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CLASES DE DERECHO ADMINISTRATIVO

RESPONSABILIDAD DEL ESTADO


CONTENIDOS: Antecedentes y evolución sobre la responsabilidad estatal. Clases o tipos de responsabilidad estatal. La Ley
26.944 y sus principales disposiciones. La responsabilidad estatal por los actos, hechos y omisiones ilícitas y por los actos y
hechos estatales lícitos. Presupuestos. El alcance de la indemnización en los casos de responsabilidad por actividades lícitas o
ilícitas. La responsabilidad de los agentes y funcionarios públicos.
Versión 2°/2021

RESPONSABILIDAD DEL ESTADO

INTRODUCCIÓN

El concepto responsabilidad de Estado alude al deber legal que pesa sobre


éste de reparar el daño causado a otros sujetos de derecho en ejercicio de sus
funciones.
Responsabilidad supone obligación de reparar, es decir, restituir un
desequilibrio producido por un sujeto con motivo de un daño ocasionado a otro
sujeto.
Habrá responsabilidad del Estado cuando los hechos y actos emitidos por sus
órganos en ejercicio de sus funciones ocasionen un daño o perjuicio susceptible de
apreciación pecuniaria.
En un inicio, el Estado no era responsable patrimonialmente, a la vez que no
podía ser demandado.
El principio de la irresponsabilidad por los actos estatales, significó que el daño
sufrido por el particular como consecuencia de la actividad estatal debía ser
soportado por el ciudadano, sin que éste tuviera acción alguna para reclamar u
obtener indemnización ni contra el agente, del cual emanaba directamente el acto,
ni contra el soberano.
En el siglo XIX comenzaron a abandonarse las teorías sobre la
irresponsabilidad y se elaboraron nuevas ideas a partir del concepto de “Estado de
Derecho”, nacido con el constitucionalismo, que implicó el sometimiento del Estado
al ordenamiento jurídico.
La responsabilidad del Estado con el correr de tiempo sufrió una importante
evolución que ha ido desde la total irresponsabilidad del Estado por los hechos y
actos que pudieran serle imputables, hasta la más amplia aceptación de dicha
responsabilidad que es el criterio predominante en la actualidad.
El esquema de responsabilidad estatal es un modo de controlar y exigir al
Estado el cumplimiento de sus obligaciones con mayor eficiencia según el orden
jurídico y las demandas sociales. Es una técnica de control de las ac tividades
estatales y una guía de cómo debe funcionar el Estado.
Es la Constitución Nacional la que brinda el fundamento jurídico para declarar
la responsabilidad del Estado cuando la actividad de cualquiera de sus órganos
cause un perjuicio especial a un administrado, en violación a los derechos que ella
misma consagra.
Así, la responsabilidad estatal existirá sin importar si los agentes estatales
actuaron con o sin culpa, ni si surge de un acto legítimo, pues su antijuridicidad
emanará de la vulneración a la Constitución.
De modo que es en el texto de nuestra Constitución, donde hallamos el
principio de responsabilidad estatal que erradicó de nuestro país al de
irresponsabilidad que fuera sostenido sobre la base de concepciones históricas
basadas en la omnipotencia, divinidad e infalibilidad del soberano.
Si bien la Constitución carece de una norma específica sobre la materia, lo
cierto es que de su articulado surgen disposiciones que otorgan suficiente
fundamento al instituto de la reparación estatal de los derechos ofendidos y
permiten sustentar válidamente su existencia:
 Artículo 16: Principio de igualdad ante la ley.
 Artículo 17: Carácter inviolable de la propiedad privada y la responsabilidad
estatal en caso de expropiación del derecho.
 Artículo 116: Al atribuir a la jurisdicción federal su intervención cuando la
Nación fuere parte, establece que el Estado es enjuiciable.
Asimismo, cabe aclarar que, en razón de la forma federal de nuestro Estado y
del consecuente carácter local del derecho administrativo, cada provincia y la
Ciudad de Buenos Aires tienen su propio régimen jurídico de responsabilidad
estatal.
En conclusión, los daños sufridos por los habitantes del Estado que
obedezcan a acciones u omisiones de obligaciones propias de su rol de gestor del
bien común, imponen el deber estatal de indemnizar por la ausencia de obrar
administrativo destinado a que los derechos individuales y colectivos puedan
concretarse.
Junto al edificio jurídico de la responsabilidad estatal en el ámbito interno,
coexiste otro con apoyo en la Convención de Derechos Humanos. Como es
sabido, la Corte Interamericana de Derechos Humanos juzga y condena a los
Estados por responsabilidad patrimonial.

CLASES O TIPOS DE RESPONSABILIDAD

Pueden suscitarse diferentes situaciones que originen la responsabilidad


estatal. De allí, se originan las distintas clases o tipos de responsabilidad del
Estado:
a) Responsabilidad del Estado contractual o extracontractual. La primera nace
ante el incumplimiento de una obligación preexistente y voluntariamente asumida
por el Estado y, la segunda, surge por la transgresión del deber legal de no
provocar daño a otro. Es decir, el deber de resarcir perjuicios derivados de un daño
injustamente provocado por la actividad estatal es una obligación nueva .
b) En el ámbito de la responsabilidad extracontractual, la responsabilidad del
Estado tiene lugar por sus acciones o conductas positivas o por sus conductas
negativas u omisión (abstenciones). En el primer supuesto, el Estado responde
por sus acciones o conductas positivas que incluye tanto a los actos lícitos como a
los lícitos. En el segundo, nace la responsabilidad estatal por los daños que
ocasiona la omisión de sus órganos de adoptar las medidas que impidan la
generación de perjuicios en la vida o patrimonio de los particulares.
c) Según la índole de la actividad estatal, la responsabilidad puede surgir por
actos legislativos, por actos judiciales y por actos y hechos administrativos.
d) Responsabilidad directa o indirecta. Es directa la que corresponde a una
persona por un hecho o acto propio. Es indirecta la responsabilidad que
corresponde a un sujeto de derecho por el daño causado por un dependiente o por
las cosas de que se sirve o tiene a su cargo.
e) Responsabilidad subjetiva u objetiva. En el primer supuesto, se exige que el
daño sea producido por una conducta negligente o culpable. En el segundo, se
acepta la responsabilidad del Estado con prescindencia de si los perjuicios
ocasionados a los administrados resultan derivan de un comportamiento ilícito
culposo o doloso al admitir tanto la responsabilidad en el supuesto de daños
derivados tanto de una conducta ilícita como licita.

