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La Corte reconoció la responsabilidad del Estado, a partir del año 1933 en el precedente
"Devoto".
la responsabilidad estatal contractual se rige por sus propias normas, en caso de ausencia de
regulación, se aplica supletoriamente la ley 26.944.
III. LAS OMISIONES DEL LEGISLADOR FEDERAL (EL CASO ADMINISTRATIVO NO PREVISTO). SU
RESOLUCIÓN POR APLICACIÓN ANALÓGICA DEL CÓDIGO CIVIL Y COMERCIAL
En síntesis,
a) en el caso de las acciones, el fundamento es el mandato jurídico de no hacer y su
incumplimiento al hacerlo
b) en el supuesto de las omisiones, el fundamento es el mandato jurídico de hacer,
siempre que este sea expreso y determinado, y su incumplimiento al omitir
En este marco, el factor de imputación es básicamente la teoría del órgano, según el art. 2
de la ley. En efecto, el legislador estableció que "la responsabilidad del Estado es...
directa".
las conductas de los agentes públicos —personas físicas— son las conductas del propio
Estado y, por tanto, aquellos expresan lisa y llanamente la voluntad estatal.
no es necesario trasladar las conductas de las personas físicas (órganos) al Estado (persona
jurídica), sino que se superponen unas con otras, expresando una sola y misma voluntad.
Cabe recordar que históricamente el factor de imputación no fue la teoría del órgano, sino
el vínculo principal/dependiente entre el Estado y sus agentes (art. 1113 del viejo Cód.
Civil). Es decir, el factor de imputación fue indirecto (principal/dependiente) y, más
adelante, directo (teoría del órgano).
Sin embargo, no es posible trasladar e imputar cualquier conducta de las personas físicas
(agentes estatales) al Estado, sino que solo es posible transferir ciertas conductas.
¿Cuáles? Aquí, es posible distinguir entre el concepto de actos realizados en ejercicio, con
motivo o en ocasión de las funciones.
Los conceptos de motivo y ocasión son más amplios que el de ejercicio. En efecto, esos
criterios son más laxos y distantes porque basta que las funciones constituyan
simplemente la ocasión o el motivo del evento dañoso. Por su parte, el ejercicio es más
estricto porque exige más detalle y precisión, de modo que no es suficiente con la ocasión
o el motivo del acontecimiento dañoso. En tal caso, el ejercicio debe constituirse como
condición necesaria del hecho dañoso.
La Ley de Responsabilidad no define cuál es el límite en la imputación de las conductas al
Estado. Sin embargo, el art. 9 de la ley establece que "la actividad o inactividad de los
funcionarios y agentes públicos en el ejercicio de sus funciones... los hace responsables de
los daños que causen". es posible trasladar el concepto de en ejercicio de sus funciones al
marco de la Teoría General de la Responsabilidad del Estado
El nexo causal
El nexo causal es el vínculo entre la relación entre las conductas y el daño causado.
¿Cuáles son las consecuencias imputables al autor del hecho? Por un lado, las
consecuencias inmediatas y las mediatas —estas últimas cuando las hubiere previsto o al
menos hubiere podido hacerlo con la debida atención y conocimiento de las cosas—. En
efecto, "excepto disposición legal en contrario, se indemnizan las consecuencias
inmediatas y las mediatas previsibles" (art. 1726).
Es decir, el autor no es responsable por las consecuencias casuales (mediatas que no
pueden preverse), salvo cuando debieron resultar según la intención que tuvo aquel al
ejecutar el hecho.
En conclusión, el responsable debe responder por las consecuencias inmediatas y
mediatas
¿cuáles son las razones que quiebran el nexo causal?a) el caso fortuito o fuerza mayor; b)
la culpa de la víctima; y c) la culpa de un tercero por quien el Estado no debe responder
El factor de atribución
existen dos factores de atribución de responsabilidad: el factor objetivo y el subjetivo.
