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El derogado Código Civil de Vélez Sarsfield, para tratar la responsabilidad civil por
hecho propio, efectuaba una distinción entre delitos y cuasidelitos
El método que había seguido Vélez Sarsfield para dar tratamiento a los hechos ilícitos
en el derogado Código Civil, había sido objeto de críticas por distintas razones: por no
ser propia la materia de los hechos ilícitos de una parte general del derecho civil,
debiendo habérselos tratado en la parte referida al Derecho de las obligaciones por
tratarse de una fuente de éstas; y por haber distinguido entre los delitos y los hechos
ilícitos que no son delitos, tratándolos separadamente, cuando las disposiciones
aplicables a ambos eran generalmente idénticas
La mayoría de los autores entendía que al referirse a los hechos ilícitos que no son
delitos, Vélez Sarsfield había dado tratamiento a los hechos ilícitos que no resultaban
imputables al autor a título de dolo delictual.
En cambio, otros directa-mente determinaban que se trataba de hechos ilícitos
imputables al agente a título de culpa, lo cual daba cuenta de un cuasidelito
Finalmente, una doctrina más moderna, interpretaba que la expresión “hechos ilícitos
que no son delitos” debía ser interpretada de modo amplio, haciéndola extensiva a
todo hecho ilí-cito no delictual que generara el deber de resarcir
Con respecto al delito, el derogado Código Civil lo definía en el art. 1072 que disponía:
“El acto ilícito ejecutado a sabiendas y con intención de dañar la persona o los
derechos de otro”. Aquí la nota característica de la figura era la presencia del dolo
delictual, es decir, la presencia de la intención de dañar a otro y la conducta ejecutada
por el agente a sabiendas. El derogado Código Civil de Vélez Sarsfield brindaba
tratamiento expreso a cada delito en particular, clasificándolos de la siguiente manera:
“Delitos contra las personas” (homicidio, heridas u ofensas físicas, estupro o rapto,
calumnias e injurias, acusación calumniosa) y, “Delitos contra la propiedad” (hurto,
usurpación de dinero y destrucción de la cosa ajena)
En cuanto al cuasidelito, es de destacar que en los países del Derecho continental dicha
noción estuvo ligada al significado de acto ilícito culposo. Sin embargo, en el derogado
Código Civil, Vélez Sarsfield evitó utilizar la locución al referirse a las fuentes de las
obligaciones, y prefirió hacer referencia a los “hechos ilícitos que no son delitos”,
dentro de los cuales quedaban comprendidos los actos ilícitos culposos
En el sistema del Código Civil de Vélez Sarsfield, existían similitudes y dife-rencias entre
el delito y el cuasidelito, a la hora de analizar la responsabilidad civil y sus implicancias:
a) La cuestión de la legitimación activa —al igual que la pasiva— era idéntica tanto en
materia de delitos como de cuasidelitos, por lo cual se aplicaban las mismas
normas para ambos
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b) La extensión del resarcimiento era más amplia en el ámbito de los delitos que en el
de los hechos ilícitos que no eran delitos. El resarcimiento se extendía también a
las consecuencias casuales cuando el daño había sido ocasionado con dolo
c) Tanto en materia de delitos como de ilícitos culposos (cuasidelitos) regía la regla de
la solidaridad pasiva en todos los obligados al pago de la indemnización de los
daños ocasionados por aquellos
d) Sólo procedía la atenuación de la indemnización por razones de equidad en los
hechos ilícitos que no eran delitos, mas no en el caso de delito.
El art. 1749 del CCCN legisla sobre los responsables directos del daño, considerando así
a quienes incumplen una obligación u ocasionan un daño injustificado por acción u
omisión
De tal modo, reiteramos, se ha eliminado la distinción entre delitos y cuasidelitos
civiles que establecía el derogado Código Civil de Vélez Sarsfield, por ello en el Código
Civil y Comercial, las consecuencias de la reparación son idénticas aunque el daño haya
sido ocasionado con dolo o con culpa
Al respecto, dispone como regla general el art. 1726 que se indemnizarán las
consecuencias inmediatas y las mediatas previsibles que tienen nexo adecuado de
causalidad con el hecho productor del daño
Con relación a la responsabilidad directa por ocasionar un daño injustificado por acción
u omisión, caben hacen ciertas aclaraciones. En primer lugar, se refiere al supuesto de
daños causado en el ámbito extracontractual, el que se produce ante la violación del
deber de no dañar a otro sin que exista causa de justificación para ello. Por otra parte,
cuando el daño se produce a raíz de la intervención de una cosa riesgosa o viciosa, o de
una actividad riesgosa, la responsabilidad será objetiva. En tal caso, el factor de
atribución será el riesgo creado. Pero, en cambio, si el daño lo provoca el hombre sin
intervención de la cosa, o bien, con la utilización de una cosa que no es considerada
riesgosa ni viciosa que es usada como instrumento del hombre —v. gr. con un bastón,
la responsabilidad será subjetiva, fundada en la culpa o el dolo
Los alcances de la responsabilidad directa previstos en el Código Civil y Comercial se
completan con los supuestos de daños causados por actos involuntarios
Asimismo, es claro también el ordenamiento al tratar el supuesto de pluralidad de
responsables, cuando dispone en el art. 1751 que: “Si varias personas participan en la
producción del daño que tiene una causa única, se aplican las reglas de las obligaciones
solidarias. Si la pluralidad deriva de causas distintas, se aplican las reglas de las
obligaciones concurrentes”
b) Fudamento de la responsabilidad
1- Teoría de la culpa «in eligendo» e «in vigilando». La teoría de la culpa «in eligendo»
Establece que quien utiliza dependientes para llevar a cabo determinadas actividades
en su propio interés, debe asumir el riesgo de los eventuales daños que la conducta de
éstos puede ocasionar a terceros, en el ejercicio o en ocasión de la función
encomendada por el principal.
