesión.
El Concilio Vaticano II, en 1964, superando el triunfalismo mariano de los últimos siglos,
propuso una reflexión más equilibrada sobre María. La insertó en el misterio de Cristo y de la
comunidad eclesial, en el capítulo VIII de la Lumen gentium, constitución dogmática sobre la
Iglesia. Los primeros años después del Concilio, se produjo una gran crisis de devoción
mariana. El Papa Pablo VI, en 1975, escribió un importante documento titulado El culto de la
Virgen María, que sigue siendo actual. La presenta como referencia de vida para los
cristianos. Nos invita a evitar exageraciones que dificultan el diálogo ecuménico y a purificar
las devociones marianas.
Los católicos debemos adorar y rendir culto únicamente a Dios (Le 4,8; Dt 6,13).
Reconocemos que sólo Jesús es nuestro salvador, el Señor, el "autor y perfeccionador de
nuestra fe" (He 12,2). Pero respetamos y veneramos a los santos, cuando experimentamos que
no estamos solos en la travesía de la vida. No están con nosotros solamente nuestros
compañeros y compañeras de comunidad, sino también los santos, los "que viven en Dios".
María tiene un lugar especial en la comunión de los santos. Como dice el Concilio Vaticano
II, "ella ocupa el lugar único, más alto después de Cristo y más cercano a nosotros" (Lumen
gentium, 54). Por eso, podemos dirigirnos a ella, contar con su intercesión, pedir su protección
y auxilio y entregarnos a sus manos. María es el más limpio y bello riachuelo de los santos,
en cuyas aguas podemos sumergirnos. La gracia, comunicada a María, no surge de ella, ni
ella se reserva nada para sí. Todo viene de Dios y vuelve a Dios. La oración a María ha de
ponernos en sintonía con Dios-Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Cuando llamamos a María "Nuestra Señora", lo hacemos con delicadeza y afecto,
reconocimiento y gratitud. Pero no podemos ponerla al mismo nivel de Jesús, porque sólo él es
el Señor. María, en la comunión de los santos, vive unida a Dios y a nosotros. Ella aprendió de
Jesús a ser sierva, a prestar un servicio a toda la humanidad (Mt 20,28). Sólo Jesús es la luz,
la luz verdadera que viene a este mundo a iluminar a todos Jn 1,9). María, como un espejo o
un prisma, refleja y transmite la gracia de Dios (Rom 3,18). En los primeros siglos se hacía una
bella comparación: Jesús es el sol, María es la luna, que recibe de él toda la luz y la irradia a
nosotros.
Los niños y niñas llaman a María "madrecita del cielo". Muchos le rezan, pidiendo,
agradeciendo y alabando. En la comunión de los santos, María sigue a nuestro lado,
orientándonos y conduciéndonos a Jesús. Como aconteció en su relación con Jesús, María es
una madre especial. No quiere nada para sí, ni crea en sus hijos una relación de dependencia
o esclavitud. Su mayor alegría es que
149
todos sean libres, hijos adultos, herederos del Reino, ciudadanos en la sociedad y
participantes de la gloria del resucitado.
Oración
Gradas, Señor, Dios santo y fuente de toda santidad.
Te alabamos, Trinidad Santa: Padre, Hijo y Espíritu,
porque nos ofreces la posibilidad de participar de tu vida.
Te agradecemos que nos has dado tantos santos que viven a nuestro lado.
Hombres y mujeres de carne y hueso, limitados como nosotros,
pero llenos de tu gracia,
como esponjas saturadas de agua.
Gracias por los santos que están en tu gloria,
gozando de tu presencia e intercediendo por nosotros.
Y .especialmente, te damos gracias por María,
que está tan cerca de ti y tan cerca de nosotros.
Por su bondad, su cariño de madre, y por su poder que viene sólo de ti.
Con María decimos: "Ha hecho cosas grandes en mí el Poderoso. Su nombre es santo" (Le 1,49).
Amén.
Una vez, dos comadres, devotas de María, conversaban animadamente. La primera decía
que tenía mucha fe en la Virgen de Guadalupe, porque hizo una promesa si curaba a su
mamá. Y alcanzó esa gracia. La otra decía que la Virgen de Fátima era más poderosa, porque
había logrado que su marido dejara de beber y volviera a casa. En la conversación entró otra
señora, devota de la Milagrosa. Muy confundida, preguntó: Si María es una, ¿por qué existen
tantas "Vírgenes", tantas "nuestras Señoras"? Y si miramos las imágenes de esas Marías,
notaremos que el color de la ropa, el color de la piel y los rasgos del rostro son diferentes.