ANTECEDENTES Y EVOLUCIÓN SOBRE LA RESPONSABILIDAD ESTATAL

Hasta el año 2014, nuestro ordenamiento jurídico no contenía norma alguna


que regulara de manera integral la responsabilidad del Estado, por lo que el
sustento normativo fue encontrado por la jurisprudencia y la doctrina –hasta
entonces- en las normas mencionadas de la Constitución Nacional, así como en
normas del Código Civil (artículos 1109, 1112, 1113 y concordantes) y en otras de
derecho público (tal como la Ley 21.499 de expropiaciones).
A nivel Federal, como refiere Botassi, los primeros pasos acerca del
reconocimiento de la responsabilidad del Estado fueron en materia contractual. La
Corte Suprema de Justicia de la Nación (en adelante, “CSJN”), desde su primera
integración en 1863 reconoció la existencia de la responsabilidad contractual del
Estado. Así en la causa “Bates Stokes y Cia” del año 1864 (Fallos 1:259) el
Máximo Tribunal reconoció el derecho de un propietario de mercaderías dañadas
mientras se encontraban depositadas en la Aduana Nacional. A partir de esta
decisión, de fecha anterior a la entrada en vigencia del Código Civil, comenzó a
perfilarse -en forma dispersa y asistemática- la responsabilidad contractual del
Estado.
Ciertamente, en sus primeros precedentes, la Corte negó la responsabilidad
estatal con fundamento en el artículo 43 del anterior Código Civil previo a la
reforma introducida por la Ley 17.711 (disponía que “ No se puede ejercer contra
las personas jurídicas, acciones criminales o civiles por indemnización de daños,
aunque sus miembros en común, o sus administradores individualmente, hubiesen
cometido delitos que redunden en beneficio de ellas” y el artículo 36 que “Se
reputan actos de las personas jurídicas los de sus representantes legales, siempre
que no excedan los límites de su ministerio. En lo que excedieren, sólo producirán
efecto respecto de los mandatarios”); salvo los casos en que una ley especial
hubiese previsto expresamente la responsabilidad del Estado.
Luego, la Ley 17.711 reformó el citado artículo 43 y estableció que “ Las
personas jurídicas responden por los daños que causen quienes las d irijan o
administren, en ejercicio o con ocasión de sus funciones. Responden también por
los daños que causen sus dependientes o las cosas, en las condiciones
establecidas en el título de las obligaciones que nacen de los hechos ilícitos que
no son delitos”, por lo cual, a partir de allí, fue posible imputar responsabilidad por
los hechos ilícitos cometidos por las personas físicas con funciones de dirección o
administración en el seno de las personas jurídicas.
En 1933 la CSJN reconoció la responsabilidad extracontractual del Estado en
el fallo “Tomás Devoto” en el cual sentenció que “ …el estrago de autos ha podido
ser previsto y evitado desde que él ha ocurrido por falta de atención de los agentes
del gobierno y en tanto éstos ejecutaban trabajos bajo su d ependencia…”, como
asimismo, que “…El incendio como acto reprobado por la ley, impone al que lo
ocasiona por culpa o negligencia, la obligación de reparar los daños ocasionados a
terceros, extendiéndose esa responsabilidad al Estado bajo cuya dependencia s e
encontraba el autor del daño o por las cosas de que se sirve o que tiene a su
cuidado (arts. 1109 y1113 del Código Civil)...”
Luego, en el caso “Ferrocarril Oeste” de 1938 (originado por la emisión de un
certificado erróneo por parte del Registro de la Propiedad Inmueble en virtud del
cual se realizó una operación de compraventa que produjo daños al adquirente, al
dar margen a que se promoviera, contra él, una acción reivindicatoria por el
verdadero propietario del inmueble) la CSJN señaló “ …el estado provincial impone
la obligación de munirse del certificado del Registro para escriturar... cuando de tal
manera procede, no obra como persona del derecho privado, o como persona
jurídica, sino como entidad del derecho público que ha tomado a su cargo una
función y que la monopoliza… siendo así, la invocación del artículo 43 del código
civil no es pertinente…” y refirió que “…haciendo abstracción del dolo con que el
falso certificado pudo haberse expedido, habría por lo menos una conducta
culpable en el personal, que, en desempeño de sus funciones y obrando bajo la
dependencia del Estado, ha causado el daño de que se trata, siendo así de
aplicación al caso los artículos 1112 y 1113 del Código Civil…”. Así sentó el factor
de atribución subjetivo.
A partir del caso “Vadell” de 1984, la CSJN cambió su criterio y sostuvo que el
Estado es responsable de modo directo por los actos, hechos u omisiones de sus
agentes; es decir, comenzó a aplicar la teoría del órgano -responsabilidad directa-
y en términos objetivos (artículo 1112 del Código Civil).
En ese caso (originado también por los daños sufridos como consecuencia del