Esto está íntimamente relacionado con la cuestión de las actividades riesgosas, y está
también conectado con el peligro que se crea al ampliar una determinada actividad a
través de otros sujetos a quienes se encomienda la realización de una tarea o función
determinada, puesto que de tal modo se expande la esfera de acción y crecen
indefinidamente las posibilidades de ocurrencia de daños.
Aun frente al silencio de la norma respecto del factor objetivo de atribución aplicable,
lo cierto es que cualquiera de ellos que resulte ser invocado como fundamento, en
nada cambiaría la suerte de la solución a aplicar, ya que ambos conducen a enmarcar el
caso en el ámbito de la responsabilidad objetiva
Para que se configure esta responsabilidad deben reunirse tres requisitos ineludibles
a) Una relación de dependencia funcional entre el principal y el autor material del
daño
b) La vinculación causal entre el hecho dañoso y la función desarrollada por el
dependiente, es decir, que el daño haya sido cometido en ejercicio o con ocasión
de la función encomendada.
c) La existencia de un daño injustamente causado a la víctima por el dependiente.
1- Relacion de dependencia
Dispone también el art. 1753 del CCCN que la responsabilidad del principal por los
daños que comentan quienes se encuentran bajo su dependencia, se configurará
cuando el hecho acaece en ejercicio o con ocasión de las funciones encomendadas
Cuando nos referimos a la necesidad de haber obrado en razón de la función
encomendada queremos manifestar con ello que de be existir un nexo adecuado de
causalidad entre el daño que ha ocasionado el dependiente y la función que éste
estaba desempeñando al momento de su ocurrencia; ello así, puesto que el principal
será llamado a responder sólo cuando exista congruencia entre el acto encomendado
al dependiente y el daño, es decir, cuando el daño sea cometido con motivo de la
función encomendada
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La cuestión en torno al ejercicio de la función encomendada ha motivado por parte de
la doctrina una serie de debates, ya que no ha sido pacífico el tema respecto a
determinar cuáles deben ser los límites de dicha función encomendada
Ya ha quedado superada la doctrina de mediados del siglo pasado que sostenía que el
principal sólo era llamado a responder por los daños que ocasionaba el dependiente
únicamente en ejercicio de la función encomendada, cuando dicha actividad
desempeñada por el subordinado había sido regular y acorde a las directivas
impartidas por el principal
Por el contrario, actualmente, nadie hesita ni en la doctrina ni en la jurisprudencia en
considerar incluidos en la responsabilidad del principal a aquellos daños que ocasione
su dependiente aún ante el mal ejercicio de la función encomendada (v. gr., el cobrador
de una empresa que decide ame-nazar o golpear a un deudor de su empleador para
poder cobrarle), o frente al abuso de ella (lo que ocurre cuando éste extralimita la
función encomendada, por ejemplo, el chofer de una línea de colectivo que decide
dolosamente —y sin causa que lo justifique— cambiar la ruta del recorrido
encomendado por su patrón, y ocasiona un daño cuando está fuera del trayecto
indicado por su principal) o bien, ante el ejercicio aparente de la misma, ya que cabe
hacerle extensiva la responsabilidad a éste en razón de que ha sido él quien ha
contribuido a crear dicha apariencia (v. gr., el empleado que utiliza el auto de la
empresa en la cual trabaja fuera del horario de trabajo y en su propio interés, y
ocasiona un daño en tales circunstancias).