En el primer caso partimos del daño en sí mismo (es decir, el extremo objetivo)
prescindiendo de cuál es o ha sido la voluntad de las personas responsables. En efecto,
dice el codificador civil que "el factor de atribución es objetivo cuando la culpa del agente
es irrelevante a los efectos de atribuir responsabilidad" y, añade, que "cuando las
circunstancias de la obligación, o de lo convenido por las partes, surge que el deudor debe
obtener un resultado determinado, su responsabilidad es objetiva"
En el otro —criterio subjetivo—, la culpa o negligencia de las personas es el factor
jurídicamente relevante El factor de atribución subjetivo debe expresarse por los
conceptos de culpa (negligencia e imprudencia) o dolo. En conclusión, el sujeto es
responsable porque obró de modo culposo o doloso.
En el ámbito del derecho civil es claro que el concepto básico es el criterio subjetivo ("en
ausencia de normativa, el factor de atribución es la culpa", art. 1721, del Cód. Civ. y Com.);
sin perjuicio de los casos de responsabilidad objetiva (por ejemplo, la responsabilidad por
el hecho de terceros —art. 1753—; por la intervención de cosas o la realización de ciertas
actividades riesgosas o peligrosas
, ¿cuáles son las objeciones más recurrentes al factor de atribución subjetivo en el campo
de la responsabilidad estatal?
Principalmente, la dificultad de imputar subjetividad en el marco de las estructuras
estatales En otros términos, individualizar a la persona física responsable y probar luego su
culpabilidad — aspecto subjetivo y personal—. Es decir, ¿cómo individualizar al agente?
otras veces, prácticamente imposible. Pensemos, qué ocurre si el Estado es responsable
por accidentes causados por el mal estado de las rutas. ¿Cuál es, entonces, el agente
estatal responsable? ¿Cómo individualizarlo?
La Ley de Responsabilidad establece que "la responsabilidad del Estado es objetiva" (art.
1o), y ello constituye una de las principales diferencias entre el derecho público y privado.
Sin embargo, el criterio originario fue el factor de atribución subjetivo, según el marco del
art. 1109 del viejo Cód. Civil (es decir, el concepto de dolo o culpa de los funcionarios
públicos en el ejercicio de sus funciones). Así, el Estado debía responder por las conductas
culposas de sus dependientes.
En este contexto (objetividad), surge necesariamente el concepto de falta de servicio en
oposición al concepto de falta personal de los funcionarios públicos.
Tomás Devoto" (año 1933). En este caso, un grupo de operarios dependientes del Estado
Nacional provocó un incendio "a causa de chispas desprendidas de un brasero deficiente
que se usaba, en terreno cubierto de pasto seco y sin las precauciones suficientes".
El tribunal sostuvo que, por un lado, "el estrago de autos ha podido ser previsto y evitado
desde que él ha ocurrido por falta de atención de los agentes del gobierno y en tanto estos
ejecutaban trabajos bajo su dependencia"; y, por el otro, "el incendio, como acto
reprobado por la ley, impone al que lo ocasiona por culpa o negligencia la obligación de
reparar los daños ocasionados a terceros, extendiéndose esa responsabilidad a la persona
bajo cuya dependencia se encuentra el autor del daño o por las cosas de que se sirve o que
tiene a su cuidado (arts. 1109 y 1113 del Cód. Civil)".
El otro caso emblemático fue "Ferrocarril Oeste c. Provincia de Buenos Aires" (1938). En
este precedente, el Registro de la Propiedad Inmueble expidió un certificado erróneo en
virtud del cual el actor adquirió el bien de quien no era su propietario. En primer lugar, el
tribunal rechazó la aplicación del art. 43 del Cód. Civil —antes de la reforma—, en los
siguientes términos: "el estado provincial impone la obligación de munirse del certificado
del Registro para escriturar... cuando de tal manera procede, no obra como persona del
derecho privado, o como persona jurídica, sino como entidad del derecho público que ha
tomado a su cargo una función y que la monopoliza, como puede ser la de Correos y
Telégrafos o cualquier otra de esta naturaleza, y siendo así, la invocación del art. 43 del
Cód. Civil no es pertinente".
La Corte recurrió al concepto de principal/dependiente (factor de imputación indirecto),
con el objeto de justificar la responsabilidad estatal. Así, "haciendo abstracción del dolo
con que el falso certificado pudo haberse expedido, habría por lo menos una conducta
culpable en el personal, que, en desempeño de sus funciones y obrando bajo la
dependencia del Estado, ha causado el daño de que se trata, siendo así de aplicación al
caso los arts. 1112 y 1113 del Cód. Civil".
