Está en la página 1de 6

dición hispanoamericana sentida y expresada en el ensayo mo- DAVID LAGMANOVICH

dernista era el futuro también. ¿Y ahora? La respuesta está en


Radiografía de la pampa, en Homo Atómicus, en «El tiempo cir- LECTUR4 DE UN ENSAYQ:
cular» y en Posdata. La idea de lo bello determinó la forma del «NUESTRA AMERICA», DE JOSE MARTÍ
ensayo modernista, así como el ansia del conocimiento determi-
nó la forma del ensayo de hoy.

Je.
asedóos.
• ^ ^ ^ ^ ^ - - í ^^^^

La extraordinaria complejidad, sea como construcción verbal


o como documento ideológico, de la breve composición ensayísti-
ca de José Martí titulada «Nuestra América»^ —unas 3600 pala-
bras, agrupadas en doce párrafos de longitud variable—, su den-
sidad verdaderamente espeluznante (como haciendo eco a una de
las frases del propio Martí allí mismo: «la prosa, centelleante y
cernida, va cargada de idea», 10)^, hacen impracticable un análi-
sis rápido que intente reflejar con justicia su multidimensionali-
dad. Son posibles muchas lecturas de «Nuestra América»; algu-
nas —varias sucesivas, quizá— son necesarias^. La nuestra, lla-
mada a la sobriedad por una larga frecuentación de este texto
(enigmático, casi impenetrable a veces bajo su aparente diafani-
dad), se propone objetivos modestos: necesario desbrozamiento
del terreno para más acuciosos estudios posteriores.
Para expresar lo que buscamos usaríamos la palabra «cala», si
' «Nuestra América» se publicó por primera vez en El Partido Liberal, Méxi-
co, 3 0 de enero de 1889. Tomamos el texto de José MARTI, Obras completas, vol.
6, Nuestra América [título general del volumen]. La Habana, Editorial Nacional
de Cuba, 1963, 15-23. Hemos cotejado este texto con el que presenta José Olivio
JIMÉNEZ en su José Martí, Prosa escogida, Madrid, Editorial Magisterio Español,
1975, 145-156; también con la transcripción, con útiles notas pedagógicas, de Pe-
ter G. EARLE, Voces hispanoamericanas, Nueva York (etc.): Harcourt, Brace
and World, 1966, pp. 18-29.
^ Debido a la relativa brevedad del texto, preferimos identificar las citas no
por un número de página sino por el que corresponde al párrafo de la composi-
ción en donde aparecen las palabras citadas.
^ Por ejemplo, una interesante lectura sociopolítica de este texto martiano es
la de Manuel GALICH, «Acotaciones a "Nuestra América"», Casa de las Améri-
cas, XII, 68 (sept.-oct. 1971).
no estuviera contaminada de irremediable peninsularidad; diga- len más que trincheras de piedra» (1); «Gobernante, en un pue-
mos en cambio «aspectos» o «enfoques». A tres de estas facetas blo nuevo, quiere decir creador» (5); «El problema de la inde-
—otra palabra útil— nos referiremos: una es la estructura taxo- pendencia no era el cambio de formas, sino el cambio de espíri-
nómica de este ensayo; la segunda, el sistema verbal en el que se tu» (7). Véase también cómo, dentro del párrafo, cambia la tona-
apoya; finalmente, dos símbolos generadores del texto, que tra- lidad cuando Martí, en uno de esos actos de modernista explora-
taremos conjuntamente: uno, bien conocido, el del árbol; el otro, ción de la palabra que suceden al facilismo de las generaciones
menos tratado por la crítica, el del tigre"*. Quisiéramos también románticas, mira un vocablo del derecho y del revés, lo usa en
apuntar, como necesaria noción previa, que la inevitable lineari- más de un sentido en lugar de conformarse con su valor más ge-
dad de este ^inálisis no desconoce, ni mucho menos, lo que todos neralmente aceptado: por ejemplo, arrastrar y arrastrar, en «Es-
los aspectos del texto ganan por su concertación con vistas a un tos "increíbles" del honor, que lo arrastran por el suelo extranje-
