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Paradigma del conflicto Mapuche en su lucha étnica y su

vinculación ancestral con las expresiones de violencia

Alberto Urra
Mauricio Urra

Resumen:
El conflicto mapuche es una de las tramas políticas más complejas del Chile
contemporáneo, vinculando en ella distintas aristas que abarcan elementos
trascendentales como la cosmovisión y las antiguas dinámicas de organización política
que chocan con los intereses del estado nación chileno, las empresas privadas y los
habitantes no mapuche que viven en el Ngulu Mapu. La tensión se deriva de la
confrontación entre dos formas de entender la realidad: el biocentrismo en pugna con el
antropocentrismo; la autodefensa a través de medios violentos, chocando con la autoridad
unilateral del estado; la autonomía territorial y cultural versus la incorporación a la nación
chilena. Las raíces del conflicto actual y de sus expresiones de violencia no sólo son
culturales o históricas, sino que también se asienta en la incapacidad de las autoridades
estatales para hacer cumplir la normativa internacional en cuanto al derecho indígena,
para con la autonomía política y soberanía territorial, dificultando el camino hacia el
reconocimiento del pueblo mapuche. Y como resultado de esta problemática surge la
masificación de procesos judiciales severos a través de la Ley Antiterrorista, ocupando
interpretaciones antojadizas y poco efectivas del concepto. Ayudando a dificultar, más que
solucionar, un conflicto de tal envergadura.
Palabras claves: mapuche, cosmovisión, estado nación, Ngulu Mapu, biocentrismo,
autodefensa, Ley Antiterrorista, expresiones de violencia, reconocimiento.

Abstrac:
The Mapuche conflict is one of the most complex political plots of contemporary Chile,
linking different edges that include transcendental elements such as the worldview and the
old dynamics of political organization that collide with the interests of the Chilean nation-
state, private companies, and inhabitants. non-Mapuche living in the Ngulu Mapu. The
tension stems from the confrontation between two ways of understanding reality:
biocentrism in conflict with anthropocentrism; self-defense through violent means, clashing
with the unilateral authority of the state; territorial and cultural autonomy versus
incorporation into the Chilean nation. The roots of the current conflict and their expressions
of violence are not only cultural or historical, but are also based on the inability of state
authorities to enforce international regulations regarding indigenous law, towards political
autonomy and territorial sovereignty, making the path to recognition of the mapuche people
difficult. And as a result of this problem arises the massification of severe judicial
processes through the Antiterrorist Law, occupying fanciful and ineffective interpretations of
the concept. Helping to hinder, rather than solve, a conflict of such magnitude.
Keywords: Mapuche, worldview, nation state, Ngulu Mapu, biocentrism, self-defense,
Antiterrorist Law, expressions of violence, recognition.
Introducción

El presente trabajo: “Paradigma del conflicto Mapuche 1 en su lucha étnica y su


vinculación ancestral con las expresiones de violencia” tiene por objetivo vincular
los elementos que condicionan la relación de esta cultura originaria con el Estado de
Chile y cómo su cosmovisión2 juega un rol trascendental en el desarrollo de sus
costumbres y su interacción con el medio.
Durante un sinnúmero de años múltiples personalidades han analizado los factores
que condicionan una determinada acción. Inclusive, muchos de ellos han logrado
anticipar de forma muy certera y detallada cómo la ejecución de ciertos hechos podría
generar o influir en nuevos vectores, como puede ser la criminalización de las acciones
de resistencia indígena o la normalización de actitudes racistas. Consecuencia de lo
anterior, es como múltiples estados han ido generando una modernización de sus
legislaciones, adaptándose y dando paso a nuevas alternativas para solucionar sus
problemas de gobernanza3. Es en este orden de ideas, donde la antropología juega un
rol fundamental para comprender cuál es el papel que cumplen las sociedades en el
desarrollo de estas, sin embargo ¿por qué si las legislaciones van evolucionando a
medida que sus sociedades se lo demandan, nuestras culturas ancestrales mantienen
intacta su cosmovisión? más aún ¿cómo nuestras culturas originarias se vinculan en el
ambiente moderno?
Si bien estas interrogantes pueden ser amplias en relación a su enfoque debemos
hacer hincapié en la idea de progreso y cómo ésta es determinante en la evolución de
las civilizaciones occidentales, en contraste con el impacto que tuvo en las culturas
originarias, las cuales, a pesar de verse expuestas a los mismos incentivos y
estímulos, mantuvieron una cultura aferrada a sus creencias y tradiciones, imbuidos
por su autodeterminación para mantener viva su cultura y costumbres.
En este sentido, la cosmovisión indígena manifiesta una arraigada vinculación
espiritual propias de la visión biocentrista, la cual declara que todo ser vivo merece
respeto y niega cualquier posición de privilegio del ser humano (Schmidt, 2016). En su
contraparte la cosmovisión occidental posiciona al ser humano por encima de todas las
cosas, dando paso a la visión antropocentrista que sin duda se contrapone a las
creencias de los pueblos originarios, generando desde su origen un antagonismo
claramente identificable.
Bajo esta perspectiva, desde el derecho internacional existe un reconocimiento a
los pueblos originarios, los cuales se basan en criterios culturales e históricos que
contrastan con las políticas de Estado referente a esta materia.