error en los informes expedidos por el Registro de la Propiedad) la CSJN consideró
que la Provincia era responsable por los perjuicios derivados del f uncionamiento
defectuoso e irregular del Registro de la Propiedad sosteniendo que ello
configuraba una falta de servicio, de naturaleza objetiva, que encuentra
fundamento en el artículo 1112 del antiguo Código Civil, sostuvo que el Registro
“…cumplió de manera defectuosa las funciones que le son propias y que atienden,
sustancialmente, a otorgar un conocimiento cabal de las condiciones de dominio
de los inmuebles. En este sentido cabe recordar... que quien contrae la obligación
de prestar un servicio lo debe realizar en condiciones adecuadas para llenar el fin
para el que ha sido establecido, siendo responsable de los perjuicios que causare
su incumplimiento o su irregular ejecución. Esa idea objetiva de la falta de servicio
encuentra fundamento en la aplicación por vía subsidiaria del artículo 1112 del
Código Civil que establece un régimen de responsabilidad por los hechos y las
omisiones de los funcionarios públicos en el ejercicio de sus funciones, por no
cumplir sino de una manera irregular las obligaciones legales que les están
impuestas...”.
Asimismo, la CSJN fue reconociendo la responsabilidad por omisión. Como
destaca Balbín, la más común es el incumplimiento de las normas (obligaciones
del Estado) y, aquí, cabe distinguir entre los deberes estatales e specíficos e
inespecíficos. A su vez, el Estado puede omitir el dictado de regulaciones
(omisiones regulatorias) y, en su caso, omitir controlar el cumplimiento de las
regulaciones existentes, es decir, el incumplimiento de normas por terceros y no
por el propio Estado (omisión en el control).
Igualmente, reconoció la CSJN la responsabilidad por conductas lícitas (propia
del Derecho Público porque en el Derecho Privado nadie es responsable por el
ejercicio regular de sus derechos). Balbín señala que los ca sos más comunes
sobre responsabilidad estatal por actividad legítima son, por ejemplo, los daños por
expropiación (Constitución Nacional y Ley 21.499); ocupación temporánea de
bienes (Ley 21.499); y revocación de actos administrativos por razones de
oportunidad, mérito o conveniencia (Ley 19.549).
La CSJN, en el caso “Laplacette” de 1943, sentenció que “ …la responsabilidad
del Estado por los daños causados... nace, en los casos como el presente, de la
garantía de la inviolabilidad de la propiedad consagrada por los Artículos 14 y 17
de la Constitución Nacional y que la forma de hacer efectiva esa garantía es
necesario buscarla en los principios del derecho común, a falta de disposición legal
expresa, pues de lo contrario la citada garantía constitucional ser ía ilusoria…”.
Luego, en el fallo “Cantón” precisó que “…la facultad del Estado de imponer
límites al nacimiento o extinción de los derechos, no lo autoriza a prescindir por
completo de las relaciones jurídicas concertadas bajo el amparo de la legislación
anterior, especialmente cuando las nuevas normas causen perjuicios patrimoniales
que no encuentran la condigna reparación en el sistema establecido, pues en tales
casos el menoscabo económico causado origina el derecho consiguiente para
obtener una indemnización…” y agregó que “…la reparación debe atender, ante la
falta de normas expresas sobre el punto, al modo de responder establecido en
instituciones análogas (artículo 16, Código Civil), debiendo aceptarse en la especie
que la expropiación es la que guarda mayor semejanza con el supuesto planteado,
por el ámbito en que se desenvuelve, la finalidad que persigue y la garantía que
protege…”
La CSJN sustentó, en su jurisprudencia en materia de responsabilidad del
Estado por su actividad lícita, en los artículos 16 (igualdad como base de las
cargas públicas), 17 (derecho de propiedad) y 28 (principio de razonabilidad) de la
Constitución Nacional.
En el caso “Columbia” de 1992, la CSJN refirió que el presupuesto de la
responsabilidad estatal “…consiste en que dicho actuar... haya producido una
lesión a una situación jurídicamente protegida… la dilucidación del presente litigio
pasa por resolver si puede admitirse un derecho adquirido del administrado al
mantenimiento de una pauta cambiaria... la respuesta debe se r negativa... Falta,
pues, uno de los elementos que componen el daño: la lesión a un interés protegido
por el derecho... en ausencia de este presupuesto no puede sostenerse que se ha
vulnerado un derecho jurídicamente protegido y que existe en consecuencia un
daño resarcible por el Estado con fundamento en la garantía constitucional de la
inviolabilidad de la propiedad y de la igualdad ante la carga pública (artículos 17 y
16 de la Constitución Nacional)…” y agregó que la “…verificación de un sacrificio
especial en el afectado, como así también la ausencia de un deber jurídico a su
cargo de soportar el daño…”

