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LOS 3 ELEMENTOS PSICOLÓGICOS DE LA IMPUTABILIDAD

Azor & Asociados


Veamos en qué consiste el concepto de la imputabilidad y qué elementos
participan en ella.
octubre, 2021

Elementos de la imputabilidad
En Psicología, el término "imputabilidad" hace referencia al grado en que una
persona ha sido consciente de sus actos delictivos y la voluntad que tuvo a la hora
de realizarlo.
Esta idea es de suma importancia en los procesos legales, pues en función de lo
responsable o no que haya sido la persona de sus propios comportamientos,
puede ser condenada o eximida de pagar por ello.
Por otro lado, la imputabilidad es un aspecto siempre tenido en cuenta en la
comisión de cualquier delito y, como es de naturaleza propiamente psicológica,
esta es una de las principales áreas de intervención de la psicología forense.

¿Qué es la imputabilidad desde el punto de vista de la Psicología?


En psicología forense, se entiende la imputabilidad como la capacidad de una
persona para ser responsabilizada por un hecho legalmente reprobable y que
se cree que ha cometido. Esta es una de las áreas en donde los psicólogos
forenses son de mayor utilidad para la administración de justicia, pero esto no
quiere decir que sea tarea de un psicólogo determinar si una persona es imputable
por sus actos o no.
La decisión de considerar imputable a alguien corresponde a la administración de
justicia, que se apoya en el criterio experto de los psicólogos forenses y, así, toma
una decisión bien informada.
La idea de la imputabilidad es antigua, encontrándose en textos legislativos de
griegos, romanos e, incluso, en la ley hebrea. Desde que existe esta idea los
sistemas judiciales de todo el mundo han ido incorporando diferentes variaciones
de la misma a lo largo del tiempo. El concepto principal detrás de esta idea es que
un acto criminal no puede ser punible a menos que la persona quien lo ha
cometido tenga la capacidad de reconocerlo como tal y haya escogido libremente
llevarlo a cabo.
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¿QUIÉN ES IMPUTABLE?
Elementos psicológicos involucrados en la capacidad de entender lo que se
hace.
Para que un hecho sea reconocido como imputable se requiere que el individuo
pueda entender que su conducta o la omisión de ella supone un delito y que
implica un castigo penal. Lograr esta comprensión requiere que el individuo
disponga de tres capacidades o dimensiones, aunque las dos primeras son las
consideradas como fundamentales.
1. Cognitiva
La capacidad cognitiva es sinónimo de inteligencia. Hace referencia a la capacidad
del individuo para entender e incorporar la información del medio, entendiendo qué
es lo que pasa a su alrededor.
En función del grado de inteligencia que posea quien ha cometido el delito, este
tendrá o no conciencia del carácter ilícito de sus actos y las consecuencias que
implica su conducta.
2. Volitiva
La capacidad volitiva hace referencia a la voluntad de actuar del sujeto en
función de sus deseos o intenciones, es decir, si ha obrado ilícitamente
intencionalmente. Esta dimensión se relaciona con los aspectos motivacionales
de la conducta y se compone de dos aspectos principales:
Predisposición o potencial para cometer un delito.
Capacidad de actuar conforme a lo que las leyes esperan del
individuo.
3. Judicativa o de juicio
La habilidad judicativa hace referencia a la capacidad del individuo de decidir y
emitir una conducta según su criterio e interés en los problemas que le
genera el medio. Esta tercera dimensión es a veces combinada con la dimensión
volitiva.

¿QUIÉN ES IMPUTABLE EN UN PROCESO JUDICIAL?