efecto (digamos «sinfónico», aunque esta terminología está ro, como los increíbles de la Revolución francesa, danzando y
abierta a muchos reparos) de simultaneidad. Pero esa considera- relamiéndose, arrastraban las erres!» (3); el tildar de «incapaz e
ción hneal y fragmentadora de lo que en la obra de arte aparece irremediable» a su república nativa por algunos, cuando «la inca-
como totahdad y conjunto es una de las maldiciones intrínsecas pacidad no está en el país naciente ... sino en los que quieren»
de toda crítica de lo artístico; condición esta última que la prosa regir estos pueblos con leyes heredadas de otros (4); o la Grecia
de Martí posee, según bien se sabe, en grado sumo. ajena y la propia (que no es griega, pero valga la analogía), cuan-
do dice que «Nuestra Grecia es preferible a la Grecia que no
es nuestra» (6). Y mientras aún hablamos de fenómenos que se
LA ESTRUCTURA EXTERNA registran dentro de los límites del párrafo (ese «párrafo-estro-
fa»), anotemos también la eficacia de la adjetivación, imprevista
Quizá la más fácil de resolver, de las preguntas planteadas, a veces y otras desconcertante, nunca banal: el «pueblo de ho-
sea la que se refiere a la estructura externa del ensayo, a su taxo- jas» (2), la república nativa «incapaz e irremediable» (4); «nu
nomía. Ya se ha dicho que lo constituyen doce párrafos. Revalo- tras dolorosas repúblicas americanas» (6), «las islas dolo-
remos esta última noción, la del párrafo. Los párrafos de este rosas del mar» (12); «caer con gloria estéril» (10); «la América
ensayo —conviene tenerlo en cuenta— pueden considerarse aná- coagulada» (10); «los pensadores canijos, los pensadores de lám-
logos a las estrofas de un poema. La comparación no es casual: para» (12)...
en el Modernismo se registra una evidente aproximación entre el Por otra parte, más allá de los límites de un sólo párrafo, es
manejo del verso y el de la prosa. Como estrofas de un poema, decir, en lo que hace a la unidad «poemática» frente a la disposi-
los párrafos de la prosa martiana manejan distintos registros, se ción «estrófica» (uso estos adjetivos con poderosos entrecomilla-
enlazan armónicamente unos con otros y, sobre todo, ostentan dos, no sólo gráficos sino también, y sobre todo, mentales), ad-
específicos puntos de concentración, congregan su tensión en viértase la forma sutil en que ciertos elementos léxicos se vienen
momentos precisos, llaman a un final caracterizado por la intensi- sucediendo, nunca en forma obvia, pero formando una especie
ficación del significado. de retícula y, no pocas veces, un juego de alusiones y espejos.
Podemos intentar la exploración de algunos fenómenos que Brevemente, permítaseme señalar cómo la frase inicial, «Cree el
se producen dentro de los límites del párrafo martiano. Nótese, aldeano vanidoso que el mundo entero es su aldea» (1) repercute
para comenzar, la frecuencia con que estos párrafos suelen termi- más adelante —casi al cierre del párrafo— en «Lo que quede de
nar en las formulaciones aforísticas, de «recapitulación simbóli- aldea en América ha de despertar» (1) recogiendo también, por
ca»^, tan características de este escritor: «Trincheras de ideas va- antítesis, aquella mención al «aire dormido» en este «des-
pertar»; y luego, en la forma poderosamente evocativa, en
" Se encontrarán abundantes referencias al primero de estos símbolos en el «Cree el soberbio que la tierra fue hecha para servirle de pedes-
libro de Ivan A. SCHULMAN Símbolo y color en la obra de José Martí, Madrid, tal» (4); y, ya hacia el final del ensayo, «Ni ha de suponerse, por
Credos, 1960. antipatía de aldea, una maldad ingénita y fatal al pueblo rubio del
^ SCHULMAN, 426-429.