1. Contextualización Histórica y Cultural de la Problemática Mapuche

La historia del pueblo y la nación mapuche es compleja, pues es un largo camino


de evolución cultural y material, además de avances y retrocesos con los pueblos y
naciones vecinas. La historia mapuche es la de una constante lucha por la soberanía y
la preservación de la cultura, de la oposición constante a la anexión inca, española o
chilena. Pero también es una historia de adaptación y supervivencia, además de una
fuerte resistencia cultural.

1
Se toma como referencia la definición de la Real Academia Española (RAE)
2
Ídem.
3
Ídem.
1.1. Pueblo Mapuche: Historia y configuración de su nación

El territorio mayormente ocupado por este grupo étnico comprende desde la VIII
región de Bío-Bío hasta la X región de Los Lagos. Por su parte, el territorio mapuche
en Argentina, abarca la zona central del país en extensión oeste a este (Grebe, s.f.,
pág. 55). Su extensión precolombina no se limitaba a los territorios anteriormente
nombrados, sino que se pueden encontrar elementos culturales como el mapudungun
desde los márgenes del Río Choapa (Figura 1), pasando por los territorios del Valle
Central chileno, hasta el archipiélago de Chiloé.

Figura 1
Mapa del Estado MAPU (división política) I

Fuente: Proyecto Allen (2014)

A pesar del vasto territorio con hegemonía mapuche, resulta anecdótico destacar
que este pueblo, antes de la llegada de los conquistadores españoles, no presentó una
unificación a través de un líder. A pesar de compartir rasgos comunes de gran
envergadura como el idioma, costumbres y creencias. El grupo en estudio tiene su
origen en antiquísimas migraciones humanas que llegaron provenientes de Asia
oriental hace más de diez mil años y se instalaron en distintos territorios de América.
Por lo que, a pesar de tener enormes similitudes genéticas con otras etnias
americanas, sus rasgos culturales, al igual que los demás, se desarrollaron con amplia
independencia.
Con la llegada de los españoles comenzó un periodo de amplia confrontación bélica
en el Ngulu Mapu4, que se extendió desde 1550 hasta 1656. Durante el siglo que
duraron lo intentos de anexionar los territorios al sur del Bío Bío, se vieron procesos
poco usuales en los territorios coloniales españoles, como la aprobación de la
esclavitud indígena en 1608 o la dinámica de guerra defensiva iniciada en 1611. Con el
abandono de las armas, se estableció una frontera marcada por el Río Bío Bío, la cual
4
Se refiere al territorio mapuche en la costa pacífica, su extensión, previa a la llegada de los españoles,
abarcaba desde el Río Choapa hasta el Archipiélago de Chiloé. En la actualidad cuando los mapuche se
refieren al Ngulu Mapu, señalan un territorio que inicia en el Río Bío Bío y termina en Puerto Montt.
no solo garantizó a los españoles un espacio propicio para el comercio, sino que
impulsó una serie de cambios profundos en la economía de las comunidades mapuche
al sur de la frontera. En el centro de estos cambios, estaban las modificaciones
económicas ocurridas en el espacio indígena, así:
La segunda mitad del siglo XVIII al parecer fue definitiva para la sociedad mapuche (...) La
paz en esos años, permitió que aumentara la población y, por tanto, que un mayor número
de brazos se dedicaran a tareas económicas. El contacto con la sociedad colonial del norte
influyó en los gustos y costumbres Araucanos, incorporándose una serie de productos
provenientes del comercio. En definitiva, el sistema económico basado en la recolección de
frutos, en la caza y en la pesca, y en pequeñas plantaciones de hortalizas, y fue
reemplazado por una economía fundamentada en el ganado vacuno, ovejuno y caballar.
Las huacas, ovichas y cahuellos, son tres especies que revolucionan la economía mapuche
(Bengoa, 2000, p. 47-48)

La cría de ganado exótico trajo consigo la apertura de un circuito comercial del cual
se nutrirán las distintas comunidades del WallMapu 5. A pesar de que habrá marcados
matices, dependiendo del lugar, parece existir un mejoramiento constante de las
condiciones materiales de los mapuche. Esta situación no cambiará marcadamente en
los primeros años de la República de Chile.
Lo anterior ratifica que la incipiente nación chilena tenía una noción clara del otro
(mapuche), como territorio independiente al sur de la frontera del Bío Bío. Es
manifiesto que dentro de las escasas ocasiones que el poderoso imperio español tuvo
que establecer fronteras, eventualmente terminaron por ratificar la existencia de una
nación al otro lado de esta. Por lo que la República de Chile, siguiendo esa lógica, en
un primer momento reafirma la existencia del Wallmapu, incluso en sus primeros
pasos hacia la conquista de los archipiélagos y la pampa del sur.
A pesar de la inestabilidad de las primeras décadas de la República, hacia la
década de 1840, la riqueza de los yacimientos atacameños de Chañarcillo y el
aumento sistemático de la demanda de trigo potencia la economía chilena. Pero la
relación con la nación mapuche comienza a cambiar de forma acelerada, primero con
la progresiva instalación de colonos al sur del Bío Bío desde los últimos años de la
primera mitad del siglo XIX y, posteriormente, con la creación de la provincia de
Arauco en 1852: primer paso para la asimilación de los territorios no controlados por el
Estado.
La participación de grupos mapuche en las revueltas de 1851 y 1859 en la ciudad
de Concepción, combinado al decaimiento radical de las exportaciones de trigo a
California y Australia, harán cambiar la perspectiva del estado para con la nación
mapuche. La prensa santiaguina de diversa índole, como El Mercurio o El ferrocarril,
será funcional a los sectores políticos que ocuparon la coyuntura de crisis económica y
las revueltas locales, en especial la de 1859, para concretar la idea de una expansión
del estado chileno al Ngulu Mapu (Foerster & Pinto, 2003).
Para 1860 comenzará la campaña de Cornelio Saavedra, y con ello iniciará un
proceso de incursiones y avances que se prolongará hasta 1883. Detrás de ella se
logrará la anexión de la mayoría del territorio mapuche y una cifra indeterminada de
muertos. La importancia económica que habían ganado las comunidades desde el
siglo XVIII se desvaneció. También se ve trastocado el fuerte apego al territorio propio
de la etnia, que se ve obligada a trasladarse a los márgenes de su propia nación.

