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Eduardo Restrepo: etnografía.

Etimológicamente hablando, etnografía significa una escritura o una descripción de los pueblos o gentes. A
grandes rasgos, etnografía sería lo que hacen los antropólogos cuando trabajan con comunidades indígenas.
Se dice que el antropólogo se va a vivir por largos periodos con la comunidad indígena que estudia para
poder conocer diversos aspectos de esa cultura, mediante una prolongada experiencia.

Sin embargo, estas afirmaciones no son de todo precisas. Hoy por hoy la etnografía no es solo utilizada por
los antropólogos ni se limita a los estudios de las comunidades indígenas. Desde hace ya muchas décadas,
profesionales de diferentes disciplinas como trabajadores sociales, economistas, politólogos, y sociólogos,
entre otros, vienen recurriendo a la etnografía para realizar sus estudios.
Entonces, no se puede decir que la etnografía es algo exclusivo de los antropólogos, aunque sí sigue siendo
acertado considerar que son los antropólogos quienes recurren a menudo a la etnografía como parte de su
práctica e identidad disciplinaria. Tampoco es verdadero que la etnografía se restringe al estudio de las
comunidades indígenas, ni siquiera entre los antropólogos. Durante los últimos años ha sido altamente
demandada por los diseñadores de nuevos productos para que respondan de manera más precisa a las
expectativas y necesidades de los distintos consumidores. Además no solo otros grupos étnicos como las
comunidades negras rurales ya son parte de la preocupación de los antropólogos, sino que también lo son
múltiples aspectos de las poblaciones urbanas.

De este modo se puede definir a la etnografía como la descripción de lo que una gente hace desde la
perspectiva de la misma gente. Esto quiere decir que a un estudio etnográfico le interesa tanto las prácticas,
es decir lo que la gente hace, como los significados que estas prácticas adquieren para quienes las realizan, la
perspectiva de la gente sobre estas prácticas.

La articulación de esas dos dimensiones es uno de los aspectos cruciales que ayudan a singularizar la
perspectiva y el alcance de la etnografía con respecto a otros tipos de descripción. Lo que busca un estudio
etnográfico es describir contextualmente las complejas relaciones que hay entre prácticas y significados para
unas personas concretas sobre algo en particular, ya sea un lugar, un ritual, una actividad económica, una
institución, una red social, etc. Esta articulación permite dar cuenta de algunos aspectos de la vida de unas
personas sin perder de vista cómo éstas entienden tales aspectos de su mundo. Es la descripción de lo que la
gente hace y lo que la gente dice que hace.

Esto mencionado anteriormente hace que se impliquen comprensiones situadas. Es decir, estas descripciones
son comprensiones situadas porque dan cuenta de formas de habitar e imaginar, de hacer y de significar el
mundo para las personas con las que se ha hecho el estudio. Son situadas también porque dependen en gran
parte de una serie de experiencias: de observaciones, conversaciones, inferencias e interpretaciones,
sostenidas por el etnógrafo en un momento determinado.
Sin embargo, situadas no significa que sus resultados sean limitados a las personas y lugares en los que se
hizo ese estudio etnográfico. Desde el anclaje concreto de la etnografía se pueden establecer ciertas
generalizaciones y teorizaciones que van más allá de los sitios y gentes con las que se hizo el estudio. Esto
implica que el etnógrafo deba resaltar las singularidades de un contexto, a la vez que debe establecer de qué
manera esas singularidades aportan a la comprensión y conceptualización de lo que sucede en otros
contextos.

