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A inicios del siglo XIX, Europa vivía sometida casi toda ella al control directo e
indirecto de Napoleón Bonaparte, a excepción de Portugal, Suecia, Noruega, Rusia y Gran
Bretaña. En España reinaba Carlos IV (1788-1808), hijo de Carlos III, cuyo reinado vino
marcado por frecuentes crisis internas1 y otras a escala internacional derivadas de la
revolución francesa, de la enemistad con Gran Bretaña (una amenaza potencial para las
colonias americanas) y de la renovación de los llamados pactos de familia con Francia, que
condujeron a la firma bajo el gobierno de Manuel Godoy de los dos Tratados de San
Ildefonso (1796 y 1800) y a la guerra contra Portugal (1801), a causa de la negativa
portuguesa a sumarse al bloqueo continental que intentaba aplicar Francia a Gran Bretaña.
Además, la adhesión a la política del bloqueo continental de Reino Unido supuso el
aumento de la enemistad con los británicos (por ejemplo, la batalla de Trafalgar en 1805), la
firma del Tratado de Fontainebleau en 1807 (en el que se acordaba la invasión y reparto de
Portugal entre España y Francia, a cambio de permitir el paso de las tropas francesas por
nuestro territorio) y el fuerte rechazo a la política de Godoy, con varias conspiraciones como
el llamado proceso del Escorial (en octubre de 1807, que terminó con el arresto temporal del
príncipe de Asturias) o el motín de Aranjuez que, ocurrido en marzo de 1808 al difundirse la
noticia del traslado de la familia real fuera de Madrid, se saldó con la abdicación de Carlos IV
en su hijo y con la detención de Godoy.
3. CONCLUSIÓN.
En esta Carta Magna, los estudiosos han encontrado referentes ideológicos, como es la
influencia de la filosofía política francesa del siglo XVIII (Montesquieu y Rousseau), del
sistema parlamentario ingles y de las nuevas instituciones surgidas en Norteamérica, del
pensamiento económico de Adam Smith y la tradición teórica política española (el
iusnaturalismo de Suárez y Vitoria).
En suma, se trataba de configurar la formación de un nuevo régimen, basado en cuatro
grandes principios, y una nueva sociedad basada en los principios teóricos básicos del
liberalismo: libertad, igualdad y propiedad. Es decir, el fin del Antiguo Régimen y el inicio
de un nuevo tiempo para los españoles de los ambos hemisferios, la península e Iberoamérica.
Pero, la Constitución estuvo vigente durante dos años hasta que por el decreto de Valencia de
4 de mayo de 1814 el rey Fernando VII anuló dicha carta magna y todas las decisiones de las
Cortes de Cádiz..