RESPONSABILIDAD DEL ESTADO EN EL ÁMBITO NACIONAL. LA LEY 26.944


Y SUS PRINCIPALES DISPOSICIONES
Como se señaló anteriormente, hasta el año 2014 nuestro ordenamiento
jurídico no contenía norma alguna que regulara de manera integral la
responsabilidad del Estado, por lo que el sustento normativo fue encontrado por la
jurisprudencia y la doctrina en las normas ya reseñadas.
En ese año fue sancionada la Ley 26.944 que regula la responsabilidad del
Estado en el ámbito nacional.
Inicialmente, vale destacar que la norma regula la responsabilidad
extracontractual del Estado y no la contractual, puesto que su artículo 10 indica
expresamente que la responsabilidad contractual del Estado se rige por lo
dispuesto en las normas específicas y sólo en caso de ausencia de regulación, se
aplica la Ley 26.944 en forma supletoria. Igualmente, el mencionado artículo 10
prescribe que la norma tampoco será de aplicación al Estado en su carácter de
empleador.
Por otra parte, el artículo 1º también refiere que no serán de aplicación las
disposiciones del Código Civil a la responsabilidad del Estado ni de manera directa
ni subsidiaria, como así también, que la sanción pecuniaria disuasiva es
improcedente contra el Estado, sus agentes y funcionarios.
En el primer caso, es de recordar que las normas del derecho privado crean
entre las personas a quienes se aplican relaciones de coordinación, han sido
establecidas pensando en la idea de autonomía de la voluntad, igualdad de las
partes, igualdad de los intereses, tienen en cuenta principalmente a la víctima, al
daño y a su reparación y es por esa razón que se aplican normas de coordinación.
En cambio, las normas del derecho público crean entre las personas a quienes se
aplican relaciones de subordinación, porque el fin del Estado es la satisfacción del
bien común. Esto no significa que el particular sólo tenga obligaciones, por el
contrario, el sistema procura un equilibrio de prerrogativas del Estado con
garantías del administrado para la defensa de sus derechos e intereses , siempre
buscando un equilibrio entre la satisfacción de los intereses individuales y la
satisfacción del bien común.
En el segundo caso, respecto a la improcedencia de las sanciones pecuniarias
disuasivas (que tienen por finalidad que un mandato judicial sea cumplido) , parte
de la doctrina considera que podría afectar disposiciones constitucionales si se
cercenara la potestad de los jueces para disponer de los medios tendientes a
resguardar el derecho a la tutela judicial efectiva, que no sólo implica reconocer el
acceso a la justicia, en forma rápida y eficaz, sino que el juez pueda, en forma
imparcial e independiente, reconocer los derechos violados por lo que, las
atribuciones que la Constitución le concede a tal fin, no pueden restringir la
actividad que desarrolle para ejecutar sus pronunciamientos (Aberastury) y que se
trata de un error porque no sería el Estado el que debería ser sancionado con la
sanción, sino el funcionario que no cumplió con una orden judicial (Altamira
Gigena).
Por su parte, cabe recordar que el artículo 804 del reciente Código Civil y
Comercial -conteste con la Ley 26.944- establece que “Los jueces pueden imponer
en beneficio del titular del derecho, condenaciones conminatorias de carácter
pecuniario a quienes no cumplen deberes jurídicos impuestos en una resolución
judicial. Las condenas se deben graduar en proporción al caudal económico de
quien debe satisfacerlas y pueden ser dejadas sin efecto o reajustadas si aquél
desiste de su resistencia y justifica total o parcialmente su proceder. La
observancia de los mandatos judiciales impartidos a las autoridades públicas se
rige por las normas propias del derecho administrativo.”
Ahora bien, el artículo 1º de la Ley 26.944 prescribe que ella rige “…la
responsabilidad del Estado por los daños que su actividad o inactividad les
produzca a los bienes o derechos de las personas…”.
La norma es amplia y se refiere a todos los daños que sean consecuencia de
su actividad o inactividad. En otras palabras, comprende los daños ocasionados
por los hechos y actos, así también por las omisiones, y esta parte se la puede
vincular con lo que la doctrina denominó los daños provocados, ya sea por una no
prestación del servicio o por una prestación irregular del servicio y, por ello, el
afectado puede accionar: solicitando la prestación omitida o deficientemente
prestada o reclamar la reparación de los perjuicios derivados d e la conducta no
realizada o realizada deficientemente.
Asimismo, el referido artículo 1º establece que la responsabilidad del Estado
es objetiva y directa.
El principio de responsabilidad objetiva ya había sido adoptada por la CSJN en
el caso “Vadell”, en forma concordante con la sentencia dictada en el caso
“Ferrocarril Oeste”, advirtiendo que el concepto de “falta del servicio” torna en
innecesaria la identificación de la persona que ha actuado, es decir, en el derecho
administrativo argentino la falta es impersonal por lo que la noción de dolo o culpa
del derecho civil se traslada a la manera en que se debe cumplir el servicio. Tanto
en el funcionamiento regular o irregular del servicio, no se valora subjetivamente la
actuación del agente sino la prestación del servicio y, a partir de ello, se deberá
apreciar si el daño causado al administrado es motivo de reparación.
Que la responsabilidad sea objetiva y directa, implica entre otras cosas –tal
como refiere Altamira Gigena- que no es necesario distinguir si el daño ha sido
cometido por funcionarios o por empleados, ya que una parte de la doctrina
sostiene que solo los funcionarios representan la voluntad del Estado por ser
órganos suyos y en aplicación de la teoría del órgano. En cambio, los empleados
son dependientes y realizan solo actividades materiales de ejecución. Cumplen
órdenes y, por lo tanto, se dice que estamos en presencia de una responsabilidad
indirecta del Estado.
De igual modo, para dicho autor, tampoco será necesario distinguir si el daño
ha sido consecuencia de un acto o de un hecho de la Administración (ya que para
algunos los actos acarrean la responsabilidad directa, en cambio los hechos la
indirecta), como tampoco será menester indagar si la actividad ha sido legítima o
ilegitima, ya que en ambos casos el Estado debe reparar al afectado si se cumplen
los requisitos establecidos en la ley para cada supuesto.
El artículo 2°, por su parte, exime de responsabilidad al Estado en los
siguientes casos:
a) por los daños y perjuicios que se deriven de casos fortuitos o fuerza
mayor, salvo que sean asumidos por el Estado expresamente por ley especial;
b) cuando el daño se produjo por el hecho de la víctima o de un tercero por
quien el Estado no debe responder.
En ese orden, también el artículo 6° prescribe que el Estado no debe
responder, ni aún en forma subsidiaria, por los perjuicios ocasionados por los
concesionarios o contratistas de los servicios públicos a los cuales se les atribuya
o encomiende un cometido estatal, cuando la acción u omisión sea imputable a la
función encomendada.
En este caso, la doctrina ha señalado, por un lado (Altamira Gigena), que la
norma es acertada puesto que los concesionarios o contratistas de servicios
públicos son particulares que se organizan como sociedades comerciales y que
suscriben un contrato de concesión con el Estado nacional, provincial o municipal,
no integran la Administración Pública, no son órganos del Estado y, por lo tanto, el
daño que ellos hayan cometido con motivo de su actividad no se puede imputar al
Estado (salvo casos de insolvencia del contratista que sigue prestando servicios y,
por ende, el órgano de control habría omitido controlar a la empresa), y también
(Aberastury) que la norma no permitiría que se indemnicen a los perjudicados por
los hechos derivados de los accidentes con gran cantidad de víctimas por el mal
estado de los servicios públicos concesionados y producidos por el negligente
control del Estado concedente y que ello viola el principio general de un Estado de
Derecho cuando el deber de vigilancia se torna esencial en todo lo referido al
servicio público que monopoliza el Estado.