OI/;
continente» (12); desde el párrafo 1 hasta el párrafo 12, resonan- insistir más en una noción que ya ha quedado claramente estable-
cias del fuerte motivo inicial. O adviértase —y esto sería materia cida, se estudian y analizan los deberes del americano para con su
para una mostración harto más pormenorizada— cómo la idea América (párrafo 3), la historia y sociología de estas regiones
del conocimiento, a veces expresada con formas del verbo cono- (párrafos 4 a 8) y los signos que autorizan a mirar con fe el futuro
cer y unas pocas con saber, va apareciendo en el párrafo segun- (párrafo 10). En medio de este desarrollo, bastante pormemori-
do, en el cuarto, en el quinto, en el sexto...^ O, por citar sólo un zado dentro de la brevedad del trabajo, se intercala el breve pá-
ejemplo más, repárese en el movimiento convergente, primero rrafo 9, que parece destinado a anticiparnos, primero en palabras
hacia afuera y luego hacia adentro, de esta sección del denso pá- de Rivadavia y luego en las de Martí, que las hace suyas, que
rrafo 10: «Se ponen en pie los pueblos y se saludan. "¿Cómo «estos países se salvarán» (9). En fin, la tercera sección, básica-
somos?", se preguntan, y unos a otros se van diciendo cómo son» mente de recapitulación y profética anticipación del futuro, se
(10); y luego, unas veinte líneas más abajo, este cierre, este re- inicia en la primera línea del párrafo onceno con la reaparición
greso a la tónica (que no coincide sin embargo con el final del específica de la noción del peligro: «De todos sus peHgros se va
párrafo: los párrafos son estructuras de superficie, y lo que marca salvando América» (11), pero, al mismo tiempo, «otro pehgro
la unidad es algo que ocurre en la estructura profunda): «En pie, corre acaso nuestra América» (11), el de la absorción por los
con los ojos alegres de los trabajadores, se saludan, de un pueblo Estados Unidos. La estructura es, pues, tripartita y simétrica:
a otro, los hombres nuevos americanos» (10). Impresionante, en anuncio de la existencia del peligro (párrafos 1 y 2), análisis de la
verdad, es la cerrada unidad de esta prosa, reflejada en mil deta- cuestión (párrafos 3 a 10) y visión profética de la superación de
lles como los que acabamos de indicar. ese peligro (párrafos 11 y 12).
No hay estructura de una obra literaria —o no hay estructura
que en ella valga la pena analizar— que no esté relacionada con
sus significados profundos, con su semántica. En este caso, la
noción semántica de "peligro" determina la estructura externa LA ESTRUCTURA VERBAL
del ensayo, su disposición espacial, su tectónica. Antes de que
aparezca la palabra peligro, la noción domina en los dos primeros La estructuración de los tiempos verbales subraya en forma
párrafos: «los gigantes que llevan siete leguas en las botas y le notable tanto la disposición general como la temática fundamen-
pueden poner la bota encima» (1), los cometas «que van por el tal del ensayo, es decir, la llamada de atención frente al pehgro
aire dormido engullendo mundos» (1), los árboles que «se han de que corren los pueblos americanos. Como primera observación,
poner en fila para que no pase el gigante de las siete leguas» (2), en este sentido, es preciso notar el número verdaderamente ele-
en «la hora del recuento y de la marcha unida» (2). El peligro vadísimo —no hemos hecho un recuento estadístico, pero se lo
acecha, y aunque aún no sepamos cuál es —o cuáles son esos podría hacer— de todas las formas verbales dirigidas tensional-
peligros—, los párrafos uno y dos quedan caracterizados, marca- mente hacia adelante, hacia el futuro, muy especialmente con el
dos, por su presencia. Luego, en los párrafos 3 a 10, en lugar de matiz del llamado «futuro de obligación»; gramaticalmente ha-
blando, aparecen frecuentemente el futuro propiamente dicho, el
* Algunos ejemplos: «los pueblos que no se conocen han de darse prisa para