María glorificada por Dios, resucitada por Jesús, no tiene ya un cuerpo humano como el
nuestro. Pablo diría que está revestida de un cuerpo incorruptible, brillante de gloria, lleno de
fuerza, un cuerpo espiritual (I Cor 15,42-43).
María asume así el rostro y formas de diferentes pueblos y culturas. Las diferentes
"Vírgenes" son una expresión inculturada de su cercanía materna. La Virgen de Fátima, una
devoción que nació en Portugal, es presentada con facciones de mujer europea: rostro fino,
ojos claros, piel blanca. La Virgen de Guadalupe, de México, tiene rasgos indígenas: cara
ovalada y piel morena. Está vestida como mujer embarazada con manto azul-verdoso, lleno
de estrellas, signos llenos de sentido para la cultura de la región.
150
"Las Vírgenes" son una "recreación" de María de Nazaret, que está glorificada por Dios.
Sus imágenes llevan, al mismo tiempo, los rasgos de su persona, la marca de Dios y nuestras
proyecciones humanas. Cada "Virgen" es una manera de inculturación de María, de asumir
las características de distintos pueblos, culturas y momentos históricos. Sin embargo, en un
mundo globalizado, las devociones locales cada vez se conocen más en otros lugares del
planeta, cuando hay un grupo que las promueve y divulga.
Como Iglesia, somos una comunidad organizada, con ritos y normas. La oración litúrgica
es más definida que la devoción popular. Sin embargo, no por eso debe ser como cerámica
cocida en el horno, incapaz de cambiar. Al contrario, la liturgia va asumiendo también formas
diferentes, según las nuevas situaciones. Las comunidades locales mantienen en su práctica
litúrgica fórmulas y elementos comunes que las caracterizan como católicas, pero también
crean formas nuevas de expresión de la fe, empezando por los cantos y gestos. Cada vez es
más necesario crear y recrear una liturgia católica inculturada.
La liturgia reformada después del Concilio Vaticano II, presenta a María en íntima relación
con el misterio de Cristo y de la Iglesia. En el transcurso del año litúrgico, hay tres tipos de
celebraciones marianas: las solemnidades, las fiestas y las memorias. Las solemnidades,
como el nombre lo indica, son las celebraciones más importantes, con un sabor especial. Son
cuatro en todo el mundo: María, Madre de Dios (I ° de enero), la Anunciación (25 de marzo), la
Asunción (15 de agosto) y la Inmaculada Concepción (8 de diciembre). En cada país, hay por
lo menos otra solemnidad, la de la patrona.
Las principales fiestas marianas son la Visitación (31 de mayo) y el nacimiento de María (8
de septiembre). Finalmente, tenemos una serie de "memorias", celebraciones de menor
importancia. Algunas de ellas son facultativas u opcionales. La comunidad local las celebra, si
quiere. Hay muchas memorias, como la de la Virgen de los Dolores (15 de septiembre), la
Virgen de Lourdes (11 de febrero), la Virgen del Carmen (16 de julio) y la Virgen del Rosario (7
de octubre). La celebración de una memoria puede ser, para determinada Iglesia local, fiesta
o solemnidad. Para América Latina, la memoria de la Virgen de Guadalupe (12 de diciembre)
se ha transformado en fiesta, porque fue proclamada patrona del continente americano.
Los padres, los ministros de la eucaristía y los equipos de liturgia deben aprovechar las
solemnidades, fiestas y memorias de María para ayudar a la comunidad eclesial a conocer
más y mejor a la madre de Jesús. Estas ocasiones sirven también para purificar las
exageraciones de la devoción mariana y relacionar a María con Jesús y con la comunidad
cristiana.
