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Catequética I

Malvina Baldellou

CATEQUÉTICA I
Encuentro 02

LA CATEQUESIS EN LA MISIÓN EVANGELIZADORA DE LA IGLESIA


Ma. Irene Nesi

Durante los últimos años se aprecia una especial efervescencia de la catequesis.


Se ha extendido la conciencia de que la catequesis es una tarea primordial de la
misión de la Iglesia, por esta razón se le dedican, por todas partes, grandes
energías y recursos en personas y medios.

Los años transcurridos no han pasado en vano, sino que, con el auxilio de la gracia
de Dios, aportan innegables frutos maduros, ha suscitado una corriente viva, un
nuevo dinamismo, que necesita consolidarse y fortalecerse en nuevas situaciones
catequéticas, que por lo demás no están exentas de dificultades, deficiencias y
pobrezas que deben ser superadas.

Muchos de los problemas y deficiencias internas y externas que podemos detectar


provienen de la realidad que nos circunda, marcada por la secularización, el
agnosticismo y la increencia. Otros provienen de las situaciones interiores de
nuestras comunidades cristianas y de la catequesis en su misma realización y aún
en su misma concepción.

A todo lo anterior es necesario añadir la realidad de la situación de pandemia


declarada por OMS a partir de marzo 2020 y que obligó a la mayoría de los países
a tomar medidas de bioseguridad y protección sanitaria de la población declarando
el estado de emergencia y la cuarentena. Este cierre de todo: comercio y transporte,
templos y escuelas, centros de recreación y deporte y el confinamiento en las casas
ha obligado a cambios radicales en el modo de vida, de culto, de enseñanza-
aprendizaje, de trabajo. La catequesis tal como se realizaba en las parroquias no
es ajena a esta nueva situación.

Ya la catequesis viene en procesos de revisión y de búsqueda y de cambio a nuevos


paradigmas. Unas veces se le piden demasiadas cosas, y otras, sin embargo, es
despojada de las dimensiones que le son fundamentales. Esto demuestra que no
siempre aparece claro el lugar y la identidad de la catequesis dentro de la misión
de la Iglesia. La necesidad de clarificar su identidad también la podemos apreciar
en la pluralidad de formas con que es ejercida, la diversidad de nombres que hay
para designarla, la cantidad de acciones a las que se les da el nombre de

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“catequesis”, la variedad de funciones que se le van atribuyendo.

La Iglesia, en cada época, en cada situación, ha encontrado distintas maneras de


pensar, de plantear y de realizar la catequesis. Pero en todas ellas ha puesto de
relieve y ha asumido unos elementos fundamentales que determinan su identidad.
Por esto vale la pena que nos planteemos estos interrogantes: ¿Cómo concebir y
articular hoy esos elementos de la catequesis desde la autocomprensión que la
Iglesia tiene de sí misma, de su presencia en el mundo, de su misión, y desde su
conciencia sobre la revelación de Dios y de su transmisión?

¿Qué lugar ocupa en el proceso evangelizador y cuál es su tarea en orden a la


realización de la Iglesia y del cristiano? ¿Cómo se sitúa en relación a la entrega y
transmisión de la Palabra, al itinerario de la fe, dentro de la iniciación a la vida
cristiana y como se diferencia y vincula a las acciones eclesiales que le son
especialmente afines?

El Directorio General para la Catequesis (DGC) ya dio respuestas a estos


interrogantes. Es dentro y al servicio de la evangelización donde la catequesis
clarifica su identidad y tareas propias. Así el Directorio recoge y sintetiza la riqueza
de aspectos que inciden en la clarificación del concepto de evangelización y de
catequesis provenientes de la Constitución Dei Verbum y del Decreto Ad gentes del
Concilio Vaticano II, del anterior Directorio Catequístico General de 1971, de la
Exhortación Apostólica Evangelii Nuntiandi de Pablo VI, de la Exhortación
Apostólica Catechesi Tradendae, de la Encíclica Redemptoris Missio de Juan Pablo
II y del mismo Catecismo de la Iglesia Católica.