Ahora bien, realizar una descripción etnográfica no es una tarea fácil porque no se puede describir lo que no
se ha entendido, y menos todavía, lo que ni siquiera se es capaz de observar o identificar a pesar de que esté
pasando frente a nosotros. La labor etnográfica requiere del desarrollo de un conjunto de condiciones y
habilidades que le permiten “abrir los ojos” al etnógrafo, que le permiten entender lo que tiene que describir.
Existen 3 condiciones:

 Se debe contar con una pregunta o problema de investigación : Esta pregunta o problema no solo permite
en términos generales distinguir lo que es pertinente de lo que no lo es, sino que también orienta la labor
del etnógrafo en ciertas direcciones visibilizando asuntos que de otra forma no se verían. En parte, los
ojos del etnógrafo son constituidos por su pregunta o problema de investigación, y las sensibilidades
teóricas que la respaldan. La importancia de tener una pregunta o problema se encuentra en lo imposible
que es agotar la amplísima multiplicidad de observaciones que se pueden hacer sobre un único escenario
o relación social; entonces la pregunta o problema ayudan a seleccionar y priorizar algunos escenarios y
relaciones para ser observados sin perder de vista el contexto más amplio que les rodean.
 Como segunda condición, la presencia del etnógrafo debe ser aceptada por las personas con las que se
realiza la investigación: Sobre todo cuando el estudio etnográfico ejecuta la técnica de la observación
participante localizada, es indispensable que la gente con la que se trabaja tenga la disposición de que el
etnógrafo no solamente resida en el lugar sino que esté observando y preguntando sobre lo que le interesa.
 Por último, la tercera condición es contar con el tiempo suficiente para realizar la investigación
etnográfica: Una etnografía demanda periodos prolongados, no alcanza con conocer de la noche a la
mañana la vida de otra gente y mucho menos los significados de sus prácticas, en algunos casos, como
cuando hay que aprender una lengua distinta o cuando el problema de investigación lo demande los
estudios etnográficos fácilmente pueden tomar años.
La etnografía canónica, impulsada por Malinowski, sugiere la idea de permanecer el tiempo necesario
para dejar de hacer “zambullidas esporádicas” y dar lugar a un “auténtico contacto” en el que la vida del
etnógrafo “toma pronto un curso natural mucho más en armonía con la vida que le rodea”. Aun así,
aunque el etnógrafo pase mucho tiempo en su escenario de trabajo no necesariamente logrará una buena
comprensión si no tiene aquella agudeza, sensibilidad y constancia que marcan la diferencia entre una
“zambullida esporádica” y un “auténtico contacto”.

Para realizar adecuadamente un trabajo etnográfico, el etnógrafo debe desarrollar ciertas habilidades o
destrezas. En primer lugar debe aprender a percibir, es decir, hay que aprender a generar una mirada
sobre aquellos asuntos de la vida social que son relevantes para la investigación. Esta mirada reflexiva busca
identificar lo pertinente en la incesante multiplicidad de cosas que suceden, muchas de ellas en una aparente
insignificancia que suelen llevar a que no se les preste atención.
También es muy importante saber escuchar, para esto hay que estar atento, no solo a lo que se dice, sino
también a la forma en que se dice, quién lo dice y cuándo se dice; de la misma manera hay que estar atento a
los silencios porque pueden decir tanto o más que las palabras. Pero estar atento no implica simplemente
querer estarlo, sino saber cómo, y este saber cómo pasa por aprender los más sutiles códigos de la
comunicación que se usan en los lugares y con las gentes con las que se hace el estudio etnográfico. De todos
modos es crucial no asumir que se ha entendido lo escuchado. Para nuestro interlocutor una palabra puede
tener un significado muy distinto del que nosotros podemos estar atribuyéndole. El etnógrafo debe sospechar
permanentemente de sí mismo, de lo que cree haber escuchado, de los significados que le ha otorgado a la
historia contada, o charla que mantuvo.
Los olores, el gusto y el tacto también hacen parte del aprender a percibir en un estudio etnográfico, ya que
hay todo un universo de información que no suele pasar por los ojos ni por los oídos. Marta, Álvaro Acevedo
decía que el ejercicio etnográfico que había desarrollado incluía la mayor participación de los sentidos
posibles, en especial, la visión, el gusto y el olfato, porque todas las manifestaciones gastronómicas que
había logrado captar a lo largo del trabajo de campo, desencadenaron un gran caudal de sensaciones
percibidas por esos tres sentidos.