153
2.4. Un ejemplo de devoción mariana: el rosario
Don Honorio es devoto de María desde hace más de cincuenta años. Últimamente,
empezó a leer los folletos de unos videntes que dicen recibir mensajes de la Virgen. Siguiendo
la petición de los videntes, Honorio obliga a sus hijos y a su mujer a rezar todos los días el
rosario. Dice que la Virgen lo ha mandado y él tiene que obedecer. Es, según él, la única
manera de salvar al mundo de la perdición. Como Honorio, muchas personas piensan que el
rosario es algo intocable. Si falta un avemaría, no vale. Otros, por el contrario, consideran esta
oración como algo inútil, una pérdida de tiempo. Dicen: ¿para qué repetir las mismas
palabras? Dios valora más la oración espontánea, que sale del corazón. Jesús mismo llamó la
atención de quienes rezaban demasiado, tratando de convencer a Dios por la fuerza de muchas
palabras. (Mt 6,7). Unos piensan que el rosario es tan bueno que, como Honorio, quieren
obligar a todos a rezarlo. A otros no les gusta y hasta se ríen de quienes lo rezan. ¿Dónde
nació el rosario? ¿Es una oración saludable? ¿Cómo rezarlo bien?
Desde los orígenes del cristianismo, hace más de dos mil años, los seguidores de Jesús
desarrollaron muchas formas de oración. Una de ellas, muy conocida, es la oración vocal. En
algunas oraciones vocales, la persona repite la misma frase, a lo largo del día, como una
alabanza, petición o consagración a Dios. En Oriente, se conoce la oración del peregrino ruso:
"Señor Jesucristo, Hijo de Dios vivo, ten piedad de mí, pecador", que se repite mientras se cami-
na. Otras religiones tienen algo parecido. Los hindúes y los budistas, por ejemplo, repiten unos
sonidos sagrados, llamados manirás. Los católicos tenemos jaculatorias. En la oración vocal,
como el avemaría, la mente se aquieta y el corazón, en silencio, sintoniza con Dios. No es una
oración para pensar o reflexionar, sino para contemplar.
No se sabe cuándo empezaron los cristianos a rezar el avemaría como oración vocal. En la
Edad Media, unos monjes analfabetos, como no podían leer los salmos, recitaban de memoria
algunas frases. Como los salmos de la Biblia son 150, rezaban en el transcurso del día el
mismo número de avemarías, pero sólo la primera parte, compuesta por el saludo del ángel
(Le 1,28) y las palabras de Isabel (Lc 1,42). Aunque exista la leyenda según la cual santo
Domingo de Guzmán recibió directamente de María el rosario, un fraile dominico, hacia el año
1300, hizo la división de las avemarías en quince decenas, comenzando cada una de ellas con
el padrenuestro. Más tarde, otro monje propuso la meditación de los misterios. Y un tiempo
después, otro dominico creó el rosario, dividido en misterios gozosos, dolorosos y gloriosos.
Con ellos se contemplaban, respectivamente, la encarnación del Hijo de Dios, su pasión y
muerte, la resurrección y glorificación de Jesús y de María. La segunda parte de la oración
154
del avemaría fue incorporada al rosario probablemente a partir del año 1480. Y así se extendió
el rosario por todas partes. Muchas cofradías e institutos religiosos promovieron su devoción.
Como es una oración fácil, el pueblo la aprendió pronto. Recientemente, el papa Juan Pablo II,
en el documento El rosario de la Virgen María, ha propuesto una secuencia de misterios, los de
la luz, que contemplan la misión de Jesús. De esta manera, el rosario ha pasado de 150
avemarías a 200, divididas ahora en cuatro bloques de misterios.
Vemos, por tanto, que la devoción del rosario no nació de un día para otro. Varias personas
han ido añadiendo, modificando y reorganizando la oración de las avemarías, hasta llegar al
que tenemos hoy. Y como ha sido modificado con el tiempo, puede también cambiar hoy. El
nombre de "rosario" quiere decir corona de rosas de 150 avemarías.
La devoción del rosario es libre. Podemos rezarlo solos o en grupo, a cualquier hora del día
o de la noche, de muchas maneras. Aunque el rosario tenga 50 avemarías, divididas en cinco
decenas, la persona devota de María lo reza como le dicta el corazón.
El rosario es una devoción saludable, que ayuda a los fieles a adorar a Dios, venerando a la
madre de Jesús y contemplando los misterios de la vida del Señor. Pero debe rezarse con un
corazón abierto y buena preparación. No es aconsejable rezarlo mecánicamente, repitiendo
de prisa las avemarías para acabar pronto. Es mejor rezarlo tranquilamente, contemplando los
misterios, para experimentar los frutos espirituales. Se sugiere que el rezo del rosario se
enriquezca con pasajes de la palabra de Dios, con himnos y canciones.