5
Se refiere a la extensión completa del territorio mapuche, el cual va de la costa del Pacífico a la del
Atlántico. Abarcando una franja ininterrumpida entre el sur chileno y la región central argentina.
1.2. Cosmovisión: La Clave Para Entender la Relación con el Territorio

La cosmovisión, tal como lo indica su definición enciclopédica refiere a la visión del


universo, sus manifestaciones naturales y el imaginario cultural que este genera. En el
caso de la nación mapuche este imaginario es el fruto de miles de años de evolución,
configurando una religiosidad particular, ligada a un entendimiento del mundo apegado
a la naturaleza. Sus deidades serán de carácter natural, dando como fruto una
religiosidad que, aunque no estaba unificada por completo, si compartía elementos
comunes a lo largo de Ngulu Mapu.
Para necesidades del presente trabajo nos centraremos en los elementos comunes
dentro de la interpretación del mundo mapuche, en primer lugar “la Cosmovisión
mapuche es circular y holística, y gira en torno al concepto de tierra (Mapu). En ella se
mezclan lo espiritual, lo social, los económicos, lo jurídico, y se asienta el Nag Mapu 6”
(Villegas, 2014, p. 222). La estrecha relación con la naturaleza de la religiosidad
mapuche, se refleja en una serie de elementos propios de sus ritos; como el culto
totémico al Rewe y adoración a hitos naturales específicos dentro del espacio
geográfico de cada comunidad. Otro ejemplo bastante claro es el rito al término de la
construcción del Kultrún7, donde:

Por un orificio de la membrana suelta, uno de los artesanos llama a la machi8 dueña del
nuevo kultrún (...) Según la creencia mapuche, desde ese momento permanecerá para
siempre la voz de su dueña dentro del kultrún, produciéndose una identificación de la machi
con su instrumento, el cual simbolizará su propia voz y su propio poder chamánico. (Grebe,
1973, p. 13)
A través del rito anteriormente mencionado se puede realizar una aproximación de
la relación de la religiosidad mapuche con lo natural, la estrecha vinculación entre líder
religioso y las fuerzas de la naturaleza, sacando un elemento como la madera de su
realidad concreta y llevándolo a un plano espiritual.
Presumiblemente, el avance de la ganadería, la orfebrería y las labores textiles
desde el siglo XVIII no entraron en contradicción con su complejo sistema de
creencias, puesto que dichas dinámicas productivas se adecuaban a las normas y
límites religiosos con los cuales estructuraban sus comunidades. Esto cambió con la
anexión al Estado chileno y sus implicancias a nivel económico y cultural.
Es lo anterior un reflejo de las inmensas diferencias en cuanto a la visión del
territorio y sus recursos, del choque constante entre la visión antropocéntrica
occidental, enfrentándose de forma directa con el biocentrismo mapuche. De esa
forma una representación de este choque sería que:

Para los descendientes del poblamiento chileno, las responsabilidades establecidas con la
naturaleza se fundan en los beneficios que de ella se puedan obtener: agua, ingresos
monetarios. Para la tradición más antigua, la mapuche, no se puede hablar de este tipo de
emergencia, puesto que la moral es fruto de una larga convivencia con el bosque donde la
sociabilidad con los árboles y demás especies formaba parte de la condición misma de la
vida (Skewes, Palma, & Guerra, 2017, p. 121).

