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a la literatura medieval y
de los siglos XVI y XVII
2016
© Lillian von der Walde Moheno (ed.),
Retórica aplicada a la literatura medieval
y de los siglos XVI y XVII.
PRÓLOGO 7
PRIMERA PARTE 9
Téchne retórica
II. Prólogos 97
Tópicos y creatividad en los prólogos de Berceo
FERNANDO BAÑOS VALLEJO 99
Claudia la energúmena
543
A. ROBERT LAUER
LILLIAN VON DER WALDE MOHENO (ED.)
“ÍNDICE”. RETÓRICA APLICADA A LA LITERATURA MEDIEVAL Y DE LOS SIGLOS XVI Y XVII
IMAGEN EN
Recueil de poésies françaises. Département des manuscrits,
Rothschild 2796, fol. 33r. Bibliothèque nationale de France.
TÓPICOS Y CREATIVIDAD EN LOS PRÓLOGOS DE BERCEO
INTRODUCCIÓN
1
Se comprueba inmediatamente al comparar los preliminares de las fuentes
latinas de Berceo, cuando están bien identificadas, como es el caso de la
Vita Beati Aemiliani de san Braulio de Zaragoza, de la Vita Beati Dominici
de Grimaldo, o los Miracula Beatae Mariae Virginis, con los prólogos del
riojano, que divergen completamente de ellos.
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Véanse mis dos ediciones de los Milagros de Nuestra Señora (1997; 2011) y
Baños (“La invención”).
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Véase Murphy (318-333; cit. 328-329).
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Artiles (244-246) alude a estos componentes formularios proemiales entre
los tópicos de la obra de Berceo.
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Nuestro Padre Jerónimo, pastor de nos e tienda,
leyendo en hebreo en essa su leyenda,
trovó cosas estrañas, de estraña facienda:
qui oír las quisiere tenga que bien merienda.
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Véase Baños (ed. Milagros 2011, 209-212), donde me ocupo de este asunto
y reviso la opinión de la crítica.
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Curtius (131-136) se ocupa de los tópicos del exordio, que sirve, según
él, para dar cuenta de los motivos de la creación de la obra, y contempla
cuatro formulaciones: a) “ofrezco cosas nunca antes dichas”, b) la dedica-
toria, que en los autores cristianos con frecuencia se dirige a Dios, c) “el
que posee conocimientos debe divulgarlos”, y d) “hay que evitar la ocio-
sidad”. La fórmula c es la que se corresponde con el tipo de prólogo que
ahora nos ocupa, aunque arriba hemos visto ya la invocación a Dios o a
personajes sagrados, en relación con la fórmula b. Véase Artiles (244-
246) sobre las fórmulas introductivas de Berceo.
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110 anuncio todavía inconcreto del asunto: “de una sancta vir-
gen”, análogo al de allí: “de un confessor sancto”:
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No se puede afirmar entonces que sea de Berceo ese juego que Uría (ed.
Poema 154) comenta así: “La perífrasis que emplea Berceo para darnos el
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Está tomado del manuscrito 110 de la Biblioteca Nacional de España, y
transcrito según mi edición (Baños, ed. Milagros 2011, 426). Así lo tra-
ducen Carrera y Carrera (167): “Empieza la introducción a los milagros
de Santa María Virgen. Si en alabanza de Dios omnipotente con frecuen-
cia se relatan los milagros que ha hecho la divina providencia por medio
de los santos, con mayor razón deben pregonarse las glorias de Santa
María, Madre de Dios, que son más dulces que todas las mieles. Por eso,
para robustecer en el amor a Ella las almas de los fervorosos y enardecer
los corazones de los perezosos, con la ayuda del Señor, intentemos
reproducir los relatos que fielmente hemos oído contar. Fin de la intro-
ducción”.
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Ya Foresti (361) señaló que el locus amoenus es un tópico característico del
exordio. Para otras muestras del uso alegórico del prado en literatura
eclesiástica, coetáneas de Berceo, véanse Dutton (ed. Milagros 37), que
aporta el pasaje del monje Fernando, del mismo monasterio de San Mi-
llán; y Bayo (63-66), que apunta el más lejano texto anglonormando del
monje Éverard de Gateley.
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seguirlo. Cuando hay distancia entre las aptitudes del público 117
y la complejidad de la materia, se hace necesario el docilem
parare, que se puede lograr por ejemplo mediante la enu-
meración concisa de los asuntos que se tratarán. Pues bien,
creo que la enumeración de figuras y nombres de la Virgen es
en efecto concisa, pues Berceo no se extiende en cada uno de
ellos, pero rica y variada. Y si se trata de compensar el docere
con el delectare, Quintiliano enseña que al deleitar al público
se logra su simpatía hacia el asunto y hacia el orador mismo,
para lo que se debe tender un puente afectivo con los oyentes;
y para captar la simpatía hacia el discurso en sí, un proce-
dimiento puede ser la variatio, justo lo que Berceo utiliza en
este prólogo. La captación de la simpatía es esencial en el
exordio, y parece que el poeta supo entender cómo conse-
guirla, empezando de modo indirecto, con un pasaje sensual,
y añadiendo también otros componentes que sirvieran para
aliviar la austeridad de la doctrina, como las llamadas al
auditorio, al modo de los juglares (Amigos e vassallos de Dios
omnipotent, 1a; Señores e amigos, 16a, 42a, 44d), o las expre-
siones que suenan como las del amor cortés, al estilo de los
trovadores (amor e atenencia, 27a; facen cort, 30c). 11
Si se considera que Gonzalo de Berceo, como clérigo
escolar, era experto en Retórica, y que por supuesto estaba
familiarizado con la exégesis bíblica relativa a María y con la
doctrina de san Bernardo, por lo que enseguida diré, y que a
todas luces parece que también conocía las fórmulas de los
juglares y de los trovadores, no habrá obstáculo para atribuir
la creación del prólogo al poeta riojano, mientras no aparezca
una fuente que la contenga. Pero personalmente estoy
convencido de que eso no ocurrirá, no ya porque, como
11
Para estas cuestiones retóricas, véase Lausberg (228-231, 244 y 248).