La segunda habilidad en la investigación etnográfica consiste en saber estar. Los estudios etnográficos a
menudo implican desplazamientos a lugares o situaciones que son extrañas para el etnógrafo, de modo que
debe adaptarse lo más rápida y adecuadamente posible. Esto implica que el etnógrafo aprenda a distinguir
cuáles son los comportamientos de sí que se esperan y actuar en relación a eso. Como es un extraño, puede
darse ciertas licencias; pero sin convertirse en una traba o algo que interrumpa la dinámica de la vida social
de las personas con las que se trabaja.

Otra de las destrezas es que el etnógrafo debe desarrollar la habilidad de contar con una disciplina firme y
consistente de registrar permanentemente lo que va encontrando en su investigación, así como las
elaboraciones o interpretaciones derivadas de ella. La labor etnográfica requiere de un registro escrito
constante y sistemático de aquello que el etnógrafo ha observado o experimentado y que es relevante para su
investigación. Por otro lado, el cansancio y los estados de ánimo que experimente el etnógrafo en el campo
deben ser superados por una constante disciplina de trabajo porque hay situaciones irrepetibles o cruciales en
el trabajo de campo que el etnógrafo no puede dejar de enfrentar.

En la investigación etnográfica se puede resaltar una cuarta habilidad que consiste en la de ser un buen
escritor. El etnógrafo debe tener la habilidad de saber contar, transmitir o traducir aquello que ha
comprendido mediante su lectura. La mayor parte del trabajo etnográfico implica poner en palabras o en
imágenes los resultados de las observaciones e interpretaciones sobre la temática estudiada.
Algunas recomendaciones para desarrollar la habilidad de la escritura etnográfica consisten en escribir
continuamente para desarrollar el hábito de la escritura; leer con frecuencia buenas etnografías y cierto tipo
de literatura costumbrista o de narrativa que nos pueda brindar elementos y estrategias para narrar. Leer
pausadamente y en voz alta las piezas que vamos escribiendo también es útil para dar con el ritmo y el flujo
de la escritura que vamos logrando.

La última de las habilidades del etnógrafo, pero no la menos importante, es la capacidad de asombro. Cuando
se hace una investigación etnográfica en contextos sociales familiares para el etnógrafo, el desafío es que
pueda asombrarse con cuestiones que tienden a pasar desapercibidas muchas veces lo que pasa es que estas
cuestiones están a la vista de todos en nuestra existencia ordinaria, cotidiana y familiar. Entonces extrañarse
de lo familiar es fundamental en la labor etnográfica. Pero también frente a los contextos sociales extraños
para el etnógrafo, la capacidad de sorpresa debe evitar el riesgo de pasarse con la exotización de la
diferencia. La capacidad de asombro en estos contextos pasa por entender las lógicas sociales en sus propios
términos, lo que permite abordar lo extraño sin exotizarlo en demasía.