Así pues, teniendo en cuenta estas tres dimensiones, se considera que una
persona es imputable de un acto ilícito cuando lo ha realizado sabiendo lo que
hacía, lo estaba haciendo de forma totalmente libre y con la clara intención de
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llevarlo a cabo.
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Esta idea de imputabilidad es la misma por la que se rigen la mayoría de los
códigos penales de las naciones democráticas, aunque con sus variaciones, y que
en caso de que falte alguna de esas capacidades se exime al perpetrador de un
delito de responsabilidad criminal.
Código Penal Federal
Artículo 15.
Son causas que excluyen el delito y la responsabilidad penal:
I. La ausencia de conducta, cuando el hecho se realice sin la intervención de la
voluntad del agente por una fuerza física exterior irresistible;
II. Cuando falte alguno de los elementos del hecho delictuoso de que se trate;
III. Las causas permisivas, como:
a) Se actúe con el consentimiento del titular del bien jurídico afectado, siempre
que se llenen los siguientes requisitos:
1. Que se trate de un delito perseguible por querella;
2. Que el titular del bien tenga capacidad de disponer libremente del mismo; y
3. Que el consentimiento sea expreso o tácito y sin que medie algún vicio de la
voluntad.
b) Se repela una agresión real, actual o inminente y sin derecho en protección de
bienes jurídicos propios o ajenos, siempre que exista necesidad de la defensa y
racionalidad de los medios empleados y no medie provocación dolosa, suficiente e
inmediata por parte del agredido o de la persona a quien se defiende.
Se presumirá como defensa legítima, salvo prueba en contrario, el hecho de
causar daño a quien por cualquier medio trata de penetrar o haya penetrado sin
derecho al hogar del agente, al de su familia, o sus dependencias o a los de
cualquier persona que tenga la obligación de defender, al sitio donde se
encuentren bienes propios o ajenos, respecto de los que exista la misma
obligación; o lo encuentre en alguno de aquellos lugares en circunstancias tales
que revelen la probabilidad de una agresión.
c) Se obre por la necesidad de salvaguardar un bien jurídico propio o ajeno de un
peligro real, actual o inminente, no ocasionado dolosamente por el agente,
lesionando otro bien de menor o igual valor que el salvaguardado, siempre que el
peligro no sea evitable por otros medios y el agente no tuviere el deber jurídico de
afrontarlo; y
d) La acción o la omisión se realicen en cumplimiento de un deber jurídico o en
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ejercicio de un derecho, siempre que exista necesidad racional del medio


empleado para cumplir el deber o ejercer el derecho, y que este último no se
realice con el sólo propósito de perjudicar a otro.
IV. Las causas de inculpabilidad:
a) Al momento de realizar el hecho típico el agente padezca un trastorno mental
transitorio que le impida comprender el carácter ilícito del hecho o conducirse de
acuerdo con esa comprensión, a no ser que el agente hubiese provocado
dolosamente o por culpa grave su propio trastorno. En este caso responderá por el
hecho cometido.
b) Se realice la acción o la omisión bajo un error invencible:
1. Sobre alguno de los elementos esenciales que integran el tipo penal;
2. Respecto de la ilicitud de la conducta, ya sea porque el sujeto desconozca el
alcance de la ley, o porque crea que está justificada su conducta.
c) Atentas las circunstancias que concurren en la realización de una conducta
ilícita, no sea racionalmente exigible al agente una conducta diversa a la que
realizó, en virtud de no haberse podido determinar a actuar conforme a derecho;
Que el resultado típico se produzca por caso fortuito y el activo haya ejecutado un
hecho lícito con todas las precauciones debidas.

¿QUIÉN SE ENCARGA DE LA VALORACIÓN DE ESAS CAPACIDADES?


Los profesionales que se encargan de valorar las capacidades psicológicas
relacionadas con la imputabilidad son los psicólogos forenses.
Aunque la imputabilidad en sí es un concepto jurídico, son muchos los
aspectos psicológicos que pueden alterar la condición de responsable de un
delito de una persona. Entre estos aspectos psicológicos o determinantes de su
conducta tenemos trastornos mentales como los de personalidad,
drogodependencias, discapacidad intelectual, intoxicación...
Pero como hemos comentado antes, los psicólogos no se encargan de valorar si
un individuo es imputable o no de un delito. La figura del psicólogo forense no
demanda ni defiende ni juzga, puesto que la imputabilidad jurídica es tarea de los
jueces. Lo que sí hacen los psicólogos forenses es establecer la causalidad
psíquica entre el encausado y los actos cometidos, entendida esta como la
imputabilidad psíquica.
Para determinar cuán responsable de su propia conducta es un individuo es
necesario llevar a cabo una evaluación exhaustiva para ver si hay un trastorno
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mental que la explica o cualquier otro condicionante psicológico relevante para el


