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Desarrollo:
Revuelta popular y formación de Juntas
La Guerra de la Independencia comienza con una sublevación popular contra el
traslado del resto de la familia real a Francia, donde ya se encontraban Carlos IV y
Fernando VII, tras las abdicaciones de Bayona. Es el 2 de mayo de 1808. La sublevación es
duramente reprimida por los franceses (cuadros de Goya), pero su ejemplo cundió por todo
el país y la sublevación popular contra los franceses se generaliza. Ante el vacío de poder
producido por las abdicaciones de Bayona, para dirigir la guerra contra los franceses se
organizan Juntas locales y provinciales que asumen la soberanía, declaran la guerra a
Napoleón y buscan el apoyo de Gran Bretaña. En septiembre de 1808 representantes de
cada junta provincial constituyen una Junta Suprema Central, que coordina la lucha y dirige
al país, reconoce a Fernando VII como rey y asume el mando hasta su vuelta. Es una
Historia de España 2º de Bachillerato. Profesor Antonio Luis Díaz García
IES Luis de Morales. Arroyo de la Luz (Cáceres)
ruptura con las instituciones de la monarquía absoluta que habían aceptado las
abdicaciones y la ocupación francesa.
La resistencia
Napoleón creyó que la invasión sería rápida y fácil. Sin embargo la resistencia de
algunas ciudades sitiadas por los franceses como Girona o Zaragoza y la derrota francesa
en la Batalla de Bailén (julio 1808) obligó a José I a abandonar Madrid y a un repliegue hacia
el norte de los soldados franceses.
Para dirigir la contraofensiva, Napoleón se desplazó a España en noviembre con un
ejército de 250.000 hombres que hacia 1809 ha ocupado prácticamente todo el país.
Ante la incapacidad del ejército español para hacer frente a los franceses surgió una
forma espontánea y popular de lucha: las guerrillas. Eran pequeños grupos locales, con
partidas de hasta 50 hombres, compuestas por miembros de las clases populares.
Hostigaban al ejército francés por sorpresa: destruían sus instalaciones, asaltaban los
convoyes de avituallamiento, etc., sometiendo a los franceses a una presión y desgastes
permanentes que minaban su moral.
En 1812 Napoléon se ve obligado a retirar miles de soldados para la campaña de
Rusia. Este hecho fue aprovechado por las tropas españolas, apoyadas por la guerrilla y por
el ejército británico para derrotar a los franceses en la batalla de Arapiles (julio de 1812), lo
que dio un vuelco a la guerra. José I abandonó Madrid. Hacia 1813 las tropas francesas
abandonan la Península y Napoleón se ve obligado, por el tratado de Valençay, a devolver
el trono de España a Fernando VII.
Actitudes políticas
Una parte de los españoles, los llamados afrancesados, entre los que se
encontraban intelectuales, altos funcionarios y una parte de la nobleza, colaboraron con la
monarquía de José I. Apoyaban su programa reformista y apostaban por un poder fuerte
que modernizase España. Al final de la guerra tuvieron que exiliarse ante la persecución
iniciada por Fernando VII.
Otra parte, los liberales, vieron en la guerra una oportunidad para realizar un cambio
político e implantar un sistema liberal.
La mayor parte de la población afrontó la guerra como un movimiento de resistencia
contra el invasor francés, y defendían el retorno de Fernando VII y los privilegios de la
Iglesia, pero su rebeldía frente a las autoridades francesas supuso una actitud
revolucionaria, al asumir el derecho a decidir sobre su propio destino.
Consecuencias
El resultado de la guerra fue catastrófico: crisis demográfica (por muertes en guerras
y pestes, o no nacidos) y económica en todos los sentidos (destrucción de comunicaciones,
industria, comercio, desórdenes rurales por la pervivencia de partidas de guerrilleros,
epidemias, problemas con la ganadería y agricultura, etc.). La recuperación fue muy lenta y
trajo como consecuencia la aparición del intervencionismo militar en la vida política. El
conflicto bélico también influyó notablemente en el desmoronamiento del Antiguo
Régimen, con la introducción de nuevas ideas y el desarrollo de un proceso de
revolución liberal con las Cortes de Cádiz y la Constitución de 1812
de corte liberal: son las Cortes de Cádiz que como consecuencia final supondrían la ruptura
con el Antiguo Régimen.
La participación extremeña en las mismas fue destacada, siendo 12 el número de
diputados que representaron a la provincia. La composición de este grupo fue variada,
predominando los diputados pertenecientes al clero, la nobleza y en menor medida, al
ejército. Hubo sin embargo protestas de algunas localidades como Plasencia o Trujillo que
no contaban con representación propia.
Las primeras sesiones pusieron claramente de manifiesto la división de criterios en
este heterogéneo grupo, cuyos componentes se agruparon en torno a dos posiciones: los
absolutistas y los liberales.
Los absolutistas, entre los que se encontraban Pedro de Quevedo y Quintano,
obispo de Orense y presidente del Consejo de Regencia, defendían la restauración del
Antiguo Régimen una vez finalizada la guerra.
Los liberales, grupo al que pertenecían personajes como Muñoz Torrero,
Fernández Golfín o Manuel Luján pretendían romper con el pasado, creando un Estado de
corte liberal.
La intervención de los diputados extremeños fue especialmente destacada en los
siguientes asuntos:
• La libertad de imprenta. En este tema se pudo apreciar dos posturas: la de los
partidarios y la de los contrarios a ella. En el primer grupo se incluyeron diputados de
talante liberal como Muñoz Torrero y Antonio de Oliveros, mientras el segundo grupo
fue encabezado por diputados como Pedro de Quevedo y Quintano o Alonso de Vera
y Pantoja.
• La venta de baldíos y terrenos comunes.
• La supresión de la Inquisición, postura que fue defendida con gran ahínco por
Torrero y Oliveros.
• La supresión del régimen señorial.