La doctrina mayoritaria moderna, que se emparenta en un todo con el factor de
atribución riesgo creado, ya extendía el deber de responder del principal a aquellos
supuestos en los cuales el he cho dañoso de su dependiente había ocurrido también
cuando éste se encontraba “en ocasión” de la función encomendada, lo cual encontró
apoyo normativo en el viejo art. 43 del derogado Código Civil, en cuanto
responsabilizaba a la persona jurídica por los daños que ocasionaban quienes la dirijan
o administren, “en ejercicio o con ocasión de sus funciones”
Esta postura había sido criticada por resultar injusto e inconveniente extender la
responsabilidad del principal a todo lo que realice el dependiente fuera del ámbito de
la función que desempeña en interés del principal (v. gr., no parecía lógico que debiera
responsabilizarse a una sociedad anónima porque su presidente haya cometido un
asesinato luego de una discusión al salir ebrio de una fiesta un domingo a la
madrugada)
Ello llevó a repensar el verdadero significado de ocasión de la función encomendada, y
también los daños que podrían ser considerados alcanzados por ella. Se ha sostenido,
al respecto, que el daño es causado en ocasión de la función encomendada, cuando
ésta ha generado la oportunidad de ocurrencia del hecho dañoso, permitiendo de tal
modo su realización que de otro modo no hubiera podido concretarse
Por último, cabe destacar que sólo deberá responder el principal por el daño
ocasionado por su dependiente cuando el daño esté en relación adecuada con la
función encomendada, lo cual debe surgir de un juicio de previsibilidad que los jueces
deben realizar en abstracto y ex post facto, apreciando con criterios de razonabilidad y
de equidad
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3 — Causación de un daño injusto por el dependiente. El supuesto de la falta de
discernimiento del dependiente
Resulta además necesario para que se configure la responsabilidad del principal, que el
dependiente haya ocasionado un daño injusto a la víctima y que éste
Es decir, estimamos menester que el dependiente haya cometido un acto ilícito
imputable a su dolo o a su culpa o cualquier factor de imputación objetivo, aunque
más no sea de modo potencial, es decir, que pueda ser estimado responsable aun
cuando no haya sido declarado tal en el caso en concreto (v. gr., es potencialmente
responsable un inimputable que no puede ser efectivamente declarado como tal
atento a su falta de discernimiento)
Es decir, resulta menester que el dependiente vea comprometida su responsabilidad
para que se torne operativa la del principal, ya que a partir de que el hecho daño
pueda ser atribuido a aquél, la responsabilidad se extenderá o proyectará hacia el
principal
No obstante ello, es importante destacar que la responsabilidad del principal también
se tornará operativa aun en el supuesto de que el dependiente que ha ocasionado el
daño no haya podido ser identificado o individualizado, pero que no exista duda
respecto a que pertenece al ámbito de dependencia del principal o al grupo de
dependientes de éste
No es necesario que el hecho del dependiente sea la causa exclusiva del daño, sino que
basta con que haya participación concausal de éste en su ocurrencia. Ello así, puesto
que puede ocurrir que junto al dependiente hayan participado en la comisión del daño
otras personas que ninguna relación juridica las liga con el principal, o bien que la
propia víctima haya parcialmente con-tribuido con su conducta a la ocurrencia del
daño que ha sufrido.
En razón de ello, el principal será llamado a responder sólo por el daño que pueda ser
atribuido causalmente a su dependiente pero no por el que deba asumir la propia
víctima a raíz de su conducta o por el que quepa imputar a terceras personas ajenas al
ámbito de dependencia.
El último párrafo del art. 1753 del CCCN, dispone que “la falta de discernimiento del
dependiente no excusa al principal ...”. De tal modo, se desprende que aun cuando el
hecho del dependiente sea considerado involuntario (cfr. art. 261, CCCN), ello no
excusará la responsabilidad del principal por el daño causado por quien se encuentra
bajo su dependencia, más allá de que haya actuado sin discernimiento, intención o
libertad
En razón de lo dispuesto por el art. 1773 del CCCN, “el legitimado tiene derecho a
interponer su acción, conjunta o separadamente, contra el responsable directo y el
indirecto”
De tal modo, se desprende que le basta al damnificado dirigir la acción contra el
principal prescindiendo del dependiente; y, además, ello no impide que la víctima del
daño decida iniciar la acción únicamente contra el dependiente (responsable directo),
ya que la responsabilidad refleja no sustituye la directa, sino que se acumula a ella, o
viceversa
No obstante, es inconveniente en la práctica accionar únicamente contra el principal,
puesto que, tratándose de un supuesto de responsabilidad indirecta no puede dejarse
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fuera del ámbito del proceso en litigio al subordinado, quien con su conducta ha
originado el motivo del reclamo.