Y, finalmente, concluyó en términos más categóricos, a saber: "estas disposiciones no son
sino el corolario lógico del principio general según el cual todos los que emplean a otras
personas para el manejo de un negocio o para determinada función, llevan la
responsabilidad de su elección y son pasibles de los perjuicios que estas ocasionaren a
terceros en el desempeño de su función".
Detengámonos en este aspecto. ¿Por qué el principal era responsable por las conductas
del dependiente? Pues bien, el principal era responsable del dependiente por haberlo
elegido y, a su vez, ejercer el control sobre este (es decir, su responsabilidad era in
eligiendo e in vigilando).
Cabe recordar que el art. 1113, Cód. Civil, (principal/dependiente) decía que "la obligación
del que ha causado un daño se extiende a los daños que causaren los que están bajo su
dependencia".
En este caso, el inconveniente más agudo fue el alcance de las causales de exención de
responsabilidad del principal, y el carácter indirecto de la imputación. En efecto, el
principal (Estado) podía eximirse de responsabilidad si había obrado con diligencia en el
proceso de elección y vigilancia de los dependientes (agentes públicos).
A su vez, el tribunal sostuvo que el factor de atribución en el campo de la responsabilidad
estatal era elfactor subjetivo y, en tal sentido, apoyó sus decisiones en el art. 1109 del Cód.
Civil (culpa).
Vadell: el actor demandó a la Provincia de Buenos Aires por los daños sufridos como
consecuencia del error en los informes expedidos por el Registro de la Propiedad sobre el
estado de dominio del inmueble.
El tribunal resolvió que el Registro "cumplió de manera defectuosa las funciones que le son
propias y que atienden, sustancialmente, a otorgar un conocimiento cabal de las
condiciones de dominio de los inmuebles. En este sentido cabe recordar... que quien
contrae la obligación de prestar un servicio lo debe realizar en condiciones adecuadas para
llenar el fin para el que ha sido establecido, siendo responsable de los perjuicios que
causare su incumplimiento o su irregular ejecución. Esa idea objetiva de la falta de servicio
encuentra fundamento en la aplicación por vía subsidiaria del art. 1112 del Cód. Civil que
establece un régimen de responsabilidad por los hechos y las omisiones de los funcionarios
públicos en el ejercicio de sus funciones, por no cumplir sino de una manera irregular las
obligaciones legales que les están impuestas...". En conclusión, hizo lugar a la demanda
contra la Provincia de Buenos Aires.
La Corte desplazó, así, la responsabilidad estatal del marco del principal/dependiente (art.
1113, Cód. Civil) y el factor subjetivo (art. 1109, Cód. Civil) y lo reemplazó por el criterio
que prevé el art. 1112 del viejo Cód. Civil (es decir, el deber de responder en términos
directos y objetivos).
Este precepto —actualmente derogado— decía que "los hechos y omisiones de los
funcionarios públicos en el ejercicio de sus funciones, por no cumplir sino de una manera
irregular las obligaciones legales que les están impuestas, son comprendidos en las
disposiciones de este título".
el tribunal abandonó definitivamente la relación entre el principal y el dependiente por la
teoría del órgano (Estado/agentes).
El paso fue claramente significativo porque la Corte dejó el factor de imputación indirecto
por otro decididamente directo. En tal sentido, el camino de imputación de las conductas
ilícitas de las agentes en el propio Estado es mucho más claro, simple y directo.
esa idea objetiva de la falta de servicio encuentra fundamento en la aplicación por vía
subsidiaria del art. 1112 del Cód. Civil que establece un régimen de responsabilidad por los
hechos y omisiones de los funcionarios en el ejercicio de sus funciones".
Asimismo, la Corte advirtió desde el principio la dificultad de definir cuál es el límite en la
imputación de las conductas de los agentes en el propio Estado y, consecuentemente,
comenzó a dar respuesta a través de diferentes pronunciamientos en los siguientes
términos:
a) el Estado es responsable si sus "representantes han obrado dentro de sus propias
funciones";
b) el Estado es responsable si el hecho ilícito fue cometido "por el dependiente en
ejecución de las tareas a su cargo, dentro de los límites y objeto aparente de las mismas";
c) el Estado es responsable si el hecho fue cometido dentro "de los límites y objeto
aparente de las mismas";
d) el Estado es responsable si la relación entre el principal y el dependiente ha dado
motivo y no solo ocasión para la comisión del hecho.