En este sentido, el nuevo Directorio para la Catequesis (DC, junio 2020) muestra el
fruto maduro de una reflexión que inicia con la Dei Verbum del Concilio Vaticano
II y se enrique con el magisterio pontificio y de las Iglesia particulares a lo largo de
estos años.

En el capítulo I (1ª parte: La catequesis en la misión evangelizadora de la Iglesia),


desarrolla el tema de la Revelación y su transmisión. A partir de esos conceptos
une estrechamente Revelación y Evangelización: “La Iglesia, sacramento universal
de salvación, dócil a las indicaciones del Espíritu Santo, escuchando la Revelación,
la transmite y apoya la respuesta de fe: «en su doctrina, en su vida y en su culto
perpetúa y transmite a todas las generaciones todo lo que ella es, todo lo que cree»
(DV 8). Por esta razón el mandato de evangelizar a todo el mundo constituye

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su misión esencial. (DC 28)

La Catequesis dentro del Proceso de Evangelización

El DC conjuga la fundamentación teológica de Dei Verbum, con la visión dinámica


de la evangelización que ofrece Ad Gentes, la concepción integral que presenta
Evangelii Nuntiandi y la pluralidad de acentos con que se realiza, según las
diferentes situaciones, de Redemptoris Missio, enriquecida con el magisterio del
papa Francisco en particular en Evangelii Gaudium.

Sintetizando este conjunto de aspectos, el Directorio presenta la evangelización


como el marco en el que se despliegan todas las acciones de la Iglesia, sin que
ninguna quede fuera de él, ya que la Iglesia “existe para evangelizar”, esa es “su
identidad y dicha más profunda” (EN 14), esa es su razón de ser: “llevar la Buena
Nueva a todos los ambientes de la humanidad y, con su influjo, transformar desde
dentro, renovar a la humanidad misma” (EN 18), además, todo en la Iglesia es
cumplimiento del mandato del Señor: Vayan por todo el mundo y proclamen el
Evangelio a toda la creación, hagan discípulos a todas las gentes. Serán mis
testigos hasta los confines de la tierra. Todos los que formamos la Iglesia estamos
urgidos a evangelizar.

“La evangelización tiene como fin último la plenitud de la vida humana (…) Dios se
ha hecho hombre para que el hombre llegue a ser como Dios lo ha querido y creado,
es decir, para que sea a imagen del Hijo, hombre salvado del mal y de la muerte,
para participar de la misma naturaleza divina. Los creyentes pueden experimentar
ya aquí y ahora esta salvación, sin embargo, ella encontrará su plenitud en la
resurrección” (DC 30)

Como sacramento de Cristo, la misión de la Iglesia es la misma de Jesús: anunciar


y hacer presente el Reino de Dios, convocar a la acogida de ese reino mediante la
conversión, entregar y hacer partícipes a los hombres de la plenitud de la revelación
acaecida en Cristo, que se cumple en El y que es El mismo y su obra en persona,
porque es ahí, en su conocimiento, aceptación y cumplimiento, donde está la verdad
que nos hace libres, la vida eterna, la felicidad y la liberación de Dios en el amor
irrevocable de Dios hecho presente desbordantemente de una vez por todas en su
Hijo venido en la carne.

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La Iglesia, “enriquecida con los dones de su fundador, …, recibe la misión de


anunciar el Reino de Cristo y de Dios, de establecerlo en medio de las gentes, y
constituye en la tierra el germen y principio de este Reino”8.

La Iglesia nace pues, de la misión y de la acción evangelizadora de Jesús, y al


mismo tiempo es enviada por El, con la fuerza del Espíritu Santo, a ser
evangelizadora; por esta razón no puede nunca estar encerrada en sí misma. “La
Iglesia debe permanecer en el mundo como signo, opaco y luminoso al mismo
tiempo, de una nueva presencia de Jesucristo, de su partida y de su permanencia.
Pero es ante todo, su misión y condición de evangelizadora lo que ella está llamada
a continuar” (EN 15).