El rosario es muy bueno, pero no es la única forma de oración católica. En los últimos años,
los laicos han recurrido a otras formas de oración, como la reflexión comunitaria de la palabra
de Dios y las preces espontáneas de alabanza, adoración, intercesión y súplica. En las
pequeñas comunidades, cuando los miembros reflexionan teniendo como base la palabra de
Dios, crecen también como personas. Ponen en práctica una pedagogía liberadora y, relacio-
nando la palabra de Dios con la existencia, aprenden a hablar y a escuchar, hacen más
conciencia de la realidad y crecen en la libertad de orar. Es bueno reflexionar sobre la vida,
orar con la palabra de Dios y hacer una oración espontánea, para crecer más como personas
seguidoras de Jesús. Por eso, el rosario no ha de considerarse como el mejor o único modo
de oración comunitaria.
Como sucede con otras devociones, no conviene mezclar el rosario con la liturgia. En la
misa no se reza el rosario. Cada alimento espiritual tiene su momento y su utilidad. Y aunque
sea muy bueno, ningún católico está obligado a rezar el rosario. Como devoción, se trata de
un instrumento reconocido y bendecido.
155
Oración
María, enséñanos a orar con Jesús.
Queremos rezar con el corazón abierto y Ubre, buscar a Dios intensamente.
Líbranos de la oración obligada, de la oración de apariencia,
de la oración sin gusto ni gracia.
Ayúdanos a sintonizar con Dios, de manera sencilla, creativa y gratuita. Amén.
Resumen
• Como católicos, descubrimos y cultivamos muchas maneras de rezar a María. Las devociones
populares mañanas son buenos instrumentos de oración y de evangelización, que tenemos que
seleccionar y purificar. Las devociones mal usadas y manipuladas son como un cuchillo afilado en manos
de personas violentas. Pueden hacer estragos. Las devociones practicadas con buen criterio, hacen bien a
la comunidad, porque nos ayudan a sumergirnos en las aguas de Dios: un baño saludable en la fuente de
la vida.
• Asociar a María en nuestra oración trinitaria no es cuestión teórica, que se justifica con
argumentos de conveniencia o de la Tradición. Consiste más bien en una práctica opcional y saludable,
porque María es nuestra compañera de fe y de camino, que nos lleva a Jesús.
156
Fe y vida
1. Si el culto cristiano es trinitario (al Padre, por el Hijo, en el Espíritu Santo), ¿cómo justifica
usted el culto a María?
2. ¿Cómo ha sido la relación cultual o devocional con María a lo largo de su existencia?
3. De los puntos tratados en este capítulo, ¿cuáles son los más importantes para una nueva
comprensión del culto a María?
Bibliografía
PABLO VI, El culto a la Virgen María (Marialis Cultus), Paulinas, Sao Paulo, 1974. BEINERT, W., (org)
O culto a Marta hoje, Paulinas, Sao Paulo, 1980.
157
Anexo
\
Las apariciones de María son un tema complejo y polémico que merece un trato cuidadoso.
Presentamos brevemente a continuación algunas cuestiones para comprender y analizar este
fenómeno. Seleccionamos las preguntas más comunes sobre este problema, que
normalmente aparecen en los cursos de mariología.
Las apariciones no se consideran una nueva revelación de Dios, para completar o continuar
lo que Jesús nos dejó. Son simplemente una experiencia mística, que viven los videntes en
presencia de la Virgen, para recordar la única revelación de Dios en Jesucristo. Los videntes
recuerdan algunos aspectos de la vida de fe, como la conversión, la oración, la penitencia, la
renovación de la opción por el Evangelio. Aunque sea una forma de comunicación extraordina-
ria, los mensajes de las apariciones no sustituyen a la Biblia ni al Espíritu Santo, que habla en
el corazón de cada cristiano y de la comunidad. Un vidente o una persona común, que vive
intensamente su fe, tiene el mismo derecho a ser escuchado y acogido por sus padres y
hermanos cuando pronuncian palabras inspiradas.
Esta pregunta se ha de responder teniendo en cuenta cada caso. Hay ocasiones en que
existen muchos indicios de una fuerte presencia de Dios, que nos hace creer que hay una
experiencia religiosa auténtica, como en Guadalupe, Lourdes o Fátima. En otras, el buen
criterio nos lleva a creer que hay algo equivocado, aunque aparezcan señales cósmicas y
haya milagros. El hecho de
159
las curaciones, conversiones o cambios en la naturaleza, no prueba la legitimidad de una
aparición, pues muchas veces estos fenómenos tienen su origen en la fe y en la fuerza
espiritual del vidente. Los videntes fanáticos, con mensajes apocalípticos y moralistas, que no
están en sintonía con el Evangelio y el caminar de la Iglesia, no se deben aceptar como
legítimos.