Sobre los elementos del amor cortés, véase Montoya (“El prólogo” 179-
180). En otra publicación que es una versión algo distinta de ese estudio,
Montoya (“El prólogo… composición numérica” 357 y 363) analiza la
estructura del prólogo, y lo divide identificando sus partes con términos
de la Retórica: enarratio (cc. 1-15), dispositio allegorica (cc. 16-30),
digressio (cc. 31-41), propositio (cc. 42-45) y supplicatio (c. 46). Sobre el
uso de tropos y otras figuras retóricas en el prólogo de los Milagros, véanse
Lada, Bayo y González (“La alegoría”; “La metonimia”).
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sobre todo las Homilías sobre las excelencias de la Virgen Madre y 119
el sermón De aquaeductu. 12 Con toda prevención debe decirse,
porque es cierto que Berceo no cita el nombre de san Ber-
nardo, lo que para Bayo (57) resta credibilidad a la idea de que
el riojano manejase como fuente la obra del abad de Claraval.
Pero hay algunas conexiones incontestables, en concreto,
Alejandro Uli Ballaz (106) señaló analogías entre la Homilía
segunda y el poema castellano que no pueden ser meras coinci-
dencias. También es cierto que don Gonzalo pudo manejar
algún texto intermedio, y que en todo caso trabajó aquí con
libertad, a lo que parece, omitiendo la explicación doctrinal y
aduciendo más nombres que habría tomado de otros textos,
quizá del mismo san Bernardo, y de los libros bíblicos comen-
tados por él. Por ejemplo, casi todos los nombres de los versos
39a-39c están en el Cantar de los Cantares y en el Libro del
Eclesiástico, 13 que una tradición exegética de la que participó
san Bernardo relacionó con María. Los nombres de María y la
interpretación profética de los que provienen del Antiguo
Testamento eran lugares comunes de los escritores religiosos,
pero cuando defiendo que esos ecos del Cantar de los Cantares
o del Libro del Eclesiástico llegaron hasta Berceo desde san
Bernardo, es también porque, en general, la teología mariana
de la que está imbuido nuestro poeta es justamente la del abad
de Claraval.
Estudios recientes han profundizado al máximo y
explorado hasta las más recónditas posibilidades de interpre-
tación y de intertextualidad tanto en los nombres de María
como en la alegoría del jardín. 14 Vamos teniendo una visión
cada vez más completa de la que podría ser la creación más
original de Berceo, pero no perdamos de vista sus referencias
12
Véanse Foresti, Uli, Drayson, García de la Concha, Baños (“La inven-
ción”), Bayo, González (“Dinámica”).
13
En el Cantar de los Cantares encontramos la viña, vid o uvas, los granados y
la granada, cedro, bálsamo y palmera; y en el Libro del Eclesiástico, 24, el
olivo y también el cedro, la palmera y la vid. En conjunto, los nombres
de María aparecen profusamente recogidos en la patrística, como refleja
cumplidamente González (“Dinámica”).
14
Sobre los nombres, González (“Dinámica”); y sobre la alegoría, Bayo;
González (“La alegoría”; “La metonimia”).
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Traducción de Carrera y Carrera (291): “por la intervención de la
inmaculada siempre Virgen María, que es entre Dios y los hombres fuente
verdadera, esperanza de los desesperados, refrigerio de los afligidos, que
detuvo la maldición contra la naturaleza humana, que es de verdad una
puerta para presentar todas nuestras peticiones y conseguir el perdón de
nuestros pecados”.
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124 APÉNDICE:
PRÓLOGOS DE LOS POEMAS DE BERCEO POR ORDEN CRONOLÓGICO
16
Transcribo los prólogos por la edición de la Obra completa de Berceo coor-
dinada por Uría, a excepción de las coplas del Poema de Santa Oria, que
tomo de la edición singular de Uría, y las de los Milagros de Nuestra Señora,
de mi última edición (Baños, 2011). En el estudio que acompaña a esta
edición y en el de la anterior (Baños, 1997) asumo las cronologías pro-
puestas por Weber de Kurlat y Dutton (“A Chronology”). Según ellos, la
Vida de San Millán sería el primer poema de Berceo, probablemente
escrito antes de 1236, y la Vida de Santo Domingo el segundo, seguramente
posterior a esa fecha. Quizá en los diez años siguientes habría escrito
Berceo Del Sacrificio de la Misa, El Duelo de la Virgen, los tres Himnos, los
Loores de Nuestra Señora y Los signos del Juicio Final. Con seguridad Berceo
comenzó los Milagros de Nuestra Señora antes de 1246, que completó con
el milagro de “La iglesia robada” después de 1252. En su vejez, según
declara precisamente en el prólogo, redactó el Poema de Santa Oria, y
puede que el Martirio de San Lorenzo fuera su último poema si nos
quedamos con la hipótesis de que su final abrupto se debe a la enfermedad
o la muerte del poeta.
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Las aves que organan entre essos fructales,
que an las dulzes vozes, dizen cantos leales,
éstos son Agustino, Gregorio, otros tales,
cuantos que escrivieron los sos fechos reales.
que las flores del campo, del más grand que savemos.
132
De suso lo dissiemos que eran los fructales,
en qui facién las aves los cantos generales,
los sus sanctos miráculos, grandes e principales,
los cuales organamos ennas fiestas caubdales.
134
BIBLIOGRAFÍA