RESPONSABILIDAD DEL ESTADO POR ACTIVIDAD E INACTIVIDAD


ILEGÍTIMA (ACTOS, HECHOS Y OMISIONES ILÍCITAS)
El artículo 3° de la Ley 26.944 establece que son requisitos de la
responsabilidad del Estado por actividad e inactividad ilegítima:
a) Daño cierto debidamente acreditado por quien lo invoca y mensurable
en dinero
Para que resulte procedente una acción de responsabilidad estatal es
necesario probar la existencia de un daño que debe ser cierto, es decir, no debe
tratarse de un daño hipotético o conjetural, sino que debe tratarse de un daño
concreto y susceptible de ser mensurable .
En tal sentido, cabe señalar que para que exista lesión en sentido propio, no
basta que exista un perjuicio material (pérdida patrimonial); es absolutamente
necesario que ese perjuicio patrimonial sea antijurídico. Un perjuicio se hace
antijurídico y se convierte en una lesión resarcible cuando la person a que lo sufre
no tiene el deber jurídico de soportarlo.
Como señala Botassi, la exigencia de que exista un daño cierto y probado
constituye un principio general en materia de responsabilidad civil que veda a los
jueces el reconocimiento del derecho a indemnización de daños inciertos, dudosos
o hipotéticos. Además de tratarse de un daño invocado por la víctima, corre por su
cuenta la prueba de su efectiva existencia. La excepción se presenta en materia de
daño moral o espiritual donde, en determinadas circunstancias, la propia
naturaleza del evento dañoso elimina la posibilidad de duda respecto del
padecimiento espiritual del accionante. Es el caso de la muerte de seres queridos
o la avería o destrucción de objetos materiales vinculados afectivamente con su
propietario.
b) Imputabilidad material de la actividad o inactividad a un órgano estatal
1. Teoría del órgano
Cabe recordar que el Estado es una persona jurídica y su conducta se la
puede imputar a través de la teoría del órgano; la adopción de esta teoría p ermite
que esta imputación se la puede realizar, tanto cuando proviene de una conducta
legítima o ilegítima, con independencia de la persona física que lo ha generado.
Se sostiene que el agente cuando actúa en ejercicio de funciones estatales, es
el propio Estado y que no cabe distinguir entre las personas humanas y jurídicas,
sino que ambas -por decisión del legislador- se superponen y entremezclan en sus
voluntades. La ley crea un hecho ficticio cuando prevé que la decisión del agente
es la decisión del propio Estado.
Así, el Estado es un sujeto de derecho con personalidad jurídica propia capaz
de adquirir derechos y contraer obligaciones y que está integrado por órganos, es
decir, personas físicas que son quienes dicen directamente su voluntad. De modo
que basta establecer que la actuación del funcionario se refiere a una tarea propia
de su función.
Ahora bien, no es posible trasladar o imputar cualquier conducta de las
personas humanas (agentes estatales) al Estado.
Balbín refiere sobre ello que es posible distinguir entre el concepto de actos
realizados en ejercicio, con motivo o en ocasión de las funciones. Los conceptos
de motivo y ocasión son más amplios que el de ejercicio. En efecto, esos criterios
son más laxos y distantes porque basta que las funciones constituyan simplemente
la ocasión o el motivo del evento dañoso. Por su parte, el ejercicio es más estricto
porque exige más detalle y precisión, de modo que no es suficiente con la ocasión
o el motivo del acontecimiento dañoso. En tal caso, el ejercicio debe constituirse
como condición necesaria del hecho dañoso.
La Ley de Responsabilidad no define cuál es el límite en la imputación de las
conductas al Estado. Sin embargo, el artículo 9° de la Ley establece que “…la
actividad o inactividad de los funcionarios y agentes públicos en el ejercicio de sus
funciones... los hace responsables de los daños que causen…”. Si bien este
mandato se refiere a la responsabilidad de los agentes y no del Estado, es posible
trasladar el concepto de “en ejercicio de sus funciones” al marco de la Teoría
General de la Responsabilidad del Estado (esto es, artículos 2 ° y 3° de la Ley
26.944).
El mencionado autor sostiene que el criterio más acer tado para fijar el límite de
imputación es el concepto de apariencia en el ejercicio de las funciones. Es decir,
cuando el sujeto ejerce aparentemente su cargo. Así, el comportamiento debe ser
aparente en términos formales y con alcance mínimo (esto es, le gítimo según el
criterio de un tercero imparcial).
2. Titularidad o guarda de las cosas
Otro factor de imputación es, además de la teoría del órgano, la condición del
Estado como dueño o guardián de las cosas y, en particular, de las cosas y
actividades riesgosas (por ejemplo, daños causados máquinas, vehículos, etc. de
propiedad del Estado; etc.).
Este factor de imputación no se encuentra contemplado en la Ley 26.944, por
lo cual y a pesar de lo estipulado en la propia norma, debe recurrirse al Código
Civil y Comercial por vía analógica.
En este sentido, el artículo 1757 de dicho Código prescribe: “ Toda persona
responde por el daño causado por el riesgo o vicio de las cosas, o de las
actividades que sean riesgosas o peligrosas por su naturaleza, por los medios
empleados o por las circunstancias de su realización. La responsabilidad es
objetiva. No son eximentes la autorización administrativa para el uso de la cosa o
la realización de la actividad, ni el cumplimiento de las técnicas de prevención. ”
En tanto, el artículo 1758 establece: “El dueño y el guardián son responsables
concurrentes del daño causado por las cosas. Se considera guardián a quien
ejerce, por sí o por terceros, el uso, la dirección y el control de la cosa, o a quien
obtiene un provecho de ella. El dueño y el guardián no responden si prueban que