El hecho de demandar también al dependiente permitirá que éste pueda debatir en el
pleito su responsabilidad y ofrecer prueba, lo cual facilitará al damnificado la prueba
de los requisitos propios de este supuesto de responsabilidad
Asimismo, es de destacar que, de ser condenados el principal y el dependiente, ambos
serán obligados frente a la víctima de manera concurrente y no solidaria, puesto que el
deber de responder de cada uno de ellos tiene en causas diferentes: el del
dependiente en el hecho propio y el del principal en el factor objetivo riesgo creado o
garantía. Ello provocará, claro está, que el damnificado pueda exigir y obtener de
cualquiera de ellos la reparación plena del daño sufrido.
En cuanto a la carga de la prueba de los requisitos de responsabilidad del principal por
el hecho del dependiente, ella pesará sobre el reclamante
e) Eximentes
a) Introducción
Los padres son solidariamente responsables por los daños causados por los hijos que
se encuentran bajo su responsabilidad parental y que habitan con ellos, sin perjuicio de
la responsabilidad personal y concurrente que pueda caber a los hijos
Esta responsabilidad se extiende a todos los casos de filiación, ya sea ésta biológica o
adoptiva
En el derogado Código Civil, la responsabilidad recaía exclusivamente sobre el padre, y
en caso de muerte, ausencia o incapacidad de éste, en la madre
El Código Civil y Comercial de 2014, dejó atrás la denominación anterior de patria
potestad, para pasar a referirse a ella como ejercicio de la responsabilidad parental, la
que es definida como “el conjunto de deberes y derechos que corresponden a los
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progenitores sobre la persona y bienes del hijo, para su protección, desarrollo y
formación integral mientras sea menor de edad y no se haya emancipado”
Su ejercicio corresponde
a) En caso de convivencia con ambos progenitores, a éstos. Se presume que los actos
realizados por uno cuentan con la conformidad del otro, salvo que medie expresa
oposición o los supuestos del 645
b) En caso de cese de la convivencia, divorcio o nulidad de matrimonio, a ambos
progenitores. Se presume que los actos realizados por uno cuentan con la
conformidad del otro, con las excepciones del inciso anterior. Por voluntad de los
progenitores o por decisión judicial, en interés del hijo, el ejercicio se puede
atribuir a sólo uno de ellos, o establecerse distintas modalidades
c) En caso de muerte, ausencia con presunción de fallecimiento, privación de la
responsabilidad parental o suspensión del ejercicio de un progenitor, al otro
d) En caso de hijo extramatrimonial con un solo vínculo filial, al único progenitor
e) en caso de hijo extramatrimonial con doble vínculo filial, si uno se estableció por
declaración judicial, al otro progenitor. En interés del hijo, los progenitores de
común acuerdo o el juez pueden decidir el ejercicio conjunto o establecer distintas
modalidades
El art. 1754 del CCCN deja en claro dos cuestiones fundamentales:
a) Los padres responden por los daños que causen sus hijos menores de edad que
habiten con ellos, sin importar si son menores o mayores de diez años, más allá de
la personal y concurrente que pueda caber a los hijos.
b) Atribuye responsabilidad a ambos progenitores (padre y madre) de manera
solidaria.
Dispone el art. 1755 del CCCN que “la responsabilidad de los padres es objetiva”
Queda claro, pues, que sólo puede fundarse la responsabilidad parental en algún factor
de atribución objetivo, por lo cual no puede seguir sosteniéndose todavía, luego de lo
dispuesto en esta norma que la responsabilidad de los padres halla fundamento en
alguna manifestación de la culpabilidad.
El autor sostiene que el factor de imputación aplicable a este supuesto es el riesgo de
causar daño que puede generar la conducta de los hijos hacia terceros mientras éstos
se encuentran bajo el régimen de la responsabilidad parental
Para otros autores, en cambio, que también sostienen la responsabilidad objetiva de
los progenitores, el fundamento reside en la garantía
Nos parece totalmente acertado que el Código Civil y Comercial haya dispuesto una
responsabilidad objetiva para los padres, ya que no debemos soslayar que en los
tiempos actuales los hijos han adquirido una mayor autonomía respecto de sus
progenitores, lo cual dificulta el control que puedan ejercer los padres sobre sus hijos
En definitiva, en los tiempos actuales la independencia que han adquirido los menores
de edad genera riesgos inevitables.