caso.
Además de ello, es imprescindible un análisis que determine cómo ese trastorno
ha mermado la capacidad del individuo para comprender la ilicitud de acto y/o su
capacidad para haber actuado de diferente forma, estableciéndose una relación
causal entre el trastorno y el delito cometido.

Cabe decir que, durante la evaluación forense, no solo se tiene en cuenta la


inteligencia y la voluntad del sujeto al momento de cometer el delito. La mente y
comportamiento humanos son demasiado complejos como para reducirse a cómo
de consciente es el sujeto de sus actos y si ha habido deseo expreso de cometer
el delito. Como en cualquier valoración psicológica, primero se debe estudiar el
caso teniendo en cuenta sus particularidades, diseñar una evaluación precisa y,
en base a los datos obtenidos, elaborar un informe pericial psicológico.

CAUSAS DE INIMPUTABILIDAD
Las causas detrás de que un individuo no sea consciente de su comportamiento ni
entienda la gravedad de la situación son varias. La responsabilidad o
irresponsabilidad del sujeto respecto al acto delictivo que ha cometido determina la
presencia o ausencia de imputabilidad y, también, determina las causas de la
misma. En el caso español y el de muchos países desarrollados, un sujeto será
inimputable ante una conducta típica y antijurídica cuando se dé alguna de las
siguientes circunstancias:

1. Trastornos mentales, psicosis y psicopatías


Los trastornos mentales, también denominados enfermedades mentales en el
ámbito jurídico, corresponden a la denominación general para cualquier
perturbación mental mayor de origen orgánico o emocional.
En el ámbito jurídico se entienden como condiciones caracterizadas por la pérdida
de contacto con la realidad y, a menudo, con alucinaciones e ilusiones. En el caso
de la psicosis existiría alteración de la inteligencia, mientras que en las psicopatías
habría alteración de la personalidad.
En psicología forense, para determinar si existe o no un trastorno mental y cómo
influye en la responsabilidad de un individuo en relación al delito cometido, se
suelen seguir los siguientes criterios:
Biológico o psiquiátrico: basta el diagnóstico para determinar la inimputabilidad.
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Psicológico: basta la manifestación de anormalidad en el momento del delito.


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Mixto. El juez determina la imputabilidad en base a diagnóstico psiquiátrico en
base al momento de manifestarse la anormalidad.

2. DISCAPACIDAD INTELECTUAL
La discapacidad intelectual implica una grave insuficiencia de inteligencia, también
conocida como oligofrenia (de “oligo”, “poco o ausencia” y “phreen”, “inteligencia”).
En el ámbito legal, se definiría como cualquier síndrome neurológico que
implique un marcado déficit intelectual, sea congénito o precozmente
adquirido, y que repercute de forma global tanto en la personalidad como en el
grado de independencia del afectado. Esta situación puede darse por los
siguientes motivos:
Genética: déficit intelectual explicado por las leyes de Mendel.
Alteración cromosómica (p. ej., síndrome de Down, trisomía 18, Turner,
Klinefelter...)
Germinales: causa exógena en preparto (sífilis), parto (asfixia) o postparto (caída
accidental del neonato)
También entraría dentro de esta circunstancia la sordomudez y ceguera, siempre
y cuando sea de nacimiento. Aunque estas dos condiciones no son sinónimo de
discapacidad intelectual, sí que se considera que una persona que haya nacido
con problemas de sordera y ceguera, especialmente si se dan de forma
combinada como es el caso de la sordomudez, no desarrollará plenamente la
inteligencia ni la capacidad de conocer su entorno, motivo por el cual a pesar de
presentar una inteligencia dentro de la normalidad se los trataría como
oligofrénicos.