la cosa fue usada en contra de su voluntad expresa o presunta. En caso de
actividad riesgosa o peligrosa responde quien la realiza, se sirve u obtiene
provecho de ella, por sí o por terceros, excepto lo dispuesto por la legislación
especial.”
Balbín expone que, respecto de la responsabilidad del Estado por los daños
causados por sus cosas, cabe analizar si se debe aplicar el artículo 3 de la Ley
26.944 (responsabilidad por falta de servicio) o el artículo 1757 transcripto
(responsabilidad del Estado por su condición de propietario o guardián delas
cosas).
Así, el citado autor refiere que cabe distinguir entre dos supuestos. Por un
lado, si el daño es causado por las cosas o por sus vicios o riesgos (el arma de
fuego o las locomotoras del ferrocarril, entre otros tantos casos). Por el otro, si el
daño no es causado con o por las cosas sino por el uso de las cosas en mal
estado de conservación (las calles y en general los bienes del dominio público) y
concluye que “…En el primer caso, debemos ir por el artículo 1757 del Código Civil
y Comercial, y en el segundo por el artículo 3 de la Ley 26.944…”
c) Relación de causalidad adecuada entre la actividad o inactividad del
órgano y el daño cuya reparación se persigue
El nexo causal es el vínculo existente entre las conductas y el daño causado,
para desentrañar esos hechos (eventos dañosos) y discernir cual es el poder
causal de cada uno de ellos respecto del resultado bajo análisis (daño causado).
Como recuerda Balbín, se ha sostenido que las causas del resultado dañoso
son el antecedente más próximo en términos temporales. Sin embargo, no parece
posible definir el concepto según pautas temporales o de proximidad, sino que
debe hacerse un análisis más profundo y complejo. Luego, se desarrolló el criterio
delas causas eficientes (es decir, aquellas que según el curso normal de las cosas
producen el daño) y sin cuya presencia éste no se hubiese producido; sin
embargo, ello no resuelve cómo resolver cuando existen varias o múltiples causas
y, en particular, cuando éstas se producen de modo sucesivo, es dec ir, unas tras
otras; y no de modo simultáneo.
Finalmente, la tesis de la causalidad adecuada o idónea que es la adoptada
por la Ley 26.944 y por la CSJN. Se entiende que la causa es el antecedente que,
según el curso natural y ordinario de las cosas, resulte idóneo para producir el
resultado dañoso. A su vez, el resto de los antecedentes sólo constituyen factores
concurrentes. Así, la causa es idónea si lleva de modo irreversible y autónomo al
daño; es decir, por sí sola y en las circunstancias del caso co ncreto; aunque
también puede haber varias causas idóneas, esto es, causas concurrentes sobre
el daño.
La adecuación se refiere a una previsibilidad en abstracto de lo que un hombre
medio pudiera imaginarse con un mínimo de sentido común en cuanto a lo que
acontecería. Lo que aquí interesa es que el hecho productor del daño tenga por
efecto la previsibilidad que ocasionaría un daño ya sea proveniente por una acción
u omisión del Estado.
En este caso (y por oposición a lo regulado con relación a la responsa bilidad
del Estado por su actividad legítima en el artículo 4°), se acepta plenamente la
concurrencia de concausas que hubieran podido afectar la adecuación.
d) Falta de servicio consistente en una actuación u omisión irregular de
parte del Estado; la omisión sólo genera responsabilidad cuando se verifica
la inobservancia de un deber normativo de actuación expreso y determinado.
En el caso “Ferrocarril Oeste”, la Corte Suprema de Justicia tuvo ocasión de
referirse a la falta de servicio cuando sostuvo que quien contrae la obligación de
prestar un servicio lo debe realizar en condiciones adecuadas para llenar el fin
para el que ha sido establecido, siendo responsable de los perjuicios que causare
su incumplimiento o su irregular ejecución.
Recuerda Balbín que la falta de servicio es el funcionamiento irregular o
defectuoso de las actividades estatales según las normas vigentes. Así, el
concepto de falta de servicio debe interpretarse -según el criterio clásico-, como las
actividades inadecuadas desarrolladas por el Estado (es decir, de modo incorrecto
según los criterios normativos) y siempre que, además, se hubiese causado daño.
Aunque, el mismo autor sostiene que “…el concepto de ‘falta de servicio’ debe
reemplazarse, según nuestro parecer, por el criterio liso y llano del incumplimiento
de los deberes legales. Es decir, el deber y su incumplimiento es el fundamento de
la responsabilidad estatal por sus actividades ilícitas…” y agrega que “…Cierto es
que, en un principio y en términos históricos, el estándar del deber estatal
constituyó un título mínimo de imputación de responsabilidad; sin embargo, ese
título fue ensanchándose por dos circunstancias. Por un lado, el reconocimiento de
los derechos sociales y los nuevos derechos en el marco del Estado Democrático y
Social de Derecho; y, por el otro, el papel del Estado y sus deberes en términos
positivos (acciones estatales y no simples abstenciones)…”
Ahora bien, al regular la responsabilidad por una omisión irregular, la norma
agrega que ella sólo procederá cuando se verifique la inobservancia de un deber
normativo expreso y determinado, es decir, que quedan sin cobertura todos
aquellos casos en los que, por decisión del legislador no se ha regulado con
precisión la conducta debida y la Administración ha exhibido en el tiempo una
inactividad absoluta. Sin embargo, el juez deberá analizar en cada caso si procede
o no la reparación de los daños producidos cuando se trate de una norma genérica
que hace referencia a los cometidos estatales y, por lo tanto, el deber concreto de
obrar pudiera quedar diluido.

