MEDIR
Álvarez
LASPALABRAS
Mordida
El 15 de diciembre pasado me referí, en
un artículo de esta serie, a la actualiza-
ción, correspondiente al año 2023, del
Diccionario de la lengua española (DLE)
de la Academia, de la que, como es ha-
bitual en esas fechas del año, se había
dado noticia a los medios de comunica-
ción, y por medio de ellos a la comuni-
dad hablante.
Ha de tenerse en cuenta que, en al-
gún ítem de la relación en que esas ac-
tualizaciones se plasman, lo novedoso
puede ser (decía entonces) una defini-
ción mejorada, o (añado ahora) tan so-
lo un pequeño retoque en alguno de los
elementos que integran el artículo. Por
leve que sea, todo en un artículo lexico-
gráfico aporta algún tipo de informa-
ción, y no debe pasarse por alto.
El caso que quiero comentar hoy es el
del sustantivo mordida. Si
el lector ha asociado de in-
mediato esa palabra con el
español americano, está muy
en lo cierto. Precisando más,
cabe decir que el uso de ella,
con la significación figura-
da que enseguida abordare-
mos, nació en un concreto
país: en México.
Si el lector consulta ahora
–esto es: ya subida a la Red
la muy reciente actualización–
el diccionario académico, se
encuentra con que el sustan-
tivo femenino mordida tie-
ne, aparte o además de una
primera acepción, «morde-
dura, mordisco», una segun-
da que se define así: «prove-
cho o dinero obtenido de un particular
por un funcionario o empleado, con abu-
so de las atribuciones de su cargo».
Pues bien, aunque parezca mínimo,
ha habido un importante cambio en el
artículo, pues en la edición en papel del
DLE (vigesimotercera, 2014), esa segun-
da acepción, con la misma definición
que acabamos de copiar, lleva la marca
de localización geográfica «Am.», es de-
cir, América. Tal marca indica en el dic-
cionario académico que la acepción en
cuestión se usa prácticamente en toda
América (el Diccionario de americanis-
por Pedro
de Miranda
mos de la Asociación de Academias la
localiza nada menos que en diecisiete
países concretos), y no en España.
En un artículo lexicográfico, decía an-
tes, todo lo que está aporta alguna in-
formación. Añado o matizo ahora que
no solo nos transmite información lo
que está (así, por ejemplo, la susodicha
marca «Am.»), sino también, y no sin
paradoja, lo que no está. En efecto, en
lexicografía el silencio –ya que no ad-
ministrativo…– puede ser informativo,
y así la ausencia de cualquier marca geo-
gráfica también nos dice algo. ¿Qué? Es
claro: que el uso léxico en cuestión (la
acepción a la que venimos refiriéndo-
nos) se da en todo el mundo hispánico,
incluida la propia España, lo que impli-
ca prescindir ya, ante la definición, de
toda marcación diatópica.
Debo abordar otra cuestión técnica.
En el diccionario académico inmedia-
tamente anterior al actual DLE, es de-
cir, en la edición de 2001, no había un
ULISES CULEBRO
artículo mordida: no constaba un lema
tal en la macroestructura alfabética. ¿Es
que no estaba, entonces, la mordida
americana en el diccionario? Sí, sí esta-
ba, pero más ‘escondida’, por decirlo
así: dentro del artículo correspondien-
te al adjetivo mordido, da. En él, desde
la edición de 1984, se recogían los usos
particulares de la forma femenina, mor-
dida, en tanto que sustantivo.
Pues bien, es un acierto que mordida
tenga ahora artículo propio, y no solo
en aras de una mayor visibilidad, sino
por razones de índole lingüística, mor-
fológica, pues no estamos ante el feme-
nino del participio de morder ni del ad-
jetivo mordido, da; la mordida que nos
ocupa es el resultado de una derivación
nominal independiente. Se entenderá
mejor lo que digo con este ejemplo pa-
ralelo: la salida de un edificio tiene po-
co o nada que ver con el participio de
salir y con el adjetivo salido, da.
Sería muy interesante disponer de la
historia de mordida, historia que algún
día, es de suponer, ofrecerá el Dicciona-
rio histórico de que carecemos. Y que,
por cierto, tanto como de histórico ten-
drá de geográfico, habrá de darnos la
extensión de la palabra por todo el mun-
do de habla española.
Desde luego, la documentación ame-
ricana, y muy en particular la mexica-
na, es abundante, y arranca según mis
noticias de la novela Los bandidos de
Río Frío, de Manuel Payno (1891). Para
textos posteriores cabe remitir al Dic-
cionario de mejicanismos (1959) de Fran-
cisco J. Santamaría, que ofrece buena
muestra de ellos.
Pues el propósito de estas líneas era
solo, allegando algunos ejemplos de
uso en España, ilustrar la pertinencia
de la eliminación en el diccionario aca-
démico de la marca Am[érica] en la se-
gunda acepción del artículo mordida.
Bastaría en realidad para ello con acu-
dir al magnífico Diccionario del español
actual dirigido por Manuel Seco, en el
que, bajo una exacta y simplicísima de-
finición de mordida: «comisión ilegal»,
se ofrecen dos textos, uno de la novela
Los invitados (1978), de Alfonso Grosso,
y otro de un artículo de Pilar Urbano en
el diario Ya de 1989. Transcribo aquí so-
lo el de Grosso: «Ni una palabra a na-
die, te juegas la mordida». Y añado otro
cuyo conocimiento debemos a un bene-
mérito colaborador del Diccionario his-
tórico de la lengua española que se re-
dactaba en el Seminario de Lexicografía
de la Academia, don Félix Huerta Teja-
das. El cual recortó una noticia del perió-
dico Nuevo Diario del 31 de marzo de
1970 y la pegó en una papeleta que se
guarda en los ficheros de la casa. Se lee
en ella: «Por supuesta “mordida” de
750.000 pesetas. CONCEJAL EXPEDIEN-
TADO EN ALICANTE». Era, ciertamen-
te, un uso entre nosotros raro (lo que ex-
plica las comillas). Pero ahí estaba.
Y hoy cada vez lo es menos.
LALECTURA 33