Es muy importante situar correctamente lo que es la catequesis en el marco de la


misión y acción evangelizadora de la Iglesia. De hecho, el DC fundamenta lo que
es la evangelización en la realidad de lo que es la Revelación y la Tradición; por
tanto también la catequesis queda fundamentada en lo que es la misma Revelación
y su Tradición eclesial

Sobre la base doctrinal, tomada de la Dei Verbum, el Directorio sigue esta


secuencia en el capítulo I, La Revelación y su transmisión:

1. Jesucristo, revelador y revelación del Padre


- La revelación del plan providente de Dios
- Jesús anuncia el Evangelio de la salvación
2. La fe en Jesucristo: respuesta a Dios que se revela
3. La transmisión de la Revelación en la fe de la Iglesia
- Revelación y Evangelización
- El proceso de la evangelización

¿Qué es Evangelizar?

Siguiendo el DC 31 37, se define la evangelización como proceso en el que la Iglesia,


movida por el Espíritu Santo, hace presente el Evangelio, a través de lo que ella es
y hace, en todo el mundo.

Esto abarca las siguientes acciones:


- Por la caridad que la anima, impregna y transforma la sociedad, asumiendo
las culturas y ofreciendo la luz del Evangelio para renovarlas desde dentro.

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- Se acerca a todos solidarizándose, compartiendo, dialogando, dando


testimonio de la novedad de vida de los cristianos, de tal manera que los que
se acercan se cuestionan sobre el sentido de la vida y las razones de ser su
esa fraternidad y esperanza.
- Inicia en la fe y en la vida cristiana mediante procesos integrales e
integradores (catequesis, vida fraterna, testimonio y celebración) a los que se
encuentran con Jesús y se convierten a él o retornan al camino de su
seguimiento.
- Por la educación permanente de la fe, la celebración de los sacramentos y la
vida de caridad en la comunidad, alimenta en los fieles el don de la comunión
y envían a la misión como discípulos de Jesús, a anunciar el Evangelio con
obras y palabras.

De esta manera, la Iglesia desarrolla el proceso evangelizador mediante el cual,


movida por el Espíritu: anuncia al mundo el Evangelio del Reino de Dios; da
testimonio entre los hombres de la nueva manera de ser y de vivir que él inaugura;
educa en la fe a los que se convierten a él; celebra en la comunidad de los que creen
en él, mediante los sacramentos, la presencia del Señor Jesús y el don del Espíritu;
e impregna y transforma con su fuerza todo el orden temporal.

Dinámica del Proceso de la Evangelización

La evangelización comprende varias etapas y momentos que pueden repetirse si es


necesario, con el fin de dar el alimento evangélico más adecuado al crecimiento
espiritual de cada persona o comunidad. Más que etapas sucesivas podrían
considerarse dimensiones de un proceso que sin embargo lleva una lógica gradual
y progresiva. (DC 32)

Así, podemos identificar estas tres etapas, o momentos en las siguientes:

- La acción misionera (DC 33) para los no creyentes y para los que viven en
la indiferencia religiosa, así como para los no cristianos y para aquellos
espacios humanos en donde la Iglesia no está presente. Tradicionalmente
se le ha dado el nombre de misión ad gentes. Incluye las siguientes acciones:
. El testimonio: apretura del corazón, capacidad de diálogo, relaciones
recíprocas, disponibilidad para reconocer los signos de bien y la presencia
de Dios en las personas que encuentran (DC 33). Reconocer que Dios