RESPONSABILIDAD DEL ESTADO POR ACTIVIDAD LEGÍTIMA (ACTOS Y


HECHOS ESTATALES LÍCITOS)
El Estado no sólo es responsable por sus actividades u omisiones ilegítimas,
sino también por los daños que cause su actividad lícita, que tiene lugar cuando el
Estado ocasiona daños a los particulares por su actividad legítima, es decir,
cuando su obrar no es atribuible a la falta de servicio, sino que ha sido realizada
con el objeto de cumplir con su cometido, esto es, la satisfacción del interés
general.
De tal forma, el Estado también es responsable de los perjuicios ocasionados
a terceros sin que la conducta del órgano interviniente merezca reproche, esto es,
la responsabilidad del Estado por su conducta lícita o por su accionar legítimo.
Como señala Botassi, se trata de episodios en los cuales el deber de
compensar a la víctima es consecuencia de la imposibilidad de exigir un sacrificio
especial sin reparación y de la necesidad de restituir la igualdad afectada. Son
casos en los cuales el Estado, sin apartarse de la legalidad, ha ocasionado
perjuicios que la víctima no está obligada a soportar, haciendo que se consolide la
idea-fuerza de que el Estado debe indemnizar no solo los daños causados por
acciones u omisiones ilícitas sino también aquellos ocasionados por su conducta
legítima “…Así por ejemplo situaciones donde se infringe un daño para evitar un
mal mayor se cambian las reglas de la economía debido a coyunturas
desfavorables o se revocan actos administrativos por razones de oportunidad,
mérito o conveniencia… En estos supuestos no es posible imputar al agente dolo o
negligencia ni falta de servicio, y la obligación de reparar el daño se apoya en el
principio de igualdad frente a las cargas públicas consagrado en el artículo 16 de la
Constitución Nacional ya que si bien se considera legítimo que en defensa del
interés general se afecte la propiedad privada, se reputa injusto que una persona o
un grupo acotado de personas sacrifiquen su patrimonio en provecho colectivo sin
una justa indemnización…”
En cuanto a su regulación, el artículo 4° de la Ley 26.944 establece que son
requisitos para la configuración responsabilidad estatal por actividad legítima:
a) Daño cierto y actual, debidamente acreditado por quien lo invoca y
mensurable en dinero
Al igual que en el caso de la responsabilidad por actividad legítima, la norma
dispone que se requiere un daño cierto y mensurable en dinero.
Sin embargo, en este supuesto, agrega que el daño no sólo debe ser cierto,
sino también actual, lo que implica que no puede tratarse de un daño futuro y que
aún no se produjo. Es decir, la ley limita la reparación de aquellos daños se van a
producir, o pueden producirse, con posterioridad al litigio.
b) Imputabilidad material de la activ idad a un órgano estatal
Cabe aquí reiterar lo expuesto en el punto b) con relación a la responsabilidad
por actuación ilegítima del Estado respecto a la aplicación de la teoría del órgano,
pero siempre se trata de una actividad y no de omisiones.
c) Relación de causalidad directa, inmediata y exclusiva entre la
actividad estatal y el daño
Tal como se refirió, el nexo causal es el vínculo existente entre las conductas y
el daño causado, para desmenuzar esos hechos (eventos dañosos) y discernir
cual es el poder causal de cada uno de ellos respecto del resultado bajo análisis
(daño causado).
Ahora bien, en el supuesto de la responsabilidad del Estado por su activ idad
legítima (es decir, por su actuación regular que genera un daño susceptible de
reparación), el legislador -siguiendo la jurisprudencia anterior- ha implementado
mayores exigencias al referirse al íter causal, puesto que la norma exige que dicha
relación de causalidad sea directa, inmediata y exclusiva.
De acuerdo con ello, se le exige a la víctima que, con su actividad, no haya
dado motivo a la intervención estatal que tiene por fin evitar consecuen cias
dañosas. Se trata de una valoración legítima de la administración, que dispone la
medida legítima para un mejor cumplimiento del interés público o una conducta
que se le asemeje. A su vez, también se le exige que con su actividad, la víctima
no haya dado motivo a una interferencia que pueda interrumpir el íter causal.
La relación de inmediatez supone que entre hecho y resultado no haya
interferencia alguna en el íter causal, pero ello no significa excluir una causal
concurrente, es decir, no cualquier interferencia es motivo de interrupción del nexo
causal, tiene que ser un hecho relevante que permita concluir que se lo quiebra
totalmente.
Asimismo, cabe referir que la CSJN (en el caso “Ledesma”) estableció que,
más allá del carácter objetivo de la responsabilidad estatal “...resulta necesario
acreditar… la existencia de una relación, inmediata y exclusiva, de causa a efecto,
entre la conducta impugnada y el perjuicio cuya reparación se persigue, sin
intervención extraña que pudiere influir en el nexo causal…”
Y agregó en casos posteriores, en vinculación a la “ relación inmediata”, que no
debe ser confundida con una cuestión temporal sino lo que normalmente este
hecho puede producir y “exclusiva”, en la medida que no existieran otra serie de
conductas que pudieran influir en la concreción del daño.
d) Ausencia de deber jurídico de soportar el daño
Como es sabido, hay numerosos casos en que una persona debe tolerar
ciertos daños sin derecho a indemnización, como es el caso de ejercicio del poder
de policía que implica limitaciones lícitas a los derechos individuales (por ejemplo,
todas las restricciones establecidas al derecho de propiedad por razones de
urbanismo, tales como las que prevén las medidas permitidas de construcción, los
metros que deben respetarse de retiro de frente, etc., o bien, las que imponen
condiciones para la habilitación de ciertos comercios e industrias, etc. ).
En otros casos, el particular debe soportar la realización de obras para el
correcto cumplimiento de las funciones estatales atinentes al poder de policía y no
tiene derecho a resarcimiento cuando se trata de meras restricciones
administrativas en las que la propiedad no sufre una reducción en su carácter
absoluto, en tanto solo consisten en la fijación de límites al ejercicio normal del
derecho de propiedad.
Se trata de cargas que deben soportar los vecinos derivadas del urbanismo o
de la vida social y muchas de ellas con base en un principio de solidaridad social.
Sin embargo, hay otros casos en los cuales el particular no tiene el deber
jurídico de soportar el daño y son aquellos que deben ser indemnizados por el
Estado.
e) Sacrificio especial en la persona dañada, diferenciado del que sufre el
resto de la comunidad, configurado por la afectación de un derecho
adquirido.
Expresa Botassi que se trata de episodios en los cuales el deber de
compensar a la víctima es consecuencia de la imposibilidad de exigir u n sacrificio
especial sin reparación y de la necesidad de restituir la igualdad afectada. Son
casos en los cuales el Estado, sin apartarse de la legalidad, ha ocasionado
perjuicios que la víctima no está obligada a soportar y la obligación de reparar el
daño se apoya en el principio de igualdad frente a las cargas públicas consagrado
en el artículo 16 de la Constitución Nacional, ya que si bien se considera legítimo
que en defensa del interés general se afecte la propiedad privada, se reputa injusto
que una persona o un grupo acotado de personas sacrifiquen su patrimonio en
provecho colectivo sin una justa indemnización. Igualmente, encuentra sustento en
el artículo 17 que sienta la inviolabilidad de la propiedad privada.
Entonces, resulta claro que quien padece un daño especial tiene derecho a
solicitar la reparación del perjuicio que el Estado le ha ocasionado, partiendo de la
base que ese perjuicio se ha generado en beneficio de todos. El problema se
presenta cuando el daño se va extendiendo progresivamente hacia grupos
grandes y no identificados de personas. A mayor cantidad de individuos afectados,
menor sacrificio especial.
Además, el inciso e) del artículo 4° de la Ley 26.944 en análisis, finaliza
exigiendo la afectación de un derecho adquirido.
La CSJN ha señalado reiteradamente que para que exista un derecho
adquirido necesario que su titular haya cumplido -bajo la vigencia de la norma
derogada o modificada- todas las condiciones sustanciales y los requisitos
formales previstos en esa ley para ser titular del derecho de que se trate, aun
cuando falte la declaración formal de una sentencia o acto administrativo, pues
éstos sólo agregan el reconocimiento de ese derecho o el apoyo de la fuerza
coactiva necesaria para que se haga efectivo (por ejemplo, el caso de comercios
que fueron habilitados por el cumplimiento de ciertos recaudos establecidos en una
norma y, luego, se ven perjudicadas por el dictado una nueva norma más
restrictiva).
Si bien es cierto que nadie puede impedir la modificación de una ley, el
afectado por la nueva ley, puede solicitar la reparación de los daños y perjuicios
que la vulneración del derecho adquirido le ha producido.
Ahora bien, en cuanto a la extensión de la responsabilid ad por la actuación
legítima del Estado, se encuentra reglada en el artículo 5° y se abordará a
continuación.

