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SEMINARIO DE INVESTIGACIÓN

PENSAR LA EDUCACIÓN PARA UNA NUEVA SOCIEDAD


Por: Prof. Efrén A. González G.
PERSPECTIVA. Relatoría informativa, enfocada específicamente a abordar los cambios de
la Pedagogía en la Posmodernidad.
Fuente de Información: Texto base: capítulo segundo del Libro EPISTEMOLOGÍA Y PEDAGOGÍA,
titulado Pensar la Educación para una nueva Sociedad. Autor: Iván Bedoya (2005).
PREGUNTA DE INVESTIGACIÓN:
¿QUÉ EDUCACIÓN REQUIERE LA FORMACIÓN DEL HOMBRE POSMODERNO?
DESARROLLO DEL TEMA
La temática hace referencia al cambio de paradigma educativo que necesita la actual
sociedad. Se parte de una reflexión sobre el cambio radical que exigen las prácticas
pedagógicas en la cual no se enseña al estudiante a cuestionar o indagar lo que se enseña.
Se ilustra el rol del profesor como centro del proceso educativo, quien domina la materia
en una clara repetición de lo que aquel vivió en su época escolar; se concebía la educación
como un proceso en donde la ciencia estaba ya hecha y el estudiante solo debía conocerla
a través de los profesores. El conocimiento de la física, química, matemáticas y demás
ciencias eran de dominio de los especialistas, en tanto que el estudiante era sujeto de
conocerlas y aprenderlas.
El auge y dominio del positivismo creo condiciones a la educación que abocó en el
aprendizaje sin preguntas, sin indagar y cuestionar lo ya sabido hasta ahora. Era necesario
callar, o pedir permiso para asumir una discusión sobre el conocimiento transmitido por
el profesor.
Se habla de un concepto de posmodernidad, como una nueva concepción de la vida, y por
ende, de la educación. Se hace necesario replantear la práctica pedagógica. Los actuales
desarrollos sociales provocan una necesidad de cambiar lo que se realiza en el aula y
revisar los papeles del profesor y del estudiante en el proceso formativo. La
posmodernidad nos trajo la posibilidad de indagar o cuestionar sobre temas vedados en la
antigüedad; se aborda la realidad desde diferentes ópticas y se propone el desarrollo del
ser humano más allá de lo meramente cognitivo. La ciencia y lo afectivo, lo psico-social, se
entrelazan como dos dimensiones reales del ser humano, que no se oponen, sino, se
complementan para comprender el mundo y su complejidad.
Debemos aceptar que hay otras formas de aprender y de enseñar. Se ha demostrado que
las inveteradas y obsoletas prácticas realizadas por los profesores solo han permitido
“inhibir y reprimir” los auténticos deseos de aprender del estudiante que se sintetizan en:
preguntar, indagar, buscar información, sobre los problemas que le acusan, etc. El
desarrollo de conceptos como “pluralidad”, “diversidad”, “interdisciplinariedad” ha
logrado una apertura a la discusión y debate de temas antes asignados a los versados e
intelectuales.
Pasar de la pasividad del aprendizaje a un aprendizaje más activo, indagador,
cuestionador, proveedor de preguntas y anhelante de buscar respuestas representa un
cambio de paradigma. La posmodernidad nos arrojó a una perspectiva diferente del
modelo pedagógico, en donde lograr la formación integral representa apostarle a una
formación investigativa desde la práctica misma de hacer investigación. Sólo se aprende a
investigar, investigando. Se debe enseñar a hacer ciencia, enseñar a investigar, a
replantear las situaciones que la vida ofrece para proceder a una búsqueda no
contaminada por lo que los especialistas ya dijeron, a una verdad fijada, hecha por otros.
Educar hoy significa formar en: a) una actitud investigativa, que permita al estudiante
recuperar su capacidad indagadora y renueve su capacidad de asombro, redescubriendo
lo real; y b) mediante la investigación, es decir orientado a “leer, escribir, dialogar, discutir
y participar en clase, etc.” 1; además, permite el desarrollo del ser al lograr un desarrollo
responsable y autónomo que promueva en él el autoconocimiento (conócete a ti mismo) y
el aprender a aprender. El profesor cambia su papel, a uno menos activo. El profesor
necesita aprender a escuchar a sus estudiantes, que no son seres “vacíos” de saber. Ellos
saben “algo”, ellos quieren saber algo, ellos sin iguales, con las “mismas posibilidades del
profesor”. Hoy se habla de una “cultura de la participación pedagógica y académica” como
fenómeno inherente a la posmodernidad.
Esta ruptura paradigmática que privilegia la formación investigativa desafía la
obsolescencia de los protocolos y costumbres de la escuela tradicional, porque permite un
proceso de formación auténtico, reconociendo que el sujeto educable está en
permanente construcción y formación. Este enfoque investigativo de la educación exige
nuevos hábitos de estudio, de aprendizaje y de enseñanza. El primer hábito que debe
atacarse es el del inmovilismo, que hace alusión a que todo ya está conocido,
institucionalizado, que tal como se ha venido realizando debe continuar haciéndose
porque ha sido una herencia de los mayores y, si ha funcionado bien hasta ahora, debe
continuar. El inmovilismo se anula permitiéndole al estudiante preguntar, conversar sobre