3. GRAVE PERTURBACIÓN DE LA CONCIENCIA


Con grave perturbación de la conciencia nos referimos a que quien ha cometido el
delito estaba bajo los efectos de algo o alguien que le impedía obrar de forma
consciente. El sujeto se encontraba en una situación en la que padecía una
profunda alteración de la percepción de la realidad. Dentro de este tipo de
circunstancia encontramos:
1. Embriaguez alcohólica
Los efectos del alcohol han mermado los procesos cognoscitivos del sujeto y han
reducido su control voluntario de los actos, algo que se ha dado en el momento de
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cometer el delito. Dentro de esta circunstancia hay diferentes categorías.


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Fortuita: involuntaria. Implica la ingestión de una cantidad de alcohol excesiva
para el sujeto que le ha provocado embriaguez aguda. Es eximente.
Culposa: voluntaria. Ingestión ocasional o habitual sin moderación, pero sin
intención de embriagarse. Es atenuante.
Dolosa: voluntaria y premeditada. Ingestión con la clara intención de cometer un
delito después y obtener un eximente.
A su vez, en función del grado de embriaguez que manifieste el sujeto a la hora de
cometer el delito, tenemos: Plena o completa: es el estado de confusión donde el
sujeto está totalmente ebrio y privado de la inteligencia y voluntad; semiplena o
incompleta: el sujeto tiene cierta capacidad de querer y comprender lo que hace,
aunque no de forma lúcida.
Si la embriaguez es fortuita y plena se considera eximente de responsabilidad,
mientras que si es semiplena es atenuante. En el caso de que sea culposa,
responde a título de culpa y, si es dolosa, se considera delito plenamente
consciente.

2. SUEÑO
Durante el sueño se da una situación que excluye la capacidad de comprender y
conocer y, por lo tanto, no habría culpabilidad. Un ejemplo de esta situación sería
la de la madre que aplasta a su bebé recién nacido.
También incluiríamos en esta situación el sonambulismo, un problema del sueño
caracterizado por la aptitud del sujeto de realizar actos propios del estado de
vigilia, solo que se encuentra profundamente dormido. Se considera una situación
imputable.
Especial mención requiere el caso del hipnotismo, un estado de sugestión
profunda que, pro regla general, es inimputable también, siempre y cuando se
haya obrado comportándose como un instrumento de lo que el hipnotizador ha
ordenado a su víctima.

3. DOLOR EXTREMO Y ESTADOS PASIONALES


Hay ciertas condiciones médicas que pueden alterar momentáneamente la
voluntad e inteligencia del afectado. El dolor extremo se considera atenuante y, en
caso de que destruya la razón o que haga que el afectado obre como si hubiera
entrado en un episodio de psicosis, suele ser eximente. El estado pasional es
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atenuante.
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UTILIDAD SOCIAL DE LA DETERMINACIÓN DE IMPUTABILIDAD
Uno pudiera pensar que cómo de consciente es o no un individuo al cometer un
delito no es relevante a la hora de penalizarlo por ello. Cometer un delito implica
unas consecuencias sociales determinadas al margen de la voluntad e inteligencia
de quien lo ha perpetrado y, teniendo en cuenta esto, que padezca un trastorno
mental o discapacidad intelectual no sería excusa suficiente como para reducirle la
pena o eximirle del delito.

Esta idea suele estar fundamentada en la creencia de que la ley y las penas están
hechas para vengarse del comportamiento reprobable de quien ha cometido un
delito. Muchos a día de hoy siguen viendo la cárcel y las medidas punitivas como
simples castigos para darle de su propia medicina a quien ha obrado mal, cuando
en realidad estas medidas tienen el objetivo de reinsertar al individuo y hacerle
reflexionar sobre su conducta, entender qué ha hecho mal para así evitar que lo
vuelva a cometer.

Fernando Azor Lafarga


Psicólogo especialista en psicología clínica

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