6
Se refiere a un sistema de creencias que ordenan el mundo terrenal mapuche, por lo que del se deriva:
el poder de los gobernantes, la justicia y la utilización de la tierra.
7
Se refiere a un tambor ceremonial empleado en rituales religiosos y de sanación.
8
Es un miembro de la comunidad que posee una conexión con su mundo espiritual, que le permite dirigir
ceremonias y realizar sanaciones a través de su conocimiento sobre plantas y sustancias naturales.
A modo de síntesis podemos decir que la cosmovisión mapuche tiene un indivisible
apego con la naturaleza, puesto que de ella se deriva su orden religioso y moral.
Además, este conjunto de creencias rige la relación que muchas comunidades aún
tienen con el territorio y sus recursos, generando una confrontación entre: el apego al
espacio geográfico y la integridad del mismo, versus la utilización de los recursos de la
naturaleza para la generación de riqueza, propia de la cultura occidental.
2. Paradigma del conflicto mapuche en relación con el Estado de Chile. El
uso de la violencia como manera de expresión cultural
Para poder comprender en su magnitud este apartado es indispensable precisar
nociones e ideas que inevitablemente se asocian a este proceso. Con ello nos
referimos a los diversos actos de insurgencia ejercidos por el pueblo mapuche en la
macrozona sur de Chile9. y cómo se aborda a través de la ley 18.314, más conocida
como Ley Antiterrorista, su aplicación y diversas interpretaciones de la misma. Al
mismo tiempo, planteamos la acción del Estado en relación a la forma en que la
gobernanza chilena ha enfrentado el conflicto mapuche, haciendo un contraste entre
ambas ideas y debatir, en definitiva, la noción de la autodefensa y libre determinación
del pueblo mapuche y algunos posibles caminos que el Estado de Chile podría tomar
para abordar de mejor forma este tema, considerando para ello lo enunciado por
diversos tratados internacionales en materia indígena, los cuales toman en
consideración su cosmovisión, cultura y costumbres ancestrales.
Existe una gran dicotomía en cómo el estado ha enfocado la solución del conflicto
mapuche, debido a que la mera aplicación de una ley pone en la palestra un término
altamente divergente como es el terrorismo. Hoy en día no existe un consenso sobre
lo que se puede considerarse como terrorismo o acto terrorista. Desde esta
perspectiva pueden identificarse ciertos criterios para enmarcar una acción dentro de
esta categoría, los cuales serían los siguientes: la utilización de la violencia; conducta
terrorista racional ligada a una organización; generar una sensación de fragilidad y
vulnerabilidad; publicidad a los actos; y finalmente el componente ideológico (Vinagre,
2017, p. 13). En concordancia con estos criterios, la ley Nº 18.314 (Ley Antiterrorista)
define como terrorista
los delitos de homicidio, lesiones, secuestro (encierro, detención, retención de una
persona en calidad de rehén y/o sustracción de menores), envío de efectos
explosivos, incendio y estragos, las infracciones contra la salud pública y el
descarrilamiento, siempre y cuando ocurran en las siguientes circunstancias:

■ Que el delito se cometa con la finalidad de producir en la población o en una parte de ella el
temor justificado de ser víctima de este tipo de delitos
■ Que se cometa mediante artificios explosivos o incendiarios, armas de gran poder
destructivo, medios tóxicos, corrosivos o infecciosos u otros que pudieren ocasionar
grandes estragos, o mediante el envío de cartas, paquetes u objetos similares, de efectos
explosivos o tóxicos
■ Que el delito sea cometido para arrancar resoluciones de la autoridad o imponerle
exigencias (BCN, 2014, sección ¿Qué se entiende por delito terrorista en Chile?)

Por otra parte, hay quienes señalan que la Ley Antiterrorista se limita a enunciar un listado
de acciones que califican como terrorismo y las facilidades penales para su persecución,
pero que no da una definición clara del concepto en sí (Emmerson, 2014) mismo, así como
tampoco la hay a nivel del Derecho Internacional (Pinto, 2019, p. 3).
Así mismo, otros plantean que, a falta de una definición integral de terrorismo, para
que un acto pueda ser calificado como tal debe reunir tres condiciones:

9
Regiones del Bío-Bío, La Araucanía y Los Ríos
a) Cometerse contra miembros de la población en general, o sectores de esta, con la
intención de causar la muerte o lesiones corporales graves, o de tomar rehenes;

b) Cometerse con el propósito de provocar un estado de terror, intimidar a una población, u


obligar a un gobierno o a una organización internacional a realizar un acto, o a abstenerse
de realizarlo;

c) Reunir todos los elementos de la definición legal de un delito grave.” (Emmerson, 2014,
p. 11).

Emmerson también hace hincapié en la falta de consenso político sobre el carácter


terrorista de la causa mapuche y también a la ambigüedad de la misma ley y su aplicación
en dicho conflicto, lo que se ve reflejado, en el primer caso, en dar cabida a interpretar
como terrorismo o acto terrorista la comisión de cualquier delito común ya contemplado
dentro del sistema penal; y en el segundo, la flexibilidad en el proceso investigativo
respecto de los imputados y los vicios que implica esta facultad en la práctica. (págs.11, 12
y 13).
Las opiniones respecto a si el conflicto mapuche tiene o no un carácter terrorista
están divididas, principalmente por la arbitrariedad con la que se califican las
expresiones de violencia ocurridas en el contexto del conflicto mapuche. Lo que no
está en duda es que son actos violentos y que han tenido una envergadura cada vez
mayor. Bajo esta afirmación, cabe preguntarse ¿cuál es la motivación que lleva a
algunos grupos subversivos que reivindican la causa mapuche a usar la
violencia como forma de expresión? Para responder esta pregunta es necesario
hablar de la acción del Estado.
Respecto a este punto, la relación del Estado con el pueblo mapuche ha sido
primero, antagónica y, segundo, compensatoria e insuficiente (BCN, 2019). Esta
relación ha ido polarizando las acciones hasta llegar a extremos absolutamente
insospechados. Sin ir demasiado lejos, la ocupación de la Araucanía -promocionada
mediante un eufemismo10 durante el siglo XIX- tuvo un carácter violento y represivo
bien conocido incluso en la época en que se dio, provocando un profundo rechazo
dentro de una parte importante de la población chilena, ya que dicha represión no sólo
fue dirigida hacia los guerreros mapuche, sino también hacia la población no guerrera.
Sustentado en la idea de Estado-nación, establecer un dominio sobre la Araucanía
era una condición sine qua non11 para consolidar el actual territorio chileno, proceso
que se llevó a cabo mediante acciones bélicas que tenían por objetivo el
desplazamiento progresivo de la frontera del río Bío-Bío hacia el sur y el asentamiento
de ciudadanos nacionales y colonos extranjeros en los territorios incorporados. Este
proceso tuvo su punto álgido en la década de 1880: a mediados de este periodo ya se
había ocupado la Araucanía y se había procedido al reparto de tierras entre colonos
extranjeros y ciudadanos chilenos, reduciendo el espacio de los mapuche a un 6,39%
de lo que disponían antes de la ocupación (Balbontin-Gallo, 2020, p. 332). Desde
entonces, la relación del Estado con el pueblo mapuche ha estado permeada por
políticas compensatorias referentes principalmente a la concesión de tierras que han
demostrado ser insuficientes; y también por la violencia, la cual ha sido una constante
desde la incorporación forzosa del mapuche a la sociedad chilena, pero que en los
últimos 30 años ha tenido una especial evolución en la intensidad de estas
expresiones, más que en la cantidad. El gráfico 1 muestra la cantidad de hechos
violentos producidos desde el año 2010 al año 2017:
10
Durante el siglo XIX se promociona esta campaña con el nombre de “Pacificación de la
Araucanía”.
11
Del latín, se traduce al español como “sin la cual no” que podría interpretarse como
“indispensable”.
Gráfico 1
Hechos violentos en mayo