Bien, después de indicar las condiciones y las habilidades requeridas para una adecuada labor etnográfica, es
importante mencionar los dos grandes riesgos frente a los cuales esta labor debe estar siempre alerta: el
etnocentrismo y el sociocentrismo. Tanto el etnocentrismo como el sociocentrismo son prejuicios que se
derivan de los procesos de normalización y de producción de subjetividad que constituyeron al etnógrafo
como un sujeto social determinado. Estos prejuicios están profundamente arraigados puesto que son parte de
la forma de pensar, de hacer y de relacionarse de los individuos, sin que necesariamente sean conscientes de
su existencia e influencia. De ahí que cuesta mucho trabajo identificar tales prejuicios y tomar una distancia
de ellos.
El etnocentrismo consiste en una actitud de rechazo a la diferencia cultural dado que se asume que los
valores, ideas y prácticas de la formación cultural propia del etnógrafo son superiores a los de las personas
con las que trabaja. El etnocentrismo asume lo propio como medida de lo humano, ridiculizando o
menospreciando, de manera abierta o sutil, las concepciones o maneras de vida que se diferencian de la
propia. La etnografía no busca juzgar ni mucho menos ridiculizar la diferencia; lo que busca, al contrario, es
comprenderla en sus propios términos.
Por otro lado, el sociocentrismo es más difícil de identificar y de cuestionar. Consiste en asumir que los
valores, ideas y prácticas de una clase o sector social son los modelos ideales de comportamiento,
despreciando los de otras clases o sectores sociales. El sociocentrismo se expresa mayormente en las
actitudes de ridiculización y rechazo que las clases o sectores económicamente privilegiados de una sociedad
tienen para con las maneras de hablar, las corporalidades, los gustos, o las creencias de los sectores
populares. El sociocentrismo básicamente es un clasismo ejercido bajo la premisa de ciertos sectores sociales
que consideran que sus concepciones y formas de vida son superiores e ideales; haciendo que sean el modelo
de lo ‘normal’ y lo ‘deseable’ con respecto a las cuales juzgan otras concepciones y formas de vida de otros
sectores sociales.
Con respecto a esto, Martín Barbero cuenta que en los años 60 cuando llegó a Cali como profesor de la
Universidad del Valle, asistieron con unos colegas con quienes comenzaba una investigación sobre cultura
popular y comunicación, a la presentación de una película mexicana en un cine de un barrio popular: cuando
comenzó la película, él y sus colegas no paraban de reírse de la película que estaban viendo porque no
podían ver otra cosa que no fuera un “bodrio argumental y estético”; sin embargo por el resto de los
espectadores la película era contemplada en un silencio asombroso. Transcurrido un momento, se les
acercaron varios hombres a increparlos y a decirles que se callen o se vayan.
Barbero se refiere a como a un “escalofrió epistémico” cuando se da cuenta de la ceguera de su grupo al no
poder ver o entender lo que esa gente veía. Entonces cambiar la actitud y tratar de entender lo que las
personas ven, pasa precisamente por un cuestionamiento del sociocentrismo.

Por otro lado, en la labor etnográfica hay dos perspectivas analíticas diferentes, la perspectiva emic y la
perspectiva etic. La perspectiva ‘emic’ es aquella que los miembros de una cultura tienen de su propia
cultura; mientras que la ‘etic’ es la que los antropólogos que no son miembros de la cultura elaboran sobre
ella. En otras palabras, con esas dos categorías se describen dos perspectivas de conocimiento de una cultura:
desde adentro (‘emic’) o desde afuera (‘etic’). Para la etnografía no son dos perspectivas excluyentes, aunque
sí debe haber una clara diferenciación entre ambas. En una descripción etnográfica, no se pueden confundir
lo emic y lo etic. Aunque lo emic está siempre presente, la labor etnográfica introduce una serie de
interpretaciones y reordenamientos desde una perspectiva etic.

Hay quienes argumentan que la perspectiva emic es más verdadera y auténtica que la etic, puesto que se
elabora desde adentro, pero el hecho de ser sujeto de una cultura no hace a ese sujeto automáticamente más
reflexivo sobre esta cultura. En una cultura o en una posición de sujeto cualquiera no hay una homogeneidad
tal que haga que cualquier individuo pueda hablar por los otros como si no existieran diferencias y
desigualdades, como si no existieran experiencias y trayectorias disímiles marcadas por factores de clase, de
lugar, de educación, de género, de orientación sexual, de intereses, etc.

