hecho es suficiente substrato para que la persona ansiosa
lleve, como se comentó, a la categoría de atrapante
aquello que simplemente es incómodo. Con respecto a la secuencia ansiosa que tiene habitualmente el encaje en el día, derivado de la presencia previa de pesadillas o sueños de especial dureza, cabe explicar que despertarse, cognitivamente, no es otra cosa que efectuar el relevo en la mente del control inconsciente que se ha tenido hasta el momento, al consciente. Así que en función de lo que emocionalmente se haya procesado en el espacio onírico, la mente consciente (que se hallaba descansando) toma el relevo reconociendo un cierto pesar, incluso con elementos psicosomáticos asociados, cuyo origen y alcance no entiende. Por ello, la interpretación de que «algo malo me pasa» es una consecuencia lógica que, en función de lo que deba acometerse ese día, deja a la persona en un subjetivo estado de desprotección, dudando de la propia capacidad de respuesta. Además, el estado de somnolencia (no ya de agitación), contempla una serie de «síntomas» o características físicas que se hallan a la vez presentes en los despliegues ansiosos y, por analogía, pueden dar lugar a malas interpretaciones que facilitan el paso a la vía de la ansiedad. En muchas ocasiones, la previsión de la especial «dificultad del día siguiente» o la imaginación fatalista de que nuevamente pueden existir situaciones que generarán ansiedad, hacen que el sujeto anticipe la noche anterior lo que «seguramente le sobrevendrá» como una corta secuencia cargada de agitación.