Las apariciones no son una comunicación directa de Dios, en estado puro. En el mensaje
del vidente se mezclan sus experiencias psicológicas y culturales, su visión del mundo, la
mentalidad de la época y otras muchas cosas. Hasta en las apariciones reconocidas por la
Iglesia, hay muchos mensajes de los videntes en los que afloran el inconsciente colectivo, las
manifestaciones devocionales. Por ejemplo, la descripción del purgatorio y el devocionismo de
los santos en Fátima. Usando una comparación: los videntes no son como antenas
parabólicas, que captan un mensaje inaccesible para nosotros. Son más bien "destiladores"
de una experiencia mística personal. Transmiten siempre una experiencia religiosa
reelaborada por su subjetividad psíquica y espiritual. Es imposible huir de esto. Hasta la Biblia,
por ser palabra de Dios en lenguaje humano, ha de ser interpretada. Por eso, no podemos
tomar al pie de la letra los mensajes de las apariciones, como si fuesen una comunicación
directa de Jesús o de María. En el mensaje del vidente, es necesario discernir lo que puede
ser una llamada de Dios a nosotros. Tenemos que saber quedarnos con lo bueno y dejar de
lado lo que no nos ayuda a vivir "en la libertad de los hijos de Dios" (Gal 5,1).
4. ¿POR QUÉ SÓLO ALGUNAS PERSONAS VEN A LA VIRGEN? ¿TIENEN ELLAS MÁS FE
OUE NOSOTROS?
El hecho de ver o de oír a María no significa que los videntes tengan más fe que nosotros.
Para un cristiano, lo más importante no es ver cosas extraordinarias, sino entregar su corazón a
Dios, buscar su voluntad y esperar en él. La fe no necesita signos, aunque agradezcamos
mucho a Dios si nos da alguno. Las personas que ven u oyen apariciones se llaman videntes
o confidentes. Normalmente, tienen un poder mental extraordinario, son sensitivas o para-
normales. De esta manera, viven e interpretan la presencia de Dios más intensamente que
nosotros. En el momento de una probable aparición, entran en éxtasis, una forma de alteración
de la conciencia, testificada por muchos científicos. Dios puede servirse de esa capacidad
extraordinaria de las personas para comunicarnos algo de su amor por medio de María. Pero
los paranorma-
160
les o sensitivos captan, elaboran y transmiten su experiencia, de acuerdo con su nivel espiritual
y equilibrio psíquico. Es decir, personas poco evolucionadas espiritualmente pueden entrar en
éxtasis, pero su experiencia mística será de calidad dudosa. Además, hay individuos con
serios disturbios psíquicos que tienen éxtasis simulados. Dando oportunidad a su locura,
pueden atraer multitudes y llevarlas al engaño.
El mundo de hoy está en crisis y vive turbado. El paso del milenio ha dejado muchas
preguntas sobre el futuro de nuestro planeta. Las personas, desesperadas, confundidas,
llenas de problemas personales y familiares, y con muchos miedos, buscan en la religión
refugio, alivio, consuelo y algunas certezas para vivir. Quedan encantadas con todo lo
maravilloso y mágico. Este ambiente de inseguridad, crisis y miedo de la sociedad moderna,
lleva a un reencantamiento con lo sagrado. Crea un ambiente favorable para el surgimiento y
desarrollo de fenómenos místicos extraordinarios. Cuando hay noticias de una posible
aparición, las multitudes corren ávidas al lugar de las mismas, con la esperanza de encontrar
lo que buscan: paz, curación, empleo, la felicidad personal para vivir. Y el hecho se divulga
enseguida, con la facilidad del transporte y de los medios de comunicación.
No podemos afirmarlo con absoluta certeza, pero pueden ayudarnos algunos criterios.
160
Equilibrio mental del vidente. ¿Tiene la persona buena salud psíquica? Individuos
mentalmente desequilibrados pueden tener visiones de la Virgen, que son pura creación
de su imaginación y de su deseo. Normalmente, los videntes, para ser reconocidos por la
Iglesia, son sometidos a una junta de profesionales, psiquiatras y psicólogos, para evaluar
su salud mental.