futuro perifrástico, las formas imperativas o subjuntivas, y hasta
conocerse, como quienes van a pelear juntos» (2); «el buen gobernante en Améri- el infinitivo usado en función de imperativo, es decir, señalando
ca no es el que sabe cómo se gobierna el alemán o el francés, sino el que sabe con una acción que debe cumpUrse en el futuro. Veamos algunos
qué elementos está hecho su país» (4); «las repúblicas han purgado en las tiranías ejemplos: «lo que quede de aldea en América ha de despertar»
su incapacidad para conocer los elementos verdaderos del país» (5); «a adivinar (1), «los pueblos que no se conocen han de darse prisa para cono-
salen los jóvenes al mundo, con antiparras yankees o francesas, y aspiran a dirigir cerse, como quienes van a pelear juntos» (2), «devuélvanle sus
un pueblo que no conocen. En la carrera de la política habría de negarse la entra-
da a los que desconocen los rudimentos de la política» (6); «resolver el problema tierras al hermano» (2), «a los sietemesinos sólo les faltará el va-
después de conocer sus elementos, es más fácil que resolver el problema sin cono- lor» (3), «hay que cargar los barcos de esos insectos dañinos» (3),
cerlos» (6). «América ...hade salvarse con sus indios» (3), «el gobierno ha de
— 238 —
nacer del país» (4), «los incultos gobernarán ... allí donde los Con los pies en el rosario, la cabeza blanca y el cuerpo pinto de indio y
cultos no aprendan el arte del gobierno» (6), «injértese en nues- criollo, vinimos, denodados, al mundo de las naciones. Con el estandar-
tras repúblicas el mundo; pero el tronco ha de ser de nuestras te de la Virgen salimos a la conquista de la libertad. Un cura, unos cuan-
tos tenientes y una mujer alzan en México la Repiíblica [he ahí la aproxi-
repúblicas» (6), «¡bajarse hasta los infeUces y alzarlos en los bra- mación al presente] en hombros de los indios. Un canónigo español, a la
zos!» (10), y muchísimos más. Prosa dinámicamente tendida ha- sombra de su capa, instruye en la libertad francesa a unos cuantos bachi-
cia el futuro, cargada de exigencias, armada sobre una fuerte an- lleres magníficos, que ponen de jefe de Centroamérica contra España al
dadura moral: prosa que, a través de su esquema verbal, señala general de España. Con los hábitos monárquicos y el sol por pecho, se
echaron a levantar pueblos [cambio de foco: de nuevo el pretérito] los
rumbos y llama a la acción. venezolanos por el Norte y los argentinos por el Sur ( 7 ) ,
Pero no es éste el único aspecto relacionado con lo verbal que
podemos anotar. Dentro de una como gama básica que va del hasta llegar a un momento de síntesis entre los dos tiempos ver-
presente al futuro, hay en «Nuestra América» islas, territorios, bales, las dos formas de ver los hechos que acontecen el tiempo:
dominados por un tiempo verbal, o por una combinación de [por todo eso] «entró a padecer América, y padece, de la fatiga de
tiempos complementarios, que van marcando una atmósfera pro- acomodación», etc. (7), momento en el que específicamente se
pia, un momento individual dentro de la marcha general de las reúnen las dos perspectivas y Martí nos revela que el viaje tempo-
ideas, una cara del problema que el haz de luz verbal ilumina en ral en vaivén entre un pretérito aparentemente conclusivo y un
forma sucesiva. Así por ejemplo el párrafo 5, que comienza «Por presente obviamente imperfectivo tiene una profunda justifica-
eso el libro importado ha sido vencido en América por el hombre ción.
natural» (5), se caracteriza por la predominancia del pretérito Más adelante, el párrafo 10 —que sólo voy a esquematizar
perfecto o antepresente: «Los hombres naturales han vencido a aquí— moviliza más recursos verbales al instaurar una suerte de
los hombres artificiales», el mestizo «ha vencido al criollo exóti- recorrido tripartito entre el imperfecto («éramos una visión» ...