ALCANCE DE LA INDEMNIZACIÓN
En cuanto al alcance de la reparación en los casos de responsabilidad estatal,
cabe señalar que, cuando se trata de responsabilidad por actividades ilegítimas el
alcance de la indemnización es integral, es decir, comprende el daño emergente y
el lucro cesante.
En cambio, en relación a la indemnización en supuestos de responsabilidad
del Estado por actividades legítimas, el artículo 5° de la Ley 26.944 establece: “ La
responsabilidad del Estado por actividad legítima es de carácter excepcional. En
ningún caso procede la reparación del lucro cesante. La indemnización de la
responsabilidad del Estado por actividad legítima comprende el valor objetivo del
bien y los daños que sean consecuencia directa e inmediata de la actividad
desplegada por la autoridad pública, sin que se tomen en cuenta circunstancias de
carácter personal, valores afectivos ni ganancias hipotéticas…” y luego agrega que
“…Los daños causados por la actividad judicial legítima del Estado no generan
derecho a indemnización.”
No obstante, este es un punto controvertido por la doctrina y la jurisprudencia.
En cuanto a las teorías y normas que otorgan soporte jurídico al alcance de la
indemnización en los casos de responsabilidad por actividad lícita del Estado, vale
recordar que una de ellas es la asimilación a la potestad expropiatoria, cuya
reglamentación (Ley 21.499) excluye la reparación del lucro cesante, tal como lo
hace el artículo transcripto de la Ley 26.944. En tanto, en materia de revocación de
contratos, el artículo 12 del Decreto 1023/2001 prevé que la revocación,
modificación o sustitución de los contratos por razones de oportunidad, mérito o
conveniencia, no generará derecho a indemnización en concepto de lucro cesante.
En cambio, el artículo 18 del Decreto Ley 19.549/1972 que autoriza la revocación
de actos administrativos por razones de oportunidad, mérito o conveniencia, no
prevé limitación alguna en cuanto al alcance de la indemnización que la norma
contempla.
Por su parte, Balbín refiere que el marco jurídico en el campo del Derec ho
Público comprende los tratados internacionales “…por ejemplo la Convención
Americana sobre Derechos Humanos establece en su artículo 21, inciso 2, que
‘ninguna persona puede ser privada de sus bienes, excepto mediante el pago de
indemnización justa, por razones de utilidad pública o de interés social y en los
casos y según las formas establecidas por la ley’…”, el artículo 17 de la
Constitución Nacional y el artículo 5° de la Ley 26.944.
En cuanto a la jurisprudencia, el mismo autor expone que la CSJN h a sentado
postulados contradictorios. Por ejemplo, en los casos “Los Pinos” (1975), “Cantón”
(1979) y “Motor Once” (1989) sostuvo un concepto restrictivo; en tanto que en
fallos más recientes, como “Juncalán” (1989) y “El Jacarandá” (2005) tuvo un
criterio más amplio, es decir, favorable a una reparación más plena. Señala el
autor “…En síntesis, el criterio de la Corte es el siguiente: en el campo de la
responsabilidad extracontractual… el criterio más reciente es que la indemnización
debe incluir el daño y el lucro, sin perjuicio de su estrictez respecto de cómo
evaluar este último rubro…”.
Finalmente, vale agregar que gran parte de la doctrina critica –en principio- la
limitación en materia indemnizatoria, en tanto vulneraría el derecho propiedad
protegido en el artículo 17 de la Constitución Nacional y propician que sea el juez
en cada caso concreto quien analice cada caso y determine el porcentaje que
corresponde que se repare en carácter de lucro cesante.
Lo mismo ocurre con el supuesto de la actuación legítima del Poder Judicial,
respecto del cual se ha sostenido –como Altamira Gigena- que en algunos casos
debe indemnizarse al afectado (por ejemplo, el supuesto que una persona haya
sido detenida, procesada y posteriormente durante el transcurso del juici o se
acredite su inocencia).

ACCIÓN INDEMNIZATORIA
El artículo 8° de la Ley 26.944 indica que el interesado puede deducir la acción
indemnizatoria juntamente con la de nulidad de actos administrativos de alcance
individual o general o la de inconstitucionalidad, o después de finalizado el proceso
de anulación o de inconstitucionalidad que le sirve de fundamento.
Este artículo establece en forma clara y precisa que el tribunal competente es
el de la jurisdicción contenciosa administrativa y, por ello, se modifica totalmente la
tradición en el orden federal, porque algunas veces ha actuado la justicia en lo civil
y en otras oportunidades la de lo contencioso administrativo.
De igual modo, permite que el afectado elija entre iniciar dos juicios, en el
primero solicitando la invalidez del acto administrativo por vía contenciosa
administrativa y en el segundo, en sede civil, pidiendo la reparación de daños y
perjuicios que ese acto ilegal le ha ocasionado. O evitar un desgate innecesario y
por razones de economía de tiempo, procesal y de dinero deducir una sola acción
en la que pide la nulidad y la indemnización, que se tramitará en la etapa de
ejecución de sentencia.

PRESCRIPCIÓN
Conforme lo prescribe el artículo 7°, el plazo para demandar al Esta do en los
supuestos de responsabilidad extracontractual es de tres años computados a partir
de la verificación del daño o desde que la acción de daños esté expedita (es decir,
desde el momento en que el damnificado puede actuar para solicitar su
indemnización).
Por fin, sobre este punto, cabe agregar que el artículo 9° establece que l a
pretensión resarcitoria contra funcionarios y agentes públicos, así como la acción
de repetición del Estado contra los funcionarios o agentes también prescriben a los
tres años.
RESPONSABILIDAD DE LOS FUNCIONARIOS
El artículo 9° de la Ley 26.944 prescribe que “La actividad o inactividad de los
funcionarios y agentes públicos en el ejercicio de sus funciones por no cumplir sino
de una manera irregular, incurriendo en culpa o dolo, las obligaciones legales que
les están impuestas, los hace responsables de los daños que causen. La
pretensión resarcitoria contra funcionarios y agentes públicos prescribe a los tres
(3) años. La acción de repetición del Estado contra los funcionar ios o agentes
causantes del daño prescribe a los tres (3) años de la sentencia firme que
estableció la indemnización.”
La norma exige no sólo que la actividad sea realizada de manera irregular sino
que, además, el funcionario o agente haya obrado con culpa (que se trata de una
omisión de la conducta debida para prever y evitar el daño y que se manifiesta por
la imprudencia, negligencia, impericia o inobservancia de reglamentos o deberes)
o con dolo (que implica la intención de cometer la conducta u omisión antijurídica,
previendo sus consecuencias dañosas). Es decir, para liberar al Estado debe
existir la certeza de que el funcionario obró de manera irregular, incurriendo en
dolo y para ello es necesario que una sentencia judicial así lo diga.

BIBLIOGRA FÍA CONSULTA DA:

ABERATURY, Pedro, La nueva ley de responsabilidad del Estado, en aberastury.com


ALTAMIRA GIGENA, Julio I., La nueva ley de responsabilidad del estado y del funcionario, en
w w w .acaderc.org.ar
BALBÍN, Carlos F., Manual de Derecho Administrativo, 3ª edición, La Ley, Buenos Aires, 2015
BOTASSI, Carlos y otros, Derecho Administrativo, Ed. Universidad de La Plata, La Plata, 2017

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