Fuente: Catastro de Violencia LyD. Citado en Vinagre (2017)

En virtud de estos antecedentes y conforme los síntomas ocasionados por las


políticas de estado, cabe hacernos la siguiente interrogante ¿Pueden fundamentarse
las expresiones de violencia de los mapuche desde un punto de vista cultural?
Para responder a esta interrogante es indispensable realizar un breve viaje en el
tiempo hacia las primeras interacciones de este pueblo originario con la cultura
española en el continente americano.
A diferencia de otros pueblos precolombinos de la región, los mapuche mantuvieron
una dinámica de autonomía territorial, cohesionándose en alianzas militares
temporales. Con la llegada de los conquistadores españoles y sus numerosos intentos
de anexionar el wallmapu, las dinámicas de centralización política temporal, se
utilizarán como medio defensivo y de posterior acuerdo. El carácter autónomo de cada
comunidad define aspectos claves de su estructura política; libre determinación como
pilar orgánico y autodefensa como medio de protección de dicha comunidad. Es una
dinámica sociocultural, que, por ende, facilita la legitimación de la violencia contra
enemigos de la comunidad. Sobre este punto, Rolf Foerster (citado en Balbontín-Gallo,
2020), expone que
el enfrentamiento con el colonizador hispano operó como catalizador de la constitución de
los mapuches como pueblo entre los siglos XVII y XVIII. Si la sociedad mapuche en
tiempos de paz se caracterizaba por una autoridad política restringida (lonko 12), cuya
legitimidad pasa por el Admapu13 o conjunto de tradiciones normativas que reglan la vida
en común, la sociedad mapuche en tiempos de guerra -o sociedad reche 14- fortalecía sus
vínculos de organización política.

El mismo autor referenciado señala que


[…] a través de los reche no sólo se levantó una oposición al colonizador y sus agentes
socializadores -iglesia, encomienda y ejército-, sino que una complexión política organizada
en torno a la conducción y representación asumida por los lonkos que se fue reforzando al
interior del mundo mapuche con la génesis de una nueva conciencia política. El
establecimiento de ‘la frontera’ en el Bío Bío no sólo fue un acontecimiento geopolítico, sino
propiamente político ya que la institución de ‘los parlamentos’ se tradujo en la existencia y
representación de dos naciones.” (Balbontin-Gallo, 2020, p. 337)

12
Jefe de la comunidad mapuche.
13
Conjunto de antiguas tradiciones, leyes, derechos y normas que rigen el comportamiento en la
sociedad mapuche.
14
Re=auténtico, puro, verdadero; che= gente. Este vocablo era utilizado para distinguirse de las
poblaciones extranjeras.
El biocentrismo constituye el eje central de la cosmovisión mapuche. En este
sentido
“la religión y cultura mapuches se basan en su relación con su entorno natural y en el
principio del respeto por todos los seres vivos. Por lo tanto, sectores de los mapuches
consideran que la ocupación y la explotación comercial de sus tierras ancestrales, con
las consecuencias ambientales adversas que se derivan de su uso comercial intensivo,
constituye una agresión a sus valores esenciales e incluso a su propio derecho a existir”
(Emmerson, 2014, p. 5).

Este conflicto pasa principalmente por las diferencias en las cosmovisiones que
chocan en este proceso. Mientras dentro de la cosmovisión mapuche se refleja un
biocentrismo en el que todas las formas de vida tienen la misma importancia dentro del
equilibrio ecológico, y por tanto la idea de la propiedad privada no tiene valor ni
sustento, esta constituye el eje central del liberalismo europeo que influenció
directamente la política institucional chilena desde el siglo XIX. Este antropocentrismo
permea la cultura occidental, situando al ser humano por encima de las otras formas de
vida, lo que conlleva la idea de que el medio natural está al servicio del ser humano. En
consecuencia, la mirada a la naturaleza es diferente. Mientras esta visión del mundo ve
un recurso económico susceptible de apropiación y explotación, aquella ve en la
naturaleza y en el territorio indígena un valor cultural
dado que es precisamente en la naturaleza que la identidad de los indígenas encuentra su
eficacia simbólica. Así, por ejemplo, el valor e identidad de la machi es indisociable del
humedal sagrado (menoko) que le sirve como reserva medicinal, antes que consistir en un
punto de captación sobre el cual constituir una concesión o derecho de aprovechamiento
de agua (Balbontin-Gallo, 2020, p. 339).