Honestidad del vidente y de su grupo. El vidente y su grupo deben buscar con sencillez
la voluntad de Dios, y no sus propios intereses. A veces, la búsqueda de fama, poder,
dinero o la misma presión de sus familiares producen apariciones inducidas en los videntes.
Como respuesta a esos estímulos, crean y repiten mensajes para atraer al gran público.
La cualidad del mensaje. El mensaje del vidente debe estar en consonancia con el
Evangelio y el caminar de la Iglesia en su país y en el mundo. Tiene que ser Buena
Noticia, actualización del Evangelio para nosotros. Si, por el contrario, el vidente se
acuerda solamente del castigo y de la ira de Dios, olvida el mensaje evangélico de la
misericordia (Lc 15). Si el vidente transmite mensajes cargados de juicios y prejuicios
contra personas y grupos, es señal de que no vienen de Dios, sino del engaño, del orgullo
y de la vanidad.
Los frutos de las apariciones. Si el movimiento de una aparición ayuda a muchos
cristianos a vivir mejor la fe, la esperanza y la caridad, es buena señal. También las
curaciones milagrosas pueden decirnos que Dios está actuando de manera especial.
Estos cuatro criterios pueden ayudar a analizar si un movimiento de una supuesta
aparición es bueno y digno de crédito.
La visión es una experiencia mística extraordinaria, en la que una persona afirma que
ha visto a la madre de Jesús. La aparición significa que María glorificada se ha manifestado
a uno o más videntes y les ha dejado un mensaje, para transmitirlo a los demás.
Normalmente, la visión va acompañada de un mensaje. Pero también hay místicos que no
ven, sino que oyen voces de Jesús, de María o de algún santo. Esto puede suceder
también con cualquiera, alguna vez en la vida, en momentos de intensa experiencia
espiritual. Cuando hablamos de aparición, calificamos el fenómeno desde el punto de vista
de lo sagrado que, probablemente, se manifiesta en ella. Si hablamos de visión, somos
más cautelosos, pues sólo decimos que una persona ha experimentado algo
extraordinario. De cualquier forma, un supuesto vidente necesita acompañamiento
espiritual y humano cualificados para discernir lo que está aconteciendo en él y ayudarle en
el camino de la fe.
162
9. ¿NECESITAN LOS CATÓLICOS CREER EN LAS APARICIONES?
No. Las apariciones no forman parte del credo ni de los dogmas católicos. Somos
libres de aceptar o ignorar esa experiencia religiosa. Las apariciones tienen su valor
espiritual, pero no son absolutas. Hasta las peticiones de los videntes -que ellos
consideran venidas de María como rezar el rosario o hacer penitencia- son únicamente
consejos para ayudarnos a vivir la vida cristiana. Nadie está obligado a seguirlos. Si
alguien siente que eso le acerca a Dios y le ayuda a cumplir su voluntad, puede servirse
de ellos. Pero nadie tiene derecho a juzgar a los que no creen en las apariciones e ignoran
las peticiones de los videntes. Por otro lado, los que no creen en apariciones deben
respetar a quienes piensan de manera diferente. El católico puede confiar en la
experiencia y en el mensaje de algunos videntes, pero será una confianza humana,
aunque haya muchos signos maravillosos.
163
ORACIONES COMO CONCLUSIÓN ABIERTA
Oh María,
volvemos nuestra mirada y nuestro corazón a ti.
Te contemplamos hoy, llena de luz
y revestida por la gracia vencedora de Dios.
Tú, la primera resucitada, en quien se realizó
de forma maravillosa y anticipada,
la promesa y el sueño de Dios para todo ser humano.
Antes de ser tejida en el útero de santa Ana,
el Señor te conoció y te consagró.
A lo largo de tu vida renovaste el compromiso con Dios,
el "sí" que en determinado momento brotó
de tu corazón y de tus labios.
Tú, peregrina por los caminos polvorientos de la vida,
tortuosos y arriesgados de la existencia humana,
experimentaste los peligros de los falsos atajos y de los desvíos,
las tentaciones de todo tipo, hasta la de acomodarte en la mediocridad.
Te vemos en Nazaret, compañera de José,
madre y educadora de Jesús.
Enseñaste al hijo del Dios encarnado a ser hombre.