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precede en el acercamiento a estas realidades reconocimiento del primado


de la gracia. Así los discípulos misioneros dan testimonio al compartir su
vida, aun sin palabras. Este testimonio abre a un diálogo que en el momento
oportuno se hace anuncio explícito del Señor Jesús.
. La disposición a la fe y la conversión inicial tiene como objetivo despertar
el interés por el Evangelio a través del primer anuncio. El Espíritu Santo se
sirve de esa disposición para tocar misteriosamente el corazón de las
personas: buscadores de Dios, no creyentes, indiferentes, personas con fe
distorsionada o superficial, cristianos alejados…
- El tiempo de búsqueda y maduración es necesario para transformar ese
primer interés en una elección consciente. La proclamación del kerigma tiene
un fuerte impacto en estas personas y favorece el encuentro, la experiencia
del Señor Jesús, vivo y resucitado, que me amó y dio la vida por mi salvación.
Es el tiempo del precatecumenado, en el que la Iglesia comienza un itinerario
de iniciación a la vida cristiana con el anuncio del Kerigma. Se da en este
momento la primera adhesión de fe y la primera conversión con el deseo de
alejarse del mal y de seguir a Jesús.

- La acción catequética iniciatoria (DC 34). Está al servicio de la profesión


de fe. Los que se han encontrado con el Señor Jesús, sienten un creciente
deseo de conocerlo más íntimamente, manifestando así una primera
elección pro el Evangelio. Acogidos en la comunidad cristiana, la catequesis
junto los ritos litúrgicos, las obras de la caridad y la experiencia fraterna,
inician un camino de desarrollo y profundización de la fe inicial y el
aprendizaje gradual de la vida cristiana: fe, celebración, vida, oración. Este
proceso provoca un cambio progresivo de sentimiento y costumbres (cf. AG
13) que conlleva renuncias y luchas, así como alegrías que Dios concede sin
medida (DGC 56). Mediante la catequesis y el proceso de iniciación a la vida
cristiana (catecumenado) el discípulo de Jesús estará preparado para la
profesión de fe, cuando a través de la celebración de los sacramentos de la
iniciación (o la renovación de esos sacramentos) quede injertado (o tome
conciencia de esta inserción) en Cristo. Esta transformación interior, obra del
Espíritu, acompañada de la acción eclesial en la catequesis, lleva al discípulo
misionero a ser parte activa de la Iglesia por su inserción en la comunidad,
la celebración continua de los sacramentos y la vida según el Evangelios.

- La acción Pastoral (DC 35) alimenta la fe de los bautizados y los ayuda en


el proceso permanente de conversión a la vida cristiana. Se vive en la

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comunidad, lugar de anuncio y celebración, testimonio y acción.

A partir de la conversión que implica la vida nueva en Cristo, vivida


comunitariamente en la Iglesia, la evangelización se extiende a la renovación de
todo el entramado social de las personas en la sociedad, la familia, las relaciones
profesionales, relaciones cívicas, creatividad y expresiones culturales,
ordenamientos legales y políticos.

Una Iglesia renovada interiormente, renacida desde la Palabra y la gracia de Dios,


vivificada en el encuentro con Jesucristo vivo, será capaz de dar respuesta nueva
y actual desde el Evangelio a las necesidades y cuestiones del hombre en la nueva
sociedad, contribuirá a “rehacer el entramado entero de la sociedad humana” (ChL
34 y creará una nueva cultura en medio del mundo contemporáneo.

La Conversión es la “piedra angular” de toda nuestra acción pastoral; los “fracasos”


pastorales tienen que ver con el no edificar sobre la conversión.

La catequesis como parte del proceso evangelizador (DC 48-54)

En el contexto del renovado anuncio del Evangelio en los cambiantes escenarios


de la cultura de hoy, la Iglesia cuida porque cada una de sus actividades tenga una
línea misionera. Con esto se ratifica que el punto de partida de la catequesis es la
conversión de las personas por el encuentro con Cristo vivo, descubierto por la
acción misionera en sus diversas formas.

Cuando la catequesis se reconoce como parte del proceso evangelizador, reconoce


que hay un antes que corresponde a la acción misionera y a su fruto la conversión
y primera adhesión de fe al Señor Jesús. Y hay un después, la incorporación activa
a la comunidad cristiana con un proyecto de vida según el Evangelio.

Como muy bien sintetiza el DC 56:


“La catequesis, etapa privilegiada del proceso de evangelización, generalmente se
dirige a las personas que ya han recibido el primero anuncio, en cuyo interior
promueve los procesos de iniciación, crecimiento y maduración en la fe.

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