co», «han subido los tiranos», «han caído» y, en definitiva, «las «éramos una máscara», 10), el pretérito («nos quedó el oido
repúbHcas han purgado en las tiranías su incapacidad para cono- 10) con su sugestión de lo cumplido y acabado, lo perfectivo^, y el
cer los elementos verdaderos del país» (5). Es como si, ante esa presente que sucede a todo aquello: «se empieza, como sin saber-
serie de hechos históricos que pertenecen a un pasado bastante lo, a probar el amor. Se ponen de pie los pueblos y se saludan»
reciente y que aún siguen sucediendo, Martí hubiera optado ins- (10) ¡y desde allí hasta el futuro!
tintivamente por una forma verbal caracterizada, precisamente, Y finalmente, los párrafos 11 y 12 —en forma que refuerza
por su inmediatez temporal y por sus conexiones con el presente mis ideas sobre la taxonomía de la composición, que he mencio-
ideal desde el cual se la utiliza^. nado antes— son claramente el recinto del presente orientado
En cambio, el párrafo 7 está íntegramente estructurado en hacia el futuro: ya sea el presente continuo («De todos sus peli-
base al contrapunto de dos tiempos verbales: pretérito (el «preté- gros se va salvando América», 11), ya el presente de indicativo
rito indefinido» de las gramáticas) y presente. Los hechos referi- que en su inmoviüdad apodíctica sugiere el presente histórico:
dos están, desde el punto de vista cronológico, en el pasado, y «no hay odio de razas, porque no hay razas» (12). Muchos docu-
eso es lo que transmite el uso del pretérito: pero los acerca hasta mentos literarios de lengua española se pueden analizar en fun-
el presente de la narración la voluntad del escritor, que de aquel ción de la diferencia entre perfectivo e imperfectivo, es decir,
pretérito pasa al presente; la voluntad de Martí, no la sustancia típicamente, pretérito e imperfecto': estas páginas de Majtí, en
misma de lo narrado. Esa oscilación —lejanía cronológica, acer-
camiento afectivo— es lo que se percibe en un pasaje como el * Seguimos la terminología de Robert P. STOCKWELL, J. David BOWEN y John
siguiente: W. MARTIN, The Grammatical Structures of English and Spanish, Chicago, The
University of Chicago Press, 1965.
^ Por ejemplo, se basa totalmente en esa oposición otra página de Martí: el
' Como es sabido, por la relación que tiene este tiempo con el presente de poema «La niña de Guatemala», de Versos sencillos, en el cual dominan en las
indicativo, en la nomenclatura gramatical de Andrés Bello recibe el nombre de estrofas impares las formas verbales de pretérito (dio, volvió, murió...} y en las
«antepresente». estrofas pares las de imperfecto (eran, iban, iba...).
cambio, van desplazándose sobre una gama mucho más rica, en hace subir a un árbol [aquí también] nada menos que al «Tigre de
donde, además de la general tensión hacia un futuro cargado de los Llanos»! Por otro lado, más allá —o más acá— de todo tigre
apremios desde el punto de vista ético, puede señalarse el despla- zoológicamente real, el tigre de Martí anticipa el de Borges en
zamiento significativo hacia los dominios del pretérito, el imper- muchos momentos de la obra de éste, por ejemplo en el poema
fecto, el antepresente y el presente. «Simón Carvajal», incluido en La rosa profunda^^:
Inmortal. No te asombre demasiado
EL ÁRBOL Y EL TIGRE Su destino. Es el tuyo y es el mío,
Salvo que nuestro tigre tiene formas
Que cambian sin parar. Se llama el odio.
Puede intentarse ahora el tratamiento conjunto de los dos El amor, el azar, cada momento.