En definitiva, el tribunal estableció dos pautas que nos permiten definir —en principio—
cuál es el límite de la imputación de las conductas de los agentes en el propio Estado, a
saber,
1. cuando el hecho fue ejecutado con motivo del desempeño del cargo y no de modo
ocasional; o
2. cuando el hecho fue realizado en el marco del objeto y dentro de los límites aparentes
del cargo.
Zacarías (1998). Dijo la Corte que "la falta de servicio es una violación o anormalidad
frente a las obligaciones del servicio regular, lo cual entraña una apreciación en concreto
que toma en cuenta la naturaleza de la actividad, los medios de que dispone el servicio, el
lazo que une a la víctima con el servicio y el grado de previsibilidad del daño".
Mosca (2007), la Corte señaló que "resulta relevante diferenciar las acciones de las
omisiones, ya que, si bien esta Corte ha admitido con frecuencia la responsabilidad
derivada de las primeras, no ha ocurrido lo mismo con las segundas. Respecto del último
supuesto corresponde distinguir entre los casos de omisiones a mandatos expresos y
determinados en una regla de derecho, en los que puede identificarse una clara falta del
servicio, de aquellos otros casos en los que el Estado está obligado a cumplir una serie de
objetivos fijados por la ley solo de un modo general e indeterminado, como propósitos a
lograr en la mejor medida posible".
En el presente caso, el actor demandó a la Asociación del Fútbol Argentino, el Club Atlético
Lanús y la Provincia de Buenos Aires por los daños causados por los simpatizantes del Club
Lanús al arrojar todo tipo de objetos sobre la hinchada del equipo visitante. En ese
contexto, "el actor fue alcanzado por un elemento contundente en el rostro a la altura del
ojo izquierdo, lo que le provocó una importante herida que le ocasionó una progresiva
disminución de su visión".
Así, "la determinación de la responsabilidad civil del Estado por omisión de mandatos
jurídicos indeterminados debe ser motivo de un juicio estricto y basado en la ponderación
de los bienes jurídicos protegidos y las consecuencias generalizables de la decisión a
tomar. En este sentido, el servicio de seguridad no está legalmente definido de modo
expreso y determinado, y muchos menos se identifica con una garantía absoluta de que los
ciudadanos no sufran perjuicio alguno derivado de la acción de terceros. Consagrar una
regla de este tipo es una decisión que el legislador no ha tomado, y que no registra
antecedentes en el derecho comparado. Por lo demás, sería irrazonable que el Estado sea
obligado a que ningún habitante sufra daños de ningún tipo, porque ello requeriría una
previsión extrema que sería no solo insoportablemente costosa para la comunidad, sino
que haría que se lesionaran severamente las libertades de los mismos ciudadanos a
proteger. Como conclusión, no puede afirmarse, como lo pretende el actor, que exista un
deber de evitar todo daño, sino en la medida de una protección compatible con la tutela
de las libertades y la disposición de medios razonables".
Finalmente, la Corte sostuvo que "la mera existencia de un poder de policía que
corresponde al Estado nacional o provincial, no resulta suficiente para atribuirle
responsabilidad en un evento en el cual ninguno de sus órganos o dependencias tuvo
participación,
Por último, la Ley de Responsabilidad del Estado (ley 26.944) establece que "son requisitos
de la responsabilidad estatal por actividad legítima:
a) Daño cierto y actual, debidamente acreditado por quien lo invoca y mensurable en
dinero;
b) Imputabilidad material de la actividad a un órgano estatal;
c) Relación de causalidad directa, inmediata y exclusiva entre la actividad estatal y el daño;
d) Ausencia de deber jurídico de soportar el daño;
e) Sacrificio especial en la persona dañada, diferenciado del que sufre el resto de la
comunidad, configurado por la afectación de un derecho adquirido"
Caso "Asociación Protección de Consumidores del Mercado Común del Sur" (2015)
Hechos relevantes: La Asociación actora se presentó en representación de una "clase global
que básicamente involucra a todos los consumidores, otra que abarca a todos los
consumidores indirectos, y finalmente una subclase de consumidores indirectos que involucra
a las personas que haya adquirido inmuebles nuevos o recién construidos, o que hayan
encargado a un tercero (v. gr. un arquitecto, ingeniero o empresa constructora) la construcción
de un inmueble o estructura construida mediante la utilización de cemento".