Por ello, ante la ocurrencia de daños que los hijos menores ocasionen a terceros, no
resulta lógico que sea la víctima quien deba soportar el perjuicio ni la carga probatoria
de la culpa de los progenitores, siendo más justo y razonable que sean los padres del
menor de edad con quienes convive, quienes carguen con la presunción que genera la
responsabilidad objetiva y, a la postre, si no logran desvirtuarla, quienes soporten el
daño
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c) Fundamento de la responsabilidad en el derogado Código Civil
Hasta la sanción del Código Civil y Comercial, fueron varios los fundamentos que se
esgrimieron en torno al deber de responder de los padres por los daños causados por
sus hijos menores de edad que se encuentran bajo su responsabilidad parental y
habitan con ellos
El derogado Código Civil no disponía en ninguna de sus normas de qué tipo de
responsabilidad se trataba
Ello provocó que con el avance de los años se fueran gestando en la doctrina nacional
distintas posturas en torno a la determinación del factor de atribución aplicable
Según esta postura, dentro de las obligaciones que correspondían a los padres se
encontraba aquella que les imponía impedir, a través de un cuidado razonable y
diligente, que sus hijos menores que habitaban con ellos dañen a terceros
En consecuencia, la omisión de dicha diligencia exigida a los progenitores hacía
presumir la culpabilidad de éstos.
Tratándose, pues, de un supuesto de responsabilidad subjetiva, los padres se liberarían
de responder acreditando su ausencia de culpabilidad respecto del cuidado y de la
vigilancia de su hijo menor
2- Culpa en la educación
Esta línea de pensamiento destacaba que como los padres estaban obligados a educar
correctamente a sus hijos y a inculcar en ellos el respeto a los intereses aje-nos, debían
responder por los daños que injustamente ocasionaran estos últimos
Esta postura fue criticada con estos principales argumentos:
a) Cuando el daño lo ocasionaba un niño de corta edad, en ello no incidía la
educación defectuosa sino más bien la vigilancia
b) Si esto no fuera así, no se explica por qué cesaría la responsabilidad de los padres
cuando el hijo alcanza la mayoría de edad, puesto que la educación se proyecta
durante toda la vida
c) Hay situaciones en las cuales el hijo es llamado a responder por un factor de
atribución objetivo (v. gr., riesgo creado), y por ende, también el padre, sin que
incidan en ello factores educativos
d) Si fuera por razones de culpa en la educación, no se explica por qué el art. 1115 del
CC hacía cesar la responsabilidad de los padres cuando el menor habitaba con
otras personas distintas
Se había elaborado esta nueva corriente con este doble fundamento a fin de subsanar
las deficiencias que unilateralmente presentaban ambas posturas por separado, ya que
en la primera etapa de la minoridad lo esencial es la vigilancia y en la segunda etapa, la
educación.
Bajo esta concepción, sin embargo, la responsabilidad continuaba siendo subjetiva
En los últimos años (previos a la sanción del Código Civil y Comercial) se sostenía en la
doctrina nacional que la responsabilidad de los padres por los hechos de sus hijos
menores es objetiva, ya sea con fundamento en el riesgo creado o en la garantía.
Esto resulta acertado y se condice con la tendencia que se ha venido desarrollando en
el Derecho de daños, en el cual se ha ampliado el ámbito protectorio de la víctima del
perjuicio
c) Legitimación pasiva
El ccyc establece que ambos padres son objetiva y solidariamente responsables por los
daños causados por el hijo menor de edad que habite con ellos
Ello guarda cohesión con el régimen de patria potestad compartida oportunamente
establecido en el derecho argentino por la ley 23.264
El art. 1754 del CCCN no distingue entre las clases de filiación, por lo cual lo
preceptuado en la norma alcanza a los padres biológicos, a quienes lo han sido a través
de técnicas de reproducción asistida o mediante el régimen de adopción.
Como bien lo sostiene una calificada doctrina, no queda comprendido por los alcances
del art. 1754 del CCCN el progenitor afín o conviviente, que es aquel “que vive con
quien tiene a su cargo el cuidado personal del niño o adolescente”
Para que se configure la responsabilidad de los padres por los hechos de sus hijos
menores, deben confluir los siguientes requisitos: la causación por parte del hijo de un
daño injusto resarcible, la minoridad del hijo, que los padres estén en ejercicio de la
patria potestad y la convivencia del hijo con el progenitor responsable
Uno de los principales requisitos es que el menor debe haber ocasionado a un tercero
un daño injusto, que reúna los requisitos propios del daño resarcible (cierto, personal y
subsistente)
Por otra parte, la doctrina nacional se ha planteado el interrogante respecto a la
necesidad o no de que exista culpabilidad en la conducta del menor que causa el
perjuicio. El autor dice que ello merece una doble respuesta
a) Si el hijo que ocasiona el daño tiene más de diez años, para algunos autores resulta
necesario que exista un factor de atribución subjetivo en el menor (culpa o dolo),
ya que al ser refleja o indirecta la responsabilidad de los padres, el hecho debe ser
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subjetivamente imputable al menor. El autor considera que bastará con que pueda
serle el hecho imputable en razón de cualquier factor de atribución
b) Si el hijo es menor de diez años, en cambio, queda claro que no puede imputarse
culpa alguna al menor, pues es inimputable, por lo cual existe imposibilidad de que
se pueda efectuar contra él reproche subjetivo alguno, sin perjuicio de que se
pueda configurar la responsabilidad del menor en razón de lo dispuesto para los
hechos involuntarios. En tal caso, bastará con que el hecho del menor sea
objetivamente antijurídico, al ser confrontado con el ordenamiento jurídico
aprehendido en su totalidad
Dispone también el art. 1754 del CCCN que para que se configure la responsabilidad de
los padres por los hechos de sus hijos, deben habitar con estos.