Por tus manos y las de José, Jesús se educó y se hizo persona.
Aprendió a hablar y a escuchar, cultivó actitudes y hábitos,
estructuró valores que marcaron su vida.
Conoció sus límites y sintió las infinitas posibilidades de la libertad.
Tú, jardinera sensible, plantaste en la tierra fértil de Jesús
las semillas del Bien.
Pero tu vida se encerró en la tarea de educadora y madre.
Las aguas del Jordán marcaron el nacimiento público de Jesús,
como el corte dolorido y necesario de un segundo cordón umbilical.
Fuiste sorprendida (o tal vez no) por el hombre adulto,
dueño de su destino,
165
pues parece que toda madre ve en el hijo
la siempre criatura que un día arrulló en sus brazos.
Jesús recorre ciudades y aldeas hablando del Padre y del Reino.
Llama a hombres y mujeres a compartir con ellos sueños y tareas.
Aprendices en el arte de la vida, sus escuelas son poblados,
caminos, lagos y montañas.
Ahora eres una discípula. Tu papel de madre se modifica,
parece eclipsarse.
El Maestro mira con compasión a la multitud
sin perspectiva, dolorida, abandonada.
Con la mirada recreadora del Padre, ve más que miseria y perdición.
Descubre y suscita oportunidades salvadoras,
abre puertas y ventanas de luz.
Animado por el sueño del Reino de Dios,
Jesús pone en marcha un movimiento nuevo.
Y tu corazón vibra, contagiado de emoción.
Acompañas a Jesús, que encanta a multitudes con sus parábolas,
sorprende a los poderosos con palabras sencillas y sabias
y desconcierta a los dueños de una religión sin corazón.
Ves con alegría que las manos del niño que tú estrechaste
están libres para curar, bendecir, acoger y liberar.
jesús come y hace fiesta con los pecadores,
con las mujeres prostituidas y con los que no tienen esperanza.
Aquella gran mesa de pan e inclusión es para ti
extensión de Belén y de Nazaret, la casa de la nueva familia humana,
que rebasa los lazos de la carne y de la sangre.
Tus ojos acompañan a Jesús,
cuando muchas veces se retira al monte,
para hablar al Padre y escucharlo en la intimidad.
Tú oras por él y con él.
Las fuerzas del mal maquinan contra Jesús,
y en tu intuición presientes lo que le espera:
traición, sufrimiento, fracaso, dolor de pérdida, muerte.
A los pies de la cruz, la fidelidad de un amor a toda prueba.
Al tercer día, la sorprendente experiencia de la vida que vence
a la muerte.
No sabemos si jesús resucitado se te apareció.
Tal vez no lo necesitabas.
Tu fe había llegado a un grado tal que el signo ya no era para ti necesario.
Se volvió confianza radical, entrega y sintonía.
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Un día, tu peregrinación terrena también terminó.
Al celebrar tu "asunción", profesamos, llenos de alegría,
que el Señor, que "todo lo hace nuevo",
transformó todo tu ser y tu existencia, hasta la corporeidad.
Míranos.
Tú nos conoces,
como conocías a Jesús por el olor y por la mirada.
Ten piedad de nosotros y fortalécenos,
porque es mucho lo que recibimos y pobre nuestra respuesta
a la gracia del Señor.
Danos un espíritu humilde y renovado
para ser aprendices y anunciadores de jesús.
Que recreemos la sencillez y el encanto de Belén,
el espíritu de familia y el calor de Nazaret,
la fuerza del Espíritu que nos unge en el cenáculo,
el coraje y la presencia pública de Jerusalén.
Queremos ser de Dios y para Dios.
Recibe nuestras palabras y nuestros gestos,
nuestras acciones y nuestros deseos. Amén.
Peregrina en la fe,
mujer del "sí" siempre renovado,
amiga de Isabel,
humilde sierva del Señor,
corazón alegre y en sintonía con Dios,
profetisa de la nueva humanidad,
joven madre de Belén,
amada de José,
educadora de Jesús de Nazaret,
discípula del Señor en los caminos de Palestina,
perseverante en el seguimiento hasta la cruz,
protagonista de Penteostés,
compañera de los amigos de Jesús,
madre de la comunidad cristiana,
toda de Dios y tan humana.
María. Amén.
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BIBLIOGRAFÍA BÁSICA
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ÍNDICE
PRESENTACIÓN . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5
DEDICATORIA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9