El aprovechamiento indiscriminado de la naturaleza en nombre del progreso es una


causa directa de la problemática mapuche, ya que fueron expulsados de su hogar
ancestral y relegados a la pobreza y a la asimilación cultural mientras en virtud de la
economía, por ejemplo, se arrasaba con el bosque nativo para luego fomentar el
monocultivo de plantaciones forestales (DL 701 de 1974).

En menor grado, la religiosidad mapuche también refleja el carácter guerrero de


esta etnia. A pesar de que, dentro de su religiosidad, las deidades guerreras no sean
más preponderantes que las ligadas a la naturaleza, la asociación de los mapuches
con la guerra parece ser indivisible a su cultura. Esto se debe a razones exógenas,
fuertemente arraigadas en la tradición cultural colonial y, posteriormente, republicana 15.
Bajo el mismo principio los representantes de la cultura mapuche, abordados en la
educación escolar chilena, serán caciques guerreros como Lautaro y Caupolicán. El
mapuche como ente ancestral, guerrero, de una violencia primigenia.
La configuración política mapuche previa a la llegada de los españoles no guardaba
muchas diferencias con la de sus ancestros, de unificación de la comunidad a través
de su líder o Lonko. La manifestación del nacionalismo16 mapuche surgirá con la
llegada de los españoles y sus intentos de anexionar los territorios ocupados por la
etnia. Como se expuso anteriormente, es con la llegada de los conquistadores
españoles que se modifica la noción política del Lonko, apoyado en la estructura
cultural del Admapu, tomando peso el concepto Reche. Es a través de esta separación
15
En el último tercio del siglo XIX la prensa chilena se llenará de relatos y notas que exaltan el
carácter incivilizado y violento del mapuche. Lo anterior ligado a los proyectos de fomento de inmigración
europea y la expansión del territorio nacional.
16
La visión de nacionalismo ocupada se vincula con la perspectiva de Eric Hobsbawn plasmada en
“Naciones y Nacionalismos desde 1780” (1991)
con el otro (español) que se muestra el comienzo de la idea de una nación compartida,
que establece una frontera en el Bío Bío y, posteriormente, la capacidad de negociar
en parlamentos. (Balbontin-Gallo, 2020, p. 337).
El periodo de amplio enfrentamiento bélico (1550 -1656) trajo consigo una serie de
procesos y acontecimientos que reforzaron el ideal nacionalista entre las comunidades
mapuches. La destrucción de las ciudades españolas al sur del Bío Bío y el desastre
de Curalaba en 1598, acompañado de una política desesperada de socorro, tendría su
punto cúlmine en la instalación de una dinámica de guerra defensiva para el 1612, que
declinará para 1623. De allí hasta el final de lo que se conocería como guerra de
Arauco se minimizó el papel de las armas y se fortaleció el rol de la frontera como
punto de encuentro comercial y político, entre la proyección colonial de España y la
nación mapuche.
Con la instalación de la frontera y la conformación de una nación a través de un
nacionalismo de orígenes defensivos, se da paso a un periodo de marcadas
transformaciones en el territorio mapuche. En primera instancia cabe mencionar que no
evolucionó en liderazgos centralizados, ni como monarquías guerreras o religiosas,
sino que en la fase iniciada en los años posteriores a la Guerra de Arauco (siglo XVII al
XIX) ocurrirán complejas modificaciones económicas dentro de las comunidades, las
cuales fueron comentadas anteriormente.
La ocupación del estado chileno del Ngulu Mapu provocó cambios radicales en las
comunidades mapuche, los cuales se vieron acelerados por los intentos de asimilación
y la parcelación de sus antiguos territorios. Con la anexión de la Araucanía los
mapuche se ven obligados a vivir en reducciones comunitarias, las cuales eran
reconocidas a través de títulos de merced, lo cual causó un gigantesco impacto en lo
que respecta a subsistencia y modos de vida. Es necesario señalar que, a pesar del
reconocimiento legal de sus tierras, se masificaron prácticas por parte de los
terratenientes para aumentar sus terrenos: corridas de cerco, ventas fraudulentas y
despojo a través de la violencia. Esto llevó a un período de empobrecimiento y
migración acelerada de población mapuche a los núcleos urbanos. Mientras estos
procesos ocurrían, fueron incorporados a organizaciones que buscaban mejorar su
relación con el estado (Órdenes, 2016, p. 134), aunque no con mucho éxito, como se
verá más adelante.
Todo lo anteriormente enunciado refleja un carácter cultural en las expresiones de
violencia de la etnia mapuche, cultura que data de mucho antes de la llegada de los
españoles y, por ende, de la existencia del Chile republicano. Nociones culturales
fuertemente ligadas a la autodefensa que, como se dijo anteriormente, es el medio de
protección de su comunidad. En el siguiente apartado se aborda el reconocimiento y la
autodeterminación (o libre determinación) de la etnia mapuche a través de la revisión
de documentos que aborden el reconocimiento internacional sobre el derecho
indígena.