lo que sabe y lo que desea aprender, lo que siente frente a, en otras palabras,
permitiéndole hablar sobre sus necesidades de conocer, hacer y ser. En este caso, el
profesor debe escuchar, escuchar y escuchar. Es una actitud epistemológica que privilegia
la reflexión y autorreflexión para cambiar las prácticas pedagógicas.
No se dará un salto a una nueva sociedad y País, si no se cambia la concepción de
educación. Durante mucho tiempo se consideró como prioridad ampliar la cobertura de la
educación, construcción de más escuelas en las áreas rurales y urbanas como sinónimo de
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modernización de la educación. La inversión y dotación de las escuelas se consideró como
un gran avance de los países a la modernización de sus sistemas educativo. Se dio cabida a
la economía de la educación, la sociología de la educación y la administración educativa
como disciplinas que estudiaron la problemática de la educación. La inversión económica
fue la solución que vieron los Estados para articular la sociedad con la educación. El
endeudamiento asumido por los gobiernos de entonces, acicateados por los organismos
internacionales de crédito tuvo sus nefastas consecuencias posteriormente, por el altísimo
costo financiero que debieron pagar los Estados. Presupuestar anualmente altísimas
cantidades de dinero suficiente para abonar o cancelar dichos préstamos, redujo la
posibilidad de solventar con ese mismo dinero serias necesidades de la sociedad en otros
frentes de miseria y precariedad.
Lo que se llamó la crisis de la educación no fue más que una justificación del fracaso del
paradigma positivista (mayor inversión económica= modernización de la educación).
Varios estudios socioeconómicos, sicológicos, sicopedagógicos y administrativos
posteriores así lo demostraron.
Existe un consenso de la existencia de la crisis de la educación. Esa realidad se explica
porque los anacrónicos problemas de la educación no se solucionaron, aun aplicando la
tecnología educativa en boga en los a los 70’s. El enfoque economista pretendía que con
solo la inversión en el sector educativo, el País abandonaría las prácticas obsoletas y la
antigua manera de concebir la formación del ser humano, a eso lo llamaron progreso,
prosperidad y modernidad.
El cambio de paradigma tiene otra versión, muy distanciada de las concepciones
positivistas. Por ejemplo, los problemas son asumidos desde distintos ángulos, no solo
desde los descriptivo-estadístico, desde sus causas y efectos; hoy asistimos, a una realidad
compleja que estudia el hecho o la realidad desde diferentes ópticas presentando una
visión holística, integral, buscando no sus causas y efectos, sino, sus relaciones intrínsecas,
las visiones individuales y colectivas; los sentimientos y reflexiones alrededor del hecho.
Esto tiene otro significado en el aprendizaje. Es el estudiante quien determina las rutas,
métodos y procesos de aprendizaje en función de sus propios intereses, siendo el profesor
un guía o tutor que gestiona y orienta la construcción del conocimiento; cimienta, precisa,
aclara, concreta el saber y promueve, incita, apalanca el “deseo” de aprender y descubrir.
Este cambio lo deben asumir los directivos y administradores de las instituciones
educativas, los padres de familia y los estudiantes; ahora se comprende que existe otra
forma de enseñar y de aprender. Esta reinvención de la pedagogía sugiere un
pensamiento crítico y un acto dialógico entre el sujeto que aprehende y el objeto
aprehendido; modifica las relaciones de poder entre profesor-estudiante pasando de una
relación vertical a una relación horizontal, de acompañamiento y participación en el
proceso de aprendizaje.
CONCLUSIONES
El contenido del documento permite extraer las siguientes conclusiones.
1.- El paradigma positivista agotó su desarrollo sin lograr solucionar los problemas de la
educación. Este paradigma incentivó un proceso de aprendizaje en la cual la investigación
solo era cuestión de los investigadores y especialistas en la materia.
2.- El enfoque investigativo es el nuevo paradigma de la educación. Este paradigma
proporciona libertad al estudiante para indagar, preguntar, cuestionar, criticar; permite el
aprender a aprender a partir de un autoconocimiento y de la reflexión y autorreflexión del
proceso de aprendizaje.
3. Se requiere un cambio de pensamiento, de mentalidad y de concepción filosófica y
epistémica de los profesores para hacer posible la ruptura paradigmática positivista,
inmóvil, impositiva a un paradigma de libertad en el pensar y en el deseo de aprender.
INQUIETUDES
A.- La UFPS propone un enfoque dialógico-crítico de la práctica pedagógica. ¿Se alinea
este enfoque con el paradigma del enfoque investigativo?
B.- si es así, ¿Cómo lograr el cambio de mentalidad en los profesores de la UFPS?
C.- ¿qué recursos, metodologías, procesos son necesarios para el cambio del paradigma
educativo en la UFPS?

Cúcuta, Septiembre 9 del 2015.

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