símbolos que, según se indicó al principio, se postulan en esta
lectura como instrumentos básicos configuradores de la visión del Leyendo a Martí en forma prospectiva, es decir, como antici-
artista. El uno, símbolo positivo y generalmente estático, es el pación de Borges, cobran mayor significado estas palabras del
del árbol; el otro, símbolo negativo y totalmente dinámico, es el ensayo que comentamos: «El tigre espera detrás de cada árbol,
del tigre. acurrucado en cada esquina. Morirá, con las zarpas al aire,
La simbología del árbol es muy clara: como lo ha mostrado echando llamas por los ojos» (8). Sin embargo, el trascendenta-
Schulman en forma concluyente^^, el árbol «encarna en miniatu- lismo de Martí contrasta totalmente con el escepticismo borgia-
ra las jerarquías de la simbología martiana» y sus distintos planos no: y es que en aquél hay una certeza —la misma que determina
físicos «forman planos ascendentes de una visión idealista del el uso frecuentésimo de las formas de futuro— del triunfo de las
mundo». Y así es en efecto en este ensayo: «Ya no podemos ser fuerzas creadoras de la naturaleza, del «alma de la tierra» (7). La
el pueblo de hojas, que vive en el aire, con la copa cargada de salvación vendrá del influjo de «la armonía serena de la Naturale-
flor, restallando o zumbando, según la acaricie el capricho de la za» y de la «lectura crítica» que están dando origen al surgimiento
luz o la tundan y talen las tempestades. ¡Los árboles se han de del «hombre real» que dará muerte al tigre (9).
poner en fila para que no pase el gigante de las siete leguas!» (2). Estamos, pues, frente al símbolo estructurador de todo el en-
Arboles, sí: pero sólidos, no frivolos, y además, dispuestos a la sayo: el que se anticipa en las primeras líneas, en esos peligros
defensa de lo propio; y abiertos al mundo, pero no propicios a que comienzan a insinuarse, y en el cual llega a su concreción
dejarse desvirtuar por la influencia inmoderada de lo extranjero: definitiva la serie casi interminable de construcciones analógicas
«Injértese en nuestras repúblicas el mundo; pero el tronco ha de mediante las cuales se desarrolla el pensamiento martiano. En
ser el de nuestras repúbhcas» (6). efecto, el hecho de que la imagen del tigre no aparezca abierta-
La violenta tensión entre este símbolo positivo del árbol y el mente hasta el octavo párrafo en un ensayo que tiene doce, no
símbolo aterrorizante del tigre es, a nuestro entender, lo que quiere decir que se trate de una irrumpción abrupta. El símbolo
constituye el verdadero motor de este ensayo martiano; el ve- ha sido prefigurado al menos por estos dos pasos previos: a) la
hículo que le permite desarrollar su pensamiento, en sentido es- amenaza del tigre sobre la América nueva equivale a la de «los
tricto, ya que está claro que la expresión metafórica es el pensa- gigantes que llevan siete leguas en las botas» (1) y a los «come-
miento martiano, constituye la sustancia misma de su pensar. A tas» que van por el aire «dormido» (nótese la bisemia de este
través de repetidas menciones —^y aún más: alusiones— el tigre adjetivo: "quieto" a la vez que "no despierto") «engullendo
martiano adquiere una dimensión arquetípica. Por un lado nos mundos» (1); b) la defensa contra el tigre está en la hermandad
evoca el tigre sarmientino, que hace su aparición fugaz en las de los pueblos americanos, basada en el conocimiento de su pro-
páginas de Facundo como un desdoblamiento mitológico de Fa- pio mundo natural y de su alma común (regidos por sus leyes
cundo Quiroga: ¡un «tigre de los llanos» de La Rioja que acosa y intrínsecas), como vemos en todo el ensayo; pero está prefigura-

Op. cit., 207-220. " Jorge Luis BORGES, La rosa profunda, Buenos Aires, Emecé, 1975, p. 63.