3. Reconocimiento internacional sobre el derecho indígena y su aplicación


por parte del Estado de Chile

Chile ha suscrito y ratificado numerosos tratados internacionales sobre Derechos


Humanos, dentro de los cuales las reivindicaciones del pueblo mapuche “están
codificadas como derechos humanos, esto es, interpelan al derecho internacional de
los derechos humanos” (BCN, 2019, p. 2). En materia de reconocimiento de etnias
indígenas o pueblos originarios destaca la suscripción y ratificación del Convenio 169
de la OIT en 1989 y 2008, respectivamente (BCN, 2020, p. 9). Algunos principios
fundamentales de este tratado se sustentan en la ambivalencia del derecho a la
igualdad con otros pueblos y culturas y del derecho a “ser diferentes, a considerarse a
sí mismos diferentes y ser tratados como tales” (Naciones Unidas, 2007, p. 1)
Según el Convenio 169 (1989), este aplicaría al pueblo mapuche
por el hecho de descender de poblaciones que habitaban en el país o en una región
geográfica a la que pertenece el país en la época de la conquista o la colonización o del
establecimiento de las actuales fronteras estatales y que [...] conservan todas sus propias
instituciones sociales, económicas, culturales y políticas, o parte de ellas (artículo 1, inciso
1 b).
Otras disposiciones establecidas en este convenio, que contribuyen al
reconocimiento de los pueblos indígenas, son las siguientes:
Art. 5
a) deberán reconocerse y protegerse los valores y prácticas sociales, culturales, religiosos
y espirituales propios de dichos pueblos y deberá tomarse debidamente en consideración la
índole de los problemas que se les plantean tanto colectiva como individualmente;
Art. 8
1. Al aplicar la legislación nacional a los pueblos interesados deberán tomarse debidamente
en consideración sus costumbres o su derecho consuetudinario.
2. Dichos pueblos deberán tener el derecho de conservar sus costumbres e instituciones
propias, siempre que éstas no sean incompatibles con los derechos fundamentales
definidos por el sistema jurídico nacional ni con los derechos humanos internacionalmente
reconocidos. Siempre que sea necesario, deberán establecerse procedimientos para
solucionar los conflictos que puedan surgir en la aplicación de este principio.
Art. 9
2. Las autoridades y los tribunales llamados a pronunciarse sobre cuestiones penales
deberán tener en cuenta las costumbres de dichos pueblos en la materia.
Art. 10
2. Deberá darse la preferencia a tipos de sanción distintos del encarcelamiento.
Art. 23
1. La artesanía, las industrias rurales y comunitarias y las actividades tradicionales y
relacionadas con la economía de subsistencia de los pueblos interesados, como la caza, la
pesca, la caza con trampas y la recolección, deberán reconocerse como factores
importantes del mantenimiento de su cultura y de su autosuficiencia y desarrollo
económicos. Con la participación de esos pueblos, y siempre que haya lugar, los gobiernos
deberán velar por que se fortalezcan y fomenten dichas actividades.

El espíritu de este tratado radica en el reconocimiento de los pueblos indígenas y


tribales como sujetos colectivos de derecho propio, cuya “contribución a la diversidad
cultural, a la armonía social y ecológica de la humanidad y a la cooperación y
comprensión internacionales” ha sido clave en la configuración de los mismos Estados
nacionales que actualmente rigen sobre su vida política, social y cultural debido a la
ocupación forzosa de sus territorios y a la asimilación cultural a la que fueron
sometidos, particularmente el pueblo mapuche desde fines del siglo XIX hasta la
actualidad.
Respecto a su aplicación por parte del Estado de Chile, lo cierto es que las
disposiciones implementadas han sido insuficientes y han fallado en el objetivo de
disminuir la violencia en la macrozona sur de Chile, llegando incluso a aumentar en
cantidad y en intensidad, como se señalaba en apartados anteriores. “Esto podría
explicarse por la falta de reconocimiento de los pueblos indígenas como un sujeto
colectivo de derechos en el texto constitucional chileno” (BCN, 2019, pp. 2-3) lo que
conlleva una gestión deficiente y discriminatoria por parte del Estado en lo que se
refiere a una relación pacífica y compensatoria hacia los pueblos indígenas. En este
sentido, informes internacionales señalan que “una aplicación excesiva y
discriminatoria de [medidas de represión] agrava la amenaza del extremismo violento y
es contraproducente” (Emmerson, 2014, p. 8) esto en el contexto de la suscripción por
parte de Chile a la Estrategia global de las Naciones Unidas contra el terrorismo en el
año 2006 y en la aplicación de la Ley Antiterrorista en el conflicto mapuche.
Otro aspecto en el que Chile queda al debe es en la participación y satisfacción de
las partes interesadas en la resolución de este conflicto de larga data. En el primer
caso, el Estado de Chile ha realizado reformas referentes a la tenencia y repartición de
la tierra, además del fomento a la educación a través de la Beca Indígena, entre otras
reformas, pero lo cierto es que “las organizaciones que representan a los pueblos
indígenas han criticado esas iniciativas por haber sido formuladas sin su consulta o
participación previa” (p. 6) lo que, a la luz del Convenio 169, ratificado por Chile en el
2008, constituye una violación directa de un tratado internacional cuyo espíritu es
precisamente garantizar la libertad y el desarrollo en base a la cultura propia de cada
etnia indígena. En virtud de la misma idea, también se vulnera la libre determinación
del pueblo mapuche al no permitirles participar de la toma de decisiones que les
afecten directamente en el desenvolvimiento de su cultura y tradiciones, relegándolos a
una posición pasiva ante un Estado que ha demostrado ser ineficiente en lo que
respecta a la integración de los mapuche, llegando a asimilarlos culturalmente y a
explotar indiscriminadamente su medio natural, el cual también es ancestral y la fuente
misma de su vida, según su cosmovisión.
En virtud de lograr la autodeterminación por parte del pueblo mapuche, en el año
2016 el PACMA17
anunció la futura adopción de una Constitución Mapuche y la instalación de un Gobierno
Mapuche, entre otras cuestiones. La propuesta incluía la conformación de una Comisión de
Esclarecimiento Histórico Mapuche, enfocada en dilucidar los hechos conocidos como
‘Pacificación de la Araucanía; un acto de perdón por parte del Estado Chileno y reparación
patrimonial territorial; reconocimiento y aplicación de Tratados Mapuche; restitución de
tierras ancestrales; derogación del Decreto Ley 701; retirada de las empresas forestales del
Territorio Mapuche: y desmilitarización del Territorio Mapuche; derogación de los decretos
supremos que regulan la consulta previa indígena del Convenio 169 de la OIT y la
sustitución de los proyectos de ley que conforman la propuesta de nueva institucionalidad
indígena (Ministerio y Consejos de Pueblos Indígenas) por una Comisión Presidencial
(BCN, 2019, p. 6).