Además de esta diferenciación entre las perspectivas emic y etic, en la labor etnográfica se distinguen tres
niveles de la información. Primero, lo que la gente hace, es decir, las prácticas que realiza y las relaciones
que establece para concretar estas prácticas.
Segundo, lo que la gente dice que hace, es decir, lo que se cuenta cuando se le pregunta por lo que hace. En
este nivel las personas presentan ante el investigador su versión, la cual puede variar significativamente o
puede variar poco con respecto a lo que efectivamente hacen dependiendo de muchos factores. 1) Varía
porque las personas incorporaron lo que hacen de tal manera que cuando hablan sobre esto pasan por alto
aspectos o detalles que para ellos carecen de importancia o no son evidentes dado su grado de
automatización. 2) Varía también porque hay cosas que se hacen y que las personas no quieren contar, ya sea
porque consideran que eso no se debería hacer o porque consideran que el que se sepa puede ponerlos en
riesgo. 3) Varía también por las percepciones que tengan del investigador y de sus intereses; las personas
pueden decirle al etnógrafo lo que ellas creen que él quiere o prefiere oír.
Tercero, lo que la gente debería hacer, es decir, lo que se considera como el deber ser. No se puede confundir
este nivel del deber ser con lo que realmente sucede, porque a menudo hay una distancia o incluso
contradicciones entre lo que la gente piensa que debería hacer y lo que efectivamente hace. Lo que la gente
dice que debería hacer da cuenta del nivel de los valores ideales, de las normas, y de las aspiraciones de unas
personas.

Ahora bien, aunque los tres son igualmente importantes, es importante no confundir estos tres niveles en la
labor etnográfica. No se trata de que lo que la gente hace sea la verdad que deba ser descrita por el
investigador y lo que se dice que se hace sea una falsedad que deba ser desechada. Lo que hay que entender
es por qué existe esa brecha entre lo que se hace y lo que se dice que se hace, lo cual implica que el
investigador comprenda que la forma en la que la gente representa y presenta ante otros lo que hace,
constituye una fuente importante de investigación sobre los sentidos de la vida social para esas personas.

Una vez mencionadas las dimensiones que engloban a la disciplina, podemos afirmar que la etnografía suele
significar tres cosas distintas: En primer lugar, se ha considerado que la etnografía es una técnica de
investigación que estaría definida por la observación participante. La etnografía también se entiende como un
encuadre metodológico. Acá es relevante no confundir el plano de las técnicas, el de las metodologías y el
del método. Las técnicas son los instrumentos o las herramientas de investigación en sí mismas, y se
caracterizan porque se aplican para producir “datos”. Por ejemplo, la encuesta, la entrevista o el censo son
técnicas de investigación. La metodología es la manera particular en que se operan ciertas técnicas de
investigación y en cómo se articulan varias de ellas en función de una pregunta o problema de investigación;
por lo tanto, la metodología apunta a sustentar el cómo se realiza la investigación. La etnografía como
metodología, como encuadre, estaría definida por el énfasis en la descripción y en las interpretaciones
situadas. El método, tiene que ver con una discusión más amplia que articula las convicciones que llevan al
investigador a resolver su investigación de la manera en que decidió hacerlo.

Finalmente, se habla de etnografía para indicar un tipo de escritura. Por ejemplo, un libro, un artículo o un
informe también pueden ser considerados etnografías, incluso algunos documentales también. Lo que tienen
de común estos distintos materiales escritos o visuales es que están relatando de manera muy concreta
aspectos que se suponen verídicos de la vida social de unas personas.

Desde hace algún tiempo se han elaborado etnografías en diferentes sitios. Estas etnografías han sido
denominadas como multisituadas, y para este tipo de etnografías lo que interesa es dar cuenta de
gentes, cosas o ideas que se mueven y se encuentran en diferentes lugares. Así, desde la etnografía
multisituada y estratégicamente situada se puede estudiar una comunidad transnacional, es decir, un
grupo de personas que migran de un país a otro, haciendo etnografía no solo en sus lugares de origen
sino también en los de llegada.

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