No obstante, aclara el art. 1755 del CCCN, que los padres “no se liberan, aunque el hijo
menor de edad no conviva con ellos, si esta circunstancia deriva de una causa que les
es atribuible”.
El recaudo de que el menor conviva con sus padres halla su razón de ser en que, de tal
modo, éstos puedan efectuar adecuadamente el control y cumplir con los de -be res
inherentes a la responsabilidad parental; caso contrario, si el hijo no conviviera con sus
progenitores (o al menos con alguno de ellos), adquiriría una autonomía y un ámbito
de libertad en donde el ejercicio de la autoridad paterna se tornaría muy difícil para
llevarla a cabo.
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e) Eximentes. Causales de cesación de responsabilidad. Carga probatoria
El art. 1755, luego de disponer que el deber de responder es objetivo, determina que
la responsabilidad “cesa si el hijo menor de edad es puesto bajo la vigilancia de otra
persona, transitoria o permanentemente”
Debe tratarse de una transferencia circunstancial de la guarda del menor hacia otra
persona física o jurídica, lo que generalmente ocurre con permiso paterno y con un
motivo razonable, tal como una finalidad de cuidado, recreación, formación o
educación
Sin embargo, debe quedar claro que la guarda del hijo debe ser transferida a una
persona apta y responsable, ya que no puede liberarse a los progenitores que se han
desentendido del cuidado del menor sin preocuparse por las aptitudes del guardador a
quien transfieren su custodia.
Por otra parte, es importante destacar que lo previsto en esta norma no puede ser
invocado en el caso de padres no convivientes, cuando uno de ellos pretenda
exonerarse de responder alegando que el hijo menor se encontraba bajo la vigilancia
del otro progenitor.
Finalmente, en cuanto a la carga probatoria de las eximentes y de las causas que hacen
cesar la responsabilidad, le corresponderá a los padres (art. 1734, CCCN), puesto que
se trata de un supuesto de responsabilidad objetiva y quien pretende desvirtuarla debe
aportar las pruebas idóneas para ello.
f) Accion de regreso
Dispone el art. 1756 del CCCN: “Otras personas encargadas. Los delegados en el
ejercicio de la responsabilidad parental, los tutores y los curadores son responsables
como los padres por el daño causado por quienes están a su cargo. Sin embargo, se
liberan si acreditan que les ha sido imposible evitar el daño; tal imposibilidad no
resulta de la mera circunstancia de haber sucedido el hecho fuera de su presencia. El
establecimiento que tiene a su cargo personas internadas responde por la negligencia
en el cuidado de quienes, transitoria o permanentemente, han sido puestas bajo su
vigilancia y control”
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El antecedente de esta norma lo constituía el antiguo art. 1114 del derogado CC, que
extendía los principios de la responsabilidad de los padres a la de los tutores y
curadores, al determinar lo siguiente: “Lo establecido sobre los padres rige respecto de
los tutores y curadores, por los hechos de las personas que están a su cargo”
El Código Civil y Comercial, sin embargo, presenta algunas notables diferencias con
relación al derogado Código Civil:
a) La primera de ellas, como se puede apreciar, en el texto de la norma se establece
una responsabilidad subjetiva para los delegados en el ejercicio de la
responsabilidad parental, los tutores y los curadores por el daño causado por
quienes están a su cargo. Ello así, puesto que por más que la norma indique que
responden “como los padres”, expresa a continuación que “se liberan si acreditan
que les ha sido imposible evitar el daño; tal imposibilidad no resulta de la mera
circunstancia de haber sucedido el hecho fuera de su presencia”. Por ende, resulta
claro —a nuestro entender— que mientras la responsabilidad de los padres es
objetiva (con fundamento en la garantía o en el riesgo creado), la de las personas
comprendidas en el art. 1756 es subjetiva y se encuentra fundada en la culpa
b) Y otra de las diferencias, es que el Código Civil y Comercial también hace
referencia, como novedad, a los delegados en el ejercicio de la responsabilidad
parental, institución que se encuentra tratada en el art. 643 del CCCN: “Delegación
del ejercicio. En el interés del hijo y por razones suficientemente justificadas, los
progenitores pueden convenir que el ejercicio de la responsabilidad parental sea
otorgado a un pariente, sin perjuicio de lo establecido en el art. 674. El acuerdo
con la persona que acepta la delegación debe ser homologado judicialmente,
debiendo oírse necesariamente al hijo. Tiene un plazo máximo de un año,
pudiendo renovarse judicialmente por razones debidamente fundadas, por un