Conclusiones y reflexiones finales

La historia del pueblo y la nación mapuche es compleja, pues es un largo camino


de evolución cultural y material, además de avances y retrocesos con los pueblos y
naciones vecinas. La historia mapuche es la de una constante lucha por la soberanía y
la preservación de la cultura, de la oposición constante a la anexión inca, española o
chilena. Pero también es una historia de adaptación y supervivencia, además de una
fuerte resistencia cultural que los lleva a manifestarse hasta el día de hoy utilizando la
violencia como forma de expresión.
Después de la Guerra de Arauco la relación entre los colonizadores españoles y el
pueblo mapuche estuvo permeada por dinámicas que trascienden la guerra, siendo
estas de tipo comerciales, políticas e incluso culturales. Esta relación cambió unas
décadas después de que Chile se convirtiera en república independiente.
La cosmovisión mapuche está fuertemente ligada al biocentrismo, es decir, que
ninguna vida es más importante que la otra, por lo tanto, el aprovechamiento de la
naturaleza siempre debe darse garantizando sus ciclos de recuperación y en ningún
caso sobreexplotando o destruyendo el medio natural. Esta cosmovisión choca

17
Pacto Mapuche por la Autodeterminación
fuertemente con el concepto de antropocentrismo que representa la cultura occidental,
que primero se manifiesta a través de los españoles y luego mediante los gobiernos de
Chile, los cuales están fuertemente influenciados por el liberalismo europeo que
propone, entre otras cosas, la idea de la propiedad privada.
Es necesario señalar que, debido a la falta de consenso en lo que se refiere al
concepto mismo de terrorismo, calificar como actos terroristas los actos de
reivindicación indígena es caer en un sesgo que tuvo lugar principalmente en la
aplicación de la Ley Antiterrorista, la cual permite la calificación arbitraria de delitos
comunes ya contemplados en el sistema penal como terrorismo, especialmente en el
conflicto mapuche; y también la flexibilidad en el proceso investigativo respecto de los
imputados y los vicios que implica esta facultad en la práctica.
El carácter cultural del uso de la violencia por parte de los mapuche tiene un
sustento histórico claramente identificable. La llegada de los españoles los llevó a
configurar un nacionalismo incipiente que les permitió adquirir una maduración política
en términos del reconocimiento de un otro (español) que, primero, los lleva a combatir
o defenderse de este enemigo común, y segundo, mediante el comienzo de la idea de
una nación compartida, que establece una frontera en el Bío Bío y, posteriormente, la
capacidad de negociar en parlamentos. Esta dinámica duraría (con matices) hasta
fines del siglo XIX, con la incorporación de la Araucanía al Estado de Chile,
manifestándose desde entonces una relación antagónica, compensatoria e insuficiente
entre el Estado y el pueblo mapuche.
Finalmente, es necesario enfatizar que, a pesar de los tratados que Chile ha
suscrito y ratificado en materia de derechos humanos, específicamente en derechos
indígenas, lo cierto es que su gestión ha sido deficiente y contraproducente, primero
por la poca participación y representación que han tenido los mapuche en políticas de
Estado que les incumbe; y segundo porque la violencia y represión ejercida por el
Estado en virtud de la Ley Antiterrorista no ha contribuido a disminuir los actos de
insurgencia de los grupos subversivos, sino que todo lo contrario: han aumentado en
cantidad, pero sobre todo en intensidad, según se muestra en el gráfico 1.
Es por esto que el Estado tiene una tarea pendiente cuyo primer paso es el
reconocimiento de los pueblos indígenas como sujetos colectivos de derecho propio,
sustentado en sus raíces culturales, en su cosmovisión, en su antigüedad en el
territorio, pero, sobre todo, por el respeto que merecen como seres humanos con el
mismo derecho a ser iguales a otros pueblos, pero también con el derecho a ser
diferentes, a considerarse diferentes y ser tratados como tales.
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