La Cámara de Apelaciones en lo Comercial reconoció legitimación a la asociación actora.
Decisión judicial y fundamentos: En primer lugar, la Corte recordó que "las asociaciones de
usuarios y consumidores se encuentran legitimadas para iniciar acciones colectivas relativas
a derechos de incidencia colectiva referentes a intereses individuales homogéneos, incluso
de naturaleza patrimonial, en la medida que demuestren: la existencia de un hecho único
susceptible de ocasionar una lesión a una pluralidad de sujetos; que la pretensión esté
concentrada en los efectos comunes...y que de no reconocerse la legitimación procesal
podría comprometerse seriamente el acceso a la justicia".
En segundo lugar, sostuvo que "la adecuada y detallada determinación del conjunto de
perjudicados por una conducta u acto permite delimitar los alcances subjetivos del proceso y
de la cosa juzgada...sólo a partir de un certero conocimiento de la clase involucrada el juez
podrá evaluar, por ejemplo, si la pretensión deducida se concentra en los efectos comunes que
el hecho o acto dañoso ocasiona o si el acceso a la justicia se encontrará comprometido de no
admitirse la acción colectiva".
6.1.1. La impulsión e instrucción de oficio (inc. a]). La caducidad del procedimiento. La verdad
jurídica objetiva
El postulado de impulsión e instrucción de oficio establece que el Poder Ejecutivo debe instar
el trámite por sí mismo, impulsarlo, darle curso y avanzar hasta su resolución, aun cuando la
parte interesada no lo hiciese.
Entonces, el Ejecutivo debe impulsar el procedimiento, por medio de la ordenación y ejecución
de las medidas que considere pertinentes, con el objeto de descubrir la verdad objetiva y
concluir el trámite.
Así, el decreto reglamentario ordena que las actuaciones administrativas deben ser impulsadas
por el órgano competente, sin perjuicio de que el interesado también puede instarlas (art. 4o).
Pero, más adelante, la LPA establece que "transcurridos sesenta días desde que un trámite se
paralice por causa imputable al administrado, el órgano competente le notificará que, si
transcurriesen otros treinta días de inactividad, se declarará de oficio la caducidad de los
procedimientos, archivándose el expediente" (art. 1 inc. e], apart. 9).
Pues bien, si la obligación de impulso recae sobre el Estado, ¿por qué, entonces, castigar a las
partes por su inactividad declarando caduco el procedimiento?
En principio, el Ejecutivo —tal como explicamos en los párrafos anteriores y según el mandato
legal— debe instar el trámite y, en tal caso, no procede la caducidad.
Sin embargo, cuando el Estado, en el marco de un procedimiento dado no persigue
directamente intereses colectivos, entonces, es el particular quien debe impulsarlo y —
consecuentemente— aquí sí procede el instituto de la caducidad.
el Estado por medio del procedimiento persigue el conocimiento de la verdad real(es decir, la
verdad objetiva o llamémosle material), y no simplemente la verdad formal, según los
planteos, argumentos, hechos o derecho alegado por las partes y volcados en el expediente
administrativo.
De modo que, en el marco del procedimiento administrativo, no se sigue el principio
dispositivo que sí debe respetarse en el proceso judicial, sino que el Ejecutivo en el desarrollo
del trámite puede —por ejemplo— resolver cuestiones no planteadas por las partes, siempre y
cuando se observe debidamente el derecho de defensa de estas.
En tal sentido, el art. 1 de la LPA, en su inc. f) apartado segundo, dispone que la Administración
debe requerir y producir los informes y dictámenes que fuesen necesarios para el
esclarecimiento de los hechos y el conocimiento de la verdad jurídica objetiva.
Por su parte, el decreto reglamentario establece —en sentido coincidente—, que el órgano
instructor puede, mediante resolución fundada, requerir los informes y dictámenes que
considere necesarios para el "establecimiento de la verdad jurídica objetiva".