— 242 — — 243 —
da, esa defensa, ya desde el cierre del segundo párrafo: «¡Los surgirá «el alma continental» (12). Y Martí cierra magistralmente
árboles se han de poner en fila para que no pase el gigante de las el ensayo anunciando la victoria de esas fuerzas del Espíritu, al
siete leguas! Es la hora del recuento y de la marcha unida y he- convocar a la deidad taina que mucho después daría nombre al
mos de andar en cuadro apretado, como la plata en las raíces de personaje principal de Paradiso, de José Lezama Lima: «sentado
los Andes» (2). en el lomo del cóndor, regó el Gran Semí, por las naciones ro-
Las analogías martianas van transmutándose a partir de imá- mánticas del continente y por las islas dolorosas del mar, la semi-
genes más familiares y ficticias —con la ficción de la leyenda po- lla de la América nueva!» (12). Primero el árbol y el tigre, en
pular, por ejemplo—, hasta desarrollarse completamente en la oposición terrible; ahora el cóndor y la semilla, en armonía; y la
imagen arquetípica y abrumadoramente real. Así pasamos del posibilidad del árbol triunfante. El cóndor y la semilla. De esa
gigante de las siete leguas de los cuentos infantiles al tigre de las humilde semilla surgirá el árbol desde las entrañas de la difícil
«zarpas de terciopelo» que se echa inesperadamente sobre su tierra: conjunción definitiva en la que el pensamiento de Martí
presa (8). La transición, casi imperceptible en las primeras lectu- adquiere su máxima intensidad simbólica.
ras, se opera veladamente en el párrafo 7: «como los poderes
arrollados en la arremetida épica zapaban, con la cautela felina de
la especie y el peso de lo real, el edificio» alzado en las «comarcas CONCLUSIÓN
burdas y singulares de nuestra América mestiza»... (¿«Cautela
fehna»? Sí: es el tigre que ronda.) Como lo revela también la Para concluir: incapaces de aproximamos a la eficacia im^igi-
velada crítica a la concepción de Sarmiento en el párrafo 5 —«no nística de Martí, al llegar al final de este trabajo sólo podemos
hay batalla entre la civilización y la barbarie, sino entre la falsa recapitular brevemente. La estructura extema del ensayo viene
erudición y la naturaleza»—, el tigre no es la naturaleza en armo- determinada por la noción del peligro, anunciada en el primer
nía, sino el desequilibrio natural provocado por la falsa erudi- párrafo y retomada en el párrafo 11, lo cual ayuda a concebirlo
ción, que ha impedido a los dirigentes americanos llegar a un como compuesto de tres partes: anuncio, desarrollo problemáti-
conocimiento real de su mundo y de las necesidades de sus pue- co, y conclusión profética. Como plano intermedio, la estmctura
blos. Por fin, en el décimo párrafo se desdobla —multiplicándose verbal se caracteriza por la elevada presencia de formas con valor
el peligro— esta imagen del tigre: «El tigre de adentro se entra de futuro, especialmente con un matiz de obligación, así como
por la hendija, y el tigre de afuera» (10). por la explotación de matices verbales específicos, por selección
En dos momentos, a lo largo de este ensayo, las dos provin- temporal, en ciertos momentos que el autor pretende destacar
cias de la simbología martiana aquí presente, es decir el mundo del conjunto. La estmctura profunda del ensayo es totalmente
del árbol y el mundo de los animales, parecen unirse o aproxi- simbólica: reside en la oposición de símbolos procedentes del rei-
marse. El primero de esos momentos impresiona por su drama- no vegetal y del reino animal, específicamente el árbol y el tigre;
tismo: «El tigre espera detrás de cada árbol, acurrucado en cada el segundo se refiere a la noción de peligro ya apuntada, el prime-
esquina. Morirá, con las zarpas al aire, echando llamas por los ro, al «hombre natural» que enfrenta ese peligro; por un sistema
ojos» (8); es, desde luego, la culminación de aquella noción del de trasmutaciones, estas imágenes, que confluyen en distintos
peligro, momento generador de la construcción literaria, que vi- momentos del ensayo, se resuelven en un gran símbolo trascen-
mos aparecer en el primer párrafo. Pero hay también un segundo dente, en donde cobran valor de presente y de futuro las intuicio-
momento en donde estos dos órdenes de la realidad se aproxi- nes martianas sobre el destino del Continente.
man, y es precisamente el final —^y culminación— de la composi-
ción. Allí desaparece todo rastro de los símbolos de destrucción
—el tigre, y también el pulpo, el gusano, etc.— como un último
reflejo del trascendentalismo espirituaUsta de Martí. La victoria
de la naturaleza equivale a la victoria del espíritu; del «amor vic-
torioso» (12) que ha dado lugar al hombre más allá de las razas.
— 244 — — 245 —

También podría gustarte