período más con participación de las partes involucradas. Los progenitores
conservan la titularidad de la responsabilidad parental, y mantienen el derecho a
supervisar la crianza y educación del hijo en función de sus posibilidades”
Respecto de los tutores, resulta imperioso recordar que tal como estaba contemplado
en el art. 377 del derogado CC, estos tenían derecho “para gobernar la persona y
bienes del menor de edad, que no está sujeto a la patria potestad, y para representarlo
en todos los actos de la vida civil”. n embargo, se sostenía en la doctrina que existía
una cierta diferencia entre ambos supuestos: mientras la responsabilidad de los padres
poseía un criterio rígido a la hora de meritar la ausencia de culpabilidad de los
progenitores, en la responsabilidad del tutor debía adoptarse un criterio más flexible,
toda vez que el tutor podía verse compelido muchas veces a aceptar la tutela de un
menor sin educación o de muy mal carácter, por lo cual la incidencia que podría tener
aquél sobre la conducta de su pupilo debía ser apreciada con un criterio no tan
riguroso por cada juez frente al caso en concreto. Ello no ocurría en la responsabilidad
de los padres dado que éstos normalmente cuidan y educan a sus hijos desde que los
traen al mundo, por imperio de un lazo natural. Este es el criterio con el cual debe
analizarse y regirse su responsabilidad, luego de la sanción del Código Civil y Comercial.
Debemos destacar, además, que —respecto de su pupilo— pesan sobre el tutor los
mismos deberes de alimentación, educación y vigilancia que poseen los padres
respecto de los hijos, siendo también responsable de todo perjuicio resultante de su
falta en el cumplimiento de sus deberes que la ley le impone
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En cuanto a la curatela, es importante destacar que se rige por las mismas reglas de la
tutela (art. 138, CCCN), por lo cual es lógico que se haya asimilado la responsabilidad
de los curadores a la de los tutores
Por último, debemos analizar el último supuesto previsto por el art. 1756 en cuanto
establece la responsabilidad de los establecimientos de internación por el hecho de las
personas que se encuentran bajo su cuidado o supervisión, sea esta transitoria o
permanente. Como surge de la norma, se trata de un supuesto de responsabilidad
subjetiva, que será aplicable únicamente a los daños que las personas internadas
ocasionen a terceros, pero no por los sufridos por ellas
Otra cuestión que motiva el análisis, es la que se suscita con los daños producidos en el
ámbito escolar, la que ha sufrido mutaciones a lo largo de los años en el ordenamiento
jurídico argentino.
Dispone el art. 1767 del CCCN: “El titular de un establecimiento educativo responde
por el daño causado o sufrido por sus alumnos menores de edad cuando se hallen o
deban hallarse bajo el control de la autoridad escolar. La responsabilidad es objetiva y
se exime sólo con la prueba del caso fortuito. El establecimiento educativo debe
contratar un seguro de responsabilidad civil, de acuerdo a los requisitos que fije la
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autoridad en materia aseguradora. Esta norma no se aplica a los establecimientos de
educación superior o universitario
En el nuevo texto normativo grandes modificaciones con relación al texto del derogado
art. 1117 del anterior CC, luego de la modificación sufrida por éste con por la ley
24.830, con excepción de que la nueva norma se refiere al titular de un
establecimiento educativo, mientras que el anterior texto legal mencionaba como
responsable al propietario
1- Fundamentos de la responsabilidad
Se trata de una responsabilidad civil objetiva, entendemos que agravada, puesto que el
Código Civil y Comercial establece como única eximente posible la prueba del caso
fortuito
Como fundamento de este deber de responder objetivo se han brindado distintos
argumentos
a) Para un sector doctrinario, el fundamento de la responsabilidad es el riesgo
creado, lo cual se debe a que las actividades que realizan los infantes y
adolescentes son potencialmente riesgosas por su desarrollo evolutivo, pudiendo
considerarse que sus conductas son potencialmente perjudiciales. Otros, en
cambio, que también encuentran el fundamento en el riesgo creado, entienden
que el propietario del establecimiento educativo es quien recoge los beneficios y,
por lo tanto, debe soportar los riesgos que se derivan de lo que se denomina
“empresa educativa”. Por su parte, el autor estima que el riesgo de actividad o
riesgo de empresa es lo que brinda fundamento a quienes sostienen que la
responsabilidad de los titulares y propietarios de establecimientos educativos tiene