6.1.2. La celeridad, economía, sencillez y eficacia (inc. b])
El art. 1o de la LPA consagra como requisito general y básico del procedimiento administrativo
la "celeridad, economía, sencillez y eficacia en los trámites...".
El derecho a ser oído. El titular de un derecho o interés debe tener la posibilidad de exponer
sus pretensiones y explicar sus razones. Además, la expresión debe ser amplia y oportuna; es
decir, sin restricciones y de carácter previo a las decisiones estatales.
A su vez, el particular puede hacerse asesorar y representar profesionalmente y, luego de
dictado el acto respectivo, tiene el derecho a interponer los recursos correspondientes con el
objeto de que se revisen las decisiones estatales por otros órganos.
El patrocinio letrado no es —en principio— obligatorio en los trámites administrativos, aun
cuando estén bajo discusión los derechos de las personas. Sin embargo, según el texto
normativo, si en el procedimiento están debatiéndose cuestiones jurídicas y una norma
expresa permite que la representación se ejerza por quienes no sean procuradores o
abogados, el patrocinio letrado se vuelve obligatorio.
Finalmente, cabe agregar que el derecho a ser oído solo puede ejercerse plenamente si es
completado con el derecho instrumental de conocer las actuaciones y las resoluciones que
puedan afectar los derechos.
La Corte IDH en el caso "Baena" (2003) afirmó que "si bien el art. 8 de la Convención
Americana se titula Garantías Judiciales, su aplicación no se limita a los recursos judiciales en
sentido estricto, sino al conjunto de requisitos que deben observarse en las instituciones
procesales a efectos de que las personas estén en condiciones de defender adecuadamente
sus derechos ante cualquier tipo de acto del Estado que pueda afectarlos. Es decir, cualquier
actuación u omisión de los órganos estatales dentro de un proceso, sea administrativo
sancionador o jurisdiccional, debe respetar el debido proceso legal".
B) El derecho a ofrecer y producir prueba, y controlar la prueba producida. El particular puede
ofrecer todos aquellos medios probatorios de que intente valerse y el Estado, en su condición
de instructor del procedimiento, debe resolver sobre la procedencia o no de tales medios. A su
vez, el rechazo de los medios probatorios por el instructor debe ser justificado.
C) El derecho a una decisión fundada. Una decisión fundada exige que el Estado resuelva los
principales planteos del interesado, previo análisis de sus argumentos —consintiéndolos o
refutándolos— y, a su vez, explicite cuál es su decisión y por qué decide de ese modo.
A su vez, las personas solo pueden razonablemente impugnar las decisiones estatales si
conocen cuáles son los fundamentos de estas.
D) El derecho a una decisión en un tiempo razonable y oportuno. Las personas tienen derecho
a una decisión en tiempo oportuno, es decir, el Estado no solo debe decidir y explicar cuáles
son las razones de sus decisiones, sino que debe hacerlo en plazos razonables.
Nuestra Corte, en el caso "Losicer" (2012), dijo que "el derecho a obtener un pronunciamiento
judicial sin dilaciones previas resulta ser un corolario del derecho de defensa en juicio...
La prueba testimonial
La prueba testimonial consiste en la declaración de personas que hubiesen presenciado o
tomado conocimiento cierto y directo de los hechos.
La parte proponente es quien tiene a su cargo asegurar la presencia de los testigos, y estos
deben prestar declaración ante el agente que se designe a ese efecto. Sin embargo, la
participación de la parte proponente no es obligatoria en el marco de la declaración
testimonial y, consecuentemente, su ausencia no impide u obstaculiza el interrogatorio.
En caso de inasistencia de los testigos a la audiencia principal y a la supletoria —se fijan y
notifican conjuntamente—, el interesado (es decir, el proponente), pierde el derecho
respectivo.
A su vez, la parte puede presentar el interrogatorio hasta el momento mismo de la audiencia;
La prueba pericial
La prueba pericial consiste en la opinión de personas especializadas en ciencias, artes,
industrias o actividades técnicas, sobre la apreciación de los hechos controvertidos.
Los particulares pueden proponer la designación de peritos, junto con el cuestionario sobre las
cuestiones a opinar.