su sostén en la garantía. Por último, el fundamento en el riesgo creado no debe
variar aun cuando su propietario no obtenga beneficio económico alguno (v. gr.,
establecimiento educativo estatal), ya que resulta razonable y acorde a un sentido
de justicia en dicho caso, no dejar a la víctima sin reparación, debiendo en tal caso
ser ésta asumida por el Estado
b) Otro sector doctrinario, sin embargo, sostiene que la responsabilidad de los
titulares y propietarios de establecimientos educativos se funda en la garantía, ya
que quien posee ese rol respecto de un establecimiento educativo soporta un
deber de inocuidad respecto de sus alumnos. Estos concurren al establecimiento
educativo para aprender y no para ser dañados, por lo cual el titular del
establecimiento debe garantizarle a sus alumnos y a los terceros que concurran a él
su indemnidad
Quienes responden en razón del art. 1767 del CCCN son los titulares de los
establecimientos educativos, es decir, aquellos que están al frente de una empresa
organizada de aprendizaje bajo supervisión docente
Ha sido reemplazada la palabra propietario, utilizada en el antiguo art 1117 del
derogado código, por la palabra titular
Si bien pareciera tratarse de un mismo concepto, se sostiene que existen diferencias
entre ellos, ya que el vocablo titular es más amplio que el de propietario
a) Para un sector de la doctrina nacional, se considera titular al organizador de la
educación, a quien “emprende” el servicio educativo, que puede ser el propietario
o no del inmueble donde se dictan las clases
Unidad 6
b) Otro sector sostiene que la locución titular es más amplia que la de propietario, ya
que, si bien éste es el titular por naturaleza del establecimiento, también pueden
serlo otras personas: el arrendatario, el usufructuario, fiduciario, etcétera. Por
ende, todo aquel que tiene a su nombre un título suficiente que le otorga un
derecho sobre un establecimiento educativo, ejercite o no la dirección efectiva del
mismo, es titular a los fines de la norma
Finalmente, es de destacar que la responsabilidad del titular del establecimiento
educativo puede diferir de aquella que le quepa al dueño del edificio en donde aquél
está situado (por ejemplo, si la propiedad del establecimiento y del edificio,
respectivamente, corresponde a personas distintas), pudiendo dar lugar a
responsabilidades concurrentes, puesto que nacerían sus obligaciones de causas
diversas
En cuanto a los establecimientos educativos comprendidos bajo los alcances de lo
dispuesto en el art. 1767 del CCCN, se encuentran los de carácter privado (pagos o aún
gratuitos), siendo alcanzados también los jardines de infantes y otros establecimientos
especiales (v. gr., de educación diferencial para personas con capacidades diferentes).
No obstante, ello, cabe efectuar una aclaración, ya que la norma no será de aplicación:
a) A los establecimientos educativos de carácter público, ya que se establece que la
responsabilidad del Estado se rige por las normas y principios del derecho
administrativo nacional o local según corresponda, resultándole inaplicables las
normas del Código Civil y Comercial, tanto de manera directa como subsidiaria
b) A los establecimientos educativos de educación superior o universitaria. Ello
resulta lógico y razonable, dado que generalmente los alumnos universitarios o de
establecimientos de educación terciaria son mayores de diecio-cho años y han
alcanzado la mayoría de edad, por lo cual deben responder personalmente frente a
la víctima por los daños ocasionados.
Por último, también es importante destacar que lo dispuesto en el art. 1767 respecto
de los titulares de los establecimientos educativos, no excluye la posibilidad de que se
pueda configurar al mismo tiempo la responsabilidad personal del director del colegio,
por su hecho propio, aunque en tal caso el factor de atribución será la culpa
Surge del texto normativo en análisis que los titulares de establecimientos educativos
serán llamados a responder cuando el daño sea causado o sufrido por sus alumnos
menores de edad
La mayoría de edad en la Argentina se obtiene cuando el menor cumple dieciocho años
de edad, por lo cual cuando algún alumno tenga más de esa edad será llamado a
responder únicamente él en forma personal frente a la víctima por su hecho propio,
pero no el titular del establecimiento educativo
Es indiferente que el agente tenga o no discernimiento al momento de ocasionar el
daño, puesto que lo relevante es que a través de una conducta objetivamente
antijurídica el alumno ocasione un daño injusto a un tercero
III- Producción del daño bajo el control de la autoridad escolar. Actividades comprendidas
4- Eximente de la responsabilidad