Por su parte, el Estado no puede nombrar peritos de oficio, pero sí puede recabar informes de
sus agentes, oficinas técnicas y terceros; salvo que resulte necesaria su designación para la
debida sustanciación del procedimiento.
La prueba confesional
La confesión es la declaración de las partes sobre los hechos desfavorables; pero, en el marco
del procedimiento, la parte interesada y los agentes públicos no pueden ser citados para
prestar confesión.
No obstante, la declaración voluntaria tiene los efectos que establece el Cód. Proc. Civ. y Com.
Es decir, la confesión de carácter voluntario y expreso constituye plena prueba, salvo que: a)
esté excluida por ley respecto de los hechos que constituyen el objeto del procedimiento; b)
incida sobre derechos irrenunciables; c) recaiga sobre hechos cuya investigación esté prohibida
por ley; o d) sea contraria a las constancias que surjan de instrumentos fehacientes de fecha
anterior, agregados al expediente.
Los alegatos
sustanciadas las actuaciones, el órgano competente debe dar vista de oficio y por el término
de diez días a las partes, para que estas opinen sobre el valor de la prueba producida en el
procedimiento.
A su vez, luego de presentado el alegato, el órgano instructor puede disponer la producción de
otros medios probatorios como medidas para mejor proveer, o por pedido de la parte si
ocurriese o llegare a su conocimiento un hecho nuevo. Tras la producción de esta prueba, el
órgano instructor debe correr vista por otros cinco días a las partes con el fin de que aleguen
sobre su mérito en relación con el caso.
La parte pierde el derecho de alegar si no presenta el escrito o, habiendo retirado el
expediente, no lo devuelve en término.
Por último, tras la presentación de los alegatos o vencido el plazo para hacerlo y producido el
dictamen jurídico —si este correspondiese—, el órgano competente debe dictar el acto que
resuelve y pone fin a las actuaciones.
Las medidas cautelares en el marco del procedimientel art. 12, LPA, dice que "el acto
administrativo goza de presunción de legitimidad: su fuerza ejecutoria faculta a la
Administración a ponerlo en práctica por sus propios medios... e impide que los recursos que
interpongan los administrados suspendan su ejecución y efectos, salvo que una norma expresa
establezca lo contrario".
De todos modos, en el procedimiento administrativo el Ejecutivo —de oficio o a pedido de
parte— puede, con carácter preventivo, suspender los efectos del acto.
¿En qué casos y con qué justificación? El segundo párrafo del art. 12 de la LPA nos dice cuáles
son las pautas que debe seguir el órgano instructor. En efecto, "la Administración podrá, de
oficio o a pedido de parte y mediante resolución fundada, suspender la ejecución por razones
de interés público, o para evitar perjuicios graves al interesado, o cuando se alegare
fundadamente una nulidad absoluta".
Evidentemente, el daño grave no es solamente el daño irreparable, sino cualquier daño de
difícil reparación, según los derechos comprometidos y las circunstancias del caso. Por
ejemplo: 1) los casos de lesión y restricción de derechos fundamentales; 2) los actos
administrativos lesivos sobre terceros; y 3) las situaciones de insolvencia del particular como
consecuencia de la ejecución de los actos.
Es decir, la ley no exige el daño de imposible o difícil reparación ulterior, sino que este sea
grave.
Finalmente, cuando la nulidad planteada es absoluta y manifiesta —es decir grave y patente,
pues el conocimiento del vicio no depende de la investigación por parte del órgano
competente—, entonces, es razonable que el Ejecutivo suspenda el acto hasta tanto se
resuelva el fondo del asunto. Sin perjuicio de ello, en los otros casos de nulidades relativas y
absolutas —pero no manifiestas —, el órgano instructor también puede y debe, según las
circunstancias del caso, suspender los efectos del acto.
La caducidad tiene un alcance sumamente limitado porque solo procede en los trámites
iniciados por las partes —no por el propio Estado—, y en donde el interés comprometido es
básicamente el del particular —interés privado—, pues en el resto de los procedimientos el
centro de discusión es el interés colectivo, en cuyo caso el Ejecutivo debe obligatoriamente y
por mandato legal impulsarlo y resolverlo.